Jugando en la ducha
Les espera un largo fin de semana juntas. Aunque de momento, Kimberly sabe como sacarle provecho a la curiosidad de su amiga...
Kimberly trotaba encima de su caballo. Sus mechones castaño claros se movían ligeros al viento. Gema la observaba divertida, cerca de la cuadra. Su mejor amiga tenía arte en muchas cosas. Montar a caballo, tocar la guitarra, el piano. Y sabía cantar. Tenía una voz impresionante, aun que Kim, solo le cantara a ella.
Vio como el caballo cesaba su paso y Kimberly se bajó con la maestría que solo ella sabía vislumbrar. Y ató la cinta del caballo a uno de los postes. El caballo resopló, un poco abatido por el entrenamiento. Kimberly le acarició el lomo. Tenía a ese animal des de que era una niña, y lo amaba con locura.
Kim se había mudado a España con tan solo cinco años. Sus padres, igual que ella, de origen californiano, tenían unos rasgos americanos muy bonitos. Y junto con ellos, se habían traído a su gran mascota. Kimberly montaba a Morwen a diario. Un precioso ejemplar inglés y totalmente negro.
- Gema. – le sonrió ella, una vez se hubo separado de su querido animal y se acercó a su mejor amiga. - ¿Vamos?
- Claro. – dijo Gema devolviéndole la sonrisa. – A ver si un día me enseñas a montar a caballo. Tú lo haces estupendamente.
Kimberly se puso a reír. Tenía unos dientes rectos y cuando sonreía sin separar los labios, el de abajo le sobresalía un poco, dándole un toque súper erótico.
- Tiempo al tiempo. – le dijo su amiga cogiendo la bolsa de detrás de la puerta de la cuadra. Podría ser que sus padres tuvieran un tipo de ‘granja’ en su enorme casa. Pero la niña había salido pija. Y no era de extrañar, con la de dinero que tenían. Se colgó su Chanel en el hombro y se miró en el pequeño espejo que había en ese mismo sitio. Se colocó bien el pelo, presumida.
- Estás guapa, vamos.
Ella se mordió la lengua de una forma coqueta y salieron de la cuadra, dirigiéndose a casa de Gema.
A diferencia de su amiga, Gema ya vivía sola. Justo al cumplir los dieciocho años, se había decidido quedar con la casa que dejaron sus abuelos en herencia. Era espaciosa, y ella la reformó a su gusto, ya que estaba un poco chapada a la antigua.
Habían pasado tres años des de entonces. Kimberly tenía un año menos que ella, es decir, veinte. Y como en algunos sitios de Estados Unidos, la mayoría de edad no es hasta los veintiuno, querían conservar la tradición, y si ella se tenía que ir de casa, que fuera a partir de esa edad. Aun que no tenía porque, ya que ella estaba muy a gusto con sus padres.
Habían pasado la mañana en la casa… o más bien dicho mansión, de Kimberly. Y ahora se iban para la de Gema, a pasar el resto de fin de semana. Tenían previsto pasar una buena noche de sábado en una discoteca, y luego irse a un after, para no volver a casa y dormir la mona hasta las once de la mañana.
Se montaron en el Mini Cooper de Kimberly regalo de sus diecisiete, ya que allí podían sacarse el carnet de conducir a partir de los dieciséis, y lo tenía des de entonces. Un precioso mini de color rojo. Un coche que Gema adoraba. Pequeño, pero que caracterizaba completamente a su amiga. Ella parecía la perfección en persona. Delgadita, de esas que dices, ¡joder! ¡Te queda bien cualquier cosa que te pruebes!
Una cara preciosa, en forma de corazón. Flequillo hacia atrás, acompañado de una larga cabellera de un tono castaño clarito, y unos ojos de un azul cobalto intenso.
Gema, a su vez, no se quedaba atrás. Eran dos chicas jóvenes y guapas. Ella era morena, un pelo tan oscuro como el azabache, unas ondulaciones naturales que le adornaban la cara de manera grácil. Aquella cara ovalada. Y los ojos… eran de un marrón oscuro tan penetrante que con una mirada te podía hacer callar.
A diferencia de Kim, Gema tenía una frente más ancha, y por eso llevaba flequillo recto, que le favorecía mucho más. Un cuerpo más llenito, unos pechos generosos y un culo bonito. Aun que eso no quería decir que le sobrara carne, sus sesiones en el gimnasio habían influido satisfactoriamente, y en esta época del año, podía pasearse por la playa, lucir un vientre plano acompañado de una bolita rosa en el ombligo.
Eran como la noche y el día, una rubia y la otra morena. Una más alta y la otra más baja. Pero por eso se llevaban tan bien, porque se complementaban a la perfección.
Kimberly aparcó frente la casa de Gema, situada en el centro de la ciudad. Salieron a la vez del cochecito y Kim se dirigió al maletero a coger su maleta donde llevaba todo lo que necesitaba para el finde, de la misma marca que su bolso.
Entre risas, recordando algunos momentos, subieron los peldaños de la entrada. Gema metió la llave en el cerrojo y dejó pasar a Kimberly. Ella movía las caderas de una forma muy característica, que llamaba la atención hasta de su mejor amiga.
Gema cerró la puerta y acompañó a Kim a su cuarto. Nunca dormían en habitaciones separadas. Ella aprovechaba que había una habitación con cama de matrimonio, y allí es donde siempre dormían juntas, para cuando ella se quedaba a su casa durante más de un día seguido.
Eran las ocho de la tarde. Tenían tiempo, ya que no se irían de fiesta hasta la sesión de las dos de la madrugada.
- Oye. – dijo Kim, dejándose caer en el sofá. – si tenemos que cenar, ducharnos las dos, arreglarnos y todo… - curvó la boca. - ¿Empezamos con la ducha? Así ya nos quitamos algo de encima.
- Como quieras. – dijo Gema. – ya sabes dónde está el baño, como si estuvieras en tu casa. Hay toallas en el mueble de debajo de la encimera.
Kim sonrió asintiendo y se volvió a levantar. Mientras tanto, Gema, se dedicó a revisar su Facebook. Alguna que otra solicitud, un par de avisos y unos cuantos mensajes.
Kimberly ya se estaba duchando, Gema escuchó el sonido del agua correr por las tuberías.
Ella optó por ir a hacer algo de cena. Puso un cazo con agua a hervir, y preparó algo más para hacer una buena salsa al pesto. Pensaba en algo sencillo y apetitoso a la vez, tallarines.
Mientras con el túrmix batía y mezclaba todas las cosas, dentro de unos minutos, cuando empezó a bullir el agua, echó la pasta. Puso la mesa mientras se cocían los tallarines y un bol grande con separador tenía algo de salsa de tomate y la dicha salsa de al pesto.
Escuchó unos pasos a sus espaldas. Kim había terminado de ducharse. Escurrió los tallarines y los colocó en otro plato más grande. Cuando se giró, un dedo la sorprendió, untando la punta de su nariz con salsa de tomate. Abrió los ojos y vio a Kim partiéndose el culo de risa.
- Hum, estás deliciosa con esa mancha de tomate en la nariz.
- Ja-ja. – rió Gema de una manera totalmente irónica. – Te va s a enterar. – murmuró llevando el plato de pasta hasta el centro de la mesa del comedor.
Metió tres dedos en el recipiente de la salsa verde y se giró, sorprendiendo a Kimberly. Manchó toda su mejilla y parte de la frente. Kim abrió la boca, de manera molesta. Pero a Gema le pareció de lo más divertido. Ahora era ella la que se reía a carcajadas.
- No has podido hacer eso.
- Oh, sí lo he hecho, cariño. – le dijo Gema limpiándose la nariz con una servilleta. Para cuando levantó la vista, Kimberly le echó más de la mitad del bol de tomate por el pelo.
Gema se quedó con los ojos cerrados fuertemente y con la boca abierta. El tomate le chorreaba por las extensiones y por el flequillo. Y lo sentía recorrer su cuello y su canalillo, ensuciando la ropa a su vez.
- Te vas a cagar. Cabrona. – dijo ella cogiendo el bol de al pesto. Cuando Kim empezó a correr, piso arriba, Gema la siguió a toda prisa.
Kim se escondió en la habitación de invitados, pero cuando Gema abrió de nuevo la puerta, se encontró atrapada.
- Gema, no, para, ya basta, ¡me acabo de duchar!
Gema negó con la cabeza junto con una sonrisa maliciosa.
- ¡Has empezado tú! Y me da igual que te hayas duchado ya. Te vas a enterar.
- No, no ¡No! ¡Ah! – ella arqueó la espalda al sentir como la salsa que le acababa de tirar Gema le recorría el pelo aún mojado, el cuello, y la propia espalda, hasta llegarle al culo y ensuciarle el borde de las braguitas.
- Jajaajaja. – Gema se rió con ganas, observando como Kimberly se tocaba la espalda asqueada. – no deberías meterte conmigo. – dijo Gema aún entre risas.
- Eres una guarra. – dijo Kim, haciendo morros. – tendré que volver a ducharme.
- Y yo tendré que volver a hacer más salsa. ¿O quieres comerte los espaguetis con… nada?
Kim se quedó mirando a Gema. Como el tomate le chorreaba de la barbilla, y como supuestamente había manchado también su sujetador, porque dos manchas redondas se habían quedado marcando su jersey violeta.
- Oye. – sonrió Kim. - ¿nos duchamos juntas? – se rió. – mira como estamos ¡perdidas!
Gema se miró en el tocador de la habitación. Se pasó las manos por la cara, apartando con ello, salsa y maquillaje.
- Será lo mejor. – miró a Kim alzando una ceja. - ¿Pero por que juntas?
- Ahorramos agua. Y será divertido. – dio risueña.
Gema pensó que ¿Por qué negarse? Eran mejores amigas, y aun que hacía ya años que no veía a Kimberly totalmente desnuda, daba igual. Eran dos chicas, conocía perfectamente la anatomía. Y sobre todo eso, eran amigas.
Gema asintió y las dos se dirigieron al baño.
Era una bañera enorme, de cuatro plazas, pero habían acordado ducharse, así que no se entretuvo a llenarla. Dejó que el telefonillo de la ducha soltara chorros con fuerza, mientras el agua se templaba, y se incorporó de nuevo a quitarse el jersey.
Cuando se giró, Kimberly ya estaba desnuda. Gema no pudo evitar repasar su cuerpo con deleite. ¡Su amiga estaba tremenda!
Tenía unos pechos pequeños pero firmes, con unos pezones rosaditos. Un vientre más que plano, con unas caderas torneadas. Los ojos azules de Kim la miraban divertida, siguiendo su mirada. Gema se detuvo en su coño. No estaba totalmente depilado como el suyo, pero estaba muy, muy bien arreglado. Unos rizos claritos dibujaban un trabajado triangulo que adornaba ese precioso chochito.
- ¿Vas a quedarte mirándome, o vas a terminar de desnudarte ya? – se burló Kim pasando por su lado.
Gema rió.
- Oye, no te lo creas tanto.
- Mi vida, te has quedado empanada mirando mi coño. – siguió pinchándola Kimberly. - ¿No será que te gusto un poco?
- ¡Kim! – rió Gema, desabrochándose el sujetador y girándose hacia su amiga. – Soy más heterosexual que tú, así que cállate la boca, cerda. – dijo dándole una cachetada en el culo. Ese adorable culito que tenía su amiga.
Ahora fue Kim la que se quedó mirando como su amiga terminaba de desnudarse. Miró las tetazas duras de Gema.
- Tía. – dijo ella, que siempre había sido más lanzada y descarada que Gema. – tienes las tetas enormes.
- No, no es que las tenga enormes. – dio Gema incorporándose y amasando sus tetas, estrujándolas y juntándolas Sus pezones se pusieron duros al contacto. – es que tu las tienes más pequeñas.
- Pero son bonitas. – dijo Kim mirando sus pechos. – a mi no me disgustan. – rió. – aun que tengo mejores cosas en mi cuerpo.
- El culo. – Admitió Gema, mientras se quitaba el tanga, despegándolo de su rajita.
Metió un pie en la ducha y luego otro. Le quitó el teléfono de la ducha a su amiga y se mojó la cara y el pelo, tirándoselo hacia atrás, dejando que el tomate cayera y se escurriera por el mármol de la bañera. Luego miró a su amiga, y sonrió, enfocando el agua hacia a ella y mojándola directamente en la cara.
- ¡Oye! – dijo Kim, arrebatándole el mango de la ducha. – eso lo puedo hacer yo.
- Pero es que tienes al pesto en la cara. – dijo Gema pasando su pulgar por la mejilla de su amiga y llevándose el dedo a la boca.
- Eso, chúpalo ya directamente de mi mejilla. – dijo Kim irónicamente.
Gema se inclinó y pasó su lengua por la mejilla de Kim. Esta no se opuso, pero quedó sorprendida.
- Serás guarra. – se rió Kim. – te lo decía en broma.
Se agachó para coger una esponja. Y le echó jabón para empezar a limpiarse. Gema hizo lo mismo.
Cuando Kim separó las piernas, Gema pudo distinguir un destello.
- Oye. – dijo Gema, metiendo su pierna entre las de ella para que las abriera más. - ¿Cuándo te hiciste eso? – dijo señalando el piercing del clítoris.
- Hace ya un par o tres de meses.
- ¿Y no me dices nada?
- ¿Qué querías que te dijera? ¿Qué me había perforado el chirri? – dijo Kimberly.
- Pues si. – le espetó Gema molesta.
- Bueno, tarde o temprano lo sabrías. – sonrió ella.
Gema dejó pasar el tema y se agachó para observar aquella perla que adornaba el coño de su amiga.
- ¿Pero como has podido hacerte esto? – susurró Gema. – debe de haberte dolido mucho…
- No hay para tanto, se puede aguantar. – sonrió. – además, voy casi siempre cachonda. – rió Kim. – me roza el clítoris al subir las escaleras, al juntar los muslos, al cruzarme las piernas. – suspiró. – y al montar a caballo ya ni te cuento.
- Eres una cerda. – masculló Gema riendo. Desde la posición en la que se encontraba podía oler la fragancia que desprendía el sexo de su amiga. Un olor fuerte pero a la vez delicioso.
Entonces Kim le sugirió algo. Le hubiera sorprendido menos si apareciera papá Noel por la entrada del baño.
- Puedes tocarlo si quieres. – dijo ella abriéndose los labios del coño para que Gema pudiera ver perfectamente por donde atravesaba la fina barrita de hierro y terminaba en dos bolitas de un azul tan intenso como los ojos de la misma Kim.
- ¿Me estás tomando el pelo? – dijo Gema mirándola desde arriba.
- ¿Qué pasa? – rió ella. – somos amigas, y lo que hagamos va a quedar entre nosotras.
- Kim, ¿sabes que estás loca?
- Bueno, así me quieres. – le guiñó un ojo.
Gema volvió a mirar lo que tenía en frente. Alzó la mano y paseó su dedo por la raja del coño de su amiga. Frotó el punto donde se encontraba el piercing junto con ese punto tan sensible. Miró hacia arriba, con los ojos aún más oscuros, escuchando un suspiro que se escapó de la boca de su amiga.
- ¿No te duele cuando te lo comen?
Kimberly negó con la cabeza. A Gema le pareció de lo más precioso ver como algunos mechones claros se pegaban en su piel, empapada.
- Para nada. Es muy atractivo y además te otorga más placer.
- ¿Enserio? – Gema vio como los ojos de su amiga se encendían. Presionó más con su dedo índice. Kim se estremeció. Des de abajo vio como las tetitas de Kim se tensaban y sus pezones se arrugaban y se ponían más rígidos. La hipnotizaron totalmente.
¿Qué mierda se le estaba pasando por la cabeza? Ella nunca había tocado a ninguna chica así. Bueno, hay que admitir que se había besado con alguna, frente a peticiones de otros chicos, ya que eso sabía que los excitaba. ¿Pero tocarla, y encima estando sola? Nunca. Y parecía una verdadera locura. Aun que se maldecía a si misma por estarse poniendo cachonda, mientras notaba que el chocho de Kim tenía la misma reacción. Su dedo se estaba mojando poco a poco, y no era precisamente por el agua de la ducha.
- Te estás poniendo cachonda. – dijo con rintintín Gema.
- Eres tú la que me está tocando para que me ponga cerda. – dijo Kimberly. - ¿Por qué no me lo comes ya?
- ¿Pero qué dices, loca?
- Gema, me estás masturbando. ¿Qué más te da?
- Pues que yo como pollas, no coños. ¿A caso tú le has practicado sexo oral a alguna chica?
- No. – sonrió des de arriba. – pero entre tú y yo hay una confianza que pocas tienen. Y estás buena ¿para qué te voy a mentir? Si tuviera que acostarme contigo, no dudaría en hacerlo.
- Estás echa una puta. – dijo Gema intentándose levantar. Pero Kim la cogió del pelo. - ¿Se puede saber que haces?
- Mi vida, sabes que lo que has estado tocando te gusta. – una maravillosa sonrisa se dibujó en su precioso rostro. Gema quería lamerla. Oh si, quería lamerla.
- Kimberly, no voy a comerte el chocho.
- Pero si solo es un juego. Nadie tiene que enterarse. – acercó su sexo a la cara de su amiga. – Huélelo. ¿No te gusta?
Gema iba a protestar. ¿Pero para que seguir negándose? Kimberly tenía razón. Era solo un juego. Y su amiga la había encendido. Era extraño. Nunca una mujer la había excitado, pero ella lo hacía. Y dios, si, quería saborear ese coñito y oír a su amiga gemir.
Gema se tiró hacia atrás. Le dolía la espalda, y se acomodó en la gran bañera. Kimberly se sentó en su cara. La muy guarra movió rítmicamente sus caderas, restregando su sexo por la cara de su Gema. Pero ella no se quejó. Al contrario. Le cogió de los muslos y la presionó contra su cara. Kim gimoteó.
- Veo que estás muy cachonda tú también. Vamos zorra, cómeme el coño, cómemelo bien.
Se levantó un poco para que Gema pudiera abrir bien la boca y se apoyó de nuevo en el húmedo músculo. Gema repasó el dibujo de su raja con la punta de la lengua. Hizo círculos en su clítoris, tal y como le gustaba que le hicieran a ella. Kimberly observaba sus pasos des de arriba. Gema alzó los ojos sin dejar de juguetear con el piercing de su amiga y vio como ella se estrujaba las tetas y se pellizcaba los pezones.
Gema deslizó una de sus manos hacia la entrada de la vagina de su amiga y su dedo entró con facilidad. Kim gimoteó y empezó a mover las caderas, dejándose llevar por el placer que le otorgaba su amiga.
- Méteme otro, méteme otro. – le pidió Kim. – muévelos rápido, puta, hazme gritar.
Gema siguió las instrucciones de su amiga, mientras Kim sacudía las caderas en bruscos envites sobre la boca de su amiga. Su coño se contraía y apretaba los dedos de Gema, la cual se decidió a meter un tercero y follársela con la mano. El mango de la ducha había quedado olvidado a un lado, la noche y todo. Solo importaba dar y recibir placer… de su mejor amiga. Solo eso.
Gema le mordisqueó el clítoris a su amiga, tan suavemente que a Kimberly le temblaron las piernas.
- Mmhhh, si, ¡sí! – jadeó ella moviendo más las caderas, saboreando cada y una de las chupaditas de su amiga, de sus dedos, y de sus propias manos que habían dejado sus pezones enrojecidos. – chúpalo, chúpame el clítoris. – le pidió cogiendo de nuevo a Gema por el pelo y presionándola contra su sexo.
Sintió como Gema rodeaba la parte dicha con los labios y lo succionaba medianamente fuerte. Kim echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un fuerte gemido. Gema no dejó de succionar, mientras que metía un dedo más. El coño de su amiga estaba tan dilatado que le cabría toda la mano. La movió con rapidez, mientras le seguía chupando el clítoris. Tenía un sabor peculiar, y le gustaba. Le encantaba. Y Kim iba a venirse ya.
- Oh, oh… si, que puta eres, como te gusta comerme el coño. – dijo Kimberly entre jadeos. – que bien lo haces, vas a lograr que me corra en tu cara.
Esas sucias palabras solo incrementaron la excitación de Gema. El coño le quemaba del deseo, necesitaba masturbarse, necesitaba hacer cualquier cosa que la hiciera sentir placer y alivio en su tenso chocho. Kimberly estaba empapando su cara. La cogió de las nalgas con su mano libre y la tiró hacia adelante. Kim estaba encima de ella, y ella tenía la nariz, la boca y la barbilla disfrutando de esa delicia de coñito. Inspiro, esnifando el fuerte olor que desprenía el sexo de su amiga. ¿Podía tener los pezones más duros y tensos en esos instantes? Ese olor la había puesto a mil.
Comió de Kim. Le devoró el coño con hambre. Kimberly no paraba de jadear.
- Si, ¡dios! ¡SI! ¡Ah! – movía las caderas de forma brutal, follándose la boca de su amiga. – come puta, ¡come! – gimoteó mientras Gema la seguía masturbando y succionando su chochito. – ¡ME CORRO! – Cogió fuertemente el pelo moreno de su amiga y la presiono contra su sexo. - ¡No pares ahora! – jadeó mientras le temblaban las piernas y el abdomen se le tensaba. Su coño se empezó a crispar con brutalidad, mientras disfrutaba de las fuertes succiones de su amiga y su orgasmo crecía. - ¡Sí! ¡Sí! ¡Oooohhh!
Se derrumbó encima de su amiga. Sus piernas colgaban de los hombros de Gema, y su cabeza yacía encima del monte de Venus de esta. Su pelo cosquilleaba en los labios vaginales de ella. Y Gema solo se sintió más excitada. Miró a su extasiada compañera con los ojos entrecerrados.
- Eres la ama. – susurró Kimberly aún con los ojos cerrados y suspirando fuerte. – eres la puta ama. Como me he corrido, dios. – dijo aún con la respiración jadeante.
- Sabes bien- atendió a decir Gema. – tu coño es rico. – rió. Y Kimberly también le siguió la gracia.
- Creo que tengo que devolverte el favor. Puedo oler lo cachonda que estás.
Se giró de cara a las piernas abiertas de Gema.
- Vamos a ver lo delicioso que está este chochito rasurado. – le abrió más las piernas para que, a su vez, los labios vaginales se separaran.
Observó aquella preciosidad rosada. Gema yacía tumbada, en la postura que había estado todo el rato. Tenía el precioso culo de Kimberly casi en su cara. Y la podía ver, de cuatro patas, mientras su cara se encontraba entre sus piernas. La rubia se inclinó y rozó el clítoris de Gema con la nariz. Ella dio un respingo.
- Cálmate. – dijo Kim mirándola des de ahí. – te va a encantar.
Kimberly le besó el depilado monte de Venus. Se hizo de rogar, y Gema no podía esperar más. Soportó que la besara por las ingles, por la parte de dentro de las ingles, sin ni siquiera tocar lo que tanto ansiaba que le tocara, siguió esquivándola, y ella pensó que iba a explotar. Alzó las caderas en un invite.
- ¿Quieres ir ya al grano? Me muero. – jadeó Gema.
- ¿Quieres ya mi boca?
- ¡Claro!
- Pídelo. – le dijo sonriendo. – ruégame que te coma el coño, zorrita mía.
Gema se mordió el labio. Que la insultara solo la ponía más cachonda.
- Por favor Kim, cómeme el coño.
- No te oigo. – dijo ella cruzando los brazos por encima de sus pechos. – grita lo que deseas.
- ¡Por favor Kimberly cómemelo ya!
- ¿El qué?
- Mi coño, dios, ¡necesito que me lo chupes ya! – jadeó alzando sus caderas. Estaba desesperada.
- Me encantas.
Sonrió y se inclinó. Una lamida. Dos. Gema siseó de placer, sintiendo como la lengua de su amiga recorría su rajita apretada. Kimberly tenía otro piercing en la lengua. Y eso la ponía, muy, muy cachonda. Sentía la bolita girar por encima de su clítoris.
- Oh, ¡si! – jadeó la morena. – frota tu piercing, mmhh… - ronroneó como una gata en celo.
Kimberly lo hizo. Paseó su bolita blanca por encima del clítoris de su amiga. Y Gema alzó las caderas de manera brusca.
- Chúpalo todo, ¡ya! – pidió ella.
Kimberly sonrió, pero no le hizo caso. Ahí mandaba ella, y Gema tendría que ir a su paso. Hundió su nariz en el coño de su amiga. Esnifó, mientras un dedo suyo jugueteaba con la entrada de su vagina.
- Qué bien huele, maldita. – gimoteó Kim. Y Gema supo que estaba cachonda de nuevo.
Kimberly no pudo soportar su excitación. Ahora su lengua se deslizó junto con su dedo, por el dulce agujerito de Gema. Sacaba rápido la lengua, y la volvía a hundir lentamente, mientras que la torturaba moviendo su dedo frenéticamente. Con la otra mano en plano, empezó a frotar su clítoris.
- Oh, ¡oh! ¡Dios mío! – Gema sacudió sus caderas, arqueando su espalda, disfrutando de esa chupadiña.
Apresó la cabeza de Kim con sus muslos y sintió como ella abría la boca y la devoraba con ganas. Pensó que se desmayaría, nunca le habían comido el chochito con tanto ímpetu, y le encantaba. A este paso se correría pronto. Pero no antes sin torturar un poco a Kim.
Cogió de las caderas a su amiga y se inclinó, para chupar su apretado ano. Sintió como Kim sonreía como respuesta a sus lamidas. Kim movió el culito. Gema le lamió el ano y le escupió en él. Empezó a hacer círculos con la yema de su dedo índice, lubricándolo. Sintió como Kim le mordisqueaba el chochete. La cogió del pelo y tiró de ella , hasta que Kim estuvo sentada en su abdomen. Tiró su cabeza atrás.
- Chúpame los dedos. – dijo metiendo dos de sus dedos en la boca de su amiga.
¿Quería que se lanzara? Pues que se prepare, porque aún no conocía a la Gema salida. Kim se frotó contra la tripa de su amiga mientras succionaba los dedos de esta. Gema sintió humedad, tanto en sus dedos, a causa de la caliente lengua de Kim, como en el vientre, ya que se iba empapando poco a poco.
- Túmbate como antes, voy a follarte este ojete tan bonico que tienes. – dijo Gema sonriendo maliciosamente. Kim la miró. - ¿Quién te ha dicho que pares de comerme el coño? – dijo levantando una ceja. – sigue con tu faena, puta, y yo te haré disfrutar. – le espetó.
Kimberly se sorprendió. Su amiga no había sido grosera con ella hasta entonces. Y eso le gustaba. Se inclinó y le escupió en el coño, para seguir frotándoselo. Sintió como Gema metía uno de sus dedos en su ano, y palpaba. Gimoteó, chupándole de nuevo el coño a su amiga, esta vez abriéndolo bien, con ambas manos. Mordisqueó de nuevo el clítoris, sintiendo como Gema introducía dos dedos por su culito. Ella lo movió, dando a entender que le encantaba lo que le hacía. Gema, sin dejar de mover lentamente los dedos, y observar como entraban y salían del culo de Kim, cogió el jabón y lo tiró por la zona lumbar de su amiga. Ella se arqueó por el contacto frío. Sintió como una esponja le recorría esa zona del cuerpo, y seguía bajando, hasta de nuevo su sexo. Lo esquivó. Gema le devolvía con la misma moneda. La esponja se paseó por sus muslos, por su vientre, por sus pies. Mientras tanto, los dedos seguían dándole placer por el ojete. Gema presionó la fría y húmeda esponja contra el coño de su amiga.
Kim jadeó contra su coño, sintiendo como Gema hacía fricción con la esponja, tan rápidamente que le temblaba todo.
Ella decidió coger la alcachofa de la ducha y ponerla al turbo. Enfocó el chochete de Gema y le paseó el chorro por la rajita, hasta centrarlo en su clítoris.
- ¡Ahh! – jadeó Gema. Y incrementó la presión y la fricción en el coño de su amiga. – Serás jodida.
Apartó los dos dedos del culo de Kim y lo volvió a chupar, metiendo la puntita de la lengua por el agujero que había quedado más dilatado. Kim se iba a correr. Entre el gusto que le daba la lengua de Gema por el culo, y la fricción en el coño… la situación la ponía de lo más cachonda.
- ¿Te gusta comerte mi culo? – le espetó Kim. – Vas a ver lo que es bueno.
Sin dejar de enfocar el chorro de agua caliente en el clítoris de Gema, se inclinó para sorber su coño, meterle tres dedos de golpe y follarla deprisa con la mano. Gema se arqueó, ella tampoco aguantaría mucho más. Y si una incrementaba el ritmo de su faena, la otra también. Gema se sacudió sintiendo su orgasmo. Apretó la boca contra el culo de Kim y la cogió de las nalgas, jadeando. Si en esos mismos instantes hubiera tenido una buena polla, sin duda, se hubiera follado a Kim de mala manera, hasta soltar toda su leche y correrse en la garganta de esta. Kim succionó su coño, tragándose su orgasmo.
- ¡SIIII! – lloriqueó Gema- ¡No pares! ¡Chúpalo! ¡CHÚPALOOO! Mhhhhh… ¡Ahh…!
Presionó más fuerte contra el coño de Kim. Esa zona estaba tan empapada por todo, que le metió tres dedos como antes sin pensarlo. Kimberly estaba tan caliente que jadeó ante el dulce contacto. Su coño se crispó de nuevo, y sintió como se le sacudía todo el cuerpo. Saboreó su propio orgasmo, alargando el de Gema. Se corrió mientras su amiga se corría.
- ¡QUE BUENO! – chilló Kim. - ¡METEME EL PUÑO ENTERO! ¡Ahhhh! ¡SI! ¡SI! ¡Diooos…!
Se volvió a derrumbar encima de su amiga. Mientras Gema dejaba caer su cabeza en el apoyo de la bañera. Cerró los ojos. Acababa de correrse con su mejor amiga. Y había sido completamente delicioso.
Un leve pensamiento se le pasó por la cabeza. Ese fin de semana iba a ser largo, muy largo. Y le iba a sacar todo el juguillo que pudiera, disfrutando de su cachonda amiga, al máximo.