Jugando con Yvette Cap. 1

Madres, mujeres respetables, señoras. Así es como otros las ven; para él son solo viciosas.

Jugando con Yvette


Título original: Playing With Yvette

Autor: Just Another Bloke

Sinopsis: Madres, mujeres respetables, señoras. Así es como otros las ven; para él son solo viciosas. Las humilla, las tortura y usa sus cuerpos para sus propios placeres perversos; y las mujeres vuelven buscando más. Nunca aprenderían a disfrutar de lo que hacía con ellas, pero tuvieron que aprender a soportarlo.

Lo que sigue contiene material de naturaleza sexualmente explícita. Este material se supone que es SOLO PARA ADULTOS. Si no tienes la edad que exige la ley, SAL AHORA MISMO.

Como autor del relato que sigue reclamo todos los derechos según las leyes internacionales de los derechos de autor. Estos derechos me los atribuyo bajo el seudónimo de: "Just Another Bloke."

CAPÍTULO 1.

La había visto por los alrededores de la vecindad y había entrado en la tienda unas cuantas veces. No había nada particularmente impactante en ella: final de la veintena, unos 5 pies y 5 pulgadas (como 1,65 m), esbelta, pelo oscuro corto, piel suave aceitunada, grandes ojos marrones. Parecía una cosita pechugona y bien proporcionada, aunque era difícil valorar su cuerpo con la ropa conservadora que llevaba. Como muchas mujeres, Ivette parecía a veces muy atractiva y otras resultaba decididamente vulgar.

Pero no fue su apariencia lo que me atrajo de ella, fue su actitud. Yvette parecía lo suficientemente amigable las raras ocasiones que entraba a la tienda, pero era una amigabilidad claramente poco sincera. Había a su alrededor un aire de arrogancia, del que eran ejemplos sus expresiones engreídas y maneras pretenciosas. Quería ser yo el que borrara aquella expresión engreída de su cara.

Realmente no sabía mucho de ella; no sabía si tenía novio, o novia por ejemplo. Todo lo que sabía era que era profesora de inglés en St Bridges; una Escuela privada muy elitista y exclusiva de Waverly. Pero había visto lo bastante de Yvette para saber que me gustaría pasar algún tiempo a solas con ella; me gustaría jugar con ella.

Hacía unos tres años que tenía la tienda de fotografía, y nunca dejaba de sorprenderme lo aburrida que es la gente, y lo aburridas que son sus fotos. Bebés feos, novias gordas, gente aburrida haciendo cosas aburridas.

La mayoría de las fotos de desnudos o fotos de follar eran de "strippers" (N. del T.: personas que hacen 'strip-tease', que se desnudan en público por dinero) en fiestas golfas o de mujeres feas haciendo cosas con otras mujeres feas. No sé que es lo que pasa con las feas, pero son las únicas que realmente adoran hacerse fotos desnudas o fuertes de ellas mismas, y cuanto más feas son, más explícitas son las fotos.

El resto de las fotos de desnudos y de follar eran normalmente solo tetas y coños, nada especial. O las fotos están tan desenfocadas que no puedes ver la cara que corresponde a un coño. Habían sido cinco ocasiones en los tres años que llevaba en la tienda en que me había cruzado con fotos que podía usar. Yvette hizo la sexta.

Vino una mañana con dos rollos de película. Mientras me pasaba el segundo dijo, más para sí misma que para mí: "no sé que es lo que hay en este..." Dijo algo de que lo había encontrado en un cajón, pero realmente no la estaba escuchando. Mi mente estaba ocupada especulando que aspecto tendría bajo aquel atuendo sin gracia.

"Las recogeré por la mañana." Dijo con aquella voz suya indiferente y que no mostraba interés. Un rastro de la sutil fragancia que llevaba quedó en el aire que me rodeaba, mientras la veía pavonearse a través de la puerta. Había incluso arrogancia en ella por la manera en que caminaba.

El primer rollo era la habitual mierda aburrida. El aeropuerto de Sydney; un Qantas 747 (N. del T.: Qantas es una de las principales líneas aéreas australianas), el interior de un avión, la pista de despegue, nubes, y más nubes. "Puñeteramente excitante. Vale la pena sacar 36 fotos de esto." Me dije para mí, mientras veía caer en la bandeja más fotos de nubes.

Las primeras fotos del rollo que había encontrado en el cajón eran igual de aburridas: Yvette en el ferry camino de la isla de la estatua de la Libertad; Yvette mirando hacia arriba, hacia la estatua de la Libertad; Yvette subiendo las escaleras interiores de la estatua de la Libertad; Yvette mirando hacia fuera desde la estatua de la Libertad. Luego no había más fotos de Yvette, solo fotos de las vistas al cruzar Manhattan.

Allí estaba sentado, mirando como las fotos caían en la bandeja, pensando que jodidamente estúpida es la gente cuando la vi. Yvette desnuda, tumbada en una cama, metiéndose por el culo un gran consolador rojo.

Diga lo que diga la gente, en la vida no hay como tener suerte.

Había once fotos de Yvette y su amiguito de plástico rojo, incluidas dos en las que estaba haciendo algo que incluso yo encontré repugnante. Su carita se veía perfectamente y bien iluminada en cinco de ellas. Las otras seis eran solo primeros planos de su coño. Supongo que era su coño, pero ¿tal vez el amigo de la cámara tenía coño también?

El momento no podía haber sido mejor, Melanie iba a visitarme aquella noche. Era la vigésimo séptima vez que me visitaba Melanie; la vigésimo séptima vez que había jugado con ella, y sería la última que jugaría con ella. Siempre he mantenido la opinión de que en situaciones como esta necesitas dar a la mujer una sensación de esperanza. Hubiera podido decirle fácilmente a Melanie que su culo era mío durante todo el tiempo que me diera la gana, para todo lo que quisiera. Pero nunca puedes estar seguro de cómo va a reaccionar la mujer; si es lo suficientemente fuerte mental y emocionalmente para soportar una experiencia de esa clase sin saber cuando terminará, o si terminará.

Siempre es posible que alguien acabe encontrando el cuerpo sin vida de la mujer extendido sobre la cama, con el estómago lleno de píldoras para dormir o anfetaminas. Tienes que darles una sensación de esperanza, esa fue la estrategia que había adoptado con Melanie: 28 fotos, 28 visitas, y todo acabaría. Adoptaría con Yvette la misma estrategia.

"Trataré mañana contigo, perra." Dije mirando una foto de Yvette follándose con su gran consolador rojo. Por ahora mis pensamientos estaban centrados en Melanie, cómo nos encontramos, cómo la había sometido a mí, y como jugaría con ella por última vez aquella noche.

Melanie era una madre de 27 años, con dos hijos, solo llevaba separada de su marido cuestión de meses cuando la conocí. Tenía aspecto moreno mediterráneo: pelo negro hasta los hombros, una cara guapa en un sentido un tanto de andar por casa, grandes tetas con una aureola muy oscura y pezones increíblemente largos. El aspecto general de su cuerpo no era malo para una mujer que había dado a luz a dos hijos. Aunque su coño no era su característica más atractiva; tenía grandes y feos labios que yo encontraba de lo menos apetecibles.

Era una mujer sin pretensiones y recatada, tanto en su comportamiento como en su apariencia. Una mujer un poco plana, no exenta de atractivo, pero no el tipo de mujer que hace que se vuelvan las cabezas. Ciertamente yo no hubiera reparado en ella si no hubiera visto sus fotos.

Era suficientemente humillante para las mujeres que tuvieran que someterse a mí a causa de su propia estupidez, pero tenía que haber sido incluso peor para Melanie; tener que someterse a mí porque había sido traicionada por la persona en la que más confiaba; traicionada por su marido. Podía haberme entregado a Melanie con una nota alrededor del cuello que dijera: "Aquí la tienes, es tuya, haz lo que quieras con ella."

Pero, aparte de todo eso, si Melanie no se hubiese comportado en primer lugar como una viciosilla pervertida de tal calibre él no habría conseguido las fotos, no habría podido traicionarla.

Todas las mujeres tienen algo de viciosas, algunas más que otras. Todas tienen sus propios fetiches y fantasías. Sus propias fantasías de violación, o incesto o abusos múltiples. A veces da la impresión de que cuanto más inocente y virtuosa parece externamente una mujer más fuertes y pervertidas son sus fantasías. Este era el caso de Melanie. La fantasía que la obsesionaba había sido la misma desde que podía recordar, y siempre ocurría de la misma manera. Estaría desnuda a excepción de una bata de seda roja, se pondría a cuatro patas sobre el suelo de tierra y un rottweiler la montaría desde detrás.

Mel, como la llamaba su marido, había estado casada con Brendan, un profesor de la facultad de Biología, durante tres años, y le había dado un hijo cuando le confío su fantasía. Después de eso había veces en que Mel describía lo que ocurría en su fantasía mientras follaban. Aparentemente la imagen de su mujer montada y follada por un perro atraía a Brendan.

Unos seis meses después del nacimiento de su segundo hijo, que sin duda fue concebido mientras Melanie gritaba, "Fóllate a tu perra en celo," Brendan y Mel se trasladaron a una casa más grande, y por feliz coincidencia, o acto divino, o más probablemente acto de Satán, sus nuevos vecinos tenían un rottweiler de tres años llamado Khan, y su casa nueva tenía una vieja caseta de herramientas con suelo de tierra.

Melanie y Brendan recordaron como se sonrieron maliciosamente cuando vieron a Khan por primera vez. Era una bola de músculo de 110 Kg., gruñidora y babosa. Su cabeza estaba a la altura de la entrepierna de Mel cuando estaba delante de ella, algo que ella aparentemente encontraba un tanto entretenido. Mel y Brendan hablaban más a menudo de 'follar al perro' cuando practicaban el sexo y se hacían chistes mutuamente respecto a Mel consumando su relación con Khan.

Brendan alegó que pilló a Melanie en varias ocasiones mirando a Khan por la ventana trasera y masturbándose, Mel lo negó, pero admitió que se había masturbado algunas veces en la cama o en la ducha pensando en Khan. Cada uno alegaba que fue el otro el primero en sugerir que Mel llevara a cabo de verdad su fantasía con Khan, pero ambos querían que ocurriera, ambos ayudaron a prepararlo para que ocurriera y ambos disfrutaron con ello, de modo que quien lo sugiriera es irrelevante.

La oportunidad se presentó al poco tiempo de trasladarse. Los propietarios de Khan salieron fuera el fin de semana; Melanie y Brendan aprovecharon la oportunidad que se les presentaba. Se ofrecieron a cuidar a Khan, sus vecinos aceptaron gustosamente, sin saber lo bien que Melanie iba a cuidar de su perro. Les dejaron los niños a la hermana de Melanie para el fin de semana.

Aparentemente la idea era que irían a la caseta, Mel se pondría a cuatro patas en el suelo de tierra con el culo al aire, mientras Brendan sujetaba a Khan de la correa, con su cabeza gruñona y jadeante solo a unos pies por detrás de ella. Mel empezaría a masturbarse, fingiendo que Khan se la estaba follando, sería cosa de Mel decidir si seguir adelante o no. Era obviamente una idea jodidamente estúpida, de dos personas obvia y jodidamente estúpidas; ni siquiera consideraron que Khan podía tener sus propias ideas sobre lo que ocurriría cuando tuviera delante de la cara el coño húmedo de Mel.

Brendan y Melanie disfrutaron juntos de una cena romántica con vino y velas y música suave. Melanie estaba desnuda bajo la bata de seda roja que se había comprado el día antes. La bata era exactamente como la que llevaba en su fantasía.

Después de cenar se sentaron en el salón y estuvieron viendo un vídeo de bestialismo. Demasiado para la fantasía. Melanie estaba aparentemente casi echando espuma por la boca después de ver el vídeo. Brendan afirmó que dejó una gran mancha de humedad donde estaba sentada, Melanie no lo discutió.

Brendan bajó primero a la caseta de las herramientas, encendió la luz fluorescente, le puso la correa a Khan y esperó a Mel. Ella bajó a la caseta pocos minutos después, sin duda dejando tras de sí un rastro de jugo de coño sobre la hierba mientras caminaba.

Sus versiones de lo que ocurrió luego eran idénticas, palabra por palabra:

"Tu perra está aquí, Khan." Dijo Brendan cuando Mel apareció en la puerta.

"Y tu perra está en celo." Añadió Mel, mientras se soltaba lentamente la bata, se la deslizaba por los hombros, se restregaba entre las piernas con ella y la tiraba al suelo delante de Khan.

Aparentemente al gran rottweiler le gustó el aroma de Melanie. Hizo jirones la bata, exactamente como hacía el perro de su fantasía. Fue entonces cuando Melanie percibió por primera vez aquella noche la polla de Khan, había hecho que se empalmara, y era enorme, exactamente como la del perro de su fantasía.

"Tu perra está lista para ti, Khan." Dijo Mel, mientras se agachaba en el suelo a cuatro patas y empezaba a jugar con su cuerpo.

"Tu perra está en celo, está húmeda y esperándote para que te la folles con tu gran polla de perro. Soy tu perra, Khan, tu perra en celo y quiero dentro de mí tu polla de perro."

Melanie no estaba segura de lo que ocurrió después de eso. Brendan afirmaba que le preguntó si quería hacerlo, si realmente quería que el gran rottweiler se la follara. Según él, su esposa se limitó a mirarle por encima del hombro y decirle: "Sí..."

Condujo a Khan hacia Melanie, el enorme animal se libró fácilmente del agarre de Brendan y montó a su mujer, las garras del perro hicieron profundas señales rojas de arañazos en su espalda mientras le embestía salvajemente el coño con su polla, intentando penetrarla. Brendan afirmaba que la polla de Khan era del tamaño de la muñeca de un hombre, pero que la deslizó fácilmente en el interior de su esposa en una embestida salvaje.

Según Brendan, después de que la polla de Khan estuviera dentro de Melanie, se limitó a echarse atrás y observar y escuchar. Los ruidos que hacían la mujer y el perro eran distintos de todo lo que hubiera escuchado nunca, y que, a veces, era difícil distinguir que ruidos hacía el perro y que ruidos hacía la mujer.

Melanie negaba que tuviera la menor idea de que Brendan había hecho fotos de ella siendo follada estúpidamente por el perro. De hecho todo un carrete entero de fotos, 36 fotos; 36 disparos de la cámara; 36 momentos de la luz intensa del flash; y ¿Melanie no lo notó?

Mirando las fotos, la expresión de la cara de Melanie, es realmente posible que no se diera cuenta. La caseta de las herramientas podía haberse venido abajo a su alrededor mientras se arrastraba por el suelo con el rottweiler encima de ella, y probablemente no se hubiera enterado.

Brendan afirmaba que duró una media hora, y que Mel alcanzó el clímax tres veces mientras se la follaba Khan, y otra vez cuando Khan soltó su carga dentro de ella. Melanie no tiene ni idea de cuanto duró, pero, cuando se la forzó a ello, admitió haberse corrido al menos seis veces, siendo el más intenso de sus orgasmos cuando ella y Khan llegaron juntos al clímax. Que tierno.

La última foto era de Melanie tumbada en la tierra, aparentemente semi inconsciente; cubierta de pelo de Khan y de su corrida, y del jugo de su propio coño y de su sudor. Fue una experiencia que Melanie nunca olvidaría, y de la que se arrepentiría siempre.

Poco tiempo después de aquella noche su relación se deterioró. Ambos niegan que lo que ocurrió aquella noche con Khan tuviera algo que ver con sus problemas; se suponía que el problema era una joven alumna rubia de Brendan que le había cogido gusto a su polla. Pero lo que Melanie hizo con Khan siempre parecía salir a la luz cuando discutían.

"Es de mal gusto, es casi lo bastante joven como para ser hija tuya." Le gritaría Mel a su marido. "¡Y que decir de ti! ¡Te corres follando con perros!" Le devolvería Brendan a su esposa. ¿No es maravilloso el matrimonio?

Acabó en una separación amarga, rencorosa, que no sorprendería a nadie con un mínimo de inteligencia. Poniendo por una parte el hecho de que Brendan estuviera casado con una mujer que se corría follando con perros, y que Brendan se corriera metiendo la polla en la boca de una chica de 15 años, todo el concepto de monogamia y matrimonio resulta estropeado.

Se llevaron mutuamente a los tribunales, pelearon por la custodia de los niños y los derechos de visita, y las propiedades, y, por supuesto, el dinero. Como es habitual, Brendan, siendo el macho, resultó vapuleado por los tribunales; Melanie se quedó virtualmente con todo.

Ella se rebajó todo lo necesario para asegurar que ganaba, y que Brendan acabara sin nada; incluyendo quitarle a Brendan la amiguita con coletas de la escuela.

Brendan se convirtió en un hombre muy enfadado y amargado, sin trabajo, sin dinero, sin acceso a sus hijos, y una estancia de tres meses en la prisión de Goulbourne por relaciones sexuales con una menor. Y todo era culpa de Melanie.

Brendan vino a verme poco después de salir de prisión. Una de las pocas posesiones que le habían dejado era un carrete de fotos sin revelar. Tenía el aspecto del perdedor que es cuando vino a verme. Dijo que tenía algunas fotos que revelar, pero que necesitaba a alguien en quien pudiera confiar, alguien que fuera discreto. De entre todos los sitios de procesado de fotos de Sydney eligió mi pequeña tienda en Bondi. En la vida no hay como tener suerte.

Brendan quería a alguien que fuera discreto, pero él era cualquier cosa menos discreto. Aún antes de pasarme el carrete ya me había contado toda su versión de los hechos. Parecía como si hubiera repasado los recuerdos de los acontecimientos de aquella noche muchas veces antes.

Fui muy atento y comprensivo: "Es una jodida perra, tío." Dije con simpatía. "Espero que esa jodida viciosa tenga lo que se merece, amigo." Ahora Brendan y yo éramos amigos. Y yo me aseguraría de que la perra tuviera lo que se merecía.

Le dije a Brendan que revelaría las fotos fuera del horario, cuando no hubiera nadie por allí. El estúpido capullo me creyó. Aún más sorprendentemente me creyó cuando le dije que las fotos no habían salido. Le entregué un paquete con 36 fotos de oscuridad, con unas cuantas salpicaduras de luz. "La película era demasiado vieja, tío." Dije abatido. Brendan incluso me dio las gracias por mi comprensión y las molestias. La estupidez flagrante no es privilegio solo de las mujeres.

Me volvió a dar las gracias cuando le dije que solo le cobraría la mitad del precio.

Brendan no era mal fotógrafo. La mayoría de las fotos del gran rottweiler follando con Melanie eran claras y bien encuadradas. Khan y su perra tenían ojos rojos en algunas de ellas, pero eso incluso añadía efecto de alguna manera.

Melanie y Brendan no estaban de acuerdo en cuantos orgasmos había tenido mientras Khan estaba sobre ella y dentro de ella. Pero había 28 fotos que tenían unos planos claros del rostro de Melanie en ellas, con la hora registrada desde las 11:18 de la noche hasta las 11:45, y Melanie parecía que estuviera corriéndose en todas ellas. A juzgar por las fotos, Melanie solo había tenido un único orgasmo, pero había durado 27 minutos.

Me alegré de tener a Melanie dentro de la oficina la primera vez que le mostré las fotos. La estúpida perra perdió completamente los estribos. Se puso histérica. Me llevó casi media hora conseguir que se calmara, aproximadamente el mismo espacio de tiempo que utilizó para follar con el perro.

Incluso cuando ya la había calmado farfullaba casi incoherentemente.

Si Brendan conseguía las fotos ella perdería la custodia de sus hijos, ellos eran su vida... Todo era muy emocionante. Las lágrimas le caían rostro abajo mientras estaba allí sentada con su estúpido vestido de mamá de flores. Incluso me impresioné a mí mismo con lo compasivo y comprensivo que era:

"Estoy seguro de que eres una madre maravillosa, Melanie." Le dije con suavidad. "Una madre maravillosa con algo hacia los grandes perros de grandes pollas. ¿Se parecería su hija a la madre?" Añadí para mí mismo.

Siguió despotricando respecto a que Brendan no tenía que haber sacado aquellas fotos. Me miró con grandes ojos tristes y dijo: "Son mis niños. Soy su madre. Haría cualquier cosa por ellos. Siempre lo he hecho." Le puse la mano en el hombro, la miré a los ojos y dije suavemente: "Es una pena que no incluyera solo tener sexo con otros humanos, Mel." Y así es como conseguí a Melanie. Su marido lo hizo todo excepto envolvérmela para regalo.

He disfrutado jugando con Melanie, y sabía que para ella también había sido una experiencia. Por eso quería hacer que su última visita fuera especial. Algo que recordaría siempre.

Al principio pensé en llevarla a la perrera y hacerla escoger un perro con el que follar para entretenerme. Pensé que sería un final un poco profético. Pero ahí estaba la cosa, disfrutaría demasiado.

Melanie llegó a la tienda exactamente a las 8 de la noche, como se le había ordenado, y estaba vestida exactamente como se le había ordenado: una falda negra de cuero cruelmente corta y por arriba una camiseta cortísima negra. Sin sostén, sin bragas, sin zapatos. La única otra cosa que llevaba era tinte de uñas negro en las uñas de las manos y los pies. Estaba vestida como la puta barata que había llegado a ser para mí. Pero solo lo había hecho por el bien de sus hijos, por supuesto. Dios prohibe que acabaran con su padre que tenía algo con las mujeres muy jóvenes. Los niños estarían mucho mejor con su madre, que tenía algo con los perros.

"¿Es así como estabas vestida en el autobús, puta?" Pregunté a Melanie cuando abrí la puerta. "Sí Amo." Contestó rápidamente.

"¿No llevabas un abrigo y te lo has quitado antes de venir aquí?"

"No Amo." Tenía una expresión de auténtica sorpresa en la cara. "Nunca le desobedecería." Había hecho un largo recorrido en sus 27 visitas anteriores. Sabía que estaba diciendo la verdad. Era la última vez que tendría que someterse a mí. Había pasado por demasiadas cosas para joderlo ahora desobedeciéndome.

Melanie se había sometido a todas mis exigencias, pero había soportado la experiencia. Nunca había disfrutado realmente con las cosas que le hacía o las que le hacía hacer. Hubo veces en que había llegado al clímax pero era una pura reacción física a lo que se le estaba haciendo, no la cima del placer que buscaba. Sus orgasmos habían sido poco más que funciones corporales. Se había sometido a mí, pero nunca se me había entregado; hay diferencia.

La llevé a la sala de entretenimientos. Me da igual la palabra: Mazmorra. La sala no es una mazmorra, es una instalación. Un lugar donde juego con mujeres estúpidas como Melanie y Linda y las otras; y viciosas como Kim y Rachael y las de su clase; y es un sitio donde pronto jugaré con Yvette.

La sala estaba en la oscuridad, excepto una zona de luces blancas brillantes. Melanie conocía muy bien este sitio, sabía lo que se esperaba de ella. Desapareció en la oscuridad y emergió de nuevo en la zona de luz donde se arrodilló, miró hacia donde estaba yo de pie en las sombras y dijo: "¿Qué puedo hacer para darle placer, Amo?"

"¿Qué puedo hacer para darle placer, Amo?" Brendan repitió sus palabras mientras aparecía en la zona de luz delante de ella. Melanie tenía en la cara y en los ojos una expresión de terror que no había visto desde su tercera o cuarta visita. Se había acostumbrado a ser humillada y torturada y usada como juguete, y se había acostumbrado a mis pequeñas sorpresas. Había aprendido a soportar lo que le hacía. Pero escuchar la voz del hombre al que odiaba y despreciaba tanto. Verle allí de pie delante de ella no era algo que pudiera soportar.

"Amo." Gritó mirando alrededor de la sala oscurecida, esperando que todavía estuviera allí, pero sin saber si estaba. "Por favor, no me haga esto a mí... por favor..." No respondí a su patético lloriqueo, me limité a sentarme en la oscuridad y disfrutarlo. Disfrutar de las expresiones de su rostro, del sonido de su voz. Disfrutar de sus súplicas para que no dejara que él la tocara.

"Yo soy tu Amo esta noche mi esposa viciosilla follaperros." Dijo Brendan en voz alta, la amargura de todo lo que había ocurrido le llenaba la voz. Y técnicamente estaba en lo cierto. No solo sobre lo de esposa viciosa follaperros, respecto a eso él era exacto, pero todavía no estaban separados, todavía no se habían divorciado, técnicamente ella todavía era su esposa. Su esposa viciosa follaperros, como había dicho.

Observé la cara de Melanie, llena de humillación, su mente acelerada. Igual que lo había estado aquel día en mi oficina. Tenía que tomar una decisión. Someterse al hombre que odiaba tanto o arriesgarse a perder a los niños que tanto quería.

Había pasado por tanto, esa noche sería el fin de esto. No fue una decisión difícil de tomar para Melanie. Miró a Brendan con expresión sumisa y dijo: "Soy precisamente la viciosa follaperros con la que se casó, Amo. No merezco ni lamer sus botas. Pero tiene que haber algo que pueda hacer para darle placer, Amo. Haré cualquier cosa que desee, lo haré todo. Tiene que haber algo que una viciosa follaperros como yo pueda hacer para darle placer o divertirle, Amo."

Brendan la miró sorprendido. No podía creer lo que estaba viendo, lo que estaba escuchando. Puso el pie más cerca de ella y Melanie bajó rápidamente la cabeza y empezó a lamer sus sucios zapatos de tienda de segunda mano. Observó como su lengua recogía todos los restos de barro y mugre, hasta que sus zapatos brillaron por todas partes con su saliva. Luego bajó la mano y la agarró del pelo y la mantuvo así, sus ojos fijos el uno en el otro.

"¿A cuántos perros más te has follado, Melanie?" Su voz destilaba odio y asco hacia la mujer que amó una vez, la mujer que había dado a luz a sus hijos.

"Solo uno, Amo." Contestó suavemente. Ofreciéndole el placer de ser humillada por lo que estaba admitiendo. "Jack. Un doberman que compré después de que nos separáramos, Amo." La retiró furioso y asqueado, pero sus ojos seguían fijos el uno en el otro mientras ella se arrodillaba a sus pies.

"¿Por qué un doberman, Melanie? Pensé que preferías los rottweiler."

Su voz estaba llena de sarcasmo, pero obviamente disfrutaba oyéndola hablar sobre ese tema.

"Los prefiero, Amo. Pero los rottweiler son demasiado agresivos. Los doberman son más fáciles de entrenar y controlar. Jack me folla el culo y me lame también mi sucio coño de puta." Melanie había hecho alguna investigación sobre el mejor amigo de la mujer.

Brendan hizo que le contara todo sobre Jack. Cuanto tiempo había pasado entre que la dejó y lo compró: alrededor de un mes. Con que frecuencia se follaba al perro: al menos dos veces a la semana. Donde se lo follaba: normalmente en su cama. Cuando se lo follaba: normalmente por la noche cuando los niños estaban dormidos. Era su polla tan grande como la de Khan: no, era más grande. Se la chupaba al perro: sí. Se lo tragaba: sí. Le gustaba el sabor de la corrida de perro: sí, le encantaba. Cuando fue la última vez que se folló al perro: sobre las once de la noche pasada. Cuando se lo iba a volver a follar: en cuanto estuviera en casa esa noche.

Brendan quedó en silencio mirando a Melanie durante un buen rato después de aquello. Melanie estaba de rodillas mirándole servilmente. Había aprendido a soportar la humillación, tal vez incluso a disfrutarla, aunque solo fuera un poco.

Durante las siguientes dos horas y media Brendan la azotó y se la folló y abusó de ella con una pasión que solo puede inspirar el odio. Melanie hizo todo lo que él le decía sin vacilar. Quiso que se corriera mientras ella le lamía el ojete; usando un gran vibrador apretado con fuerza contra su clítoris pudo hacer lo que él quería.

Brendan se corrió una vez en su culo, y luego de nuevo más tarde en su boca. Tragó hasta la última gota de su corrida y le lamió la polla hasta dejarla limpia. Cuando Brendan terminó con ella, la tiró en un rincón de la sala, la trabó de la forma en que yo le había mostrado, y tuvo el inmenso placer de orinar encima de ella. Me encantó que Melanie abriera la boca cada vez que le dirigía el pis a la cara.

Mientras observaba como meaba a la mujer que acostumbraba a llamar cariñosamente Mel, me imaginé el día de su boda; los dos de pie juntos ante el altar; el pastor pidiéndoles los votos: "Amarse, honrarse y respetarse todos los días de vuestras vidas." Vaya montón de mierda.

Melanie estaba todavía atada en la esquina, cubierta con la corrida de su marido y la orina, bastante después de que Brendan se hubiera ido. Caminé hasta ella y me miró: "¿Hay algo que pueda hacer para darle placer, Amo?" Me preguntó con suavidad. "Sí. Date una jodida ducha."

Después de haber recogido aquel desorden, darse una ducha y asearse, llamó suavemente a la puerta de mi oficina y esperó el permiso para entrar. No le había dejado fuera nada que pudiera ponerse, de modo que estaba desnuda cuando entró en mi oficina. Como la mayoría de las mujeres, Melanie no resultaba tan bien totalmente desnuda, y como la mayoría de las mujeres, lo sabía.

Se colocó delante de mi mesa y dijo: "¿Hay algo más que quiera que haga yo, Amo?"

"No. ¿Quieres tu recibo ahora, Melanie?" Había en su rostro una expresión difícil de catalogar: alivio es probablemente lo más cercano. Estaba casi superado. "Sí, por favor Amo."

Melanie me siguió a la sala de entretenimiento, se colocó en la plataforma, se dobló sobre el marco de metal y agarró los asideros que había delante de ella. Lo levanté hasta donde quise y empecé a tatuarle una línea roja, como de una pulgada (unos 2,5 cm) de larga y un octavo de pulgada (unos 3 mm) de ancha, sobre el carrillo izquierdo de su culo; era la vigésimo octava línea que había tatuado en el culo de Melanie.

Tengo la oportunidad de jugar con mujeres como Melanie y Leanne e Ivette porque son lo bastante estúpidas como para entregarme a revelar carretes de película de ellas mismas, en los que están haciendo cosas obscenas o pervertidas. Si quieren las fotos tienen que ganárselas, y se las ganan visitándome, y sometiéndose a mí. En el caso de Melanie eran 28 fotos, lo que quiere decir 28 visitas y 28 líneas tatuadas en su culo. 28 es más que la mayoría, pero ni siquiera se acerca a lo de Linda. Todavía tenía unas 30 fotos que ella habría tenido que ganarse, pero ya estaba aburrido de Linda.

El tatuaje es un acto simbólico en un sentido. Es una marca permanente que he dejado en el cuerpo de una mujer, un recuerdo duradero del tiempo pasado conmigo. Sería un tema interesante de conversación para cualquier pareja actual o futura que tuviera la mujer. También tiene una función práctica, es una manera de que la mujer mantenga la cuenta de cuantas veces me ha visitado, su recibo. Pero, lo más importante, me gusta hacerlo.

Cuando hube terminado me eché atrás y admiré las 28 líneas rojas en el culo de Melanie. "Gracias, Amo." Dijo suavemente mirando las marcas de su culo en los espejos que la rodeaban. Iba a echar de menos a Mel. Tal vez ella también iba a echarme de menos, al fin y al cabo, o tal vez no.

Melanie tenía un aspecto muy distinto cuando entró en la oficina vestida con el vestidito de mamá con flores que había llevado la primera vez que vino a verme. Parecía como millones de otras mamás por todo el país, camino del colegio para recoger a los niños.

El vestido y todo lo que llevaba la primera vez que vino a verme había estado en mi oficina desde aquella primera vez que nos encontramos. Aquel día había salido llevando un minúsculo bikini que era dos tallas menos que la suya. Después de la tercera visita salió llevando solo una camiseta que tenía escrito en la espalda: 'Lo hago con perros'.

Melanie, mamá, se dirigió a donde estaba sentado en el sofá de mi oficina y dijo: "¿Hay algo más que pueda hacer por usted, Amo?" Me miré a la entrepierna. Melanie inmediatamente se arrodilló y empezó a soltarme el cinturón.

"No tienes que hacer eso más, Mel." Le dije sonriéndole. "Se acabó." Tenía en la cara una expresión de confusión, cuando me dirigí a mi mesa y saqué un gran sobre que contenía todas las copias y los negativos de ella con Khan. No estaba segura de si todavía estaba jugando con ella.

"Se acabó, Mel, no tienes que volver." Le pasé el sobre. "Pero todavía puedes chupármela si quieres hacerlo, ahora eres muy buena en eso. Podrías llevar una buena vida haciéndolo."

"¿Puedo irme ahora, por favor?" Fue todo lo que dijo.

"Sí, puedes irte. Sé que Jack, el doberman, te está esperando."

Había terminado con Melanie, al día siguiente empezaría a jugar con Yvette.