Julio 6

Placer y sumisión de un esclavo

Mientras caminaba por el pasillo hacia nuestro dormitorio, sentí como si todo el mundo me estuviera observando. Allí estaba yo, con la ropa manchada de semen, caminando como un pato con el dildo metido hasta el fondo de mi culo, y con mi cara probablemente con restos de semen, también. Cuando llegué al ascensor, la conversación se interrumpió de momento. Un tío a mi espalda dijo "¿No huele como a sexo?". Una chica a mi lado se rió por lo bajo. Mi cara ardía de vergüenza.

Una vez en mi habitación, me senté en mi mesa, a estudiar un poco, y mi culo tomó vida. Había olvidado que tenía un dildo dentro de mí, y al sentarme, me clavé varios centímetros. Mi polla se puso dura de nuevo. Echaba de menos a Julio.

Estudié un rato, y llamé a mis padres ("Sí, mi compañero de habitación es un tío genial.", les dije. "Me echa una mano con los estudios, y me ha conseguido un trabajo como encargado en el equipo de lucha libre".) Mi padre estaba especialmente contento con lo último. Siempre había intentado que me interesara por algún deporte. Miré el reloj. 08:59. me desnudé y dejé la puerta sin llave. Me tumbé sobre nuestras camas y empecé a meterme y sacarme el dildo del culo. No necesitaba tocarme la polla para que estuviera bien dura. El dildo, como la polla de Julio, tenía el tamaño justo para rozar mi próstata con cada embestida, y mi polla estaba soltando ríos de pre-semen, que caían sobre mi tripa. Cada pocos minutos, tenía que parar, pues si no, me habría corrido.

Estaba gimiendo, con la polla de goma clavada en el fondo de mi culo, cuando oí que alguien golpeaba en la puerta con los nudillos. Me quedé helado. No quería que nadie me viera así, en una situación tan ridícula, empalado con un dildo, y empalmado porque me encantaba. Otra llamada. Tenía que tomar una rápida decisión: ¿Más humillaciones? O ¿la polla de Julio? "Entra, la puerta está abierta", me oí decir, decidiendo ser el esclavo de la polla de Julio por encima de mi propia voluntad. Y quizás, pensé, ser humillado es parte de lo que yo quiero.

"Hola José" dijo una voz familiar. "Tenemos una reunión de planta para el próximo…". Entre mis piernas abiertas vi a Oscar, el encargado, entrar en la habitación. Entró leyendo algo de su carpeta, y al levantar la vista me encontró con un enorme dildo clavado en mi culo.

"Me cago en la…" Exclamó, contemplándome. "Sabía que eras gay, pero no sabía que andabas metido en esa mierda ".

"Oscar…" dije. " No es realmente lo que estás pensando. Julio me obligó a hacer esto, como una especie de novatada, ya sabes… "me preguntaba porqué aún me justificaba.

Se acercó a la cama, sin poder apartar la mirada del enorme dildo negro penetrando en mi culo. "Nunca había visto a un tío usando uno de estos antes ", dijo, casi hipnotizado. Apartó mi mano del dildo, agarrando la parte inferior y empezó a empujarlo dentro de mí, más adentro de lo que yo podía con mi mano, y dándole vueltas dentro de mi culo. Gemí cuando rozó mi próstata y de mi polla surgió un chorro de pre-semen.

"Tengo el control absoluto sobre ti ahora" dijo Oscar. Sus ojos estaban abiertos de par en par, pero se podía percibir un brillo perverso en ellos. "Tengo el control de tu jodido culo, gusano" Me metió el dildo de golpe con fuerza, abriéndome el culo dolorosamente, hasta el fondo. Gemí de nuevo por la mezcla de dolor y placer.

"Joder, sí, Oscar" dije. "Tío, me tienes bajo tu control" Me toqué con la mano justo en el punto en que mi culo y el dildo se unían. Sólo un centímetro estaba fuera de mi culo.

"Jodido culo", dijo. Cogió su carpeta con la mano y la puso debajo de la base del dildo. Apretó hasta que sentí mis nalgas pegadas a su carpeta. Estaba completamente empalado, y mi polla a punto de reventar. Grité.

"Tengo que hablar con Julio para que me preste este culo algún día ", dijo Oscar, hablando para sí mismo, como si yo no estuviera allí.

De repente, pareció salir del trance. "La reunión ", dijo. "El martes tenéis que acudir todos, ¿entendido, José?" Me lo dijo mirándome directamente a los ojos, ignorando que hacía unos segundos estaba follando mi culo con un dildo y su carpeta. "Bien, Oscar. Julio y yo estaremos allí", dije. Se dio la vuelta y se fue. "Joder, que tío más raro", pensé.

Continué clavándome el dildo. Oscar me había llevado al extremo, y tenía que luchar para no correrme. Pero tenía que estar empalmado para cuando llegara Julio.

Otra vez una llamada en la puerta. Deseé que fuera Julio, para sustituir al dildo de goma que tenía clavado en el culo. "Está abierto, entra", grité.

"¿Pizza?" preguntó alguien con acento árabe. "¿Pidió una pizza? ¿Tú Julio?". Un tío de raza árabe (un crío la verdad, pues parecía que estuviera en el instituto, o acabara de terminar) asomaba la cabeza por la puerta y me miraba. Sus ojos se le salían de las órbitas. ¿¡Julio había pedido una pizza?!

"Sí", dije, intentando cubrirme con una sábana, ahora que sabía que no era Julio. "Pizza". Estaba en la cama, mi dinero a kilómetros de mí, en la mesa. Mierda, pensé. Ya ha visto el dildo metido en mi culo. Me levanté y caminé desnudo a por el dinero a la mesa.

"Qué puto eres" le oí murmurar, con su acento característico. Ese crío me estaba llamando puto. Y se estaba sobando la polla por encima de sus sucios vaqueros.

"¿Cuánto es?" pregunté. Diez euros fue la respuesta. Tras comprar el dildo, sólo me quedaban diez euros. Maldito Julio, pidiendo una pizza cuando sabía que estaba con un dildo metido en el culo y sin dinero para una propina.

Caminé hacia el chaval y le di el dinero. "Lo siento, pero no tengo dinero para una propina ", le expliqué ensañándole mi cartera vacía, por si no me entendía. En su cara adiviné un gesto de enfado.

"Hay algo que tú hacer para propina", dijo. Cerró la puerta, se dio la vuelta y se bajó los pantalones. "Besa, chupa"

Su piel era suave, más oscura que la de Julio, parecía como si llevara toda la vida bronceándose. Dejé la pizza en el suelo, y me arrodillé frente aquel niñato. Por el intenso olor de su culo pude deducir que llevaba horas corriendo de un lado a otro, trabajando duro. Tenía un olor diferente a otros culos que había lamido. Un olor más joven, pero más intenso.

Besé sus nalgas, y recorrí mi nariz por su raja, disfrutando del olor. Metí mis manos entre sus muslos, y suavemente tiré de sus huevos, sin asomo de pelo. Subí un poco la mano y encontré su polla, larga y dura en mi mano. Su culo sabía mejor incluso que olía, y besé y lamí su agujero hasta que le oí gemir. El murmuraba cosas en su idioma que no entendí. Nunca pensé que me pusiera tanto que un tío me dijera guarradas en un idioma que no entiendo.

Pero enseguida se volvió a subir los pantalones. Una chapa en su camiseta decía "Omar". Me dio un beso, casi mordiéndome los labios, y metiendo su lengua hasta la garganta. "Gracias. La mejor propina de noche", dijo, y se fue.

Al recoger la caja de la pizza del suelo encontré un sobre que decía: " José". Era la letra de Julio. Dentro había una nota.

"Maricón", leí, "Lee estas instrucciones cuidadosamente, y síguelas al pie de la letra. Primero, consigue el nombre y teléfono del chaval de las pizzas ahora mismo. Si es quien creo que es, le necesitaremos más tarde."

Joder. Omar ya se había ido, seguramente. Me puse los primeros pantalones cortos que encontré y salí corriendo tras él. Las puertas del ascensor se estaban cerrando. "¡Espera! No cierres" grité. Llegué a tiempo y me metí en el ascensor con Omar.

"¿Quieres más?", preguntó con una sonrisa. Me puse rojo.

"Necesito tu número de teléfono" dije, explicándome, a la vez, por señas.

"¿Por qué?"

"Mi amigo lo quiere". Me miró con el ceño fruncido. No entendía a quién me refería.

"Mi novio lo quiere". Sonrió, y asintió. "Puto", murmuró.

"Papel", dijo mientras sacaba un bolígrafo. Yo no llevaba nada encima. Me dio la vuelta y empezó a escribir en mi hombro. No veía lo que me estaba escribiendo, pero me encantó sentir cómo lo hacía. Me puso los pelos de punta.

Omar me dio un rápido beso antes de salir del ascensor, empujando a la vez el dildo unos centímetros más adentro, lo que provocó que mis pantalones pareciesen una tienda de campaña.

Al salir Omar, un grupo de estudiantes entraron en el ascensor. Llevaban raquetas de tenis, y estaban sudados, probablemente de practicar. Pulsé el botón de mi piso.

Detrás de mí, oí a uno de los chicos diciendo: "Tíos, mirad". "Este tío tiene un tatuaje de su novio en la espalda". El número de Omar. Joder. Puse mi mano encima para que no se viera. "No hace falta que escondas lo que eres, maricón", dijo uno de los chavales. "Las corridas por todo tu cuerpo y tu polla empalmada lo dice, sin necesidad de leer la nota de tu novio". Cogió su raqueta y con ella golpeó mi culo, notando entonces algo sólido, el dildo aún alojado en mi culo.

"¿Qué ha sonado, maricón? ", preguntó. "¿Qué tienes en el culo?". Yo ya estaba rojo como un tomate.

"Un dildo", dije. No tenía sentido ya ocultarlo.

"Había conocido maricas antes", dijo otro, "pero tú te llevas la palma por lo pervertido que eres. Caminando con lefa por todo tu cuerpo y un dildo en el culo. Joder" y también me golpeó en el culo. Casi me corro al meterse más aún el dildo.

El ascensor paró, y afortunadamente pude escapar. Antes de salir otros dos chicos me golpearon en el culo, acertando en el dildo. Corrí a mi habitación y cerré la puerta.

La nota de Julio estaba aún en la cama, lo que me recordó el número de Omar. Me miré en el espejo. Ahora entendía el cachondeo en el ascensor. "Omar. Gran polla para tu culo", decía antes de su número. Apunté el número en la nota de Julio.

"Bien. Vamos a la parte divertida. Pensé que tendrías hambre." Leí en la nota. Y lo estaba. Olvidé cenar al ir corriendo a la tienda a comprar el dildo. "Así que aquí tienes tu pizza. Los tíos de la pizzería me debían un favor, así que les pedí que enviaran al tío más excitante, morboso y dominante que tuvieran a tu habitación, con una pizza y esta nota. Sólo pasa una cosa. Falta un ingrediente en la pizza" miré, y la pizza sólo tenía queso.

"Cualquier trozo que comas debe tener semen por encima. No me importa de quién sea, mientras no sea tuyo. Sabré si me mientes. Guárdanos un par de trozos para Héctor y para mí, puta ansiosa, pero que no tengan semen". Estaba firmada "Julio, el tío cuyo culo y polla adoras". Había una mancha en la nota, que parecía pre-semen. La olí. Olía a la polla de Julio.

Pensé por un momento. De repente tenía mucha hambre, Sin haber comido en las últimas siete horas. Realmente quería comer pizza, pero ¿de dónde iba a sacar semen? Julio tenía razón, no podía mentirle. Me senté a pensar, y el dildo me hizo brincar. Y me dio la solución. Aún tenía el semen de Sergio, y probablemente un poco de Julio, dentro de mi culo.

Preparé un plato con dos trozos de pizza. Saqué el dildo y me sorprendí de lo vacío que me sentí sin él. Saqué el semen de mi culo, y lo puse sobre mi mano. Sergio me había regalado una enorme cantidad, aún caliente. Me volví a meter el dildo, y esparcí la lefa sobre la pizza. Me limpié la mano, lamiendo los restos de la corrida de Sergio (algo más amarga que la de Julio).

Me acerqué el primer trozo de pizza a la cara. Había oído hablar de una leyenda urbana sobre una novatada de fraternidad universitaria en la que varios tíos en alrededor de una pizza se tenían que correr, y el último en hacerlo, se la tenía que comer, con toda la lefa. Esa historia siempre me provocaba una enorme erección. Pero esos tíos habían sido obligados a hacerlo. Y yo estaba poniendo lefa en mi propia pizza por mi propia voluntad. Julio, y el tío del ascensor, tenían razón, yo era lo más bajo de la raza humana.

Mordí el primer bocado con una gran cantidad de semen sobre él. El sabor era fuerte e intensamente erótico. Reconocí el sabor de la pizza, y el del semen. El calor de la pizza había calentado el semen, de tal forma que parecía recién salido de una polla. Podía hasta saborear mi culo. Gemí y mi polla expulsó más pre-semen.

Cada bocado era diferente. Dependiendo de la cantidad de semen que tuviera, el sabor variaba. Me quedaban tres bocados para terminar, y guardaba el mejor, el que más semen tenía para el final, cuando la puerta se abrió.

El tío que entró bien podría haber sido el hermano pequeño de Julio. Pequeño en edad, porque físicamente estaba tan bueno como Julio. Sonreía, y entró con tal seguridad, que me recordó aún más a Julio. Dejó sus bolsas y me miró, por primera vez. Por la sonrisa pícara con que me miró, estuve seguro que este tío – Héctor, deduje por la nota de Julio – vio como algo esperado que yo estuviera sentado, desnudo, con un dildo metido en el culo y comiendo pizza rebosante de semen.

"Esto responde a la primera pregunta", dijo con su voz sexy de barítono. "Julio encontró un nuevo chupapollas ". Se me acercó. "Parece que nos vamos a divertir este fin de semana, amigo".

Encontrar a Julio había sido la mayor y más excitante bendición de mi vida. Ahora este otro tío, más joven, que entraba en mi habitación me llamaba chupapollas. Yo estaba confuso, y sin acordarme del trozo de pizza a medio camino de mi boca, abierta de par en par.

Héctor cogió el último trozo de pizza de mi mano, miró el contenido, y sonrió antes de devorarlo. Lo masticó a conciencia y lo saboreó.

"Buena pizza", dijo con la boca llena. "Pero no es el semen de Julio. Demasiado amargo." ¿Cómo cojones conocía aquel tío el sabor del semen de Julio? Mis neuronas rechinaban. Cuando terminó, yo ya tenía una de sus manos en mi polla, y otra en el dildo. Héctor tenía razón. Iba a ser un fin de semana divertido.