Jugando en el confinamiento (II)

Cuando desperté, aquel hombre ya no estaba, solo oía la voz de mi madre desde el piso de abajo llamándome para comida. Sentía como el sol había calentando mis muslos y mi abdomen, y me sentí tentada de acariciarme de nuevo… ¿Qué me estaba pasando?

Cuando desperté, aquel hombre ya no estaba, solo oía la voz de mi madre desde el piso de abajo llamándome para comida. Sentía como el sol había calentando mis muslos y mi abdomen, y me sentí tentada de acariciarme de nuevo… ¿Qué me estaba pasando? No voy a negar que alguna que otra vez me había dado placer a mi misma, pero esta vez, estaba deseosa de tocarme, tenía muchísimas ganas de sentir como mi entrepierna hervía de nuevo… Pero me controlé, suspiré profundamente y me coloqué el vestido de andar por casa para bajar a almorzar. Esa misma noche acabé aquello que buscaba en la ducha… Me masturbé de lo lindo recordando aquella mirada. Me dije a mi misma que solo sería una vez más, sobre todo después de hablar con mi novio por teléfono y sentirme bastante mal por haber estado todo un día pensando en sexo sin que él estuviera en la ecuación.

Los siguientes días no me sentí tan excitada, pero notaba que algo había cambiado. Cuando veía alguna serie o leía algún libro, todo lo relacionado con el sexo me interesaba sobremanera. No es que me considerara hasta entonces una chica desinteresada del sexo, pero desde luego, desde el día en el que me masturbé bajo la mirada cómplice de aquel vecino pasado de años mi cuerpo había experimentado en claro cambio... Toda mi mente estaba centrada en buscar puntos de placer, en descubrir posibles morbos dentro de mi vida rutinaria en casa de mis padres... Normalmente solía masturbarme una vez en semana o dos igual si no tenía sexo con mi novio, pero esos días, las duchas mañaneras se volvían eternas bajo el agua... Lo que con la rutina diaria era una estimulación rápida y atropellada, esos días se traducían en una larguísima excitación bajo el agua, en unos dedos que se deleitaban con toda mi anatomía, desde mis muslos, hasta mi cuello, donde yo misma mordía mis labios buscando ese punto de presión que provocara un espasmo entre mis labios...

Pero eso, no era lo que me inquietaba. Mis amigas por lo normal eran bastante más activas en cuanto a la masturbación que yo, ¿Que malo tenía en querer un poco más de placer de mí misma...? No, eso no era lo que me inquietaba. Me inquietaba, que cada vez que llegaba al orgasmo, cada vez que apretaba con más fuerza mis tetas a la hora de llegar al clímax... Lo veía a él. No, no veía a mi novio. Veía a ese vecino, veía su mirada, veía sus labios susurrando lo que más de una vez me imaginaba diciéndomelo al oído... Como podía ser tan desconsiderada de estar fantaseando con un señor a todas luces mayor que yo, teniendo novio. Por más que intentaba explicármelo, no encentraba respuesta, y por más que intentaba reprimirme, no podía borrarlo de mi mente. Solo esperaba no tener que encontrármelo por el vecindario. Era fácil, solo tenía que quedarme en casa, al fin y al cabo, estábamos en pleno confinamiento. Aquello quedaría en mi mente, se quedaría para mí...

Pero todo se truncó el día en el que se nos estropeó la cinta de correr de casa. Por supuesto que durante todo el confinamiento no había dejado de hacer deporte en casa gracias a la habitación que mis padres tenían para hacer ejercicio. Una cinta, una bicicleta estática, una banca y varias pesas... Aunque a mí con la cinta estática me sobraba para hacer unos 8-9 kilómetros diarios y no perder la forma que tanto me había costado lograr a bases de clases de crossfit. Pues bien, un día, la máquina Dios sabe porque dejó de funcionar. En casa era mi padre el que salía a hacer la compra, pero ese día, decidí ir yo, para estirar las piernas. Sinceramente, lo hice sin pensar en nada en lo referente al vecino, total, solo era ir a por el pan. ¿Qué podía salir mal?

Después de tanto tiempo sin salir de casa, de estar acostumbrada a andar por casa en pijama y ropa de deporte, me apetecía ponerme algo mono, aunque fuera solo para ir a por el pan... Por ello decidí ponerme unos vaqueros ajustados negros, un top negro y una chaqueta vaquera. Todo acompañado con unos tacones negros que, a decir verdad, me hacía un buen culo... Incluso me di un retoque de maquillaje, nada exuberante, pero lo suficientemente sutil para verme bastante mona, sobre todo después de semanas sin ni siquiera ponerme el rímel.

Volvía cargada con el pan y algunos refrescos, cuando a la vez que estaba metiendo la llave en la puerta de la calle, lo vi, en la acera, acercándose a toda andando a toda prisa, con una bolsa en la mano. Llevaba una camiseta de licra de tirantas y unas mallas que le hacía unas piernas a todas luces bien trabajadas... Lo miré, y estoy segura ahora mismo que pudo ver en mi cara la expresión del deseo, porque durante unos segundos no pude seguir con mi tarea de abrir la puerta. Por un lado, me moría de vergüenza al imaginar lo que pensaría aquel hombre de mí, pero por otro lado quería que aquel encuentro se produjera. Cuando estaba a pocos pasos de mí, abrí por fin...

-Perdona, ¿Te importa dejar la puerta abierta? (Mis ojos pudieron ver con mayor claridad esos brazos perfectamente marcados, no demasiados abultados, pero que dejaban entre ver una fuerza desmedida...)

-Ehhh, claro. Perdona, pero... no está permitido salir a correr, ¿Verdad?

-¿Bueno, hay otras cosas que igual no están permitidas hacer y nos la saltamos verdad señorita? (Aquello no me lo esperaba. Noté como mi cara enrojecía por segundos. Enseguida se rio, mostrándome unos dientes perfectamente alineados. Y eso no fue lo peor, mi entrepierna respondió a esa sonrisa.)

-No claro, aprovecho para ir a por la compra bien equipado, y aunque no se puede hacer running... Nadie me puede decir que no vaya andando rápido ¿Verdad? Jejeje (En ese momento me volvió a mostrar una sonrisa segura, franca, directa... Y ahí lo pude ver mirándome mientras mis dedos se clavaban en mi coño días atrás... Fueron segundos, pero un calor inundó mi entrepierna. En ese momento estuve segura de que sabía que yo era aquella zorra que se había dado gusto delante de él y justo después de sentir aquella excitación, me sentí súper avergonzada, bajé la cabeza e intenté que pasara rápido y que todo acabara...)

-Bien pensado, si... ¿Entras entonces?

Entro delante de mí y aunque se notaba su camiseta bien sudada, aún pude oler el aroma de su perfume. Entró cerca de mí, y lo mismo fueron imaginaciones mías pero su mano rozó levemente mi cintura, no había excusas para ello, puesto que la puerta era lo suficientemente grande para que pasáramos los dos. No pude evitarlo y no evité ni por asomo el contacto, aunque mi mirada seguía clavada en el suelo, quería sentir como sus manos me tocaban.

Una vez pasó, me fijé en el bien colocado trasero que le hacían las mallas y menos mal que estaba de espaldas a mí, porque mi mente no pudo reprimir morderme el labio como si de una auténtica quinceañera se tratara. Con suerte, él caminaría hacia delante, puesto que a su casa se accedía por un ascensor diferente a la mía, pero para mi sorpresa, mientras íbamos andando dijo…

-Oye... ¿Tu eres la hija del presidente de la comunidad, ¿verdad?

-Si… si ¿Por?

-Acabo de caer en que el otro día recibí una carta por error de algún vecino y creo que lo mejor es que se la entregue al presidente.

-Ah pues... si, la verdad es que es lo mejor, si.

En ese momento él aprovechó para quedarse quieto y esperar a que le adelantara. Nada más pasar por su lado pude sentir su mirada en mi cuerpo, o eran las ganas que tenía de sentir como aquel hombre me mirara. Por suerte, el ascensor estaba en la misma planta y no tuvimos que esperar mucho. Por desgracia, el entro antes que yo en el ascensor colocándose detrás de mí. Ahí ya no era un deseo infundado. Podía notar su respiración sobre mi nuca. Giré un par de veces la cabeza, y pude ver como su mirada estaba clavada en mis nalgas, lo que aproveché para subirme el vaquero y ajustarlo aún más a mis glúteos.

-Se nota que te cuidas, señorita… ¿Qué deporte haces? Para recomendárselo a mi mujer más que nada.

Sin poder girarme de la mezcla de vergüenza y excitación que sentía le respondí.

-Hago bastante spinning y ahora me he aficionado al crossfit con mi novio.

-Ya entiendo, un chico listo tu novio. Se nota que lo echas de menos.

-Bueno…

Justo cuando dije esa palabra, sabía que me había equivocado, pero fue instintivo.

-¿Ah no? A juzgar por como “tomabas” el sol la otra mañana, yo diría que lo echas bastante de menos…

Intenté balbucear una primera excusa, pero enseguida me agarro de mi muñeca con una de sus grandes manos. El tacto de su piel a la mía hizo que se me erizaran los vellos de la nuca, sentí como mi boca salivaba...

-No tienes que excusarse, de veras, no sé si igual que tú, pero disfruté de lo lindo con tu exhibición. No todos los días se puede ver a una mujer como tu gozando de sus propios dedos…

Mi cuerpo estaba paralizado, miré, quedaban aún dos pisos, algo dentro de mi quería salir corriendo de ese ascensor, pero el aroma que ese hombre emanaba detrás de mí, su mano agarrando mi muñeca… Y entonces dio un paso al frente, su cuerpo rozaba el mío, y sentí su entrepierna, abultada rozando una de mis nalgas. El calor apretaba mi garganta, notaba como me faltaba el aire y sin pensar dejé caer la bolsa que llevaba.

-Por favor, no le diga nada a mis padres, yo… me dejé llevar.

-¿Por qué me tomas? Por supuesto que no pienso decir nada, me encanta guardar un secreto, pero claro, hay algo que me gusta aún más…

-¿El qué?

Estaba entrando en su juego, lo sabía, pero mi cuerpo reaccionaba por mí, mi mente era incapaz de pensar en nada que fuera seguir sintiendo sensaciones. En ese momento, su otra mano se posó en mi cadera, me atrajo hacía él, que quedó apoyado sobre el espejo del ascensor, y mi cuerpo sobre el suyo

-Que te dejes llevar…

Me colocó mis manos en ambas paredes del ascensor, llevó las suyas a la parte baja de mis caderas, sin llegar a tocar mis nalgas y apretó un poco más mi culo contra lo que a todas luces era un paquete importante. Suspiré de forma casi infantil y en ese momento sentí como mis braguitas empezaban a humedecerse

-¿Hace cuánto no sientes una de estas, señorita? ¿No quieres dejarte llevar?

De nuevo mi cuerpo siguió su camino, me aferré a las paredes del ascensor, puse de puntillas mis pies y me “monté” encima del bulto. Me apreté contra ella sintiendo como su tela de licra rozaba el interior de mis muslos haciendo que mi coño empezara más que a humedecerse a emanar gran cantidad de fluido… No podía articular palabra, así que solo puse asentir con la cabeza. Él reaccionó pasando sus manos hacia adelante, agarrando con firmeza la parte entre mis muslos y mi entrepierna, apretada sobremanera por mis vaqueros. Me subía y me bajaba sobre tu polla, durísima a esas alturas mientras yo notaba como mis labios estaban ya bastante hinchados debajo de aquella ropa. Mis suspiros solo conseguían darle alas a aquel hombre, que con tanta maestría me estaba llevando a su terreno. En ese momento, como si despertara de un sueño erótico, las puertas se abrieron. Gracias a Dios nadie estaba esperando. Una de sus manos agarró mi cuello por delante, llevando mi nuca hacia su boca.

-Dime, ¿Quieres salir?

Sin capaz de pensar más allá del placer que estaba sintiendo entre mis piernas respondí

-No…

-¿Te gustó masturbarte para mí?

-Si…

Supe que no había vuelta atrás, me giró completamente, poniéndome frente al ascensor, con su cabeza apoyada en uno de mis hombros, agarro con una mano mi culo, lo apretó tan fuerte que sentí como sus dedos se clavaban en mi carne.

-Joder que culazo tienes niña…

Estaba más cachonda de lo que había estado nunca en mi vida, le agarré la otra mano y la llevé mi boca para meterme uno de sus dedos. Lo lamí, mientras le miraba a los ojos a través del espejo, y sentía como tocaba mi culo con ansias.

-¿Quieres volver a hacerlo, nena? Vamos… No me digas que no tienes ganas de correrte para mi…

Asentí, como una perra en celo. Podía sentir su polla cada vez más dura dando en la parte alta de mi culo. Notaba como él estaba cada vez más fuera de sí, mientras lamía sus dedos imaginando que era esa tremenda polla, su otra mano ya no me tocaba, me manoseaba con un deseo que no había sentido nunca en otras manos. Me estaba poniendo tan cachonda sentir como aquel hombre tomaba el control de mi excitación que metí una mano dentro de mis vaqueros y cerré los ojos…

-No cierres los ojos zorrita, quiero que me mires en todo momento…

En ese segundo me pude ver en el espejo, con una mano metida en los vaqueros y con la otra apoyada sobre su cabeza mientras él se agarraba el culo con una mano mientras la otra empezaba a subir por mi camiseta. Dios, no me había sentido tan mojada en mi vida, enseguida noté como mis dedos se llenaban de flujo. Metí tres dedos entre mis vaqueros y mis bragas, y al instante noté como la tela de mis bragas empapadas se colaba entre los labios hinchados de mi coño. Pude notar el flujo cayendo por mis muslos.

Mi vecino coló con fuerza su mano dentro de mi camiseta y de mi sujetador y agarró una de mis tetas con toda su fuerza.

-Estaba ya cansado de los tetones de mi mujer, esto es lo que quiero, una tetita dura como esta…

Aquel animal estaba consiguiendo hacerme sentir como una autentica zorra.

-¿Te gustan mis tetas?

Y le lancé una mirada que fue un reclamo a voces de que quería que me las comiera. Pero no picó, en cambio aferró mi pezón entre dos falanges para presionarlos con una maestría que hizo que mi coño casi volviera a estallar.

-Cállate y se una zorra buena, bájate los pantalones, quiero ver que bragas te has puesto hoy…

Ese comentario, mientras su aliento se clavaba en mi nuca hizo que casi me corriera del gusto, teniendo que separar mis muslos para dejar de notar el tacto de mis bragas empapadas sobre mi coño y evitar tener un orgasmo monumental a las primeras de cambio. Estaba ida, como en shock, solo quería gozar, apoyé la cabeza sobre el espejo, arqueé la espalda para pegar mi culo sobre su polla y como pude susurré.

-Bájamelos tú si tantas ganas tienes de verme las bragas.

El reaccionó más rápido de lo que me esperaba y sin estar prevenida me agarró del pelo poniendo mi cabeza sobre tu pecho. En ese momento pude ver su sonrisa triunfal. Sabía que estaría dispuesta a todo. Sus manos deshicieron rápidamente el botón y con una fuerte sacudida me bajó los pantalones, dejando a la vista mis bragas negras de encaje (Soy una chica que cuida bastante su ropa interior sea cual fuere el momento gracias a Dios).

-Joder, pero que culazo tienes hija de perra…

Quería más, quería sentir como mi clítoris palpitaba sobre mis dedos, agarrarlo con firmeza y estrujarlo hasta desmayarme de placer. Pude ver como él se separaba de mí para poder ver como mayor claridad mi culo tapado solo con mis bragas. Agarró la tela enrollándola sobre sus dedos en mi cadera, haciendo que mis bragas se entremetieran entre mis nalgas haciendo que la presión de mis dedos en mi coño aumentara. En esos momentos mis gemidos ya no eran ahogados, gemía sin temor a que nadie me oyera.

-No puedo más…

El flexiono sus rodillas para ponerme su polla sobre mis muslos desnudos.

-¿Te gusta mi polla, señorita? Quiero que te folles el coño mientras notas mi polla entre tus muslos.

Obedecí, metí tres dedos en mi coño ida completamente por el placer que me producía aquel animal. Noté como se sacó la polla de las mallas y me la metía entre los muslos.

-Ve voy a correr en tus bragas cabrona…

Tuve que sacar mis dedos al notar como el flujo salía disparado de mi coño. Jamás había experimentado la sensación de estar meándome mientras me corría e intenté evitarlo, pero él se dio cuenta, me volteó poniéndome frente a él y mientras me besaba el cuello su mano accedió a mi coño. Tensé los muslos preparándome para recibir sus dedos, pero por el contrario empezó a lanzarme suaves sacudidas de sus dedos contra mi clítoris. Creía que me desmayaba de placer, cada sacudida de sus dedos contra mi clítoris hinchado era un látigo de placer. Me apoyé sobre tu cuello, dejando caer todo mi peso sobre su mano. Su lengua caliente recorría mi cuello, abriendo la boca y mordiendo mi piel.

-Joder así, así, no pares por favor no pares…

De nuevo otro chorro de fluido cayó sobre su mano y otro y otro… Mi cuerpo se convulsionaba a cada chorro que salía por mi coño.

-Dios que rica estás zorra.

Su voz cambió, con su otra mano se estaba pajeando y no pudo aguantar ver como me corría sobre su mano. Acerqué mi mano hasta su polla y la agarré con decisión.

-Deja que te ayude eso es. Quiero que te corras encima de mí joder.

Llevó su cabeza a mis tetas, totalmente fuera de mi camiseta y mientras le pajeaba me devoró las tetas. Menos mal que no tardó mucho en echar el primer chorro de semen contra mi vientre, pues sentía que casi me las iba a arrancar. Cuando sentí ese primer chorro apreté más su piel hasta el fondo unos segundos y después aceleré haciendo que un segundo, tercer, cuarto y hasta quinto chorro de semen bañaran mi vientre mientras él gruñía entre mis tetas…

No sé cuantos segundos o minutos pasaron, solo recuerdo, subirme rápidamente los vaqueros, agarrar la carta del suelo y salir del ascensor. Miré hacia atrás y lo pude ver, no había sido consciente hasta entonces, pero ahí de pie, con las mallas bajadas, el vecino me ofrecía la visión de una polla verdaderamente gruesa. Sonreía maliciosamente. Salí corriendo entrando en casa. Para mi alegría mis padres estaban en el salón así que subí las escaleras y me metí en mi habitación aún sin poder recobrar el aliento…