Julia y su afición. 2 de 3
La buena de Julia continúa experimentando su afición.
Julia había cambiado. Desde que celebrando la Nochebuena con sus tres amigos de la infancia y compañeros de piso les regaló la exhibición de su cuerpo casi desnudo se había dado cuenta de que le gustaba mostrarse. En cuanto volvieron del pueblo a convivir en el piso alquilado, sus propias normas de vestuario se relajaron hasta el punto de que ahora solía ir en braguitas, ya no usaba pantalones en casa. Había desechado el sujetador y ni en casa ni fuera lo había vuelto a usar. En casa se ponía una camiseta suelta bajo la que sus pechos se movían libremente o una camiseta de tirantes que revelaba casi más de lo que cubría. Se había acostumbrado a salir del baño en topless, y el corto recorrido hasta su habitación era un espectáculo para sus compañeros todas las mañanas.
Julia y sus amigos vivían en el primer piso de un edificio con calefacción central. Eso hacía que la temperatura de la vivienda fuera calurosa, lo que a Julia le encantaba para poder vestir, o no, según sus nuevas aficiones. Cuando salía de casa tenía que ir abrigada ya que hacía frio, y Julia estaba deseando que llegara el verano para poder exhibirse. ¿Hasta dónde llegaría su atrevimiento fuera de casa? se preguntaba a menudo.
Su nuevo estilo de vestir tenía locos a los chicos, se hacían los encontradizos cuando salía del baño, pasaban más tiempo en casa cuando ella estaba, vamos, que no se perdían una oportunidad de admirar el estupendo cuerpo de su amiga. Para ella había sido un descubrimiento, estar semidesnuda ante ellos la llenaba de una manera que no podía explicar. Cuando salía a las clases o de fiesta con amigas tenía el impulso siempre de volver corriendo a casa para quitarse la ropa.
Una noche, cenando, Julia se sintió obligada a aclarar las cosas con ellos. Quería seguir exhibiéndose como le viniese en gana y esperaba conseguir su aprobación. Sospechaba que no le costaría mucho recibir su consentimiento.
—Oye, chicos, quiero comentaros una cosa — les dijo como si nada —.
—Pues dinos, Julia — contestó Goyo sin dejar de cenar.
—Sabéis que desde la Nochebuena estoy vistiendo diferente.
—Jajaja — cortó Juan —, ¿cómo no vamos a saberlo?
—Ya, ya sé que os habéis dado cuenta y supongo que no os importará nada mi nueva forma de vestir en casa.
—Por supuesto que no — admitió Luis —, ¿tú sabes lo buena que estás? Creo que hablo por todos cuando te digo que estamos encantados.
—¿Y Estela?
—Estela se enfadó al principio, ahora sin embargo, me pregunta continuamente lo que haces. Aunque no lo reconoce creo que la pone un poco saber de esta nueva faceta tuya.
—¿De verdad?
—Estoy prácticamente seguro. El otro día, en su piso, aprovechó que estábamos solos para estar todo el rato desnuda.
Juan y Goyo le miraron con los ojos abiertos, Julia también se sorprendió y esbozó una sonrisita.
—Pues si os parece bien, quiero seguir así — les dijo la chica resuelta.
—Por nosotros genial — dijo Goyo. Quizá por ser el menor y con menos experiencia era el que más disfrutaba.
—Me gustaría también aclarar una cosa — continuó Laura. Los demás la miraron expectantes —. No quiero que me toquéis. Tenemos una amistad cojonuda y nos llevamos muy bien, no quiero estropearlo. Así que espero que no se os ocurra intentar propasaros conmigo. Agradezco un montón que me dejéis disfrutar vistiendo como quiera, pero no quiero malos rollos. No voy a tener sexo con ninguno de vosotros.
—Vale. Lo has dejado muy claro — respondió Juan.
—Pues entonces, creo que está todo dicho. Ah, una última cosa — dijo quitándose la camiseta y exhibiendo sus magníficos pechos —, no voy a llevar sujetador, pero si queréis regalarme braguitas me las pondré para vosotros, pero nada de sex—shop porno, jajaja.
Los cuatro siguieron cenando riéndose del tema, aunque empezaban a acostumbrarse a la desnudez de Julia no podían dejar de mirar sus pechos, lo que a la chica le calentaba un montón. En cuanto terminaron de cenar y recoger, Julia se fue a su habitación a masturbarse. Se había excitado con la charla y estando en topless con los chicos y necesitaba el desahogo. Cuando terminó, relajada y complacida, se dio cuenta de que una nueva etapa de su vida se abría ante ella, llena de posibilidades y descubrimientos. La perversión de exhibirse, aunque ella no lo consideraba así, había arraigado fuerte en ella. Era consciente de que era exhibicionista, con todas las letras, que la satisfacía enormemente enseñar su cuerpo, que la llenaba de una manera que no imaginaba, pero no lo consideraba algo perjudicial ni negativo. Si a ella le gustaba y no hacía daño a nadie, no podía ser malo.
Los días fueron pasando con normalidad. Iban a clase, salían con los amigos, estudiaban… Julia ya casi nunca llevaba camiseta en casa y empezaban a considerar normal que estuviera con las tetas al aire. El que menos bien lo llevaba era Julio. De vez en cuando, como estaban haciendo la misma carrera estudiaban juntos y le costaba concentrarse con los pechos de su amiga desnudos a su lado. Terminó pidiéndola avergonzado que se pusiera algo cuando estudiaban, Julia se rio a carcajadas cuando se lo dijo, pero accedió y se cubría cuando se juntaban.
Estela empezó a ir más a menudo. Aunque ella lo negó cuando se lo señalaron, todos sospechaban que era para ver a Julia, que la intrigaba y la excitaba a partes iguales. Muchas noches los demás tenían que aguantar los gemidos y jadeos que se escuchaban desde la habitación de Luis cuando Estela prácticamente le arrastraba dentro para aliviar su calentura.
Julia estaba feliz. Había pasado de la excitación intensa del principio a una sensación de plenitud, de satisfacción tranquila y complacida. Cuando empezó a exhibirse había tenido que buscar desahogo continuo y se masturbaba tres o cuatro veces al día para calmar su excitación. Ahora le bastaba con una vez e incluso había días que no lo necesitaba. Los chicos habían cumplido las condiciones de su amiga y, aunque la miraban con deseo, no intentaron propasarse, también se estaban acostumbrando, aunque la frecuencia de sus pajas aumentó considerablemente.
Una noche de pizza y película en que estaban los cuatro ocurrió algo significativo. La peli tenía varias escenas picantes y Julia se puso cachonda. Ese día no se había masturbado y se excitó viendo las escenas de sexo. Primero se removió en el sitio, luego frotó entre sí los muslos, terminó deslizando una mano en su entrepierna y frotándose por encima de las braguitas. Por mucho que intentó disimular enseguida fue evidente para los chicos lo que estaba haciendo. Juan, sentado a su lado igual que Luis, fue el primero en verla. Respondió al bulto que se formó en sus pantalones frotándose también por encima de la tela. Luis y Goyo enseguida se cubrieron con un cojín y le imitaron. Julia, aunque algo avergonzada por lo que estaba haciendo, se reía internamente al ver lo que estaba provocando. Al final, necesitando más, se metió en la habitación a jugar con el consolador que le regalaron en Nochebuena. No le importó gemir en alto, ella sabía que los chicos sabían a lo que iba, así que disfrutó de su orgasmo sin cortarse un pelo. Cuando salió nuevamente al salón no había nadie. Continuó viendo la peli y los chicos fueron apareciendo. Se descojonaba suponiendo que habían ido a lo mismo que ella y volvían según iban acabando su tarea, jajaja.
Lo siguiente significativo que ocurrió en la vida de los chicos fue debido a que Luis le contaba todo a su novia y ésta quiso apuntarse a otra noche de pizza y peli. Cuando llegó Estela sorprendió a todos al regalar a Julia una braguita tipo culotte.
—Me ha dicho Luis que podía regalártelas — le dijo a Julia cuando desenvolvió el paquete —. Espero que te gusten. Son mis preferidas — añadió mirando con picardía a Luis.
—¿Quieres que me las ponga? — Julia le preguntó extrañada. Se lo habría esperado de los chicos, pero no de ella.
—Solo si no te importa.
—No me importa. Enseguida vuelvo.
—Bieeeeeeeen — Estela dio unos saltitos ilusionada.
Julia volvió en un par de minutos vistiendo únicamente el culotte. Estela la repasó dándole la vuelta para verla por completo. A pesar de que el culotte tenía más tela que las anteriores braguitas que llevaba de alguna manera realzaba su trasero haciéndola ver muy sexy.
—Te quedan genial, sabía que acertaría, ¿verdad Luis?
—Eh… — Luis no contestó. Se había dado cuenta enseguida de que no había una respuesta correcta, jajaja.
—Yo creo que te quedan muy bien — añadió Goyo.
Julia giró para que sus amigos la apreciaran y empezó a preparar la mesita de centro para las pizzas. En cuanto llegó el repartidor se sentó en el centro del sofá. Ese era su sitio habitual, con un chico a cada lado y el otro en el sillón individual. Cuando venía Estela sacaban una silla de una de las habitaciones para tener todos asiento. La novia de Luis sacó un pincho USB con la peli que quería ver y la conectaron a la tele. Rápidamente se sentó al lado de Julia y empezaron a cenar y a ver la peli. En esta dos chicas francesas estaban casi todo el tiempo en la cama disfrutando tórridamente del sexo. Y pasó lo que tenía que pasar.
Aunque tímidamente al estar Estela, la mano de Julia acudió a su entrepierna a darse placer. En unos minutos, salvo Estela que miraba a la chica con atención, todos se frotaban alternando la vista entre la peli y su amiga. Julia no pudo más y se fue a levantar para ir a su habitación buscando el alivio, pero Estela la agarró del brazo y la volvió a sentar. Se inclinó para hablarla al oído y murmuró únicamente :
—Hazlo aquí.
Julia se quedó desconcertada, masturbarse delante de sus amigos no entraba en sus planes, pero al pensarlo su calentura subió exponencialmente. ¿Haré bien? Pensó ¿No será demasiado? ¿Y si intentan propasarse? Su reticencia fue vencida por su ardor al imaginárselo y, ya sin esconderse, metió una mano bajo el culotte llevando sus dedos hasta su húmeda rajita. Estela la dejó unos momentos, luego se desplazó hasta el extremo del sofá para darle espacio y tiró de la pierna de la chica, obligándola a separarlas. Julia, al verse a sí misma masturbándose con las piernas abiertas frente a sus tres amigos y a la novia de Luis, gimió de excitación. La situación era casi demasiado para ella, pero estaba tan cachonda que siguió jugando con sus dedos en su intimidad. Jadeando veía cómo sus amigos se frotaban sus bultos cada vez más grandes, cómo Estela se mojaba los labios con la lengua mirándola atentamente. Se introdujo dos dedos en el coñito y, añadiendo la otra mano al juego, se acarició el clítoris. Descansó la cabeza en el respaldo y, absorta en su placer, empezó a subir y bajar sus caderas gimiendo, el culotte le molestaba, pero con un atisbo de lucidez decidió dejárselo puesto. Aun así, cuando llegó al clímax, no dudó en gritar de placer.
—Síiiiii… síiiiii… síiiiii.
Cuando abrió los ojos que tenía cerrados vio cómo Luis y Estela corrían a su habitación. Juan y Goyo la contemplaban estupefactos.
—Perdonadme un momento, chicos — musitó levantándose.
Una vez en el baño, mientras se limpiaba, reflexionó sobre lo sucedido. Pasada la excitación y los últimos retazos de placer, examinó sus sentimientos, dando vueltas a lo había pasado. Después de pensarlo unos minutos una sonrisa curvó sus labios. Había sido la hostia, pensó, nunca se había puesto tan caliente. El gozo había sido tremendo al dejar que los chicos la contemplaran masturbándose. Mejor que estando simplemente desnuda ante ellos.
Alegremente fue a su habitación, se puso unas braguitas limpias y salió al salón dando saltitos como una cría.
—¿Qué pasa chicos? ¿Seguimos con la peli?
Desde ese primer día en que se masturbó ante los cuatro chicos, Julia siguió haciéndolo con frecuencia. Ya no corría a la intimidad de su habitación para desahogarse. Ahora, cuando lo necesitaba, se metía los dedos en la cocina o el salón sin preocuparse por que los chicos la miraran con deseo. Muy al contrario solo lo hacía si estaba alguno presente. Ella era feliz de esa manera, la provocaba y estimulaba exhibirse ante sus amigos, recibía más placer cuando ellos la contemplaban al llegar al clímax.
Los que no lo llevaban tan bien eran sus tres amigos. Cierto que estaban encantados de ver a Julia todo el día en braguitas, no podía dejar de gustarles ver a una chica tan guapa y con tan buen cuerpo masturbarse desinhibida ante sus miradas, pero les costaba un mundo no alargar la mano, no tocarla ni siquiera un brazo cuando la excitación de ella se les contagiaba y lo único en lo que pensaban era en follarse salvajemente a su amiga. Aun así cuando ella les pidió permiso para estar completamente desnuda se lo dieron sin dudar.
—¿Seguro que no os importa?
—Segurísimo — confirmó Luis.
—Es que me doy cuenta de que os tengo casi todo el día cachondos, no quiero que os encontréis mal por mi culpa.
—Jajaja, tengo que reconocer — dijo Juan —, que no me hacía tantas pajas desde los dieciséis años, al menos Luis se desahoga con Estela.
—Eso es verdad — respondió este último —, aunque también os diré que no es bastante, alguna que otra vez me tengo que escapar a cascármela yo solo, aunque Estela desde que empezaste a desnudarte ha cambiado mucho, ahora es insaciable.
—Seguro que se pone cachonda como nosotros — dijo Goyo.
—Creo que sí — acordó Luis.
—Pues si no os importa — se levantó para quitarse las braguitas y dejarlas sobre la mesa —, empiezo ahora.
—Yo creo — dijo Goyo con expresión ilusionada — que si vas a estar desnuda del todo deberías enseñarnos el coño. Si no, vamos a estar todo el día mirando hasta que lo veamos claramente y nos vamos a quedar bizcos.
—Eres un idiota — dijo Julia entre risas —, pero tienes razón. ¿Queréis verlo?
Pasamos de la cocina al salón y la chica se sentó en su sitio habitual. Cuando abrió las piernas mostrando su coñito los chicos, delante de ella, la miraban embelesados.
—¿Tengo toda vuestra atención?
—Absolutamente.
Cuando asintieron Julia se separó los labios vaginales con los dedos. Su rosado interior quedó expuesto. Ella dejó que se deleitaran con la vista, notando que se iba humedeciendo sin remedio. No había sido su intención, pero inevitablemente su excitación iba subiendo. Con su otra mano descubrió el capuchón del clítoris para exponerse entera, emitiendo un gemidito ahogado al rozarse sin querer.
—Es el coño más bonito que he visto, Julia — dijo Goyo.
—¿Cuántos has visto? — le preguntó su amiga con picardía.
—Eso no viene al caso, sigue enseñándonos, anda.
Julia, cachonda perdida, se abrió más los labios y se tocó el clítoris para que éste creciera. Pronto lo tenía hinchado y congestionado. Sus dedos penetraron en su interior al tiempo que de sus labios escapaban jadeos placenteros. Los chicos miraban acalorados el espectáculo. Julia enardecida hasta el límite por exhibirse tan abiertamente no tardó en alcanzar el orgasmo.
—¡Joder, joder! Me corro, me corro … aaaggghhhhhh…
Su cuerpo se agito trémulo en el sillón, sus caderas se movieron espasmódicamente agitándose con cada ráfaga de placer. Sus dedos, chorreando sus propios flujos, penetraban su coño fervorosamente. Sus jadeos y gemidos aumentaron hasta gritar para, paulatinamente, bajar de volumen hasta convertirse en una respiración afanosa.
—Cabrones — les dijo sin aliento —, me habéis provocado.
Sus palabras causaron las risas de los chicos, que se miraban entre ellos con un gran bulto bajo el pantalón.
—Ahora, amiguitos, id a desahogaros cada uno a su sitio, jajaja — les tomó el pelo su amiga —. Que parece que os hace falta, jajaja.
Como si se hubieran puesto de acuerdo, los tres giraron y se encaminaron a encerrarse en sus habitaciones. Riendo entre dientes, Julia fue al baño a limpiar el desastre de la entrepierna.
—Todavía no sé para qué me necesitas —le dijo Julia a Estela entrando en su piso.
—Espera que enseguida lo vas a entender —respondió está llevándola a su habitación.
Cuando entraron Julia echó un vistazo. Pocos muebles, una pequeña ventana, muchos apuntes y libros. Habitación de estudiantes, vaya. La novia de Luis la había pedido el favor el día anterior de que la acompañara sin contarle para qué. Julia no tenía muy claro por qué pero había accedido.
—Ponte esto, por favor —Estela pasó a su amiga una tela hecha un burruño.
Julia lo desplegó descubriendo que era un antifaz ancho que cubriría casi toda su cara.
—¿Para qué iba a ponerme esto?
—Anda Julia, compláceme.
Ésta transigió y se lo puso. En el espejo que le señaló Estela comprobó que solo sus labios y barbilla quedaban al descubierto.
—Gracias, Julia. Ahora desnúdate, voy a presentarte a mi compañera de piso y a unos amigos.
—¿Tú estás loca? ¿A quién se le ocurre? — le dije asombrada
—A mí, no hace falta que me des las gracias — contestó ufana —. Te dejo sola un par de minutos.
Estela salió dejando a una Julia pasmada con la boca abierta. Esperó fuera de la habitación tres minutos de reloj y volvió a entrar. Julia esperaba, totalmente desnuda salvo el antifaz que ocultaba su identidad. En el primer minuto en que quedó sola despotricó de Estela en voz baja, el segundo minuto se imaginó cómo sería exhibirse ante extraños, en el último depósito toda su ropa sobre la cama.
Estela la cogió de la mano, recorrieron el pasillo hasta otra puerta y entraron. A la izquierda, al lado de la cama, una chica y dos chicos sentados apretadamente a una mesa de estudio se volvieron. Estela se sonrió al ver sus caras de sorpresa, Julia se puso muy nerviosa y los tres chicos dejaron caer la mandíbula.
—Hola chicos —dijo Estela como si nada raro sucediera —, os presento a mi amiga. Esta es mi compañera de piso Laura, ellos son Manolo y Óscar.
Como ninguno de los tres fue capaz de decir palabra tuvo que ser Julia quien, con voz algo temblorosa y sin levantar la mirada del suelo, rompiera el hielo.
—Hola a todos, encantada de conoceros.
Los chicos asintieron recorriendo su cuerpo desnudo con la mirada, Laura fue la única suficientemente recuperada de la impresión para murmurar :
—Encantada.
—¿Qué estáis estudiando? — les preguntó Estela.
Pasaron con ellos unos minutos, hablando de los estudios. Aunque los chicos casi no intervinieron, su mente estaba puesta en registrar todo lo que captaban sus ojos. Cuando se despidieron y volvieron a la habitación de Estela, ésta le quitó a su amiga el antifaz. Comprobó que la mirada de Julia estaba brillante y su respiración acelerada.
—¿Quieres masturbarte antes de irnos?
Julia no contestó. Se sentó en la cama y empezó a frotarse su intimidad furiosamente. Desde que había entrado en la otra habitación su coñito había ido empapándose sin remedio. Estela la contempló unos momentos, de pie frente a ella, luego se sentó a su lado, colocó una mano sobre su muslo y permaneció tranquilamente junto a ella hasta que la vio correrse ahogando los gemidos. Cuando terminó le dio un apretón en el muslo, le pasó unos pañuelos y le acercó la ropa.
—Vístete que te acompaño a tu casa, que he quedado con Luis. Te espero fuera para que no haya moros en la costa.
Julia salió avergonzada con la mirada baja. El trayecto hasta su piso era de unos veinte minutos caminando, estaban casi llegando cuando rompió el silencio.
—Gracias.
—No hay de qué. Sabía que lo disfrutarías. Aunque yo también he disfrutado. En cuanto vea a Luis voy a follármelo, jajajaja.
—Ha sido revelador, pero empiezo a pensar que tengo un problema.
—Puede ser, pero solo si dejas que se descontrole. Sabes que estudio psicología, aunque todavía no hemos llegado a las parafilias he investigado un poco. Lo de hoy demuestra que puedes ir por mal camino. Yo te recomendaría hacerlo en casa, con amigos. No creo que fuera bueno que empezaras a mostrarte desnuda por todas partes. Creo que si lo limitas a sitios y gente conocida puedes disfrutarlo sin peligro. Lo que hemos hecho hoy no deberías repetirlo, pero quería saber si eras capaz.
—Me ha puesto mucho.
—Lo sé, pero puede derivar en una patología, por eso te digo que te marques unos límites y no los cruces.
Julia meditó el resto del camino, para cuando llegaron a casa estaba muy agradecida a Julia y decidida a limitarse al piso y a sus amigos en su exhibicionismo.
—¿Crees que si lo hago solo en casa estará bien? — pidió consejo a Estela.
—Creo que eso sería lo perfecto.
Como Estela había adelantado, en cuanto llegaron se encerró con Luis. Sus gritos distrajeron a los demás hasta que salieron para cenar todos juntos. Luego estuvieron un rato en el salón. Julia necesitó masturbarse nuevamente. Ya no se cortaba, lo hizo con desparpajo junto a sus amigos y con la cálida mano de Estela en su muslo.
Una semana después Estela fue a cenar. A Julia le extrañó un poco verla cuchichear con Luis y Juan, pero no le quiso dar importancia. Cuando más tarde se sentaron a charlar en el salón Estela eligió el sillón. Goyo había salido, así que sus amigos se sentaron a su lado. La conversación giró al tema sexual y los chicos contaron sus experiencias. Julia se partía de risa entre ellos y Estela, con mucha guasa les pedía detalles más concretos. Estaba Juan contando cómo una novia le hizo una mamada en un autobús cuando Julia no pudo más, sería por lo de sexo en público, pero desnuda como estaba no se demoró en llevar los dedos a su coñito y masturbarse delante de sus tres amigos a un ritmo lento pero constante. Ahora Luis, sin apartar los ojos de su coño, relataba la ocasión en que se folló a una desconocida en el baño de una discoteca delante de sus amigas. Julia estaba segura de que se lo estaba inventando para calentarla más todavía, pero no la importó, la invención de Luis estaba funcionando y su temperatura subía y subía. Quizá por eso no reaccionó cuando Luis y Juan se bajaron los pantalones al unísono, se agarraron el miembro y se masturbaron a su lado.
Julia reaccionó finalmente. Detuvo sus dedos mirando alucinada a sus amigos alternando la mirada entre sus erectas pollas. No sabía muy bien cómo responder a eso. ¿Debería detener todo y ponerlos a caldo? Estuvo tentada de hacerlo, solo darse cuenta de que ellos no hacían nada distinto a lo que hacía ella la impidió levantarse y escapar a su habitación. Sus dedos retomaron su tarea lentamente, moviéndose por su húmedo coño dándose placer. Entendió todo al ver la sonrisa vanidosa de Estela. Los chicos no se habrían atrevido si ella no los hubiera animado, seguro que había insistido hasta que ellos consintieron. Apartó a un lado esos pensamientos hasta más tarde para dedicarse a lo que en ese momento necesitaba. Redobló el movimiento de los dedos, profundizó más en su vagina y apretó el clítoris entre dos dedos, todo sin dejar de admirar las congestionadas pollas de sus amigos.
Primero se corrió Juan. Se llenó la mano y la camiseta del semen que expelió a chorros. Ver a su amigo y compañero de curso llegar al orgasmo precipitó el suyo propio.
—Sois unos cabrones... me corro.... me corro... cabroneeeeeeeeeeeeeees....
Al verla Luis no resistió y también se corrió. Su grueso miembro expulsó cantidades ingentes de semen mientras él jadeaba de placer. Las miradas de ellos clavadas en Julia, la suya alternando entre sus amigos.
Terminaron los tres recuperando la respiración desmadejados en el sofá, sudorosos y exhaustos. Estela se levantó, dio un pico a su chico y se lo llevó.
—Vamos a limpiarte, cariño.
Julia no quería mirar a Juan, ahora le daba vergüenza, así que se levantó en silencio evitando su mirada y se metió en la habitación. No volvió a salir esa noche.
El apuro a Julia le duró un día entero. Todavía intentando desentrañar sus sentimientos no quiso volver a casa y aprovechó para salir con sus amigas. Volvió tarde y se metió directa en la cama. Al día siguiente, en clase, en vez de prestar atención se dedicó a examinar la situación desde todos lo ángulos. Le costó mucho, pero terminó aceptando que los chicos tenían el mismo derecho que ella. Sería muy egoísta si nos les permitiera desahogarse como ella misma hacía. Siempre podía cortar con todo y volver a vestirse y actuar con recato, pero a estas alturas no se veía capaz de regresar a la normalidad. Disfrutaba demasiado de su faceta exhibicionista y no tenía fuerzas ni ganas para abandonarla. Cuando llegó a la decisión respiró aliviada, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Una involuntaria sonrisa curvó sus labios al recordar las manos de Luis y Juan frotando enérgicamente sus miembros. La sonrisa se acentuó cuando rememoró cómo de sus henchidos glandes el semen manó a chorros. Eran unas pollas muy bonitas, pensó. El timbre de fin de clase la sacó de sus ensimismadas elucubraciones y se levantó para volver a casa. Ahora sí tenía ganas de volver a ver a sus amigos. Había dejado atrás la vergüenza y el reparo por volver a verlos y exhibirse nuevamente.
Volvió a casa caminando con Juan, se encontraba tan tranquila después de sus reflexiones que, siguiendo un impulso, rodeó la cintura del chico con su brazo. Él la imitó y volvieron abrazados por la cintura, como una pareja. Al llegar a casa se desnudó como siempre. Necesitaba ponerse a estudiar en su habitación, pero antes tuvo la necesidad de dar un abrazo a sus amigos. Como si debiera trasmitirles que todo estaba bien, que estaba de acuerdo con lo sucedido. Así que les abrazó con cariño antes de volver a su cuarto dejándolos sonrientes y algo sorprendidos, sobre todo a Goyo, que no sabía muy bien de qué iba la cosa.
—¿Que vosotros qué? — dijo Goyo indignado.
Estaban cenando los cuatro cuando Luis sacó el tema de lo que pasó la otra noche. Goyo, que lo ignoraba, se ofendió.
—No me parece bien que hagáis eso sin estar yo. ¿O es que yo soy menos que vosotros? — insistió.
—Solo surgió así — intentó apaciguarle su hermano Luis.
—Ya, y tiene que surgir una de las pocas noches en que yo no estoy.
Goyo estaba muy enfadado actuando como un niño pequeño, tomándose como algo personal lo sucedido. Luis y Juan no sabían cómo calmarle y miraban a Julia pidiendo ayuda.
—Jajaja, creo que te lo tomas demasiado a pecho — se rio Julia acariciando la cara a Goyo.
—¿A pecho? — la mirada de Goyo recorrió los susodichos de Julia pero no se dejó distraer.
—¿Sabes cuántas veces he querido hacer eso yo mismo? : Cien, o doscientas. Y siempre me he contenido.
—Bueno, no te enfades Goyito —insistió mimosa la chicha —, si quieres esta noche te puedes masturbar delante de mí.
—¿De verdad?
—Sí, pero solo si dejas de estar enfadado. Te van a salir arrugas en la frente, jajaja.
—Vale, ¿vamos ahora?
Julia, Luis y Juan se carcajearon, y Goyo no tardó en unírseles. Esa misma noche Julia y Goyo se masturbaron juntos en el sofá. Al final los otros dos amigos les imitaron y terminaron corriéndose los cuatro. Julia disfrutó horrores, sus ojos oscilaban entre los miembros de sus tres amigos y se dio cuenta de que le gustaba mucho verlos. No solo la excitaba estar desnuda frente a ellos, sino que también la ponía mucho verlos darse placer mientras la miraban gozando totalmente expuesta.
Volvió a “progresar” la peculiar relación de Julia con sus amigos la siguiente noche de pizza y peli. Esa noche estaban los cinco, Estela incluida. Ellos no habían vuelto a masturbarse delante de Julia, pero cuando ésta deslizó su mano a la entrepierna provocada por las caliente películas que siempre llevaba Estela, los chicos se bajaron los pantalones como si se hubieran puesto de acuerdo, cosa que habían hecho incitados otra vez por Estela.
Julia estaba en el centro del sofá flanqueada por Luis a la izquierda y Juan a la derecha. Su mirada iba de ellos a Goyo, que estaba en el sillón. Estaban todos metidos en faena cuando Estela se puso tras el sofá, entre Luis y Julia. Alargó el brazo para asir el miembro de su novio que apartó su mano y dejó que su chica le pajeara. Julia emitió un gemido al verlo, de alguna forma le calentaba más que fuera la chica la que le pajeara. Su libido subió unos grados y sus manos aceleraron dándose placer. Quizá por lo caliente que la ponía la situación cuando Juan se atrevió a agarrar su mano derecha y ponerla sobre su miembro no se resistió. Siguió hurgando en su interior con la izquierda y pajeando a Juan con la derecha. Al darse cuenta de lo que hacía se detuvo, aunque no soltó la dura polla.
—Sigue Julia — escuchó decirle a Estela al oído —, se lo merecen los pobres después de lo que les haces sufrir con tu cuerpo.
Julia, embotada por el placer y la atmósfera lujuriosa que reinaba en el salón, retomó la paja. Tardó poco en empezar a disfrutar del tacto de la suave piel en sus dedos, de la dureza caliente de la polla de Juan. Tanto disfrutaba que se olvidó de darse placer a ella misma. Todos sus sentidos se centraron en el gozo de su amigo y en conseguir que se corriera en su mano. Concentrada en su empeño, respingó al notar una mano en su pecho. Era Estela, que la acariciaba suavemente. No tuvo la voluntad para apartarla, se dejó hacer mientras su mano seguía subiendo y bajando por la dura longitud de Juan.
—Aprieta Julia, que ya termino, más fuerte — gimió el chico.
Excitada aceleró sus esfuerzos hasta que la polla que rodeaba con los dedos empezó a expulsar chorro tras chorro de blanco semen. Gimió al sentir la cálida semilla correr por su mano, enfebrecida por la morbosa situación. No dejó de bombear hasta que el semen dejó de manar y Juan se repantigó en el sofá con una distendida sonrisa. No pudo relajarse mucho, Goyo se acercó y le obligó a levantarse ocupando su sitio. Cuando agarró la mano a Julia ésta no necesitó que la obligaran. Pajeó a su otro amigo hasta conseguir que también se corriera. Luego, por fin, pudo centrarse en ella misma. Sin querer pensar en lo que había pasado se dio placer hasta que alcanzó el clímax casi a la vez que Estela conseguía lo mismo con Luis. Estela dejó de acariciar los pechos a Julia y se llevó a su chico a la habitación. Goyo y Juan miraban de reojo a Julia, sin saber cómo iba a reaccionar una vez pasado el calentón del momento. La chica cerró los ojos un par de minutos.
—Voy a limpiarme — les dijo levantándose. Para el alivio de los chicos les dio un casto beso en la mejilla antes de ir a su cuarto.
—Ha ido mejor de lo que esperaba — dijo Goyo cuando se quedaron solos.
—Tenía razón Estela, nos la vamos a acabar follando — asintió Juan.
Pasaron unos días en los que los cuatro se masturbaron, pero los chicos no querían asustar a Julia y no la volvieron a pedir “ayuda”. Ella pensó mucho en lo que hizo, claro, pero acabó dándose por satisfecha pensando que no había roto la regla, que no había follado con sus amigos. No le parecía tan grave el trabajito manual, quizá no debía haberlo hecho, pero la situación fue tan caliente que no pudo evitarlo. Ahora se encontraba de vez en cuando pensando en el cálido tacto de los miembros de los chicos en su mano. Quizá no estaría mal repetirlo, pensaba.
Como siempre, fue Estela la instigadora de la “evolución” de las cosas. Aleccionó a los chicos para que siguieran sus instrucciones, que ellos cumplieron escrupulosamente. La situación fue similar a la anterior. Juan, a un lado, consiguió que le masturbara mientras Estela desde atrás pajeaba a Luis, que estaba al otro lado. A mitad de función Estela pasó a magrear con fuerza los pechos de Julia. Esta vez no fue suave, Estela quería que se notara que no eran unas simples caricias, que era algo más. Julia, al ser Estela la que se apropió de sus tetas y le retorcía los pezones, no protestó, al contrario, se dejó llevar por las placenteras sensaciones.
La diferencia en esta ocasión fue que Goyo no sustituyó a Juan en el sofá, se puso de pie ante Julia y ésta le tuvo que pajear de esa manera, mirando como hipnotizada el casi morado miembro de su amigo, viendo como el “ojo” de la polla la devolvía la mirada. De repente Luis se levantó seguido por su novia y se puso al lado de Goyo. Estela le masturbó con fuerza, siempre apuntando con el miembro a la chica. Quizá Julia no se diera cuenta o no quiso percatarse, o quizá lo deseaba, el caso es que cuando los dos chicos se corrieron jadeando los chorros expulsados con fuerza cayeron sobre el pecho y la cara de su amiga. Con el primer chorro que recibió Julia se sobresaltó, al segundo gimió caliente como una perra y, con el tercero y los siguientes, ayudada de sus dedos dentro su coñito, experimentó el orgasmo más fuerte de su vida. Sentir todo ese cálido semen recorriendo su piel, sus mejillas y cubriendo incluso sus labios, la hizo experimentar un clímax sorprendentemente potente y largo.
—Aaaaagggghhhhhhh — gimió enloquecida de morbo y placer.
Los chicos y Estela no pararon hasta vaciarse por completo sobre Julia, que con las piernas abiertas tampoco dejaba de penetrarse con los dedos alargando el orgasmo. Cuando por fin dejó de temblar y abrió los ojos, estaba sola. Se levantó confusa para ir al baño a lavarse, el semen se le iba secando en la piel mientras andaba. Cerrado.
—Un momento — escuchó.
—Ya puedes entrar — le dijo Juan saliendo sonriente del baño —, ha sido genial, ¿verdad?
Al pasar al lado de la aturdida muchacha la dio una palmadita en el trasero. Ella se percató del detalle, pero después de que se la corrieran encima no le pareció ni mínimamente relevante. Cuando salió después de una ducha rápida, escuchó que la llamaban del salón.
—Venga Julia, vamos a terminar de ver la peli — oyó a Luis.
Pensaba en refugiarse en la habitación y reflexionar sobre lo sucedido, sin embargo acudió obediente al salón. No quería que los chicos pensaran que estaba enfadada por algo que en el fondo ella había provocado.
El resto de la noche pasó sin incidentes, Estela se quedó a su lado en el sofá y, salvo las caricias en el muslo a las que ya se iba acostumbrando, los cinco miraron atentamente la pantalla.
En la cama, ya acostada, no pudo conciliar el sueño. Julia se daba cuenta de que la situación iba encaminándose a algo más. De su simple y excitante exhibicionismo había pasado a masturbarse ante ellos, luego a pajearlos y, finalmente, a permitir que se corrieran sobre ella. Cierto es, pensaba, que no hemos tenido sexo, pero a este paso no creo que pueda resistirme mucho tiempo. Julia era consciente de que si las cosas continuaban degenerando, no tardaría en follar con alguno de sus amigos, o con los tres. De hecho, cada vez le apetecía más. ¿Cómo sería follar con dos chicos a la vez? ¿Estela permitiría a Luis follar con ella? Quizá. Lo que estaba pasando con esa chica era muy extraño. Se tocó los pezones recordando las manos de Estela en ellos. No le iban las chicas, pero la novia de Luis la calentaba mucho de alguna manera. Dando vueltas en la cabeza a esas cosas y a otras terminó por quedarse dormida.