Julia, santa y mártir (21)

La crucifixión masiva de más de cincuenta esclavas cristianas y otras espeluznantes torturas ponen fin al segundo día de los juegos

Capítulo 21 Un bosque de cruces.

En una situación normal, dos nobles patricias nunca se hubieran comportado de ese modo. Aunque en la intimidad de sus ricas domus, las mujeres de la nobleza acostumbraran entregarse a las más bajas pasiones con esclavos y esclavas, en público tenían que mostrar una moral intachable.

Sin embargo,  los juegos no eran una situación normal sino una inmensa orgía sádica de lujuria y muerte.  Por eso, lo mismo que en la fiesta del senador Gallo, Sabina y Claudia no tuvieron mucho reparo en desnudarse completamente delante del pretor y sus invitados como si fueran dos vulgares rameras y torturar salvajemente a las dos cristianas para entretener a los hombres.

Así pues las dos patricias estuvieron dando varazos a Julia y Varinia durante casi media hora. Parecían haberse vuelto locas, especialmente Claudia que insospechadamente le cogió tanto gusto a la vara que golpeaba sin parar a las dos jóvenes con toda su fuerza: pies, pantorrillas, muslos, nalgas, vientre, senos y axilas fueron caneados sin piedad dejando unas marcas rojizas y paralelas que dolían como el mismo infierno.

Las condenadas recibieron el brutal castigo sin parar de llorar ni babear. Las dos intentaban mantener el equilibrio a duras penas cabalgando con su sexo sobre la soga y con los pies apoyados sólo en las puntas de los dedos. Aparte de los varazos, la lengua, los pezones y la entrepierna les quemaban horriblemente y amenazaban con rasgarse por los incesantes tirones. Las amantes se miraban desesperadas llorando y babeando, ambas deseaban  que cada varazo fuera el último, pero el tormento se hacía interminable y despiadado.

Claudia parecía enloquecida o drogada y no dejó de golpear hasta que acabó jadeando de cansancio. Sólo entonces la joven tiró al suelo la vara que ya tenía la punta despeluchada y quitándose el pelo mojado de la frente paró unos momentos para recuperar el resuello. Entonces cogió una copa y bebió un sorbo de agua. Mientras lo hacía la bella joven reparó en cómo le miraban esos viejos pervertidos y se sorprendió a sí misma de encontrarse desnuda delante de ellos con todo el cuerpo brillante de transpiración y sin vergüenza de mostrarse así. Es como si hacer de verdugo la hubiera transformado para siempre en una zorra harpía. De hecho le había puesto tan cachonda que sus pezones estaban erizados y arrugados como pasas.

Despreciando las ávidas miradas de los hombres se fue hasta Sabina y le ofreció la copa. La mujer bebió hasta apurarla y la dejó caer al suelo, entonces las dos se besaron apasionadamente.

Lo que hizo entonces Claudia sorprendió a todo el mundo, en lugar de recoger sus ropas y vestirse, la joven siguió desnuda y caminando despacio como si bailara una extraña danza, fue a la mesa donde los numidas tenían el instrumental de tortura. Tras dudar un momento cogió un alfiler de unos cinco centímetros de largo que había en un tarro lleno de ellos y mirando a Julia con sadismo, colocó el metal sobre una vela.

El alfiler tardó un minuto en calentarse y ponerse de color rojo, entonces la patricia se acercó a Julia y sin más ceremonia empezó a perforarle el pezón derecho justo  por el centro de su base. La afilada punta de metal entró con mucha facilidad en la carne debido al estiramiento de la piel.

  • AAAAHHHH

Julia puso los ojos en blanco y lanzó un largo gemido mientras su cuerpo temblaba sin control. La joven estuvo a punto de morderse la lengua pero consiguió mantener la boca abierta sin hacerlo.

Sabina miró a Galba sin terminar de creerse lo que estaba viendo.

  • ¿Qué os parece? Después de todo la sensible e inocente Claudia es más sádica que Sifax.

  • Sí, ¡vamos muchacha!, sigue con lo que estás haciendo.

La aprobación de su pequeña audicencia la animó a continuar así que  Claudia cogió otro alfiler y tras calentarlo le perforó el pezón izquierdo a Varinia consiguiendo un resultado análogo.

Las pobres mártires estaban recibiendo un suplicio lento e inhumano. Antes de los esclavos numidas y ahora de esas dos bestias con tetas. Puede que las de la arena estuvieran sufriendo tormentos mucho peores pero es que a Julia y Varinia también les esperaba la cruz al día siguiente.

La tercera alfiler candente fue para el pezón izquierdo de Julia y la cuarta para Varinia. Las dos jóvenes tenían los pezones duros e hipersensibilizados por el tormento con lo que las agujas candentes dolían mucho más.

Tras apresurarse con las primeras Claudia aprendió pronto a clavar las agujas lentamente y a sacar todo el partido del sádico procedimiento de tormento.

Así tras clavar metódicamente dos alfileres más en cada uno de los cuatro pezones y volverlas locas de dolor, Claudia calentó la aguja número trece y como  inspirada por un ser maligno la dirigió al ojo derecho de Varinia con intención de cegarla de la manera más dolorosa posible. La esclava no podía mover la cabeza así que aterrorizada al ver la intención de clavarle el metal en medio de su globo ocular cerró los párpados y gritó como una loca.

  • ¡Alto!, eso no.

En el último momento el pretor le prohibió cegarla y Claudia frustrada en su intento, dirigió la aguja candente a la lengua.

  • AAAAHHHHHH

El dolor de la aguja quemando el centro de la lengua fue tan terrible que  la joven esclava puso sus ojos en blanco y un chorro de orina salió de su entrepierna.

  • AAAAHHH

La joven gritó y lloró mientras sentía el metal al rojo traspasando su sensible órgano poco a poco. Finalmente sus ojos se pusieron en blanco y se desmayó.

Sólo la rapidez  de los numidas en recoger el cuerpo de la esclava impidió que las lenguas y pezones de las dos se rasgaran.  Así pues cortaron los cordeles y soltando la soga las dos cayeron al suelo totalmente agotadas.

Mientras depositaban a las dos mártires medio inconscientes en el suelo, Claudia miró a los hombres viendo que todos ellos tenían una erección más que evidente. Quizá la joven patricia pensó que ahora tendría que hacer el amor con ellos,….. probablemente lo hubiera hecho pues estaba muy caliente y cualquier miembro masculino le hubiera venido bien. Sin embargo Sabina  tuvo una idea mejor.

  • Ufff qué calor, dijo cogiendo a Claudia de la mano. Vamos a vestirnos e iremos a mi domus que está aquí cerca para darnos un baño, querida.

Las dos cogieron sus ropas del suelo y empezaron a vestirse para decepción de Gallo y los otros invitados que tenían la esperanza de continuar la orgía.

  • Ah senador, añadió Sabina como de pasada ¿me prestas a tus esclavos numidas?. Las calles están repletas de esa chusma y pueden hacernos cualquier cosa, ellos nos acompañarán a casa y nos protejerán, la mujer dijo esto mientras acariciaba el amplio pecho de uno de esos Adonis de ébano…  luego vendremos con ellos para ver el espectáculo de la tarde.

Gallo no tuvo más remedio que permitirlo. Nunca podría competir con la enorme erección que se les adivinaba a sus jovenes y vigorosos esclavos bajo el taparrabos.

Así las dos patricias remataron la sesión de bdsm disfrutando de un baño…. y de las tremendas trancas de esos negros gigantes…..

Como había ocurrido el día anterior, la canícula del mediodía supuso un obligado alto en los juegos. Los toldos protegieron al público de los inclementes rayos del astro rey y se repartió comida y bebida a expensas del pretor Galba que recibió  el agradecimiento de la plebe con un sonoro aplauso que duró varios minutos.

  • Ave Galba.

  • Salve, que los dioses te guarden.

  • ¡Viva el pretor!

Entre tanto el número de mujeres crucificadas había ascendido a veinticinco y las cruces ya llenaban la arena como si fueran un tétrico bosque.  El resto de las esclavas habían sido sacadas de sus celdas y atadas a  cruces en aspa y a los otros postes de tormento.

Era tal el bochorno que los hombres dejaron al fin en paz a las tres esclavas destinadas a ser empaladas y éstas fueron dejadas en los mismos cepos donde habían sido sodomizadas por decenas de ellos.

En ese momento Sifax, que quería tenerlo siempre todo a punto se acercó con varias estacas de madera y empezó a echar una bronca a los soldados.

  • Sois unos estúpidos, este espetón es demasiado puntiagudo, ¿lo veis?.  Esta estaca no vale, dijo haciendo ademán de clavársela por el culo a una de las víctimas. Si se la meto por aquí desgarrará lo primero duro que encuentre y la cristiana tendrá una muerte rápida y aburrida. La punta debe estar redondeada como ésta que tengo aquí, miradla. Así atravesará su  cuerpo de abajo a arriba sin  dañar ningún órgano vital y saldrá por su boca limpiamente.

Al oír esa detallada descripción del bárbaro suplicio del empalamiento, las tres jóvenes lloraron y pidieron piedad.

  • Por favor, no,… por favor, seguid follándonos pero no nos hagáis eso, por favor.

Por toda respuesta Sifax le dio una bofetada a la que tenía más cerca y ordenó que las amordazaran. Los sollozos se convirtieron así en babuceos incomprensibles

  • ¿Cuánto tiempo pueden durar vivas ensartadas en ese palo, Sifax?, dijo un soldado mientras ajustaba lo que parecía un bocado de caballo en la boca de la esclava.

  • Es difícil decirlo, con cuidado se les puede hacer vivir un día,…. no más. A las crucificadas les puedes dar agua pero a una mujer empalada no, sobre todo si consigues que la estaca le salga por la boca, lo cual no es nada fácil….. De todos modos estas tres no van a durar tanto pues una vez empaladas  hay que ponerlas sobre las brasas para asarlas a fuego lento.

  • MMMMH, MMMMMH

En realidad, las tres desgraciadas desconocían que iban a ser ejecutadas de esa manera tan cruel e inhumana y volvieron a llorar y gemir. Una de ellas se meo encima de puro miedo.

  • Vamos, y ahora engrasad bien estas estacas ahí en la sombra y os enseñaré como hacer una punta como es debido.

Las horas pasaron y previsoramente dieron de beber a las mujeres como habían hecho el día anterior. Por el momento ninguna había muerto salvo las que habían sido devoradas por las fieras pero algunas estaban al límite de la resistencia, más aún bajo ese sol abrasador. Parecía increíble pero Alba llevaba más de treinta horas crucificada y seguía viva. De hecho parecía como muerta con la cabeza caída hacia delante aunque de vez en cuando los soldados la despertaban pinchándole en el culo con sus lanzas.

  • Ma….tad….me…por …favor….las ….piernas…las piernas.

  • Qué dice ésta de las piernas?

  • Quiere que le rompamos las tibias con una maza, así se asfixiará y morirá más rápido.

  • Ah, el crurifragium, deberíamos hacerlo, ya ha sufrido bastante y ahí mismo hay otras esclavas para seguir entreteniendo a esa plebe insaciable.

  • Sí, pero el pretor ha prohibido que se les dé esa gracia, el castigo debe ser ejemplar.

  • Lo siento muchacha, dijo el soldado acariciando las piernas de Alba que ya estaban de color azul por la falta de circulación.

Entre tanto Julia y Varinia fueron llevadas de vuelta a las mazmorras. Los físicos les extrajeron las alfileres y los anzuelos y curaron sus heridas aunque la lengua de Varinia quedó tan hinchada que casi no podía hablar.

  • Dadles algo de comer y de beber, tienen que recuperar fuerzas pues las dos serán el plato fuerte del espectáculo de mañana.

A pesar de todos los sufrimientos, esa noche Julia volvió a cuidar de su esclava y la consoló preparándola así para el suplicio que les aguardaba el día siguiente.

Y fuera el sol siguió imperando sobre el cielo  unas horas más.

…….

A las siete de la tarde la temperatura había bajado algo y permitió que continuaran los juegos.

Lo primero fue crucificar a la veintena de esclavas que aún no habían sido clavadas. El público empezó a excitarse cuando vieron a decenas de hombres arrastrando más de veinte cruces de madera y colocándolas tubadas en el suelo una junto a la otra. Crucificar a tantas esclavas en tan poco tiempo era un trabajo ímprovo así que en ello se empeñaron todos los verdugos ayudados por decenas de soldados y operarios.  Estos ataban a las esclavas a las cruces mientras que aquellos les clavaban los clavos en los puntos exactos de las muñecas, los pies o los talones. Por último los guardias levantaban las cruces hasta encajarlas por su base en los agujeros hechos previamente en el suelo y las ponían derechas asegurando que permanecieran así.

Cada vez que levantaban una cruz el público ovacionaba a los verdugos con un sonoro y largo aplauso.

En total al final del proceso se alineaban más de cincuenta cruces en ordenadas filas de las que pendían otras tantas  mujeres desnudas. Así como a las anteriores les habían colocado el cornu, las nuevas veinticinco  esclavas no tardaron en danzar arriba y debajo raspándose y descarnando la espalda ya flagelada y cosida a latigazos contra la áspera madera.

Las jóvenes aullaban de dolor y pedían a gritos que las bajaran de allí, mientras su compañeras ya sin fuerzas se limitaban a mirarlas pensando que mejor harían en guardar las fuerzas para el infierno que les esperaba.

En las cuatro filas traseras situaron cruces altas mientras que en la primera fila estaba Helena y otras nueve esclavas en cruces bajas.

Casi todas las mujeres habían sido crucificadas de una misma manera con los brazos abiertos en forma de Y griega y las piernas juntas y dobladas con los pies clavados por los empeines  en la parte delantera del estipe. La mayor parte tenía un clavo en cada pie pero a otras les habían atravesado los dos pies con un solo clavo más largo.

En algunos casos los verdugos lo hicieron caprichosamente y crucificaron a algunas cristianas con las piernas abiertas de modo que su cuerpo formara una gran X. A otras como Helena les clavaron los pies a ambos lados del estipe de modo que formaban un rombo con sus piernas. A ocho esclavas en cambio les clavaron los calcaños de los talones a ambos lados del estipe. Incluso en un caso la mujer en cuestión se rebeló en el último momento y consiguió soltar sus brazos de las ataduras. Los verdugos volvieron a atraparla y con cierta precipitación le clavaron las palmas de las manos en la parte trasera del estipe quedando sus brazos en un doloroso estrappado. Luego le clavaron los pies y levantaron la cruz como todas las demás. La mujer quedó alineada a lo largo del estipe con las piernas derechas. Los dolores en la espalda al de una hora eran absolutamente insoportables y la pobre mujer gritaba que la remataran de una vez.

El espectáculo era enormemente excitante y morboso para la plebe. A pesar de estar alineadas como si fuera una cohorte disciplinada no había dos cruces iguales. Algunas victimas habían sido coronadas de espinas y otras con coronas de flores mientras otras no llevaban nada en la cabeza salvo una larga mata de cabello: morenas, rubias, pelirrojas…delgadas, estilizadas y de tetas pequeñas,… mujeres con curvas cuyas tetas temblaban obscenamente al menor movimiento…. No es de extrañar que buena parte de los guardias y del público estuvieran empalmados o incluso se masturbaran  con el miembro fuera.

Muchas esclavas lucían los pechos y el clítoris anillados mientras que otras no. Los anillos dorados lanzaban destellos al menor movimiento y destacaban los puntos más sensibles y eróticos de sus cuerpos. Casi todas llevaban el sexo cuidadosamente depilado y sobre su cuerpo mostraban las sucesivas marcas de las torturas recibidas: heridas, moratones, latigazos antiguos y recientes, marcas de hierros candentes a veces en forma de letras o en forma de cruz, etc.

Como decimos a muchas de ellas les habían colocado un cornu como sedile que las mujeres introducían y sacaban de su ano continuamente, aunque no faltaban las que habían recibido un doble cornu y tenían sus dos orificios llenos de continuo. De hecho, a éstas últimas les habían perforado el clítoris con una anilla que se introducía en un orificio a media altura del cornu. De esta manera, la condenada no se podía sacar el dildo de su sexo a no ser que se rasgara su delicado miembro.

A algunas no les pusieron ningún cornu sino que les habían colocado como sedile una cuña de madera que se clavaba dolorosamente entre los labia de una manera similar a los ponies de madera de la cámara de tortura. En algún caso los verdugos fueron muy crueles pues añadieron decenas de pinchos a la cuña. Estos se clavaban en el sexo, los labia y la parte interna de las nalgas y muslos cada vez que  la esclava se sentaba a descansar sobre ella. Era como estar en el infierno.

Y todo esto sin hablar del calor, la sed, la postura forzada, los calambres musculares, las moscas, etc.

Ninguna permanecia quieta mucho tiempo, al d epocos minutos la postura se hacía insoportable, dolían las articulaciones o fallaba la respiración. Lógicamente las jóvenes se alzaban sobre sí mismas haciendo fuerza sobre las heridas de los clavos y gritando de dolor. Seguidamente volvían a caer sobre sus piernas colgando de los brazos. Entonces estiraban un brazo inciando el cuarpo hacia un lado. A la gente le encantaba esa danza sin sentido en la que las jóvenes mostraban  las curvas de sus bellos cuerpos volviendo locos de deseo a los hombres.

En todos los casos la terrible experiencia de la crucifixión era muy dolorosa, sin embargo también era profundamente humillante máxime siendo mujeres. Las muchachas debían mostrar su cuerpo desnudo e indefenso a todos esos desconocidos que se burlaban de ellas o se masturbaban a su costa. En realidad aunque se afanaran en cerrar las piernas no podían ocultar su sexo ni el ano dilatado y abierto por esos monstruosos dildos. Además  tenían que hacer sus necesidades delante de todo el mundo y no podían ocultar que a veces se ponían cachondas e incluso experimentaban algún orgasmo.

Era increible pero Sifax sabía que una gran cantidad de mujeres condenadas a la cruz solían  experimentar episodios de evidente excitación sexual e incluso  algunas llegaban al orgasmo en medio del suplicio. Seguramente a las masoquistas  les excitaba exhibirse desnudas delante de tanta gente. Probablemente habían soñado muchas veces con eso mientras se masturbaban en sus lechos. Algunas se corrían cuando los verdugos las violaban con sus penes o  dildos o simplemente las masturbaban con sus dedos. Otras se excitaban  danzando  sobre el cornu, dentro y afuera,…. dentro y afuera. Incluso unas pocas se excitaban cuando les daban latigazos o las torturaban con tenazas y hierros candentes. Huelga decir que al público le encantaba esa curiosa mezcla de sufrimiento y placer.

Sifax y los otros verdugos demostraron que eran muy hábiles pues todas  salvo un par que murieron la segunda noche, llegaron vivas al tercer día. Ese iba a ser el peor.

Entre tanto el público se empezó a impacientar y exigió dando palmadas que empezara el empalamiento.

El pretor dio permiso para que siguieran los juegos y la primera víctima fue soltada del cepo y llevada a la plataforma de empalamiento.  La joven pataleó y se resistió sacando fuerzas de la desesperación mientras rogaba  piedad con una voz desgarrada y chillona que no parecía humana. Fueron necesarios cuatro fornidos guardias para dominarla y arrastrarla a la plataforma. Allí le ataron las manos a una argolla que había sobre su cabeza, le pusieron una cinta en el vientre que apretaron bien con una hebilla y las dos piernas las separaron  al extremo y las ataron de los tobillos a otras dos argollas.

Los guardias quisieron amordazarla con un bocado de caballo pues la chica no paraba de gritar ni de pedir piedad pero Sifax se lo impidió.

  • La estaca le tiene que salir por la boca, además la gente querrá oír cómo aulla la cerda mientras la empalamos.

Un verdugo más experimentado huntó la punta de la estaca con manteca de cerdo y lo mismo hizo con el agujero del ano de la pobre muchacha.

Hecho esto Sifax cogió la estaca y cuidadosamente se la fue introduciendo por el agujero del culo mientra la desgraciada víctima gritaba y aullaba sin parar de llorar.

El verdugo no se tomó ninguna prisa en el doloroso suplicio pues quería hacer bien su trabajo. La estaca penetró el recto con cierta facilidad y cuando empezó a romper los intestinos y perforar el vientre de la mujer ésta empezó a soltar alaridos de dolor sin parar de agitar la cabeza o golpear con ella contra la plataforma con la esperanza de quedarse sin sentido.

El público estaba en tensión viendo el bárbaro tormento y la mayor parte permanecía en silencio o a lo sumo hablaba en voz baja. De este modo los aullidos de la pobre esclava se oían por toda la arena.

Incluso Sabina y claudia fueron testigos del bárbaro tormento desde su palco. Claudia había cambiado mucho en pocas horas y tenía un rictus de sadismo en el rostro mientras notaba sus pezones erectos y su sexo mojado, y eso que esos numidas tan bién dotados le habían hecho un buen trabajo en casa de Sabina.

Como decimos Sifax tuvo buen cuidado de no causar ninguna herida o hemorragia fatal y si encontraba demasiada resistencia sacaba  la estaca unos centímetros hacia atrás y volvía a meterla buscando un camino alternativo.

Tras casi un cuarto de hora la chica dejó de gritar y agitarse, evidentemente la punta del palo le había llegado a la garganta.

  • Inclinad su cara hacia arriba, ¡ahora!.

Los hombres lo hicieron y casi como por arte de magia la punta del palo le salió por la boca. Ya con seguridad Sifax lo introdujo treinta centímetros más y entonces los verdugos procedieron a soltar la cincha y desatar las manos y los tobillos de la mesa para volver a atarlos entre sí en postura de hogtied.

Una vez hecho esto  dos verdugos cogieron el palo por la punta y por la base y pasearon a la esclava por toda la arena entre los aplausos enfervorecidos del público. La joven parecía un pollo enorme clavado en   el espetón para asarlo, pero aunque pareciera increíble tenía los ojos abiertos signo de que permanecía viva aguantando un espantoso sufrimiento.

Mientras daban la vuelta al ruedo la segunda víctima ocupó su sitio en la plataforma de empalamiento.

Tras una hora las tres muchachas habían sido empaladas y las tres estacas  habían sido colocadas en vertical delante del palco del pretor de modo que los cuerpos de las desgraciadas mujeres quedaron a una altura de metro setenta por encima del suelo.

Hecho esto acercaron a las estacas un brasero donde introdujeron diferentes instrumentos de tortura para que se fueran calentando: dildos, tenazas, ganchos y uñas de gato para desollar y desgarradores de senos.

El maestro de ceremonia anunció que los verdugos procederían media hora después con la segunda parte del tormento pero que antes habían reservado otra sorpresa.

Aparte de Julia y Varinia, habían reservado a las dos últimas esclavas sin crucificarlas. De pronto sonaron las trompas y tubas y dos gladiadores salieron a la arena.

La gente se fijó mejor pues en realidad eran dos gladiadoras, a una le habían puesto un yelmo de tracio y le habían dado un gladius, un pequeño escudo y un protector para el brazo mientras que la otra era un retiario con red y tridente. Es decir era un enfrentamiento gladiatorio clásico. Lo que no sabía la gente es que las armas tenían los filos y puntas embotados de manera que difícilmente se podrían herir la una a la otra.

Nuevamente la lucha la ganaría la que hiciera caer a la otra al suelo.

  • Ciudadanos, estas dos traidoras cristianas lucharán ahora para vuestro deleite, la ganadora se convertirá en la esclava de nuestro amado pretor.

La gente aplaudió a rabiar al magistrado.

  • ¿Y la perdedora?, preguntaron algunos atrevidos.

El maestro de ceremonias hizo una pausa y señaló el caldero gigante.

  • La perdedora será sumergida en la olla de agua hirviendo hasta que muera.

Al oír eso el pueblo se volvió loco de alegría y aplaudió aún más fuerte.

Los operarios habían echado mucha más leña bajo la olla y el agua hervía furiosamente. A varios metros por encima del caldero habían colocado una pértiga donde atarían a la víctima para sumergirla desde arriba poco a poco.

Desde el palco de honor Galba seguía agasajando a sus invitados y disfrutaba del sangriento espectáculo en un lugar privilegiado.

  • Hace cuarenta o cincuenta años en la ciudad de Alejandría, una de esas brujas fanáticas llamada Potamiena fue ajusticiada sumergida en un caldero de agua hirviendo y ella misma pidió que la introdujeran poco a poco en lugar de una  vez para que todos vieran la “paciencia que me da mi señor Jesucristo”. Esto me dio la idea.

  • Querido Galba, dijo Gallo, ¿nunca has pensado que quizá su dios les da el poder de aguantar el dolor?

  • No. Todo eso son supercherías, una cristiana sumergida en agua hirviendo sufre como cualquier otra y grita como una cerda, ahora mismo lo comprobaréis. Lo que ocurre es que están fanatizadas, debemos librarnos de esta escoria o terminarán contagiando a todas las jóvenes incluso a las de la nobleza. Mirad a esa Julia si no,…pero veamos, veamos la lucha, algo me dice que será encarnizada.

Las dos mujeres vestidas de gladiadores fueron llevadas ante la olla para que vieran lo que les esperaba y entonces empezó la lucha.

Galba tenía razón, esta vez no ocurrió como la primera vez. Las dos mujeres lucharon como fieras aunque no tuvieran suficiente destreza. Ninguna de ellas quería morir de una forma tan espantosa, además la vencedora quedaría como esclava del pretor quien quizá le perdonara la vida. Merecía la pena  luchar y ganar.

El público se dio cuenta y animó a ambas gladiadoras para que siguieran luchando con todas su ganas. La que hacía de retiario intentó imitar lo que había visto y hacía todo lo posible por intentar enredar las piernas de su contrincante con la red mientras evitaba su espada con el tridente. Sin embargo la que hacía de tracio tenía mucha agilidad y conseguía evitar la red saltando con las dos piernas a la vez. Sin embargo eso terminó agotándola  y tras casi un cuarto de hora de lucha dio un traspiés y cayó al suelo. La otra se apresuró a colocarle el pie sobre el pecho y ponerle el tridente en el cuello.

  • Matame, por lo que más quieras, mátame.

  • Si lo haces acabarás tú en la olla, le advirtió Quinto.

Al oír la amenaza la del tridente levantó las puntas y saludó a la audiencia que la aplaudió clamorosamente.

Mientras tanto los verdugos le quitaron a la otra el yelmo y el resto de cosas y una vez desnuda la ataron a la pértiga.

La chica gritaba y lloraba hasta quedarse afónica pero no pudo hacer nada por evitar su fatal destino.

Su suplicio fue tan horrible que algunas personas en el público se desmayaron por la impresión.

A la señal de Sifax los verdugos la elevaron a unos metros por encima d ela olla y poco a poco la bajaron a pocos centímetros por encima. La mujer encogió desesperada las dos piernas para evitar que entraran en el agua pero las salpicaduras provocadas por las propias burbujas de agua hirviendo le quemaban la piel.

La chica gritaba y pataleaba de dolor y así la dejaron unos minutos. Entonces la bajaron un poco más hasta que las piernas entraron en el agua. Entonces había que oír los aullidos y alarido de la desgraciada mientras sus piernas se escaldaban.

  • ¡Qué horror! Incluso algunos que tenían estómago suficiente para disfrutar del espectáculo de la crucifixión o el empalamiento torcieron el rostro al ver aquello. Hubo personas que tuvieron que abandonar la arena vomitando de la impresión.

Sin embargo la mayor parte del público disfrutó mucho del espectáculo Al de un par de minutos elevaron otra vez a la víctima, había que alargar su sufrimiento todo lo psobile.

  • Vamos, abajo, bajadla, que grite, vamos.

El público pidió a gritos que siguiera la tortura y efectivamente así fue. La segunda vez la introdujeron hasta casi la cintura y la mujer volvió a gritar a pleno pulmón, la tercera la sumergieron hasta el ombligo y la cuarta hasta el pecho. A la quinta la dejaron sumergida hasta el cuello pero no le metieron la cabeza. La mujer no tardó en morir las tres horas que invirtieron con Santa Potamiena pero su suplicio duró una eterna media hora.

Entre tanto la vencedora se felicitaba de no tener que haber pasado por esa terrible prueba que le obligaron a contemplar. Quizá se hizo ilusiones d eque iba a salvar la vida a cambió de convertirse en la esclava del pretor de por vida. Sin embargo cuando la primera víctima expiró el cruel Galba decidió que podía prescindir de la nueva esclava y la condenó a morir en el caldero como a su compañera….Así la segunda víctima se coció lentamente entre alaridos estentóreos.

Ya atardecía cuando los verdugos procedieron con las tres mujeres empaladas y les aplicaron diferentes tormentos como quemarlas con antorchas, arañar la piel con garfios calentados al rojo, cogerles pellizcos con  tenazas candentes y castigar sus pechos y nalgas con los desgarradores  de senos. Al tener la boca llena las víctimas no podían emitir sonidos perceptibles pero el movimiento espasmódico de sus brazos y piernas era suficientemente elocuente del sufrimiento que estaban soportando.

El bestia de Sifax dejó para el final su sexo. Como habían sido empaladas por el culo, las tres esclavas mostraban su sexo depilado. Sifax ordenó que les abrieran los labia con unos anzuelos de modo que el sexo parecía una flor rosada abierta.  Entonces coloco tres dildos de metal sobre una parrilla y dejó que se calentaran hasta ponerse incandescentes. Los dildos tenían un mango de madera de modo que los verdugos pudieron cogerlos por ahí sin quemarse y los usaron para follar con ellos a las esclavas.

Tras divertir así al público un buen rato los verdugos cogieron a las tres empaladas y desclavando las estacas las llevaron hasta los asadores. Colocaron las estacas en horizontal  y tras engrasar convenientemente sus cuerpos hasta dejarlos brillantes dejaron que se asaran poco a poco sobre las brasas dándoles la vuelta cada diez minutos.

Todas estos sádicos entretenimientos duraron aún muchas horas hasta el atardecer y el público se empezó a retirar a sus respectivas casas vitoreando por última vez a Galba que dio la mano satisfecho a sus invitados.

El día siguiente sería el último de los juegos y el plato fuerte de los mismos sería la tortura y ejecución en la cruz de Julia que era considerada la líder de todas las cristianas de la ciudad.

Continuará