Julia - una vecina amable

Julia demostro ser buena anfitriona. Sus gemidos se convertían en gritos y, por un instante me preocupe de que alguien viniera a ver lo que pasaba.

Como ya han podido apreciar en otros relatos (Raquel, Jessica) vivimos en un barrio donde hay muchas parejas jóvenes de recién casados. Algunos ya empiezan sus familias y otros ‘trabajan duro’ para lograr tener una.

Es esto lo que hace vivir aquí excitante. Muchos de estos muchachos viven su amor libremente, con pocas inhibiciones y mi esposa y yo hemos venido sabiendo como aprovechar ciertas situaciones para mantener nuestra vida sexual a lo máximo.

La historia que relato a continuación sucedió hace unos meses en una reunión que asistimos en casa de nuestro vecino Bobby. Su mujer, Julia es una rubia de estatura mediana, ojos azules cielo y un cuerpo escultural. Sus tetas son más bien grandes y bien entonadas. Me encanta verlas cuando trabaja en el jardín y suele vestir camisetas de algodón que las deja lucir cuando se moja por el sudor.

Julia tiene unas piernas maravillosas. Son bien torneadas con muslos bien desarrollados. A menudo he pensado que si me prensaran entre si, seria difícil respirar…Y su culo, ni hablar. Hace un excelente complemento al resto de su cuerpo.

Bien, esta reunión estaba bien amenizada. Habría algunas quince personas que disfrutaban de bebidas, comida a la parrilla y buena conversación. Algunos se reunían en la cocina y otros en el patio de la casa, junto al asador. Ya pasadas unas dos horas, el licor empezaba a surtir su efecto y las conversaciones y los chistes subían en temperatura.

Julia salió al patio, a reunirse con nosotros. Se sentó directamente enfrente de mí. Lucia un vestido veraniego, de esos sin tirantes, detenido en su lugar por sus lindas tetas y sus pezones muy erguidos. El vestido era ligero, como de algodón y al sentarse y cruzar sus piernas, el vestido se levantaba suficientemente para revelar sus bien torneados muslos. Desde mi percha, podía ver casi hasta su nalga derecha.

De repente ella noto como mis ojos eran atraídos hacia su muslo. Me hizo una pequeña sonrisa y no mucho después cambio de pierna. Al hacer este movimiento, que sucedió como en cámara lenta, me permitía ver que no llevaba panty puesto y que su panochita estaba bien cuidada…parecía estar rasurada por completo! Ahora tenía una misión: comprobar si ere verdad o solo un suponer mío.

Pasadas un par de horas, los invitados empezaban a marcharse. Solo quedábamos nosotros, Bobby y Julia, y su hermana Mary (esta es otra historia) y su novio Joe. Mi esposa se disculpo para ir a casa por unos minutos pues esperaba una llamada importante de su hermana. Seguimos bebiendo y platicando un rato. Bobby ya estaba muy tomado y parecía querer dormirse.

Me dio por ir a orinar y pregunte por el baño. Julia me dijo que era mejor que usara el de la planta alta; que ella me guiaría hasta el. Subimos las escaleras, Julia por delante. Me deleite al ver su culo frentito a mí. Observe su vaivén al pisar cada escalón y para facilitar su subida, Julia recogía las orillas de su falda exponiendo medio muslo. Casi podía ver la orilla inferior de sus nalgas – o seria mi imaginación?

Llegamos a donde el baño y me indico con su dedo que entrara allí. Se agacho para sacar una toalla de manos y, al hacerlo, me volvió a ensenar sus muslos que ahora deseaba tocar. Mi verga ya estaba dura. Me atreví a decir al tiempo que me daba la toalla:

Perdona la pregunta Julia pero…te depilas tu panocha?

Hay Miguel…que pregunta…si lo hago, como todas las mujeres.

No, no todas lo hacen. Más directamente, te lo rasuras todo? Esta liso?

Oye, y como sabes si lo hago o no? Acaso Bobby te ha comentado algo?

No, Julia. Es que alance ver algo cuando estábamos sentados allá afuera.

Que vergüenza. No sabía que lo había ensenado.

Al grano, Julia. No me dejarías verlo? He tratado de hacer que mi mujer se lo haga y no la puedo convencer.

Mira, Miguel. Nada mas porque Bobby no me ha tocado ya hace un par de meses te lo enseno. Nada más por eso.

Se levanto el vestido hasta la cintura y comprobé que si estaba bien rasurada su panocha. Tal vez por el tono de la conversación se estaba excitando pero lo note brillante, hinchado. Sus labios exteriores eran algo gruesos, pero lo que mas me gusto es que sus labios internos se asomaban un poquito y hay estaba su clítoris, también erguido por la calentara que ya se sentía.

Me permites tocarte? Se ve delicioso. Parece tu Monte de Venus como la colita de un bebe. Se siente igual?

Me estas excitando con tus comentarios. Puedes tocarlo pero hazlo rápido. Alguien puede venir.

Se recargo contra el lavamanos y me ofreció su panocha. Me arrodille frente a ella y acerque mi mano para tocarla. Si que se sentía lisita, tal como la piel de un infante. Note que al hacerlo, Julia cerro sus ojos y dejo escapar un pequeño gemido. Su cabeza se echaba hacia atrás y también arqueaba su cuerpo.

Me avente a pasarle mi mano por su raja y el contacto con su clítoris la puso a mil.

Miguel, ahora tienes que terminar lo que empezaste. Hazme venir!

Con mis dedos separe sus labios exteriores y recorrí su raja de arriba abajo con mi lengua. Succione un poco su clítoris y los gemidos continuaban pero ahora con mas volumen. Introduje un dedo en su agujero, luego dos. Comencé a moverlos como si fuera una verga. El vaivén de la penetración, combinada con la embestida de mi lengua surtió su efecto muy pronto.

Miguel, que rico. Hace mucho que nadie me hacia esto. Ahhh! Sigue, sigue que exploto. Cógeme con tu lengua. Mi panocha es toda tuya!

Saque mis dedos de su agujero e introduje mi lengua. La metía y sacaba lo mas profundo posible. Sus gemidos se convertían en gritos y, por un instante me preocupe de que alguien viniera a ver lo que pasaba.

Miguel, me vengo. Ahhhh! Me vengo. Ahhhh!

Julia exploto. Sus jugos corrían por mi lengua que trato de consumir en su totalidad. Su sabor era almendrado. Más bien dulce que salado. Que rico sabía esta mujer. Su cuerpo no dejo de temblar por muchos segundos. Con sus manos, me detenía la cabeza en posición. No dejaba que me escapara. Me tenia de prisionero en la mas deliciosa de las cárceles.

Finalmente me soltó. Me levante y le asegure que me había gustado mucho. Le daba mi aprobación por lo del depilado.

Espero que no sea la última vez. Ahora tengo que bajar a atender los invitados. Dijo Julia.

Dejo caer su falda a su posición normal y salió. Yo me quede en el baño, cerré la puerta y me hice una paja para relajarme. Cuando baje a ‘la fiesta’, me di cuenta que Bobby, su marido se había quedado dormido sentado en el sofá. Ni cuenta se había dado. Mary y Joe habían desaparecido.

En eso entro mi esposa y noto que todos se habían ido ya. Entre los tres recogimos las botellas vacías y las latas de cerveza también vacías. En unos minutos acabamos de limpiar el patio y el área del comedor. Nos despedimos de Julia con un beso en la mejilla y antes de partir dijo:

Ustedes son los mejores vecinos que he tenido. Gracias por ayudarme. Cuando gusten pueden venir a mi casa y nos divertiremos lo mismo o más de lo que fue hoy. No se imaginan lo satisfecha que he quedado con este evento!

Me entere un par de días después que Mary y Joe, al oír los gemidos de Julia, habían decidido irse para tener su propia sesión de amor en su casa. Los habíamos puesto tan cachondos que no pudieron esperar a que bajáramos.

Seguro que habría otras oportunidades de descubrir más sobre Julia y sus necesidades