Julio 3

Placer y sumisión de un esclavo

En mis sueños, estaba en medio de un grupo de tíos desnudos, había pollas, semen y culos por todos lados. Me movían y zarandeaban a su antojo, sujeto sólo por sus manos, me usaban todos a la vez, y yo estaba con un dedo o una polla en cada uno de mis agujeros.

Cuando desperté, el que estaba empujándome era Julio. Me había agarrado por los hombros, y me estaba dando la vuelta en mi cama. Me tumbó sobre la espalda, con mi cuello extendido y mi cabeza cayendo por el borde de la cama.

"¿Qué cojones…?" empecé a preguntar. Eso fue todo lo que pude decir antes de que mi boca estuviera llena con la polla de Julio. Una buena manera de despertar.

"Buenos días", dijo Julio. Se estiró, mientras su polla llegaba hasta lo más profundo de mi garganta, y sus pelotas descansaban sobre mi nariz. Aún podía sentir el olor a sexo de la noche anterior. Empecé a tragar la polla alojada en mi garganta, intentando darle el mayor placer posible.

"Tengo una terrible erección mañanera, maricón, pero afortunadamente estás tú aquí para tragártela. Mi erección es ahora tu problema, incluso más que mío. Te avisé que mi polla ahora es tu responsabilidad, mamón". Bombeaba su polla dentro y fuera de mi garganta. Yo hacía lo posible por poder respirar.

"Pon tu mano en tu garganta, puta ", me ordenó. Cuando obedecí, el presionó con su mano la mía, pero sin llegar a estrangularme. "¿la sientes?" presionó su polla más adentro aún de mi garganta, mientras mi garganta pugnaba por abrirse aún más para recibir la cabeza hinchada de su polla.

"Eso es mi polla dentro de ti, maricón ", me dijo, manteniendo su polla bien dentro. La sacó un par de centímetros y volvió a meterla hasta el fondo. Yo podía notar exactamente dónde estaba la cabeza de su polla. "Puedes sentirme dentro de ti, gusano. Mantén la mano ahí".

Siguió bombeando mi garganta. Mi mano sentía cada envite de su polla dentro de mí. Con mi otra mano, logré tocar la parte trasera de sus muslos, y rocé con mis dedos la raja de su culo. Estaba pegajosa de las corridas de la noche anterior. Luego me acerqué la mano con esos olores debajo de mi nariz.

"Nunca tienes bastante, ¿no, puta?", resopló Julio. Casi me corro al oler mis dedos con los restos de la noche anterior.

"Me encantaría tomarme mi tiempo, pero tengo clase a las 9. Sólo tengo tiempo para una mamada de mi chupapollas" dijo Julio. "Hoy vas a recibirla directamente de la fuente. Me voy a correr en tu garganta, directa a tu estómago. Pero no te preocupes, te dejaré saborear un poco"

Empezó a bombear cada vez más deprisa, y yo sabía que estaba a punto. Sus cojones golpeaban mi nariz, y su polla estaba incluso más adentro de mi garganta, y sentí los chorros dispararse dentro de mí. Su culo se movía espasmódicamente. Yo era suyo.

Aún moviéndose, pero más lento, fue sacando su polla de mi garganta y me dejó la cabeza en mi boca. Terminó de correrse allí, dejando que mi lengua disfrutara de las últimas gotas de su corrida. Lamí y chupé como nunca para intentar conseguir ordeñar hasta la última gota. Me abofeteó, diciendo: "Cuidado, joder, que mi polla ahora está muy sensible". La sacó de mi boca y me sentí vacío, aunque con el estómago lleno de su lefa, por segunda vez en unas horas. Saboreé el regusto de su corrida en mi lengua.

"El horario de mis actividades y clases está en la mesa ", dijo, mientras se vestía. "Memorízalo. Quiero el número de tu nuevo móvil en mi mesa a las 6". Cogió su mochila, y se fue hacia la puerta. Paró y se dio la vuelta. Chasqueó los dedos y señaló al suelo enfrente de él. Yo ya sabía lo que él quería sin que me lo dijera: " de rodillas, ya".

Salté de la cama y caí sobre mis rodillas delante de él. Se bajó los pantalones, con su culo enfrente de mi cara.

"Dame un beso de despedida", me dijo. "Un profundo, húmedo y cariñoso beso".

Me eché hacia delante y separé los carrillos de su culo. Su agujero era de color rosáceo, en especial en las partes donde yo había lamido con más intensidad la noche anterior. Vi algunos restos de corrida en los bordes. Lamí de la base de sus huevos al agujero, y lo limpié. El olor – semen, sudor, culo, hombre – era mas intenso que la noche anterior. Mi polla tomó vida propia. Justo cuando mi lengua logró entrar en aquel agujero, se subió los pantalones.

"Puedes correrte en la ducha, pero hoy no te lavarás la cara, creo que ambos queremos que todo el mundo sepa lo puta que eres. Y nunca se sabe... quizás alguien precise tus servicios".

Se fue antes de que yo pudiera protestar. Me miré en el espejo y comprobé que tenía restos de su corrida en mi cara, y olía a sexo y culo. Cualquiera que se sentara a mi lado, o incluso estuviera cerca, sabría de qué era el olor. Era obvio. Suspiré resignado, y me corrí con tocármela dos veces. Me tragué mi corrida, cosa que rara vez hacía, pero hoy me apetecía. Julio me había dado una sed por semen que estaba sólo empezando a entender.

Cuando llegué a las duchas, Oscar, el responsable, estaba cepillándose los dientes. Me puse colorado, sabiendo que estaba viendo la corrida reseca en mi cara.

"¿Qué tal con tu nuevo compañero?" me preguntó, con un gesto extraño en la cara.

"Genial, tenemos muchas cosas en común", respondí.

"Me alegro de oír eso. Avísame si puedo ayudar en algo… lo que sea… ", me dijo.

"Lo haré", y salí rápidamente de los baños. A pesar de mi turbación, o quizás por eso mismo, mi polla se empalmó y abultaba la toalla alrededor de mi cintura.

Me dirigí a mi aula, tratando de memorizar el horario de Julio. Geografía, inglés, clase de lucha libre. Lo memoricé lo mejor que pude antes de entrar en clase.

Quería un asiento al fondo para mi clase de psicología. No quería que nadie viera mi cara, o percibiera el olor a sexo de la noche pasada. Encontré un sitio en la esquina del fondo. Empezó la clase, y afortunadamente, nadie se sentó a mi lado.

Cinco minutos después de que la clase empezara, Sergio entró. Sergio era el tío más sexy de nuestra clase, y yo siempre intentaba sentarme cerca de él. Tenía la manía de inclinarse en su asiento hacia delante, y yo me apañaba para poder ver la raja de su culo a través de sus pantalones en aquella postura. Siempre llevaba camisetas ajustadas presumiendo de sus abdominales, y una gorra de baseball con la visera hacia atrás, que tapaba, en parte, una media melena de un color rubio oscuro. Pero era la última persona que deseaba ver hoy, y venía directo al sitio vacío al lado de mí.

Intenté poner la mochila sobre el asiento, pero Sergio llegó antes. "¿Está ocupado?", preguntó, mirándome a la cara. Le dije que no. Una mirada de sorpresa fue gradualmente reemplazada por algo parecido a una mirada de complicidad. Sonrió, y se sentó.

Mi cara estaba roja como un tomate, y seguí tomando apuntes. Sergio sentado a mi lado. Nuestras piernas rozándose. Tenía que olerme, pero no dijo nada.

Le miré de reojo y vi que estaba escribiendo algo en el margen de su cuaderno. Escribió: " parece que alguien usó ese asiento ayer". Yo estaba confundido, y escribí un signo de interrogación.

"Parece que tu cara fue usada como asiento anoche, pedazo de mierda. Debe haber sido divertido. Envidio al follador que te cabalgó"

Literalmente me hundí en mi asiento y deseé poder evaporarme en ese momento. Él se dio cuenta, y le gustó.

"¿Quién fue?" escribió. "No puedo decirlo", respondí, escribiendo al lado. "Dímelo, o pregunto al profesor porqué un tío dejaría a otro sentarse en su cara" Me tenía en sus manos. "compañero de habitación", escribí. "Tío con suerte", escribió Sergio. Mi polla, por su cuenta, decidió crecer en mis vaqueros.

Sergio me susurró algo que no pillé. Me incliné para oírle mejor. Mi oreja estaba casi rozando su boca.

"Dije, échate hacia delante en el asiento, y presta mucha atención al profesor", susurró. "Haz un solo sonido, y todo el mundo aquí sabrá lo maricón que eres".

Obedecí, y casi salto hacia delante cuando sentí la mano de Sergio en mi espalda. La sensación fue casi eléctrica. Cuando metió la mano por debajo de la camisa, mi polla tembló.

Bajó la mano hasta que llegó a la raja de mi culo. Dejé escapar un involuntario gemido, que hizo que la chica sentada en la fila de delante volviera la cabeza. Sonreí y disimulé estar absorto en la clase. No podía permitir que volviera a suceder.

Los dedos de Sergio examinaron la raja de mi culo. Cuando llegó lo más dentro que la postura le permitía, me empujó aún más, hasta que casi me caigo del asiento. Su dedo llegó a mi agujero, pegué un pequeño salto. Su dedo se coló dentro de mí, y me sentí completamente desamparado. Estaba atrapado por el dedo de un universitario, literalmente.

Se inclinó para susurrarme: "Ahora, puta, vas a meterte la mano en los pantalones y pajearte. Aquí y ahora. Vas a correrte en tu mano. ¿Alguna pregunta?" negué con la cabeza. Su boca se acercó aún más y me mordió la oreja, fuerte, a la vez que me metía su lengua en el oído. El placer/dolor fue intenso. La chica volvió a mirar para atrás y me oyó gemir al tiempo que Sergio apartaba su boca de mi oreja.

Puse mis manos dentro de mis pantalones (menos mal que llevaba unos amplios) y empecé a masturbarme. Sergio había encontrado mi próstata, y yo tenía mi polla empapada en pre-semen, el cual había producido una mancha en mis pantalones. Estaba a punto de correrme cuando Sergio sacó el dedo de mi culo. Miré a Sergio para ver qué pasaba. Tenía su dedo bajo su nariz, y estaba oliéndolo.

"No está mal", susurró. "habría que probarlo directamente algún día". Flipé al verle oler su dedo sacado de mi culo.

"Chúpalo", dijo poniendo el dedo en mi boca. " Alguien podría ver…" empecé a decir. "CHÚPALO", dijo más firmemente. Esta vez varios chavales a nuestra derecha lo oyeron y se giraron. Antes de que subiera aún más la voz, me metí el dedo con sabor a mi culo en mi boca y lo limpié. Pude sentir el intenso sabor a culo, y mi polla se puso aún más dura. Los tíos de al lado tenían los ojos como platos, y yo no me atreví a mirarlos, colorado por la vergüenza y el esfuerzo de pajearme.

Sergio volvió a meter el dedo en mi culo, y empezó a bombear, estimulando mi próstata. El sabor de mi culo, el dedo del chaval follándome, y los tíos de la derecha mirando, fueron demasiado. Empecé a correrme.

En ese momento justo, Sergio levantó su mano libre, e interrumpió al profesor. "Profesor Miller, tengo una pregunta…" la abrupta interrupción hizo que todo el mundo en la clase se volviera a mirar a Sergio… y el tío sentado a su lado corriéndose en sus manos dentro de los pantalones. "¿Podría repetir la parte sobre la dominación de los machos Alfa sobre los otros seres de la manada?"

Intenté lo mejor que pude mantener una compostura normal mientras me corría en mis pantalones con el dedo de aquel chaval clavado en mi culo. De repente añadió otro dedo más, que causó nuevas oleadas de placer en mi culo, justo mientras el profesor explicaba el necesario rol de los machos Alfa para mantener el orden en las manadas de lobos. El tío de nuestra derecha dijo " maricón" lo bastante alto como para que yo lo oyera. Mis manos estaban llenas de lefa.

Cuando la atención de la clase volvió al profesor, Sergio sacó sus dedos de mi culo, y me hizo limpiárselos. "Enséñame tu corrida". Cuando lo hice, me dijo: "Trágatela, tienes treinta segundos antes de que la clase termine" Devoré mi leche y me dio tiempo. Sergio se inclinó y me susurró: "otro día nos lo pasaremos mejor cuando no estemos en clase", y se fue. Miré mis notas y vi que Sergio había escrito su número de teléfono justo debajo del título "Machos Alfa" de mis apuntes.

Después de clase, de vuelta a mi dormitorio, pasé por la tienda, y me hice con una tarjeta de móvil. El vendedor me olió y puso mala cara. Sería un día muy largo.

Llegué a la habitación y esperé a Julio. No había nada en su horario, pero como no había llegado aún, cené solo. A pesar de que le conocía de sólo un día, le echaba de menos.

Jugué con mi polla, me bajé porno de Internet (sólo una foto de un tío que se parecía a Julio, o su hermano pequeño), y estudié un poco. Aún no venía. Fui a su cubeta de ropa sucia. A la mitad encontré un calzoncillo usado con restos de semen suyo, ya crujiente. El olor era ácido, fuerte. Era demasiado para mi, me pajeé hasta casi correrme – recordaba a Julio corriéndose en mi garganta, taladrando mi cabeza – pero me contuve. No creía que a Julio le gustara que me corriera sin su permiso.

Cuando Julio llegó a las 2 de la mañana, me levanté corriendo para abrir la puerta. Parecía exhausto.

"¿Dónde has…?" empecé a preguntar.

"Te lo diré más tarde. Ahora mismo necesito dormir". Se desnudó y se derrumbó en su cama. Yo me fui hacia la mía.

"Junta las camas", ordenó. Dudé sólo un momento. ¿Íbamos a dormir juntos?

"Necesito un calientapollas", dijo Julio. Yo estaba confuso. "Colócate bajo la sábana y métete mi polla en la boca. No la chupes. Quiero dormirme con mi polla metida en la boca de mi puta". Sonrió. Sabía que me encantaba que me llamara " su" puta.

Me metí bajo las sábanas, y me tumbé a su lado, apañándome para que mi brazo estuviera alrededor de sus fuertes muslos y mi boca al alcance de su polla. Su polla estaba fláccida y parecía tan exhausta como el mismo Julio. Abracé sus piernas con fuerza y admiré su cuerpo. Me sentí más cerca de Julio de lo que había estado nunca. Era un horno íntimo ardiendo con su calor y el mío atrapados bajo las sábanas.

"No hay sexo para ti hoy, zorra", dijo. "Ambos tenemos un gran día mañana. Asegúrate de tener encendido el móvil mañana a todas horas, ¿entendido?"

Asentí y empecé a meterme su polla en mi boca. Sentí unos golpes en mi nuca.

"¿Qué?" pregunté.

"Olvidaste algo". Levantó su pierna. Yo no entendía.

"Dame un beso de buenas noches", dijo y yo sabía que no hablaba de su boca. Metí mi cabeza entre sus poderosos muslos y mi boca encontró su precioso culo. Besé su culo una vez, sólo por fuera, e inhalé su esencia profundamente.

"Bien, zorra", murmuró adormilado. Estaba quedándose dormido.

Cerró sus piernas y yo tomé su polla en mi boca. Sabía a semen y… ¿culo? El mío, no. ¿El de otro tío? Me volvió loco pensar en que la polla de Julio pudo haber estado en otro culo. Quería que él me follara, tenerle dentro de mí, pero esta noche no iba a ser la noche.

Me dormí con la suave polla de Julio en mi boca, respirando por la nariz. Nunca había sido más feliz.