Junior
Es la primera vez que escribo un relato. Pero me animé, porque un amigo me dijo que yo era buena contando historias, así que lo hice. Por favor, me encantaría escuchar sus comentarios y opiniones, para poder mejorar. Besos.
JUNIOR
Me levanté temprano esta mañana, mi novio tenia una reunión de trabajo hoy y me preocupé en levantarme antes que él; para ayudarlo a vestirse y asegurarme de fuera con la ropa que yo le escogería y así pudiera impresionar a todos en la reunión; pero sobre todo para animarle con un buen sexo.
Mi novio, era el mejor gerente que empresa alguna pueda tener; y, su salario anual nos garantizaba una cómoda y gratificante forma de vida para ambos. Lamentablemente, era un poco descuidado, en cuanto a su apariencia y detalles conmigo. Planificaba sus entrevistas en los más mínimos pormenores, pero para nuestra relación podría llegar a descuidarse, de no ser por mí (sin intentar ser poco modesta).
Yo siempre estaba pendiente de esa falta de mi novio; las cenas románticas, la ropa sexy, los juegos eróticos, las caricias, los perfumes, los besos, etc. No puedo negar que siempre estaré orgullosa de él; y me encanta que mis amigas sientan envidia de mí por tenerlo; su cabello, su color de piel, sus duras nalgas, su ojos penetrantes, su cuerpo atlético, su altura y el gran tamaño de su material sexual. Lo amaba y sin dudas y, él, también me amaba.
Yo soy una chica de unos excelentes 34 años, y mi cuerpo es más o menos aceptable (mis horas diarias en el gimnasio se encargan de confirmarlo). Mi novio, de 37 años, me regaló (aunque mas bien debo decir, me gané), hace unos 4 meses, una operación para agrandar mis senos; la verdad que era lo único que me hacía falta para sentirme perfecta, y, para hacerme ese regalo tuve que hacerle sexo oral por más de un mes todos los días.
Después de tantos años viviendo juntos, aun, sentíamos una gran pasión; bueno, al menos de mi parte. Todas las noches antes de acostarnos y al levantarnos hacíamos el amor, y, por supuesto, el respectivo sexo oral que necesariamente debía hacer para ganarme mi operación. Sin embargo, desde hace estos últimos 4 meses, he dejado de hacerle sexo oral, casi ni hacemos el amor, en fin, la relación ha estado un poco fría; y es que, creo que tiene otra. Esta mañana había sido uno de esos pocos días en que me animé a hacerle el amor; dado el compromiso de mi novio y mi deseo de ayudarle a que las cosas le salieran bien, como aspiraba, pues, decidí alentarlo a que fuera alegre y optimista. Así, sin todavía despertarse y sin levantar la sábana que le cubría, fui metiendo mi boca y mi cuerpo debajo hasta llegar a la altura de su cintura; poco a poco le quité el calzoncillo y me dispuse a devorarme por completo su miembro. Abrí la boca, y fui metiendo lentamente su pene hasta cubrir mi garganta con su grueso instrumento sexual, empezó a moverse en medio de sus ligeros gemidos y sueños, hasta despertarse; sin embargo, se sorprendió con la escena que vio al abrir los ojos y me dijo que no podía perder tiempo haciendo eso, que estaba apurado y que no se sentía con ganas de hacer nada, así que sólo me limité a ayudarlo a vestirse.
La negativa de sexo matutino dejó un pequeño vació en mí, el cual pretendí llenar con las tareas de la casa y procuré ponerme al día con las cosas que tenia pendiente de hacer. Al no poderme enfocar, en las labores domésticas, me fui a bañar para enfriarme un poco; me desnudé, me metí en la ducha; y el agua tibia empezó a caer sobre mi cabeza y el resto del cuerpo. Comencé a lavarme, con las manos y sólo con agua, todo mi cuerpo; así continué hasta que, sin darme cuenta, empecé a acariciar mis senos; me encendí un poco y cerré los ojos para sentir el calor de mis caricias mientras me imaginaba las de mi novio; saqué la lengua, para saborear el agua y sentir el sabor de su piel, que ya empezaba a sentir la superficie de sus tetillas y el gusto de sus dedos. Mis pezones se endurecieron, sentí un escalofrío que me viajaba por todo el cuerpo, mi cabello empapado me acariciaba la espalda, mientras que mi piel se ponía como carne de gallina.
Imaginándome, ser acariciada por mi novio; bajé mi mano hasta sentir el tacto suave y excitante de mis dedos sobre mi vagina, saboreaba el agua dulce, mientras me penetraba a mí misma y no pude aguantar para introducirme un dedo mas, tan lentamente, que parecía que una llama de placer entraba entre mis piernas. Mi lengua continuaba fuera saboreando lascivamente el agua dulce. Con los dos dedos de una mano dentro de mi vagina y, la otra, apretando mis pechos; no pude resistir más y me tiré al suelo con la espalda contra la pared y las piernas abiertas.
Empecé a jugar con mi clítoris con una mano y a acariciar mis pezones con la otra buscando mayores fuentes de placer que se confundieran con el agua. El ritmo ya era sumamente acelerado, suspiraba, inhalaba fuerte, exhalaba cortantemente, me ahogaba de placer, no pude evitar escuchar mis gemidos. Sentí que un manantial de lujuria y placer se avecinaba y solo me imaginaba a mi novio, totalmente desnudo sobre mí, besándome. Por un momento, y con una gran rabia y frustración, sentí unas enormes ganas de lamer mi propio "coño" húmedo. Prendiéndome entre mis dedos y caricias, un ardor y espasmo, me recorrió todo el cuerpo, hasta gemir con todas mis fuerzas, que se hizo eco por todos los rincones de la casa.
Minutos después, me encontraba sobre la cama, sentada y desnuda, recordando la invitación que me había hecho mi mejor amiga, Karla, para ir a su casa a ver algunos vestidos, ropa íntima y trajes de baño, que trajo de su último viaje por Europa, para vender entre sus amigas. Karla, tenía definitivamente buen gusto para la ropa y nosotras, sus amigas, solíamos encargarle que nos trajera ropa de sus viajes; yo siempre le encargaba, frecuentemente, vestidos y ropa intima para "embrujar" a mi novio.
Así que, llamé a mi amiga, Karla, a su celular pero me informó que no se encontraba en su casa en ese momento; pero me invitó a que fuera, que la esperara, que en cosa de quince minutos estaría allí. Me terminé de vestir y salí rumbo a casa de mi amiga.
Tuve que apretar varías veces el timbre de la puerta de su casa, antes de que la abriera Junior, el hijo universitario de 17 años de mi amiga. Él abrió la puerta un tanto agitado, sin camisa, descalzo, con el solo pantalón "Wrangler", sumamente apretadito que se le notaban sus duritas nalgas y que tanto me excitaba ver en un hombre. Mi amiga Karla, me contó que Junior, pronto cumpliría la mayoría de edad, me comentó que era un excelente estudiante y un destacado deportista, un verdadero orgullo para su madre, que se había dedicado a él después de su divorcio, algunos años atrás.
Al entrar a la casa, me invitó a sentarme en el sofá de la sala, después que le comenté que su madre me había dicho que viniera y la esperara. El niño me atendió como siempre, con suma cortesía y el respeto de siempre. Aunque, creí notarle una picardía en su mirada, desde unos meses para acá y que se acentuó esa misma mañana. Aunque no había prestado mayor atención a ello. Me invito un café, pero que me negué a aceptar, dado que había tomado el desayuno en mi casa antes de salir, y lo invité a que no se preocupara por mí y a que continuara con lo que estaba haciendo. Sentí tener confianza en la casa, como para quedarme sola a esperar por unos minutos a mi amiga.
Junior, regresó a su habitación y aproveché para curiosear con mi vista, los detalles ya conocidos; y, noté algunos cambios en el orden, de los adornos y muebles, desde mi última visita. Sonó el timbre de un teléfono celular y escuché un murmullo, que no logré descifrar, desde el fondo del pasillo (supongo, era la habitación de Junior). Pasaron unos minutos, y el joven surgió del pasillo, hasta ubicarse frente a mí en pie; yo sentada en el sofá podía ver por encima de su pantalón de baquero una firme erección, que me sorprendió y perturbó; lo cual hizo que mirara hacia otra parte y me pusiera nerviosa
Sin embargo, el rostro, ademanes y el tono de voz del joven mostraban el mismo correcto e indiferente comportamiento de siempre:
-Mamá me acaba de llamar y dijo que le mostrara la ropa, y que escogiera la que le gustara, se le complicaron las cosas, que luego la llama y se pondrá de acuerdo con Ud.
No supe que responder o hacer, al principio. La erección del joven, que no disminuía, introducía un elemento, que definitivamente me ponía sumamente incómoda, y pensé en retirarme; pero, me pregunté cómo explicaría mi retiro a Karla, en esas circunstancias:
-Bueno, anda y tráeme la ropa para verla (le dije).
El joven se retiró y regresó con un paquete de vestidos, ropa interior y trajes de baño, que extendió en la mesa del comedor; podría jurar, que vino con una mayor erección que antes, si es que ello fuera posible. Y esta vez no pude evitar que el estado del joven tuviera consecuencias en mi entre pierna, pero ya no podía hacer nada al respecto, sólo sortear la situación, rápida y de la mejor manera. Escogí un vestido, que llamó mi atención, de fiesta, negro, muy seductor y ligeramente transparente, y tomé el camino hasta el baño para probármelo.
Allí a solas, me probé el vestido, mientras no podía dejar de pensar en Junior, en el porqué de su erección, y, en su trato tan correcto y respetuoso. Preguntándome a qué se debía su estado
Pensé que el muy morboso estuviera viendo alguna película pornográfica, alguna de esas revistas, o simplemente el recuerdo de una de sus amigas. Me probé el vestido, olvidando por momentos el incómodo asunto; y, es que lucía, definitivamente, de maravilla, debo reconocerlo. Destacaba mi hermoso cuerpo, mis perfectos senos y resaltaba mi sensualidad. Me atreví y salí del baño con el vestido puesto, le pregunté a Junior:
-¿Qué te parece como me queda el vestido?
Él me miró de arriba abajo, me lanzó una mirada lasciva que se notó en su rostro, por unos segundos, pero sólo por eso, por unos instantes; pronto recuperó su expresión normal, indiferente y correcta, mientras me decía con un tono de un profesional de venta:
-Vea algunas de los hilos dentales que mamá ha traído del viaje, pueden ser más apropiadas para ese traje, que el que tiene puesto; mamá me pidió le mostrara la ropa interior.
Ese comentario me perturbó aun más y fijé mi mirada en el hilo dental que tenia puesto y cuyo color y forma se traslucían. Efectivamente, esa mañana, escogí ponerme uno amarillo, que no entonaba con este traje negro, de fiesta, que mostraba, seductoramente, la ropa interior. Él tomo un diminuto y bello hilo dental negro y me lo acercó. No pude sino tomarlo y me retiré, hacia la habitación de mi amiga, que Junior, amablemente me indicó, me sorprendí un tanto, pero como autómata me fui al sitio señalado. Entré y cerré, me quité el hilo dental amarrillo que tenia puesto y lo tiro sobre la cama de mi amiga y me puse el escogido por Junior. El joven tocó la puerta de la habitación, suavemente, y me preguntó:
-¿Puedo pasar Sra. Sofía?
Inmediatamente, pensé en mi novio, mi hombre, y a quien nunca le había sido infiel; y de ello presumía ante mis amigas. Pero también pensé el porqué me hacía esas preguntas si nada había pasado o pensado; porqué me debía preocupar si era un niño al cual le doblaba en edad, era el hijo de mi mejor amiga, y, además era menor de edad.
-Si Junior... hijo, pasa.
Aún no sé porque le respondí afirmativamente, aunque traté de crear distancia. Él entró y se sentó en la punta de la cama de su madre, sin dejar de verme, ni un instante, siempre con el trato formal, y, siempre con la misma erección. Fijó su mirada sobre mis pompis, y me dijo:
-Esa definitivamente la favorece más.
Mientras, sin dejar de mirarme, tomaba el hilo dental, que yo había dejado sobre la cama; con el puño apretándolo suavemente, y sin abandonar la corrección, un tanto indiferente, la llevó a su rostro y creí ver que luego de olerla, mordisqueó la prenda, como si ello fuera la cosa más normal del mundo.
Sentí, producto del gesto osado del joven, que me subía un frío por la espalda, me llegaba hasta lo senos y me bajaba hasta mi vagina, produciéndome una gran excitación; lo que me llevó a entender, lo que me había negado a reconocer. Que mi vagina se humedecía tibiamente, y me palpitaba con cierta violencia.
El joven, como si nada, puso mi hilo dental, amarrillo, de nuevo sobre la cama. Me acercó un hermoso y diminuto traje de baño de dos piezas y me dijo un tanto dominantemente y con total calma:
-Pruébese este traje de baño.
Se levantó y salió del cuarto, caminando con ligera indiferencia, con su altiva erección. A solas, de nuevo, en la habitación, me quité el vestido y noté como mi liquido vaginal corría por mis piernas, busqué presurosamente el hilo dental amarillo para secarme, pero supe seria insuficiente para tanta humedad, que ya bajaba como río por mis piernas; lancé una mirada y noté, en una cesta de ropa usada, una franela, que reconocí, era de Karla, y con ella me sequé, rápidamente, procurando dejarla tal como estaba originalmente.
Me desnudé y empecé a ponerme el traje de baño, noté de inmediato lo diminuto de la pieza y lo chico que se me veía en mi cuerpo. Una vez puesto, traté de extirarlo, lo más que pude; y noté, algunos, vellos púbicos que sobresalían ligeramente del traje de baño. No lograba que la pieza superior ocultara los pezones de mis senos absolutamente excitados producto del frío del lugar y la exaltación del niño afuera deseándome. Estaba desesperaba por ocultar mis vellos dentro del diminuto hilo dental, del traje de baño, mientras lo estiraba hacia arriba; en un intento por no dejar ver, el canal de entrada, en esos momentos, de su húmeda y palpitante vagina.
Me sobre salté con el ligero toque de la puerta, del joven, mientras preguntaba:
-¿Ya?
Dudé antes de contestar:
-Si.
El joven entró caminando con parsimonia, y observé, con asombro, en esta oportunidad, como la cabeza del pene del joven sobresalía brillante, rosado, erguido, por encima del pantalón; pero siempre, con esa calma que empezaba a desesperarme. No podía retirar la vista del miembro de Junior, por más que lo intentaba. Tenía frente a mí, justo a la vista, como emergía cada vez más con su caminar, firme, su enorme y virginal pene. El joven camino hasta mí calmadamente, y me dijo:
-Es Ud. una mujer muy hermosa y me encantaría convertirme en hombre con su ayuda.
Ya en este momento, no intentaba que el traje de baño ocultara mis partes íntimas, de la mirada de Junior. Me sentí débil de mis piernas, incapaces ya de sostenerlas, y, simplemente, sin poder evitarlo, me desplomé a los pies del joven, bajándole el pantalón y calzoncillo, terminé de rodillas ante él como si fuera a tomar la "ostia" pero en cuclillas.
Abrí la boca lo más que pude, hasta sentir dolor en mis mandíbulas y me tragué completamente su miembro, algo delgado, pero largo e inmaculado. Mientras me comía con todas las ganas del mundo su miembro, levanté la mirada como pude, rendida, suplicante, desesperadamente ansiosa, como si de su pene dependiera mi vida; al mismo tiempo que me veía con una mirada perdida como su pene desaparecía debajo de mi nariz. Luego saqué su pene de mi boca y empecé a besarlo y lamerlo de arriba abajo, desde el tronco hasta la puntita; nuevamente, comencé a engullirlo con una destreza descomunal, que le hacía ponerle los ojos en blanco y con violencia volvía a tragármelo de un solo golpe. Mis labios le recorrían desde la base a la punta una y otra vez, besaba sus testículos, los chupaba, mi lengua jugaba con su miembro, lo recorría con ella de arriba abajo, y de abajo a arriba, una y otra vez. Mi boca se llenaba de saliva y de líquido seminal. Luego de unos 15 minutos comiéndome todo su pene, y haciéndole sentir un placer indescriptible, me sujeto la cabeza con las dos manos, y me empujaba con fuerza hacia sí mismo. En pocos segundos, no pudo aguantar más, pegó un grito, y en sólo instantes me llenó la boca de su semen, el que por supuesto me tragué hasta la última gota. Mientras me iba tragando todo su semen, estuvo pegando pequeños saltos de dolor, hasta que me pidió que lo dejara, que sentía desmayarse, por cada tragada que le hacía.
Al poco tiempo vi su miembro flácido, tumbado hacia abajo, mientras Junior, lo intentaba revivir, así que me dio lástima y le ofrecí mis labios en un gesto de compasiva generosidad obsequiándole besos tiernos; para calmar aquel ardor, que de rato atrás, le dolía y desesperaba. Empezó a llorar y pedirme perdón, por agarrarme fuerte la cabeza y acabar en mi boca; para asumir, finalmente, una aptitud de sumisión total, hasta decirme que haría todo lo que yo le ordenara. Lo abracé como una madre abrazaría un hijo, y le di unos últimos besos a su miembro sexual. Antes de ponerme de pie y vestirme.