Jugando en equipo

A veces en un vestuario, no sólo se dan órdenes tácticas

La liga llegaba a su final. Estaba tan reñida que nadie podía aflojar. Empatadas a puntos contra nuestra máxima rival, con el número de goles a favor nuestro.

Me llamo Naiara, juego de central en el equipo de handball de mi ciudad, y, os voy a contar cómo conseguimos ganar la Liga de nuestras vidas.

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El comienzo del partido está próximo. El entrenador nos da los últimos ánimos en el vestuario antes de salir a la cancha.

-Chicas, estamos ante el partido de nuestra vida. Es ahora, o nunca. Vais a salir a la cancha como leonas. Vais a jugar como sabéis, y el campeonato será nuestro.

Una piña se formó en centro del vestuario; besos, abrazos, cachetadas en el trasero dando ánimos, y todas a la cancha a darlo todo.

-Luis. Id saliendo, tengo que coger mis muñequeras de la suerte.

-¡Como eres de supersticiosa, Naiara! Venga. Te esperamos fuera.

Miré la hora. Aún quedaban 45 minutos para el inicio del partido. Luis siempre prefería estar una hora antes del partido para la charla previa.

Estaba buscando mis muñequeras, cuándo la puerta se abrió a mis espaldas.

-Aún no las encontré, dadme dos minutos.

-No sé que estás buscando, pero tiene que ser muy importante para ti.

Me di la vuelta, asustada. Apenas pude reconocer la voz. Era Jennifer, mi mejor a miga y rival aquella tarde.

-¡Qué susto me has dado, tía! ¿Me ayudas a encontrar mis muñequeras, ¿por favor?

Aceptó, y estuvimos uno minutos buscándolas, pero no aparecía por ninguna parte.

-No aparecen... Tendrás que jugar sin ellas.

-Tienen que aparecer.

Jennifer me volteó, y, mirándome fijamente, y con un tono de voz agresivo, me dijo.

-Nai, no van a aparecer. No insistas.

-Pero, ¿cómo sabes que...?

-Porque te las quité anoche, cuándo quedamos para cenar.

Jennifer y yo, quedábamos de vez en cuándo para cenar o tomar unas copas.

-¿Por qué hiciste eso?

-Quería tener una excusa para estar a solas antes del partido - Dijo, acercándose.

-Pero...

Se quitó la parte de arriba del uniforme, sus pechos estaban al descubierto.

-¿Crees que soy idiota? Sé cómo me miras, cuando nos vemos...

Agarró mi mano derecha, y la llevó a uno de sus pezones. Estaban duros.

-¿No te excito?

Se acercó a mis labios, y los rozó suavemente, mientras sus manos acariciaban mis caderas.

-Jenny, para... Por fav...

No me dejó acabar la frase, su beso me supo a manjar de Dioses.

-Quitate esto.

Se deshizo de mi camiseta, y comenzó a lamer mis pechos por encima del sostén.

-Me... Excitas.

-Lo sé.

Su lengua recorrió mis pechos mientras mis piernas amenazaban con flojear, y caer rendida en el suelo.

-Lámeme, Nai.

Sumisa, mi boca fue a sus pechos que, a aquellas alturas, estaban pidiendo guerra.

-Eso es, cariño. Cómetelos.

Se bajó los pantaloncitos del uniforme, dejando al descubierto un precioso tanga.

-Imitame, cariño - Dijo, guiñándome un ojo.

Indecisa, hice lo que me ordenaba, y nos quedamos las dos con un par de tangas que quitaban el hipo.... No tardaron mucho en desaparecer.

-No tenemos mucho tiempo - Añadió.

Se tumbó en el suelo, y se abrió de piernas, dejando ver su vagina rasurada.

-Te está esperando - Dijo, señalándosela con las manos.

En aquel momento, la excitación ganó a los pensamientos razonables, por lo que, me agaché, y comencé a lamer su clítoris.

-Así... Despacito...

Mi  lengua se alimentó de su rasurado coño. Estaba muy mojada... Al igual que yo.

-Estás empapada.

-Lo sé. Estoy segura de que tú también. Ven aquí.

Me levantó y fuimos a uno de los bancos, donde me sentó con las piernas abiertas. Ella se puso en frente mía, en la misma posición.

-Así estaremos más cómodas.

Mi respiración se aceleró, cuando se dio la vuelta para coger de su bolsa algo... Alargado, morado, de forma fálica.

-No te va a doler - Dijo, con una media sonrisa - Más bien al contrario.

Colocó el consolador en su clítoris, y aproximó el mío en el otro extremo. Comenzamos a

movernos lentamente. Mi coño, estaba haciendo aguas.

-Joder, que rico....

-Vamos a ir acelerando poco a poco.

Aceleramos la penetración como pudimos. Jenny me agarró un pie, y se lo llevó a la boca, lamiéndolo con pasión.

-Sabe delicioso...

Aceleramos en lo que a mí me pareció el punto máximo. Yo, al menos, estaba a punto de correrme.

-Me voy a correr.

-Eso quiero yo... Me pones perrísima, Naiara. El partido está a punto de empezar. Aceleremos. Pongámonos muy perras.

Nuestros gemidos inundaron el vestuario. Un par de minutos más tarde, nuestros flujos vaginales, mancharon todo el banco.

-Mmm. Creo que voy a tener que limpiar mi juguete nuevo... Gracias por estrenarlo conmigo, mi niña. Suerte para el partido.

Agarró sus cosas, y, sin más, abandonó el vestuario. Miré la hora; diez minutos para el partido de nuestras vidas. Acababa de follar con una jugadora del equipo rival en el vestuario. Acabábamos de ganar ambas, un orgasmo irrepetible. Pero, en la cancha había mucho más en juego... Nuestra amistad.