Junio del 78__La mudanza

Hola a todos. Este relato es la continuación de Junio del 78_El despertar. Sería conveniente leerlos en orden. Espero que os guste. Muchas gracias a los que me habéis animado con vuestros comentarios a escribir esta segunda parte. Saludos.

(2)       AGOSTO DEL 1978: La mudanza

Me tocó ayudar en la mudanza de mi hermana.

Querían aprovechar las vacaciones del marido en la Citroën para irse a un piso alquilado en otro barrio más céntrico. Cuando tocaba mudanza de algún familiar o amigo se pringaba y había que ayudar. Mi cuñado me dijo que buscara ayuda para el día siguiente.

Que preguntara a alguno de mis amigos y que nos daría 100 pesetas. Era el destino que se pronunciaba por boca de mi cuñado de manera tan inesperada como perentoria.

Desde la tarde de las mamadas entre el maíz pasaba las tardes con Josema pero siempre había alguien de más. No pudimos volver a repetirlo aunque no era por falta de ganas. A veces, sin que los demás nos vieran, le hacía un gesto ofreciéndole mi rabo que estaba siempre duro como un ferrote y estiraba el pantalón para que él viera como me tenía. Salido perdido.

Un día Isma trajo una revista porno de tías. Nos pusimos a verla los tres. Isma comentaba lo que haría con las tetas de esas tías. Estaba verraco perdido y eso que él a veces quedaba con Mari, cuando el padre se iba a casa de su nueva amiga, y ella le hacía de todo. Mari había iniciado sexualmente a medio barrio e Isma era su último juguete. Por lo que se intuía debajo del pantalón de Isma, Mari no era nada tonta eligiendo los juguetes. El rabo de Isma prometía. Marcaba un paquete de cojones. Yo le seguía el rollo con sus comentarios pero a mí se me iban los ojos a los tíos y a sus herramientas exageradamente gordas mientras Josema miraba con la cabeza gacha intentando disimular el empalme que tenía.

-“Mira ésta rubia como tiene el culo todo abierto. Parece un coño. No me extraña que le entre ese pollón entero”, dijo Isma con la voz ligeramente entrecortada. Estaba metiendo la mano en el bolsillo del pantalón para ajustarse bien la polla.

-“No sé porque no se la mete por el coño”, dije yo para disimular lo que estaba pensando en realidad en ese momento y desviar la atención. Mientras veía aquel culo dado de sí pensaba en cómo me gustaría metérsela a Josema y verlo con esa misma cara de vicio que tenía la rubia. Meterle la polla y con los dedos allí dentro ver cómo había dado de sí ese culito lampiño y blanco. Blanco y lampiño como el de su hermano Fonso al que tantas pajas le había dedicado.

-“La rubia está gozando como la perra del Casimiro. Mirarla. Joder, tiene los ojos saltones de gusto.” Dijo Josema. Él y yo nos cruzamos la mirada y él bajo la cabeza. Era un chaval muy vergonzoso y a la mínima se ponía rojo. Eso sí, si yo le tocaba aunque sólo le rozara la cabeza él hacía ademán de bajarla pero a mi entrepierna. Me ponía muy cachondo cuando se avergonzaba.

Era ya tarde y nos fuimos cada uno para su casa con un calentón del uno a darle al manubrio y calmar ese calor que las imágenes de la revista habían despertado en nosotros.

Después de cenar fui a casa de Isma. Estábamos en las escaleras de su casa, rozándonos como sin querer, pierna con pierna. Él mirándome para el bulto de mi entrepierna y yo echándome hacia delante para que se marcase bien la polla. Al hacerlo el roce del prepucio con la tela del pantalón me ponía muy caliente y eso que antes de cenar me había dado un homenaje en el wáter de casa. No duré ni un minuto porque se me ocurrió echarme una crema de mi madre en el culo. Tenía la polla durísima y me la meneaba con la derecha, mientras con la izquierda iba extendiendo bien el ungüento por dentro y fuera del culo. Estaba cerrado. Nada que ver con el bebedero de patos de la rubia espatarrada de la revista. Probé a meterme un dedo y entraba con una facilidad pasmosa. Probé con dos. Mientras me hacía un pajote estaba metiéndome los dedos y sintiendo mucho placer y al tocarme un punto hacia adentro sentí un fogonazo de placer y me corrí con un disparo de lechada que salió disparada hacia el soporte del lavabo.

Mientras me limpiaba oí a mi madre decía que a la mesa y a mí me vino una media idea. Esa crema podía ser de mucha utilidad algún día.

-“Venga tío que nos repartimos el dinero a medias”. Intentaba convencerlo pero ya tenía bastante trabajo en la fontanería de familia y no quería saber nada de trabajar también por la fresca cuando podía descansar un poco.

-“Tú no haces nada en todo el día. Te levantas cuando quieres. Ya quisiera yo estar de vacaciones y no tener que hacer nada”. Me contestó medio mosqueado.

-“A las 10 acabamos. Se trata de meter en cajas los cacharros de cocina y la ropa. Mi cuñado se encarga de desmontar los muebles y a las 10 se va con los de la furgoneta. Después aún tenemos un rato para darnos un garbeo por el barrio y comernos un helado en el bar.”

-“¿Y hay qué vaciar todos los muebles? Mira que yo estoy cansado de trabajar con mi hermano toda la semana.” En 1978 a esa edad o estudiabas o trabajabas. No había término medio. A él no le gustaba estudiar y ayudaba en la empresa familiar de fontanería. El curso que viene dejaría la escuela para ser fontanero como su padre y su hermano Fonso.

-“No, hombre quedan las camas y los muebles del salón”. Se me iluminó la cara al darme cuenta de lo que acababa de decir.

-”Joder tío, a las 10 se van y yo tengo unas llaves para abrir mañana al camión de mudanzas. La casa vacía para nosotros solos.”

-“Mañana hay partido del Madrid y mi padre lo ve en el bar. Puedo recogerme más tarde y así hacemos algo”.

-“Neno, mira cómo se me está poniendo. Por fin tenemos un sitio.” Estaba salidísimo y me moría de ganas de volver a hacerlo con Josema.

-“Venga, dile a tu cuñado que os echo yo una mano”. Me dijo Josema rojo como un tomate. Se me quedó mirando fijamente a los ojos y después bajo la mirada hacia mi polla que estaba en posición vertical como casi cada día ese verano.

Empezamos a cargar cajas sobre las 7. Las íbamos colocando en la furgoneta. Nos las pasábamos sin atrevernos a mirarnos a la cara pero sabiendo lo que iba a pasar en cuanto mi cuñado arrancase la furgoneta y nos quedásemos solos en aquella casa casi vacía. A mí cuando tragaba saliva me sabía dulce y me relamía pensando en la oportunidad que teníamos.

La casa estaba casi vacía. Los muebles y las camas estaban desmontados y listos para el día siguiente y apoyado en la pared yacía el colchón de matrimonio donde dormían mi hermana y su marido. Tapado con unas colchas. Daba igual. Cada vez que pasábamos arrastrando las cajas llenas de enseres lo mirábamos como el náufrago a su tabla de salvación.

Cada vez que entrábamos en la habitación nos calentábamos más y más. Más calientes y más rápido cargábamos las cajas. Cuando terminamos llamé a mi cuñado y le dije que ya no quedaba ninguna caja.

-“Acabamos más rápido de lo que pensaba. Mejor. Así me ducho y aún me da tiempo de bajar al bar a ver el partido”. Mi cuñado era un futbolero de cojones y no se perdía un partido del Madrid. A mí sólo me interesaba el Celta. El Madrid me la sudaba.

-“Acuérdate que mañana sobre las 9,30 viene el camión de mudanzas. Tienes que abrirles y esperar a que carguen todo.”

  • “Sí, hombre ya me lo repetiste mil veces. Arranca y vete a ver a esos mantas del Madrid a ver cuántos penaltis os regalan hoy.”

Se subió a la furgoneta y salió escopetado hacia su casa. Cogí las llaves y las giré en un dedo mientras le hacía a Josema el gesto de seguirme.

Subimos las escaleras y ya dentro con la puerta cerrada me aproximé hasta él. Jugando ha intentado resistirse pero al final he conseguido reducirlo. Siempre que jugamos a pelearnos yo le gano. Él está apoyado contra la puerta mirando con cierto temor a lo desconocido. Esta temblando de miedo, sabe lo que pretendo, y puede que eso lo tenga más excitado de lo que aparenta estar.

Nos besamos para saciar la sed de todos aquellos días tonteando sin poder hacer nada. Fuimos morreando hasta la esquina de la habitación y caímos en el colchón donde mi hermana y mi cuñado follaban. Donde yo me iba a follar al Josema sí o sí esa tarde.

Quería llevar la iniciativa y me acosté encima de él. Conseguí que se diera la vuelta. Le bajé el calzoncillo hasta los tobillos, separé con mis manos sus nalgas y hundí mi boca en su ano. Comencé a lamerlo haciendo suaves círculos con la lengua, saboreando cada trozo de piel, y penetrando el agujero con ella. Deposité mucha saliva allí. Después subí con mi lengua hacía arriba, recorriendo toda su espalda y dejando a su paso un caminito de saliva hasta llegar al cuello. Mi cuerpo cubría el suyo totalmente. Estaba encima para montarlo. Él iba notando la dureza y el calor de mi pollón todavía cubierto por la fina tela del pantalón, mientras se lo restregaba por la raja del culo y notaba cómo se retorcía. Me detuve en su oreja, comiéndosela un rato y metiéndole la lengua hasta el tímpano, mientras le susurraba muy excitado en el oído.

-“Neno, te voy a follar”. Te la voy a clavar hasta dentro y te voy a dejar el culo abierto como el de la rubia.”

-Ay gemía Josema. “¿Te gusta mi culo? Lo tengo cerradito.”

-“Me encanta Neno y estoy loco por metértela hasta el fondo. Desde que vi a la rubia ensartada por el pollón del fulano aquel. Quiero abrirte en canal. Dejartelo abierto para que entre bien y hacerte disfrutar.”

  • “Yo quiero probar el sabor de ese pollón que tienes entre las piernas y que me dejes el culo bien abierto. Ven, dámelo”.

Se giró y me acaricio el pelo de forma cariñosa mientras con la otra mano me la sacaba. Al apartar el elástico del slip mi polla saltó como si tuviera un resorte ahí metido.

-“Chúpamela un poquito, Neno”- Le dije mientras dejaba que su mano se metiera dentro de mi calzoncillo para agarrar la base de esa dura polla con fuerza.

-“Me encanta tu polla, dios es enorme”

-“Lo sé. ¿Pero por qué no te la metes ya en esa boca de vicioso mamón que tienes? Chúpala como el otro día entre el maíz”

Con mi polla ya metida en su boca me incorporé un poco en el colchón para dejar que mi calzoncillo cayera hasta mis tobillos

Lo coloqué tumbado boca abajo. Ese ojete necesitaba algo de lubricación antes de ser profanado por mi obús. Escupí unos lapos en su entrada y esparcí la saliva por su agujero como había hecho con la crema de mi madre en mi culo días atrás.

Me escupí en la polla y coloqué el capullo justo en la entrada. Empujé con las caderas y mi polla empezó a enterrarse mientras su cuerpo se retorcía.

-“Me haces daño. Para por dios.”

-¿Quieres que la saque?

-“No, vete más despacio. No ves que es enorme. Me estás abriendo en dos:”

-“No quiero hacerte daño”

-“Tranquilo, puedo aguantar”

Volví a escupir y note que los gemidos aumentaban y las quejas desaparecieron. No había dudas ya de que ese pasadizo estaba casi listo para alojar mi larga y venosa polla. Noté como arqueaba la espalda a medida que mi rabo se metía en su prieto culo. Era como si la sabía naturaleza nos dictase lo que hacer en cada momento. Dos chavales vírgenes y estábamos a punto de follar como adultos.

A pesar de lo hinchado y lo gordo que era mi nabo, noté como éste se empezó a deslizar hasta que mis pelotas dieron con los cachetes de su inmaculado culo. Se los abrí y empujé un poco más.

-“Aquí la tienes, Neno. Toda dentro”

-Si la noto dentro. ¿Entró toda?

Le cogí la mano y se la llevé hasta su culo donde estaba enterrado mi cipote.

-“Ves, toda dentro, campeón. Mira como está abierto”

-“Ya casi no me duele.”

-“¿Te gusta? Le pregunté iniciando un lento mete y saca que hacía que el cuerpo de Josema se estremeciera.

-“Uff. Siento algo muy raro dentro. Es como si me fuese a mear pero con mucho calor por dentro. Tengo escalofríos en la espalda. Abrázame.”

Lo abracé mientras enterraba mi duro pollón de manera rítmica y constante. Estaba todo abierto y el túnel se había abierto del todo.

-“Quiero verte la cara”, me dijo susurrando. “Dejame darme la vuelta”

Sin sacarla lo hice rotar dejando mi cipote clavado en ese culo que desprendía el calor más agradable que había sentido nunca. Conseguí poner sus piernas en mis hombros y empecé a taladrarlo sin piedad mientras nos besábamos. Le iba diciendo cosas al oído y notaba como él iba apretando mi polla con los músculos interiores de su culo. A una velocidad increíble sentí como mis huevos se ponían duros como ferrotes antes de depositar su caliente descarga. Fueron tres trallazos que se clavaron en el fondo del culo de Josema.

-“Me corro, Josema. Me corro”. Grité.

-“Y yo también. Joder qué frío y que calor. Me estoy volviendo loco. Es mucho mejor que pajearse.”

Empezó a soltar toda su leche y uno de los trallazos acabó en mis labios. Aproveché para besarlo y compartimos su leche en un beso infinito.

Noté como mi polla iba saliendo de su culo al desempalmarse.

-“Cuidado que sale, Josema. Vamos a manchar el colchón”.

Acerqué mi mano a su culo y recogí mi leche que empezaba a gotear de su culo todo abierto. La recogí y se la di a comer. Nos besamos lentamente m saboreando y compartiendo mi leche mientras daban las 10 en el reloj de la iglesia.

-“Hay que irse. Es tarde”. Josema se levantó y empezó a vestirse.

-“Mira lo que tengo, Neno”.

Yo estaba jugando con el llavero al que daba vueltas como un anillo alrededor de mi dedo. Un anillo que prometía muchas tardes como ésta. Josema agachó la cabeza avergonzado  pero me pareció que esta vez lo hacía más por juego que en serio.

-“¿No tienes que devolvérselas mañana a tu cuñado?

-“Qué va. Se las tenemos que dar al dueño de la casa pero no vuelve hasta septiembre de la casa que tiene en Cangas.

-“Casi un mes, Neno” ¿Te das cuenta?