Julio 1

Placer y sumisión de un esclavo

La llave abrió la cerradura, y él entró. Julio. El hombre que cambiaría mi vida. Un chaval con cara de niño y cuerpo de hombre al que yo adoraría cada día durante el resto de mi vida.

Pero por aquel entonces, yo aún no lo sabía. Todo lo que sí sabía era que, de repente, había un tío impresionante de pie en la puerta de mi habitación, con unas maletas en las manos. Julio era el sustituto de mi compañero de habitación, designado por el Departamento encargado de alojar a los estudiantes de la Universidad en la que yo cursaba mi primer año.

Mi primer compañero de habitación, Nacho, había sido un chaval del sur, con un buen cuerpo, pelo rubio y unos ojos azules intensos, pero con una vena de maldad. Cuando encontró los archivos de porno gay en mi ordenador, flipó. Esperó a que yo volviera a la habitación y me espetó: "me has engañado". Dijo que yo le había estado espiando mientras se cambiaba, mirando su culo duro y su gran paquete, pajeándome por las noches pensando en él. Tenía toda la razón, pero de lo que no se había dado cuenta es que yo había estado sustrayendo sus calzoncillos manchados de sudor y semen cada dos o tres días, o de que me había corrido oyendo cómo se follaba ruidosamente a las tías que traía a su habitación, o de que había lamido las manchas dejadas al correrse en su colchón. Creía que le había engañado por ser un maricón que se corría pensando en aquel fantástico cuerpo de jugador de baseball. Su dominante mirada de ira me asustó, pero me puso la polla más dura de lo que recordaba. Me tiró sobre la cama de un empujón, forcejeamos – la verdad es que yo no me esforcé demasiado – y logró ponerse sobre mí, sujetando mis brazos con sus rodillas, sentado sobre mi pecho, y su entrepierna cerca de mi cara.

"¿Lo quieres, maricón?" me preguntó.

"¿Que si quiero el qué?" pregunté.

"¿Eres maricón o no?"

"Sí"

"Sí, ¿qué?"

"Sí, soy maricón"

"Y, ¿qué hacen los maricones?"

"Los maricones chupan pollas"

"Y, ¿qué mas?"

"Los maricones… ¿van a la ópera?", pregunté con una sonrisa de niño bueno.

"¡ERROR!" Gritó. No vi venir la mano. Su bofetada me dio de lleno en la mejilla, dejándomela ardiendo. No volvería a intentar bromear.

"Los maricones chupan pollas y lamen huevos, se las meten por el culo, tragan semen de tíos de verdad y…" Una gran sonrisa apareció en su cara. "Y les encanta comer culos sudados, ¿no es así, nenaza? ¿No te gusta hacer todo eso?"

Antes de que pudiera contestar, su culo embutido en tela vaquera estaba presionando mi cara, con todo el peso de Nacho sobre ella.

"Eso es lo que te gusta, ¿no, maricón? ¡Huele mi culo, pervertido!" Yo sabía por experiencia que él raramente lavaba sus vaqueros, y estos no estaban limpios precisamente. El olor era a hombre, olor a culo, no a mierda, el olor de la masculinidad. Casi podía saborear su culo a través de sus vaqueros.

"Tu polla esta formando una tienda de campaña en tus pantalones, cabrón. Me voy a sentar en tu jodida cara, y debería darte una paliza, bastardo." Mi polla no entendía la seriedad de la situación y seguía trempando. "Debería matarte por pajearte pensando en un tío de verdad como yo. Los tíos de verdad no queremos tener nada que ver con maricones como tú."

De repente se tiró un pedo. Intenté alejar mi nariz todo lo posible. La peste era intensa. Empezó a reírse y su culo duro botaba sobre mi cara.

"Pero si hiciera contigo lo que debería, me metería en problemas. Irías lloriqueando a quejarte al responsable y yo no quiero líos. Lo que sí puedo hacer es usarte para hacer lo que con las tías no hago. La mayoría de las tías son unas estrechas, te chupan la polla en vez de tragársela entera, no tragan leche, no dejan que les den por el culo, y sólo una me lamió el culo, y ni siquiera lo hizo bien."

Me dejó libres los brazos. "Desabrocha mis pantalones, maricón."

Hice lo que me dijo, y me sorprendió, aunque no demasiado, sentir una erección bajo sus pantalones. Yo sabía que Nacho tenía una polla gruesa, pero nunca la había visto en plena erección. Parecía enorme desde abajo, pues su culo seguía presionando sobre mi boca y nariz.

"Sé que a los maricones lo que más os gusta es comer pollas, pero eso te lo tienes que ganar." Dijo mientras se levantaba y se quitaba los vaqueros, la camiseta y los slips. Podría haber escapado, pero mi polla me decía que no me moviera.

"Tendrás que llegar a mi polla a través de mi culo. Si me gusta el trabajo que hagas con mi culo, te daré mi polla, y quizás incluso mi leche. Si te lo mereces, jodido marica."

Agarró mi cabeza por el pelo y me la presionó contra el suelo, se puso de pie, y con sus preciosos y olorosos pies a cada lado de ella, y tuve la mejor visión posible en el mundo: un universitario de diecinueve años sobre mí, con una preciosa polla, empalmado, unos huevos deliciosos y un culo bien firme. Se sentó lentamente sobre mi cara. El agujero de su culo aterrizó sobre mi boca cerrada, sus pelotas sobre mi nariz, y a través de su polla bien dura pude ver su cara. El calor y el olor que desprendían sobre mi cara casi me hacen correrme sin tocarme.

"Ahora, hazme un beso negro como dios manda.", dijo con una sonrisa malévola.

Cerré mis ojos y abrí mi boca a ese culo que había estado adorando desde la distancia el último mes. El sabor era a tío, a vestuario de gimnasio, a calzoncillos, a macho. La humedad de su culo me llenó la boca y no aguanté más. Lamí el anillo exterior, saboreando la experiencia.

"Abre tus ojos, marica. Quiero que veas a un tío de verdad mientras le comes el culo." Le miré a los ojos a través de su mano que pajeaba aquella polla dura.

"¿Te das cuenta de lo humillante que es? Estás comiendo mi culo con la esperanza de que te deje chuparme la polla. Eres un mierda."

"Ahora mete bien tu lengua en el agujero de mi culo ", me ordenó. Su agujero se relajó, y Nacho dejó escapar un gemido desde lo más profundo de sus pulmones. Mi polla vibró solo de oírlo. Nacho echó su cabeza hacia atrás y apretó aún más su culo contra mi boca.

"Cómeme el culo. Come. Saborea a qué sabe un tío de verdad. Seguro que te encanta, nenaza." Mi lengua saboreó el interior de su culo. Su agujero cada vez se relajaba más y permitía que mi lengua llegara más adentro de aquel culo tan delicioso.

"¿Eso es lo mejor que sabes hacer, maricón? Aquella tía metió su lengua casi hasta mi estómago. Venga mariquita, métela bien profundo. Así bien, buen trabajo, puta. Come culo."

Mi lengua se esforzaba por llegar lo más dentro de su culo que podía. Mi mano empezó a sobar mi polla a través de mis pantalones. Decidí darle a Nacho una sorpresa. Decidí acompañar un dedo a mi lengua hacia el interior de su culo. Empecé a hacerle un dedo, saboreando su interior cada vez que lo sacaba, metiéndomelo en la boca, y así lubricando mejor su culo. Dejó escapar sonidos guturales, apretando aún más su culo contra mi boca. Pude distinguir entre esos sonidos un " más adentro"… había encontrado su próstata.

"Maldito mariconazo… me has puesto jodidamente caliente…" paró de pajearse, y me miró directamente a los ojos. "Me voy a correr y te voy a dar mi leche. Te voy a follar la boca hasta que esté a punto de correrme, y entonces recibirás todo mi semen en tu boca. Pero NO te lo vas a tragar, ¿entiendes puta? Vas a mantener el líquido de mis pelotas en tu boca, saboreándolo hasta que te diga lo que tienes que hacer, ¿ok?"

Sacudí la cabeza, asintiendo. Mientras seguí comiendo aquel húmedo culo, metí un segundo dedo, y a aquel macho sentado en mi cara pareció encantarle.

"¡Sí, aquí viene!"

Levantó su culo de mi cara, manteniendo mis dedos aún dentro, y me clavó aquella enorme polla hasta el fondo de mi garganta. Me las apañé para no sentir arcadas y poder acomodar aquel tremendo pedazo de carne dura en mi garganta. Empezó a bombear hasta el fondo dos o tres veces, y de repente, sólo tuve la cabeza de su polla en mi boca. Se pajeó mientras yo masajeaba su próstata, y se corrió.

El primer chorro casi me ahoga, espeso y disparado como una bala. Intenté no tragarlo, y su lefa me lleno la boca. Yo aún sentía el olor de su culo en mi cara, y el sabor de su semen en mi boca me llevó al límite. Empecé a correrme en mis vaqueros, con mi dedo en su culo, su semen en mi boca, y Nacho llamándome puta chupapollas.

Se corrió en mi boca más cantidad de leche de la que me cabía, y un poco resbaló por las comisuras de mis labios. Me miró con una amplia sonrisa del tipo me-acabo-de-correr-en-tu-boca.

"Disfruta tu premio, gusano. Es la única vez que voy a descargar en tu puta boca." Se sacó mis dedos de su culo y su polla de mi boca. Usó los mismos dedos para recoger la lefa que se había salido de mi boca, y me alimentó con ella.

"Enséñame mi leche, maricón." Abrí mi boca y le enseñé su gran corrida. "Mantenlo en tu boca, saboréalo, disfrútalo."

Se vistió, y se rió al notar la mancha de mi corrida en mis pantalones. Se fue de la habitación, ordenándome que no me lo tragara hasta que volviera. Volvió en un minuto y me hizo abrir la boca.

Clavó su dedo en mi boca y se lo mojó con su leche. Me puso un poco por la nariz, dejando que una gota quedara cayendo de ella. Luego puso más en mis mejillas y barbilla. El último dedo mojado se lo llevó a la boca. Yo le miré alucinado.

"No está mal. Mi lefa no sabe mal. Entiendo que a los maricones os encante."

Oí que llamaban a la puerta, y me escondí detrás. Nacho respondió. Era Oscar, el encargado de la Residencia.

"Mi compañero de habitación es un maricón", oí que le contaba. "Quiero cambiar de habitación. Mírale…"

Nacho me cogió del brazo y me puso cara a cara con Oscar. La lefa me chorreaba por las mejillas, mis vaqueros manchados con mi corrida, y con la cercanía Oscar podía sentir el olor a culo de mi cara. Oscar asintió con una mueca condescendiente.

"¿Ves? Este jodido maricón no es capaz de controlarse. Necesito una habitación con un tío de verdad."

"Creo que podremos arreglarlo ", dijo Oscar, mirándome con una extraña mueca.

Y así llegamos a hoy, con el chulo de Julio entrando por la puerta de mi habitación. Mi primer pensamiento fue preguntarme si ya sabría que Nacho y yo