Julia, santa y mártir (03)

Julia y Varinia son enviadas a las mazmorras del pretorio

Capítulo tercero: la violación de Varinia.

Los soldados condujeron a las dos jóvenes a los subterráneos de la fortaleza a través de una lóbrega escalera de piedra. Unas pocas antorchas aquí y allá mitigaban la oscuridad. El frío y la humedad penetraban hasta los huesos y hacían tiritar a las muchachas. A medida que penetraban bajo tierra desaparecieron los ruidos del exterior, ya sólo se oían las gotas de agua que caían sobre los charcos, los sollozos de Varinia y a Julia que musitaba una oración para darse valor.

  • IIIIIAAAAAAAAYYYYYYYYY

Repentinamente un grito desgarrador rompió ese silencio. Era una mujer a la que estaban violando o torturando. Las dos jóvenes quedaron paralizadas, con los pelos como escarpias, y el desgarrador grito rompió otra vez el silencio.

  • IIIIIIIAAAAAAAYYYYYY

- Pobre mujer, ¿Qué le están haciendo?, dijo Julia, mirando desesperada a los soldados.

  • No te preocupes y camina, zorra cristiana, dijo el centurión empujando a Julia hacia delante, tú también gritarás cuando los verdugos te hagan cosquillas con sus juguetes.

Por fin llegaron hasta una sólida puerta de roble reforzada y el centurión la golpeó con el pomo de su espada.

- Sifax, hijo del diablo, sal de ahí, te traigo dos nuevas invitadas.

Dentro sólo se oían los gemidos de la mujer que estaba siendo torturada. Sin embargo, tras unos segundos el cerrojo se descorrió y la pesada puerta se abrió chirriando sobre sus goznes.

Al otro lado apareció Sifax, el Numida, el jefe de los verdugos del pretorio, un sádico sicópata que disfrutaba torturando y violando jovencitas, y que era un auténtico experto en la práctica de la crucifixión. Sifax era alto, grueso y fuerte como un toro y estaba totalmente desnudo, menos un sucio taparrabos bajo el cual se le adivinaba perfectamente su enorme polla.

Los ojos de Julia se dirigieron directamente a la entrepierna del verdugo pues éste lucía una enorme erección. La joven patricia sintió que se mojaba sólo de ver semejante miembro en toda su plenitud y comprendió que en ese momento no sólo estaban torturando a la mujer que gritaba.

  • ¿Qué me traéis aquí?, dijo Sifax mientras desnudaba a la joven Julia con la mirada.

  • Carne fresca, Sifax, ésta de aquí es una joven patricia cristiana y esta otra es su esclava.

  • Muy bien, pasad, preciosas, esta noche seréis mis invitadas. Sifax abrió completamente la puerta y los soldados empujaron a las dos jóvenes hacia dentro. Tanto Julia como Varinia quedaron paralizadas por lo que apareció ante sus ojos.

La cámara de tortura era una gran sala abovedada, estaba más iluminada y caliente que los pasillos. Por ella se dispersaba una gran variedad de instrumentos de tortura, varios braseros encendidos y muchos otros utensilios y cachivaches difícilmente distinguibles a primera vista.

Sifax era auxiliado por otros dos verdugos germanos, dos antiguos gladiadores que habían sobrevivido a la arena y ahora se ganaban la vida como verdugos. Uno se llamaba Brutus y el otro Aurelio. En ese momento estaban torturando a una muchacha con hierros candentes.

La víctima era una bella joven que estaba completamente desnuda con los brazos y piernas atados y estirados al límite de modo que su cuerpo formaba una gran X.

Su piel estaba llena de pequeñas marcas de quemaduras y latigazos. De hecho los verdugos le estaban aplicando sobre la piel hierros al rojo vivo por el simple placer de hacerlo.

  • Piedad, por favor, basta, no puedo más. Gemía la pobre muchacha.

La muchacha lloraba con el rostro dirigido hacia el techo y crispado de dolor.

Para dar la bienvenida a las recién llegadas, Brutus cogió otro hierro del brasero y se lo aplicó en el costado izquierdo arrancando gritos espeluznantes.

  • IIIIIAAAAAAYYYYY, NOOOOOOO

El hierro al rojo siseaba contra la piel y el humo y el olor a carne quemada inundaban el ambiente.

  • BASTA, BASTAAA, POR FAVOR.

Varinia se volvió contra su ama y empezó a llorar contra su pecho sin dejar de temblar. La propia Julia experimentaba sudores fríos viendo el gesto de sufrimiento de la mujer torturada. Sifax rió con estruendo y cogió a Varinia del pelo, obligándola a mirar la escena.

  • Vamos cristiana, mira atentamente, eso te lo haremos a ti también.

  • NOOOOO

  • Siempre con tus juegos, Sifax, dijo el centurión, ¿que pretendéis que confiese esa desgraciada?.

  • Nada en absoluto, Sifax volvió a reírse, ya ha confesado todo lo que queríamos. Se llama Alba, y es una esclava denunciada por su amo. Lleva cinco días en las mazmorras y tras interrogarla durante todo ese tiempo ha confesado por fin que era cristiana e incluso nos ha dado el nombre de otras esclavas y mujeres libres que pertenecen a esa secta, aquí tienes la lista.

Quinto sonrió con sadismo pues conocía algunos nombres.

  • Ja, ja, algunas de éstas son muy bellas, darán un buen espectáculo en la cruz.

  • El carpintero y el herrero tendrán mucho trabajo fabricando cruces y clavos.

  • Tengo que ir a detenerlas inmediatamente antes de que escapen o se escondan aunque antes le mostraré la lista al pretor. ¿Y ésta? ¿Ha sido ya juzgada?

  • Sí, esta mañana, ha sido condenada por el pretor a morir en la cruz. Sólo nos estábamos divirtiendo un poco con ella.

  • Ya veo, dijo el centurión, pero ahora ya ves que tienes carne fresca, así que entrégasela a los soldados, ellos también tienen derecho.

  • Está bien, dijo Sifax, ya llevo tres días violándola y torturándola y sinceramente me he cansado de ella. Brutus, liberala y dásela al centurión Quinto.

Brutus se disponía a quemar a Alba con otro hierro, así que aceptó la orden con disgusto. El y Aurelio desataron a Alba y recogieron su pobre cuerpo agotado.

Aurelio la cogió en brazos y se la entregó a los soldados. Al acercarse a Julia ésta pudo comprobar de cerca el duro tratamiento al que habían sometido a Alba.

La joven era apenas una adolescente morena de ojos negros y muy bella. Alba era pequeña y delgada, con un cuerpo flexible y fibroso que ni siquiera la tortura había conseguido destruir. Sifax ya se estaba relamiendo de verla debatirse en la cruz.

- Lleváosla de una vez, gritó a los soldados quiero quedarme a solas con mis invitadas, y diciendo esto Sifax acarició los cabellos de Julia con evidente lujuria.

  • Un momento, dijo el centurión. El pretor ha ordenado que, por ahora, sólo les muestres los instrumentos de tortura. Mañana por la mañana empezaremos con la esclava. Sifax sonrió a Varinia que lloraba ocultando su rostro en el hombro de Julia. Y además otra cosa, con ella podéis hacer lo que queráis, pero esta otra tiene que continuar siendo virgen, al fin y al cabo es una noble patricia.

El sayón sonrió y dijo:

  • No te preocupes Quinto, mañana seguirá siendo virgen, aunque los ojos de Sifax se clavaron como dos flechas en el cuerpecito de Julia mientras seguía hablando. Ah y no te olvides de mostrarle la lista al pretor.

  • Sí, iré a detenerlas cuanto antes, salud.

Quinto salió apresuradamente, los soldados se llevaron a Alba de allí, y Sifax cerró la puerta.

- Por fin solos dijo el verdugo sonriendo a las muchachas. Los tres sayones se acercaron a ellas sonriendo, mirándolas sin tocarlas por el momento como si se fueran a romper si lo hacían.

Varinia seguía gimiendo refugiada en el hombro de Julia y mirando de reojo a aquellos terribles hombres. Las muchachas estaban aterrorizadas.

  • Qué bellas son, dijo Brutus babeando.

  • Sí, contestó Aurelio, esta noche lo pasaremos bien.

  • Haced lo que queráis con la esclava, pero por ahora la princesa es sólo mía.

Y diciendo esto Sifax separó a las dos jóvenes llevándose a Julia a un rincón. Varinia protestó pero inmediatamente Brutus y Aurelio la atraparon de los brazos.

  • No, dejadme en paz, ¡señora!, por favor.

Varinia luchaba y pataleaba, pero poco podía hacer con los brazos atados a la espalda. Brutus arrastró a trompicones a Varinia hacia el brasero donde aún crepitaban los hierros con los que habían estado torturando a Alba.

La esclava seguía gritando histérica, así que Aurelio le rasgó la parte delantera de su túnica dejando al aire los pechos de la esclava.

  • No, por favor, no me hagas daño, gritaba una y otra vez.

  • Sujétala fuerte, dijo Brutus sacando un hierro al rojo del brasero.

Y haciendo ademán de tocarle con él el pecho, Varinia se cayó paralizada de terror con la vista fija en la punta brillante del hierro.

  • No lo hagas, musitó, por favor.

  • Mira cristiana, si no quieres que te queme las tetas con esto vas a dejar que mi amigo y yo hagamos lo que queramos contigo. ¿Has entendido?.

Varinia afirmó con la cabeza.

  • Muy bien, pues vas a estarte quietecita mientras te desnudamos y te violamos, además nos vas a chupar la polla. ¿lo harás?.

  • No puedo, por favor, eso no. Brutus acercó un poco más el hierro.

Varinia ya notaba el calor en su pecho así que se doblegó aceptó que la violaran.

  • Haré lo que quieras, pero quita eso de ahí.

Brutus sonrió y fue a buscar un cuchillo. Se acercó a ella con el cuchillo y aprovechando que Aurelio la mantenía atrapada, la fue rasgando la túnica y la fue desnudando poco a poco. Primero le cortó los tirantes de su túnica dejando todo su torso desnudo. Brutus acarició entonces los pechos de su víctima, paseando el cuchillo por éstos. Varinia lloraba mientras la desnudaban y la violaban.

  • Eres preciosa, muñeca, vamos, no llores y bésame.

Brutus le agarró del cabello y le obligó a besarle. Varinia abrió la boca pero cerró los ojos asqueada y al notar el aliento fétido de Brutus apartó la cara.

  • Por favor, no, gritó.

  • ¿Qué pasa, cristiana?, ¿es que no te gusto?. Yo te enseñaré puta.

Y Brutus la volvió a besar obligándola a sacar la lengua mientras le pinchaba el pecho izquierdo con cierta saña.

  • Bien, dijo Brutus, y ahora vamos a ver cómo eres. Cogió el cuchillo y cortó el cinto que sostenía el resto del vestido de Varinia arrancando la falda y tirándola lejos.

Entretanto, desde el otro extremo de la sala Sifax y Julia miraban cómo los verdugos desnudaban a la esclava y abusaban de ella. La piel de Varinia brillaba a la luz de las antorchas pues la muchacha estaba cubierta de sudor por la lucha que había mantenido con los verdugos. En ese momento, Brutus y Aurelio la estaban enredando con los dedos en la entrepierna. Varinia estaba completamente depilada como se estilaba entre las esclavas de los ricos. Brutus seguía con los dedos.

  • Parece el coñito de una niña, es una maravilla.

  • ¿Es virgen?, preguntó Aurelio.

  • Creo que sí. ¿Eres virgen, cristiana?.

Varinia afirmó con la cabeza sin dejar de llorar.

  • Sí, lo soy, soy virgen, tomadme si queréis, pero no me hagáis daño por favor.

- Claro que vamos a follarte, pero primero vas a chuparme un poquito aquí abajo.

Varinia miró hacia abajo y vio la enorme polla que se había sacado Brutus, una verga larga y gruesa llena de venas y pústulas tumefactas. Cuando sintió el asqueroso olor del rabo de Brutus a Varinia le dio una arcada.

  • No, gritó la joven horrorizada.

- Arrodíllate y chupa, esclava, vamos.

Brutus y Aurelio obligaron a Varinia a arrodillarse de manera que la polla del primero quedó a pocos centímetros de la boca de la esclava. Varinia apartaba la cara asqueada y a punto de vomitar, pero no accedía a practicar la felación. Brutus hacía desesperados intentos por obligarla y le pasaba la cara por la polla, de manera que el semen líquido empezó a pringar la cara de la esclava.

  • Puta desobediente, chupa de una vez.

Entretanto, Sifax, que no había dejado de magrear los pechos de Julia, y babearse en su cuello, empezó a bajarle los tirantes de la túnica. Julia se dejó hacer sumisamente. Mientras la desnudaba, las manos del verdugo acariciaban temblorosas la delicada piel de la joven.

  • Hueles maravillosamente, princesa, nunca había tenido una como tú entre mis brazos.

Sifax estaba emocionado mientras sus manos seguían bajando los tirantes y dejaban al descubierto los pechos de ella. Julia siguió dejando que el verdugo la desnudara, hasta que éste le hizo volver la cabeza y le dijo.

  • Bésame cristiana.

- No, dijo ella.

  • Vamos, sé que tu religión te enseña obediencia y sumisión, ¿no es así?.

Julia afirmó con la cabeza tímidamente.

Entonces sé sumisa y bésame.

Julia abrió un poco la boca y sacó la punta de su lengua. Entonces Sifax le lamíó con la suya. Julia cerró entonces su boca con un gesto de disgusto.

  • Vamos, bésame preciosa, yo sé que te gusta, y Sifax obligó a la joven a abrir la boca y besarle al tiempo que le retorcía el pezón derecho con dos dedos.

El beso fue largo y húmedo, y Julia gimió con el gesto fruncido de dolor y de asco. Era la primera vez en su vida que un hombre abusaba de ella, y se trataba de un verdugo, un sayón enorme y asqueroso al que la boca le olía a rayos. Y sin embargo, Julia lo aceptó como parte de su martirio, como aceptaría la larga serie de humillaciones y salvajadas que hicieron sobre su cuerpo los días siguientes.

Sifax terminó el beso abriendo la boca de Julia con las dos manos y escupió dentro de ella. Le cerró la boca y le obligó a que tragara. Julia estaba avergonzada por ese tratamiento, tenía la cara roja como un tomate y los ojos fijos en el suelo. Fue entonces cuando vio la polla que Sifax se acababa de sacar de los calzones. Era una polla larga, pero sobre todo era gruesa y venosa, con un prepucio enorme y brillante. Como era de esperar, la polla olía a demonios.

  • ¿Has chupando alguna vez una polla?. Julia respiró violentamente y miró a Sifax aterrorizada.

  • ¿Te gustaría chupar una?, Julia apartó el rostro negando con la cabeza.

  • ¿No?, eso es porque aún no sabes el placer que se siente, creo que tu esclava te va a enseñar el gusto que da, y diciendo esto miró de reojo hacia Varinia que seguía luchando con Brutus y Aurelio.

  • Pero antes te voy a poner más cómoda.

Sifax cogió entonces un cuchillo y empezó a cortar las ligaduras a Julia. Una vez que se vio libre de éstas, la joven utilizó sus brazos doloridos para tapar sus pechos, pero no pudo hacerlo durante mucho tiempo, pues Sifax le puso unos grilletes en las muñecas y le obligó a levantarlas hasta enganchar los grilletes en unas cadenas que colgaban sobre la cabeza de Julia.

El verdugo sonrió cruelmente y empezó a tirar del otro extremo de las cadenas de manera que su víctima se vio obligada a subir lentamente sus brazos. Estos quedaron por encima de su cabeza y pronto se estiraron completamente, la joven gimió de dolor por el estiramiento y pronto de vio obligada a ponerse de puntillas.

  • Y ahora desnuda, princesa, quiero verte bien y le cortó el cinto que mantenía su vestido. Sifax se lo quitó delicadamente mientras Julia sollozaba.

  • Desnuda no, por favor, y escondía su cara en un brazo muerta de vergüenza.

Sifax le agarró la cara y la besó nuevamente, esta vez sin que Julia se resistiera mucho.

  • Ja, ja, ya veo que eres una puta fácil, todas las cristianas lo sois.

La chica se sentía indefensa y a la vez cachonda en manos de ese individuo y tenía que luchar entre su vergüenza y su deseo

  • Aja, qué piel más suave, se nota que eres una niña rica, preciosa.

El verdugo se puso a acariciar sus muslos con las puntas de los dedos como si acariciara algo frágil y valioso, después su trasero perfecto suave como un melocotón gigante. El rudo sayón olía la fragancia de su piel cálida y en un momento dado empezó a lamerle los muslos y el vientre. Julia lloraba al sentir la repulsiva lengua de ese hombre vulgar sobre su piel.

  • NO, no eso no

Sifax le había abierto algo los labios de la vagina depilada con sus ásperos pulgares y le empezó a lamer dentro recorriendo toda la raja con la lengua. Ahora la joven virgen sentía un agradable cosquilleo.

  • No, por favor,… déjame…..déjame morir virgen,….. debo ser virgen para mi señor, dijo entre jadeos. Sifax la miró.

  • ¿Virgen?, pero si estás mojada como una puta.

Y siguió chupando metiendo su nariz y parte de la cara en el sexo de la joven que entonces estaba ya empapado en sus propios flujos. Julia tuvo que morderse el labio para no bramar de placer y entrecerró los ojos. Ahora no quería que el verdugo parara.

Sin embargo lo hizo, la miró con lujuria mientras se secaba la cara con el dorso de la mano y acto seguido se puso detrás de ella abriendo las nalgas. Al verlo Brutus se acercó para verlo mejor.

  • Oye Sifax, acuerdate de lo que ha dicho el pretor tienes que esperar a mañana para sodomizarla.

  • Cállate y ocúpate de tus asuntos, ya he dicho que la princesa es sólo mía.

  • Ja, ja, Sifax el enculador.

La joven patricia tembló avergonzada, pues ahora ese cerdo le estaba introduciendo el dedo por el agujero del ano.

  • Ahí no, ahí no, por favor, no me toques ahí.

Pero el grueso dedo del verdugo previamente mojado por sus jugos vaginales forzó la angosta entrada de su cloaca sin mucha dificultad.

  • AAAAAAH, la joven se retorció mientras sus pezones se erizaban y se ponían duros como piedras

  • Te gusta, ¿verdad zorra cristiana?, dijo mientras se incorporaba sin dejar de sobarle el trasero.

- Tienes el culito cerrado y apretado, no hay duda que eres virgen.

- ¿Me, me vas a violar?.

A Sifax no le quedó claro si se lo preguntaba o se lo pedía

  • Sí princesa, pero no tengas prisa. Por ahora el pretor lo prohíbe, pero cuando seas condenada, sólo serás una esclava y entonces serás mía y de quien yo quiera y todas las veces que quiera. Hasta que llegue el día de tu crucifixión vas a ver tantas pollas que vas a perder la cuenta, y ahora basta de cháchara.

Sifax fue hasta una mesa y trajo una mordaza.

  • Abre la boca.

- ¿Por qué, por qué me vas a amordazar?. No necesitas amordazarme, haré todo lo que me digas.

  • Abre la boca he dicho, quiero que estés calladita.

El verdugo volvió a retorcerle el pezón con sus dedos.

  • AAAAYYYY

Julia abrió la boca y aprovechando el momento Sifax le encajó el madero entre los dientes y se lo ató a la nuca, para acabar le dio un sonoro cachete en las nalgas.

La joven gimió indefensa mientras Sifax se alejaba para violar a Varinia.

En ese momento los otros dos sayones habían llevado a Varinia hasta el brasero y Brutus volvía a amenazarla con un hierro, pero ella se negaba a chupar la polla a sus torturadores.

- Vamos zorra, obedece o te arrepentirás.

- No, no lo haré, no me obligueis, os lo ruego

  • ¿Acaso prefieres que te quememos con esto?

Varinia sollozaba desesperada

  • Por favor, delante de mi señora no, por favor

Sifax se acercó enfadado.

- No quiere cooperar ¿verdad?. atadla ahí, vamos.

Aurelio cogió una soga y ató las piernas de la chica a los tobillos. Entonces los verdugos empujaron a la esclava y la obligaron a tumbarse . Sifax se abalanzó entonces sobre ella y empezó a penetrarla mientras los otros dos la mantenían inmovilizada.

Varinia gritaba como una loca, pues la enorme polla de Sifax le estaba entrando por el conducto de la vagina, pronto le rompió el himen y ella gritó de dolor.

Sifax siguió empujando adentro y afuera violando a la preciosa esclava. La sangre se empezó a deslizar por su polla mientras Brutus y Aurelio la sujetaban esperando su turno. Varinia seguía luchando completamente indefensa y gritaba de dolor, sin embargo, poco a poco sus gemidos empezaron a adquirir un tono distinto.

Julia comprobó maravillada cómo el gesto de su criada se mudaba y la muchacha empezaba a bramar de placer.

A pesar de eso el verdugo siguió y siguió follando mientras los gritos de Varinia aumentaban en intensidad y pasión. Por fin el cuerpo brillante de la esclava se convulsionó de placer cuando ella empezó a correrse.

Sifax sacó entonces su tranca del orificio de ella y tras soltarle el cepo, la cogió por los pelos y la obligó a ponerse de rodillas.

  • Bien zorra, ya has visto que sólo eres una puta, ahora quizá no tengas tantos remilgos.

Varinia estaba mareada y confundida así que se puso a lamer el prepucio de Sifax sin pensarlo. Entretanto, Aurelio sobaba e inspeccionaba el trasero redondo y turgente de la esclava masturbándola con sus dedos.

  • Deja los besitos y métete el rabo de una vez, zorra.

Sifax obligó a Varinia a meterse la polla en la boca, casi no le cabía y la joven tuvo que abrir bien sus mandíbulas. La joven sintió que el miembro del verdugo estaba duro como una piedra, pero era suave y bajo esa piel suave y móvil palpitaba frenéticamente.

Varinia sintió en sus labios los borbotones de sangre que llenaban las arterias del hombre mientras éste le metía y sacaba la polla animosamente. De su punta ya drenaba el semen y la joven sintió su sabor salado y textura pegajosa, pero la muchacha no lo rechazaba ahora, sino que se dejaba follar por la boca con los ojos cerrados.

Entretanto Aurelio le estaba explorando el agujero del culo, pringó bien su dedo en los jugos vaginales de ella y se lo fue metiendo por el culo anticipando el placer de sodomizarla. Varinia sintió perfectamente el dedo dentro de ano e intentó protestar sacando la polla de su boca, pero el verdugo no le dejó pues ya sentía que estaba a punto de correrse.

Julia seguía de espectadora forzada de esa sórdida escena y sin saber por qué sintió envidia de su esclava. La joven sintió que tenía mojada la parte interna de sus muslos y avergonzada los apretó entre sí para que los hombres no vieran que estaba cachonda.

Por fin Sifax puso los ojos en blanco y gimió de placer mientras mantenía fuertemente trabada la cabeza de Varinia contra su polla y eyaculaba dentro de ella.

  • AAAAAAHHHHH, sí, puta, sí, gritó el verdugo mientras se corría, trágate toda mi leche.

Efectivamente la boca de Varinia se llenó de una inundación de esperma caliente, espeso y pringoso y la inexperta joven se atragantó y estuvo a punto de vomitar. Por fin tras varias sacudidas Sifax sacó la polla de la boca de Varinia y tras ella la joven dejó escapar una cascada de semen blanco y lechoso, mezclado con baba. La joven escupía asqueada, pero Sifax le ordenó que le limpiara bien todo el capullo. Ella estaba aprendiendo sumisión a toda velocidad así que aceptó lamer delicadamente la polla de Sifax hasta no dejar gota de semen.

El verdugo quiso prolongar el placer de la fellatio todo lo posible así que permaneció unos minutos con los ojos en blanco y la boca entreabierta mientras la esclava le lamía su sensibilizado miembro que experimentaba los últimos estertores.

Cuando terminó con ella, Butus pensó que ya había llegado su hora y ofreció su polla a Varinia, pero nuevamente ésta se negó a chuparla porque olía mal.

  • Esta no, por favor, es asqueroso, dijo Varinia apartando la cara asqueada.

Brutus no podía entenderlo, de la boca y mentón de varinia aún colgaban los pegajosos goterones de esperma del otro y a pesar de eso, ella seguía rechazando su pene. El antiguo gladiador germano estaba enfurecido.

  • No quieres chupar, ¿verdad? Muy bien, zorra, tú lo has querido.

Cogiéndola del brazo Brutus obligó a Varinia a levantarse y se la llevó hasta el cepo de madera, primero fijó los tobillos de ella en dos cepos que la obligaban a permanecer de rodillas y con las piernas abiertas. Asimismo, le obligó a inclinar la cabeza y se la fijó con otro cepo. Lógicamente, Varinia quedó inmovilizada y con el culo en pompa. Brutus volvió a la parte delantera de ella y se puso a restregarle el pene por la cara.

  • Ultima oportunidad para chupar, cerda.

- No, aparta eso de mí, me da mucho asco, protestaba Varinia llorando y agitando la cara hacia los lados.

  • Está bien, si no quieres por la boca, te follaré por el culo, y Brutus fue hacia el trasero de Varinia.

Esta gritó.

  • No, no hagas eso, por ahí no, por favor.

Brutus acarició primero el trasero de Varinia con delicadeza y después le abrió las nalgas. Allí estaba el agujero del culo de la joven, sin un solo pelo, y bien cerrado y prieto. Brutus suspiró. Hacía mucho que no rompía un culo tan bonito, y dicho esto le metió el dedo índice tras chuparlo para que entrara con facilidad.

  • Esto va a ser un trabajo duro, le dijo a Sifax, y éste asintió riendo.

  • Sí, no hay duda que es virgen, a esta guarra le va a doler de verdad.

Varinia lloraba pidiendo piedad, sin embargo, Brutus ya le estaba abriendo el ano con dos dedos, y le escupía dentro para que le entrara mejor el cipote. Lentamente Brutus empezó a sodomizarla, pero como tenía el pene seco éste no entraba con facilidad y el esfínter de Varinia se fue tensando y cediendo con un intenso dolor.

  • AAAAAYYY para, por favor, me haces mucho daño, para.

  • Si me hubieras hecho la mamada te entraría mejor la polla zorra, tú misma te lo has buscado.

  • Ven aquí, por favor, te la chuparé, te lo prometo, ven aquí.

  • No me fío de ti puta estúpida, te voy a romper el culo como te mereces, y Brutus siguió y siguió apretando.

  • AAAYYY, bestia, me vas a matar, vamos, deja que te la chupe, lo estoy deseando, quiero comerme tu polla, dijo Varinia desesperada.

Por fin, Brutus satisfecho, dejó de sodomizarla y fue hasta la cara de Varinia para que ésta se la chupara. La esclava cerró los ojos y sacó la lengua muerta de asco, pero a punto de lamer el repugnante miembro se arrepintió.

  • No puedo, no puedo, qué asco. Brutus le dio entonces una bofetada.

  • Chupa de una vez o te sodomizo con un hierro al rojo vivo.

Varinia volvió a llorar y abrió la boca para que Brutus le hiciera la penetración oral. Efectivamente, la polla de Brutus entró por la boca de Varinia y ésta tuvo que aceptar la felación reprimiendo arcadas y nauseas. Brutus disfrutaba de la mamada con los ojos en blanco moviendo acompasadamente sus caderas atrás y adelante.

  • Qué gusto me das esclava, primero por delante y después por detrás, qué gusto.

Varinia chupaba a pesar del asco pues pensaba que así su enculamiento sería menos doloroso. Efectivamente al de un rato Brutus se cansó y volvió al culo de Varinia, escupió otra vez en él y le clavó su verga por el agujero. La polla no entró a la primera, pero se fue abriendo paso poco a poco gracias a la lubricación del conducto. Sin embargo, el dolor seguía siendo intenso y Varinia gritaba histérica con los ojos arrasados en lágrimas. El prepucio de Brutus fue entrando y por fin el verdugo pudo empezar a mover su rabo adentro y afuera.

  • Que prieto y suave es este agujero, me encanta dar por el culo a una virgen.

La sodomía continuó durante un rato mientras Varinia perdía todo resto de compostura gritando e insultando a sus verdugos, pues aquello sólo le proporcionaba sufrimiento y nada de placer.

  • No puedo más, termina por favor, no lo soporto.

Brutus sonrió, pues ya le venía así que en el último momento sacó la polla y eyaculó el blanco esperma sobre el trasero de ella. Varinia lloró entonces a lágrima viva, pero el alivio le duró poco, pues en pocos segundos Aurelio empezó a encularla otra vez.

La violación de Varinia duró aún dos horas más, pues los verdugos la sodomizaron aún unas cuantas veces y la obligaron a chupársela muchas más.......

Finalmente se cansaron de follar y la esclava fue liberada del cepo, sólo para colgarla como a su ama.

Minutos después de terminar la violación de la esclava cristiana, Sifax chasqueaba un látigo contra el suelo delante de las dos muchachas. Aunque pareciera imposible estaba otra vez empalmado ante el espectáculo que tenía delante.

A pocos metros se encontraban las dos acusadas en idéntica postura y completamente desnudas, los brazos colgados de las muñecas por encima de la cabeza y todo el cuerpo estirado al límite, los pies de puntillas y los tobillos y rodillas fuertemente atados entre sí. Además las dos estaban amordazadas y la baba caía de su boca en largos hilos que mojaban sus pechos y vientre. Las bellas jóvenes estaban indefensas y aterrorizadas, mostrando generosamente su desnudez al verdugo y exponiendo cada centímetro de su cuerpo a los latigazos.

Las dos tenían su mirada fija en el látigo que Sifax movía hábilmente ante su cara, hipnotizadas y muertas de miedo.

Efectivamente Sifax no se demoró mucho y echando el látigo hacia atrás soltó un latigazo a Julia que se enroscó tras su trasero y le dejó una larga marca rojiza en el culo.

  • SSHAAAAAACK

La joven notó una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo y se convulsionó ahogando un grito. Sifax volvió a echar el látigo hacia atrás y esta vez acertó sobre la espalda de Varinia que había rotado sobre sí misma para evitar el golpe sobre sus pechos.

Eso no le valió de nada, pues el siguiente latigazo acertó en sus mamas y Varinia gritó sonoramente con el rostro dirigido hacia arriba.

  • SSHAAACKKK

- AYYYYYYYYY

La chica tembló unos segundos de dolor y rabia mientras encajaba el dolor del latigazo.

El siguiente latigazo fue para Julia, una marca larga y un poco profunda sobre su vientre que escoció terriblemente desde el primer momento y que hizo que la mujer suplicara a gritos que el verdugo parara.

  • PARA, PARA, por favor, más no, más no.

Sifax paró por el momento sonriendo, dos latigazos eran suficientes para que ellas supieran a qué sabe el dolor. Eso les atormentaría toda la noche. Las dos jóvenes se pusieron entonces a llorar desconsoladas.

  • Qué poco aguante tenéis cristianas, esto no ha sido nada ya veréis cuando use el flagrum. Vamos, ¡enseñadles los juguetes!.

Brutus y Aurelio cogieron entonces una mesa larga y la acercaron a metro y medio de las muchachas, bien a la vista de ellas. Sobre la mesa estaban dispuestos varios instrumentos de tortura: punzones, tenazas, garras, pernos, látigos, agujas y un largo etcétera. Las muchachas vieron todo aquello horrorizadas, respirando agitadamente y cubiertas de sudor.

  • Estas son las herramientas de los verdugos, dijeron entre risas.

Sifax cogió un desgarrador de senos y lo acercó a la cara de Julia dando vueltas con él.

- ¿Sabes para que sirve esto?. Julia negó con la cabeza muy nerviosa. ¿No lo adivinas?, y diciendo esto le empezó a arañar ligeramente el pecho derecho.

Julia afirmó esta vez, sollozando con la cara vuelta hacia el brazo.

  • Eso es pequeña, son para las tetitas de las cristianas, para arañarlas y desgarrarlas. A veces me gusta utilizarlas así en frío, pero la mayor parte de las veces sólo las utilizo después de calentarlas al rojo vivo.

  • Me encanta oír cómo gritan las esclavas cristianas cuando las torturo de esa forma.

Julia y Varinia negaban y lloraban lanzando gemidos incomprensibles y eso hizo que el verdugo sonriera satisfecho. Tras dejar las garras en la mesa, Sifax cogió un consolador lleno de pinchos y lo llevó hasta Varinia.

  • Y esto de aquí es para meterlo por la vagina o por el agujero más pequeño, y mientras le decía esto le pinchaba el muslo con los dientes del consolador. ¿Te imaginas qué dolor?

Varinia también lloró y protestó ante la indiferencia de él. El siguiente instrumento fueron las tenazas dentadas, Sifax las aplicó sobre los pechos de Varinia con bastante entusiasmo, de modo que la joven gritó de dolor cuando las frías tenazas aplastaron y deformaron sus pezones.

Sifax siguió así explicando el uso de muchos de los intrumentos de tortura acariciando con ellos la piel desnuda de las jóvenes y deleitándose de sus gestos de terror.

  • El resto no os lo voy a explicar, les dijo, creo que debéis descubrirlo vosotras mismas, fijaos en los muebles de la cámara de tortura, los próximos días los usaré con las dos. Bien, ahora vais a quedaros solas, pero cuando amanezca volveremos a por vosotras, y empezaremos por ti Varinia.

Diciendo esto, los tres verdugos salieron de la sala y dejaron a las jóvenes solas en espera del comienzo del interrogatorio.

Julia no entendio por qué pero sentía su entrepierna mojada, sus pezones estaban erizados y ahora añoraba los latigazos

Continuará