Julia y su afición. 3 de 3

Veremos adónde conduce finalmente la afición de Julia.

A raíz de la vez en que dos de sus amigos se corrieron encima de su cuerpo desnudo, Julia había decidido evitar a Estela, a la que responsabilizaba de la escalada en su relación con los chicos. No es que huyera de ella, pero cuando iba a casa Julia procuraba quedarse en la habitación con la excusa de estudiar. Cuando esto ocurría, Luis, el novio de Estela, parecía disgustado, aunque tanto Goyo como Juan no le daban importancia. Empezaba a pensar que era inevitable que se acostara con los chicos, pero no quería apresurarlo, prefería dejar que las cosas fluyeran a su ritmo. Ya no lo veía como un enorme problema, incluso pensaba que podría estar bien tener a dos de sus amigos, tres con Luis dependiendo de lo que decidiera su novia, a su disposición.

Por supuesto seguía desnudándose en cuanto llegaba a casa, ya ni siquiera lo pensaba. En las dos últimas semanas había masturbado tres veces a Goyo y a Juan. Lo había hecho como algo natural, sin comerse el coco ni darle importancia, pero lo de hoy la sorprendió enormemente.

—Julia, cariño, ¿podrías hacerme una paja?

La sorprendió porque el que se lo decía era Luis, que estaba vetado por su novia, y porque se acababan de levantar para ir a la universidad.

—¿Qué? — preguntó ganando tiempo para pensar en ello.

—Sí, cielo. Hazme una pajita, por favor.

—Pero ¿y Estela?

—Es que ya no aguanto más, siempre se las haces a Juan y a mi hermano, y quiero mi parte. Por si te preocupa he pedido permiso a Estela y no tiene inconveniente.

En ese momento se bajó los calzoncillos atrayendo la mirada de Julia a su ya duro miembro. Movió ligeramente las caderas a los lados haciendo que el miembro se balancease, seguido por los ojos de la chica.

—Jajaja, ¿no puedes dejar de mirar?

—No, eh…. Es que me has sorprendido — contestó Julia —. ¿Por qué no lo dejamos para esta noche?

—Por favor, Julia, no puedo esperar más, mira cómo me tienes.

Luis volvió a menear las caderas disfrutando al ver que la mirada de Julia no se apartaba de la polla. Cuando vio que se mojaba los labios sonrió sabiendo que lo iba a conseguir.

—Venga — la cogió de la mano —. Vamos a la cocina.

La llevó agarrada hasta que se sentó en la mesa de la cocina con las piernas abiertas. Soltó a Julia sin querer obligarla, quería que fuera ella la que tomara la iniciativa. Tuvo que esperar muy poco. La chica, con los labios entreabiertos, llevó lentamente la mano derecha hasta que le rodeó el miembro.

—Despacito, Julia, déjame disfrutar.

Julia obedeció y deslizó la mano de arriba abajo sin prisa, apretando lo justo. Por la posición en la que estaban, él sentado en la mesa y ella de pie a su lado, sus pechos desnudos se apretaban contra su brazo. Luis sonrió sintiéndose ganador. Julia hacía su labor sin dejar de mirar el cada vez más duro miembro.

—¿Te gusta? — preguntó Luis.

—Sí, me gusta mucho. Me gustan las de los tres — respondió Julia sin querer favorecer a uno de ellos.

—¿Y te gusta pajearnos?

Julia le miró a los ojos unos momentos sin detener el movimiento de la mano.

—Sí — dijo tímidamente al final.

Luis deslizó el brazo por la cintura de la chica atrayéndola más cerca, pero sin tocar ninguna zona peligrosa, sin querer asustarla. Ella correspondió pasándole su brazo libre por el cuello, dejando sus preciosos pechos muy cerca de su cara. Le bastaría con bajar un poco la cabeza para apoderarse de un pezón con sus labios, pero se controló con miedo a echar todo a perder.

La mano de Julia iba acelerando poco a poco sobre la durísima longitud de su amigo. Aunque al principio estaba reticente, ahora estaba igual de cachonda que él. Cada vez apretaba más y bombeaba más enérgicamente. Luis jadeaba, dejando escapar algún gemido, le quedaba poco. Julia apretaba los muslos, se notaba húmeda y necesitaba tocarse, pero por ser la primera vez con Luis quería centrarse en él.

—No voy a aguantar mucho, cariño — jadeó su amigo.

—No te contengas, córrete cuando quieras — contestó excitada.

Luis empezó a mover las caderas, estaba a punto. Quizá involuntariamente al estar tan cerca de la culminación o con toda intención, pero la mano que agarraba la cintura de Julia se desplazó hacia el sur hasta sujetar con firmeza una de sus nalgas. Julia pudo haberle retirado, en lugar de eso gimió. Ella estaba tan caliente también que la recibió con agrado.

—Ya… Julia… ya…

La chica apretó aún más y contempló excitada cómo la dura polla de su amigo expulsaba chorro tras chorro de semen como un volcán. Como siempre la pasaba, al sentir el cálido líquido correr sobre su mano su excitación aumentó todavía más. Bombeó fuerte hasta que Luis quedó vacío, luego acarició despacito arriba y abajo el miembro mientras se iba ablandando.

—Uf. Ha sido genial. Mejor que Estela — dijo el chico suspirando.

Julia correspondió con una enorme sonrisa. No es que rivalizara por hacer las mejores pajas, pero a nadie le amarga un dulce.

—¿Y tú, necesitas correrte? — se preocupó Luis.

—Jajaja, creo que voy derecha a la ducha.

—Espera ven.

Sin darle tiempo para pensarlo Luis cogió a Julia de la cintura y la sentó en donde había estado él y con todo el desparpajo del mundo la metió dos dedos en el empapado coñito.

—¿Eh? No, no hagas eso — protestó Julia.

—Chisss, calla. Te lo mereces por lo bien que me lo has hecho — la calmó sin dejar de maniobrar en su interior.

—No debemos, yo no…

—Calla, Julita, déjame hacerte disfrutar.

Julia no quería en realidad, pero los dedos de Luis estaban devastando su cordura. Dos de ellos la penetraban hasta el fondo mientras el pulgar acariciaba suavemente su clítoris provocando escalofríos de placer en su cuerpo. Reflejando su anterior postura, ahora él la abrazaba con su otra mano pegándola a su cuerpo. Julia se resistió. Cinco segundos. Luego recostó la cabeza en su pecho y se dejó hacer. Dejó que su amigo la fuera llevando poco a poco cada vez más alto, cada vez dándola más placer.

—¡Hostia! ¿Qué hacéis?

Levantó la cabeza y se encontró con las miradas de Goyo y Juan, que los contemplaban estupefactos desde la puerta.

—Déjame, Luis.

—Ssshh, déjate llevar y disfruta — la dijo Luis al oído. Sabía que cedería, Julia no hizo intención de levantarse, ni siquiera un amago de cerrar las piernas.

Sería lo que le dijo Luis, o sería el gran placer que recibía, pero volvió a relajarse en sus manos y a dejar que la complaciera con sus dedos mágicos. Sentía oleadas de gozo recorriendo todo su cuerpo, originándose en su centro y llegando hasta su última terminación nerviosa. En la cocina se escuchaba solo su afanosa respiración y el chapoteo de los dedos que la penetraban cada vez más rápido. A esos sonidos se añadieron los gemidos que no podía contener.

—Ahh… ahhh…

—Venga, cariño, córrete para que te veamos — la animó Luis.

Julia movía las caderas, buscando que los dedos llegaran más profundo. Su amigo la complació añadiendo un tercero y frotando más fuerte el clítoris.

—!Joder! Síiiiiii....

—Córrete ya, Julia.

—Aaaaagggghhhhh... dios... siiiiii... me corroooooooooo....

Las caderas de la chica botaban en la mesa sacudidas por los espasmos de placer que la recorrían entera. Un chorro de líquido manó de su ardiente coño mientras el cuerpo de Julia convulsionaba aferrada a su amigo. Su boca abierta en un gemido continuo dejaba escapar un sonido parecido a un sollozo. Luis seguía penetrándola con los dedos bajando suavemente el ritmo.

—¡Hostias, se ha meado! — exclamó Goyo.

—¿Qué dices, idiota? —le dio Juan un codazo —, ha eyaculado — Goyo le miró confuso pero no insistió.

Julia acabó derrumbada en la mesa recuperando la respiración y el sentido. los tres chicos la admiraron pacientemente hasta que levantó la cabeza.

—¿Te encuentras bien? — solícito Luis la ayudó a incorporarse.

—Creo que sí — contestó Julia todavía aturdida.

—¿Ha sido mejor que con tus dedos?

Julia asintió con un gesto y una leve sonrisa, se levantó algo titubeante y se fue al baño.

—Eres un capullo — le dijo Juan a Luis —, íbamos a esperar a estar todos.

—He visto la oportunidad y la he aprovechado, si todo va como hasta ahora os he dejado el camino abierto. Encima no os quejéis.

—Puede que tengas razón — convino Juan

—Claro que tengo razón, os apuesto lo que queráis a que esta noche se lo hacéis vosotros. Cada vez que uno de nosotros ha conseguido algo nuevo Julia se lo ha permitido luego a los demás.

—Vale, vale ¡me pido primer! — saltó Juan haciéndole muecas a Goyo.

¡Joder, qué corrida! — pensaba Julia en la ducha —. Ha sido fortísima. No pensaba que podría ser tan bueno sin llegar a follar. Lo que me he estado perdiendo —según la chica se enjabonaba iba dándole vueltas —. Quizá debería dejar que me masturbaran los chicos, total, no llega a ser sexo y es la hostia. Además, tengo tres a mi disposición que seguro que están encantados — se reía ella sola —. Si siempre va a ser tan genial como ahora no debo desaprovecharlo. Uf, todavía me tiemblan las rodillas, jajaja.

Antes de salir de casa con Juan, Julia tuvo el impulso de dar un beso y un abrazo a Luis y a Goyo. Ellos correspondieron encantados, el que se quedó un poco desencantado fue Juan, que no dudó en protestar.

—Oye, ¿y a mí no?

—Claro, tonto, ven aquí.

Aprovechó para abrazarla pegando sus cuerpos, al separarse la dio un pequeño azote en el trasero.

—Venga, vámonos, que hoy te has entretenido y vamos a llegar tarde.

Los dos bajaron a la calle y caminaron a la universidad agarrados de la cintura. Empezaba a ser una costumbre.

Por supuesto, esa noche, Julia se dejó masturbar primero por Juan, al tiempo que le hacía una paja. Luego Goyo reclamó su derecho y también tuvo el privilegio de hacer que la preciosa chica se corriera en su mano. Julia había subido otro escalón en el grado de placer que experimentaba. La resultaba más satisfactorio que los chicos la masturbaran que hacerlo ella misma, y estaba encantada. También la calentaba enormemente sentir que se derramaban en su mano.

Pasaron otro par de semanas sin más avances. Los chicos actuaban con mucho comedimiento, habían llegado hasta aquí y le daban un tiempo a su amiga para acostumbrarse antes de dar otro paso. Esta vez fue Goyo el que consiguió el triunfo, dejando a los chicos con la boca abierta y a la chica más abierta aún.

Julia estaba sentada en el sofá con Juan y Luis a sus lados. Tenía sus miembros en las manos mientras ellos manipulaban su húmedo coño. Los tres lo estaban pasando genial, Julia se había convertido en una verdadera experta en pajas y sus amigos no se quedaban atrás. Goyo los contemplaba desde el sillón pajeándose lentamente. Se le ocurrió que estaría bien rociar la bonita cara de Julia cuando se corriera y se levantó situándose frente a ella. Muy cerca. Aceleró la mano para conseguir su objetivo, pero al ver la boca abierta y jadeante de la chica tuvo una idea. De repente, soltó su dura polla y agarró la cabeza de la chica con las dos manos, arqueó las caderas para terminar de acercarse y embutió la mitad del miembro en la desprevenida boca de su amiga.

Julia abrió mucho los ojos y levantó las manos para empujarle, pero él la tenía fuertemente aferrada y no lo consintió. Juan y Luis tampoco se lo esperaban, pero reaccionaron rápidamente y agarrando las manos de la chica las volvieron a llevar a sus miembros, al tiempo que aumentaron la intensidad con la que la masturbaban. Goyo empezó a penetrar la boca de la chica suavemente pero con ritmo, no quería forzarla, pero estaba seguro que ella transigiría como había ido pasando hasta ahora.

Julia estaba estupefacta. Movía las manos por inercia pero, pillada de improviso, no supo reaccionar a la intrusión de su boca. Tuvo que ser Goyo el que terminara de persuadirla. Bajó una mano y la agarró de la barbilla haciendo que acompañara sus suaves embestidas. Julia pronto se encontró apretando los labios y moviendo la lengua sobre el glande del chico. Cuando Goyo soltó su carita, siguió ella sola. Él mantuvo una mano sobre su cabeza, dirigiendo el movimiento y logrando que Julia recibiera la polla casi hasta el fondo. Luis y Juan no tardaron en correrse y provocaron el orgasmo de Julia, que sufrió sin sacarse la polla de la boca, llenándose la barbilla de babas. En cuanto tuvo las manos libres, con una agarró la base de la polla de Goyo, con la otra su culo empujándolo más hacia ella, metiéndosela hasta el fondo. Estaba desaforada, movió la cabeza adelante y atrás a una velocidad increíble, apretaba la dura polla con los labios y no paraba de mover la lengua.

Goyo no tuvo ninguna oportunidad de resistir, cuando los ojos empañados de su amiga se fijaron en los suyos, solo pudo dar tres empellones más antes de correrse salvajemente en su boca. Julia tampoco tuvo oportunidad de librarse de tragar el semen, el chico la había aferrado la cabeza y no le dio opción. En cuanto recibió la primera descarga gimió de gozo y tragó para no ahogarse. Fue recibiendo uno tras otro los chorros de su amigo, tragándolos según llegaban. Cuando su amigo terminó, se dejó caer en el sofá intentando recordar cómo se respiraba, inspirando afanosamente.

—Sois unos cerdos — dijo golpeando flojamente a sus amigos de los lados cuando recuperó el ritmo de la respiración —. Yo no quería eso.

—Pues no parece que te haya disgustado mucho — contestó Luis acariciando su mejilla.

—Ese no es el tema, yo no quería.

—Perdóname, Julia — pidió Goyo con expresión arrepentida —. No pretendía forzarte.

—No parece que te haya forzado — intervino Luis antes de que Julia contestara —. A mí me parece que te ha gustado un montón.

—Bueno… — la chica estuvo unos momentos callada, reflexionando —. Lo cierto es que no me ha disgustado, pero no debías hacerlo sin mi permiso —. Era consciente de lo mucho que había disfrutado, ahora, reconocerlo ante los chicos era otra cosa.

—Te pido perdón otra vez, la próxima vez te pediré permiso.

Julia pensó en la contestación de Goyo, ¿la próxima vez? Sabía que si no lo cortaba de raíz y transigía en una próxima vez, las mamadas estarían en el menú. ¿Estaba dispuesta?

—Vale — cedió.

—¿Te ha gustado la polla de mi hermanito, Julia? Que sepas que la mía es mejor porque soy el mayor — dijo Luis con pitorreo comprendiendo que su amiga ya no tendría reparos.

—Ja, de eso nada, la tuya debe estar muy chupada — Julia siguió de guasa.

—Pues la mía te aseguro que no está nada chupada, por mucho que lo lamente — continuó Juan pellizcándola la cintura.

—¡Quita, bicho! ¡No, qué hacéis!

Juan y Luis le hicieron cosquillas mientras Goyo se reía. Durante unos minutos la tuvieron retorciéndose entre ellos. Por suerte en una distracción Julia consiguió levantarse y huyó a refugiarse en su habitación.

—Si queréis más mamadas entendeos entre vosotros, jajaja — gritó antes de cerrar la puerta.

Los chicos poco a poco dejaron de reírse. Esa noche se acostaban con la sensación del trabajo bien hecho. Sabían que follarse a su amiga estaba más cerca.

Evidentemente, la siguiente noche Julia se la tuvo que chupar a sus tres amigos. Supo casi desde el principio que lo que más le gustaba era hacer una mamada y un paja simultáneamente. Con un mano se la jalaba a uno y con la otra se ayudaba en su labor oral. Fue Luis otra vez el que dio el siguiente paso. A la mañana siguiente pilló a Julia al salir de la ducha, la volvió a meter en el baño y, con palabras cariñosas e insistentes, la sentó en el inodoro y la comió el coño. Julia disfrutó horrores de la lengua de Luis, tanto que al terminar le hizo sentar a él y le premió con una rápida mamadita.

Durante unos días los cuatro chicos fueron felices, hablaron entre ellos y aclararon algunas cosas. Decidieron entre todos que dejarían el sexo exclusivamente para las noches después de cenar, de otro modo no serían capaces de centrarse en sus estudios. Pensaron incluso en marcarse algunos días libres de sexo, pero al final dejaron la decisión para más adelante, según fueran yendo las cosas. Julia había descubierto que la volvía loca que la hicieron sexo oral, y “obligaba” a los chicos a hacérselo antes de prestar sus “servicios”. Es casi increíble, pero cuando les dieron las vacaciones de Semana Santa todos lo lamentaron. Julia debía volver al pueblo mientras que los chicos se quedarían en la ciudad.

Esos días Julia se alegró de volver a ver a la familia, los echaba de menos, pero se encontraba desasosegada, inquieta. No toleraba nada bien tener que estar todo el día vestida, lo consideró incluso antinatural. Tampoco llevó bien la carencia de sexo. Se había acostumbrado a los frecuentes orgasmos y, como una adicta, ansiaba sus dosis. Cuando llegó el día de volver no podía desprender la sonrisa de sus labios.

Julia subía por las escaleras ilusionada desabrochándose los pantalones. Tenía tantas ganas de desnudarse que no podía esperar. Abrió la puerta, dejó la bolsa de viaje en el suelo y se quitó la camiseta desnudando sus pechos, terminó de bajarse los pantalones y las braguitas. Ya desnuda completamente entró en casa. Las sorpresa de ver a los chicos desnudos y a Estela no le borró la sonrisa. Estaba deseando volver a estar con ellos.

—Te hemos visto por la ventana — confesó Goyo —. ¿Te gusta la sorpresa?

—Mucho, no veía el momento de llegar — declaró Julia soltando la bolsa y abriendo los brazos.

Uno a uno la fueron abrazando. Cuando la palparon el trasero ella los imitó. La última fue Estela, que tampoco dejó de darle un apretón en las nalgas.

—Hola, Julia, mucho tiempo sin verte. Sigues igual de guapa.

—Gracias, Estela. Tú sí que estás estupenda.

—Ven, Julia — la cogió de la mano y la llevó al sofá —. Luis me ha dicho que te gusta mucho cómo mueve la lengua. ¿Me dejas verlo?

Sin esperar respuesta Luis se arrodilló entre sus piernas y lamió su rajita. Julia lo llevaba esperando unos días, pero la inmediatez con que sus amigos reclamaron su cuerpo la dejó un poco molesta. Le pareció que abusaban de ella, claro que en cuanto Luis pasó la lengua en círculos por su clítoris olvidó todo y se relajó disfrutando de sus atenciones. Estela se sentó a su lado y aferró uno de sus pechos.

—Tienes unas tetas preciosas — le dijo justo antes de bajar la cabeza y chuparla un pezón.

—Aaahhh — se le escapó a Julia al notar la sensación.

Estela y Luis siguieron dando placer a la chica. Juan, viendo el panorama, se sentó a su otro lado y se encargó del otro seno de su amiga. Era la primera vez que se dejaba chupar los pezones, pero Julia disfrutaba tanto que ni pensó en oponerse.

—¿Qué tal lo hace mi novio? — Estela levantó la cabeza y la miró sonriente a los ojos.

—Uff, genial.

—Lo estabas deseando, ¿verdad?

—Sí.

—Pues disfruta y no te contengas. Luego voy yo.

A Julia la chocó pero no estaba en situación de pensar mucho. La pérfida lengua de su amigo la estaba volviendo loca. Se notaba el coño chorreando y no podía evitar mover arriba y abajo las caderas, esto, añadido a la estimulación de sus pezones, provocó su primer orgasmo de la noche.

—Aaaaaaggggghhhh… síiiiiiii… me corroooooooo…

Luis se apartó en cuanto Julia terminó de disfrutar del clímax, para cederle el sitio a su novia. Julia, todavía aturdida, no hizo nada para impedirlo. Si la lengua de Luis era buena la de Estela era todavía mejor. No la importó que fuera una chica, en cuanto notó la habilidad de Estela se dejó llevar y en un par de minutos volvía a gritar.

—Otra vez… otra… me corroooo…

Luego fue Juan. Esta vez sí que intentó impedirlo y que la dejaran descansar, pero Estela agarró sus manos y Juan, en un par de minutos, la tenía otra vez gimiendo como una perrita. Ya no quería resistirse, quería más. Juan se ayudó de los dedos y la otorgó el tercer orgasmo seguido. Julia no tenía fuerzas ni para gritar, sollozó mientras el placer la llenaba y Juan terminaba de lamerla.

Casi desvanecida en el sofá notó la siguiente lengua. Entreabrió los ojos para ver a Goyo. El que faltaba de sus amigos. La molestia inicial ante el acoso a su zona sensible, poco a poco fue cambiando a placer. Julia se dejaba llevar, apenas tenía fuerzas ya ni para mover sus caderas. En pocos minutos sus amigos la habían regalado tres orgasmos y se acercaba el cuarto. Permaneció medio desmayada repantigada en el sofá, con el culo fuera del asiento y sin fuerzas para moverse. Su única respuesta al ardor con el que Goyo le comía el coño eran unos ruiditos ininteligibles. Esta vez fue la que más duró, pero al final terminó llegando a un suave orgasmo que la dejó prácticamente inerte.

La cogieron entre Luis y Juan. Julia sentía que la manipulaban pero no tenía fuerzas ni ganas para oponerse, así que cuando la arrodillaron en el suelo con el pecho apoyado en el asiento del sofá ni siquiera la importó.

—Aaaaaagggghhhh — consiguió gemir cuando sintió la penetración.

Se giró débilmente para ver quién era. Luis estaba aferrado a sus caderas y embistiéndola tranquila pero profundamente. Volvió a apoyar la cabeza en el cojín y se dejó follar. Su amigo iba despacio, sin prisa. Bombeaba en su interior hasta el final y le sacaba la polla casi hasta la punta para volver a repetirlo, todo a un ritmo lento que la estaba dando tiempo a recuperar la cordura.

—¿Folla bien mi novio, verdad Julia? — la preguntó Estela levantándola un poco la cabeza —. ¿No me contestas? A lo mejor quieres que pare. ¿Le digo que pare?

—No — consiguió decir con la voz rota.

—Buena chica.

Cuando Estela la besó en la boca Julia correspondió. Ya estaba algo más consciente, y aunque el placer era mucho, podía volver a pensar. En ese momento odió completamente a Estela. Manipuladora — pensó —. Sucia manipuladora. Esa zorra había movido los hilos para que poco a poco, los chicos hicieran con ella lo que quisieran, o lo que Estela quisiera, más bien. Esa reflexión no impidió que la besara y enroscara la lengua con la suya, disfrutando del beso. En ese momento estaba tan embargada por la lujuria que se hubiera follado a un chucho callejero.

Luis paulatinamente aumentó el ritmo. Julia empezó a colaborar. Sus caderas se movían saliendo a su encuentro, disfrutando de la sensación de su polla llenándola el coño. Cayó de pronto en que no tomaba nada y no sabía si Luis llevaba condón. No la importó. Si no lo lleva mañana compro la píldora del día después — pensó.

—Fóllame, cabrón, más fuerte — pidió.

En un par de minutos gritaba su quinto orgasmo.

—Aaaggghhhh… cabrónnnnn… me corrooooo…

El chico estaba aferrado al culo de Julia dando con fuerza los últimos empellones. Con cada uno, la chica sentía un pico de placer en el fortísimo clímax que estaba sintiendo. A pesar de estar exhausta después de correrse tantas veces gozó intensamente, apreciando el tener el coño relleno de polla. Luis terminó de correrse en su interior, pero no se salió, cayó sobre su espalda respirando afanosamente en su oído.

Cuando se apartó, Julia se había recuperado del devastador orgasmo y tuvo la suficiente presencia de ánimo para detener a Juan, que pretendía ocupar el privilegiado lugar de su amigo.

—Juan, ayúdame a levantarme — pidió estirando la mano.

Cuando estuvo de pie agarró a Goyo sin soltar a Juan y, con las piernas flojas, los llevó a su habitación. Cerró la puerta y echó el pestillo.

—¿Vais a quedaros sin follarme? — preguntó con los brazos en jarras.

Se despertó agradablemente dolorida la mañana siguiente con una sonrisa en la cara. Rememoró los sucesos de la noche anterior hasta que recordó a Estela, lo que hizo que su sonrisa desapareciera. Rápidamente tomó una decisión.

—Despertaos, lirones — sacudió a los chicos que dormían apretujados en su cama —. Os quiero desayunando en diez minutos. Tengo que hablar con vosotros.

Se dio una ducha rápida y preparó desayuno para todos en la cocina. Goyo llegó el primero.

—Despierta a Luis, que venga a desayunar. Si está con Estela que venga también.

Julia estaba decidida, prefería que no estuviera Estela, pero que todavía estuviera allí no le impediría decir lo que tenía que decir.

Goyo volvió con Juan y a los pocos minutos apareció Luis soñoliento. Se sentaron los cuatro cada uno con su café.

—Prestadme atención, chicos, porque lo que decidamos aquí y ahora va a ser importante. Lo primero que quiero es haceros una pregunta. A estas alturas no voy a cambiar mi costumbre de ir desnuda, pero ¿queréis seguir follándome?

—Pues claro — contestó Goyo rápidamente agarrándola de la mano. Los demás coincidieron con él.

—Vale, en cuanto a vosotros — señaló a Juan y a Goyo —, lo único que os pido es que si os echáis novia no la traigáis aquí. Si admitís esa condición no tendremos problema.

—De acuerdo — afirmó Juan —. Me parece bien.

—Lo de anoche no va a repetirse. Si queréis algo conmigo me lo pedís, nada de abrumarme entre todos para que no pueda ni pensar — sonrió al decirlo recordando la cantidad de orgasmos que la dieron —. No es que me queje de lo que pasó, pero la que decide soy yo, no vosotros.

—Me parece perfecto — dijo Goyo.

—Bien, pues ahora tú, Luis. Quizá no sea justa, pero odio verdaderamente a tu novia y no la quiero en mi vida. Sabéis de sobra que es una manipuladora y he bailado a su son demasiado tiempo. Si quieres compartirme con ellos tienes que dejarla. No me importa si te echas otra novia mientras no la traigas aquí, pero no toleraré que me toques mientras sigas con Estela.

—¿Y si la dejo? — le preguntó.

—Eres mi amigo y eso no va a cambiar hagas lo que hagas, pero si la dejas te trataré como a uno más, y créeme, os pienso tratar muy bien — dijo pasando la mirada por los tres chicos con una sonrisa pícara en la cara.

—Vale, ahora vuelvo.

Sin contestar a sus amigos que le preguntaban adónde iba, Luis terminó de vestirse a toda prisa y salió de casa. Julia, Juan y Goyo terminaron de desayunar tranquilamente, charlando de las clases, de los amigos, y de cualquier tema que iba surgiendo en la conversación. No se daban prisa por terminar, todos querían esperar la vuelta de Luis.

Oyeron sonar la puerta y Luis entró en la cocina, jadeando apoyando las manos en las rodillas respirando ruidosamente. Necesitó unos segundos para recuperar el aliento.

—¿Cuándo follamos? — preguntó con voz entrecortada.

Julia saltó de la silla y se echó en sus brazos.

—Gracias, gracias, gracias, no sabes cuánto valoro lo que acabas de hacer.

—No me des las gracias, preciosa — dijo Luis con las manos en el trasero de su amiga —. Creo que he ganado mucho con el cambio, pero no me has contestado, ¿cuándo follamos?

—Jajaja, eres un capullo, pero me gustas así. Y de lo de follar vete olvidando por hoy, estoy un pelín dolorida por lo que me hicieron ayer unos salvajes.

—¿Te duelen las manos?

—No — contestó extrañada.

—Pues una pajita.

—De eso nada. Hoy dejadme tranquila.

—Eso no puede ser, hay que celebrar nuestro acuerdo. ¿Y qué mejor manera que una buena paja de tus manos?

—No me líes, que te conozco.

—Yo solo digo que esto se merece algo especial, y piensa que acabo de dejar a mi querida novia y estoy desolado — hizo un puchero sin dejar de magrear el culito de su amiga —. Necesito consuelo.

—Lo que necesitas es dejar de ser tan bobo. Bueno venga, una pajita rápida.

Evidentemente primero fue una paja, luego alguna mamada y terminaron follando los tres a la preciosa chica, que a pesar de sus dolores se lo pasó bomba corriéndose una y otra vez y pensando en lo afortunada que era por tener un harén con tres chicos estupendos dispuestos a complacer la menor de sus necesidades.

Los chicos, igualmente, no podían estar más felices. En su propia casa tenían a un bombón dispuesta a recrear su vista y a satisfacer sus impulsos sexuales, aunque hubiera que darle un pequeño empujoncito para que se pusiera en marcha.