Jugando con Yvette Cap. 6

Este sería el último de la serie

Jugando con Yvette


Título original: Playing With Yvette

Autor: Just Another Bloke (justanotherbloke@hotmail.com)

Traducido por GGG, febrero de 2005

CAPÍTULO 6.

No tuve contacto con Yvette después de aquella noche. Pasé algún tiempo jugando con Linda. Había tenido que empezar a dar a Linda sus recibos en el cachete derecho del culo. No quedaba sitio libre en el otro cachete; a pesar del hecho de que tuviera un culo gordo.

Después de alrededor de una semana, la ansiedad de Yvette sacó lo mejor de ella y me llamó a la tienda. Supongo que había llegado a un punto en el que no podía limitarse a esperar oír de mí, preguntándose que coño estaba pasando, que era lo siguiente que le iba a hacer o que podía haber hecho ya con sus fotos; por último, tal vez solo me echaba de menos.

Su voz tenía algo de angustiada y balbuceaba nerviosamente. La pobre Yvette no parecía saber que decir o como empezar aquella conversación particular. La interrumpí y dije: "¿Cuándo tienes la regla?" La línea quedó en silencio un momento. Luego escuché la voz suave de Yvette: "Um, dentro de pocos días, es por lo que llamaba. Yo..."

"Ven a verme cuando la tengas. Sal de casa al mediodía. Ponte una falda corta; una falda muy corta y deja el cordón del tampón colgando entre tus piernas donde la gente pueda verlo. Toma el autobús en la Central, luego un tren hasta Homebush, luego vuelve en autobús a la ciudad y camina hasta Bondi desde allí. Y no intentes engañarme, haz exactamente lo que te digo. Nunca se sabe quién te está mirando, Yvette." Luego colgué.

No tenía forma de saber que día iba a venir a verme, y no tenía a nadie siguiéndola. Pero Yvette estaba lo bastante paranoica para hacer lo que se le decía.

Vino a la tienda sobre las 3 de la tarde del lunes siguiente. Llevaba una falda blanca muy, muy, corta, y el cordón de un tampón le colgaba entre las piernas. Había hecho exactamente lo que le había dicho. Estaba seguro de que había sido una tarde interesante para ella, viajando por toda la ciudad de esa manera.

Rachael, la puta flaca que trabajaba para mí en ese momento fue la primera en ver a Yvette. Vi que la llamaba y la oi cuchichear sobre el cordón del tampón que le colgaba entre las piernas. Me pregunté cuanta gente habría hecho lo mismo aquella tarde.

"Lo sé." Dijo Yvette avergonzada. Incluso la increíblemente viciosa Rachael lo encontraba un poco demasiado raro. Se echó atrás, como si Yvette tuviera alguna enfermedad infecciosa.

Pude ver como la ira crecía en el interior de Yvette cuando le dije que no tenía intención de jugar con ella ese día, y que volviera el sábado por la noche cuando no estuviera toda taponada. Le dije que se vistiera de fulana y que estuviera allí a las 8 de la tarde. Luego le dije que se fuera.

La vergüenza de recorrer toda la ciudad con el cordón del tampón colgando entre las piernas no contaría como visita; no le proporcionaría un recibo en el culo; no acercaría el final de todo esto. Yvette estaba furiosa, obviamente, cuando se fue, rabiando de furia la pobrecilla. A juzgar por la expresión de su cara cuando salía por la puerta, no me hubiera sorprendido que Yvette hubiera dicho cosas poco amables sobre mí mientras bajaba por la calle. El aspecto divertido del asunto era que Yvette se había puesto tan nerviosa que se había olvidado por completo del cordón del tampón, todavía colgando entre sus piernas. Me habría encantado ver la expresión de la cara de Yvette cuando finalmente se diera cuenta de lo que había hecho, y de lo extraordinariamente estúpida que era.

Yvette llegó la noche del sábado siguiente a las 8 en punto exactas. Estaba muy bien vestida de fulana: Una falda de cuero rojo extremadamente corta, medias rojas de malla, grandes botas rojas de cuero, y una minúscula blusa blanca: "Me alegro de que no hayas tenido que comprarte nada de ropa nueva para esta noche." Dije sonriendo mientras abría la puerta.

La llevé calle arriba a donde se reunían las fulanas. Hay un callejón entre dos tiendas donde las fulanas hacen los servicios a sus clientes, y un gran reloj digital en la tienda de enfrente; eran las 8:34, demasiado pronto para las otras fulanas, Yvette tenía toda la calle para ella.

Le dije que tenía una hora para anotarse un punto y hacer que se corriera. No podía cobrar menos de 40 dólares (australianos), pero podía follárselo, o chupársela, o meneársela; pero tenía que tener la prueba de que había hecho lo que se le exigía. Le quité el bolso y crucé la calle para observar que tal fulana podía ser Yvette.

Estaba muy indecisa, muy tímida con los primeros hombres a los que se aproximó. La mayoría de ellos ni siquiera la miraron, mucho menos pararse para valorar lo que ella tenía que ofrecer, y discutir cuanto costaría. Seguía mirando al reloj: las 8:55 de la noche. A medida que pasaban los minutos se iba haciendo cada vez más firme con sus posibles clientes. Unos cuantos hombres se habían detenido a echarle un vistazo, pero a las 9:05 todavía no había conseguido su primera baza. Podía ver la expresión angustiada de su cara desde el otro lado de la calle. Parecía una fulana desesperada, ¿acaso era otra cosa?

Subía y bajaba por el sendero peatonal nerviosamente, su ansiedad crecía con cada hombre que se alejaba o la ahuyentaba. Entonces apareció un tío tambaleándose; la estaba mirando. Como una profesional experimentada, Yvette vio la oportunidad y se abalanzó. Se le echó encima, restregándose contra él.

Vi la sonrisa de Yvette y les vi bajar juntos por el callejón. Crucé la calle, entré al callejón y me quedé en las sombras para ver a Yvette, fulana, en acción.

Se llamaba Mike, era un hombre de mediana edad desaliñado que había bebido mucho, y no tenía bastante para pagar una fulana de local con cama.

"Por aquí, Mike." Decía Yvette, mientras le ayudaba a apoyarse contra un gran contenedor metálico. Yvette le puso la cara cerca de la suya y le miró a los ojos mientras le desabrochaba el cinturón y le bajaba la cremallera y los pantalones y calzoncillos lo bastante para poder acceder a su polla. La rodeó con la mano y empezó a acariciarle.

"Tienes una polla tan grande, Mike." Oi que le decía. Yvette tenía una voz excitante cuando quería. "No puedo esperar para chuparte esa gran polla y tenerla dentro de mí." Todo el rato le estaba meneando la polla.

Mike quería follársela en cuanto la tuvo tiesa pero Yvette dijo que antes quería chuparle su gran polla y lamerle los huevos. Siguió meneándosela, intentando desesperadamente hacer que se corriera para no tener que follárselo o ponerse la polla en la boca. "Vamos, perra." Dijo Mike arrastrando las palabras. "Dóblate para que pueda follarte."

"En un minuto, Mike. Solo déjame decirte lo que voy a hacer para ti."

Se inclinó acercándose a él, y le susurró al oído mientas le meneaba la polla todo lo rápido que podía. No podía escuchar que le decía, pero Mike empezó a respirar pesadamente, luego gruñó en alto y su corrida salió a chorros al frío aire de la noche.

Le dejó contra el contenedor intentando subirse los pantalones y los calzoncillos. "Eso estuvo muy bien, Yvette." Le dije cuando volvía a salir a la calle. "¿Qué es lo que le dijiste?"

"Jugué con mi cuerpo y fingí que me corría." Dijo Yvette tímidamente. "Parece funcionar con la mayoría de los hombres."

"¿Dónde está el dinero y la prueba?" Yvette tenía un billete de 50 dólares en una mano y un puñado de la corrida de Mike en la otra. Tomé el dinero, le agarré la muñeca y mantuve su mano delante de la cara. "Mejor será que hagas algo con esto."

"Sí, Señor." Sabía a que me refería, y cerró los ojos mientras lo hacía.

Después de esto dimos un paseo sin prisas de vuelta a mi oficina. Le dejé que me la volviera a chupar, esta vez hizo un trabajo mejor, y prometió hacerlo mejor la próxima vez.

Di a Yvette su recibo y la mandé a su casa. Quería que volviera el martes por la noche a las 11:00 de la noche, vestida otra vez con su costoso traje de noche negro. Sería nuestra última noche juntos.

Estaba contento por la forma en que habían mejorado las cosas con Yvette. Lo había hecho bien hasta allí. Pero todavía no la había puesto a prueba de verdad. Tenía que soportar mucho más, pero había perdido el deseo de luchar contra mí. Había aprendido que era mejor hacer solo lo que le decía y aguantarse. Y realmente había obtenido placer en alguna de las cosas que habíamos hecho. Era una mujer interesante.

Llegó a su hora y abrí la puerta de la tienda e hice a Yvette ponerse a un lado. "Vamos a tomar una copa." Dije, mientras cerraba la puerta tras de mí.

Yvette tenía de nuevo buen aspecto con su costoso vestido negro. Y era con mucho más apropiado para la clase del Tavern, al que la llevé. Nos sentamos en una mesa para dos y pedí una botella cara de Chardonnay, que pagó Yvette.

No hablamos mucho. Yvette se bebió por su cuenta la mayor parte de la botella. Supongo que pensaba que la ayudaría a soportar cualquier cosa que tuviera pensada para ella. Si hubiera sido el caso, necesitaría algo más fuerte que el vino.

Estaba sonando la música y había una pequeña pista de baile, vacía. Le dije a Yvette que se levantara y bailara. No era el único observándola, no era precisamente una modelo, pero sabía como lucir su palmito en una pista de baile; lo que me dio otra idea. Pensaba que la letra de la canción de Macy Gray era también un poco profética: 'Here is my confession. May I be your possession' ('Aquí está mi confesión. Puedo ser tu posesión.').

Yvette casi parecía estar disfrutando; disfrutando de ser el centro de atención; disfrutando de todos aquellos ojos puestos en ella. Estaba un poco achispada pero no borracha, de todas formas pedí unos cafés para nosotros. La quería sobria y consciente de lo que le estaba haciendo. Nos sentamos allí durante unos momentos de relax, pero no podía decir que Yvette pareciera demasiado relajada. Nos tomamos el café y luego Yvette dijo suavemente: "Discúlpeme, Señor. Necesito ir al baño."

"Las putas no hablan así, Yvette." Dije mirando alrededor del bar, sin prestarle atención. Yvette se bebió lo que quedaba de su café, puso en orden sus pensamientos y dijo. "Discúlpeme, Señor. Necesito mear."

"Por supuesto, adelante." Dije sonriendo. Se levantó para ir al de Señoras.

"Tú no eres ninguna señora, Yvette." Me encantaba la expresión horrorizada de su rostro cuando se dio cuenta de lo que quería decir. Hacía tiempo que no había visto esa expresión en su cara.

"Por favor, no me haga hacer eso. Aquí no. Conozco a algunas personas."

"Como tú quieras, Yvette." Dije sin darle importancia, metiendo la mano en el bolsillo y sacando alguna de sus fotos. Las puse boca arriba sobre la mesa. "¿Cuál preferirías que viera la gente, Yvette?"

"Por favor, retire las fotos, Señor." Suplicó desesperada. "Lo haré." Yvette haría cualquier cosa, preferiría mearse en público que dejar que la gente viera aquellas fotos. Recogí las fotos y me las volví a guardar en el bolsillo.

"Disculpe Señor." Dijo Yvette suavemente. "La puta necesita mear."

"Claro, Yvette, puedes mear si quieres." Contesté sin darle importancia. "Meg no hacía esto en 'Cuando Harry encontró a Sally'." Añadí, sonriendo.

"Gracias, Señor." Yvette miró alrededor de la sala, nerviosa.

"¿No te estás olvidando algo?" Me miró otra vez con esa expresión abobada suya. "¿Normalmente te meas en las bragas, o te las quitas para mear?" Yvette era una mujer educada, pero que jodidamente estúpida era a veces.

Pasó la mano bajo la mesa, levantó el culo del asiento, deslizó las bragas y las sacó arrugadas en la mano. "Encima de la mesa." Se mordió el labio inferior nerviosamente mientras ponía las bragas cerca del cenicero. Se había puesto ya roja de la humillación, especulé para mí mismo de que color se volvería su cara cuando lo hiciera.

Se enderezó en la silla, se inclinó hacia atrás, puso los brazos en la mesa, separó las piernas y empezó a mear. Escuché el sonido de su cálida orina chorreando sobre la silla, y luego goteando al suelo. Una camarera se dio cuenta y vino a toda prisa.

"¿Qué demonios está haciendo? Oh, mierda. ¡Sucia perra!"

"Lo siento, no podía aguantar." Dijo Yvette, mirando desafiante a la camarera mientras seguía meando. El bar estalló a su alrededor. "¡Oh mierda!" "Se está meando." Los comentarios se convirtieron en un revoltijo de voces enfurecidas y asqueadas.

"¡Fuera!" Le gritó la camarera. Yvette escurrió lo último y se levantó. Su bonito vestido negro estaba empapado de pis.

"Será mejor que lo limpies." Le dije a la camarera mientras me levantaba. Parecía como si estuviera a punto de mojarse ella también. Agarré las bragas de Yvette de la mesa, la tomé del brazo y la saqué a la calle. No parecía ser capaz de caminar por sí misma. Si hubiera algo de verdad en lo de 'podría haberme muerto de vergüenza', Yvette se habría muerto en el Tavern aquella noche.

Cuando volvimos a mi tienda se había tranquilizado algo. Yvette me siguió por el pasillo y abrí la puerta de la sala de entretenimientos. "Vamos, entra."

Sí Señor." Me siguió despacio, sus ojos revisando nerviosamente la habitación a su alrededor. Yvette se puso pálida de repente cuando vio la cadena que colgaba de un gancho del techo. Observé como los ojos de Yvette iban de los míos al centro de la sala, a la cadena con correas de cuero para las muñecas colgando de ella. Vi como sus ojos vagaban por el punto donde estaría ella. Estaba rodeado por cuatro espejos de cuerpo entero.

Caminó lentamente hacia el centro de la sala, se paró bajo la cadena, y puso los brazos en alto y esperó a que fuera a atarla a las correas.

Le até las manos por encima de la cabeza y di vueltas por la sala mirándola. Yvette se miraba en los espejos. Sus ojos se movían lentamente de un espejo a otro.

"¿Te gusta tu aspecto encadenada en alto de esta forma, puta?"

"Sí Señor." Mintió.

"De ahora en adelante me llamarás Amo, esto no es demasiado complicado para ti ¿verdad puta?"

"No Amo." Contestó rápida pero tranquilamente. "No es demasiado complicado, Amo."

Coloqué un par de tijeras delante de su cara y observé como se extendía por ella una expresión de horror. Cerró los ojos y le grité que los abriera. "Te has meado encima, puta. Tu vestido está empapado en tu propia meada. Habrá que quitártelo."

Bajé las manos y lentamente empecé a cortar una tira por la parte delantera de su costoso vestido de noche. Me detuve justo sobre su entrepierna y levanté la vista hacia ella. "¿Puedes sentir las tijeras sobre tu piel, puta?"

"Sí Amo." Contestó ansiosamente, los ojos fijos en la afilada hoja. El frío acero acarició su estómago mientras seguía cortando hacia arriba, hacia la parte superior del vestido. Cuando estaba a solo dos o tres pulgadas (5 o 7,5 cm) de llegar me detuve. Yvette gritó cuando rasgué el vestido.

Pasé las tijeras sobre su sostén de encaje negro y di unos golpecitos en sus pezones con la afilada punta de las tijeras cerradas. "¿Tienes frío, Yvette?" Pregunté con una sonrisa enorme.

"No Amo." Dijo avergonzada por la forma en que había reaccionado su cuerpo. Yvette debería ir acostumbrándose a la forma en que su cuerpo reaccionaba a las cosas que le hacía. No quería disfrutar de las cosas que le hacía pero su mente y su cuerpo funcionaban separadamente. Yvette había estado empeñada en una serie de pequeñas batallas que se libraban en su interior; batallas entre su mente y su cuerpo; su cuerpo había ganado con más frecuencia que su mente.

Corté las tiras del vestido y vimos como caía al suelo. Yvette se mordió el labio y cerró los ojos cuando deslicé una de las hojas de la tijera bajo su sostén, entre sus tetas.

"Mira a las tijeras, puta." Se obligó a mirar abajo mientras le cortaba el sostén y sus tetas se derramaban delante de mí. Miró como pasaba las tijeras por encima de sus tetas desnudas y daba golpecitos en sus pezones tiesos con la punta del frío acero.

El sostén colgaba de su cuerpo por las tiras que pasaban por los hombros y deslicé las tijeras bajo cada una de ellas, de una en una, y el sostén cayó al suelo al lado del vestido.

Se quedó sin respiración cuando sintió la punta de las tijeras bajando por su estómago hacia la entrepierna y se detuvo en la parte superior de sus bragas negras. Tragó con dificultad cuando deslicé una de las hojas dentro de la entrepierna, las mantuve así un instante, moviéndolas de un lado a otro hasta que la hoja perforó el fino material. Yvette miró la hoja que asomaba entre sus piernas atravesando la entrepierna de sus bragas.

Retiré la hoja de la pequeña raja que había hecho en la entrepierna y deslicé rápidamente las tijeras hacia la cadera izquierda. Corté la estrecha tira de seda que recorría la cadera, y luego hice lo mismo en el lado derecho. Las bragas deberían haber caído al suelo, pero estaban pegadas a su húmedo coño.

Gritó cuando agarré las bragas y se las arranqué. Dejó de gritar cuando se las metí en la boca. "Volveré en un minuto, puta." Le susurré al oído mientras le retorcía con fuerza los pezones con mis dedos.

Cuando abrí la puerta y volví a entrar unos minutos más tarde estaba mirándose en los espejos. Volvió la cabeza hacia mí y se quejó sonoramente cuando vio la vara en mi mano.

"Te gusta el aspecto que tienes, ¿verdad, puta?" Me coloqué detrás de ella e hice silbar la vara en el aire todo lo cerca de ella que podía sin golpearla; pero su cuerpo se estremecía cada vez como si le hubiera dado.

Le apoyé la vara en el hombro y luego se la pasé lentamente por la espalda y el culo y la bajé por las piernas y luego se la subí por el interior de los muslos. Le dije que se diera la vuelta y le golpeé suavemente en las piernas cuando lo hizo.

Tenía la cara sonrojada y los ojos tenían una expresión vidriosa mientras me veía pasar la vara por sus tetas y golpearle levemente los pezones. Le dije que abriera las piernas más y gimió suavemente cuando le restregué el coño con la vara.

"¿Te gusta eso, puta? ¿Te gusta que te restriegue el coño con la vara?" No podía hablar con las bragas dentro de la boca, pero sus ojos contestaron por ella.

Gimió de nuevo cuando retiré la vara de su coño. La hice subir por el interior de las piernas y golpeé levemente con ella de lado a lado. La sala se llenó con el sonido de la vara golpeando suavemente contra los muslos.

"Abre más las piernas." Dije, mientras movía la vara más arriba y la hacía golpear con más fuerza contra la suave piel del interior de sus muslos. Luego le golpeé el coño suavemente con la punta de la vara, gimió sonoramente; gimió de nuevo y echó la cabeza atrás cuando la vara le azotó el clítoris.

"Date la vuelta, puta." Dije mientras volvía a golpearle el coño. Yvette se giró y mantuve la vara contra su culo y le dije que mirara los espejos y viera como la azotaba. Me vio levantar la vara por encima de la cabeza y la oyó silbar en el aire. Chilló cuando le dejó su marca en el culo.

"¡No! Por favor, Amo, no." Se quejó cuando me vio levantar de nuevo la vara en el aire. Su voz estaba amortiguada por las bragas que le había metido en la boca pero no apagó el grito que dejó escapar cuando la volví a golpear.

Cada vez que la vara silbaba en el aire y se estrellaba ruidosamente contra su cuerpo gritaba y daba bandazos hacia delante. Escupió las bragas fuera de la boca y empezó a suplicarme que dejara de golpearla con la vara. Me pidió que me la follara en lugar de aquello; que hiciera cualquier cosa menos golpearla con la vara. Miró horrorizada como levantaba de nuevo la vara en el aire.

"Por favor." Suplicó. "Haré cualquier cosa que quiera, Amo, puede darme por el culo..."

"No quiero darte por el culo, Yvette." Dije, mientras bajaba la vara de nuevo para cruzarle el culo, dejó escapar un sonido de queja lastimosa.

"Se la chuparé y le lameré el ojete... por favor... déjeme que le lama el ojete, Amo..." Estaba casi histérica.

No podía soportar la vara, no son muchas las mujeres que pueden. Había mantenido bastante bien la compostura hasta ahora pero la mordedura de la vara se había llevado cualquier resto de compostura que pudiera quedarle.

"Está bien, Yvette." Dije mientras le daba la vuelta para ponerla de cara a mí.

"Gracias Amo." Jadeó, mientras la invadía una sensación de alivio. Empecé a restregarle otra vez el coño con la vara y levantó la vista hacia mí.

"Oh sí, Amo, haga eso, restriégueme el coño con la vara. Me humedezco cuando me hace eso. Hace que mi gran coño se ponga húmedo cuando hace eso."

Miré el rastro de humedad que su coño dejaba en la vara y le sonreí. "¿Te gusta cuando te restriego así el coño, Yvette?"

"Sí Amo." Gimió. "Me encanta que me restriegue el coño con la vara."

"¿Tienes el coño mojado?"

"Oh, dios, sí. Esta jodidamente mojado."

"Te gustó mearte delante de toda aquella gente, ¿verdad puta?"

"Sí Amo." Jadeó. "Me encantó. Me encantó mearme de aquella manera. Es hacer una cosa tan sucia y repugnante. Pero me encantó, Amo. Me encantó mearme de aquella manera. A las putas como yo les encanta hacer cosas repugnantes como esa."

Le restregué el coño con la vara mientras hablaba, su respiración se hacía más pesada. Tenía aquella expresión en los ojos. "¿Te vas a correr para mí, puta?"

"Oh, dios, sí Amo." Gruñó. "Restriegue mi coño húmedo con la vara y haga que me corra. Fólleme con la vara y haga que me corra para usted, Amo." Gemía y maldecía y se follaba contra la vara.

"Oh, mierda, sí. Restriegue mi gran coño húmedo con la vara y haga que me corra para usted. Restriegue mi sucio coño y me correré para usted... me correré..." Tiré la vara al suelo.

"Por favor, no se detenga, Amo." Gritó Yvette. "Oh mierda, no puede pararse ahora..." Me di la vuelta para salir de la sala mientras Yvette me suplicaba que no lo hiciera. Pasaría un rato antes de que se diera cuenta, pero se estaba humillando y degradándose mucho más que lo había hecho cualquier de las cosas que le había hecho yo.

Me paré y la miré, su rostro y sus ojos echaban fuego. "Por favor no se pare ahora, Amo." Me suplicó.

Recogí la vara y la sujeté contra su coño y empezó a deslizarse a lo largo de ella. "Fóllese a la puta con la vara." Gritó. "Restriegue el coño húmedo de la puta con la vara."

"Mírate en los espejos, Yvette." Gruñó ruidosamente cuando se vio en los espejos; se vio con los brazos atados por encima de la cabeza; se vio restregando su coño húmedo sobre la vara. A Yvette le gustó lo que veía en los espejos. "Mira como te corres, Yvette."

"Oh, mierda, sí." Gimió. "Restriegue mi coño húmedo con la vara, Amo. Haga que me corra. Quiero ver como me corro. Más deprisa... Por favor, hágalo más deprisa..."

Volví a tirar la vara al suelo y me acerqué y levanté las manos para soltarle la mano derecha.

"Por favor, Amo, no se detenga... Otra vez no... Por favor..." Levantó la vista y me vio desatarle la mano y enterró los dedos entre las piernas tan pronto como su mano quedó libre de la correa.

"Puedo hacer lo que quiera, Yvette."

"Oh mierda, sí. Puede hacerme lo que quiera." Jadeó mientras se restregaba.

"Puedo tirarte al suelo y follarte, si lo deseo, Yvette."

"Por favor, hágalo, Amo. Tíreme al suelo y fólleme." Se deslizó un dedo dentro de ella. "Tire a la puta al suelo y fóllesela."

"Puedo hacer que te dobles y follarme el prieto agujerito de tu culo, si lo deseo." Yvette gimió ruidosamente. "Sí, mi ojete. Cláveme la polla en el ojete." Su mano se movía más deprisa entre las piernas.

"¿Te gusta jugar con tu cuerpo, Yvette?"

"Sabe que sí." Jadeó mientras se follaba con los dedos.

Le golpeé la mano con la vara y chilló y la retiró de su coño. Empecé a restregarle de nuevo el coño con la vara. Luego la levanté hasta su boca y dije: "Sabes que hay que hacer, Yvette."

Lamió sus jugos de ella y la chupó como si fuera una polla a punto de explotar en su boca. Su mano había descendido a la entrepierna y se estaba restregando el clítoris. Le golpeé la muñeca con la vara y gruñó y apartó la mano.

"Por favor, Amo..." Se quejó.

"¿Quieres que te folle con la vara, Yvette?"

"¡Sabe que sí, mierda!" Jadeó enfadada mientras su mano se volvía a enganchar al coño. La agarré de la muñeca y le retiré la mano del sitio que ella quería, solo a algunas pulgadas del sitio que quería.

"¡Cabrón!" Me gritó, avanzando las caderas hacia su mano. "Jodido cabrón enfermo." Pensé que era un poco duro. Pero en aquel momento ella no era ella. ¿O sí lo era? ¿Cúal era la Yvette auténtica?

"¿Quieres correrte, Yvette? ¿Necesitas correrte?"

"Tengo que correrme... Por favor, ya casi estaba... Haga que me corra... por favor..." Deslicé la vara entre los húmedos pliegues de carne entre sus piernas e Yvette gruñó y echó la cabeza hacia atrás. "Oh, gracias Amo." Gritó. "En el clítoris, Amo... Restriéguemela en el clítoris..." Se follaba contra la vara mientras se deslizaba entre sus labios hinchados intentando desesperadamente hacer que pasara por su palpitante clítoris. "Más deprisa... Por favor... Hágalo más deprisa y me correré para usted..." Su cuerpo se desplomó y su ojos se inflamaron.

"¡Maldito cabrón!" Me chilló. Había dejado caer de nuevo la vara al suelo. Volvió a enterrarse los dedos en el coño mientras le desataba la otra mano. Cayó de rodillas y se agarró entre las piernas y se metió dos dedos dentro.

"¡Cabrón!" Gritó levantando la mirada hacia mí. "¡Maldito cabrón!"

Recogí la vara y le golpeé en el culo y gruñó pero siguió follándose con los dedos. Le golpeé las manos y las retiró durante un segundo y luego enterró de nuevo los dedos en su coño húmedo y se tiró de espaldas sobre el suelo.

"Eso es cabrón. Azótame mientras juego con mi cuerpo. Azótame mientras hago que me corra." Abrió mucho las piernas, extendió los labios de su coño y se restregó el clítoris hinchado. Tiré la vara en el estómago de Yvette, ella la agarró y empezó a golpearse con ella entre las piernas.

"Mírame cabrón... Mira como me azoto el coño... Mira como me corro..."

Yvette se retorcía en el suelo y gruñía y me maldecía mientras se corría. Nunca había oído a una mujer hacer el tipo de sonidos que hacía Yvette mientras el orgasmo se extendía por su cuerpo. Dejó escapar un último gruñido largo y su cuerpo se quedó desmadejado.

Ahora se había esfumado la pasión que había tomado el control de ella, la lujuria desenfrenada que la había consumido, dominada por el éxtasis del orgasmo que había inundado su mente y su cuerpo. Giró sobre si misma para que no pudiera ver su rostro. Ahora era la vergüenza la emoción que la poseía.

"¿Puedo irme ahora?" Preguntó con una voz patéticamente quejumbrosa.

"¿Has terminado, Yvette? ¿No quieres follarte con la paleta antes de irte?"

"Maldito cabrón." Murmuró suavemente.

Me coloqué sobre ella, mirándola, pero no podía mirarme. Captó una imagen fugaz de sí misma en uno de los espejos y enterró la cara en sus manos. Ni siquiera podía mirarse. Empezó a llorar en silencio; no quería que la oyera llorar.

"¿Puedo irme ahora?" Tenía un aspecto y una voz lamentables, patéticos. Me encantaba. Se sentía totalmente humillada y se lo había hecho ella misma.

"Sí, Yvette, puedes irte. Entiendo que no quieres tu último recibo. Entiendo que quieres volver a visitarme."

Tenía que someterse a mí de nuevo para que esto acabase. "¿Hay algo para lo que le gustaría utilizarme, Amo?" Preguntó suavemente, secándose las lágrimas mientras giraba la cara hacia mí. "¿Hay algo que pueda hacer para darle placer, Amo?"

"Una ducha con algún jabón desinfectante sería un buen comienzo." Sus ojos tuvieron un atisbo de desafío por un instante, pero el desafío remitió mientras una sensación de total humillación se volvía a apoderar de ella. Pero yo no quería que se diera una ducha. Quería que siguiera como estaba.

Le hice que se pusiera de rodillas y me la chupara, pero no tenía que tocarme, no quería que la sucia puta me tocara. Le hice prometer que la sucia puta no me tocaría.

Me corrí en su boca y, de acuerdo con las instrucciones, se la escupió en las manos y se la restregó por toda la cara. Ni siquiera parpadeó cuando le dije que necesitaba mear. Se limitó a levantar la vista y decirme: "Sí Amo, déjeme ayudarle," y abrió la boca. Derramó la mayor parte, pero se tragó algo; y le esparcí lo último por el pelo.

Se arrastró hasta incorporarse y me siguió a la plataforma. Se quedó allí sumisa mientras le tatuaba la última marca roja en el culo; su recibo final. Cuando lo hice llevaba guantes de goma y una bata de plástico desechable. ¿Puedo irme ahora, por favor?" Volvió a preguntar cuando hube terminado.

"Sí, Yvette. Ahora puedes irte." Contesté con voz amigable y cálida.

Fue tambaleándose hasta donde su ropa había caído al suelo. Observé la expresión de su cara mientras miraba su ropa. El dolor y la humillación que la habían abrumado eran a su vez abrumados por una nueva sensación de pánico.

"No... no tengo nada que ponerme." Dijo mientras se arrodillaba en el suelo y rebuscaba entre lo que quedaba de su bonito vestido y su ropa interior. "Por favor no me haga salir desnuda.... Por favor, no puede..."

"Puedo hacer lo que me dé la gana, Yvette, tú misma lo dijiste hace un rato, ¿recuerdas? Fue cuando me estabas pidiendo que te restregara el coño con la vara. Eras una puta con un gran coño húmedo, creo que fueron las palabras que usaste. Y no estás desnuda, todavía tienes puestos los zapatos."

"Maldito cabrón." Me contestó airada, mientras rebuscaba en la pila de tejido que había en el suelo. Recogió lo que una vez había sido su bonito vestido de noche negro y ató las tiras que había cortado, y se pasó el vestido por la cabeza. Colgaba abierto por el centro, por donde lo había cortado dejando expuesta la parte delantera de su cuerpo.

"Tu coño todavía parece húmedo, Yvette." Dije mirándole el coño a través de la abertura del vestido mientras le pasaba un sobre con todas sus fotos y negativos.

"¿Son estas todas las fotos?" Dijo en tono enfadado metiéndolas en su bolso. "¿Están todas, todas las copias, todos los negativos...?"

"Sí, Yvette, tienes todas las fotos y todos los negativos. Te doy mi palabra de que es así."

Me miró de arriba abajo, con los ojos encendidos de odio. Luego se puso el bolso bajo el brazo, se agarró el vestido por la parte delantera de la entrepierna y las tetas, intentando unir el tejido para cubrir su cuerpo. Me lanzó una última mirada de odio y se dirigió a la puerta; y luego se fue. Podía verla en mi mente, caminando por la calle llena de gente, agarrándose el vestido, el cuerpo cubierto de corrida y meados; tanto suyos como míos.

Había disfrutado del tiempo que pasé con Yvette, pese a lo breve que había sido. Era una mujer muy interesante. Se había sometido a mí, había hecho por mí todo tipo de cosas repugnantes; habría hecho cualquier cosa con tal de evitar que pusiera a disposición de la vista pública aquellas fotos; y las fotos ni siquiera eran de ella; la mujer de las fotos era su hermana; su hermana gemela, Angella.

Al principio no me había dado cuenta, pero la mujer de las fotos tenía una pequeña marca de nacimiento en la cadera derecha, Yvette no la tenía. Entonces cuando pregunté al respecto y averigüé lo de Angella todo tuvo sentido.

Estoy seguro de que Yvette pensó que estaba siendo muy noble, entregando su dignidad para proteger a su hermana. Yo pensaba que estaba siendo jodidamente estúpida. Pero fue su decisión y tendría que vivir con ella.

Había disfrutado jugando con Yvette, ahora tenía ganas de jugar con Angella.

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FIN