Julia, santa y mártir (07)

Varinia es sometida a tortura delante de Julia para doblegar su voluntad

Capítulo 7 Varinia es flagelada delante de Julia

Esa fue una noche de pesadilla para Julia y su criada. Las dos jóvenes no tardaron en sufrir intensamente la incomodidad de la postura y a la media hora les dolía cada músculo de su cuerpo. Cada poco tiempo las dos se miraban desesperadas limitándose a articular palabras ininteligibles debido a la mordaza. Acto seguido cerraban los ojos y gemían en silencio experimentando ese dolor en cada fibra de su cuerpo.

Los minutos pasaban así lentos, muy lentos. Y a pesar de eso, ninguna de las dos quería que llegara la mañana, que no llegara nunca y que pudieran despertar de esa pesadilla.

Delante de sus ojos se encontraban todos los instrumentos de tortura de la sala. Sobre la mesa estaban los siniestros objetos de hierro para los que la febril imaginación de las jóvenes encontró utilidades siniestras. Un poco más allá complejos ingenios de utilidad más arcana: el potro de tortura, la rueda, caballetes, parrillas, cepos…. Las dos muchachas no acertaban a imaginar la función concreta de cada artilugio, pero era fácil adivinar que con ellos les producirían dolores insoportables.

Julia pensaba en sí misma. Aún tenía todo un día para reflexionar antes de que empezara su propio tormento.

- Pobre Varinia, pensó al verla llorar por enésima vez. Ella no deseaba el martirio y yo la he arrastrado a él.

Al fin y al cabo si Julia aceptaba renunciar a su fe, aún salvaría la vida, pero la suerte de su esclava ya estaba echada, sería crucificada de todas formas.

Eso también le daba miedo. Julia quería ser una mártir ejemplar pero temía no poder soportar la tortura en público y traicionar su religión gritando más de la cuenta. Por eso rezaba para que su señor le diera fuerzas  para soportar el dolor en silencio. La pobre muchacha sudaba por todos los poros de su cuerpo pensando en lo que iba a sufrir.

- Apiadate de mí, señor, no me hagas pasar por todas las pruebas que tú mismo sufriste.

La joven patricia estaba mareada y confundida, ya no podía pensar más. Las imágenes,.. las palabras acudían a su mente en desorden: la violación de Varinia, los latigazos, los sobeteos de Sifax, los ganchos para desgarrar los pechos y finalmente la imagen de su señor Cristo en la cruz. ¿Por qué no empezaban con ella de una vez?.

Sólo después de una eternidad se descorrió el cerrojo de la puerta y apareció Aurelio. Varinia le miró aterrorizada pensando que ya iba a empezar todo, pero Aurelio sólo traía un cubo de agua.

- Vengo a prepararos, dijo secamente.

Entonces cogió una esponja y la empapó en el agua. Con ella les dio de beber derramando el líquido entre las comisuras de la mordaza. Las muchachas aceptaron el agua de buena gana pues no habían bebido nada desde el día anterior.

Seguidamente Aurelio se ocupó de Julia y le fue enjabonando el cuerpo limpiándolo bien con la esponja. La noble patricia se había orinado encima sin darse cuenta, pero el verdugo la limpió a conciencia.

Mientras la lavaba delicadamente el verdugo disfrutaba de la suavidad y delicadeza de su cuerpo, y aprovechándose de su desnudez abusó de ella toqueteándola y sobándola más de la cuenta. Tras limpiarla bien, Aurelio le quitó la mordaza.

- Ven preciosa, aún tengo un rato antes de que lleguen los demás.

Julia aceptó el beso y toda su piel y su vello se erizaron intensamente. El viejo y fornido gladiador aún abusó de Julia un rato y finalmente la liberó de sus ataduras. Primero sus tobillos y rodillas y después sus brazos. La joven cayó sobre el verdugo rendida de cansancio y éste le ayudó a tumbarse en el suelo, entonces le tiró el vestido y le dijo.

- Vístete.

Julia utilizó el vestido para cubrirse, pero permaneció desnuda de momento. Entretanto, Aurelio cogió el cubo de agua y lo estrelló dolorosamente contra el cuerpo de la esclava.

- Despierta puerca.

Para eso también había clases.

Hecho esto se marchó cerrando la puerta tras de sí.En lugar de vestirse, Julia se acercó a Varinia que aún colgaba de sus cadenas y chorreaba el agua que le acababan de derramar encima.

La joven sintió compasión por su pobre esclava le quitó la mordaza y la descolgó.

Varinia estaba tan agotada que cayó al suelo, Julia la abrazó y la acarició amorosamente.

- Mi dulce Varinia ¿qué te van a hacer por mi culpa?.

La esclava no acertó a contestar sino que se limitó a llorar.

- Perdóname Varinia, decía Julia llorando.

- Os,…os perdono de todo corazón, es sólo que…. Varinia volvió a sollozar. No quiero que me hagan daño, no podré soportarlo, señora, haced algo, por favor.

- Piensa en nuestro señor, Varinia, y en cuánto sufrió por nosotras. Debes soportarlo por ély por nuestros hermanos en la fé,…. dulce Varinia,… y diciendo esto comenzó a besarla.

Julia no encontró otra manera de consolar a su pobre esclava que recurrir a los juegos que las dos jóvenes practicaban en la intimidad.Quizá fuera pecado, pero en ese momento la joven cristiana lo veía como un acto de caridad.

  • ¿Te gusta lo que te hago Varinia?

  • Sí, sí, seguid señora, seguid,.......besadme por favor.

Y las dos muchachas siguieron besándose apasionadamente mientras Julia acariciaba el sexo húmedo de su esclava.

  • Mi bella Varinia, no tengas miedo, torturarán nuestros cuerpos, pero nuestras almas se salvarán

  • Si,....si estais ahí mientras…lo hacen…. no tendré tanto miedo.

  • No te dejaré Varinia, no te dejaré ni un minuto, y Julia comenzó un dulce cunnilingus.

  • Nooooo, aaaaagggh

Julia estuvo un rato largo lamiendo una y otra vez el sexo de su esclava como si también lo tuviera herido,….despacio….delicadamente , de abajo hasta arriba sin parar ni un momento.

  • Aaaaahh, assiiii, asiiii. La joven esclava tuvo un dulce orgasmo mientras su ama la besaba apasionadamente.

En ese momento alguien habló desde la puerta.

- Qué escena tan tierna, me vais a hacer llorar.

Las dos jóvenes miraron entonces alarmadas, pues era Sifax que ya venía a por ellas. El verdugo se fue derecho hacia Julia a grandes zancadas y la apartó violentamente de su esclava.

- Te han dicho que te vistas, le dijo tirándole violentamente el vestido mientras ella se tapaba las vergüenzas con los brazos.

Y hecho esto se dirigió a Varinia que tembblaba de miedo.

- Ha llegado tu hora, esclava cristiana. ¿Estás preparada para sufrir como sufrió Jesús?, ja, ja, ja.

- No, por favor, lloró ella, no me hagáis daño, por favor.

Sifax se apartó de ella riendo como un diablo, mientras comprobaba cómo Julia se terminaba de vestir, entonces le puso unos grilletes en tobillos y muñecas y tras obligarla a incorporarse le hizo permanecer de pie frente a la mesa del pretor.

Este llegó por fin acompañado de algunos sirvientes, dos soldados y el centurión Quinto. Los sirvientes habían traido una silla, un poco de vino y unas viandas.

- Este es un lugar infecto, dijo Galba mirando a Julia, imagino que no no habrás pasado una buena noche, tú no estás acostumbrada a algo así.

Julia no le contestó, la joven permanecía delante de él, en silencio, con la cabeza baja y las manos juntas.

- Muy bien, jovencita, espero que esta noche te haya servido para reflexionar, le dijo severamente.

Pero Julia permaneció callada lo cual terminó enfadando al hombre

- ¿Y bien?, ¿has renunciado ya a esas falsas creencias y herejías?.

- No señor, contestó Julia humildemente, ahora creo más que nunca en mi señor y en que mi martirio le complace.

- ¿Cómo puede tu dios alegrarse de tu sufrimiento?, ¿acaso no sabes lo que te vamos a hacer?.

- Ya os he dicho que no me importa lo que me hagais, no renunciaré a Jesús.

- Bien, eso lo veremos, dijo enfurecido el pretor. Metedla en esa jaula, quiero que lo vea todo.

Los verdugos introdujeron a Julia dentro de una jaula y cerraron la puerta con una cadena.

- Bien, dijo el pretor mirando a Varinia con sadismo. ¿Y tú? ¿Vas a confesar?.

- Señor, dijo ella sollozando, no sé qué tengo que confesar.

El pretor ni siquiera se inmutó, sino que empezó a comer un poco de fruta.

- ¿No sabes qué tienes que confesar, hechicera?.

- Yo,…yo no soy hechicera, señor, no lo soy.

- Muy bien, dijo el pretor sin siquiera mirarla. Atala y dale cincuenta latigazos Sifax.

- No, señor, piedad, no, por favor.

Sifax ató a la esclava, cogió entonces un látigo de colas y se acercó sonriente a su víctima.

Varinia respiraba agitadamente con los ojos fijos en el verdugo.

- Piedad, misericordia, repitió la joven, pero de nada le valieron sus ruegos.

SSSSHHHAAACKK

- AAAAAAYYYY

Sifax lanzó el primer golpe y las colas de cuero golpearon sobre la piel aún mojada de Varinia. Esta gritó y se retorció como una posesa mientras se le oía a Brutus contar los latigazos. Sifax volvió a golpear y otra vez se estremeció todo el cuerpo de la joven esclava que gritó histérica.

SSSSHHHAAACKK

- AAAAAAYYYY. Parad, por favor, eso no.

Un nuevo latigazo, y otro, y otro, sin parar, sin piedad. La joven Varinia gritaba y lloraba, y sus gritos y ruegos desesperados llenaban la sala de tortura.

Entretanto, el pretor comía uvas tranquilamente viendo cómo el látigo iba marcando la desnuda piel con finas líneas rojas paralelas entre sí.

Todos los demás guardaban silencio y estaban tranquilos, sólo Julia cerraba los ojos horrorizada por el bárbaro espectáculo. Sifax martirizaba a la esclava con toda tranquilidad mientas ésta se agitaba como un animal salvaje poniendo los ojos en blanco y lanzando babas por la boca.

SSSSHHHAAACKK

- AAAAAAYYYY Parad, no puedo más, parad de una vez.

El pretor hizo un gesto de disgusto y ordenó un alto con la mano.

- Amordazad a la esclava, me molestan sus gritos.

Brutus se apresuró a cumplir la orden y se puso detrás de Varinia mientras Sifax descansaba un momento. La espalda y el frontal de la joven estaban literalmente cosidos a latigazos, toda ella temblaba y su piel estaba cubierta de sudor.

- Abre la boca, le dijo Brutus poniendo la mordaza delante de la boca.

Varinia sangraba por el labio pues accidentalmente se lo había mordido, sin embargo se negó a ser amordazada y cerró herméticamente la boca mirando aterrorizada la mordaza.

- Te he dicho que abras la boca.

Ella se negó nuevamente ocultando el rostro. Entonces fue cuando Sifax cogió unas tenazas dentadas y se acercó a Varinia sonriendo, abriéndolas y cerrándolas. Ella siguió aterrorizada los movimientos del verdugo, y éste actuó rápido y sin previo aviso, atrapando un pezón de la chica con las tenazas y retorciéndolo con toda su alma. Varinia gritó como una condenada y eso fue aprovechado por Brutus para amordazarla brutalmente.

Una vez con la mordaza la flagelación continuó cruel e intensamente. Ahora los gemidos y gritos de la esclava eran más apagados e incomprensibles, pero la joven seguía sufriendo como un animal al que estuvieran desollando, mientras el látigo golpeaba insistentemente en todo su cuerpo.

Las marcas rojizas eran innumerables e incluso algunas pequeñas heridas provocaron que unas gotas de sangre se deslizaran por el cuerpo de Varinia mezcladas con el sudor.

Brutus seguía contando monótamente los latigazos que ya iban por la treintena, y el incansable Sifax seguía martirizando a la cristiana con toda la habilidad de que era capaz.

Enre tanto el cruel pretor seguía saboreando su vino tranquilamente mientras notaba cómo su miembro se ponía duro como una estaca. Repentinamente miró hacia Julia que musitaba una oración por su esclava con los ojos cerrados, y se acercó a ella con su copa de vino.

- Dime Julia, ¿no disfrutas del espectáculo?.

Julia abrió los ojos y bajó la cabeza.

- Mi religión me prohíbe disfrutar del sufrimiento de los demás, sólo rezo porque ella no rechace a Dios durante su martirio.

- ¡Qué diablos!, sólo es una esclava. En las fiestas que celebro, siempre ordeno que azoten a una esclava desnuda sólo por diversión.

- Os compadezco señor, también rezaré por vos.

El pretor se alejó de Julia sin decir nada, aunque empezaba a sospechar que nada de lo que le hicieran a la esclava doblegaría su voluntad. Sin embargo, torturar a esa bella joven era suficientemente excitante como para que aquello mereciera la pena.

No obstante ordenó a Sifax que parara un momento y se acercó a Varinia a la que ya empezaban a fallarle las fuerzas. El pretor se acercó a ella sin soltar su copa de vino y bebió un sorbo mientras analizaba de cerca las marcas del látigo sobre la piel. Varinia pensó que había terminado la flagelación. El pretor acarició entonces sus pechos heridos y ella se quejó.

- ¿Te duele?.

Varinia afirmó con lágrimas en los ojos.

- Tienes un cuerpo muy bonito esclava, supongo que los verdugos no han podido resistirse a tus encantos. ¿Has sido violada esta noche?, le preguntó él mientras seguía acariciándola.

Varinia afirmó con la cabeza.

- Ya veo, dijo él. Y ¿Te ha gustado que te violen?.

Ella negó decididamente.

- ¿Te gusta que te azoten?. Varinia respondió nuevamente que no, llorando. No, claro, es una lástima, dijo él alejándose de ella, yo estoy disfrutando mucho. Ponle vinagre y sal en las heridas, le dijo a Brutus con toda tranquilidad.

- NOOOOO, NO por favor, se lo suplico.

Nuevamente el pretor fue hacia Julia y en un momento dado empezó a oír a su espalda los alaridos inhumanos de la esclava.

- AAAAYYYYYY, NOOOOO, ME QUEMA MAS NO, MAS NO

- ¿Sabes qué se siente cuando te ponen sal en heridas de ese tipo?.

Julia lloraba ahora por su amiga que gemía y gritaba con todo su cuerpo tenso y los ojos en blanco. Con toda la piel ardiendo, Varinia babeaba y lanzaba espuma por la boca a punto de volverse loca de dolor.

- Que Dios os perdone el sufrimiento que causáis dijo Julia llorando.

- Vamos muchacha, mira cómo sufre y eso que apenas hemos empezado con ella, después de esto la someteremos a torturas que ni siquiera te imaginas. Sin embargo con una sola palabra puedes librarla de esto, sólo tienes que abjurar de tu fe.

- No me tientes satanás.

- Está bien,  que continúe la flagelación,…  otra tanda de cincuenta azotes, dijo fríamente, y Aurelio sustituyó a Sifax que ya estaba muy cansado.

SSSSHHHAAACKK

- AAAAAAYYYY

SSSSHHHAAACKK

- AAAAAAYYYY

Varinia encajó otros veinte latigazos antes de perder el conocimiento.

- Se ha desmayado, señor, dijo Sifax.

  • Descolgadla y reanimadla, mientras tanto pensaré en la siguiente tortura.

La joven respiraba desfallecida en el suelo con el cuerpo marcado por el látigo y brillante de sudor.

El pretor apenas podía ocultar su potente erección mientras repasaba con la mirad alos diferentes instrumentos de tortura que se desperdigaban por la sala.

- Está bien, acostadla en el potro de tortura y volvedla a despertar.

Continuará