Julia, santa y mártir (18)

Como preludio de su martirio, Julia sufre tortura pública en el Foro y después es llevada al anfiteatro donde han empezado ya los juegos.

Capítulo  18- Panem et circenses

Los juegos eran para los romanos provinciales mucho más que una simple diversión. Esos sádicos y excitantes espectáculos permitían a la plebe liberar tensiones, olvidar los problemas diarios y conjurar a los enemigos de la sociedad mediante castigos ejemplares y ejemplarizantes. Incluso debían tener  connotaciones religiosas pues en su origen las luchas entre gladiadores eran rituales religiosos en los que los luchadores  pretendían “despertar” a los espíritus pateando el suelo.

Sin embargo, para el pretor Galba, los juegos eran un  ejercicio de puro y simple cálculo político. Él era quien los costeaba, él había pagado las fieras y los gladiadores así como los repartos gratuitos de alimentos entre la plebe. Era sin duda un enorme dispendio, pero esperaba resarcirse con creces. Tras los juegos su popularidad crecería hasta el extremo de que tenía asegurado  su cargo durante muchos años más y podría aprovecharse del cobro de impuestos y de todo tipo de influencias y corruptelas.

A la gente le encantaban las luchas de gladiadores, pero el plato fuerte de estos juegos iba a ser  la ejecución de todas esas  esclavas cristianas mediante el cruel suplicio de la crucifixión. La sangrienta plebe se volvía loca de lujuria y sadismo al contemplar el sufrimiento en la cruz de bellas esclavas desnudas. Normalmente la ejecución en la cruz duraba varias horas y las crucificadas se retorcían desesperadamente llorando o pidiendo piedad mientras intentaban respirar o aliviar los intensos dolores en sus músculos y articulaciones. Sí,….. eso gustaba mucho a los hombres, pero también a algunas mujeres. Además esta vez las ejecuciones iban a ser especiales. Los verdugos no se iban a limitar con clavarlas a los maderos y dejar que murieran lentamente, sino que antes y después de clavarlas  iban a torturarlas de diferentes maneras por el puro placer de verlas sufrir.

Por otro lado, algunas pocas esclavas se iban a librar de la cruz  pero sólo porque con ellas se había previsto emplear otros entretenimientos sangrientos y crueles como el empalamiento o el descuartizamiento.

Además las ejecuciones se iban a intercalar con  espectáculos gladiatorios, venationes, etc y se preveía que iban a durar tres días.

La noticia de tales eventos había atraído a muchos campesinos a la ciudad, unos siete mil, que aparte de aprovechar para realizar sus negocios de costumbre buscaban disfrutar del inusitado espectáculo. Desgraciadamente el anfiteatro o “arena”  como popularmente se le llamaba no podía acoger a más de cinco mil personas, así que para consolar a esas masas el pretor había dispuesto que la noble Julia fuera expuesta desnuda y anillada sobre una tarima en el foro delante de miles de ellos y allí sufriera flagelación y otros tormentos para contentar al público.

En venganza por haber herido el miembro del pretor y su orgullo, Julia iba a experimentar sola esa tortura y humillación durante varias horas pero Sifax tendría buen cuidado de evitar su muerte pues por orden del magistrado debería llegar viva y entera a su propio martirio en la cruz que se celebraría el último día.

Antes de proceder con la tortura en sí el avaricioso sicario estaba humillando a su prisionera delante de esa plebe vociferante “vendiendola” o alquilandola como si fuera una esclava sexual.

  • Vamos honrados ciudadanos, ¿solo treinta monedas de cobre por tener el placer de poseer esta bella joya?

Mientras decía esto el cruel verdugo acariciaba lentamente las perfectas mamas de Julia con sus manazas rugosas, y luego las amasaba hacíendolas temblar  como si fueran de gelatina. La gente babeaba de deseo y algunos hombres no tuvieron problema en masturbarse a pocos metros delante de la patricia. Luego de jugar con sus tetas Sifax recorrió su talle lentamente y volvio acariciar sus nacarados muslos y el ombligo.

  • Hmmm, qué piel tan suave tiene, se nota que esta jovencita no ha trabajado nunca en su vida, ¿no os gustaría acariciarla como hago yo?. Vamos animaos ciudadanos.

Muerta de vergüenza y humillación, la joven Julia mantenía todo el rato los ojos cerrados y las lágrimas recorrían su rostro mientras todos esos bestias proferían improperios y obscenidades. Sin embargo su cuerpo le traicionaba pues la entrepierna brillaba de sus propios fluidos y los pezones estaban erizados y duros como piedras.

En un momento dado el verdugo le dijo algo al oído y ella negó con la cabeza. Entonces Sifax le agarró de las anillas de los pezones y las retorció haciéndole mucho daño.

  • AAAAYYYY

  • Obedece puerca, obedece o te los arranco de cuajo.

Entonces Julia aceptó y tras dudar un momento bajó los brazos, abrió bien las piernas  y se abrió con los dedos temblorosos los labios vaginales. Así mostró a todo el mundo su sexo rosado y depilado en el que asomaba una gota blanquecina.

Eso volvió loco al público que se puso a insultarla y llamarla puta. Nuevamente la joven mártir apartó el rostro pero siguió mostrando la parte interna del coño y su clítoris anillado, extraordinariamente duro y excitado.

Los de las primeras filas reconocieron claramente que la chica estaba caliente y se rieron de ella.

  • ¡Qué zorra!, está cachonda a pesar de que sabe que la van a crucificar.

  • ¿Cómo es posible?, puta más que puta.

  • Calma, calma, buenos ciudadanos, como veis la doncella está dispuesta, no os costará mucho penetrarla, animaos y pagad lo que vale.

  • ¡Sifax!, antes enséñanos su culo, quiero ver la grupa de esa yegua.

  • Si, queremos saber si merece la pena montarla.

  • Ja,ja, su culo es lo mejor, ahora lo veréis.

Sifax le obligó a darse la vuelta, y entonces Julia mostró a todos su espalda y redondo trasero con las marcas del  látigo  y las rojizas letras de  los hierros candentes adornando su blanca piel. Entonces le forzó a inclinarse hacia delante y adoptar una postura humillante mostrando más aún su trasero y tras él esas dos mamas trémulas y colgantes que hicieron que algunos labriegos le gritaran un par de obscenidades. Esta vez sin que el verdugo la obligase mucho la propia Julia se abrió las nalgas con los dedos y mostró a esa gente ebria de lujuria sus intimidades: su sexo depilado e irritado de tantas violaciones y el pequeño agujero de su ano que aún destilaba un hilo de esperma blanquecino.

  • Vamos caballeros, no me diréis que no deseais montar esta noble grupa, dijo Sifax palmeando las nalgas y acariciando con su dedo índice la aureola del ano. Os aseguro  que aún lo tiene prieto y tieso, lo sé por propia experiencia, ja, ja.

La gente se rió ante la salida del verdugo  y al ver cómo le introducía el índice por el agujero y la esclava suspiraba de placer, las monedas de cobre empezaron a ser sustituidas por los denarios de plata.

  • Así me gusta, que paguéis lo que vale, vamos y ahora al cepo.

Una vez “subastada” Julia fue colocada en el cepo destinado a los ladrones que robaban bolsas al descuido. Tras girar en su bisagra con un chirrido, el madero atrapó el cuello y las manos, y entonces cerraron el extremo con un gancho. La joven quedó en una postura ridícula e innoble con las piernas medio dobladas  y abiertas como si fuera a hacer de vientre, indefensa y a merced de todo el mundo.

Tras pagar la cantidad estipulada a verdugos y guardianes unos cuarenta rudos labriegos formaron una larga cola para tener el placer de violar a la bella cristiana por el orificio que se les antojase.

Sin embargo, el honor de estrenarla fue para el enano bufón que aún tenía en su mano la muñeca crucificada. Con su casco de centurión aún en la cabeza y desnudo de cintura para abajo, el enano hizo reir a la gente pues no veía la manera de follar a la bella mujer que le ofrecían. Entonces desesperado se puso a  lamer y mordisquear las tetas de Julia que colgaban libres pues al ser tan bajito no podía hacer otra cosa con ella.

Compadecido y divertido de los vanos intentos del enano de gozar de la prisionera, Sifax se apiadó de él y entre risas lo cogió como si fuera un niño y lo colocó delante de la cara de Julia. La joven sintió asco al oler y ver ese miembro pequeño y patético pero a pesar de eso lo tuvo que lamer y chupar obligada por los verdugos.

  • Chupa puta cristiana, chupasela al enano, ja, ja, se burlaba la gente.

A pesar de todo, Julia consiguió ponérselo duro a base de chupeteos y entonces el enano pudo por fin tomarla por el sexo tras encaramarse en una caja de madera  que le permitió alcanzar la altura suficiente.

La gente se desternillaba de risa para mayor humillación de la noble mártir pues el enano culeaba desesperadamente sin conseguir gran cosa. Así le dejaron unos minutos  hasta que los dos primeros de la fila, impacientes se fueron hasta él y le obligaron a la fuerza a bajar de la caja. Entonces sí que empezó la verdadera violación de la muchacha y Julia fue penetrada por dos enormes pollas: una por el sexo y otra por la boca.

  • Así, así, folladla bien.

  • Miradla cómo goza la muy puta.

Julia sentía en su cuerpo esos dos enormes pedazos de carne penetrandola profundo, el de delante le introducía su enorme miembro hasta la garganta de manera que la joven se atragantaba, pero no podía hacer nada y tenía que admitir esa brutal penetración. Su cuerpo desnudo temblaba por las embestidas de esos dos fornidos labriegos, las nalgas temblaban frenéticamente y las tetas bailaban obscenamente atrás y adelante.

Era al mismo tiempo un espectáculo procaz y humillante  y la gente no dejaba de insultarla ni de animar a los violadores a follarla más fuerte y más profundo mientras los de la cola esperaban impacientes.

  • Por el culo, dadle por el culo.

  • Sí preparad el agujero pequeño de la princesa para el cornu.

Los dos primeros labriegos debían tener las pelotas a reventar pues no tardaron mucho en correrse. De pronto un liquido blanquecino empezó a salir de la boca de la mujer mientras el individuo que se la estaba follando por la boca gemía de placer. Julia sintió perfectamente cómo la boca se le inundaba de un líquido pastoso y caliente y no tuvo más remedio que tragar casi todo.

El hombre le eyaculó todo dentro y se la sacó satisfecho pero en pocos segundos fue sustituido por otro tipo. Esta vez la polla sabía a rayos pero a pesar de sus esfuerzos Julia no se la pudo sacar y tuvo que seguir con la mamada forzada.

El segundo campesino que se le puso detrás prefirió su ano y la sodomizó. El dolor fue muy intenso pues la enculó sin preparación de ningún tipo, y luego siguió y siguió empujando y rompiéndole el culo.

  • MMMMHHH, MMMMMHHH

  • Muy bien, enculala fuerte, hay que prepararle el agujero pequeño para el cornu.

  • ¿Qué es eso del cornu?

  • ¿Nunca has visto una crucifixión?

  • No

  • Ja, ja, pues te quedarás sin verlo si no consigues colarte en el anfiteatro, el cornu es un aditamento muy adecuado para una puta anal como esa

Para esos rudos labriegos sodomizar a una mujer patricia era no sólo un acto de lujuria sino una manera de vengar años y años de humillaciones y explotación, efectivamente un grueso y largo cornu era el aditamento adecuado para una patricia traidora.

Durante dos horas de violaciones incesantes Julia tuvo que tragar tantas pollas  que perdió la cuenta, algunos se corrían dentro de su boca pero otros preferían que sus disparos de semen le impactaran en la cara dejándola manchada de esperma espeso y blanquecino. Tras unos minutos Julia tenía la cara cubierta de lefa, no podía abrir los ojos y goteaba incesantemente esperma desde la nariz y la barbilla.

Tras las primeras quince violaciones, Sifax hizo que la gente dejara unos momentos de violarla y entonces le dio una docena de varazos en las nalgas y en los muslos.

La vara chasqueó contra la firme piel de las nalgas de la muchacha y los golpes resonaron por todo el foro respondidos por sus alaridos. Entonces el público aplaudió al verdugo y coreó los varazos contándolos a coro.

  • UNO,…. DOS, …..TRES….

Tras esto otros dos hombres la tomaron por sus dos orificios y siguieron las violaciones sin apiadarse lo más mínimo de los lloros de la muchacha. Alguno de esos cerdos se atrevió incluso a mearle en la cara.

En un momento dado Sifax le colgó unos pesos de las anillas de los pezones que no dejaban de agitarse y bailar al ritmo de la follada. Julia sintió entonces que los pechos se le reventaban…… y a pesar de todos estos abusos, la mujer tuvo un orgasmo.

Tras dos horas, los últimos violadores terminaron de follar a la muchacha urgidos por el verdugo pues el pueblo ya reclamaba a coro que empezara la tortura.

Así pues, Brutus y Aurelio soltaron el cepo y Julia cayó al suelo agotada sobre un charco de semen y orina.

Los verdugos no la dejaron descansar ni un momento y la llevaron a rastras a los postes de tormento.  Estos eran una estructura rectangular con cuatro grilletes en los cuatro vértices. Cogiéndola por sus brazos muertos, ataron las muñecas y los tobillos fuertemente y la joven quedó con sus cuatro extremidades estiradas al extremo de manera que ningún rincón de su cuerpo quedara oculto o a salvo de los verdugos y sus instrumentos de tortura.

Antes de empezar le echaron un cubo de agua fría para quitarle el esperma y los meados y tras darle de beber agua mezclada con drogas estimulantes la amordazaron con un bocado de caballo. Eso mitigaría sus gritos y alaridos pero también impediría que se mordiera la lengua y los labios.

Entonces los verdugos acercaron dos braseros. En uno más grande Brutus removió las brasas y tras avivarlo con un fuelle introdujo varias tenazas de herrero con mangos largos.

El otro era más pequeño y sobre él Sifax colocó una plancha circular. Por último sacó una larga aguja de acero de unos quince centímetros de largo y tras colocársela delante de los ojos amenazó con pincharle una de sus carnosas tetas mientras miraba al público con complicidad.

Julia dijo que no histérica al sentir el pinchazo, pero entonces el verdugo retiró riéndose la aguja y la colocó sobre la plancha de metal que se estaba calentando con la punta hacia dentro y el mango hacia fuera.  Hecho esto fue colocando el resto de las agujas de forma análoga como si fueran los radios de una rueda.

La pobre Julia contó más de treinta agujas y rezó a su señor que le diera fuerzas para soportar la tortura sin gritar demasiado.

Mientras se calentaban los hierros Sifax decidió comenzar con una flagelación así que escogió un largo látigo de toros y lo desenrolló de un solo golpe. Al tiempo que el verdugo se colocaba en posición el público aguardaba anhelante y en silencio pues quería oír bien los latigazos y los gritos de dolor de la condenada. Nuevamente muchos hombres se masturbaban abiertamente e incluso algunas parejas se acariciaban y metían mano.

No era para menos pues el escultural cuerpo de Julia parecía aún más atractivo atado de esa manera formando con sus miembros una gran X. La joven aún tenía el pelo mojado y toda su piel brillaba de humedad.

  • Dicen que ella misma se entregó a los hombres del pretor y confesó que era cristiana dijo una mujer en susurros.

  • No puedo creerlo, nadie en su sano juicio haría algo semejante sabiendo lo que le espera.

  • Te digo que sí, se entregó junto a su esclava hace una semana y ese bestia de Sifax la ha estado torturando todo este tiempo en las mazmorras del pretorio pero no han conseguido doblegarla.

  • Y ahora le espera la cruz, no me gustaría estar en su piel.

  • Ella misma se lo ha buscado.

Algunas mujeres sentían compasión por los sufrimientos de la muchacha mientras otras se alegraban internamente del castigo que estaba sufriendo esa orgullosa patricia. De todos modos no faltaban las que estaban mojadas como perras y lo disimulaban como podían. Estas no dejaban de mirar esas tres anillas que perforaban los órganos más sensibles de la muchacha y se preguntaban qué habría sentido cuando se las pusieron. Quizá alguna deseaba estar en su lugar,…… bastaba confesar que era cristiana aunque fuera mentira, pero ninguna era tan valerosa como para atrverse a pasar por ese calvario.

El látigo silbó un par de veces en el aire y entonces sin previo aviso impactó en la espalda de la prisionera enroscándose en su cuerpo.

SHAAACK

  • MMMMMHHH

Julia gritó con todas sus fuerzas al sentir ese estallido de intenso dolor y todo su cuerpo tembló y se tensó contra las ataduras.

El verdugo tiró entonces del látigo y éste cortó limpiamente la piel

  • UNO, contó a coro la plebe alborozada.

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • DOS

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • TRES

  • Dioses, miradla cómo sufre.

  • He oído que esa clase de látigo bien manejado corta la piel como si fuera un escalpelo.

El verdugo no se apresuraba y daba los latigazos poco a poco para que la condenada asimilara bien el dolor de cada uno antes de recibir el siguiente.

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • CUATRO

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • CINCO

Julia retorcía inútilmente su cuerpo estirado como una piel al sol y bramaba con la cabeza dirigida al cielo en largos y lastimeros aullidos. Los latigazos dolían horriblemente pero las heridas del látigo escocían como el infierno. Las rojizas marcas alargadas aparecieron pronto en la espalda el ombligo, el culo y las piernas de la joven.

  • Así verdugo, así, más fuerte.

La gente veía el espectáculo divertida y alborozada sin mostrar ninguna piedad por la mujer.

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • SEIS

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • SIETE

SHAAACK

  • MMMMMHHH

  • OCHO

  • En las tetas,  verdugo.

  • No, en su sexo, dale entre las piernas.

Cuando el látigo acertaba en las sensibles tetas de Julia ésta gritaba aún más fuerte y cuando el verdugo acertó a darle entre las piernas abiertas entonces la joven lanzaba espumarajos por la boca y los ojos se le ponían en blanco.

Tras los primeros veinte latigazos, le dejaron descansar unos momentos.

Julia estaba agotada de tanto gritar y encajar de modo que empezó a colgar de sus ataduras con la cabeza caída hacia delante, el mojado cabello cubriéndole la cara y jadeando.

El verdugo inspeccionó sus heridas de cerca y juzgó que aún podía recibir más latigazos pero no por el momento, entonces tras dudar unos momentos Sifax escogió el siguiente instrumento de tortura y tirando de su pelo levantó su cara y se lo mostró. Eran unas uñas de gato.

A Julia casi se le salieron los ojos de las órbitas al ver tal horror.

  • ¿Sabes lo que voy a hacer con esto, cristiana?

La joven sólo tuvo tiempo de negar con la cabeza

  • Es para hacerte cosquillas y ahora reza lo que sepas a tu Dios, voy a empezar por aquí.

  • MMMMMHH,  MMMMM

El salvaje verdugo empezó a arañar la piel de Julia por su ombligo y luego pasó a los costados,…la espalda, …..los muslos, lo hizo despacio para que ella sufriera más. Las uñas fueron surcando su piel y Julia gritaba como un cerdo en la matanza. El verdugo no llegó a desollarla pero dejó marcas sanguinolentas como si fueran los surcos de un arado.

Entonces cuando parecía que había terminado, cogió una esponja de dentro de un cubo y empezó a empapar la piel de la prisionera.

Entonces los gritos de Julia fueron aún más intensos y desesperados.

  • No sé por qué grita así. ¿Qué es lo que pasa?

  • Creo que a esa agua le han echado algo.

  • Es agua muy salada mezclada con vinagre, a ese bruto del verdugo le encanta limpiar la sangre con eso tras usar las uñas, imagínate su efecto en las heridas.

La joven estuvo en tensión gritando durante unos minutos hasta que se le pasó algo la quemazón.

  • Ja, ja, mirad cómo se retuerce

  • Es como si la estuvieran quemando con carbones encendidos, baila cristiana, baila.

Tras lo de las uñas de gato le dieron una segunda tanda de latigazos y después le tocó el turno a las agujas.

Mientras preparaban la tortura de las agujas candentes, se repartió pan, higos  y vino entre el público pues ya se acercaba la hora de comer. De este modo todos pudieron disfrutar de su comida mientras asistían al bárbaro tormento.

Aunque le iban a clavar agujas por todo el cuerpo, es evidente que los bellos senos de la mártir cristiana iban a ser uno de los principales objetivos de los verdugos, por eso le colocaron unos cintos de cuero mojado en la base de las tetas y apretaron bien la hebilla. Los senos de la joven tenían unos quince centímetros de diámetro en su parte más gruesa pero las hebillas consiguieron constreñir su base a la mitad amenazando con cortarlos de cuajo. La joven se quejó de dolor pero eso no paró a los sádicos verdugos.

El cuero mojado cortó en parte la circulación de la sangre y los pechos de Julia quedaron como dos globos azulados y turgentes donde las agujas se clavarían mejor. Asimismo los pezones de la muchacha crecieron a ojos vista y las aureolas se hincharon y pusieron más sensibles.

Sonriendo con sadismo, Sifax se puso un grueso guante de herrero y cogió una aguja que mostró a la prisionera. Esta tenía quince centímetros de largo y unos dos milímetros de  grosor con una punta muy afilada. La aguja estaba de color intensamente rojo en  casi toda su longitud.

A pesar de los lloros y protestas acallados por la mordaza Sifax cogió el pecho derecho con una mano y dirigiendo la punta de la aguja al centro del lateral lo pinchó introduciéndolo con cierta facilidad.

Al principio Julia sólo hizo un gesto raro pero pronto su rostro se desencajó y lanzó un agudo grito de dolor mientras un chorro de orina salía entre sus piernas.

  • Ja, ja, se ha meado la muy puta.

  • Duele ¿verdad cristiana?, ¡traspásalo Sifax!.

  • Despacio, despacio, no hay prisa.

El verdugo fue introduciendo lentamente la aguja que quemó la carne a su paso con un horrible siseo mientras la joven trataba inútilmente de soltarse de las ataduras a grito pelado.

El público vitoreó al verdugo y le aplaudió cuando la punta de la aguja salió por la otra parte del pecho.

Sifax comprobó cómo había quedado la aguja y fue a coger otra de la chapa esta vez destinada al pecho izquierdo.

De nada valieron los lloros y ruegos de la doncella, el cruel verdugo clavó la segunda aguja en la carne y la joven volvió a gritar como una loca.

El público disfruto de verdad del bárbaro tormento aunque muchas mujeres se llevaron los manos a sus propios  senos en un instinto de protección.

  • Sagrada Venus, cómo debe dolerle, dijo una madura matrona con las manos en sus pechos y cruzando las piernas pues sentía sus fluidos vaginales deslizarse entre sus muslos sin parar.

Tras las dos primeras agujas, luego le clavó otras dos cruzadas y tras ellas le perforó la base de los pezones por su justa mitad. Durante el lento tormento Julia se retorcía y aullaba como un animal al que estuvieran desollando.  Cuando terminó de clavar seis agujas en cada pecho, el verdugo empezó a clavárselas también por todo el cuerpo; piernas, axilas brazos, labia y clítoris hasta llegar a treinta. Si no hubiera sido por la droga Julia hubiera perdido la consciencia mucho antes.

Tras la agujas le tocó el turno a las tenazas, los dos ayudantes de Sifax se pusieron a ambos lados de ella con sendas tenazas que tenían las puntas al rojo vivo. A una señal de su jefe los  dos atraparon los anillos de los pezones con las tenazas y dejaron que el metal transmitiera el calor a los sensibles apéndices.

  • MMMMMH, MMMMMHHH

El público contuvo el aliento al ver el bárbaro suplicio de modo que los alaridos de la joven Julia se oían perfectamente por toda la plaza. La inventiva de ese sádico de Sifax era diabólica y el martirio de la muchacha cristiana muy largo y cruel.

Cuando se enfriaron las tenazas las introdujeron otra vez en el brasero y entonces cogieron otras. Esta vez atenazaron las agujas que perforaban los muslos obteniendo un resultado similar. El delgado metal introducido en su carne cumplía la función de transmisor del calor de modo que éste tocaba los nervios internos de la joven sin llegar a destruirlos. Luego hicieron lo mismo con las agujas que atravesaban los pechos. El resultado era bestial y enormemente cruel.

Tras jugar con las tenazas un buen rato, Sifax le introdujo un cornu hueco de bronce en su sexo que posteriormente pensaba usar en la cruz. El cornu imitaba a la perfección un pene humano con prepucio y  tenía veinte centímetros de largo y unos seis centímetros de grosor.  Asimismo el artesano había horadado cuatro orificios en su justa mitad y por ellos introdujo dos agujas más que perforaron los labios vaginales de la muchacha. Así el dildo quedó dentro de la vagina y colgando de los labia de manera que no se pudiera caer.

Entonces con gesto de sádico Sifax fue a buscar una de esas tenazas candentes y la aplicó a la base del cornu. Fue cuestión de segundos para que el dildo se convirtiera en un ardiente amante y la muchacha visitara el infierno con su sexo en llamas.

  • MMMMMM, MMMMMM

El rostro de Julia se desencajó de puro sufrimiento y sus ojos se pusieron en blanco.

  • Isis, el metal se está calentando dentro, dentro de…..

Sus gritos eran ahora desesperados y sólo se apagaron cuando la joven perdió el sentido.

Sifax comprendió que quizá se había excedido y que ya no podía seguir torturando a la muchacha sin dejarle descansar de modo que ordenó que volvieran a despertarla y la soltaran. Por otro lado ya era hora de que la llevaran al anfiteatro con las demás.

Comprendiendo que el espectáculo había terminado, la gente se fue disolviendo y marchando  hacia sus casas o sus asuntos. Muchos cabeceaban deplorando que esa bella joven prefiriera ese suplicio a ser fiel a Roma mientras otros hombres y mujeres se apresuraban a sus casas para masturbarse o hacer el amor. Las prostitutas del foro se prepararon pues pensaron que esa noche iban a hacer un buen negocio.

Entre tanto a Julia que yacía desfallecida le sacaron todas las agujas y el cornu, le soltaron los cinturones de los pechos y la despertaron con un fuerte impacto de agua fría.

Cuando le soltaron las ataduras la joven cayó al suelo y durante unos minutos la dejaron a solas y estuvo palpándose y lamiéndose las heridas.

Increíblemente cuando fueron a colocarle otra vez el madero sobre los hombros la encontraron de rodillas rezando a su Dios y dándole las gracias por haber soportado el tormento.

…….

Media hora después llevaban a la cristiana al anfiteatro para sufrir martirio junto a las otras esclavas.

El anfiteatro era una sólida construcción de piedra que se encontraba fuera de las murallas. Por supuesto no era tan grande como el famoso Coliseo  de Roma pero no estaba nada mal pues constaba de dos pisos de arquerías superpuestas y el graderío  descansaba sobre bóvedas y pasillos realizados con una efectiva y barata técnica de construcción a base de cemento.

El estruendo de las cinco mil personas que había en su interior atemorizó a la muchacha a la que tuvieron que azuzar y empujar para que diera los últimos pasos. Evidentemente los juegos habían comenzado hacía varias horas  y el público gritaba enfervorecido por el sangriento espectáculo.

El maestro de ceremonias hizo esperar a Sifax a la entrada pues en esos momentos estaba acabando una lucha individual entre un retiario y un tracio. Al parecer el retiario había conseguido enredar con su red al tracio y le había hecho caer al suelo. Seguidamente cogió su tridente y pinchó con él su cuello esperando la decisión del magistrado. El público estaba implorando que le perdonaran pues el tracio había luchado bien.

De pronto se oyeron  unos aplausos pues el  pretor había levantado el dedo perdonando al luchador.

Sólo entonces el portero dejó entrar a los verdugos que arrastraban a Julia con el patibulum a hombros y caminando a trompicones. Al público le costó unos segundos reconocerla pero entonces alguien gritó su identidad y los gritos e insultos acallaron los aplausos.

Al ver tan cálido recibimiento los verdugos obligaron  a Julia a dar una vuelta entera al ruedo hasta llegar frente al palco de honor.

La visión de la arena era dantesca. Cinco esclavas habían sido ya crucificadas y otras tantas estaban atadas a diferentes cruces de San Andrés u otras estructuras mientras los verdugos les aplicaban tormento. Incluso había un extraño caballete con ruedas y con mujeres desnudas atadas a él. Probablemente estaba diseñado para acercarlo a diferentes rincones de la arena y que todos los sectores del público pudieran ver cómo se castigaba a las condenadas de cerca.

La mayor parte de las esclavas permanecían atadas a diferentes postes situados en los laterales de la arena esperando a que les llegara el momento. Otras habían sido llevadas al graderío con las manos atadas a la espalda para entretener con sus servicios a ricos hombres que pagaban el precio establecido por los guardias. Esta muchachas se afanaban en chupar las pollas de sus clientes pues calculaban que cuanto mejor lo hicieran más tiempo tardarían en ser crucificadas y sufrirían menos.

Julia también  vio otros dispositivos de tortura aún sin usar como un gran caldero de bronce lleno de agua, una parrilla, asadores, jaulas, así como varias estacas de madera con la punta afilada.

En la parte baja de los muros bajo las gradas se podían ver las jaulas donde se guardaba a las fieras: leones, leopardos y un gran oso rugían nerviosos y asustados.

Una vez Julia llegó frente al palco del pretor se arrodilló agotada y entonces los verdugos le soltaron el patíbulo de los hombros. La joven pensó que iban a crucificarla inmediatamente pero en realidad le aguardaba un destino mucho  peor pues antes de eso sería testigo del lento suplicio de todas sus compañeras. Como decimos ella sería la última.

En su lugar le ataron las manos a la espalda y la llevaron hasta el palco  por orden del pretor. En su camino hasta allí pasó delante  de una de las chicas crucificadas y un escalofrío recorrió su cuerpo. La joven no era otra que Alba. A las esclavas se les había dado la oportunidad de que entre todas eligieran la primera en ser clavada a la cruz. Hay que tener en cuenta que las primeras colgarían de sus cruces durante tres interminables días por lo que ninguna quería tener ese dudoso honor. Fue el centurión Quinto quien explicó a las esclavas que la mayor parte habían sido denunciadas por Alba por lo que éstas la escogieron sin dudar para ser la primera.

Julia la miró atentamente. A Alba le habían clavado por las muñecas y por el empeine de los dos pies con un solo clavo. Los verdugos eran muy hábiles y sabían hacer muy bien su trabajo pues los brazos y pies estaban solidamente clavados y de las heridas apenas habían manado unos pequeños hilos de sangre. La forma en la que la habían crucificado era extraordinariamente cruel pues le exigía colgar con todo su peso de los brazos abiertos en Y mientras las piernas permanecían en cuclillas pero no sentada. Mantener esa postura forzada durante horas le provocaría horribles dolores en cada articulación de su cuerpo y calambres musculares. Además oprimiría tanto su pecho que la mujer pronto tendría problemas de respiración.

Como ya llevaba cerca de tres horas colgando de la cruz eso era exactamente lo que le estaba pasando a Alba en ese momento, y como le faltaba el aire, la muchacha hacía ímprovos esfuerzas por auparse sobre sus piernas y ponerlas derechas. Alba lo intentaba desesperadamente intentando reptar hacia arriba lo cual le hacía rasparse su ya descarnada espalda contra el madero. Al mismo tiempo todo su peso empezaba a recaer sobre los clavos de sus pies que habían sido clavados entre los  dos metatarsos centrales. El dolor en los pies debía ser terrible a juzgar por los aullidos de la prisionera y su rostro desencajado, es como si el clavo los abriera longitudinalmente en dos mitades como si fuera una cuña. A pesar de todo Alba consiguió poner sus piernas derechas y la cabeza superó la cúspide  de la cruz lo cual hizo que el público la apludiera burlonamente. Llorando y temblando de puro sufrimiento Alba pudo respirar unos momentos mientras el público contaba a coro los segundos que la joven iba a poder peranecer de pie.

No duró más veinte pues el intenso dolor le hizo derrumbarse y otra vez cayó con los brazos estirados y las piernas dobladas. Al hacerlo decenas de astillas se le clavaron en el culo y la espalda y ella gritó aún más fuerte.

Julia se compadeció de la joven que lloraba sin parar rogando a sus verdugos que la bajaran de la cruz o al menos le dieran una muerte rápida.

  • Vamos, tú, camina, ya te tocará, ahora te espera el pretor.

Cuando se la llevaron hasta su palco, el pretor Galba sintió una gran satisfacción de ver lo que ese bestia de Sifax y sus secuaces habían hecho con Julia.

  • Dadle la vuelta, quiero verla bien.

Y los guardias le dieron la vuelta para que pudiera ver las diferentes marcas que la tortura había dejado sobre su cuerpo.  Mientras la examinaba y toqueteaba Galba experimentó una enorme erección, siempre la había deseado desde que se le entregó unos días antes.

  • Veo que los verdugos se han esmerado contigo cristiana, ¿estás ahora dispuesta a obedecer a tu señor?

  • Ya nada me importa, haced que me crucifiquen de una vez os lo ruego.

  • Oh no, aún no, así tendrás tiempo de ver lo que te espera, y ahora sirve a tu señor como una buena sierva o verás cómo sumergen a tu esclava Varinia en un caldero de agua hirviendo.

Esta vez el pretor acertó en su punto debil y la patricia  no ofreció resistencia, así que cuando el pretor se sacó su miembro ella se puso de rodillas e inició una lenta mamada.

  • Ahora ya no eres tan orgullosa, esclava, vamos, que sigan los juegos.

Ya iba siendo hora de crucificar a la siguiente esclava, pero para eso el siniestro centurión Quinto había acordado con el preparador de los gladiadores un sádico juego. Dos gladiadores iban a luchar entre sí a muerte, pero no iba a morir ninguno de ellos, en su lugar cada uno iba a escoger una esclava. Los dos lucharían y el que diera antes con la rodilla en el suelo sentenciaría a la esclava elegida a ser crucificada inmediatamente.

Las dos esclavas sabían perfectamente su destino así que siguieron la lucha entre los gladiadores muertas de terror mientras los verdugos terminaban de taladrar  unos agujeros en la madera de la cruz que descansaba en el suelo y afilaban los clavos.

El público también se implicó en la pelea y  apostó por cada una de las dos esclavas. Como era de esperar, tras cinco minutos de lucha uno de los gladiadores tropezó y al caer al suelo sentenció inmediatamente a la esclava que había elegido. El gladiador ganador se llevó a la suya para follar con ella en las gradas mientras los verdugos atrapaban a la perdedora y la acostaban en la cruz.

  • Por favor…por favor ......sólo acertaba a decir ella mientras le ataban las manos y los tobillos a los maderos.

  • Dime pequeña, pareces muy joven, ¿cómo te llamas?

  • Inés, señor, sólo tengo dieciocho, por favor no me hagas daño, te lo ruego.

  • Eso es imposible, Inés, pero al menos te roporcionaré un último placer.

Y el verdugo le masturbó mientras lamía sus pequeños pechos. La joven tuvo un orgasmo en cinco cortos minutos, pero tras ese breve intervalo empezó el infierno.

Los verdugos colocaron la punta de sendos clavos en las muñecas y empezaron a clavar casi al unísono.

KLANG, KLANG

  • IIIAAAYYAYAYYYY

Los clavos entraron limpiamente por el túnel carpiano rompiendo nervios y tendones y la chica gritó de dolor levantando su cuerpo de la madera en un desesperado intento de huir.

  • Mirá esto Julia dijo el pretor interrumpiendo por un momento la felación, te gustará.

Y obligándole a darse la vuelta Julia pudo ver cómo crucificaban a la chica.

La joven brillaba en un baño de sudor mientras los verdugos terminaban de clavar los clavos haciendo que éstos entraran profundamente en la madera.

  • BASTA, BASTA, MÁS NO POR FAVOR, MÁS NO.

KLANG, KLANG

La joven gritaba llorando desconsolada, pero sus gritos se convirtieron en aullidos cuando se pusieron a clavarle los pies, esta vez con dos clavos.

KLANG, KLANG.

  • IAAAYYYYYYYY

Buena parte del público había enmudecido para oir los gritos de la nueva condenada pero cuando los verdugos empezaron a izar la cruz con la chica densuda encima la gente empezó a aplaudir.

Entre ocho soldados se ocuparon de poner derecha la cruz. Los ocho bufaban y maldecían sudando por el esfuerzo pues levantar así una gruesa cruz de madera con un cuerpo humano colgando no es fácil. La chica no paraba de gritar de dolor y llorar, pues todo su cuerpo empezó a colgar de sus muñecas heridas mientras se desplazaba hacia abajo por el plano inclinado del estipe. La cruz alcanzó pronto la vertical e Inés pensaba que se caía al suelo, pero los clavos la mantuvieron en su sitio. Finalmente la base del estipe cayó en el agujero y la cruz se sacudió violentamente repercutiendo dolorosamente en cada hueso de la muchacha que gritó otra vez.

Una vez vertical, los verdugos se apresuraron a rellenar el agujero con cuñas de madera, piedras y tierra y tras acabar se alejaron de la cruz para ver su obra. En lo alto del madero estaba Inés llorando desconsolada, era muy guapa, delgada y tenía unos pechos pequeños. Sifax pensó que estaba en forma así que resistiría mucho tiempo viva y “bailaría” muchas horas entreteniendo así al público. Entonces se fue hasta ella y saboreó una copa de vino que alguien le trajo mientras acariciaba los tersos muslos de la muchacha.

Una hora después le tocaría crucificar a otra.

......................

Entre tanto, Sabina había acudido al palco invitada por el pretor.

  • Querido Galba, ¡qué privilegio! estos juegos están siendo un completo éxito, mira al público cómo se divierte y brinda por ti.

  • Hola bella Sabina, observa bien a la esclava.

  • ¡Oh!, si no me equivoco esa cerdita que tienes entre las piernas es esa Julia de la que tanto se habla, así de rodillas y con una polla en la boca no tiene nada de extraordinario, sólo parece una esclava más. ¿Qué tal la chupa?

  • Ahhh, parece que lleva haciéndolo toda la vida, dime Sabina, ¿ya has pensado un fin adecuado a tu sobrina Helena?, ¿quieres que los verdugos hagan algo especial con ella?, .......¿empalarla?,  quiza….¿asarla viva?

  • Hmmm, es tentador pero prefiero una muerte lenta en una  crux humilis, de hecho venía a pedirte que sea la próxima en ser crucificada y que los verdugos se aseguren de que permanece viva hasta el final.

  • Por supuesto, tus deseos son órdenes para mí, ¿por qué una crux humilis?.

  • Quiero que sea crucficada a ras de suelo, así cualquiera que lo desee podrá follar con ella, además los verdugos tendrán un acceso más cómodo a su cuerpo

  • Qué cruel eres matrona y ¿dónde está ahora?

  • En la gradas, han decidido usarla como esclava sexual y ahora está haciendo lo que mejor sabe hacer, chupar pollas de los maridos de otras.

  • Muy bien, centurión que vayan a buscarla y decidle a Sifax que preparen una cruz baja.

  • ¿Podré bajar y ver de cerca cómo la crucifican?

  • Sí claro que sí

Continuará