Julia, santa y mártir (y 22)

Detallado relato del martirio y crucifixión de Julia.

Capítulo 22- Julia ¿santa y mártir?

La noche antes de su martirio fue larga y horrible. A pesar de que muchos soldados y gladiadores pidieron entrar en la mazmorra de Julia para pasar la última noche con ella, Sifax se lo impidió por expreso deseo del pretor.

De este modo, las dos condenadas quedaron a solas, una en brazos de la otra y nadie las violentó. Eso tranquilizó algo más a Varinia que prácticamente había quedado muda pues su lengua se había hinchado por la aguja candente. Fue Julia la que la consoló.

  • Querida Varinia, no tengas miedo al dolor, tu cuerpo no ha de preocuparte más, sólo tu alma importa. Mañana afronta tu martirio con dignidad y ganarás el cielo,  ambas estaremos juntas en el paraíso para siempre.

Más tranquila Varinia consiguió dormir algo, entonces Julia la dejó por fin, grabó  con una piedra una cruz en la pared y poniéndose de rodillas delante de ella, se puso a rezar.

La joven mártir pidió fuerzas a Dios para afrontar el suplicio.

  • Ayudame señor, en medio del tormento que mi boca no te niegue como hizo Pedro, yo intentaré soportar la tortura en silencio para dignificar tu sagrado nombre…

La pobre muchacha oró toda la noche velando el sueño de Varinia mientras oía los lamentos de sus hermanas crucificadas en la arena.

A la mañana siguiente los guardias no se hicieron esperar tanto tiempo como el día anterior y fueron a buscarlas poco después de amanecer. Se oyó el ruido de los cerrojos y las dos muchachas se abrazaron muy fuerte jurándose que no las separarían. Sin embargo venían cuatro guardianes y no les costó mucho hacerlo. En lugar de a las dos, sólo se llevaron a Varinia y dejaron sola a Julia en la mazmorra.

Minutos después la joven mártir oyó el inconfundible chasquido del látigo golpeando contra la piel y los lamentos de Varinia ahogados seguramente por una mordaza.

Julia contó los latigazos mientras se hincaba las uñas en las palmas de la mano, ¡57!. Casi le dolían tanto como a su amante. Con los últimos cinco o seis Varinia dejó de gritar pues probablemente se había desmayado, y Julia respiró.

Pasaron unos minutos más y entonces sonaron una serie de golpes metálicos y nuevamente los gritos de la pobre Varinia.

  • La están crucificando, Dios mío, la están crucificando, pobre Varinia, amor mío, dijo Julia para sí y con lágrimas en los ojos se arrodilló y se puso a rezar otra vez ante la cruz para que al menos su amante muriera pronto y no sufriera demasiado.

Como había ocurrido la mañana anterior, Julia aún tuvo que esperar varias horas hasta que vinieron a buscarla a ella, desde luego no antes de que el numeroso público entrara a ver el espectáculo y se acomodara en sus asientos.

Tras eso empezaron los combates entre los gladiadores,… el chocar de las espadas,… los bufidos de los combatientes en pleno esfuerzo,…..y por último los gritos de los heridos y de la gente emocionada por la lucha. Cuando por fin caía uno al suelo, el pueblo pedía que muriera o viviera dependiendo de cómo había luchado y en esos casos Galba siempre hacía caso de las peticiones de la multitud por lo que en todas las ocasiones acababa vitoreado por ésta.

Cuando terminaron los combates, llegó por fin el ansiado momento de la ejecución pública de Julia. La plebe estaba expectante pues todos la consideraban aún una noble y rica heredera aunque el juez la hubiera despojado de todo y la hubiera convertido en una esclava. A la gente le daba mucho morbo que fuera tan joven y bella, pero también que hubiera decidido entregarse voluntariamente.

  • Me han dicho que ella misma pidió ser crucificada por su religión, dicen que es una santa, comentaban entre sí las mujeres del público.

  • No es una santa, es sólo una zorra masoquista, conozco a muchas de esas, pero hay que reconocerle que tiene valor, la mayor parte no se hubiera atrevido.

  • Los guardias dicen que cuando la violaban en las mazmorras del pretorio no se resistía demasiado.

  • Yo la vi el otro día en el foro y la muy zorra tuvo un orgasmo mientras la torturaban.

  • Espero que grite como una cerda en la cruz, he pagado una pequeña fortuna para poder verlo.

Mientras la gente se acomodaba, el propio centurión Quinto fue a buscar a Julia acompañado por dos esclavas y varios guardias.

  • De pie cristiana, ha llegado tu hora.

Los guardias la ataron de una viga con los brazos en alto  y las piernas separadas mientras las esclavas la limpiaban a conciencia.

Luego le quitaron los anillos de los pezones y del clítoris y atándole las manos a la espalda por muñecas y codos le pusieron un dogal y el propio centurión la llevó a la arena.

Cuando la joven aparecio ante el público se levantó un amplio griterío de júbilo que le acompañó en su camino hacia el lugar del suplicio.

Para ello Julia tuvo que cruzar el bosque de cruces y pudo ver de cerca a muchas de sus hermanas en la fe  sufriendo el espantoso  tormento de la cucifixión con el rostro desfigurado de dolor o pidiendo piedad.

  • Re….za por…. mí ….noble Julia… reza para que ….el señor me lleve ….cuando antes.

  • Por favor, ….haz que acaben mis sufrimientos,…… no puedo más.

  • Bajadme de aquí…por favooor.

  • Intercede por mí ante nuestro señor,…… santa y mártir,….. haz que me acoja en su seno.

Mientras cruzaba entre los estipes, Julia no se atrevió a mirarlas a la cara y menos cuando no podía cumplir lo que le pedían tan desesperadamente. La joven se dio cuenta con horror de que delante de cada dos cruces habían colocado un brasero y dos verdugos se encargaban de cada uno avivando las brasas con fuelles e introduciendo esos odiosos instrumentos de tortura.

La mujer comprendió que esos crueles sayones  no estaban dispuestos a que las condenadas fueran muriendo sólo por agotamiento sino que harían que sus últimas horas en este mundo fueran las peores. Esa noche no había hecho demasiado frío de manera que todas las crucificadas habían sobrevivido para su desgracia.

Una vez llegó a primera fila, Julia pasó junto a las cruces más bajas. En una de ellas se encontraba Varinia a la que habían clavado sólo unos minutos antes. La muchacha aún lloraba desconsolada con los brazos solidamente clavados sobre su cabeza  y las rodillas dobladas y cerradas. A la joven ya le habían clavado varias agujas en las tetas y le habían colgado pesos del anillo que pendía de su clítoris. Junto  a ella había dos brutales guardianes que discutían entre sí sobre los instrumentos que iban a usar para seguir torturándola. Julia querría haber ido allí para consolarla pero los guardias se lo impidieron y la empujaron hacia delante.

Entonces cuando llegó frente al palco de honor vio lo que tenían preparado para ella y sintió un tremendo escalofrío de terror.

Por un lado allí estaba la cruz tendida en el suelo y junto a ella  el cornu. Como querían que su castigo fuera ejemplar, a Julia le reservaron un cornu distinto a las demás. Se trataba de un doble príapo de bronce que imitaba a la perfección dos penes humanos erectos con el glande y las venas en relieve, una auténtica obra de arte que había fabricado el mismo orfebre que diseño el de Helena. El dildo anal era recto, muy grueso,… enorme, mientras que el otro era largo y curvado y estaba lleno de pequeñas protuberancias. Julia sintió una enorme excitación al verlos, se imaginó sus dos orificios llenos por esos enormes falos e involuntariamente empezó a destilar líquido vaginal entre sus piernas.

Quinto sonrió al darse cuenta de la excitación de la joven y le pellizcó uno de sus pezones retorciéndolo con crueldad. Ella aguantó sin gritar.

Junto al dildo estaban los clavos, el mazo y una corona de espinas. Eran unos clavos largos y puntiagudos con la punta brillante pues los verdugos los habían afilado bien. Julia sintió un escalofrío al ver las agudas espinas de la corona pues la otra vez ya había experimentado su dolorosa punzada en la cabeza.

La joven comprendió que le esperaba un doloroso y largo martirio, sin embargo, antes de ser crucificada, iba a vivir un anticipo del infierno en la tierra pues también había una cruz en aspa encima de una pequeña tarima, sobre la cual le esperaban Sifax y los otros verdugos con los inevitables braseros  y sus juguetes para causar dolor.

Sin entender por qué, Julia sintió miedo pero también siguió muy excitada.

Ya en frente del palco de honor, la joven fue obligada a arrodillarse en señal de respeto y Galba se levantó alzando una mano y pidiendo silencio. Al verlo la plebe se fue callando y sólo entonces habló con voz potente pero pausada.

  • ¡Esclava!, has sido encontrada culpable de traición al César y a Roma, por eso has sido condenada a morir en la cruz…..un murmullo interrumpió sus palabras…..Sin embargo, sin embargo,….soy un hombre clemente  y estoy dispuesto a darte una última oportunidad en consideración a tu linaje y noble cuna.....Tras una pausa siguió hablando.  Si aceptas abjurar de tu fe aquí mismo y ahora….. y haces los preceptivos sacrificios al Divino  Emperador te librarás de la cruz y tu castigo se limitará a convertirte en mi esclava personal.

La joven se quedó petrificada, no esperaba que le fueran a dar esa gracia a esas alturas y por un momento dudó,…. Levantó la vista y volvió a mirar a los verdugos que aguardaban impacientes.... con unas sencillas palabras podría salvarse de una muerte horrible,…la tentación era muy grande…..

  • Vamos, decidete, ¿qué eliges?, ¿vivir o morir en la cruz?

Los miles de personas del público guardaban un silencio total. Muchos estaban decepcionados por la salida del pretor pues esperaban asistir a ese espectáculo desde hacía días.

  • Señor,… contestó Julia aún arrodillada, ser tu esclava sería la peor de las muertes y al menos quiero que mi sacrificio sirva como testimonio de la fortaleza de mi fe, por tanto….. apartate de mi Satanas…..deseo morir en la cruz como Cristo nuestro señor.

Un impresionante murmullo se levantó en el graderío e incluso algunos gritaron.

  • ¡Traidora!, ¡A la cruz con ella!.

  • Crucifícala verdugo.

El pretor volvió a levantar la mano.

  • Muy bien, tú lo has querido, tendrás la muerte que pides, ¡verdugo! cumple con tu obligación.

Y sonriendo como un diablo Sifax cogió a Julia del dogal brutalmente  y se la llevó pero no para empezar a torturarla inmediatamente sino para humillarla y degradarla antes.

Para eso se la llevó hasta donde estaban sus compañeras que empezaron a ser torturadas brutalmente.

Los verdugos ya estaban impacientes de empezar con ellas y sin esperar más órdenes se pusieron a darles latigazos con flagrum taxillatum. Algunos de esos látigos aparte de terminar en bolitas y huesecillos como era usual, tenían pequeños anzuelos y trocitos de metal cortante. A los pocos minutos de ser flageladas con esos látigos infernales las víctimas sufrían  horribles heridas de las que manaba y salpicaba sangre en abundancia. El público estaba sumido en una especie de locura sádica viendo cómo las pobres esclavas eran sometidas a tan brutal castigo sin parar de aullar de dolor y animaba a los verdugos a golpear más y más fuerte. Al de unos minutos algunas de ellas, las más afortunadas, ya habían expirado y colgaban de sus cruces goteando sangre.

Con las otras cambiaron de tercio y usaron tenazas candentes y  rastrillos con las puntas calentadas al rojo vivo con los que las desollaban lentamente. Gracias a que dichos rastrillos tenían mangos largos, los verdugos podían llegar a cualquier rincón del cuerpo de las crucificadas arañando con saña su piel y arrancándola a tiras literalmente.

A Julia la obligaron a ver de cerca cómo martirizaban a sus hermanas de esa manera tan inhumana pero también le obligaron a hacer el amor con ellas, concretamente a hacerles un cunnilingus. Una tras otra, por turno, los soldados les separaban las piernas y humillaban a la mártir obligándola a meter la cara en el sexo y chuparlo hasta que las condenadas tuvieran un orgasmo. Julia fue obligada a hacerlo hasta con doce mujeres distintas y luego la llevaron a patadas hasta donde tenían a  Varinia.

Allí vio la manera salvaje en que torturaban a su antigua esclava, pero antes la forzaron a hacer el amor con ella. La joven la besó y luego se arrodilló a lamer y chupar su sexo hasta que Varinia tuvo su último orgasmo. Entonces separaron a Julia unos metros y le obligaron a contemplar cómo le cogían pellizcos con tenazas candentes y le arrancaban trozos de carne incluidos los pezones. Luego le amputaron sus bellos senos arrancándolos con  la "araña", un espantoso desgarrador de senos de seis puntas.

La joven no murió aún pero entonces apilaron leña bajo sus pies, y tras huntar sus piernas con resina le prendieron fuego. Varinia expiró entre horribles alaridos, quemada viva ante los alucinados ojos de Julia.

Entonces se la llevaron hasta el podio donde iba a sufrir tormento y antes de proceder la violaron entre todos los verdugos delante de la gente.

  • Ya os lo dije, sólo es un puta.

  • Sí, se supone que una mártir cristiana tiene que resistirse más, mira cómo les ha chupado el sexo a sus compañeras, parecía disfrutar la muy zorra.

  • Ahora también mirala.

  • Bueno, yo tampoco rechazaría esas tres pollas en mis agujeros, los gladiadores siempre me han gustado, ja, ja.

Tras violarla repetidamente y echarle un baño de esperma la ataron a la cruz en aspa con brazos y piernas bien estirados y ofreciendo la espalda al verdugo. Una vez maniatada Sifax le dio de beber. Julia sabía perfectamente que le ofrecían un cóctel de estimulantes para que permaneciera consciente durante la tortura pero a pesar de eso no se negó, en realidad no le hubiera servido de nada hacerlo.

Hecho esto empezaron a torturarla sin piedad.

Al principio la flageló un solo verdugo la espalda y el culo con un látigo de punta bífida. Los latigazos impactaban sonoramente en su redondo trasero y aunque Julia aguantó en silencio con los primeros latigazos, luego empezó a gemir y terminó lanzando alaridos y gritos incomprensibles. Sifax y los otros se sonrieron satisfechos viendo cómo se retorcía como una anguila, impotente e indefensa ante los dolorosos picotazos del látigo e intentando soltar sus ligaduras inútilmente.

  • ¿Disfrutas mi ama Julia?

  • Vamos, dale en esas nalgas tan redondas, me gusta el sonido del látigo contra su culo.

Los latigazos le golpeaban en los mofletes del culo que apenas temblaban pues Julia los tenía temblados y tiesos como una niña. A los hombres se les puso dura como una estaca cuando oyeron sus lamentos.

Luego de cuarenta latigazos en la espalda le dieron la vuelta y le flagelaron por delante dos verdugos a la vez con látigos de ásperos nudos. Los hombres le daban los latigazos alternativamente desde los muslos a las tetas. Julia quiso también mantener la compostura el mayor tiempo posible pero ante tal castigo no pudo hacerlo mucho tiempo y tras reprimir sus gritos durante tres o cuatro latigazos, empezó a aullar y a llorar a voz en grito.

  • En las tetas, verdugo , dale en las tetas.

No hacía falta que le animaran mucho  pues a Sifax le gustaba ver cómo le bailaban sus redondas tetas cuando las puntas del látigo tropezaban con ellas. Además Julia tenía los pezones gruesos y duros por efecto de los latigazos y estos dolían como el infierno cada vez que se los herían.

Los insistentes latigazos, más de setenta, le dejaron la parte frontal de su cuerpo enrojecida y con múltiples marcas rojizas. Lo siguiente fue frotarle la piel con esponjas empapadas en agua salada con vinagre. Al hacerle esto la joven aún gritó más fuerte  pues sentía su piel arder como si le hubieran puesto antorchas.

  • Mírala, ya está gritando como una cerda, eso es lo que querías ¿no?

  • Sí, pero aún gritará más con los hierros, mira las brasas incandescentes, esos hierros ya están al rojo vivo.

Como decimos los látigos y la sal le quemaban como antorchas y de hecho, ese fue su siguiente tormento pues los verdugos le pasaron teas impregnadas de pez ardiendo por todo el cuerpo dejando que la llama lamiera su piel sin llegar a quemarla. Tras el fuego le aplicaron hierros candentes en diferentes parte del cuerpo.  Perdida toda dignidad y sin poder soportar un minuto más esos infernales suplicios Julia aullaba como un animal herido  cada vez que le tocaban con los hierros en su sensible piel. El metal candente siseaba terriblemente alcontacto con la piel y ese ruido se confundía con los alaridos de la condenada. Los verdugos le aplicaron los hierros por todo el cuerpo y especialmente las partes más sensibles y lo hicieron despacio durante un par de horas tomándose su tiempo entre hierro y hierro.

  • Divina Venus, mírala cómo sufre, dijo una de las mujeres metiéndose la mano entre sus faldas, esto es más excitante que las luchas de gladiadores.

Otras mujeres hacían el amor con sus hombres y no faltaban las que exhibían sus propias tetas y se retorcían los pezones con los dedos en un simulacro de tortura.

Galba sonreía satisfecho, sos juegos tardarían en ser olvidados.

Tras dos horas probando la terrible mordedura de los hierros Julia estaba agotada y colgaba de sus ataduras como muerta. Sifax creyó que había llegado el momento de crucificarla, pero antes mandó que la revivieran echándole cubos de agua fría.

  • Es increible cómo resiste consciente el suplicio, comentó al senador Galba que no perdía detalle.

  • Ese Sifax es un maestro, añadió Gallo, veamos cómo la crucifica.

Cuando le soltaron las ataduras Julia cayó al suelo desfallecida y entonces la llevaron en volandas hasta la cruz. Dado que estaba agotada creyeron que no podría ejercer mucha resistencia así que ni siquiera hizo falta atarla, la cogieron entre cuatro guardias, uno de cada brazo y uno de cada pierna.

  • Esto era lo que querías ¿no zorra?, le dijo Sifax mostrándole un largo y grueso clavo negro y diciendo esto le colocó la punta en la entrada del túnel carpiano con el hierro inclinado unos 45 º.

Al ver que iba a golpear con el mazo Julia volvió la cabeza y justo en el momento en el que se oyó un sonido metálico un terrible relámpago de dolor le vino de la muñeca derecha.

  • IIIIIAAAAYYY

La joven gritó de dolor y como reacción levantó la cabeza de la madera de la cruz.

  • Duele, ¿verdad?, pues esto no ha hecho más que empezar.

KLANG

  • AAAYYYYYYY

KLANG, KLANG, KLANG.

  • AAAAYYYY, NOOOO,PIEDAAAAD

  • No hay piedad para ti traidora cristiana.

Y pasando al otro brazo le clavó la segunda muñeca con una habilidad suprema, Sifax nunca fallaba y taladraba con diabólica precisión el tunel carpiano. Nunca rompía huesos ni derramaba más sangre de la necesaria.

Cuando terminó de meter el segundo clavo hasta la cabeza el verdugo se levantó sudoroso para apreciar su obra. La joven Julia yacía sobre la cruz con su cuerpo desnudo y cubierto de marcas de latigazos y quemaduras, tenía los dos brazos extendidos y sólidamente clavados a ambos extremos del patibulo y su rostro estaba cubierto de lágrimas. De pronto vio cómo el cruel verdugo se sacaba su enorme miembro y se masturbaba.

  • ¿No le quitas ojo a éste eh cristiana? Ahora verás, lo vas a probar por última vez.

Y acostándose sobre ella empezó a penetrarla a medio crucificar.

Era el colmo de la humillación y la perversidad, follarla mientras la ejecutaba de esa manera tan cruel. Esos desalmados no tenían conciencia y descargaban sus más bajos instintos sobre las mártires cristianas que se sacrificaban por su fé.

El público coreó las embestidas de Sifax entre las piernas de Julia e inopinadamente otro verdugo se animó y la empezó a penetrar por la boca.

  • Así, así follad a esa puta, gritaban las mujeres indignadas desde las gradas

Los hombres se fueron turnando entre sí y no pararon hasta echar su simiente sobre el cuerpo desnudo y herido de Julia o dentro de su boca.

Finalmente tras una docena más de violaciones el jefe de los verdugos pensó que ya habían follado bastante y se dispuso a clavarle los pies.

Los clavos de los pies fueron mucho más dolorosos que los de las manos. Con la precisión de un cirujano Sifax se los clavó exactamente entre el segundo y tercer metatarso en el punto donde éstos se empiezan a separar.  Este detalle convertiría la crucifixión en una antesala del infierno como la joven mártir no tardaría en comprobar.

Los clavos de los pies rompieron nervios más sensibles. A cada martillazo Julia arqueaba el cuerpo sobre la cruz y gritaba como una loca. Estaba tan fuera de sí que de su boca salieron insultos y maldiciones hacia sus verdugos y luego se golpeaba la cabeza contra la madera, pero no perdió la consciencia. Cuando terminaron de clavarle los pies Sifax se aseguró que los tenía bien fijos y entonces se levantó en un baño de sudor y ordenó que levantaran la cruz.

Era el momento culminante del martirio y para ello se empeñaron ocho soldados que cogieron el madero de los extremos del patibulum, la punta, el centro y la base del estipe.

Entre maldiciones y resoplidos los soldados se emplearon a fondo para levantar el pesado madero mientras Sifax les daba instrucciones nervioso. El verdugo quería que la cruz quedara derecha y bien plantada.

Entonces Julia experimentó cómo su cuerpo se desequilibraba y empezaba a deslizarse por el plano inclinado del estipe. Su trasero ya herido por los latigazos se raspó contra la rugosa madera y se clavó decenas de astillas. La joven gritaba con la cabeza dirigida hacia el cielo pues todo el peso de su cuerpo empezó a presionar brazos y pies contra los clavos haciendo que sus nervios expuestos mandaran a su cerebro cientos de señales dolorosas.

La cúspide de la cruz superó la diagonal y los verdugos se tuvieron que ayudar de pértigas para enderezarla pues ya no llegaban con las manos.

  • IIIAAAYYYYY

La muchacha no paraba de gritar ante ese intenso y creciente sufrimiento. Por un momento pensó que se iba a caer hacia delante pero los clavos lo impidieron y todo su peso repercutió sobre sus muñecas. La chica pensó que se le desgarraban y rompían y volvió a gritar.

De pronto la base de la cruz entró en el profundo hoyo que habían excavado y con una violenta sacudida cayó hasta el fondo. El madero estuvo a punto de caer hacia delante pero Sifax acudió prestó para ayudar a sujetarlo. Entonces tras un ligero balanceo quedó perfectamente vertical.

Los soldados se apresuraron a calzar y asegurar la cruz. Para ello usaron cuñas de madera que introdujeron a martillazos y en los huecos echaron piedras y tierra que luego apelmazaron a pisotazos.

Hecho esto, sudorosos pero satisfechos se alejaron unos metros para ver su obra. Sifax sonrió con sadismo al ver el resultado. Muchas veces cuando crucificaba mujeres se lamentaba de que los magistrados se empeñaran en que estuvieran vestidas o al menos no totalmente desnudas con un taparrabos o algo así. Los muy hipócritas decían que así no se alteraba la moral ni las buenas costumbres.

En cambio a Sifax le gustaba que las mujeres estuvieran completamente desnudas en la cruz, sobre todo  si eran tan bellas como esa. Efectivamente el sensual cuerpo de Julia parecía aún más bello y atractivo en la retorcida postura en que la habían crucificado. El verdugo había tenido buen cuidado de situar los clavos en los puntos correctos de manera que la joven tendría que alternar entre dos posturas a cual más humillante y dolorosa. La primera opción era colgar completamente de los brazos estirados al extremo sobre su cabeza en forma de Y griega. La segunda era auparse sobre sus pies, poner derechas las piernas y dejar descansar los brazos y el torso pero a costa de insoportables dolores en los pies.

Ahora Julia permanecía quieta, su redondo trasero, sus muslos y caderas formaban un bello arabesco que constrastaba con la rigidez del palo del estipe y sus pechos redondos que no dejaban de temblar al menor movimiento parecían algo más grandes en contraste con su torso estirado donde se marcaban perfectamente las costillas.

Mientras la miraba, Sifax planificó mentalmente las torturas que le iba a aplicar. Había recibido la orden de ir despacio  y no apresurarse para que la cristiana viviera su martirio en toda su plenitud.... De pronto cayó en la cuenta que se habían olvidado de colocarle la corona de espinas y el titulus, por lo que ordenó a un soldado que trajera una escalera.

Mientras lo hacía escribió un títulus especialmente largo: “Julia Cristiana sufre ante vuestros ojos por traidora al César y al pueblo de Roma”.

Entonces subió personalmente por la escalera y le encajó la corona de espinas en la cabeza asegurándose que no se le caería.

  • Nos olvidábamos de tu corona, reina de las putas, disfruta de tu trono, ja, ja.

Las espinas se clavaron en las sienes y la frente y Julia gritó de dolor mientras pequeños regueros de sangre se deslizaban por su bello rostro, el cruel verdugo clavó el titulus y tras bajarse de la escalera hizo que la quitaran.

Por fin dejaron en paz a la joven mártir. Por supuesto a ella también la torturarían con tenazas candentes, flagrum  y garfios pero eso sería después. Antes había que dejarle que disfrutara de los “placeres” de la crucifixión unas horas.

Y así fue. Julia fue experimentando el suplicio poco a poco. A la humillación de permanecer desnuda e indefensa a esa altura delante de toda aquella gente y al intenso dolor de los clavos pronto se sumaron los terribles dolores en los hombros, la espalda y el resto de las articulaciones. Para responder a ellos la joven abandonó pronto su postura inicial y empezó a retorcerse en la cruz para regocijo del público.

  • Mira Claudia ya empieza el baile, dijo Sabina introduciendo los dedos bajo la tela de su vestido y acariciando su joven pecho.

La bella patricia sintió unas cosquillas muy agradables y respondió a Sabina dándole un beso en los labios.

-¿Y qué hay de tu sobrina Helena?

  • Aún vive, ahí está, mírala, he perdido la cuenta de todos los soldados y gladiadores que se la han follado esta mañana.

  • Ahora la están torturando con agujas y tenazas candentes ¿Has pensado algo más para ella?

  • Qué bien me conoces querida, le van a hacer lo mismo que a la esclava de esa Julia, les he dicho a los verdugos que embadurnen de resina sus piernas y el estipe y enciendan una fogata bajo sus pies. Pero lo harán cuando anochezca para que sirva de antorcha humana.

Las dos mujeres se besaron con pasióny siguieron disfrutando del espectáculo

Ese día no habría más gladiadores. El único entretenimiento era la tortura y muerte de las esclavas pero el público no se sintió decepcionado, al contrario.

Por primera vez Julia sintió la necesidad de ponerse de pie sobre la cruz cuando llevaba cerca de una hora colgando de ella.  Cada vez le costaba más llenar sus pulmones de aire. La postura forzada comprimía su diafracma y sentía que tenía que ponerse de pie y apoyarse sobre sus pies.

Temblando de dolor lo intentó con todas sus fuerzas y mientras doblaba los brazos intentó poner las piernas derechas. Entonces un horrible dolor le vino de los cuatro clavos y especialmente de los pies. A esar de eso y temblando y llorando volvió a intentarlo. Al verlo el público le animó que lo hiciera entre gritos y burlas.

  • Vamos cristiana, ponte de pie

  • Sí, así estarás más cerca de tu paraiso, ja, ja.

Julia siguió reptando y reptando desesperadamente  y al final consiguió ponerse derecha sobre la cruz y respirar libremente. Eso le valió el aplauso de la gente, pero como solían hacer en estos casos empezaron a contar a coro los segundos que la joven iba a poder permanecer en esa postura. Efectivamente Julia sólo soportó unos treinta segundos. Los clavos de los pies sobre los que recaía todo el peso de su cuerpo hacían de cuña y se clavaban entre los metatarsos provocando un dolor espantoso. De hecho todo su cuerpo temblaba, los tendones del cuello estaban tiesos y de sus ojos enrojecidos no dejaban de caer lágrimas.

Finalmente la joven se rindió y se dejó caer a lo largo del madero volviendo a rasparse la espalda semidespellejada y clavándose más astillas.  Un falso grito de decepción salió de muchas gargantas e incluso algunos se rieron de ella. A lo largo de la hora siguiente Julia consiguió ponerse de pie un par de veces más y respirar a pleno pulmón, pero llegó un momento en que no podría hacerlo más. Si le dejaban así sólo tardaría un par de horas más en morir de asfixia.

  • Ponedle el cornu ordenó Sifax, y entonces le clavaron el doble cornu un poco por encima de la cintura.

Al principio la joven no quiso introducirse esos humillantes falos en sus orificios por lo que arqueó su cuerpo delante de ellos. Lamentablemente para ella no podía situar sus muslos o nalgas sobre ellos y tampoco podía sentarse a horcajadas pues no había suficiente espacio.

  • Vamos, zorra cristiana, si quieres respirar algo mejor tendrás que meterte eso por el culo y por ese coño de puta que tienes siempre mojado.

Efectivamente el verdugo no mentía y Julia comprendió que era lo único que podía hacer así que se esforzó por reptar otra vez unos centímetros, pero ya no podía, no tenía suficientes fuerzas.

  • A..ayúdame.

  • Si quieres que te ayude tendrás que pedirlo bien, zorra.

  • Ayudame,..por…favor…

  • No, no me refiero a eso, quiero que me lo expliques bien. Sifax miraba a los otros sonriendo.

  • Ayudame a sentarme sobre…sobre eso..

  • ¿Sobre qué?

  • Sobre el …..cornu

  • Pero te lo tendrás que meter en algún sitio, no puta?, dímelo.

  • Ayudame a meterme el cornu por el culo….por favor.

  • Ja, ja a sus órdenes mi ama.

Y cogiéndole de la cintura la aupó lo suficiente  y con mucho cuidado le ayudó a meterse el dildo anal por el culo y el otro por el sexo dejándola caer poco a poco.

Lo que ocurrió entonces se la hubiera puesto dura al más anciano de los senadores.

  • AAAAHHH

Julia lanzó un gemido mezcla de dolor y placer y se quedó sentada con sus dos orificios llenos y cedidos por esos penes monstruosos. La joven se quedó con los ojos entrecerrados y la boca abierta. Poco a poco sus pezones se pusieron duros y su clítoris se engrosó. De pronto una película de orina se deslizó por el dildo y la madera.

  • Por Júpiter, está teniendo un orgasmo, dijo Sifax maravillado.

Era verdad, Julia se estaba corriendo y su rostro reflejaba una ambigua expresión de placer y sufrimiento. De todos modos no sería la última  vez que iba a correrse ese día.......

Llegaron las horas centrales del mediodía y con el sol en lo alto se interrumpieron los juegos, Julia iba a conocer de primera mano lo que sus hermanas llevaban soportando uno y dos días. De hecho, algunas como Alba estaban ya medio muertas y expiraron en las horas siguientes.

Julia sintió que todo su cuerpo ardía en ese horno bajo un cielo de justicia sin una sola nube y sin una brizna de aire. Casi cuarenta grados centígrados al sol, las figuras del fondo del anfiteatro se disolvían entre el aire caliente que ascendía del suelo. La sed atenazaba su garganta de una manera horrible y esa vez nadie dio agua a las condenadas. Eso contribuyó también a que muchas murieran deshidratadas.

Por su parte, Julia empezó a marearse y perder la visión ante ese horrendo calor. Sus labios resecos imploraban por un poco de agua pero su voz era ya inaudible y nadie la hacía caso.

El dolor de cabeza era terrible y la piel no desollada por el látigo estaba quemada por los rayos solares. Decenas de  moscas no la dejaban en paz, pero ella ya no tenía fuerzas para rebelarse o espantarlas. Dolores insoportables venían de todas las partes de su cuerpo, pero ella ya no podía ni llorar ni protestar.....

Desde su cruz la joven veía a sus hermanas sufriendo como ella ese horrible tormento mientras otras colgaban de los clavos inermes,... probablemente habían muerto. También veía al público en la grada, protegido del sol por los toldos y comiendo y bebiendo tranquilamente.

Muchos la miraban y la señalaban con el dedo, seguramente se reían de la doble penetración que sufría con esos monstruosos penes y de que ella sintiera cierto placer cada vez que se movia penetrándose con ambos a la vez. La joven intentaba mantener sus piernas juntas para no mostrar demasiado su sexo pelado, pero no siempre era posible y entonces todos se reían al ver sus labia brillantes y su clítoris engrosado y duro.

Las horas pasaron y la joven perdió la noción del tiempo……

De  pronto  sintió que el dolor remitía y sintió un extraño alivio. De hecho,..... el dolor fue desapareciendo por segundos,…. ya no le dolían los brazos, ni la espalda, ni las quemaduras ni las heridas del látigo, nada. Julia dejó de tener sed e incluso sintió que podía respirar libremente,….sin embargo, ya no respiraba.

No entendía nada, de pronto se encontró a sí misma en un lugar extraño,…. ya no colgaba de la cruz,…se miró las manos,… ya no tenía las heridas de los clavos. ¿Qué estaba ocurriendo?

  • Julia, Julia.

De repente oyó una voz que la llamaba desde un lugar inconcreto.

  • Julia.

  • ¿Eres tú mi Señor?

Las palabras le salieron sin querer, entonces ella se dio cuenta de todo…. ya había muerto.

  • Sí Julia ….soy tu señor…. y tu juez.

La joven sonrió, .....todo había pasado, su martirio había terminado y estaba  muerta. Ahora se encontraba en su ansiado paraíso ante la presencia de Dios.

  • Mi dulce señor.

  • No me hables así, he dicho que soy tu juez y voy a juzgarte ahora mismo.

  • Sí, mi señor, perdóname ansiaba tant entrar contigo en el cielo.

  • No irás al cielo, Julia.

  • ¿Qué?, ¿dices que no iré al cielo?, pero yo creía…

  • NO, tu alma se ha condenado, irás al infierno por toda la eternidad.

  • ¿QUUUEEEE? Pero, pero señor, me he sacrificado por ti y he aceptado morir en la cruz como tú, para dar prueba de la fuerza de mi fe. Yo…

  • Mientes, no lo has hecho por mí,.. lo has hecho por ti,…. Te has entregado a los paganos sólo para satisfacer tu lujuria, además has sido débil y al final has cedido a los deseos de tus verdugos y te has solazado con ellos pervirtiendo tu pureza y castidad. Incluso has disfrutado de tus bajas pasiones ahí en la cruz, todos lo han visto, deberías avergonzarte, sólo eres una sucia zorra.

  • Sí, mi señor, eso es cierto, pero,….pero ten piedad de mí, he sido buena con mis hermanas y las he consolado, yo….

  • No me interrumpas. También has tenido relaciones contra natura con tu propia esclava y la has arrastrado al martirio. Ella también se ha condenado.

  • Pero señor, señor, por favor.

  • No Julia, no eres santa ni  mártir sino una puta y una perdida. No quiero en mi reino sucias masoquistas como tú. Te abandono a tu suerte, alma condenada, ahí llegan tus nuevos dueños, míralos.

Y Julia sintió como varias garras monstruosas la agarraban y la arrastraban a los abismos.

  • NOOOOOOO, NOOOOO DIOS MÍO NO ME DEJES, NOOOOO.

Esos diablos o lo que fueran la arrastraron hasta un lugar horrible, una inmensa cueva incandescente en la que hacía tanto calor como en la olla de un volcán en erupción. De pronto como por arte de magia la cueva se convirtió en una horrenda cámara de tortura donde otras mujeres desnudas sufrían tormento en el potro, empaladas o en calderos de agua hirviendo.

Mientras la arrastraban por la cámara de tortura la joven vio a decenas de diablos ensañándose en sus víctimas y follándolas con sus penes monstruosos y llenos de pinchos o serpientes que parecían vivas.

Entonces la llevaron al lugar donde la iban a torturar y Julia gritó despavorida.

  • NO OTRA VEZ NO, ESO NO, POR FAVOR.

Nuevamente Julia vio la cruz, los clavos y la corona de espinas, esos seres infernales la iban a crucificar otra vez pero ahora por toda la eternidad.

Los diablos la acostaron sobre la cruz venciendo su resistencia y volvieron a clavarla las muñecas y los pies, sólo que ahora los clavos dolían mucho más que la primera vez.

Una vez con la cruz derecha apareció un ser monstruoso, otro diablo más grande que los demás se colocó delante de ella.

  • Hola Julia, ahora eres mía para siempre, ja, ja, yo seré tu señor a partir de ahora.

El ser se quitó la capucha y bajo ella apreció la cara de Sifax pero mucho más horrible que en la realidad. Tenía la cara blanca llena de pústulas y los ojos sin pupilas, como muertos, en su frente se destacaban dos incipientes cuernos y de su boca se escapaba un aliento hediondo.  De pronto Julia miró entre sus piernas y vio un enorme pene curvo enrojecido como un hierro al rojo. El diablo se puso entre sus piernas y la penetró mientras ella pedía piedad a gritos. Entonces el pene fue penetrando su sexo y quemando todo a su paso provocando horribles dolores……

  • IIIIIAAAAYYYYYYY, NOOOO, PIEDAD, QUEMA MUCHOO

Juia despertó en ese mismo instante..... Aún estaba en la cruz y todo el cuerpo dolía horriblemente

  • ¿Dirías que se ha corrido, Sifax?

  • Sí, yo creo que ha tenido un sueño húmedo, mírala aún se frota el sexo contra el cornu.

  • Crucificada y con sueños eróticos, es una verdadera puta no hay duda.

Julia les miró confundida desde lo alto de la cruz  y tardó unos minutos en comprender lo que había pasado, todo había sido un sueño.

  • Dale de beber, dijo Sifax, aun tiene que durar viva unas horas más.

El otro levantó una esponja hasta su boca con ayuda d eun pilum y Julia bebió de la esponja empapada todo lo que pudo hasta que se la quitaron de los labios.

Entonces miró hacia abajo y vio cómo otros verdugos traían algo para ella que le provocó un escalofrío de terror. Era un brasero lleno de carbones incandescentes que los hombres traían en angarillas y metidos entre las brasas estaban los hierros con los que habían estado torturando a las otras…...

  • Bueno cristiana, espero que estés preparada para lo que te espera, vamos a hacértelo mas lento que a las otras, te va a dar tiempo mil veces de arrepentirte de que tu madre te echara al mundo...

La espantosa tortura duró tres horas más y Julia murió en la cruz doce horas después devorada por los pájaros. Durante el horrible suplicio que sufrió fue lacerada por tenazas candentes, latigazos y desollada por los garfios.  En los pocos instantes que pudo coordinar su pensamiento la joven no tuvo esa certeza anterior de que todo eso le llevaría al paraíso.

Esa noche de pesadilla iluminada por sus hermanas convertidas en antorchas Julia se preguntó si al final no sería ni una mártir ni una santa. Quizá no lo era y todo aquello no sería sino la antesala de la condenación eterna.

Fin