Junta de trabajo

Otra de mis amigas queridas se tiene que ir. Nos separamos con mucha tristeza. Conocimos nuestra homosexualidad ya que se marchaba. Fuimos lesbianas una de la otra, solo por los dos últimos días, lo recordaremos con mucho cariño.

JUNTA DE TRABAJO

Habíamos disfrutado de unos días maravillosos en la casa de Gloria, en compañía de ella y de su papá. Nunca los podremos olvidar, pero nuestras obligaciones nos forzaron a estar de regreso, aunque el día de hoy nos sentimos cansados.

Horacio fue a su oficina. Yo les había mandado correos desde la casa de Gloria a casi todas las chicas para que asistieran el próximo martes a una reunión en la oficina. Como quisieran podían llegar vestidas. La reunión era para que cada una de ellas, en su departamento, seleccionara las tarjetas y los mensajes de Navidad que habíamos recibido, para darles contestación. Estaba siguiendo aquellos consejos que Gloria me había dado, en realidad para que yo gozara de mi exhibicionismo y a las chicas que me vieran les gustara la nueva tonalidad de mi piel, toda morena.

Yo no iba a presentarme con el uniforme. Hacía frio así que escogí un vestido calientito, como de tela de lana, con algo de vuelo. Me llegaba hasta arriba de las rodillas así que me puse unos calcetines calientitos, largos, que me quedaban abajito de las rodillas, muy modernos, aunque de jovencitas.

Todas hicimos nuestro trabajo, no hubo ninguna que no se le pasara verme morena. Con Paty tenía que terminar unos detalles, nos sentamos una al lado de la otra, frente a mi escritorio así que nuestras piernas las tuvimos que poner ladeadas.

“¡Qué bonito color te quedó! ¿Te asoleaste mucho? ¿Todo el cuerpo? Me preguntó. En realidad ya nos teníamos mucha confianza después de haber intimado por la cita que le conseguí con Yak, nuestro agente en Aruba.

¡No, me asoleé pareja, ninguna señal de algún bikini. Me puse al sol desnuda!” le contesté.

“¡Qué envidia! ¿Toda estas negrita?”

“¡Sí, mira mis piernas!” como llevaba calcetines largos, para que me admirara tuve que subirme la falda y enseñar mis muslos.

“¡Qué padre se te ve, tus chones de color claro te hacen contraste con tu piel! ¡Si alguien te los ve se le va a caer la baba!” Callé y solo la observé unos instantes. Me había complacido su comentario. Sentía un poquito de cosquilleo al pensar que ella se me antojaba.

Como era principio de año, y principio de mes. Por falta de computadora tuve que asistir a la oficina y ahí, con la colaboración de Pilar, tuve que preparar los listados de los empleados para la revisión de sueldos.

Para cualquier asunto confidencial de la empresa yo podía acudir a Pilar, así que como nos habíamos reunido en la oficina aprovechamos. A Pilar le hubiera correspondido mi puesto en la compañía, pero en aquel día al ir a nominarla, ella rechazó el puesto y me recomendó y desde ese día me aceptaron como gerente administrativo, ella les informó que ella no podía durar mucho tiempo como empleada, estaba previsto su regreso a España, no sabía en aquel entonces, cuando, pero constantemente trabajábamos en conjunto y nos consultábamos con frecuencia. Así pasamos los últimos seis años de los ocho de los que llevo trabajando en esta empresa. El asunto de los sueldos se manejaba confidencialmente.

Empezamos temprano, ella venía vestida muy bonita, claro sin uniforme, con un minivestido claro, aproximadamente a unos 10 centímetros arriba de la rodilla. Es muy alta y delgada, siempre arreglada, y hoy no podía ser la excepción. Por el frío llegó con un sweater del largo casi del vestido, cerrado de enfrente, aunque la blusa se veía abierta, con un escote hasta la altura cubriendo el listón inferior del brasier, pantimedias blancas, muy transparentes y tenis sneakers. Yo, aunque no con la elegancia de Pilar, había llegado con un vestido calientito, con calcetines largos azules, la falda del vestido arriba de mis rodillas y un pully casi blanco y una chamarrita de cuero, color azul, un poco más oscura, zapatos de taconcito, cómodos. Pero ella me chuleó.

“¡Qué bonita vienes, preciosa combinación!” me dijo, yo me vestí así como precaución de no llegar chamagosa, pero ella sí se veía despampanante.

“¡Gracias, pero no me puedo comparar contigo, eres muy hermosa!” dije ‘eres’ en vez de ‘vienes’, como debería, pero lo dije de corazón.

Se admiró de mi bronceado, “¿Te asoleaste toda, o solo la cara, o es maquillaje?” me preguntó.

“¡No, mira mis muslos, y no te puedo enseñar más, pero así está todo mi cuerpo, sin ninguna mancha de sombras del traje de baño!” fue mi aclaración.

“¡Te queda precioso, claro, tendría que verte completa!” Lo que me dijo lo consideré solo una galantería de su parte.

Trabajamos, hicimos todo lo necesario y preparamos los formatos para que los de RH decidieran los cambios. Terminamos y quedamos libres. Salimos de la oficina, y del edificio y Pilar, que siempre es muy corta en sus expresiones, solamente me dijo:

“¿Vienes?” pensé unos segundos y le contesté afirmativamente, llevé la computadora que iba a llevarme a casa, la puse en la cajuela del coche y Pilar me dijo

“Deja aquí tu coche, yo te traigo de regreso después.” Llevé las llaves al encargado y subí a su coche. No había quedado con Horacio con seguridad para almorzar juntos, así que ni me preocupé, no sabía a qué hora iba a regresar, pero tampoco le pregunté a Pilar adónde íbamos a ir, me imaginaba que probablemente a algún café, o a algún bar que estuviera abierto a esa temprana hora, supuestamente yo debería de saber al ser, supuestamente, mujer de mundo, pero me llevó a un café, nos sentamos adentro, frente a la ventana. Pedimos capuchinos cada una y unos pastelitos. El local muy moderno, todas las paredes adornadas con fotos o pantallas con proyecciones de fotos de chicas muy hermosas besándose o acariciándose. Era claro que era un lugar de reunión para chicas solamente.

“¿Estas bien, te gusta el lugar?” me preguntó. En realidad sí estaba muy bonito el café y sus adornos, sin duda un lugar de reunión de mujeres. No me molestó descubrir a algunas parejas definitivamente homosexuales, me divertía.

“¡Muy interesante, me da gusto me hayas traído a éste café, de todo tiene uno que aprender a disfrutar! ¡Hasta el café sabe muy bueno y las galletitas que nos trajeron están deliciosas!” le contesté.

“Todos esos cuadros son muy sugestivos, ¿no te parece?”

“¡Qué lindas chicas, todas ellas las de los cuadros, solo que no te encuentro a ti!” le dije como galantería. Y reímos

“¿Cómo crees? Asustaría, además ¿con quién?” Insinuó.

“¿No tienes alguna pareja?” le pregunté ya dándole la oportunidad de que me confesara algo de su inclinación.

“¡Déjame ver!” y llamó a la mesera, le dijo algo y ésta regresó con una cámara fotográfica.

“¡Ponte lo más bonita que puedas y besémonos!” en eso estábamos, apenas preparándonos y la fotógrafa ya llevaba varias tomas y se dio por satisfecha. Un rato después aparecimos en una pantalla, nos estaban proyectando.

“¿Y si nos ven y reconocen?” le pregunté.

“Si vienen aquí ya saben a qué, si nos ven, ¡qué bueno! Si nos reconocen, creo que a la mayoría las conozco yo, no te sorprendas de encontrarte a alguna de las chicas que trabajan con nosotras aquí, o de los otros pisos. Por ejemplo, ¿ves a esas chicas? ¿reconoces a alguna de ellas? La del pelo negro.”

“¡Sí, es la recepcionista de la inmobiliaria del piso de abajo!”

“Ya ves, aquí vienes a identificar a todas, te vas a llevar una sorpresa si descubres que una de las clientas es Paty, tu preferida.”

“¿De veras? Si a mí me consta que se acostó con uno de los clientes.” Le contesté

“¡Sí, con el de Aruba, ella le da a todo. Es tremenda, está muy bonita y atractiva para ambos sexos. ¿No eres de mi opinión? ¡A ti, si se  te van los ojos cuando la descubres, cada vez la examinas de pies a cabeza, si se deja ver más de las piernas, ahí están clavados tus ojos!” me dijo.

“No me había dado cuenta, ni no me había puesto a pensar en ello, pero sí tienes razón, la encuentro demasiado atractiva. Yo le conseguí la reunión con el de Aruba, no soporté sentir lo que ella sentía, esa ansiedad, desesperación que yo no creía que podría llegar a gozarla. Además, la vimos al salir y subir a su Fiat, según entiendo el novio estaba  esperándola.”

“¡No, él es el hermano que lo trae para arriba y para abajo!”

“¡Bueno, pero ahora me estás haciendo sentir que yo la deseo. Tienes razón, ya hasta Gloria me lo había dicho, pero solo lo tomé a la ligera. Tienes razón, es bonita y muy deseable, tiene una forma de moverse demasiado seductora. ¿A ti también te atrae, y te gusta? ¿Verdad?” Le pregunté ya con la esperanza de que estuviera igual que yo.

“La neta, sí, igual que a ti, pero no debemos de guardar esperanzas con ninguna de ellas que trabajen en nuestra empresa. Tú tienes a tu amiguita Gloria, que ¡también está muy atractiva y sí que ella se me antoja mucho!” me confesó, lo que me dio mucho gusto saberlo.

Platicábamos, ya las tensiones se habían relajado y Pilar me sorprendió con un beso que ha de haber durado minutos, nos pasamos nuestras lenguas y hasta saliva, como en una de las fotos. Sin pensarlo, bajé mi mano y se la metí debajo de su falda. Ella respingó pero no dijo nada. Mi mano subió, lo más discretamente para no ser descubierta, buscando esconderse entre los pliegues de la falda del vestido de ella, subió y sentí sus pantaletas, apretaditas, pequeñas, pero no logré meter mi mano debajo de ellas. Pilar iba a intentar hacerme lo mismo, pero yo llevaba unas pantaletitas muy apretadas. Por más que traté de bajármelas discretamente, metiendo mi mano desde la cintura, no me fue posible hacerle espacio. No lograba continuar, así que le propuse ir a algún lado, yo pensaba buscar algún motel cercano, pero ella me preguntó

“¿Vamos? ¿Te animas?” Ella considerando que las dos pensábamos ya en lo mismo, buscar algún refugio íntimo. Yo desconocía algún motel, u hotel cerca, me dejé llevar por ella. Fuimos en su coche hasta una zona de la ciudad muy nueva y bonita. Mientras viajábamos ella me colocó mi cabeza sobre su hombro, yo no paraba de sobarle las piernas, la falda de su vestido ya le llegaba a la cintura, sus pantaletas blancas, como de seda con un encajito fino alrededor de los muslos y cintura, yo ya se las había bajado, mi mano ya había palpado su pubis, su vagina estaba muy húmeda. Llegamos, me enderecé y pude darme cuenta de que entrabamos a una cochera. Pilar arrimó su coche hasta la ventanilla, pasó su tarjeta de crédito por la máquina y en una columna de avisos apareció el número 45. Nos dirigimos a esa cochera, entramos y se cerró el portón detrás del nosotras. Bajamos y entramos a una habitación, hermosísima, muy femenina, todo de colores pastel tenues, blancas las paredes, las cortinas violeta mezcladas con color de rosa, muy tenues, hermosa la habitación, que lindura, tenía espejo en toda la pared del fondo.

“¡Aquí puedes pedir lo que te venga a la mente, por ejemplo, ¿qué se te antoja? ¿Tienes algo de hambre? ¿Pedimos algo?” y le picó a la pantalla del monitor, aparecieron ofertas de menú. “Aquí hay de todo y lo traen enseguida.” Dijo y nos decidimos por unos sándwiches, dos naranjadas y unas galletas, de postre.

“¿Te gusta el lugar, y te sientes bien?” me preguntó.

“¡Muy inspirada, este lugar es maravilloso!” le contesté. “He estado en muchas partes, pero esto no tiene igual. Está precioso, y lo más hermoso es tu compañía, eres muy linda. ¡Eres preciosa!” La abracé con discreción y le dí un beso en su mejilla, ella me pasó un brazo por el cuello y me besó suavemente con sus labios sobre los míos.

Ya sentadas a la orilla de la cama, nos abrazamos y nos besamos sutilmente, nos lamiamos las caras, le metí mi lengua en un oído, la hice estremecerse y  contonearse. Mis manos se dedicaron a bajarle la parte de arriba del vestido, dejándoselo a la cintura. Le bajé el brasier y el fondo y me avoqué a sus senos, preciosos, sus aureolas crecidas, sus tetillas paraditas, haciendo contraste con el color de su piel, de un color canela claro, lo mismo que su alrededor. El fondo de seda que llevaba lo jalé asta abajo, el brasier estorbó y ella se lo desabrochó de atrás, dándome más libertad para que disfrutara de su piel, de esos lindos pechos. La admiraba en el espejo que había, de pared a pared. Yo ya estaba muy excitada, muy caliente. Al tentarla, o que ella me tentara sentía como una descarga eléctrica que me empujaba a hacerle, o buscar que me hiciera hasta lo más desconocido.

Mi pully salió volando, yo llevaba un brasier color azul clarito, con un holancito blanco alrededor, del mismo juego de mis pantaletas. Pilar estaba más desesperada que ni yo. Yo estaba gozando de ver cómo ella olvidaba todos los formalismos y se derretía debajo de mí, esa ejecutiva fría y formal. Me sobaba desesperadamente con la mano, al principio sobre el textil de mi pantis. Yo sentía ese cosquilleo intenso en mi vagina, me jalonee el pantis, que a su vez jaló a la vez que mis calcetines, ella terminó de bajármelos. Tomó mis pantis y los junto al brasier me dijo

“¡Son francesas, muy finas! ¿Usas siempre de éstas?”

“¡Sí, casi siempre, tengo varios juegos, los compramos en París y de vez en cuando un enamorado, o amante, como quieras decirle, que tengo allá me manda repuestos!”

“¡Pero también tu ropa interior es importada, se nota!” Le dije “creo que somos de la misma talla de brasier.” Le dije y le coloqué el mío encima de su pecho, del frente si somos de la misma talla, pero el broche trasero no coincide. Nos entreteníamos, en ese momento entró por una ventanilla nuestro pedido que venía completo, pero además traía dos copas servidas con ‘medias de seda’, o algún licor espumante.

“¿Pediste también la bebida?” le pregunté

“¡No, pero aquí te la dan de cortesía, como para animar la relación. En eso sonó mi teléfono, ya le dije a Horacio que no iba a ir a comer con él.

“¡Yo te llevo a tu casa!” dijo Pilar, así que le pedí que a la tarde que pasara por mi coche. “Las llaves las tenía el conserje y, que si me hacía el favor, que le llenara el tanque de gas, y le dije que no fuera MORRO. Que nos veríamos en la casa a la noche.”

Tratando de descubrirme me preguntó si estaba yo con algún español, la palabra morro la usan ellos.

“¡No te preocupes, nos vemos a la noche!” y le corté.

Comíamos, nos veíamos una a la otra y me sentía con ganas de besarla. Ella me besó cuando tenía el bocado dentro de mi boca, jugueteábamos como chiquillas, gozábamos sentirnos las pieles de las caras, nos acariciábamos desatendiendo la comida, que al final casi la terminamos, las galletas quedaron en el olvido por lo pronto. Habíamos empezado la comida con las ‘medias de seda’, que se vaciaron. Así que Pilar pidió nos las rellenaran, pero nos regresaron una jarrita llena para que nosotras nos sirviéramos. Seguimos bebiendo, ella, al tener la bebida en su boca, me besó y me pasó el trago completo a la mía, yo lo recibí. Yo, con un buche se lo fui vaciando lentamente en su vaginita, le escurría sobre mi mano que luego le pasé por el trasero.

Nos recostamos en la cama y le comencé a juguetear el ombligo y su barriguita, que me emocionaba. Ella me acariciaba la cabeza que me la fue dirigiendo hasta su pubis. Me incliné y tuve la suerte de tener su vagina a mi disposición. Está depilada artísticamente, dejándose solo una palmita en el centro, como continuación a su rajadita. Estaba por meter mi lengua en esa ricura, la palpaba, completamente húmeda, le jalaba sus labios interiores con mis labios pero se me resbalaban de lo lubricado que ya estaba. Nos dimos la vuelta  metió su cabeza entre mis piernas y ella disfrutaba mi cosita, me lamia y me mojaba aún más mi entrepierna, que ya estaba también muy mojada, yo me moría de lo excitada que yo ya estaba, igual que ella, ella me lamía hasta mi ano.

Buscábamos sentir más fuerte, rozando nuestras dos vaginas, nos pasamos una pierna de cada una, entre las piernas de la otra, nos apretábamos jalándonos instintivamente, para sentir ese roce con más intensidad, tratando de provocarnos más fuerte esa sensación que una siente sobre su sexo.

Nos metíamos dedos dentro de la vagina, las dos llegamos hasta nuestros orgasmos. Estábamos muy sofocadas y descansábamos.

“Voy a ir al baño.” Le dije

“¿Vas solo a hacer piss?” me preguntó.

“¡Sí, solo, rapidito!” le dije

“¡Voy contigo, quiero ver!” me pidió. Me cogió de sorpresa, no me lo esperaba. Normalmente siento agradable estar sola, pero ¿qué tendrá en mente? La piel se me puso chinita ¿Qué querrá?

Me costaba trabajo iniciar, pero ella me metió la mano y me tallaba el clítoris riéndose. Ya pude y ella observaba cómo y de donde me salía. Terminé, le mencioné que en París se podía uno enjuagar en unos bidés.

“¡Aquí se enjuaga uno con la regadera.” La jaló de la tina, vio que el agua saliera tibia y me enjuagó por un largo tiempo, metiéndome y sacando sus dedos dentro de mi vagina, gozando que me estaba llevando a otro orgasmo, pero ese nuevo orgasmo yo lo deseaba tener en la cama, así que se lo dije. Ella también tuvo que orinar, yo le hice lo mismo de sobarle el clítoris, su capuchón y sus labios interiores. Nos lavamos y fuimos a la cama.

En la cama ella se acostó boca abajo y yo, a su lado, también boca abajo, pero orientada a sus pies. Subí mi cuerpo sobre el de ella y comencé a revisarla. Una piel linda, lisita, sedosa. Unas nalgas deliciosas, se las lamía, se las separé y le metía la lengua hasta su ano. Le dejé saliva, la más que tenía en la boca, repetí depositarle más, con un dedo le acaricié su roseta, le daba vueltas y se lo introduje despacito, hasta que le llegara al fondo. Notaba cómo iba yo excitándola más cada vez. Cambié de dedo le metí el pulgar, Pilar solamente apretaba su frente contra la almohada y con su mano estirada me trataba de alcanzar mi espalda, como para animarme a más. Ya le metí mi pulgar dentro de su vagina, mientras tanto otros dos de mis dedos encontraron su camino a su interior, en ese culito apretadito, pero bien lubricado, lisito, le metí dos y me dí cuenta de que tallándole su piel interior de su vulva yo sentía directamente la llema de mi pulgar a través de esa piel que los separa. Yo apretaba los dedos y los restregaba entre sí y ella comenzó a pedir más, pero esas peticiones de más y más se convirtieron en verdaderos gritos de

“¡MMAASS … MMMAAASSS … QUE RICO, MMAAASSS … ¡¡Qué rico le haces, me tienes en el cielo! ¡MAAASS …. AAAGGRRR! Y repentinamente enmudeció por un buen rato.

Mi vientre estaba a su disposición, después de haberla llevado a ese orgasmo tan intenso ella se dedicó a darme algo similar a lo que yo le había dado, pero yo ya me encontraba exageradamente excitada, con tantito que me hizo, exploté en un orgasmo muy lindo, pero muy rápido y corto. Nos pasamos una pierna de cada una, sobre la otra, como en tijera, buscando que nuestros labios menores se juntaran nuevamente y tuviéramos más sensaciones eróticas, esperando un nuevo orgasmo.

Quedamos muy satisfechas, todos los tapujos desaparecieron. Me confesó que ya había enviado su carta de renuncia, se casaba y me pedía que yo asistiera como testigo a su boda civil, la religiosa la iban a celebrar en España, con la familia de él, muy modestamente porque no se permitía en grande, por lo de la pandemia. Su vestido de novia se elaboró aquí y solo me pedía le ayudara a ver cómo le quedaba. Me aclaró que su posición especial en la compañía era porque un hermano de su madre era socio fundador y la consentían y ella me consentía a mí.

Estando recostadas en la cama ella me revisaba con mucho detenimiento.

“Tu piel está lisita, tiene muy bonito color y solo tienes una pequeña cicatriz en la orillita de la nalga derecha, muy chica, del tamaño de un lunarcito. Es lo que te quedó de nacimiento.”

“¡No, esa pequeña cicatriz es una marca de una mordidita que me dio Gloria, yo le dí otra y así quedamos marcadas las dos. ¡Qué salvajes las dos! ¿No crees?”

“¿No te importaría dejarme una cicatriz como esa, en el mismo lugar?” me sorprendió su pregunta.

“¡Con todo mi cariño! ¡Voltéate y déjame escoger el lugar!” le dije, aunque yo no estaba segura de que me iba a atrever a marcar ese cuerpo tan lindo. La veía, le besaba sus nalgas, le volvía a introducir un dedo en su ano. Solo estaba posponiendo mi decisión, me faltaba valor para hacerlo.

“¡Ándale, no lo pienses más! ¡Muerde fuerte en esa nalga, algo tiene que quedarme de recuerdo tuyo! ¡Ándale, áaandaaaleee!”

Me recosté sobre ella, mi barba descansaba sobre su nalga, pero me decidí. Al principio la mordí suavecito, fui apretándole más y más, hasta detenerme por precaución de no causarle una herida que le fuera a sangrar. Miré su nalga, esa piel tan blanca y bonita. Me resultaba imposible marcarla, pero como con Gloria, por amor tenía que cumplirle su deseo.

Me decidí, escogí el lugarcito, cerca de su pliegue, en donde fuera a ser menos visible. Succioné fuerte con mis labios, mis dientes escogieron con mucho cuidado solo un pequeñísimo bultito de su carne, probablemente solo de piel, y mordí lo más suave que me fue posible, pero con fuerza para, de alguna manera le lograra dejar una marca, sin lastimarla, o hacerla sangrar de tan profunda la incisión que le llegara a hacer.

“¡No dolió!, ¿estas segura de que me va a quedar la marca?” me preguntó.

“Eso es lo que traté de dejarte, tu piel es tan blanca que hasta ahorita sobresale bastante, todo alrededor se te ve rojo, mañana te lo revisas y me dices.”

Le sobé su nalga, con mucho cariño y le iba a poner sus pantis.

“¡Espera, déjame probar los tuyos!” se jaló los que yo ya había iniciado ponérselos y se puso los míos.

“¡Que lindos se me ven!¡Tienes muy buen gusto! Me gustaría quedármelos.” me dijo.

“¡Pero, recuerda, me has excitado todo el tiempo y los he dejado mojados!” le advertí

“¡Por eso los deseo más, siento muy bonito tener algo que es tuyo! ¿No te agradaría tener los míos? ¡Han de estar igual de mojados y con mal olor! Soy peor que tú. ¡Nunca me había excitado tanto con alguien, más como ésta vez, gracias a ti. ¡Eres muy linda, te adoro! Me va a dar mucha tristeza el día que me vaya.”

Continuamos vistiéndonos, casi una a la otra. Mi brasier se lo llevó puesto y yo el suyo. Nos alistamos, nos despedimos de la habitación con agradecimiento al habernos permitido gozar todo ese placer.

Llegué a casa, Horacio me esperaba ya con mucha curiosidad.

“¡MMMM, que rico hueles, perfume de mujer bonita!¡Dime con quién estuviste y que hiciste! ¡chamaca abusiva y díscola que no me dejas saber de tus andanzas! ¡Te destrampas sin avisarme!” fue su saludo cariñoso. Más o menos le platiqué y lo emocioné, después tuvimos una sesión muy bonita.

A los pocos días, Pilar nos hizo llegar una participación de su boda por lo civil, acompañada de la invitación al brindis, a la vez me recordaba que debería llevar todos mis documentos de identificación, porque quería que fuera una de sus testigos de boda. Asistimos y en la reunión conocimos a varias personas de sus amistades, además de sus familiares y algunas de las personas que trabajan en la compañía.

“¡Pasado mañana me van a hacer la prueba del vestido! ¡Quiero que vayas y me des una opinión de cómo me va a quedar! Me lo voy a llevar para vestirlo en mi boda religiosa en España, ya Sergio salió para allá.”

Nos encontramos en la dirección del taller de su modista, llegué a tiempo, ya ella llegó y la modista la desnudó totalmente.

“¡Ponte éste brasier, este liguero y encima, éstos calzones de encaje, van con el vestido!” Le dijo la modista, Pilar siguió sus instrucciones, ya la arreglamos entre la modista y yo.

“¡Ahora las medias y una liga solamente!” la senté en una banquita y le ayudé a subirse las medias que supuestamente irían detenidas del liguero, y la modista me dio solo una liga.

“¡Así es la tradición, solo una liga que va en la pierna izquierda!” Vaya, eso no lo sabía yo. Siguió el vestido, la blusa, muy bonita, escotada, le quedaba perfecta, le sobresalían sus pechos. El brasier era de media copa, así que se le veían sus senos muy bien, bonitos, paraditos y muy redonditos.

A la hora de colocarle la falda, que aún no se la habían unido con la parte superior, ésta le quedaba muy suelta y se le veía mal, una costura plisándole se notaría, así que la modista le tomó medidas y se llevó la falda a la parte de su taller dejándole el fondo.

“¡Que tristeza que te vas y ya no podré gozar de tu cuerpo!” le dije a la vez que le levantaba el fondo para apreciar sus piernas y su ‘coñito’, como ellos le dicen. Le bajé los pantis y le besé sobre sus labios menores, se sentían sedosos y húmedos. Le metí un dedo en su vagina que ya estaba bien lubricada. Le chupé esa rajadita linda y le dejé bastante saliva que me ayudó para poderle introducir un dedo, y luego el segundo dentro de su ano, manteniendo mi pulgar dentro de su vagina. Le hice el mismo tratamiento que aquel día, amasaba mis tres dedos dentro de su interior, los tallaba unos contra los otros, solo separados por alguna membrana en su interior, casi imperceptible. Me había dado cuenta de que era el tratamiento a su sexo que habíamos descubierto juntas y que al sentir ese roce la hacía perder totalmente cualquier control, caía en un estado de locura. Ella trataba de gritar, pero no debía hacerlo en ese lugar, la llevé a un verdadero orgasmo, uno que estoy segura de que nunca lo olvidará.

Recostada sobre la mesa de cortes, se retorcía y con sus dos manos jalaba la mía para que mis dedos se le metieran más adentro. A la vez que yo le hacía molinillo dentro de sus hoyitos y mi lengua le trabajaba el clítoris sin cesar. De la ansiedad me jalaba y llegó a clavarme sus uñas en mi brazo, sobre el hombro. Me dolió, se disculpó y le dije.

“¡No me habías dicho que querías dejarme también tú una marquita. Ésta va a estar bien grande, que mejor, así menos te podré olvidar!” Nos reímos y me besó como el día anterior, muy apretadito y dándome su lengua.

A la carrera le volví a subir los pantis, le arregle la liga y alisé el fondo, que ahora ya se veía totalmente arrugado. Le volvieron a probar el vestido, ya le quedó bien. A la tarde debería de pasar por él, ya envuelto y listo para que llegara a su destino en el mejor estado. Pilar salió en avión al día siguiente, aunque con escalas, no opera el vuelo directo por lo del virus.

Al despedirnos me confesó que estaba embarazada, unos dos y medio meses. “¡Creí haberlo sospechado, tus aureolas un poco crecidas, el sabor de tus pezones, ricos y un poco dulces, y esa barriguita! ¡Qué linda, me da mucho gusto, me encantó haberte tenido como mi mejor amiga! ¡Te adoro, te recordaré siempre y a ese nuestro bebé!”