Julia, santa y mártir (04)

Quinto y sus hombres recorren la ciudad para arrestar a las esclavas cristianas denunciadas por Alba

Capítulo Cuarto: Partida de Caza

Tras consultar con el Pretor y repasar la lista con él, el centurión Quinto formó una nutrida patrulla de treinta legionarios para ir a detener a las esclavas cristianas que habían sido denunciadas por Alba.

  • La recompensa será las propias esclavas, podréis divertiros con ellas antes de llevarlas a las mazmorras para ser interrogadas, dijo el centurión para arengar a la patrulla.

Los aburridos legionarios le vitorearon pues sabían que Quinto no era muy escrupuloso con las detenidas y solía dejar a sus hombres que se propasaran impunemente con ellas, sobre todo si eran jóvenes y bellas.

Antes de proceder a las detenciones el centurión tuvo la precaución de pasar por todas las puertas de la muralla de la ciudad y ordenó a los centinelas que las cerraran provisionalmente y que nadie saliera por allí hasta que todas las cristianas fueran apresadas. No quería que ninguna huyera de sus sádicas garras.

- Tranquilo Quinto, no se escapará ni una rata, le dijeron los centinelas.

Entonces y discretamente fue apostando a varios legionarios junto a las casas señaladas mientras él iba pasando de una en una y deteniendo a las acusadas de la lista para llevarlas al pretorio.

La primera casa en la que entraron era la rica domus de un miembro de la clase ecuestre, el comerciante Próculo. Era una de esas amplias casas con atrio y peristilo.

  • Abrid, abrid a la guardia, gritaron los hombres mientras golpeaban la puerta con el pomo de su espada.

Como no les abrieron inmediatamente, los legionarios volvieron a golpear la puerta con más fuerza aún.

  • Abrid inmediatamente o echamos la puerta abajo.

Esta vez se oyó en el interior ruido de goznes y la puerta se abrió tímidamente. Los legionarios no dudaron en empujarla hacia dentro de modo que casi hicieron caer a la mujer que les había abierto.

Esta parecía una esclava y miraba temblorosa a los soldados.

Quinto miró su lista.

  • ¿Eres tú la esclava llamada Valentina?

- Sí,…. sí.

  • Apresadla.

  • No, ¿Por qué?, ¿qué he hecho?.

Sin más explicaciones los soldados la cogieron y arrancándole la túnica empezaron a desnudarla antes incluso de atarle los brazos a la espalda.

- No, no , por favor, dejadme, ¿qué hacéis? protestaba la chica sin entender nada.

Por su parte Quinto entró con varios hombres en la cocina y sacaron de allí a una segunda esclava entre forcejeos y gritos.

Al oír el escándalo, Próculo, el señor de la casa salió del tablinum donde despachaba algunos negocios.

- ¿Qué es esto?, ¿qué pasa aquí?, dijo cuando vio cómo los legionarios terminaban de maniatar a sus dos esclavas ya desnudas.

- Tranquilizate noble ciudadano, dijo Quinto, nadie te acusa a ti de nada. Y diciéndole esto le alargó el pergamino.

Próculo lo desenrrolló y leyó.

  • Como ves tengo orden del pretor para detener a tus dos esclavas.

  • ¿Qué crimen han cometido?, dijo volviendo a enrollarlo

  • Son cristianas.

- ¿Cristianas? ¿Es cierto? les dijo el rico comerciante mirándolas con severidad.

Ellas bajaron la cabeza avergonzadas de estar desnudas en manos de todos esos hombres y de que su dueño las mirara de esa manera.

En realidad Próculo ya sabía que sus dos esclavas profesaban esa religión prohibida, pero no quería verse mezclado en un asunto tan sucio y siguió disimulando.

  • Lo desconocía completamente, mintió al centurión, ¿qué vas a hacer ahora con ellas?

  • Tendré que llevármelas al pretorio.

  • ¿Y qué, qué, qué les va a ocurrir allí?

Quinto las miró sádicamente.

  • Las dos serán juzgadas, condenadas……… y crucificadas.

Las chicas sintieron un escalofrío de terror al oír su horrible destino, pero no protestaron sino que volvieron a bajar la mirada. Como ya les habían enseñado sus maestros cristianos, las dos sabían que tarde o temprano tendría que llegar su martirio y que su deber como cristianas era sufrir con resignación los suplicios y violaciones a que las iban a someter los verdugos.

  • ¿Crucificadas dices?, ¿y a mí quién me compensa?, pagué buen dinero por ellas.

  • No te preocupes por eso. El pretor piensa organizar unos juegos con la tortura y ejecución de todas las jóvenes cristianas. La gente pagará lo que sea por ver el espectáculo. Se te compensará con las ganancias…..

Las chicas respiraban ahora agitadamente sin atreverse a mirarse la una a la otra, el corazón les latía enloquecido. Entonces Quinto fue aún más cruel pues aprovechó para describir lo que realmente les esperaba mientras agarraba a Valentina del cabello.

-AAAHH

….pero antes de eso serán interrogadas durante varios días hasta que confiesen sus crímenes y denuncien a sus cómplices.

  • ¿Interrogadas?, preguntó Próculo.

  • Sí, y si no dicen la verdad serán sometidas a tortura, como sabes las leyes lo permiten.

Próculo empezó a sentir una prometedora erección al oír lo que les esperaba a sus esclavas. Desde que las compró siempre las había deseado, especialmente a Valentina que era una morena muy guapa con un cuerpo bellísimo que hubiera rivalizado con el de la misma Venus. Sin embargo el negociante era tan tímido con las mujeres que nunca se había atrevido a tocarlas.

  • Bien y ahora si me perdonas me las tengo que llevar.

  • ¿A….Así?,  ¿desnudas?.

  • Sí, en la cámara de tortura las ropas no les servirán de nada, puedes quedártelas, le dijo dando na patada a la túnica de Valentina que yacía en el suelo. ¡Vamonos, venga!

Los legionarios les pusieron un dogal al cuello y sacaron a las dos esclavas fuera de la casa con cierta brutalidad. Una cierta cantidad de gente se había agolpado a lo largo de la calle atraida por todos aquellos legionarios y vio cómo sacaban a esas dos bellas esclavas desnudas y maniatadas. Un murmullo de sorpresa se escapó de algnas gargantas.

Al ver a toda esa gente ellas recelaron al principio pero los soldados las obligaron a caminar con sus lanzas.

  • Vamos putas cristianas no seais tímidas, han venido a veros, ja, ja.

Las chicas se vieron obligadas a caminar y lo hacían entre sumisas y resignadas pues sabían que había empezado su esperado martirio. Sin embargo eso no les evitó recibir algún latigazo en los muslos.

SHAACK, SHAAAACK,

- Vamos caminad, putas, tenemos prisa de jugar con vosotras en las mazmorras, ja, ja.

Viéndolas así y disimulando su erección como pudo, el caballero Próculo entretuvo un momento a Quinto.

  • Centurión, le dijo en voz baja, quiero proponerte algo,…toma, toma esto….. y sacó una bolsa en la que tintineaban varias monedas.

Quinto la cogió sin entender.

  • ¿Quieres más?.

  • Por supuesto, ¡cómo no!, ¿qué quieres a cambio?

  • Quisiera,………. deseo ver…… lo que les van a hacer…..los verdugos,……ya sabes,………. si me permites mirar habrá más.

El centurión se sorprendió por la repentina petición del negociante, pero comprendió en seguida el negocio.

  • Quieres ver cómo las torturan, ¿es eso?

  • Sí…. sí, eso,..... sobre todo cuando interroguen a la morena,......Valentina .

Quinto se sonrió

  • Ja, ja, tienes buen gusto comerciante, ...Descuida, mandaré a llamarte cuando la interroguen ¡salud!

La procesión recorrió varias calles en las que se fue agolpando la gente. A pesar de que algunas personas las insultaron e incluso les escupieron a la cara, a Quinto le pareció que las dos jóvenes estaban muy excitadas de caminar desnudas delante de todos. Asimismo los soldados no paraban de fustigarlas o pincharles en el trasero con sus lanzas sólo por el placer de hacerlas sufrir, y sin embargo ellas aceptaban todo eso conteniendo sus gritos y lloros. Entonces el oficial se acordó de cómo Julia se había entregado a sí misma para sufrir el martirio. Decididamente la sumisión de esas cristianas le confundía y hasta cierto punto le volvía loco de deseo por ellas.

- Ya veremos si aguantan tanto durante los interrogatorios dijo al optione. Vamos a la siguiente casa, no está muy lejos.

La segunda casa inspeccionada por Quinto era también una rica domus.

La mansión pertenecía a un legado que en ese momento se encontraba de campaña en Germania. Esta vez Quinto entró acompañado sólo por dos soldados por respeto a la vivienda del militar y trató directamente con Sabina, su mujer.

- ¿Qué te trae a mi casa centurión?, dijo la mujer viendo con aprensión a todos esos soldados en la calle que custodiaban a dos mujeres desnudas y maniatadas.

- Matrona, le dijo respetuosamente, vengo en misión del pretor, al parecer en tu casa tienes una de esas criminales cristianas.

  • ¿Qué?, ¿cómo sabes eso?

  • La ha denunciado una esclava bajo tortura.

  • ¿Y quién es?, hay varias esclavas en mi casa.

  • El caso es que no lo sé, la esclava sabía que aquí había una mujer cristiana pero los verdugos no consiguieron arrancarle el nombre. Probablemente ella misma lo desconocía y sólo hablaba de oídas. Pensaba que tú podrías ayudarme.

  • ¿Yo?

  • Sí, tú debes saber si alguna de tus esclavas profesa esas criminales creencias.

De pronto un extraño y maléfico brillo iluminó los ojos de Sabina.

  • Quizá,…. quizá pueda ayudarte, pero puede que la mujer que buscas no sea una eslcava.

  • ¿De quién sospechas?

Sabina tardo unos segundos en responder.

  • Se llama Helena,….es la sobrina de mi esposo y lleva viviendo con nosotros desde hace un año que quedó huérfana.

  • Traemela inmediatamente, dijo Quinto que no esperaba capturar una mujer de clase alta.

  • Bien, pero antes quiero que estés seguro de que lo que te digo es cierto, no quiero que pienses que te entrego a una mujer inocente.

  • No te entiendo

  • Escondeos detrás de esa puerta tú y tus hombres y así podréis oír la conversación sin ser vistos.

Quinto obedeció y los tres hombres se mantuvieron en silencio en la habitación próxima.

Entonces Sabina hizo llamar a Helena y ésta apareció al de pocos minutos. Era una bellísima morena que no tendría más de dieciocho años

  • ¿Me llamabas tía?

  • Sí querida, estoy un poco preocupada por ti.

  • ¿Por qué?

  • Me han dicho que en estos momentos hay una redada por la ciudad y están deteniendo a varias jóvenes cristianas, temo por ti, hija mía.

- Tía yo…

  • Tú,....tú  eres cristiana, ¿no?

Helena dudó unos momentos antes de contestar, siempre había mantenido sus creencias en secreto incluso para sus tíos.

  • Vamos pequeña, no tengas miedo, a mí puedes decírmelo,…es, es para protegerte.

  • Sí, sí, soy cristiana, dijo ella susurrando, pero ¿Cómo lo sabes?

  • Te he visto alguna vez rezando en tu alcoba sin que tú lo advirtieras. Entonces es cierto que eres cristiana ¿no es así?

Helena se quedó callada mirando al suelo.

  • Vamos dímelo Helena, confía en mí, ¿eres cristiana o no?

  • Sí, sí, soy cristiana, esta vez Helena lo dijo en voz alta.

Eso hizo que Sabina sonriera triunfante. Y esta vez Quinto apareció tras la puerta para sorpresa y terror de la joven.

Al ver el gesto de Helena Sabina sonrió con sadismo

  • Como ves, centurión, no te mentía, ya ves que lo ha confesado ella misma.

  • Date presa, dijo el oficial

La pobre Helena comprendió entonces que había sido traicionada por su tía como Cristo fue traicionado por Judas.

  • Pero, pero, dijo sin comprender….

  • Vamos muchacha, dijo Sabina con burla. Ya que eres cristiana entrégate tú misma y acepta tu martirio con entereza,..... pero antes ....quítate estas ropas tan caras que te compró mi marido.

  • Sí, en las mazmorras las ropas no te servirán de nada, añadió Quinto mirándola con lujuria e impaciente de verla desnuda.

Helena se sintió perdida pero no se resistió ni intentó huir.

  • ¿Qué me vais a hacer?, dijo mirando al suelo avergonzada de cómo la miraban esos brutos.

- Morirás en la cruz completamente desnuda delante de la gente, dijo Sabina con crueldad, iré a verlo desde la primera fila, zorra.

  • Ya has oído zorra cristiana, así que no te importará quedarte desnuda ahora. Vamos quítate esas ropas que voy a atarte con esto para llevarte al pretorio, le dijo mostrándole unos grilletes de hierro.

  • Pero, pero entonces iré desnuda y atada por la calle.

  • Ja, ja, parece que lo dice como si lo deseara, ¡será zorra!.

- Exactamente, parecerás una esclava como esas que tengo ahí fuera, quítate la ropa o te la arrancan mis hombres.

La joven vio que no tenía otro remedio así que se desnudó a sí misma desabrochando la delicada túnica que le cubría y dejándola caer al suelo. Luego juntó sus brazos a la espalda ofreciendo que se los ataran.

  • Haced conmigo lo que queráis, tenéis razón ahora solo soy una esclava. La joven también había sido aleccionada por sus maestros en la fé y probablemente había soñado con ese momento muchas noches en la soledad de su lecho. Lo que el centurión desconocía es que Helena se masturbaba e invariablemente llegaba al orgasmo cada vez que pensaba en su martirio.

Nuevamente a Quinto le desconcertó tanta sumisión pero tras un instante de duda ordenó a sus soldados que la maniataran.

Brutalmente los legionarios la agarraron y le cargaron de cadenas poniéndole grilletes en muñecas, antebrazos y tobillos.

La joven se dejó maniatar sin resistirse lo más mínimo más atenta a la evidente erección del centurión que a otra cosa. Mientras le ponían los grilletes y las cadenas los lujuriosos legionarios aprovecharon para tocarla y acariciarla. No estaban acostumbrados a la suave piel de una joven romana de clase alta.

Entonces Quinto se puso delante de ella y aprovechando que estaba indefensa empezó a acariciarle las tetas ante la mirada burlona de Sabina.

  • Sólo es una puta centurión, mírale cómo se le han puesto los pezones sólo con acariciarla un poco.

Efectivamente los sensibles pezones de Helena estaban engrosados y duros como fresones y el centurión no pudo evitar pellizcarlos con sus dedos de hierro.

Helena estaba muerta de vergüenza pero suspiró de placer.

Entonces Quinto se puso a retorcerle los pezones con sadismo en direcciones opuestas.

  • MMMMHH

La bella joven ahogó un grito de dolor y cerró los ojos mientras el centurión mantenía sus pezones pellizcados y retorcidos con su dedos. Así anticipaba algunas de las torturas que le esperaban en sus preciosas mamas cuando estuviera en las mazmorras del pretorio. Helena sólo podía pensar en lo que le habían enseñado sus maestros y como mártir cristiana debía dar testimonio de su fe aguantando el sufrimiento y el dolor por su religión.

Por su parte Sabina miraba complacida la escena. La madura matrona se moría de celos desde que esa bella joven había llegado a su casa. Su marido había cambiado completamente y ya ni la tocaba en el lecho. Naturalmente le echaba la culpa a Helena. Sabina conocía muy bien a su lujurioso marido y sabía que era sólo cuestión de tiempo que su sobrina se convirtiera en su amante así que su detención era enormemente oportuna. Antes de que llegara el legado Helena sería condenada y moriría en la cruz entre espantosos sufrimientos. No estaba mal como venganza.

Ya se llevaban a Helena cuando de pronto la noble matrona se acordó de algo.

  • Espera centurión, quiero que la lleves por la calle con esto.

La noble mujer volvió en pocos minutos con un elegante cofre del que sacó unos extraños broches enganchados entre sí por una delicada cadena.

Confuso, Quintó cogió el objeto y elevándolo en el aire vio que los cuatro broches dorados que colgaban de las cadenas representaban cabezas de lobo con unas puntiagudas fauces.

Sabina sonrió con crueldad.

  • Abre las pinzas y entenderás cómo funcionan centurión.

Quinto abrió uno de los broches y vio que la boca del lobo se abría y con ella cuatro afilados colmillos. En realidad eran cuatro alfileres puntiagudas y delgadas de un centímetro de largo.

El sádico oficial sólo necesitó un momento para comprender la utilidad de ese caprichoso instrumento de tortura y volvió a mirar los pezones de Helena ahora si cabe más engrosados y excitados. Para su pesar la joven mártir también adivinó lo que le iba a pasar.

  • ¡NO!, dijo ella temblando y sudando de miedo, pero inmediatamente se arrepintió de ese momento de debilidad, guardó silencio y cerró los ojos esperando el cruel mordisco en sus sensibles mamas.

El oficial no se hizo de rogar y abriendo uno de esos broches enmarcó la delicada carne del pezón izquierdo de la bella joven y dejó que el lobo mordiera su presa.

  • IIIIIAAAAAYYYYY

Esta vez Helena no se pudo controlar y lanzó un tremendo alarido de dolor mientras su bello rostro se desencajaba en una espantosa mueca.

Sabina sonrió pensando en lo dulce que era la venganza

  • Duele ¿verdad zorra?, ahora el otro centurión.

Helena miró angustiada a su sádica tía pero no despertó ninguna piedad y el centurión le mordió el pezón derecho con otro lobo. Sólo que esta vez lo hizo más despacio para que ella sintiera mejor el mordisco.

  • IIIIIIAAAAAYYYYY. NNOOOOO, POR FAVOR

Los legionarios se sonrieron empalmados al ver cómo se retorcía esa bella muchacha. Helena tenia unas bonitas tetas no muy grandes pero redondas y carnosas, además estaban coronadas por unos sensibles pezones rosados que se ponían duros y erizados al mínimo contacto. Ahora las fauces de los lobos se hincaban profundamente en la tierna carne de la muchacha destilando pequeños regueros de sangre.

  • Así como una loba amamantó a Rómulo y Remo es justo que ahora una romana amamante a estos lobeznos, ja, ja dijo Sabina dando tirones a la cadena.

  • AAAYYYY

  • En verdad parecen succionar el alimento de estas mamas, ja, ja. ¿Disfrutas de la experiencia cristiana?

Helena miró al centurión con sus bellos ojos arrasados en lágrimas pero comprendió que eso también formaba parte de su martirio y no pidió piedad.

-Mira centurión, pónle el tercer lobo aquí

Y Sabina separó las piernas de Helena para acceder a su sexo. La chica no opuso resistencia cuando su tía empezó a acariciar con sus dedos entre los labia, al contrario, cerró los ojos y llegó a suspirar mientras los legionarios observaban la operación totalmente empalmados.

- Ja, ja, qué mojada estás pequeña, se burló Sabina sin dejar de masturbarla lenta y delicadamente. No te preocupes, decenas de rudos soldados se pelearán por este coñito tan apretado que tienes, bueno, algunos preferirán romperte el agujero de atrás, ja,ja.

Y metiéndole el dedo bajo el clítoris, lo levantó y la masturbó delicadamente hasta que el delicado órgano se engrosó y endureció.

  • Vamos centurión que el tercer lobo muerda aquí, ya ves que es un bocado apetecible.

El centurión estaba sorprendido por el sadismo de esa mujer madura pero no se resistió a ver lo que sentía la bella Helena cuando el lobo mordiera su pepita.

  • Creo que vas a visitar e infierno preciosa, ¿preparada?....ahí va.

  • IIIIAAAAYYYYY, IIIIIAAAAAA, QUITAMELO, QUITAMELO, DUELE, NOOOO

Esta vez la chica no paró de llorar y gritar durante un buen rato y los soldados tuvieron que sujetarla.

  • Vamos Helena, tienes que aprender a soportar el dolor, dijo Sabina miando el regurro de sangre que manaba el sexo de su sobrina, esto no es nada comparado con lo que te van a hacer los verdugos en la cámara de tortura.

Quinto tiró entonces divertido de la cadena arrancando nuevos alaridos a la desafortunada Helena.

- Bueno querida, añadió la insaciable matrona, y ahora el cuarto lobo,....... saca la lengua.

Helena comprendió aterrada y dijo que no apretando la boca.

  • Te he dicho que saques la lengua, ¿no quieres?

Y Quinto tiró bruscamente de la cadena

  • AAAYYYYYYY

  • Vamos, saca la lengua, saca la lengua o vuelvo a tirar.

La amenaza hizo que la pobre Helena sacara la lengua tímidamente, pero eso fue suficiente para que el centurión se la pellizcara con el cuarto lobo.

  • AAAHHHHH, AAAAAHHHHH

Los dientes del animal se clavaron en la sensible carne de su lengua y Helena estuvo a punto de desmayarse de dolor

  • Vamos, y ahora camina esclava.

  • SHAAAACCKK

Al tiempo que Quinto tiraba de la cadena hiriendo las partes más sensibles de la joven, uno de los guardianes sacó un látigo de colas y propinó fuertes latigazos en el trasero y muslos de Helena.

La pobre muchacha no se podía apresurar pues le habían colocado una corta cadena entre los grilletes de los tobillos así que estaba obligada a caminar a pasos cortos y torpes.

Sabina ahogó una risa burlona al ver cómo le temblaban las carnes a su bella sobrina e imaginó lo que pensarían de ella los centenares de hombres y mujeres que la verían así en la calle.

No obstante antes de que se la llevaran definitivamente de su casa quiso someterla a una última humillación, la matrona le agarró de la cara y le echó un escupitajo en medio de la lengua tras lo cual le dio una bofetada.

  • Esto por intentar quitarme a mi marido, zorra. Ya podéis llevarosla............. Ah, centurión, avísame el día que la crucifiquéis, yo misma pagaré a los verdugos para que la torturen de una manera especial cuando cuelgue de la cruz.

Helena fue sacada de la casa brutalmente y a base de latigazos.

Al salir a la calle se encontró una desagradable sorpresa, pues había una multitud esperando. Entre aquellas personas había muchos vecinos que conocían a la joven cristiana y ésta no pudo evitar sonrojarse.

Al principio, al verla así, toda aquella gente se sorprendió de que la trataran como a una vulgar esclava. Sin embargo el deseo y la lujuria sucedieron rápidamente al estupor y la joven Helena sintió cómo le miraban todos aquellos hombres. Jóvenes, viejos, todos la conocían y admiraban su belleza y ahora la veían como una presa fácil.

En ese momento la joven cristiana desconocía que en los días que iba a pasar en las mazmorras del pretorio no sólo seria sometida a torturas y violaciones brutales sino que sería vendida por unas pocas monedas a muchos de esos mirones que pagarían lo que fuese sólo para pasar un buen rato con ella.

Continuará