Julia, santa y mártir (20)

Segundo día de los juegos.

Capítulo 20- Cristianas ad bestias.

Tras una noche de pesadilla, llegó el amanecer y los primeros rayos del sol despertaron a las pocas condenadas que habían conseguido dormir. A partir de ese momento los nervios y la impaciencia  cundieron en la mazmorra atestada de esclavas desnudas. Pronto vendrían a buscarlas esos brutales verdugos con sus cadenas y látigos.

Efectivamente al de poco rato se oyó el ruido de cerrojos corriéndose, pasos apresurados  y las órdenes y maldiciones de los centuriones que urgían a los hombres. Temblando de terror las muchachas se abrazaron para darse un último adiós y las más fuertes consolaron a sus hermanas más débiles.

De pronto se abrió la puerta bruscamente y aparecieron los sayones.

  • Puaf, aquí huele a orines y a coños ansiosos, ¡limpiadlas!.

Las mujeres se protegieron unas a otras en un vano intento por defenderse pero entonces el agua helada impactó sobre sus cuerpos y todas gritaron. Entre risas los guardias se limitaron a echarles varios cubos más de agua para eliminar los orines y la suciedad de la noche. Hecho esto derramaron  los desperdicios del desayuno y las más rápidas se lanzaron sobre los  restos de comida como gatos hambrientos. Asimismo muchas de ellas se las ingenieron para beber un poco de agua de los charcos que se habían formado entre las sucias losas de la mazmorra.

Entre más burlas y risas los brutales guardias se marcharon como habían venido y volvieron a cerrar la puerta por fuera. Al parecer no se las iban a llevar todavía.

En realidad, la idea era que el público llenara antes las gradas y sólo cuando el anfiteatro estuviera a rebosar sacarían a las esclavas a la arena. De hecho, pasaron tres horas y hasta las diez no fueron a buscar a las primeras víctimas de esa mañana.

Julia y Varinia habían pasado la noche abrazadas dándose calor y reconfortándose la una a la otra.

  • Julia, tengo miedo.

  • Mi pobre Varinia, le dijo acariciando el pelo, siento haberte arrastrado conmigo, .....sé que no querías esto, pero ha sido la voluntad de Dios.

  • Si,…. si estás contigo cuando me hagan….eso,…no tendré tanto miedo.

  • No te abandonaré, mi amor,…. te lo juro.

Y las dos se abrazaron y besaron apasionadamente.

De pronto se oyeron los chasquidos del látigo y los gritos y lamentos de mujeres. Eran  sus compañeras en la arena. Las quince jóvenes habían sobrevivido a una noche de infierno clavadas en las cruces. La temperatura nocturna había bajado a menos de 5 º celsius y aunque los guardias habían combatido el frío encendiendo fogatas las jóvenes estuvieron a punto de morir de hipotermia. Ahora los verdugos las despertaron a latigazos para sacarles de su sopor y darles de beber la droga de la tortura con ayuda de esponjas pinchadas en lanzas.

Al estar crucificada en una cruz baja, el cuerpo de Helena sirvió para que se desfogaran los guardias que despertaban empalmados ya por la mañana. Al menos la recompensaron dándole de beber un poco de leche del desayuno.

Asimismo, con la luz del sol y la llegada de los espectadores, los rugidos de las fieras se hicieron más intensos y espeluznantes. Los animales estaban inquietos por el bullicio y quizá intuían algo pues no paraban de moverse en sus jaulas. Los leones llegaron incluso a darse zarpazos unos a otros.  Desde la mazmorra algunas muchachas aterrorizadas oyeron a los guardias.

  • Esos gatos llevan sin comer una semana.

  • ¿Lo habéis oído cristianas?, no les duraréis ni un minuto, ja,ja.

  • Brrrr, me dá escalofríos pensar en lo que se debe sentir cuando te muerde uno de esos bichos y tritura tus huesos entre sus fauces.

  • Yo creo que son peores los arañazos con esas uñas que parecen ganchos de carnicero.

Al oír eso muchas esclavas lloraron y gimieron de miedo pues no sabían cuáles de ellas acabarían entre las fauces de los leones. Fue Julia quien mostró su entereza y las consoló hablándolas de que ese tipo de muerte sería una bendición comparada con la lenta agonía en la cruz.

  • Las que seais entregadas a los leones estaréis hoy mismo en el paraíso les auguró como si fuera el propio Jesucristo.

  • Es una santa, se dijeron entre murmullos viendo como Julia se arrodillaba y rezaba.

Todas sus hermanas cristianas sabían que ella sería la última víctima de los juegos, que los verdugos la reservaban para el final y tenían preparado un  suplicio especialmente largo y cruel para ella. A pesar de eso era Julia quien las consolaba. Sí,….en verdad era una santa mártir que daba ejemplo de entereza a las demás.

De pronto una de ellas entonó un himno a San Juan y poco a poco todas se pusieron a cantar.

Los guardias se miraron entre sí anonadados.

  • Deben estar locas, comentaron.

El murmullo de las miles de personas que ya llenaban las gradas se hizo cada vez más intenso hasta convertirse en estruendo y de repente empezó un pataleo y atronador grito rítmico que acalló el canto de las cristianas.

  • Ad bestias!,….Cristianas ad bestias!.

El insistente grito apoyado por los aplausos y el pataleo hizo que muchas muchachas perdieran los nervios y volvieran a llorar a lágrima viva.

“Cristianas ad bestias”….. esa odiosa sentencia,… la cruel muchedumbre exigía que algunas de ellas fueran echadas a las fieras para ser despedazadas ante sus ojos. Julia hizo un esfuerzo por mantener el canto pero ya sólo le siguieron unas pocas.

Finalmente apareció Sifax con sus ayudantes y todas sintieron un escalofrío de terror.

  • Vamos, putas cristianas, dijo chasqueando su látigo, ha llegado la hora, todas de pie.

Las jóvenes obedecieron sin dudar pero no lo hicieron lo suficientemente rápido pues los verdugos se impacientaron y repartieron latigazos a diestro y siniestro para que se pusieran en fila. Las jóvenes se apresuraron gritando.

  • ¡Las piernas separadas y las manos en la nuca!, tengo que escoger a diez de vosotras para los leones.

Las mujeres volvieron a obedecer y se dispusieron en fila como una tropa disciplinada, sin embargo muchas de ellas lloraban o temblaban de miedo.

Entonces el cruel verdugo pasó revista con el flagrum en la mano, deleitándose de toda aquella carne desnuda. En realidad el hombre se tomó su tiempo para escoger a las diez víctimas mientras ellas sentían el corazón atronando bajo su pecho y se aguantaban las ganas de orinar.

De pronto, Sifax se quedó parado delante de una chica delgada y alta.

  • Ésta, les dijo a la verdugos señalándola con el mango del látigo, y los sayones se apresuraron a agarrarla y maniatarla, mientras ella rogaba piedad a gritos.

Las demás se quedaron calladas felices de haberse librado por el momento mientras se llevaban a la arena a su infortunada compañera.  Unos momentos después oyeron una impresionante ovación del público al ver que traían a la primera víctima. Sin embargo, la ovación se acalló en poco tiempo…..

Poco después fueron a buscar a la segunda y luego repitieron la operación,…. así hasta ocho veces más dando tiempo a Sifax a elegir cuidadosamente a las “afortunadas”. Una vez elegidas, los verdugos salieron de la mazmorra cerrando otra vez la puerta. Dentro aún quedaban una treintena de esclavas que a pesar de todo se alegraron de no haber sido elegidas, …quizá esperaban un milagro.

Esta vez las mujeres no pudieron ver el suplicio de sus hermanas pero desde luego iban a oírlo todo. En la parte superior de la mazmorra se abrían unas claraboyas con barrotes que daban a la arena. Estaban demasiado altas para llegar a ellas y asomarse pero se oía perfectamente todo lo que pasaba al otro lado.

Así pues, durante las siguiente hora las pobres esclavas “oyeron” las torturas que aplicaron a sus compañeras, y en sus mentes intentaron imaginar lo que les ocurría.

Primero fueron los latigazos y los gritos de las pobres mujeres. Una detrás de otra aullaron mientras los flagrums de colas impregnados en resina les despellejaban la piel,….así media hora. Luego oyeron cómo los verdugos recibían la orden de preparar los garfios para desollar y nuevamente oyeron alaridos aún más intensos y desesperados mientras el público aplaudía la habilidad de los verdugos.

Tras eso se hizo el silencio sólo roto por ocasionales lamentos  y por los rugidos de las fieras….. De pronto éstos se hicieron más presentes, signo de que habían soltado a los leones a la arena. Las ovaciones del público al ver salir esos enormes felinos se vieron pronto mezclados con los gritos histéricos de las víctimas. Estas aullaron y pidieron auxilio a gritos cuando vieron acercarse a los animales. Seguramente ninguna de ellas había visto nunca un león y les parecieron enormes y terribles. Efectivamente los felinos debían estar hambrientos pues no tardaron mucho en dar los primeros zarpazos y mordiscos…..

Las esclavas de la mazmorra lloraban desesperadas al oír la ensordecedora carnicería que se estaba produciendo arriba: gritos de piedad, rugidos, aullidos de dolor, más gritos,….. El proceso no fue tan rápido como Julia les había dicho y duró casi media  hora. La joven mártir tardaría unos minutos en entender por qué.

Finalmente cuando las esclavas dejaron de gritar, signo de que habían muerto, las fieras rugieron otra vez entre las aclamaciones del público, algún león emitió un gemido como el de un gato herido y de pronto todo acabó.  Julia y Varinia se miraron entre sí sin comprender…….

….Minutos después se volvió a abrir la puerta de la mazmorra y entró Sifax.

  • Tú y tú, venid conmigo les dijo a Julia y su esclava.

Las jóvenes se miraron consternadas pero se levantaron sumisamente con las manos cogidas entre sí.

Entonces los verdugos las separaron brutalmente y les ataron las manos a la espalda. Luego les colocaron un  dogal en el cuello y se las llevaron de allí ante la compasiva mirada de sus compañeras.

Al salir a la arena, el intenso sol les hizo cerrar los ojos, entonces oyeron cómo el público volvía a aplaudir y a gritar.

  • Ad bestias!,…. ad bestias!

Julia sintió un escalofrío de terror,  no esperaba ser entregada a las fieras.

Cuando por fin consiguieron ver algo la joven comprendió lo que había pasado. Los verdugos no se lo habían puesto fácil a los leones. En primer lugar dividieron la arena en dos partes con unas verjas de metal de manera que  la zona de las cruces quedara aislada del resto. En la otra zona colgaron a las víctimas de los brazos de  la punta de unas pértigas a considerable altura. De este  modo, las fieras tenían que saltar sobre sus patas traseras para alcanzar las piernas de las condenadas. Cada vez que lo conseguían se las arañaban con sus garras o les mordían para caer otra vez al suelo.

Con la comida allí mismo pero fuera de su alcance los leones rugían nerviosos, muertos de hambre y excitados por la sangre que caía de las piernas de las jóvenes. Mientras tanto éstas gritaban histéricas colgando de sus brazos.

Gracias a las pértigas  los verdugos mantuvieron elevadas a las mujeres todo el tiempo posible y las fueron bajando poco a poco para deleite del público que no paraba de gritar que las bajaran ya.

De este modo los leones destrozaron lentamente a sus víctimas  desde las piernas al torso prolongando su agonía. Sin embargo, cuando recibieron su premio y empezaron a devorar los cuerpos de sus víctimas aún vivas y agonizantes, las fieras fueron asaeteadas por los arqueros de la legión para dar paso al siguiente entretenimiento. De hecho los cuerpos de esas bestias aún se veían aquí y alla con las flechas clavadas, mientras los operarios retiraban los restos de aquella carnicería y echaban arena para empapar la sangre.

Al mismo tiempo, otros estaban colocando en el suelo cuatro cruces bajas bajo el palco del pretor. Julia y Varinia fueron llevadas allí y uno de los guardias les soltó las ataduras y les ordenó que se acostaran sobre las cruces.

Julia miró a su adorada Varinia que estaba a punto de estallar en lágrimas y obedientemente se arrodilló y se acostó sobre la cruz estirando  los brazos a lo largo del patibulum. Inspirada por su valentía, Varinia la imitó e hizo lo mismo aunque sin parar de temblar.

Al ver tanta sumisión y obediencia los verdugos ni siquiera se molestaron en atarlas y simplemente cogiéndolas de los brazos y las piernas se dispusieron a crucificarlas.

Ya se disponían a clavar el primer clavo cuando intervino el centurión Quinto.

  • Alto, ¿qué hacéis estúpidos?, el pretor ha ordenado que las lleven hasta su palco, las cruces son para las cuatro siguientes.

Los verdugos se sintieron contrariados y discutieron entre sí echándose la culpa del error unos a otros, pero obedecieron. Agarraron a las dos mujeres de los pelos y tras ponerlas de pie  las volvieron a maniatar y las condujeron hasta el palco de Galba.

Allí el pretor disfrutaba del espectáculo de las fieras  mientras tomaba un rico refrigerio con sus invitados: el senador Gallo, el viejo Cayo Marcio y otros hombres importantes de la ciudad.

El senador Gallo había pedido expresamente a su viejo amigo Galba que le trajeran a esa bella mártir patricia pues quería verla de cerca.

  • La conozco desde niña, Galba, y tengo que confesarte que muchas noches he soñado con tenerla en mi lecho.

  • Te comprendo Gallo, esa traidora cristiana es realmente bella. Al principio se resistía, pero ahora es muy fácil conseguir de ella lo que desees,….. sólo tienes que usar a su esclava.

  • ¿Son amantes?

  • Creo que sí

  • Manda traerla también.

Los viejos invitados de Galba sonrieron con lujuria y sadismo cuando les trajeron a su presencia las dos mujeres desnudas y maniatadas. Seguramente les daba mucho morbo que una de ellas hubiera sido una noble patricia intocable hasta pocos días antes. Ahora en cambio, sólo era una esclava anillada y condenada a la cruz, o lo que es lo mismo, un juguete sexual con el que podían hacer lo que se les antojase.

En el palco también había unos esclavos numidas del senador que solían castigar a las esclavas de su villa y que habían traido algunos de sus “juguetes” para usarlos con ellas.

El pervertido senador ni siquiera pidió permiso, cogiéndola de la correa se apropió de Julia en exclusiva  y empezó a acariciar su cuerpo  sin más ceremonias sentándola en sus rodillas.

A la joven ese viejo siempre le había causado repulsión. Como él afirmaba lo conocía desde niña y le incomodaba cómo la miraba desde que le empezaron a crecer los senos.

  • Ja, ja, que bella eres, ¿sabes desde cuando quería hacerte esto, pequeña Julia?, vamos no seas arisca y dame un beso.

Las manos de ese cerdo estrujaron sus tetas como dos asquerosas arañas y Julia sintió un asco infinito.

La joven se resistió todo lo que pudo mientras el viejo la tocaba por todas partes y se empeñaba en meterle la mano entre las piernas, pero poco podía hacer con las manos atadas a la espalda.

Lo que más repulsión le daba era besar esa boca desdentada y babosa pero tras resistirse mucho rato el senador consiguió lo que pretendía y empezó a besarla babeándole dentro.

Mientras tanto Varinia se dejaba hacer de todo por los otros invitados y no se resistió mucho a hacerles una felación de rodillas. La pobre muchacha haría lo que fuera por salvarse de la cruz.

  • Ja, ja, me gusta que te resistas gata salvaje, pero ya no tienes por qué, sólo eres una esclava como las demás.

  • No, no…. déjame,… cerdo..

A pesar de su resistencia, Julia terminó también de rodillas con la polla del senador en la boca, …la prefería a su asquerosa lengua.

Al sentir su viejo miembro en la húmeda y cálida caverna de esa preciosidad el viejo Gallo se relajó y dejó hacer mientras saboreaba su vino con los ojos cerrados.

  • Así, así,… dulce Julia…..vamos, hazlo despacio,.....así, sabía que tenías una lengua de terciopelo, asíiiii despacio…. despacio he dicho puta, y le dio una bofetada,….. en cuanto terminéis de exprimirnos las pollas mandaré que os torturen aquí mismo, así que te conviene alargarlo todo lo posible…. y sus esclavos numidas le miraron con complicidad….

Mientras tanto en la arena habían sacado a cuatro nuevas esclavas a las que flagelaron por turno y acto seguido las crucificaron en las cuatro cruces bajas. Nuevamente se renovaron los martillazos y los alaridos de las pobres mujeres mientras la gente ovacionaba a los verdugos y gritaba de gozo. Sin duda era un acierto no crucificar a todas las esclavas a la vez.

Al levantar las cruces, los verdugos las colocaron formando un cuadrado entre sí separándolas a cinco metros una de otra.

Las cuatro esclavas se miraban entre sí llorando y aullando de dolor al intentar asimilar el brutal tormento de la flagelación y la crucifixión. Esta vez las habían crucificado con los pies a algo más de un metro del suelo, de manera que la cabeza la tenían a casi dos metros y medio de altura. Además el clavo de los pies estaba tan separado de los brazos que sólo les permitía doblar las rodillas levemente. Las jóvenes se retorcían de dolor por la postura forzada y porque no les habían puesto sedile de ninguna clase.  Sin embargo su suplicio no había hecho más que empezar.

Una vez crucificadas fueron flageladas esta vez por delante con flagrums taxillatum, es decir látigos cortos de colas  terminados en pequeñas bolitas, huesecillos y pequeños trozos de metal cortante. Los golpes de los flagrum les provocaron múltiples heridas en vientre, senos, muslos y costados de las que brotó sangre con moderada abundancia. Entonces empezó el verdadero espectáculo, se abrió una jaula del muro y de allí salió un enorme oso rugiendo.

Al verlo el público se volvió loco de júbilo pues comprendió al momento por qué habían crucificado a las cuatro muchachas en cruces bajas. Para su desgracia ellas también lo entendieron cuando el oso, atraido por el olor de la sangre se acercó a ellas lentamente.  El animal caminaba sobre sus cuatro patas y de cuando en cuando rugía mostrando sus enormes colmillos. Sin embargo no se apresuró en ningún momento y se acercó a las cruces tranquilamente. Es como si supiera que sus víctimas no podían escapar.

El público animó al oso para que se diera prisa, todos estaban muy excitados e impacientes de ver  lo que podía hacer con las esclavas crucificadas.

Por su parte éstas gritaban histéricas intentando desclavarse inútilmente cuando el monstruoso animal se acercó a una de ellas y empezó a lamer sus pies de los que no dejaba de gotear sangre.

La chica lloraba y temblaba  en silencio procurando no hacer ruido para no enfadar al oso. Probablemente pensaba que se iba a conformar con lamer la sangre. Sin embargo desde lejos los guardias no paraban de azuzar al animal lanzándole piedras y éste finalmente se puso nervioso. Sintiéndose agredido  se incorporó sobre sus dos patas traseras y tras lanzar un sonoro y amenazador gruñido le dio un zarpazo a la esclava que hirió su dos tetas a la vez.

La chica gritó de dolor y el oso respondió agresivamente dándole otro zarpazo y luego otro.

El público gritó y aplaudió preso de una lujuria sádica viendo lo que el animal estaba haciendo con la joven. La sangre salpicaba a todos los lados y el animal no paraba de arañar el cuerpo desnudo de la pobre esclava.

Tras darle varios zarpazos más volvió a colocarse a cuatro patas y empezó a morderle la pantorrilla.

La chica gritaba de dolor e intentaba auparse en la cruz desesperadamente pero el oso no soltaba la presa y siguió mordiendo y desgarrando la pierna de la joven.

Estaban en éstas cuando la gente volvió a gritar enfervorecida, pues habían abierto la jaula de los leopardos y cinco felinos se lanzaron en pos de sus víctimas.

Al verlos, el oso dejó a su presa y se aprestó a la defensa mientras tres leopardos iban a por él.  Otros dos se sintieron más interesados por una de las esclavas y se colocaron bajo su cruz  indecisos mientras sopesaban el peligro.

La chica gritó auxilio incorporándose derecha en su cruz pero eso no le valió de nada cuando los dos feroces gatos se lanzaron sobre su cuerpo saltando agilmente para despedazarla.

El público volvió a aplaudir por la sangrienta carnicería mientras el oso luchaba con los otros tres leopardos que le atacaban por turno.

Nuevamente el sangriento espectáculo se alargó unos minutos. Uno de los leopardos yacía medio muerto de un zarpazo pero el oso tampoco había salido muy bien parado, mordido y desgarrado por los otros dos. Entre tanto, la esclava agonizaba entre las fauces de los dos hambrientos leopardos aún viva.

Por fin el oso se rindió y se retiró de allí lamiendo sus heridas, entonces los dos leopardos restantes se dirigieron a las otras dos cruces y se lo tomaron con calma, probablemente estaban  cansados de luchar contra el oso así que empezaron a arañar y morder a sus aullantes víctimas sin apresurarse.

Estos felinos también murieron asaeteados en pocos minutos. Dos de las cuatro mujeres crucificadas aún tardaron varias horas en morir desangradas por sus múltiples heridas, pero las otras dos sobrevivieron para su desgracia.

Entre tanto, Julia y Varinia seguían entreteniendo a los invitados de Galba, esta vez haciendo el amor entre ellas. Julia aceptó a petición de su esclava pues la alternativa es que los numidas las empezaran a atormentar. A las mujeres les soltaron las ligaduras y se besaron y abrazaron apasionadamente, luego se lamieron y besaron por todo el cuerpo como dos gatas en celo y acabaron haciendo un 69 de tetas y luego un apasionado doble cunnilingus. Gallo y los demás brindaban alborozados como niños. Estaban medio borrachos pero al ver a esas dos haciendo esas guarradas volvieron a recuperar la erección.

Entre tanto los juegos continuaron y ese día el público no tuvo oportunidad para aburrirse pues Sifax había preparado varios entretenimientos a cual más sádico.

Tras las fieras volvieron a limpiar la arena y se produjo una lucha entre cinco germanos y cinco numidas. A los romanos les gustaba mucho este tipo de combinaciones de razas  y armas que simbolizaban las luchas que Roma había tenido que sostener durante su historia para convertirse en el gran imperio que era ahora. La lenta decadencia y el cristianismo habían contribuido a debilitar la antigua bravura de los romanos por lo que no es de extrañar que los juegos intentaran revivirla con esas batallas de opereta.

Los hombres lucharon bien y se movieron por toda la arena como en una escaramuza previamente coreografiada. También lucharon  entre las cruces erectas e incluso las usaron para burlar a sus adversarios.

La gente acabó muy satisfecha con la lucha y al contrario que con las esclavas perdonó la vida a la mayor parte de los gladiadores que fueron despedidos con vivas y aplausos.

Para el siguiente acto entraron en la arena cuatro fornidos bueyes mientras los verdugos preparaban una nueva cruz taladrando agujeros en el patibulum para que entraran mejor los clavos.

Dos nuevas esclavas fueron sacadas a la arena desconcertadas y temblando de miedo. Las llevaron hasta la zona donde estaban las cruces y allí  les dieron  espadas de gladiador. El maestro de ceremonias pidió silencio y explicó que ahora serían las dos esclavas cristianas las que lucharían entre ellas.

  • La vencedora será crucificada y la perdedora será descuartizada por los cuatro bueyes.

La gente aplaudió ante el nuevo entretenimiento y las dos esclavas se aprestaron a la lucha, ¿acaso tenían otra alternativa?. En realidad ninguna de las dos quería luchar pero los verdugos les azuzaron con acicates y látigos y ellas no tuvieron más remedio que chocar sus espadas entre sí.

En realidad el espectáculo era ridículo con esas dos mujeres desnudas haciendo temblar sus carnes en un simulacro de lucha torpe  y sin destreza. Ninguna de las dos sabía manejar la espada y tampoco querían luchar pues las dos alternativas que les esperaban eran muertes horribles. Además los verdugos habían escogido a posta a dos mujeres de grandes tetas y redondas nalgas para que el público se  desternillara de risa viéndolas pelear. Otros sin embargo tenían la polla a reventar al ver ese espectáculo procaz.

Tras más de diez minutos de chocar las espadas inútilmente y cuando ya estaban a punto del agotamiento la gente se empezó a impacientar y terminaron abucheandolas. Finalmente una de ellas resbaló y cayó a tierra por el cansancio. La joven pidió a su compañera que tuviera piedad de ella y la rematara, pero antes de eso los guardias reaccionaron y les arrebataron el acero de las manos.

Entonces se llevaron a cada una de las dos a su respectivo tormento. La vencedora fue crucificada primero. Antes de clavarla los gladiadores la nombraron su reina y la coronaron de espinas. Su cruz se elevó en pocos minutos junto a las otras. Mientras gritaba colgando de los clavos de brazos y pies los gladiadores se burlaron de ella con el brazo levantado  ovacionándola con los apelativos épicos que solían dar a los heroes de la arena.

  • Ave victrix!

  • Gloria Gladiatrix, disfruta de tu trono, ja, ja.

Mientras tanto a la perdedora la tumbaron en el suelo boca arriba y le ataron cuatro gruesas sogas a las muñecas y los tobillos. El otro extremo de cada una de las sogas se lo ataron a los cuatro bueyes situados en cuatro lados opuestos vigilados por sus dueños.

El público calló por fin curioso de ver cómo descuartizaban a la mujer y a una orden de Sifax los labriegos azuzaron a sus respectivos animales para que empezaran a caminar en cuatro direcciones opuestas.

Los bueyes avanzaron lentamente y  el cuerpo de la desgraciada se fue elevando en el aire y pronto quedó con sus cuatro extremidades tensas al extremo y aullando de dolor.

  • IIIIIAAAAYYYY

La joven no paraba de gritar con el rostro desencajado pues sentía cómo los brazos salían de los hombros, las vértebras se ahuecaban y las rodillas amenazaban con romperse, sin embargo su cuerpo resistía a la tremenda tensión. Las sogas crujían tensas y herían sus muñecas y tobillos raspándolas hasta despellejarlas.

  • Es más rápido hacerlo con cuatro caballos, explicó Galba a sus amistades pero así es más divertido.

El sádico público gritó enfervorecido al ver el estiramiento extremo de los brazos y piernas de la joven esclava  y los labriegos se empeñaron a varazos en hacer caminar a sus bueyes hacia delante pues éstos empezaban a sentir una gran resistencia.

Sin embargo Sifax juzgó que había que alargar el suplicio y les hizo parar con una señal. Incluso les ordenó que retrocedieran unos pasos hasta que el cuerpo de la víctima se depositó otra vez en el suelo.

La joven tenía todo el cuerpo brillante en un baño de sudor.

  • Por….favor,…musitó….mátame….má…ta…me..

Por toda repsuesta Sifax levantó el rostro y gritó.

  • Otra vez, ¡adelante!

Nuevamente los cuatro bueyes caminaron hacia delante y el cuerpo de la muchacha se elevó y sus  cuatro extremidades se estiraron hasta un punto cercano al descoyuntamiento.

  • AAAAYYYYYYY

Los gritos y lamentos de la pobre mujer se oían por toda la arena y el público aguantaba la respiración tenso y excitado por ese bárbaro tormento que nunca antes habían contemplado.

Los cuatro bueyes actuaban como un gigantesco potro de tortura y la víctima no paraba de gritar ni  aullar como un animal entre espantosos dolores.

Sifax hizo repetir el estiramiento varias veces y a la cuarta se descoyuntaron los brazos  con sonoros chasquidos. Gracias a la droga la mujer no perdió la consciencia a pesar del tremendo dolor. A la quinta se le quebraron  las rodillas,….. a la sexta se le rompió la espalda por varios puntos y se empezaron a desgarrar músculos y tendones. A partir de la octaba vez Sifax hizo que los bueyes caminaran hacia delante sin parar hasta que el descuartizamiento se hizo efectivo y brazos y piernas se desgarraron entre los aplausos del público.

Todo el proceso duró cerca de media hora……

Antes del mediodía otras cinco esclavas fueron crucificadas de manera que ya llegaban a veinte y cinco más fueron colocadas en los postes de tormento y flageladas o marcadas con tenazas y hierros.

Asimismo Sifax ordenó que llenaran de agua la gran olla  que hasta el momento había permanecido apartada en un lateral de la arena y que encendieran fuego bajo ella.

  • ¿Cuándo estará listo?, preguntó el centurión Quinto.

  • En cinco o seis horas el agua empezará a hervir.

  • Está bien, daos prisa.

La olla de agua hirviendo era un espantoso suplicio que no hace falta describir. El caldero tenía un diámetro de más de un metro y medio y una altura similar. En su interior cabían perfectamente dos víctimas en cuclillas, aunque para llenarlo hacían falta muchos centenares de litros de agua y muchas horas de fuego. La gente del público señaló con el dedo el monstruoso artefacto y algunos adivinaron el sádico uso que se le iba a dar.

Entre tanto en otra parte de la arena otros operarios hicieron tres grandes fogatas que en una hora formaron una camas de brasas incandescentes. Junto a ellas colocaron unos asadores y las estacas de empalamiento.

Entonces sonaron las trompas y los guardias trajeron a tres esclavas más maniatadas y desnudas. Los guardias les habían adornado la cabeza con guirnaldas de flores y les hicieron dar una vuelta completa al ruedo entre los aplausos de la gente. Sólo tras humillarlas de esa manera las llevaron hasta el lugar donde iban a ser empaladas.

Allí las colocaron en tres cepos con el cuello y las muñecas atrapadas y las piernas abiertas.

El maestro de ceremonias pidió silencio al público y explicó  que esas tres esclavas iban a ser empaladas y después asadas vivas sobre brasas. Muchos vitorearon al heraldo aunque alguna mujer en las gradas se desmayó de la impresión.

  • ¡Buenos ciudadanos!, el verdugo ha escogido el agujero de atrás para introducirles el palo así que pide voluntarios para que les preparen el orificio.

La gente se rió por la salida del maestro de ceremonias, pero pronto se agolpó una gran cantidad de hombres que quería bajar a la arena a sodomizar a las tres desgraciadas antes del empalamiento.

Ya era mediodía y como había ocurrido el día anterior los operarios tendieron los toldos para resguardar a los espectadores del sol.

  • Querida Sabina, pensaba que no habías venido hoy.

  • No me perdería el espectáculo por nada del mundo.

  • Y además vienes bien acompañada, nada menos que la bella Claudia.

Claudia ni siquiera miró al pretor ni le devolvió el cumplido, en su lugar se quedó mirando a Julia y Varinia que ya no hacían el amor entre ellas pues en ese momento estaban siendo torturadas de una manera muy refinada.

Las dos estaban atadas con las manos a la espalda por las  muñecas y los codos y mirandose una a la otra. Ama y esclava “cabalgaban” sobre una gruesa soga tensa de áspero cáñamo que se les clavaba profundamente dentro de sus intimidades hasta tal punto que sólo podían tocar el suelo malamente con las puntas de los pies. Los numidas les habían clavado un anzuelo en el centro de la lengua y habían atado un tenso cordel entre ambas obligándolas a sacar la lengua de la boca al extremo. Lo mismo habían hecho con las anillas de los pezones, de manera que si una de ellas tiraba hacia atrás se hería a sí misma y a su compañera.

Las dos temblaban llorando y babeando mientras las gotas de sudor caían por sus cuerpos desnudos mezclados con las babas y las lágrimas. Si una de ellas caía seguramente las dos se rasgarían lenguas y pezones.

  • Veo que estais muy entretenidos dijo Sabina acercándose a Julia y acariciando sus breves nalgas…. Ven a ver esto, Claudia, dijo.

Nuevamente Claudia estaba dividida entre la repulsión y la morbosa curiosidad, pero finalmente se acercó a ellas y con su mano temblorosa acarició a las jovenes que no paraban de temblar.

  • Por Venus, esos numidas son unos bestias, mira Claudia les han atravesado la lengua con un anzuelo, ¿sabes lo que debe doler eso?

Claudia tragó saliva mientras Julia le miraba de reojo como pidiéndole auxilio. La joven no podía torcer la cabeza.

  • ¿Puedo?, preguntó Sabina cogiendo una antorcha.

Galba adivinó lo que quería hacer la cruel patricia y sonriendo le dio permiso, entonces ella apartó con la mano a uno de los numidas y acercó la antorcha al cuerpo de Julia dejando que la llama “lamiera” su piel. La joven aguantó sin gritar pero sus temblores y lloros aumentaron significativamente.

Silvia sonrió mientras sentía cómo su pocha se le mojaba por momentos, entonces siguió jugando con la antorcha mirando a Claudia con complicidad.

Tras a tormentar a Julia un buen rato siguió con Varinia pero se limitó a ponerle la antorcha delante de su vientre. La joven esclava miró aterrada la antorcha e instintivamente intentó retroceder y apartarse de la llama. Eso provocó que la muchacha diera unos torpes pasos hacia atrás con la punta de los dedos y arrastrara consigo a Julia tirando de sus pezones y lengua. Las dos gimieron de dolor mientras sus sexos se volvían a raspar contra la soga. Debían tener el sexo y el ano en carne viva.

Viendo el efecto de su sádica travesura Sabina sonrió como una niña pequeña e hizo lo mismo con Julia. Con ello consiguió que ahora fuera ella la que tirara de su esclava hacia atrás.

Claudia sintió que también estaba muy caliente, Sabina era realmente perversa.

  • ¿Te gusta lo que hago con las cristianas?, dijo Sabina mirando al pretor.

  • Sí, sigue por favor. El hombre ya había recuperado su erección y se masturbaba abiertamente.

Entonces Sabina dejó la antorcha en su sitio y rebuscando entre los juguetes de los numidas escogió dor varas de las que usan los líctores para castigar a los delincuentes. La matrona le dio una vara a Claudia y la invitó a canear entre las dos a las esclavas.

-Pero, pero, dijo Claudia mirando la vara entre sus dedos.

  • Vamos, lo estás deseando como yo, no te hgas ahora la estrecha.

Sabina tenía razón Claudia lo deseaba así que cogió la vara y se puso en posición para canear a Julia en sus piernas.

Ya se disponían a golpearlas en los muslos cuando el senador Gallo les interrumpió.

  • Sabina, ¿por qué no os desnudáis vosotras también?

La matrona fingió indignación al oir eso, pero entonces miró a Claudia  con lujuria y mientras se bajaba los tirantes de su vestido le dijo.

  • Vamos muchacha, que el espectáculo sea completo.

Claudia la miró cómo se desnudaba sin saber que hacer, entonces miró a los hombres que ya babeaban de deseo y dejando la vara en el suelo, se empezó a soltar las ligaduras que sostenían su vestido.

Continuará