Jugando, jugando me monte a mamá
Comencé a jugar con mi madre, que si te atreves, que si no te atreves, pero al rato estaba montado sobre ella y se la estaba metiendo.
Jugando, jugando, me monté a mamá.
Comencé a jugar con mi madre, que si te atreves, que si no te atreves, pero al rato estaba montado sobre ella y se la estaba metiendo.
La siesta, la jodida siesta es uno de los momentos que la mayoría de la gente reconoce como más satisfactorio para follar. Comprenderán que a continuación de echarme una cabezadita después de comer, entrar a la habitación de mi madre y verla acostada, desperezándose y medio en pelotas, presentir que estaba cachonda y ver que de entre sus bragas se le salían algunos pelos de su chocho, uno se sintiera excitado y le entrasen ganas de follarla allí mismo.
Soy Pancho Alabardero y en mi deambular por el mundo en busca del mejor sexo posible, se me presentó un chico con una historia cargada de erotismo y desenfreno. Ella, una mujer adulta, madura, experimentada en mil y una batallas sexuales, pero en edad de merecer. Él, inexperto, curioso, necesariamente fogoso y claramente con déficit de relaciones sexuales. El cóctel estaba servido, la combinación explosiva, bueno, había algún inconveniente, eran madre e hijo, pero mírenlo de otra manera, era un chico con ganas de follar y una mujer con ganas de ser follada, lo demás sólo son circunstancias.
Hola, soy Ignacio, tengo 24 años, vivo en Getafe, una ciudad muy populosa del cinturón de Madrid. Vivo en una casa de alquiler y trabajo para una empresa de instalaciones situada en un polígono industrial muy cercano a mi casa. Mis padres viven en Alcalá de Henares, otra ciudad próxima a Madrid y con ellos viven aún mis dos hermanos menores, uno que estudia en la Universidad de Guadalajara y una hermana de 19 años que trabaja en unos grandes almacenes en Madrid. Mi padre trabaja en una fábrica a turnos, de mañana o de tarde, el de mañana de 6 a 2 de la tarde y el de tarde de 2 a 9 de la noche.
Es el caso que hace unos días tuvimos que ir a Alcalá de Henares para hacer una instalación bastante complicada. Comenzamos a las 5 de la mañana y teníamos previsto que como a eso de la una del mediodía, más o menos, habríamos terminado. Yo llamé a mi madre y le dije si podía ir a comer, porque sobre esa hora habría terminado y ya tenia el resto del día libre. Naturalmente aceptó encantada y ese día comimos los tres juntos, mis padres y yo. Mi hermano no regresa nunca de la universidad antes de las 8 de la tarde y mi hermana la trae su novio pero nunca antes de las 10 de la noche.
Nada más terminar de comer, mi padre salió corriendo hacia su trabajo, yo me amodorré un rato sentado en el salón delante de la televisión y mi madre se fue al dormitorio a echarse la siesta, le encanta echarse siempre media horita después de comer.
Debo decirles que yo soy delgado, mido algo así como 1,68, soy muy independiente y bastante introvertido, nunca en mi casa me han conocido novias, incluso sé a través de mi hermana que algunas veces mis padres han comentado entre ellos que si soy gay, y que lejos de todo ese estereotipo, me considero heterosexual o quizás bi-curioso, pero no homosexual, que he tenido alguna que otra relación con chicas, alguna también con chicos, aunque muy fugazmente, y que arrastro un déficit sexual bastante considerable por razones que más tarde comprenderán.
Ya me iba a marchar para mi casa y pasé a la habitación de mi madre para despedirme de ella. Debo decirles que mi madre se llama Carmelita, tiene 48 años, es más bien alta, me saca cerca de 10 centímetros y que es más bien generosa de carnes, aunque no gorda, vamos, que tiene redondeces por donde la mires. Y así fue como me la encontré al pasar a su habitación: medio dormida, medio desnuda, medio asomándole sus generosas tetas, medio viéndosele su espesa mata de pelos del chocho, y medio restregándose sensualmente por entre las sabanas. Comprenderán mi sobresalto, comprenderán que se me pusiese tiesa y comprenderán que le lanzase un tiento.
-Joder que buena estas, que pena que seas mi madre- le dije mientras los ojos se me salían de las orbitas contemplando el muslamen de mi queridísima madre.
-Si he, ¿qué te gustaría hacerme si no fuera tu madre?- me preguntó desafiante, retándome, casi, casi incitándome.
-Que qué me gustaría hacerte: pues follarte- le contesté babeando y contemplando su esplendoro cuerpo.
-No te ibas a atrever con una señora madura como yo- me dijo mientras retozaba en la cama y dejaba bien a la vista sus insinuantes redondeces, sus nalgas generosas, sus muslos exuberantes, sus opíparas tetas.
-¿Qué no me iba a atrever?- le dije mientras brincaba a la cama y le metía mano, haciéndola cosquillas por todo su cuerpo.
Ella comenzó a defenderse y a reírse ostensiblemente, mientras intentaba lo mismo conmigo, pero seguía incitándome:
-Que no, que no te atreves a follarte a una señora madura, que tu sólo a jovencitas, a niñatas y a pijitas. Si te encuentras con un chochazo como el mío te acojonas y sales corriendo- todo eso entre risas, revolcones, manoseos.
La tenia sometida, yo montado sobre ella a horcajadas sobre su barriga, con sus brazos en cruz, sujetándoselos y mirándola a la cara. Ella no paraba de reírse, de burlarse, de incitarme y fue en esa cuando le dije:
-Joder que buena estas, que pena que seas mi madre- a lo que ella respondió de inmediato con una nueva incitación:
-Que no, que aunque no fuese tu madre no te ibas a atrever-
-Veras si me voy a atrever- le dije totalmente cachondo mientras saltaba y me situaba sobre sus muslos y frente a sus bragas.
Acerqué mi cabeza hacia su entrepierna, le agarré sus bragas entre mis dientes y se las rasgue de un tirón. Ella no paraba de reír, una especie de risa nerviosa, cachonda muy posiblemente, pero ya la tenía medio desbragada. Volví nuevamente a acercar mi boca a su chocho y de otro mordisco me lleve un trozo de sus bragas entre los dientes a la vez que le decía:
-¿A qué decías que no me iba a atrever?- aunque ella no decía nada, solo reía y se dejaba hacer.
Con sus bragas echa jirones, su chocho al aire y yo también medio en pelotas encima de ella, me dejé caer sobre su cuerpo y busqué sus labios. Me apetecía besarla y follarla con mi lengua por entre sus labios y comencé a metérsela y a sacársela. Cuando mamá se dio cuenta de que aquello no eran besos si no que se la estaba metiendo por su boca, que la estaba haciendo una paja en su boca, reaccionó y muy nerviosa, medio salida y totalmente alterada comenzó a decir frases inconexas sobre lo que estábamos haciendo:
-Pero si me la estas metiendo, si me estas follando, pero que hago, si estoy jodiendo con mi hijo, si me la esta metiendo de verdad, si me esta follando por la boca- todo eso con frases entrecortadas, esporádicas y acompañadas de gemidos, de suspiros profundos de gozo, de movimientos sensuales y provocativos, de incitaciones.
Yo me quedé encima de ella, metido entre sus piernas, mirándola a los ojos, restregándome con su cuerpo y diciéndola: no decías que no me iba a atrever, a que me atrevo, a que te la voy a meter por tu chochazo, a que te voy a montar, a que me voy a olvidar de que eres mi madre y te voy a joder bien jodida.
Los jadeos de mamá eran realmente aullidos, la jodida de ella no se cortaba lo más mínimo y se mezclaban con mis comentarios: Siempre he querido joder con una tía como tú, siempre he querido comerme un chumino lleno de pelos, siempre he soñado con lamerle el coño a una mujer madura, siempre me han atraído las gorditas, atrapar sus nalgas entre mis manos, tocarle el culo, montarme encima de ella...
La cama se nos hacia pequeña para las galopadas que nos estábamos metiendo y nos dejamos caer al suelo sobre la alfombra. Allí rodamos por los suelos y dimos rienda suelta a nuestras voluptuosidades. Le sobaba las tetas, se las mamaba, le metía el dedo en el culo, le metía la lengua en el chumino, arriba y abajo, todo era un subir y bajar, lo mismo le estaba chupando los pies como le estaba empujando con la polla en el agujero de su culazo, lo mismo metiéndole la lengua en la boca como metiéndole la polla para que la mamara.
Mamá estaba fuera de si, estaba tan cachonda, tan cachonda que me estrujaba. Una de las veces agarró mi cabeza y me la enterró en el chocho con tal fuerza que tuve que hacer esfuerzos para respirar, para chupárselo, para relajarla. Le metí la lengua un poquito dentro de su chumino, se la enterré unos centímetros y comencé a frotárselo con la lengua. Lo tenía empapado, su sabor era denso, su olor arrebatador, su suavidad inenarrable, los flujos vaginales me empaparon la cara, pero me di cuenta que ella se serenaba un tanto, se medio relajaba, se abandonaba tendida en el suelo y abierta de piernas, pero su tensión aferrada a mi cabeza y manteniéndomela entre sus piernas no aflojaba, por eso comencé a intuir que se me iba a correr.
Y en medio de jadeos, entre rugidos contenidos, comenzaron sus espasmos. Comenzó a correrse a la vez que todo su cuerpo se convulsionaba, se estremecía. Sus nalgas, aquellas generosas nalgas de mi madre dejaron de estar suaves y tersas y se le puso la carne de gallina. Sus jadeos, antes de excitación, de fogosidad, ahora eran de satisfacción, de complacencia, de deleite sumo, se estaba metiendo un orgasmo tras de otro, se estaba corriendo como una burra, se estaba vaciando por el chocho.
Cuando por fin sus espasmos se fueron calmando, cuando sus convulsiones aflojaban, cuando sus múltiples orgasmos parecían que llegaban a su final, sus manos se relajaron y pude desenterrar mi cabeza de su chumino. Pude levantarme y tenderme encima de ella, pude secarme un poco la cara restregándome con sus tetas, pude tomar aliento y respirar a pleno pulmón, no por mucho tiempo, porque enseguida me apremió, enseguida volvió a tomar la iniciativa para satisfacerme, porque me dijo:
-Métemela, métemela y córrete dentro de mí, quiero sentirte como te corres y como me llenas el chocho de leche-
Lo estaba deseando, estaba deseando meterle la polla, enterrársela en su chochazo, y se la metí. Dulcemente, pasito a pasito, centímetro a centímetro hasta el fondo de su chocho. Ella se abría para facilitar la entrada, pero no hacía falta, tenía el chocho inundado de flujos y se deslizaba hacia dentro de su chumino con suma facilidad.
Luego vino el metesaca. Se la sacaba con suavidad, se le metía con fragor, se la sacaba remoloneando, se la metía con premura. Empujaba con el culo para clavársela lo mas dentro posible, y ella, sabiéndose insertada, se abría de carnes para tragársela entera. No podría precisar a ciencia cierta cuando tiempo duro el metesaca, pero cuando me vacié dentro de ella, dentro de su chocho, dentro de su chumino, creí que iba a desfallecer.
Comencé a bombear leche dentro del chumino de mi madre y nuestros cuerpos quedaron regados de semen. Le corría la leche por su barriga, me la embadurnaba por la mía, se empapo el suelo, la alfombra, sus nalgas, sus muslos, aquello no era correrse, aquello era un torrente de leche corriendo por entre nuestros cuerpos convulsos.
Carmelita nada más tomar aliento se encaramó encima de mí, me miró a los ojos y me dijo:
-Creí que eras homosexual- mientras me sonreía pícara, muy pícaramente.
-Ya sé que lo creías, pero no soy homosexual, es que hace unos años me violaron dos chicas y me ha costado bastante recuperarme de aquel trance-
-¿Qué, que te han violado dos chicas?, ¿cuando, cómo, quienes?, las preguntas se le amontonaban y los ojos se le pusieron como platos por la sorpresa.
-Fue poco antes de finalizar el instituto, quedé con dos compañeras en casa de una de ellas para hacer un trabajo juntos y me violaron las dos. El problema no sólo fue la humillación que sufrí, sino que de una de ellas estaba medio enamorado y medio éramos novios y para colmo fue la que primero me violó. Se me montó encima y mientras una me tenía medio inmovilizado, la otra me agarró la polla y se la metió hasta correrse. Después cuando yo también me había corrido, la otra, que no quería dejarme sin que la follara también a ella, me puso el chocho en la cara y entre las dos hicieron que se lo chupase hasta que se corriera. Fue una humillación, pero sobre todo porque yo estaba enamorado de una de las chicas. Para mí fue muy duro-
Ella, mi madre me escuchaba y estaba perpleja de cuanto le contaba. Estaba encima de mí, me aplastaba con su cuerpazo, pero me gustaba sentirla encima de mí. Ella me besaba, con cariño, medio protegiéndome, le dije que era algo ya superado y que no se preocupase, aunque ella aún quería saber algo más y me preguntó:
-¿Y qué has hecho, las has vuelto a ver, han pagado por lo que han hecho? Me preguntaba y me preguntaba.
-No mama, no he hecho nada, aunque ya sabes que dejé el instituto, fue a raíz de esa violación. Una de ellas me llama de vez en cuando para pedirme perdón, pero yo no la he contestado aún. No es la chica de la que estaba enamorado, es la otra chica, su cómplice, ahora me esta pidiendo que salga con ella, no sé a lo mejor un día de estos acepto su invitación-
A todo esto y quizás de recordar que una de las chicas me llama periódicamente para que salga con ella, mi polla comenzaba a tomar nueva vida. Carmelita estaba encima de mí, espatarrada y con su chocho sobre mi polla. Debió de sentir que mi polla estaba recobrándose, porque se acomodó un poquito y noté que se me colaba dentro de su chocho. Ella encima de mí, espatarrada como estaba, con mi polla ya tiesa y dentro de su más que jugoso chocho, comenzó a subir sus nalgas y a dejarlas caer sobre mi cuerpo aprisionado.
Me estaba follando nuevamente, pero bien diferente. Esta vez con mimo, con delicadeza, con esmero. Ella se acomodaba para que mi polla se deslizase sobre sus partes más sensibles, yo la mantenía bien erguida para que disfrutara el momento. Estuvimos follándonos casi media hora, casi como dos adolescentes, casi como novios, casi como enamorados. Cuando ambos nos corrimos por segunda vez, nos abrazamos y se descabalgo de encima de mí. La tarde ya no daba para más. Ella se levantó muy activa y comenzó a recogerlo todo.
-Joder, si nos descuidamos nos pilla tu hermano jodiendo en el suelo- fueron sus palabras antes de abandonar la casa mientras ella terminaba de recogerlo todo.
Cuando llegué a casa me descalcé, me tumbé sobre un sofá y marqué un número de teléfono.
-Hola Ignacio, que alegría que me llames- me dijo Verónica, la amiga de mi novia que hacía algún tiempo me violó.
-Hola Verónica, perdona por no haber atendido antes tus llamadas, pero lo he pensado y me gustaría iniciar una relación contigo- le dije con emoción y con voz medio temblorosa.
Mi madre me había abierto las puertas de un mundo mágico, de un mundo maravilloso y ya era hora de comenzar a transitar por él, aunque no volví a mantener relaciones sexuales con ella. El día en que tuve mi primera relación sexual con Verónica le pedí que se casara conmigo, y aceptó.
Hoy es el día, dentro de unas horas me caso con Verónica. Nos casamos en un complejo hotelero cerca de Alcalá, mi madre esta subiendo para vestirse en mi habitación, estaremos los dos solos, ella no quiere que nadie le vea el vestido hasta que salgamos juntos, y a mi se me ha ocurrido algo realmente trasgresor, ¿Adivinan qué?
El sexo es una fuente de placer inagotable, no cuesta dinero, rejuvenece, embellece, es saludable, y además no contamina. Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com