Julia y Godo 7- ¡Día libre!

Jueves nublado y con mi mente positiva, salgo a la plaza con Godo, conozco ancianos un poco pervertidos y finalmente cogiendo fuerte con Godo me penetró su bola en mi vagina.

Julia y Godo 7– ¡día libre!

Hola de nuevo, me llamo Julia, tengo 29 años, soy de estatura media, argentina, delgada, blanca, pelo castaño claro largo lacio y de medidas normales pero muy trabajadas. Algunos dicen que mis pechos no son tan normales y tengo que admitir que son mas grandes de lo normal.

Recordando la noche de lujuria total con Godo, donde al salir de paseo nocturno comenzamos teniendo sexo en el pasillo, luego me practicó sexo oral en el ascensor, más tarde quedamos abotonados en la escalera y gateando me fue culeando por todo el pasillo de mi quinto piso. Habíamos llegado a mi casa abotonados, haciéndome acabar muchas veces hasta que sin fuerzas quedé dormida en el piso del living. El sol de la mañana entró por el ventanal del living y me al despertarme, pude ver a Godo durmiendo al lado mío roncando, y parándome como pude, me dirigí a mi cama y me desplomé sin más.

Un viento fresco en mi entrepierna desnuda me despierta con un chucho de fresco y al comenzar a abrir los ojos, tanteo para tapármela con mi tanga, al darme cuenta que no la llevaba puesta, me puse a buscarla estirando mis piernas pero al parecer, se me habría caído. La cabeza me daba vueltas y no sabía ni que hora era, solo que estaba más fresco y ahora el cielo estaba nublado. Recordaba que tenía el día libre y arrastrándome por la cama hasta la mesita de luz, llegué hasta el celular. Ahí pude ver que eran las once de la mañana y se encontraban dos mensajes. Uno era de mi jefe Damián el cual me escribe la mejor noticia que podría haber tenido, mi sueldo había sido aumentado y tenía un bono extra ya depositado en mi cuenta bancaria y por otro lado, el otro mensaje era de Eva, quien soltera como yo, me invitaba a una after office ese mismo día para ponernos al corriente y quien dice, conocer algún chico. Le respondí como pude, pidiéndole mil disculpas pero no iba a poder ir, contándole en parte lo que me había sucedido en el hotel, pero el viernes podría venir a casa para cenar y charlar.

Mi día había comenzado y necesitaba ir al baño para darme también un buen baño y despejar mi cabeza. Sin ver a Godo, me preocupé y lo puse a buscar, hasta encontrarlo comiendo en la cocina, el cual cuando me vio, vino hacia mi y me dio varias lamidas en la mano y cara saludándome.

Ya limpia después de la ducha, y en mi lugar preferido del departamento, con un día nublado de verano, me puse una de mis tangas negras de algodón base bien cómodas, un short deportivo corto y suelto que me marca mucho la cola pero que no puedo llevar al gimnasio porque si abro las piernas para elongar se me ve mi ropa interior. Arriba me puse una camiseta blanca de algodón sin mangas suelta un poco escotada y con los lados abiertos revelando mis costillas hasta mi cintura sin corpiño. Arriba un cárdigan gris abierto y largo para tapar el frío. En los pies unas medias cortas blancas y mis pantuflas rosas.

Me recogí el pelo con un rodete hacia arriba y con los ojos cansados, decidí usar mis anteojos de secretaria con marco azul que tenia en el living. Cuando me preparé el desayuno y lo puse en la mesa, siempre con Godo vigilándome, noto al sentarme que todavía sentía el miembro de mi macho en la cola. Me entró un calor interno inexplicable, sonrojándome y tapándome la cola, miré a Godo como no lo había visto nunca. Era ahora el que dominaba la relación y yo estaría sumisa a lo que decida hacerme. Lo que me preocupaba, era que la micro tanga de leopardo no se encontraba en mi living. Por eso, después de desayunar y tomarme unos ricos mates, salimos a pasear un poco por la plaza, bajando por las escaleras ya que el ascensor seguía averiado, no vi rastros de mi ropa interior. Hoy mi día había arrancado de maravilla y estaría dispuesta a aceptar lo que venga con un sí a todo.

En la plaza me daba un poco de miedo soltarlo, pero al ver que todos lo hacían y que al parecer Godo era conocido por muchas personas y perros, lo solté. En eso se me acerca un anciano canoso, moreno y un poco encorvado bien vestido con una chomba blanca y un pantalón de lino marrón el cual me pregunta por Lau y así, se fueron acercando un grupito de dos señores mayores que se encontraban paseando a sus perros a esa hora. Mientras charlábamos noté que eran muy cariñosos y la verdad es que me hicieron reír un montón. Al parecer les faltó uno del grupo para jugar a las cartas, el cual jugaban en la casa de Luís. Si bien al principio me negué, la simpatía de los tres viejitos me recordó a mi abuelo que ya no se encuentra más y me trajo nostalgia. Vi como se llevaba Godo con los demás perros de los señores y confiando en ellos, decidí ir un rato. El día lo tenía libre y me encontraba de muy buen humor. Por si acaso le escribí a Lau al respecto y me dijo que eran muy buenos y que ella a veces también iba a la casa de los señores.

En el camino se largó una pequeña llovizna. Por suerte el departamento donde vivía Luís se encontraba a una cuadra de la plaza, a lo cual no llegamos a mojamos tanto, salvo un poco mis lentes azules. Su casa se encontraba en la planta baja, un edificio muy lujoso que al entrar a su departamento, quedé anonadada de lo inmensa que era. Incluso, mediante unos grandes ventanales, pude ver que tenía un parque interno enorme con un quincho con parrilla al fondo y una pileta. En mi barrio de edificios altos, es muy raro ver algo así.

Los señores fueron poniéndose cómodos en el living, mientras el anfitrión me pedía mi saquito para colgar. Fueron sentándose en “sus” lugares dejándome el asiento del que había faltado, ofreciéndome además un licor llamado grapa para sacarme el frío y brindar. Los hombres se miraron entre ellos cuando me vieron sentada con la remera suelta y sin corpiño a la vista. La idea de alcohol no me venia muy bien la verdad, pero como era apenas un sorbo, no se los iba a despreciar. Mientras los perros se arremolinaban por la casa, comenzaron a recordarme las señas y reglas del truco, un juego de cartas típico en argentina. Yo lo sabía jugar por mi papá y si bien no era muy buena mintiendo, me defendía. Como estábamos dispuestos, me tocó hacer pareja con en anfitrión de la casa. Fue un mediodía diferente y muy relajado, a la hora del almuerzo estábamos aun jugando cuando Luís llama a una señora la cual parecía ser una chica que trabajaba ahí, de unos cuarenta años al parecer una paraguaya, muy buena y servicial. Le pide que comience a cocinar carne al horno con papas y batatas, y seguimos el juego, noté que antes de irse, me miró las tetas en varias ocasiones. Amo la comida, así que sin quejarme, seguí jugando entendiendo que nos quedaríamos con Godo un rato más. Habíamos disputado ya dos juegos cuando llegó la comida, nos encontrábamos empatados. Almorzamos y luego de eso, ya con intenciones de irme, Luis saca una cajita metálica y la pone en la mesa, al abrirla noto que eran varios cigarrillos armados. Y cuando prende uno, el olor fue claro de marihuana. No soy de fumar, y menos en la semana, pero éste día era especial y me había prometido aceptar lo que venga. Así que antes de jugar, Luis se me acerca y pidiéndome que lo acompañe para planear mejor las estrategias en el último partido me llevó a otro living enorme que tenía continuo al que estábamos y convidó a sus amigos con otro de esos cigarrillos. Recuerdo que enseñándome técnicas para ganar el partido, y fumando, con la lluvia de fondo y la panza llena y contenta, en un momento de risas, el encorvado y bajito anciano se resbala sobre mí al pasarme el cigarrillo y poniéndome su otra mano en mi hombro nos caemos a un sofá gris enorme que había atrás mío.

Al abrir los ojos tenía al viejo moreno aforrándose con su mano izquierda sobre mi holgada remera sin corpiño, que se me acababa de girar hacia un lado, revelando a medio destapar mi seno derecho por la inmensa manga abierta del costado.

Mi pierna derecha quedó apoyada de puntas de pie al piso y la otra fue empujada al respaldo del sillón por sus caderas, abriéndome de par en par, recostando su cuerpo sobre el mío con su cara sobre mi cuello. – ¿estás bien Luís? Le pregunté preocupada en un principio, tanteando en búsqueda de mis anteojos extraviados.

Pero antes que pueda responderme, sentí claramente a través de su fino pantalón de lino, su verga dura y parada deslizándose sobre la entrepierna de mi short deportivo. La pastilla tomada anoche y el faso se estaban comenzando a activar, con una oleada de calor y éxtasis que recorrió como un rayo desde mi entrepierna hasta mi cabeza. No supe bien que me pasó, pero antes de sacármelo de encima, me reí e hice como si me costara levantarme, en un principio corriéndome el pelo que se me había soltado y moviendo un poco mis piernas, dejando que su escurridiza mano se pose en mi ceno medio salido y moviendo voluntariamente de manera torpe mis caderas, me froté en él, haciendo fuerza contra su miembro parado que se sentía un montón. – Ay Luís, que suerte que lo amortigüé. Le dije tomándolo de la cara y mirándolo con mis ojos marrones.

Pidiéndome disculpas, jugamos a que nos costaba desenredarnos. Moviéndose a un lado y yo al otro en varias oportunidades, sosteniendo aun su mano en mi pecho, el cual se lo tomé y con mi pierna izquierda, le trabé su muslo derecho y lo arrimé con fuerza hacia mí para sentir más el contacto de nuestros vibrantes sexos. Hasta que siento el roce de su vieja piel en mi entrepierna. Mi short se había corrido en la entrepierna con el movimiento, el cual Luís aprovechó para apoyar su verga salida, mojando con su pre semen sobre mi tanga negra de algodón.

Ahí fue cuando dejo de jugar y me quedo un poco quieta ya lista para irme. Cuando siento que me corre la tanga a un costado y sonriendo con su cara entre mis senos, me comienza a introducir la punta de su viejo pene. Sin dejarlo continuar, lo empujo fácilmente y encontrando mis anteojos en el suelo, le digo que ya estaba lista para volver al living. Estaba muy caliente pero no quería hacerlo así ni ahí. – ¿Vamos a terminar de jugar? Creo que ya entendí todas las señas del truco. Y me dirigí al otro living donde se encontraban los demás señores y los perros.

Al comenzar a jugar, ya medio mareada por el faso y super excitada, me desconcentré mucho y creo que fue una de las razones por las cuales perdimos con Luís. Luego de eso me despedí y les agradecí, diciendo que me gustaría volverlos a ver. Al saludar a todos, el anfitrión me acompañó hasta la puerta de su departamento y cuando me saludo me pidió que nos volvamos a ver solos.

Con Godo muy juguetón y mojándonos por la lluvia, pasamos por una tienda de mascotas y decidí entrar. Le compre algunas golosinas y un collar nuevo rosa muy bonito (que sería para mí). Al llegar al departamento corriendo totalmente empapados, me abre el portero y se queda atónito viendo mis grandes pechos redondos que se veían a través de la remera blanca ahora transparente pegada a ellos, prácticamente mostrando mis senos y mis pezones parados por el frío. Me los cubrí de inmediato con el tapadito gris y por fin llegando a casa le dije a Godo que hoy tocaba bañarse juntos de nuevo.

Al llegar al baño, abrí la ducha y comencé a quitarme frente al espejo toda la ropa y los anteojos. Al agacharme para bajarme el short y la tanga, una lamida hermosa recorrió de vagina a ano, introduciéndose vorazmente en mis orificios. Se sentía muy bien pero estaba muerta de frío, así que me metí a la ducha con Godo entre mis piernas.

Con el calor del agua hirviendo y los vapores en todo el baño, comencé a jugar con mi perrote alzado. Así que me agaché cariñosamente tranquilizándolo y pasé mi mano izquierda rodeando su ancho prepucio mientras lo acariciaba en el pecho con la mano derecha. Al sentir el contacto de mi mano, Godo sacó toda su verga deslizándose por mis dedos y comenzó a coger el aire. De inmediato me puse bajo suyo y arrimándole mi boca a su enorme verga roja y venosa, corriéndome hacia un costado mis largos pelos mojados, me la introduje todo lo que pude (qué delicia). Cerré mis ojos y sostuve con mi lengua el tronco palpitante, ancho, venoso y pesado, saboreándolo mientras succionaba cada centímetro que permitía abarcar mi juguetona boca. – Bien Godo quietito deja que tu vecina te la coma. Pensaba mientras me la tragaba lo más que podía.

Luego de un rato en mi boca, acabó lanzando chorros calientes al paladar, así que comencé a tragar todo su semen. Que ilusa, no sabía que un perro acababa tanto, inundándome toda, haciendo que me ahogue y saliendo por mi boca y mi nariz, haciendo arcadas escupí el piso de la bañadera. Sentí que casi me desmayo.

Godo sin dudarlo aprovecha y me monta, haciendo que mis rodillas golpeen contra el suelo, y apoyando mi mano derecha para sostenernos en el piso mojado, mientras seguía escupiendo semen de mi garganta. Me mantuvo pasando su pene enorme en mi espalda mientras la ducha salpicaba para todos lados. Hasta que se me resbala la mano que nos sostenía y me fui hacia delante con Godo encima. Apenas atine a poner mi mano izquierda para amortiguar mi cabeza cuando de un profundo sacudón en mi vagina, su pene grueso y salido, me penetra vigorosamente. Siento un dolor agudo en mis muslos, ya que con sus uñas estaba presionando muy fuertemente sobre ellos, así que lo sostuve con ambas manos y los abracé hacia mí, sintiendo como Godo me empezaba a coger en la ducha con fuerza y pasión. Mis tetas iban de un lado al otro, goteando agua por mis senos con cada embestida profunda y decidida de mi macho alfa.

De tanto darme noto la bola pegar fuerte en mis labios vaginales y empezar a abrirlos, estirándolos a medida que me la encajaba dolorosamente. – ¡Ay Godo, me vas a partir al medio con eso! Le grité desesperada, apretando sus patas delanteras con mis manos y abriendo mis dedos de los pies para aferrarme mejor al piso mojado.

Su bola de carne inmensa me la introdujo entera hasta desaparecer en mi interior, haciendo una presión increíble sobre mis paredes vaginales, donde instintivamente abrí de par en par mi boca y ojos sintiendo que me estaba partiendo en mil pedazos. Invadiendo cada rincón de mí ser, mientras nos encontrábamos bajo una nube de vapor caliente y el sonido de la ducha caer en todas direcciones, comenzó a eyacular en mi interior, lo que sentí como litros y litros de semen. Con cada eyaculada,  yo acababa una y otra vez sintiendo que iba a explotar de tanto líquido en mi útero. Se quedó abotonado a mi vagina tanto tiempo que el agua de la ducha comenzó a enfriarse. Tuve que empezar a sacármelo si no quería pescar un resfrío.

Así que tironeé con fuerza y decisión para empezar a desabotonarme de Godo. Admito que grité mucho con cada tironeo al punto tal de enojarme con él por haberme introducido todo su miembro. – ¡Ah Godo, duele! ¿Desabotonémoslos dale? ¡AH salí, que dolor! Con cada centímetro de bola deslizarse fuera de mi vagina estriada, comenzaba a brotar liquido blanco que se mezclaba con el agua tibia que me recorría la entrepierna. Ruidos de sexo despegar y de mi cuerpo despedir hacia fuera el semen en exceso que había en mi interior, logramos destrabarnos al fin con un dolor agudo pero placentero ¡PLOP! que me impulsó levemente hacia la pared de la bañera.

Me pare con la vagina dilatada e hinchada como nunca despidiendo liquido seminal a cada segundo que me encontraba parada luego de apagar la ducha que ahora despedía agua fría.

Salimos de la ducha y sequé a Godo, limpié un poco el agua desbordada que había en todo el baño y me cepillé los dientes que tenia mucho sabor a semen de perro. Hacerlo en la bañera me lleva mucho tiempo después de que queda todo tan mojado, así que decidí ponerme directamente el pijama e irme a dormir una buena siesta reparadora. Ya eran las cinco de la tarde y puse el despertador por si acaso a las seis y media, me vestí con camisón negro de encaje que levanta mis senos sin corpiño y de ropa interior con mi clásico triángulo de tanga hecho en suave encaje elástico negro con acabado superior irregular siguiendo el dibujo y que sujeta mediante finas bandas elásticas. Antes de taparme con la frazada, le dije a Godo que se meta conmigo, quería dormir con él abrazándolo. A lo que salta a la cama y se mete debajo del acolchado y nos dormimos una merecida siesta, quedándome la duda dónde habría quedado mi tanga de leopardo.

Fin del 7mo relato.

Nota de autora: Desde que comencé con estos relatos, que fueron hechos reales hace ya cuatro meses atrás, me pone muy feliz la buena onda y apoyo que tengo de varios de ustedes para que siga escribiendo. Ya nos vamos acercando al final de esta saga con Godo y les estoy agradecida por acompañarme. Amo los mensajes de todos ustedes, espero poder recibir más en el próximo. Si llego a 50 mensajes, habrá 8va parte, en mi tarde/noche con Godo. No sean timad@s. Sepan que como ustedes esperan mis relatos, yo espero sus comentarios con las mismas ganas. (Cuento tanto los mensajes de acá como los que me han mandado por el mail). Los quiero, lamidas a tod@s en donde más les guste.  Julia.-