Julia y Godo 8 - Mi amo
De cuando Godo comenzó a ejercer su poder sobre mí.
Julia y Godo 8 – Mi amo
Hola de nuevo, me llamo Julia, tengo 29 años, soy de estatura media, argentina, delgada, blanca, pelo castaño claro largo lacio y de medidas normales pero muy trabajadas. Algunos dicen que mis pechos no son tan normales y tengo que admitir que son más grandes de lo normal.
Mi jueves libre había arrancado de muy buena manera, finalmente había ganado la disputa de sueldo y además tuve un bono importante por haber logrado que Richard, el empresario estadounidense, firme los papeles para trabajar en conjunto. Había decidido ése mismo mediodía, arrancar positiva y a lo que venga, responder con un sí! Bueno, a casi todo. Fui a pasear a Godo en un día bastante nublado, y pude conocer a unos ancianos muy macanudos que pasean a sus perros diariamente en la plaza de mi barrio. No solo eso, sino que accedí a ir a la casa de los hombres para jugar al truco, un juego de cartas muy conocido en Argentina. Me invitaron a almorzar, el departamento era lujoso y espacioso, y hasta fumamos faso (cigarrillo de marihuana). Casi por primera vez en mi vida fui penetrada levemente por un señor mayor y al irme de esa casa, llegué con Godo super empapada y lo hicimos en la ducha de nuevo, ésta vez con mi consentimiento nos abotonamos. Para terminar la tarde, dormimos una buena siesta reparadora.
El despertador sonó a eso de las seis de la tarde y aun cansada, decidí prolongar un rato más el horario de siesta. Estaba vestida con camisón negro de encaje que levanta mis senos sin corpiño y de ropa interior con mi clásico triangulito de tanga hecho en suave encaje elástico negro, con un acabado superior irregular siguiendo el dibujo, sujetada mediante finas bandas elásticas.
Antes que pueda girarme a apagarlo, Godo se arrastró sobre mí, levantando sin querer, mi liviano camisón hasta la panza a medida que me escalaba reposando su robusto pecho entre mis senos, desplazándolos hacia los costados, logrando quedar enfrentado con todo su cuerpo echado y su gigantesca cabeza dándome lengüetazos en toda mi cara. A decir verdad, es un perro enorme, pesado, juguetón y cariñoso. Así que lo sujete rodeando su cuerpo con mis brazos y piernas y le di muchos besos en sus mofletes. Cuando siento su pene rozar mi tanga y apoyarse notoriamente entre mis labios vaginales, comenzó a frotarla mientras me miraba con cara de tonto, sacando la lengua y mojándome la cara con su saliva tibia. El despertador continuaba sonando. Mi vagina aun seguía adolorida por lo sucedido en la ducha, así que lo dejé actuar aprovechando mi escudo protector hecho de un triángulo de suave encaje negro. – Seguís calentito veo, dame dale. Le decía mientras sentía como abría y mojaba cada vez más mi entrepierna con su ancho miembro.
Con cada embestida mojaba mi ombligo y mi panza de pre semen mientras aprovechaba para mover mi pelvis de un lado al otro y de arriba hacia abajo, para saborear su tronco una y otra vez. – ¿Te gusta así bombón? Le decía muy cerca de su oreja derecha mientras con mi mano intentaba llegar ahora al despertador para apagarlo.
Cuando noto que mi bombacha, super mojada y violada, comienza a ceder con cada pijaso violento y contundente, haciéndola desaparecer cada vez más en mi interior. Es ahí cuando decido frenar un poco el juego, y deslizándome hacia un costado, logro apartarme y parándome al lado de la cama, apago finalmente el molesto despertador. Por debajo de su cuerpo logro ver que todo su monstruoso pene se encontraba salido y ahora intentaba con saltos, que me ponga en cuatro para penetrarme. – ¡No Godo, esperá, abajo! Lo retaba hasta que pude tirarle con el spray de agua para que deje de arañarme y de saltarme encima. Con lo que luego de ladrarme, sale corriendo hacia el living. Ya más tranquila decido agarrar mi nuevo collar rosa y mirándome en el espejo del vestidor, me lo coloco por mi cuello. Raspaba y estaba frío, pero con el cuerpo caliente que tenía en ese momento, y el ruido de la lluvia de fondo, me dio un morbo el cual al verme reflejada, una sonrisa escapó de mi cara. Tomando de las tiras negras de la tanga sujetada a mis caderas, decido que ya no sería más necesario usarlas por el resto de la tarde-noche, entonces bajándolas, me las saqué y las olí, para sentir el pre semen de mi amante canino. Mi cuerpo se marca muy fácil, así que decidí usar una mini falda alta de jean negra que se ajusta por sobre el pupo y una remera blanca que ya no usaba pegada al cuerpo con un escote grande. Para finalizar, me puse unas medias blancas y sobre ellas unas botas altas negras hasta el muslo, por si me tendría que arrodillar. Até mi pelo tirante con cola de caballo y salí en búsqueda del gran danés. ¿Gódo dónde estás? Iba diciendo a medida que salía de mi habitación.
Apareciendo sorpresivamente de atrás de un mueble en el pasillo, me asusté pero pude sostenerlo cuando posó sus patas delanteras en mis hombros, empujándome, haciendo que apoye la espalda y mi voluptuosa cola contra la pared.
Arañó mis pechos y atascando una de sus patadas delanteras en mi escote, bajó abruptamente al suelo, haciendo que me caiga con el, rompiéndome en dos la remera. Caí pesadamente de rodillas sosteniendo mis senos rasguñados y mi rasgada remera. -¡Ay Godo que bruto! Le dije mientras me acariciaba el rasguñón que había recorrido de pecho hasta el comienzo de mi pollera de jean. Antes que pueda actuar, ya tenia a Godo montándome, golpeando su pene en mi espalda. No me iba a poner como quería y lo sostuve, pero de repente siento sus colmillos morder levemente mi cuello por sobre el collar y apretar un poco, empujándome hacia delante con él. Con ese movimiento quedé en cuatro y fue ahí donde Godo inclinó sus patas traseras y de un golpe de cadera me la inserto de abajo hacia arriba en mi vagina, con una fuerza descomunal que me hizo gritar. Muerta de miedo con Godo mordiéndome en el collar, comenzó a culearme. Puse mis manos en el piso y cerrando los ojos, sintiendo el aroma a saliva de perro, el ambiente se llenó de gemidos y aromas sexuales. Godo me estaba violando en el pasillo. Sus embestidas eran tan fuertes y profundas que me hizo correr varias veces, mientras que con sus fauces ahora jugaba mordiéndome la cola de caballo. ¡AH GODO ME DUELE!
El ambiente resonaba con ruidos sexuales producto, en su mayoría, por la pelvis de Godo chocando contra mis nalgas y de nuestros húmedos sexos en pleno acto. Girando levemente mi cabeza hacia el costado, puede ver como mí voluptuosa y redonda cola se achataba como aplaudiendo abruptamente con cada envestida de su pelvis al enterrarme profundamente su verga y él al irse hacia atrás tomando envión, mi cola volvía a armarse parada y redonda, para luego volver a achatarse, amoldándose al vientre de mi amo. ¡PLAS PLAS! –¡Así Godo dame duro! Y mejorando mi postura, me entregué nuevamente a él, sacudiéndome los músculos de la cola que no paraba de contraerse.
Mis tetas iban de un lado para el otro con cada embestida, ya que la remera se encontraba abierta de par en par. Luego de varios movimientos fuertes ¡ZAZ! La bola me penetró tan violentamente que sentí ver las estrellas. No paró ahí y siguió culeándome un buen rato más. Ya sumisa a mi amo, dejé que haga conmigo lo que quiera. Yo iba a obedecer de la manera que sea y me iba a entregar las veces que él quisiera, ya no iba a pelear ni a contradecir sus actos. Comencé a sóbrame la teta derecha y la llevé hasta mi lengua para comenzar a chuparme el pezón. A cada segundo, la verga de mi macho se hinchaba más y más, latiendo en mi interior mientras eyaculaba contundentemente en mi abierta vagina. –¡Ay Godo esto es lo mejor! Le decía mientras aprovechando que estábamos abotonados, comencé a masturbarme por sobre su vega incrustada.
Varios minutos después con muchos orgasmos y mi vagina inundada por completo, Godo giró su cuerpo por sobre el mío y quedamos pegados cola con cola. Era increíble la sensación de no poder hacer nada más que sostenerle la bola tapando mi vagina para que en cada tirón no me lastime tanto. Cuando de repente siento como empiezo a ser arrastrada hacia atrás por mi amo, ya que resbalando fácilmente por mis botas largas hasta los muslos, era fácil de mover. Fue en esos metros que fui remolcada por el pasillo hasta la entrada de mi cuarto, donde pude sostenerme del marco de la puerta y frenar nuestros cuerpos. En ese momento, parte de su bola salió, largando semen contenido, mojando toda mi entrepierna y brotando por toda mi panza, hasta caer al piso por la gravedad. Sostuve con mas ímpetus su bola con mis dedos para que no salga de golpe, haciendo presión hacia adentro como quien quisiera comer un poco mas de esa inmensa verga. –Quieto Godo, déjame disfrutar un poco más… Le pedía mimosamente, llegando al orgasmo nuevamente.
Lo tomé del rabo y lo tiré hacia mí, sintiendo como volvía a colocarse la bola dentro mío. –Quietito, dejame acabar fuerte ¡ya casi! - Le decía mientras me tocaba cada vez más rápido.
Hasta que llegué al orgasmo más fuerte en mucho tiempo, ahhh, ¡que bien me hizo! Aun lo recuerdo y me excito de nuevo. Fue tan fuerte que un hilo de baba salió de mi boca abierta y cayó en el suelo. Lentamente Godo empezó a destrabarse, hasta que ¡PLOP! Se soltó definitivamente y quedó chupándose su enorme e hinchado pene. Seguí acariciándomela mientras me brotaba semen segundo a segundo. Luego de un buen rato, donde mi macho aprovechó para lamerme mi adolorida vagina, comencé a reincorporarme.
Luego pude ir al baño y asearme especialmente en el bidet. Ya con algo de hambre, decidí llevar a Godo a pasear y a comprar comida de paso. Claramente tuve que cambiarme la remera rota y la falda de jean negra, que se encontraba totalmente mojada en la parte de abajo. Arriba me puse una bluza de algodón blanca con dibujos verticales grises y abajo una pollera de jean celeste alta ajustada tapando mi pupo, abajo no iba a usar tanga, ya que Godo iba decidir si seguir penetrarme o no y no me iba resistir. Me saqué el collar rosa de perra, y me puse unas botas altas hasta los muslos de color marrón claras.
Al salir, veo una nota en la alfombra de bienvenida de mi departamento. Al levantarla noto que había algo dentro, y una nota. En seguida reconocí mi tanga de leopardo que despedía una olor a suciedad importante y la tela se encontraba extrañamente dura, y la nota decía “sé lo que hiciste con tu perro”. Luego de dejar la carta en mi casa, decidí con mucha intriga, salir de una buena vez. En la calle, Godo tironeó fuerte para dirigirse a la plaza, lugar contrario de donde iría a comprar comida. Era de noche y muy poca gente caminaba por las calles. Como ya se había demostrado, Godo mandaría en ésta relación, así que fuimos donde quiso.
Fin del relato.
Nota de autora: Gracias y perdón por la tardanza, logramos llegar a la cantidad de gente que al parecer, quiere que siga contándoles mi semana con Godo. Amo los mensajes de todos ustedes. Si llego nuevamente a 50 mensajes, habrá 9na parte, en mi noche en la plaza con Godo. No sean timad@s. Sepan que como ustedes esperan mis relatos, yo espero sus comentarios con las mismas ganas. (Cuento tanto los mensajes de acá como los que me han mandado por el mail). Los quiero, lamidas a tod@s en donde más les guste. Atte. Julia