Julia, santa y mártir (08)

Los verdugos continúan atormentando a Varinia pero no consiguen doblegar la fe de su señora.

Capítulo 8 Continua la tortura de Varinia

Sifax recogió del suelo el pobre cuerpo torturado de Varinia y se la llevó hasta el potro. La depósito sobre la mesa de madera y con diligencia le ató los tobillos. Después le cogió los brazos muertos de la joven y los colocó sobre su cabeza. Hecho esto ató las muñecas con sogas que estaban enrolladas en un cilindro de madera situado en el extremo superior del potro.

Entonces los dos ayudantes de Sifax cogieron los mandos del potro y empezaron a accionarlos. La rueda se empezó a mover lentamente con un crujido siniestro y los brazos de Varinia se fueron estirando poco a poco. Sifax siguió accionando el ingenio hasta que su desfallecida víctima quedó perfectamente inmovilizada.

- Despertadla, ordenó el pretor.

Aurelio cogió un barreño de agua y se lo echó a la eslcava de un golpe.

El agua estaba fría y eso fue suficiente para que Varinia despertara desorientada. Al principio no se dio cuenta de nada, no podía mover ni los brazos ni las piernas. Entonces levantó la cabeza y se dio cuenta de que estaba atada a ese extraño instrumento que había visto toda la noche sin entender para qué servía.

Entonces fue cuando vio a ese bestia y gritó desesperada. A los pies del potro estaba Brutus blandiendo una caña delgada. Sonriendo cruelmente el sayón llevó la caña hacia atrás, ésta silbó en el aire e impactó en la planta del pie derecho de Varinia.

Esta echó convulsivamente la cabeza hacia atrás y gritó con todas sus fuerzas.

ZAAAASSSS

- AAAAAAYYYYY

Brutus volvió a golpear otra vez reproduciendo el siniestro ciclo de la flagelación, esta vez en la planta de los pies.

ZAAAAAASSS

- AAAAAYYYYYYYYYYY

Varinia gritaba y se convulsionaba como un animal mientras la golpeaban y su cuerpo se arqueaba sobre la mesa del potro. La caña silbaba en el aire una y otra vez provocando unas horrendas marcas en los pies de la joven.

- Vamos, dadle más fuerte, vamos, decía el pretor muy excitado.

- NOOOOO, NOOOO, NO MAAAASS

ZAAAAASS

- AYYYYY, BASTA, BASTAAAA, POR FAVOORRR

Esta tortura duró todavía unos minutos más y estuvo a punto de volverla loca de dolor.

Entonces el pretor muy excitado ordenó que empezaran con la tortura del agua, estaba tan centrado en el sádico entretenimiento que se había olvidado del objeto de todo aquello.

Diligentes en su pérfido trabajo, Sifax y Aurelio la dejaron un rato llorando desconsoladamente y aprovecharon para acercar un barril de agua hasta el lateral el potro de tortura.

Acto seguido inmovilizaron brutalmente la cabeza de Varinia con una férula de hierro. Luego le quitaron la mordaza, pero no le dejaron decir nada pues rápidamente le colocaron un aro de hierro dentro de la boca y se lo ataron a la nuca.

La joven intentó resistirse inútilmente pues temía que todo aquello era para someterla a un tormento aún más perverso pero la realidad es que no podía apenas moverse. Ahora Varinia no tenía más remedio que permanecer con la boca muy abierta con la cara mirando al techo sin posibilidad de torcer la cabeza. Eso permitió que sus verdugos trabajaran fácilmente, Brutus metió en la boca la punta de un embudo y esperó las órdenes del pretor.

- Empezad con tres litros, dijo éste mostrando tres dedos, pero hacedlo despacio, que sienta cómo se ahoga.

Sifax cogió dos tapones de lana y se los metió en los agujeros de la nariz de modo que la esclava tenía que respirar obligatoriamente por la boca. Lentamente Brutus fue vertiendo el primer litro poco a poco en el embudo, de modo que el agua fue acumulándose en el embudo para acto seguido colarse por la garganta de la chica. Esta descubrió con desesperación que no podía hacer nada por evitar tragar el agua, y ésta entraba a borbotones impidiéndole respirar.

Varinia se agitaba atragantándose una y otra vez, tosiendo e intentando respirar, pero los dos primeros litros entraron sin descanso, durante más de dos minutos casi sin dejarle tomar aire. Aquello era angustioso. El cuerpo de Variniase agitaba violentamente y ella tenía el rostro desencajado y enrojecido. Tras varios minutos estaba a punto de asfixiarse cuando Sifax le quitó uno de los tapones de la nariz.

Sólo le permitió tomar una corta bocanada de aire, y tras volver a taparle el agujero, los verdugos vertieron el tercer litro para desesperación de la muchacha.

Esta parte de la tortura duró unos diez minutos pero por fin, tras esto, los verdugos la dejaron descansar.

El pretor se acercó otra vez a Julia y le dijo.

- ¿Acaso no la ves? Te puedo asegurar que eso es angustioso ¿Vas a dejar que sufra de esa manera?.

Julia lloraba negando con la cabeza.

- Sois vos quien provoca su sufrimiento, yo no.

- Observa su vientre, parece que está embarazada.

Julia miró con atención el delgado cuerpo de la esclava sobre el potro, el enorme embudo en la boca y el vientre ligeramente hinchado.

- Todavía va a beber mucho agua, y entonces el vientre se le hinchará más provocándole horribles dolores. Sólo tú puedes evitarlo si renuncias ahora mismo a tu religión.

- Sois más cruel conmigo que con ella. Sabéis que no puedo perder mi alma y me exigís algo que no puedo daros, pero me hacéis responsable de los tormentos que vos mismo le aplicáis. Parad de una vez y crucificadnos. Así podremos ir al paraíso.

- No estáis en el paraíso, estais en el infierno cristiana testaruda…. ¡La esclava está sedienta!, ¡que beba más agua!.

Brutus llenó otra jarra y volvieron a verter litro tras litro, así hasta doce. Ahora el vientre de Varinia estaba mucho más hinchado y los terribles dolores que soportaba apenas le permitían razonar. A través de su entrepierna Varinia orinaba agua casi de continuo pero no lo suficiente como para liberar su vientre hinchado. Por fin le quitaron el embudo y la pobre Varinia expulsó un buen trago de agua de una sola arcada. Entre tanto Sifax tocaba el vientre hinchado de la mujer con sus dedos.

- Parece que está preñada, comentó burlonamente mientras cogía un largo palo de madera.

El cruel verdugo se apartó un metro del potro y levantando el palo sobre su cabeza le propinó un fuerte golpe en el vientre. Varinia volvió a expulsar otra bocanada de agua mientras un intensísimo dolor le hacía poner los ojos en blanco. Sifax dio otro golpe, y otro y otro, haciendo que la pobre mujer expulsara más agua por la boca.

Luego le puso una especie de prensa en el vientre y fue apretando poco a poco una rueda que apretaba un tornillo. El agua salía ahora a bocanadas por la boca y la nariz pero el verdugo graduó el tormento para que su víctima no perdiera el sentido en ningún momento. La tortura del agua aún duró media hora más pero para entonces Varinia se había desmayado otra vez.

El pretor salió entonces de la cámara de tortura sin decir nada a Julia, pero no sin antes ordenar que prepararan el tormento de la rueda para cuando él volviera una hora después.

Julia vio entonces a los verdugos muy ajetreados, sacando carbones encendidos del horno de la mazmorra y colocándolos en una fosa rectangular que había bajo una gran rueda de madera.Se notaba que lo habían hecho muchas veces pues todos trabajaban con diligencia y sin dudas. Brutus se puso a extender y machacar los carbones hasta crear una larga cama de brasas en la fosa. Una vez que lo logró, los verdugos desataron a Varinia y la llevaron en volandas hasta la rueda colocándolo sobre la superficie curva de la misma.**

Hecho esto ataron muñecas y tobillos con unas cintas de cuero colocadas al efecto de modo que la víctima quedara totalmente inmovilizada. La esclava no ejerció ninguna resistencia pues estaba aún inconsciente y allí la dejaron los verdugos mientras preparaban el instrumental de tortura.

Por fin, tras dos horas de espera volvió el pretor con su séquito y lo primero que hizo fue acercarse a Varinia que parecía recuperar el sentido. Lo primero que vio la joven fue el rostro del pretor.

- ¿Dónde estoy?, preguntó ella medio atontada.

- En el infierno, respondió el pretor. ¿Están listas las brasas?.

- Sí, contestó Sifax.

- Untad bien con aceite a la prisionera, no quiero que su piel se queme demasiado pronto.

Aurelio cogió entonces un recipiente y con una brocha empezó a untar todo el frontal del cuerpo de Varinia, sus pechos, el vientre, los muslos y los costados.

- ¿Qué me están haciendo?, ¿por qué me untan de aceite?.

- Ahora lo verás, contestó el pretor sonriendo con sadismo, no seas impaciente.

Varinia empezó a sentir el intenso calor que venía de abajo y temiendo lo peor gritó.

- No, no eso no, dejad de torturarme,… misericordia señor, no me hagáis más daño, os lo suplico.

Pero el pretor no le hacía caso, sólo miraba maravillado los pechos de Varinia, turgentes y brillantes por efecto del aceite.

- Aseguraos de embadurnadla bien, eso permitirá que el tormento sea más lento y dure más.

Varinia seguía sollozando.

- Bien, es bastante por el momento, dijo el pretor muy excitado. Una vuelta rápida, quiero oír cómo grita la esclava.

Efectivamente los verdugos cogieron las manivelas de la rueda y empezaron a moverla. Varinia empezó a dar la vuelta primero en horizontal sobre la parte superior del ingenio y después cabeza abajo hasta que su cuerpo fue pasando lentamente a pocos centímetros de la cama de brasas.

- IIIIIIAAAAAAA

La joven se sintió efectivamente como si estuviera en el infierno y empezó a gritar despavorida por el intenso calor que quemó su vientre. Cuando su cuerpo apareció otra vez por la parte delantera de la rueda los verdugos pararon y el pretor la inspeccionó de cerca. Todo el frontal de la mujer estaba enrojecido, el aceite la había protegido de quemaduras más graves, pero también hacía que la sensación de calor fuera más fuerte.

- Piedad, señor,….piedad,…..esto no,….., por lo que más queráis, no puedo, no puedo soportarlo.

- Pídele piedad a tu señora. Dadle otra vuelta, pero esta vez un poco más lento.

- NO, NOOOOOO, gritaba Varinia mientras su cuerpo se encaminaba nuevamente hacia las brasas.

Otra vez la joven fue pasada por el fuego y otra vez gritó como una condenada. Cuando salió del fuego esta vez llamó a su ama.

- Por favor, señora,…. piedad. No lo soporto,……. no puedo, ……….tened misericordia.

Julia rezaba arrodillada en su jaula.

- Ten valor, gritó a Varinia, pronto estarás en el paraíso con nuestro señor, por favor, por favor mi dios…... Julia rezaba para que Dios se llevara a Varinia de una vez.

El pretor respondió a Julia a su manera.

- Tres vueltas seguidas y más lentas, ¡vamos!.

Los verdugos volvieron a accionar la rueda para desesperación de Varinia, mientras ésta no paraba de gritar como una loca.

- IIIIIAAAAAYYY, IAAAAAYYYYY, DUELE MUCHOOO QUEMAAAA, POR FAVOOOR.

- Haz que paren señor, quiero hablaros, dijo entonces Julia muy nerviosa.

El pretor pensó que ya había triunfado y que Julia abjuraría de su fe, por eso mandó parar la rueda, se acercó a la bella patricia y le dijo.

- ¿Has entrado por fin en razón?.

- Señor, dijo Julia con humildad, yo ocuparé el lugar de Varinia, hacedme eso a mí, os lo suplico.

- ¿Hacerte eso?, estás loca. Más de una vez he asado a fuego lento una cristiana en la rueda. Se tardan horas en morir entre sufrimientos inhumanos. Eres una testaruda y tu esclava lo va a pagar. Diez vueltas muy lentas, ¡ahora!.....

El tormento de Varinia siguió así lento e inmisericorde mientras ella aullaba como una animal. A la joven le salía humo de sus quemaduras y estaba a punto de desmayarse por el intenso calor, por fin, tras varios minutos de suplicio, dejó de gritar. Los verdugos detuvieron la rueda.

- ¿Ha muerto?, preguntó el pretor.

- No, contestó Sifax, sólo está desmayada. El pretor se acercó a Varinia que yacía inerme sobre la rueda, y tocó su pecho brillante, pero se quemó la punta de los dedos.

- Dime Sifax, ¿podrá aguantar más esta esclava?.

- Sí señor, si me dejais a mí puedo torturarla sin matarla muchas horas más.

- De acuerdo, hazlo, y no pares hasta que se vuelva a desmayar.

Sifax pasó más de cuatro horas torturando salvajemente a Varinia delante de su señora de diferentes maneras, pero no consiguió nada. Julia se mantuvo firme en su fe. Por su parte llegó un momento en quela pobre esclava pasaba más tiempo inconsciente que despierta.

- No creo que aguante más por hoy mi señor, dijo Sifax al pretor. Sin embargo si se le deja descansar un par de días puedo volver a intentarlo.

- No, no creo que eso sea necesario, el pretor hizo un gesto de disgusto y volvió a acercarse a la jaula, estaba frustrado pues no había conseguido que Julia renunciara a su fé, ahora quería vengarse de ella por su testarudez. Muy bien, tú lo has querido, aprendiz de mártir. Ya que los gritos de tu esclava no te conmueven, veremos si tú misma soportas los rigores del tormento. Síifax prepáralo todo para mañana.

Así pues el pretor abandonó la cámara de tortura muy enfadado mientras los verdugos sacaban a Julia de su jaula.

P or su parte Varinia estaba tan agotada que era incapaz de caminar y uno de los ayudantes de Sifax tuvo que llevársela al hombro.**

Las dos cristianas fueron llevadas a una mazmorra, los guardias depositaron el cuerpo de Varinia en el suelo y dieron a Julia un poco de agua en una escudilla. Cuando cerraron la puerta Julia se arrodilló llorando junto al camastro donde reposaba su esclava.

- ¿Qué te han hecho mi amor?, dijo ella mientras acariciaba el rostro de la joven esclava.

Después se rasgó la falda de su vestido, mojó el paño en la escudilla y delicadamente limpió a su esclava. Las manos de Julia recorrieron temblorosas la trémula piel de Varinia, las marcas de los latigazos, las quemaduras. El castigo había sido extraordinariamente largo y horrendo, y sin embargo, su esclava continuaba viva. La pobre tenía los ojos amoratados de tanto llorar y se había despellejado las muñecas y tobillos de tanto debatirse contra los grilletes pero estaba viva.

Cuando terminó de lavarla, Julia la besó en los ojos y la boca y como no tenía con qué cubrir su desnudez, se quitó su vestido y calentó el cuerpo de Varinia con el suyo propio.

Tras esto cogió un trozo de carbón del suelo y pintó una cruz en la pared. La joven mártir se arrodilló y rezó a su señor.

- No me abandones mi Dios. No permitas que te niegue en la tortura.

La joven pedía fuerzas para soportar el martirio, pero también pedía por su esclava y por esa otra Alba que por lo visto también iba a compartir su martirio en la cruz.

- Perdónale su debilidad, mi señor, no le tengas en cuenta que haya denunciado a nuestras hermanas…

La pobre muchacha repitió una y otra vez la oración preparándose para lo que tendría que soportar. Repentinamente recordaba los alaridos de Varinia durante la tortura y se decía que no aguantaría nada de eso y que negaría a Cristo. Entonces lloraba y se arrepentía de su debilidad pasajera. Por fin, tras una larga noche de pesadilla, las primeras luces del sol anunciaron a Julia que se acercaba su hora.

Continuará