Julia, santa y mártir (12)

Gracias al soborno el comerciante Próculo puede acceder a las mazmorras del Pretorio y asistir al interrogatorio de su esclava Valentina.

Capítulo 12 El placer de Próculo

Después de que el retor y el senador Gallo salieran de la cámara de tortura, los verdugos desataron el cuerpo inerme de Julia y Sifax se la echó al hombro para llevarla a la celda.  Allí se encontraban ya Alba y Varinia de rodillas sobre un lecho de paja, desnudas y encadenadas a la pared con grilletes. Las dos lloraban por el engaño y humillación sufridos pero sobre todo por el tremendo destino que les aguardaba. Apenas hicieron caso de Sifax. Este se limitó a depositar a Julia sobre  el camastro, la cubrió con una manta y se marchó de allí cerrando la puerta.

Horas después, acudió el físico para curar las heridas de la joven mártir y evitar que éstas se infectasen. Auxiliado por un ayudante, le lavó todo el cuerpo y le aplicó un ungüento……

…………

Era de noche y el centurión Quinto hablaba cerca de la puerta del pretorio con un hombre embozado que se empeñaba en ocultar su rostro.

  • ¿Está todo preparado, centurión?

  • Sí.

  • Espero que serás discreto.

  • Por supuesto Próculo, no tienes de qué preocuparte.

  • Chsssst, no digas mi nombre, toma, aquí tienes lo acordado.

El centurión cogió la bolsa en la que tintineban las monedas y tras sopesarla sonrió.

  • Sígueme, ….comerciante,… no te arrepentirás.

Una vez que el oficial dio el santo y seña, Quinto y su acompañante pudieron franquear las puertas de la fortaleza sin problema y lo mismo ocurrió con el acceso a las mazmorras. Discretamente Quinto deslizó un par de monedas en las manos del carcelero y éste les facilitó una antorcha para que pudieran andar por los oscuros pasillos sin miedo a tropezar.

Al principio los fríos muros de piedra, oscuros y silenciosos hicieron estremecerse a Próculo, pero a medida que penetraban en las sórdidas mazmorras, los hombres empezaron a oír lo que parecían gemidos de mujeres.

  • Son las prisioneras, aclaró Quinto como si hiciera falta.

  • Parece,….parece como si estuvieran haciendo el amor, dijo Próculo cada vez más excitado.

  • Sí,… todas las noches las visitan los muchachos para pasar un buen rato, a veces también hay visitantes de fuera que pagan bien… tú ya me entiendes.

Próculo pasó junto a las celdas donde varios hombres parecían abusar de algunas mujeres desnudas y maniatadas mientras otras lo veían todo desde sus jaulas o encadenadas a las paredes de las mazmorras. Las esclavas cristianas ya llevaban dos días sometidas a todo tipo de abusos y vejaciones y la mayor parte estaban resignadas a su destino por lo que ya ni siquiera protestaban.

  • Ven por aquí, susurró Quinto, esta celda se encuentra junto a la cámara de tortura.

Una vez en la celda los sonidos de fuera dejaron de oirse y  el Centurión Quinto llevó al rico comerciante hasta una pared donde había una celosía de metal.

El hombre le hizo caso y lo que vio al otro lado le sorprendió.

  • ¡Oh!

Quinto sonrió

  • Disfruta del espectáculo,  Salud.

Y el centurión salió cerrando la puerta.

  • ¡Valentina!, que bella eres.

Próculo reconoció a su esclava al momento. La joven colgaba por sus brazos de la bóveda de la cámara de tortura completamente desnuda lo cual hacía resaltar las redondas formas de su cuerpo escultural. Estaba tan estirada que apenas tocaba el piso con los dedos de los pies. Sobre su piel se veían huellas de latigazos recientes y de su boca amordazada no dejaban de deslizarse hilos de babas que mojaban sus firmes pechos y los hacían brillar a la luz de las antorchas. El contraluz de éstas destacaba las bellas curvas del cuerpo de la joven, sus redondas caderas, sus nalgas perfectas y sus carnosos pechos que temblaban al menor movimiento y que estaban coronados por unos pezones duros y gruesos.

Casi maquinalmente Próculo se sacó su miembro ya endurecido para masturbarse, su querida esclava nunca le había parecido tan bella ni deseable.

La joven debía estar incómoda pero permanecía aparentemente tranquila, solo su pelo mojado y desordenado que ocultaba parte de su rostro revelaba la violenta flagelación que había tenido que soportar sólo unos minutos antes.

Próculo lamentó no haber podido ver cómo los verdugos azotaban a su bella esclava e intentó imaginarse sus gritos y convulsiones al recibir los latigazos así desnuda y totalmente indefensa.

Transcurrido un rato, se abrió la puerta de la mazmorra y entraron cuatro guardias fornidos y semidesnudos. Valentina se sobresaltó y se puso a rogarles algo incomprensible, seguramente venían a continuar el interrogatorio.

De hecho así fue, los soldados se desnudaron del todo, signo de que alternaban las torturas con violaciones y prosiguieron lo que habían dejado a medias una hora antes.

Uno de ellos volvió a tirar de la soga que mantenía los brazos de Valentina en alto  e izó su cuerpo en el aire hasta que colgó en vilo. En ese momento Próculo se dio cuenta de que habían atado los pulgares de los pies a una anilla en el suelo de modo que todo el cuerpo de la joven quedó estirado a unos pocos centímetros por encima del suelo.  Los muslos y nalgas de Valentina brillaban turgentes y ahora el comerciante pudo ver con detalle que también habían sido marcados por el flagelo. El hombre no podía dejar de masturbarse.

Entre tanto, otro verdugo se puso a avivar con un fuelle las brasas de uno de los braseros, mientras otro iba introduciendo el instrumental de tortura para que se fuera calentando.

  • Escucha perra cristiana, dijo el que parecía dirigirles, si no quieres que sigamos con lo de antes tendrás que darnos algún nombre. ¿Conoces a alguna otra esclava traidora?

Valentina le miró y dijo que no con la cabeza.

  • Testaruda, veo que no vas a hablar, así que no nos dejas otra alternativa, y entonces el verdugo cogió unas grandes tenazas de hierro negro y las abrió delante de la cara de la joven.

Esta negó llorando pero no pudo evitar que el sayón escogiera un trozo de carne del muslo y la pellizcara con las tenazas.

  • Y ahora, ¿recuerdas algún nombre?

MMMMMHHHH

Valentina gritó y lloró pero el verdugo no sólo no soltó la presa sino que además empezó a retorcer el pellizco.

  • Vamos, ¡habla!, ¡confiesa!

MMMMMMHHH

La esclava gritó mucho más alto retorciendo su cabeza y pidiendo piedad.

Sólo al ver eso Próculo  llegó casi al orgasmo pero se reservó esperando que le hicieran algo más fuerte.

Tras retorcer la carne varias veces en ambos sentidos el verdugo soltó el pellizco dejando una fea marca rojiza en el muslo, pero sólo para agarrar otro pellizco en el ombligo.

  • Vamos a ver si aquí duele más, vamos, habla, perra, sabemos conoces a otras cristianas, di sus nombres y terminarás de sufrir.

MMMMMMHHH

Los demás verdugos observaban  en silencio de manera que los lamentos y ruegos de la joven llenaban toda la cámara de tortura y al comerciante le sonaban a música celestial.

Tras el ombligo, el verdugo acarició las sensibles tetas de la muchacha con la punta de las tenazas  y volvió  a preguntarle si le iba a dar un nombre .

  • Si denuncias a una de tus hermanas paramos, sino te arrancaré uno de tus pezones. ¿Cuál prefieres conservar, el derecho o el izquierdo?

  • MMMMh, MMMMMHH

Valentina dijo que no histérica, pero entonces el verdugo fue cerrando las tenazas en la punta del pecho derecho de la muchacha apretando con todas sus fuerzas y ésta empezó a gritar desaforadamente cuando un relámpago de dolor llegó de su seno.

  • MMMMMH, MMMMM

  • Ja, ja, duele como el infierno, ¿verdad cristiana?, vamos confiesa, confiesa  o te lo arranco de cuajo.

  • MMMMMHHH

Ese bestia se puso a retorcer y estirar del pezón que ahora parecía un pellejo informe.

De pronto, entre los gritos y convulsiones una pelicula de líquido dorado se deslizó entre los muslos de la pobre esclava.

Esta vez Próculo no pudo reprimirse y se corrió tan violentamente que sus piernas estuvieron a punto de fallarle.

Lo de arrancarle el pezón era un farol, pero tras retorcérselo con toda su fuerza se puso rojo e hinchado y dolía a cada palpitación intensamente. El verdugo continuó la tortura impasible y siguió jugando un buen rato con las tenazas y pellizcó a la joven en muchas partes de su anatomía: su otro pecho, sus nalgas, en los labia de la vagina, etc. sin embargo, no consiguió que le diera ningún nombre.

De todos modos, los verdugos tenían todo el tiempo del mundo para hacerla hablar así que tras la primera hora de interrogatorio decidieron que la bella esclava cabalgara sobre un pony. Soltaron los pulgares de los pies y tras izarla unos centímetros más, la cogieron de las piernas separándolas en direcciones opuestas mientras dos de ellos colocaban el pony bajo su entrepierna.

Próculo pudo ver que la cuña del pony estaba forrada a su vez por una cuña de metal no muy afilada pero lo suficiente para presionar el sexo de la joven de una manera muy dolorosa.

Luego fueron soltando la cuerda que sostenía sus brazos de manera que Valentina empezó a cabalgar sobre esa montura infernal.

  • MMMMMHH

La chica volvió a gritar de dolor e intentó rebelarse doblando las piernas, pero los verdugos se lo impidieron y le colocaron un cepo de hierro entre los tobillos por debajo del travesaño horizontal del pony.

Esto obligaba a que ella mantuviera una pierna a cada lado de manera que todo su peso repercutiera sobre su entrepierna hincándose dolorosamente contra la cuña de metal.

Los cuatro hombres la dejaron así un rato deleitándose de su cara de sufrimiento.

  • MMMMH, MMMMHH

Era inútil que ella protestara, el peso de su cuerpo presionó sobre su sensible sexo y se convirtió en un dolor sordo y creciente que fue invadiendo su abdomen.

A esas alturas Próculo había recuperado su erección y seguía masturbándose viendo cómo torturaban a su esclava.

Por su parte Valentina lloraba y rogaba que la bajaran de allí pues el dolor en su entrepierna era creciente e insoportable.  La única manera de aliviarlo era hacer fuerza con los brazos y auparse sobre el pony.

Los soldados le dejaron que lo hiciera durante unos diez minutos, divertidos de los desesperados esfuerzos de ella de escapar de esa tortura brutal, pero cuando se cansaron le colgaron unos sacos llenos de arena de los tobillos. Dado que cada saco pesaba dos kilos, la presión sobre la entrepierna era cada vez más intensa y la pobre Valentina lloraba sin parar rogando que tuvieran piedad.

  • Vamos, cristiana, denuncia a una de tus amigas, sólo a una, y te quitamos los sacos.

Pero ella insistía en decir que no. En realidad conocía a muchas hermanas en la fe tanto esclavas como libres pero no podía hacerles pasar por los suplicios y violaciones que ella misma estaba sufriendo. Así pues, dado su terco silencio el verdugo ordenó que le colgaran otros dos sacos más, es decir cuatro kilos colgando de cada tobillo.

  • MMMMMHHHH

El gesto desencajado de la joven esclava era muy elocuente de su sufrimiento. No dejaba de soltar lágrimas ni babas que caían por todo su cuerpo.

  • Aun así te empeñas en callar, ¿verdad?, está bien, usaremos los hierros candentes.

Cuando Próculo vio cómo un verdugo sacaba un hierro del brasero con la punta al rojo vivo aumentó el ritmo de su masturbación.

  • Por Júpiter, ¿qué le van  a hacer con eso? dijo para sí.

Antes de aplicárselo en la piel el verdugo acercó el hierro a la cara de la muchacha, justo para que pudiera notar su calor.

  • Ultima oportunidad antes de que te toque con esto, zorra, dime el nombre de una de esas adoradoras de Jesús, ¡vamos!.

  • MMMMMHHHHH

  • Vamos, dilo, dilo o te toco con esto.

A Valentina se le desencajaban los ojos de las órbitas y los tendones de su cuello estaban a punto de estallar mientras gritaba que tuvieran piedad, pero aquellos cuatro sádicos lujuriosos no guardaban ninguna piedad para ella.

SSSSSSHHHH

  • MMMMMHH, MMMMMHHH

El punzón candente le tocó en el pie izquierdo y la chica empezó a agitarse y gritar desaforadamente mientras una nubecilla de humo ascendía hacia la bóveda y su entrepierna chocaba una y otra vez contra la cuña del pony.

Próculo estaba a punto de un segundo orgasmo viendo el cuerpo de Valentina brillante de su propia transpiración y temblando de esa manera.

Cuando la joven asimiló la quemadura dejó de temblar y se echó a llorar.

  • Vamos esclava, denuncia a una  que conozcas, ni siquiera tiene que ser cristiana, nos basta con que sea joven y bella como tú…si no lo haces te quemaré con otro hierro.

Valentina le miró llorando y diciendo que no, lo que convenció al verdugo para introducir el punzón en las brasas y sacar otro con la punta incandescente.

  • ¿Dónde le quemo esta vez?, preguntó a sus secuaces.

  • En la axila es muy doloroso, quizá así hable.

  • De acuerdo, en la axila, una dos y …..tres.

SSSSSHHHHH

  • MMMMMMHHH, MMMMMHHHH

Esta vez Valentina se volvió a mear encima mientras todo su cuerpo temblaba sin control, chocando su sexo contra la cuña.

……

La joven se negó a denunciar a nadie así que la tortura de los hierros continuó lenta y sistemáticamente. El verdugo le aplicó el punzón candente hasta diez veces más sobre la piel en distintos lugares de su cuerpo  conduciéndola al límite de la locura, pero no consiguió doblegar a la valiente mártir cristiana .

Lo siguiente fueron las tenazas pero esta vez con la punta al rojo vivo.

El verdugo las sacó del brasero y las dirigió hacia el cuerpo indefenso de la chica mientras ella negaba histéricamente, sin embargo en lugar de tocarle la piel con ellas las cerró sobre la cuña de metal y esperó un rato.

El tremendo calor se transmitió por el metal que forraba la cuña y sus efectos se hicieron pronto evidentes por los aullidos de la esclava. Valentina intentó alejar ese calor infernal que ahora sentía en su entrepierna haciendo fuerza con los brazos pero apenas podía hacerlo durante unos segundos. Luego se rendía y volvía a tocar el metal caliente con la delicada piel de su sexo y la parte interna de sus muslos y nalgas.

  • MMMMMMHHHH, MMMMHHH

La joven lloraba y aullaba con el rostro dirigido hacia lo alto mientras las lágrimas y babas caían a raudales

Proculo no pudo reprimirse y volvió a correrse de placer viendo el sufrimiento de su esclava.

Esta no pudo soportar mucho más el tormento, así que se desmayó, liberándose por unos momentos de ese terrible dolor.

Contrariado por el desmayo de su víctima el verdugo dejó las tenazas en el brasero.

  • Despertadla y continuaremos dentro de unos minutos….

La sesión de tortura duró aún varias horas. Valentina sufrió el tormento del pony y los hierros una hora más y después fue acostada en el potro de tortura donde la tuvieron un par de horas. Allí se la follaron los verdugos por el sexo y por la boca y tras eso siguieron atormentándola sin piedad. Así le estiraron los  miembros casi hasta el punto de la dislocación mientras colocaban unos braseros a pocos centímetros bajo sus pies. Después le aplicaron la tortura del agua, le pellizcaron las dos tetas a la vez con tenazas candentes  y finalmente le introdujeron una pera de la angustia en su sexo. Valentina se volvió a desmayar tras dar varias vueltas al tornillo de la pera y los verdugos decidieron que ya había tenido bastante.

  • Espero que hayas disfrutado  comerciante, le dijo Quinto tras entrar en la celda.

  • Sí centurión, he disfrutado mucho.

  • Por una cantidad semejante puedo dejar que la folles una vez se haya recuperado.

  • No centurión, me conformo con mirar,…..¿crees que el pretor la condenará a morir en la cruz?

  • Sí, por supuesto, todas las esclavas serán crucificadas menos aquellas destinadas a otros suplicios.

  • ¿Otros suplicios?

  • Sí, ya sabes, para divertir al público en la arena, Sifax tiene mucha imaginación.

  • Eso será demasiado rápido, en realidad lo más largo es morir en la cruz

  • Sí, es posiblemente uno de los suplicios más crueles, además es humillante para estas cristianas que se creen tan castas y puras, tendrá que permanecer completamente desnuda delante d ela gente, quizá sodomizada por un largo cornu.

  • Hmmm, me complace oír eso…..en ese caso quizá te puedas ganar algo más, deseo que Valentina sea crucificada y que dure muchas horas viva.

  • Pueden ser horas e incluso días, comerciante, los verdugos son muy hábiles.

  • Mejor, además quiero que se le apliquen varias torturas antes y durante su crucifixión. ¿Crees que será posible centurión?

  • Por supuesto, todo es posible con dinero, ja,ja.

Mientras los sádicos hombres hablaban,  los verdugos desataban a la pobre esclava del potro de tortura y se la llevaban inconsciente a su celda…..

Continuará