Julia y Godo 10 - Final
Mi último día con Godo, Luis el señor de la plaza y Héctor el entrenador.
Julia y Godo 10 – Final.
Hola de nuevo, me llamo Julia, tengo 29 años, soy de estatura media, argentina, delgada, blanca, pelo castaño claro largo lacio y de medidas normales pero muy trabajadas. Algunos dicen que mis pechos no son tan normales y tengo que admitir que son más grandes de lo normal.
Recordando la noche pasada, fuimos con Godo a la plaza para terminar el día y aprovechar el lindo clima nocturno. Sentada bajo la luz de las estrellas y la penumbra de la plaza, dejé llevar mi lujuria y cuando así mi macho lo quiso, me penetró duro y parejo en uno de los bancos de la plaza. En medio de semejante acto, logré taparme la cara bajo el cuerpo de Godo, ya que personas habían estado mirando durante un breve lapso de tiempo. Volví muerta de vergüenza al departamento mirando para todos lados un poco perseguida y con el semen del Gran Danés escurriéndome por las piernas.
Decidí dormir desnuda ya que la noche se encontraba calurosa. Recordé que vendría a la mañana Juan, el joven paseador, y modifiqué aun más temprano el reloj despertador para que no me pase lo de la vez pasada (relato 4- un día duro).
Viendo a Godo dormir, acomodé mi cuerpo boca abajo y coloqué mi cabeza sobre la almohada para luego cerrar mis ojitos.
Al despertar ligeramente excitada, girando mi cabeza hacia el costado, veo la silueta de la cabeza de Godo por debajo de la sabana, y en seguida sentí unas lamidas profundas en mi vagina, apoyando sus garras sobre mis glúteos, comiéndome por completa. -Ay Godo, qué haces? Le decía mientras me giraba boca arriba, levantando mi pelvis para ser devorada aun más.
No tardó en ladrarme y posando su pecho por sobre el mío, aprovechó para lamerme la cara y en pose de misionero, me fue chocando su pene erecto en toda mi entrepierna hasta que de un potente tirón acertó, introduciéndomela toda entera. Entraba y salía con mucha rapidez, mientras que con sus potentes patas se aferraba rasguñando mis glúteos al compás de sus embestidas. -¡Sí amo dame más! Le gemía sin parar.
Godo envestía profundamente su enorme miembro haciendo tope en varias oportunidades en mi útero, tapando de a momentos mi dilatado anito con sus huevos al chocar la raya de mis redondos y rasguñados glúteos. – ¡Me vas partir al medio!
Luego de varias arremetidas, dispuesta a ser abotonada, abrí más mis piernas para dejar pasar la bola que ya comenzaba a sentirse - AHHH!. Entró justo cuando puede ver a Godo como estiraba su cuello y se apoyaba en mi hombro izquierdo. Perdí el equilibrio y me fui hacia el respaldo de la cama, empujada por su monstruosa virilidad y mi gran lujuria. Quedando en puntas de pies, levantando mi pelvis al máximo sostuve sus arremetidas con mis codos y mi espalda en la cama. Sosteniendo sus patas delanteras acomodé mi cabeza de lado para no dármela contra la pared, mientras mis senos caían a ambos lados de mi cuerpo moviéndose hacia todos lados. Estábamos teniendo un sexo grandioso por la mañana para culminarlo cargada de semen caliente. Lo agarré fuerte y esta vez fui yo la que no lo dejó bajar, succionando con mi vulva todo lo que podía para sentir cada latido de su pene al compás de sus múltiples eyaculaciones. Quedé con la cabeza ladeada mirando al reloj despertador un rato, notando que aun teníamos varios minutos antes de que sonara.
Estuvimos gozando un largo tiempo hasta que agarrando el miembro de mi macho, empujé lentamente su trozo de carne al exterior de mi conchita y ¡PLOP! gran parte del semen fluyó sobre el cubrecama. Nos habíamos desabotonado.
Con las piernas aun temblando y mis cara sonrojada, me bajé de la cama y fui a ducharme.
El día laboral vendría muy liviano hoy, con zooms sin cámara y reuniones cortas. Luego de bañarme, me dirigí al vestidor. Ésta vez al verme bonita en el espejo pude divisar para mi asombro, la cantidad de garrazos en mis piernas, glúteos y ambas partes de mi entrepierna (claramente el perro me había poseído mucho más de lo que imaginé la primera vez, hace cinco días atrás). Comencé a vestirme con una pupera lisa blanca (sin corpiño) y luego mientras me subía por las piernas una diminuta tanga azul oscura de encaje, sonó el timbre por el paseador llamado Juan. Agarré del cajón la nueva calza azul metalizada (malla azul metalizada) y me dispuse a ir a contestar.
Al salir del vestidor en pupera y tanga, Godo saltó de la cama y se puso a seguirme por todo el trayecto del cuarto a la cocina, saltándome de atrás y abrazándome con sus patas delanteras primero por mi cintura arañando la tira de la tanga el cual hizo que trastabille en varias oportunidades abriendo mis brazos contra las paredes e inclinando un poco el torso. Ya en el living, llegue al sofá cerca de la cocina, cuando sus patas delanteras treparon a mis hombros para empujar con todo su cuerpo hacia el piso, haciendo que se venzan mis rodillas y lleguemos finalmente yo en cuatro patas a la cocina, a medio montar por mi macho dominante. –Godo basta!- lo retaba.
Entre el forcejeo, se me cae la calza de la mano al chocar mis manos en el piso para no caer de frente, mientras Godo aprovechó para terminar de montarme por detrás posando pesadamente su enorme cuerpo.- “Basta amo, ¡tengo que atender!” Le decía cuando de repente sentí por sobre mi diminuta tanga amoldándose hacia adentro, varios pinchazos de su pija dura y crecida.
Levantando mis regordetes glúteos divididos por un pequeño trozo de tela azul en forma de triángulo, me impulsé hacia su vientre comprimiendo mi trasero a medida que empujaba ambos cuerpos hacia arriba. Godo comenzó con su movimiento de coito, deslizando su glorioso pene por debajo de mi entrepierna levantada, empujando en cada embestida, mi húmeda tanga a un lado dividiendo en dos mis labios vaginales en el proceso, frotándose con intensidad creciente a medida que terminaba de afianzar su dominio sobre mí. Nuestros sexos sonaban algo así :Flop… flop…flop..
Riiiiing! Nuevamente el timbre. Godo y Juan ya se estaban impacientando. – “Está bien Godo, un poquito…” le dije mirándolo lujuriosamente mientras me besaba con su larga lengua por toda la cara, haciendo que cierre uno de mis ojos al contacto. Fue en ese momento donde atenazada por sus fuertes patas delanteras, frotando su pene en mi vagina desprotegida, aprisionada como estaba, pasé mi mano derecha para dirigirlo donde yo quería. De manera dificultosa, extraje en dos oportunidades la punta de su miembro descontrolado de mi jugosa conchita inflamada.- “Por ahí no Godo! más arriba….” Utilizando la otra mano, la posé sobre una de mis nalgas rasguñadas, abriéndole camino a mí escondida, sedienta, sudada y ahora abierta colita caliente.
ZAZ, su robusta, puntiaguda y gomosa pija me penetró apenas sintió el contacto de mi diminuta entradita. –ASÍ!!! Gemí del placer a medida que su miembro se deslizaba dominantemente centímetro a centímetro, expandiendo mi orto como ninguna pija lo había logrado. Nos encontrábamos culeando desaforadamente, a un ritmo vertiginoso e hipnotizante. Con cada embestida gemía más y más, abriendo mi boca de par en par para soportar de mejor manera su monstruosa verga desgarrando nuevamente mi ano. Mordiéndome la comisura de mi labio inferior, con el cuerpo y la cara completamente ardiendo de lujuria, cerré los ojos y comencé a notar los estrepitosos y audibles sonidos de los impactos bestiales contra mis nalgas blancas y rellenitas, empalada al compás de sus arremetidas. Fui varias veces empujada bestialmente hacia la mesada de la cocina, golpeando mi cabeza en reiteradas oportunidades sin que me termine de doler, pero haciendo un ruido imposible de no escuchar en todo el edificio. –gggrrrrrr! gruñía Godo cada vez que su pene se introducía hasta el fondo, desgarrando con sus largas uñas filosas, la fina piel de mis caderas, ahora al rojo vivo.
RIIIIIIIING! Por tercera vez, sonaba el timbre y si no contestaba iba a perder al paseador. La bola pujaba por entrar, amoldándose cada vez más entre medio de mis acolchonados glúteos, los cuales a ésta altura ya se encontraban recubriendo toda la superficie esférica de su trozo hinchado. Como pude, fui escalando la mesada aforrándome de cajones que salían disparados con toda la fuerza que hacía para poder llegar al timbre que se encontraba sobre esa misma pared.
Fui quedando reposada, por el peso de su pecho, sobre la mesada fría. Apenas tocando en puntas de pies el piso, mis largas piernas golpeaban con los cajones, cerrándolos nuevamente, a medida que la culeada se volvía más rítmica, levantándome del piso con cada arremetida. ¡Ay que rico se siente!” le dije, abriendo aun más mis piernas.
Mi cuerpo rebotaba incontrolablemente, llegando a alcanzar un ritmo frenético y constante. “Ah…ay…au...” gemía.
Deslizando mi chato vientre y tetas, logré llegar hacia la pared con un codo en la mesada para no perder la estabilidad mientras Godo continuaba clavándomela tres veces más –“Más despacio bruto!” le decía mientras con la otra mano alcanzaba de una vez el teléfono del timbre. Estando mis pezones erectos aplastados bajo la remera, se amasaban de atrás hacia delante estimulándome aún más. Al descolgar para contestarle a Juan, las arremetidas continúas dieron paso al golpeteo de la bola sobre la superficie de mi orificio, hasta que logró atravesar la barrera que hacía mi anillo de manera lenta pero contundente. Increíblemente, descreída de poder lograrlo nuevamente, noté cómo mi esfínter iba tomando la forma entera de su bola al avanzar, haciendo que a su vez, se cierre mí recto apresándosela de manera natural en mí.
Cerrando mi boca, apretándome los dientes y respirando profundamente, pude contestar –“¡Adelante!”. Por el sudor de mis manos, el teléfono se me resbalaba amortiguando la caída gracias al cable, mientras Godo comenzaba a eyacular litros y litros en mi recto, encontrándome extasiada al punto tal que al cerrar y abrir los ojos, Juan tocó la puerta de mi departamento mientras me encontraba aún abotonada firmemente cola con cola. Con Godo empujando para salirse y yo aferrándome de la bacha de la cocina, abrí lo más que pude mi esfínter pero sin lograr mover absolutamente nada.- AHHH! Un grito salió de lo profundo de mí ser traspasando la cocina e inundando todo el pasillo donde se encontraba aún el paseador.
Del otro lado de la puerta escuché a Juan decir: “pasó algo? Estás bien?- a esa altura ya estaba en cuatro patas de nuevo respirando profundamente, hasta que logré decirle: -Juan, Godo no quiere salir hoy, podes irte…ay- mi cara se encontraba desfigurada, brotando de mis ojos marrones, largas gotas de llanto por mis mejillas con mi cola parada fundida a la pija de mi macho. Sostuve como pude las patas traseras del enorme can para que no siga pujando. – estate quieto Godo! Le sollozaba constantemente.
Estuvimos cola con cola por varios minutos eternos, hasta que su bola comenzó a desinflarse y su enorme miembro deslizándose con mucha dificultad salió de repente, provocando una catarata de semen que cayó chorreando en el piso de la cocina. Todo mi cuerpo temblaba y un sudor frío recorría espalda y piernas. Como pude fui hasta la ducha y volví a bañarme. Acurrucada del dolor y placer en la bañera mientras el agua de la ducha caliente recorría mis curvas voluptuosas, veía como el semen de Godo se deslizaba hacia la tubería de desagüe. Desnuda frente al espejo, con la toalla cubriéndome, comencé a pensar en lo bien que la pasé en el tiempo compartido con Godo. Caminé dificultosamente hasta la cocina en búsqueda de mi calza azul, allí se encontraba él, aun relamiéndose su enorme miembro salido, el cual ni se dio cuenta de mi presencia. Me volví a cambiar ésta vez con una tanga negra y mi ropa deportiva. Con un dolor constante en mi trasero, llamé al can para pasarle la correa por su cuello y sacarlo a pasear.
Un mensaje de Lau me llega al celular, contándome que volvería hoy mismo por la noche, en vez del domingo.
El día se encontraba soleado y despejado, así que fuimos a la plaza donde me encontré nuevamente con Luis (aparece en el relato 7- Día libre). Solté a Godo para que juegue con los pocos perros de la plaza y nos quedamos charlando. La química que teníamos era notoria y no pasó mucho tiempo para que Luis me tenga a pocos centímetros, pasando una mano por mi cintura acercándome hacia él en un principio, hasta llegar a apoyar su notoria erección por sobre la costura de mi blanda calza elastizada. Nos abrazamos. Estaba mojadísima, levantándome en puntitas de pie para sentirla aún más en mi rajita, cuando Luis mueve su mano hacia su pantalón y empuja su pelvis mas profundo en mí. Nuestros cuerpos se frotaron varias veces hasta que comencé a sentir los claros contornos de su miembro duro y caliente muy detallada abriendo aún más el orificio de mi abierta vaginita. –“EY!” Al mirar hacia abajo noté que se había bajado la cremallera sacado su pene de entre el bóxer, depositando debajo mío la cabeza de su antigua verga de pelos blancos, sosteniendo el tronco con su mano libre, haciendo palanca quedando empalada, cuando me dice: “¿te gustaría tener experiencias con gente que sabe cosas al respecto que los jóvenes no conocen demasiado?” y volvió a unir nuestros cuerpos con su brazo, empujando con su antebrazo mi cola hacia su miembro el cual acomodó mejor su ancha cabeza entre medio de mis labios vaginales, llegando a sentir como se adaptaba en la entrada de mi conchita abierta, hundiéndola poco a poco más en mi interior. La calza cedió al máximo cuando sentí mi vagina explotar de calor –“aahhhh, Luis acá no!” y mirando hacia todos lados aleje su cuerpo con mis brazos y tape su erección de miradas indiscretas mientras se levantaba su cremallera. Al rato llamé a Godo y al llegar corriendo a mí, quiso lamerme en mi entrepierna pero lo saqué, para luego lamer algo debajo de mí. Vi que no tenia nada en la boca, así que despidiéndome de Luis, intercambiamos números telefónicos y quedamos en escribirnos.
Al llegar a casa prendí la pc y comencé a trabajar con las reuniones y demás. Asumí nuevos roles importantes en la empresa y a eso del comienzo de la tarde ya estaba libre de nuevo. Comenzaba mi fin de semana, si bien agotada, me encontraba muy feliz.
Ya vestida para la última clase de spinning, saludé a Godo y llegué al gym donde se encontraba Hector, el entrenador (capítulo 1 Julia y Godo). Nos saludamos afectuosamente y comenzamos la clase. Mi mente volaba, recordando todo lo que había sucedido en la semana y en mi despedida de Godo, sabiendo que al regresar, Laura estaría tocando mi puerta.
Al finalizar la clase de spinning, nos bajamos de las bicicletas y siempre vamos a otro salón donde previamente se dan clases de tae-bo y demás, para estirar. El lugar es bastante amplio y muy iluminado, como salgo sudada suelo llevar una toalla para secarme. Mientras estiraba mis piernas y demás, noto a Héctor mirándome mucho la entrepierna, así que algunas veces estiré de más para calentarlo.
Al despedirme de la clase y saludar a Héctor, me pide si no tengo unos minutos, así que espere que se vayan todos de la clase para cuando quedamos solos se me acercó y apoyando sus dedos en mi entrepierna me dice: – en que andas metidita que venís así al gimnasio? Querés que te la limpie? Sin entender mucho lo alejé y mirándolo raro me alejé. Estaba ya oscuro para ver qué tenía por la calle, pero ya en el ascensor, pude divisar notorias manchas de semen seco en toda la zona donde el anciano me había apoyado. De lo caliente que había estado en la plaza, no imaginé que era también porque me había acabado sin tanta presión y en tan poco tiempo de frotada. Me reí y entendí la excitación de mi entrenador. Al final resultó que el anciano había acabado en mi, y eso fue lo que Godo lamió en el suelo del parque.
Al llegar, fue tal cual lo imaginé, Laura se encontraba parada tocando la puerta de mi departamento y ahí fue que nos saludamos, de lejos porque estaba transpirada y con semen seco en la calza que ella me había regalado. Godo salió dando saltos y ladridos de alegría al verla. Le conté que se había portado muy bien y que estaría dispuesta a cuidarlo las veces que necesite. Aun cansada por la clase del gym, me acuclillé a abrazar al can y darle un beso en sus mofletes. – “Chau Godo, hasta la próxima” y él ladrando se fue tras Lau.
Al entrar al departamento, pude ver otra de las misteriosas cartas en el suelo, al parecer un admirador secreto…
Fin de la saga con Godo, espero que les haya gustado tanto como a mí. Estoy dispuesta a que me cuenten qué les pareció ésta fascinante aventura que me tocó vivir, y por qué no, contarme cuál fue su relato preferido de los 10.
Gracias por la buena onda que le fueron poniendo desde el día 1 para que siga y finalmente termine la historia. Ojala me llenen de muchos comentarios, ya que soy fana de lo que escriben.
Lamidas en donde más les guste.
Julia.