Jugando con tu cuerpo
Empezaste a chillar, estabas acojonado, medio en pelotas, tripa arriba y con un dolor de cabeza conseguido por meritos propios y ajenos.
Jugando con tu cuerpo
Fue fácil. Tú estabas allí, en aquel bar de copas, intentando insinuarte, por cierto de forma poco sutil, con todas las tías que pululábamos por la barra. Te creías muy seguro, haciéndote el inteligente, el compresivo, el receptivo, o sea en plan baboso. Lo malo es que se te notaba demasiado el hambre de coño que tenias.
Te arrimabas, bebías, hablabas y al final hasta le ponías la mano en la cintura a la fémina de turno, intentando luego deslizarte hacia su culo. Cuando me toco el turno, pues ya varias tías te habían dado un discreto esquinazo, yo ya estaba preparada, ya te había calado en tus torpes andanzas. Una pastillita en tu bebida, ventajas de ser del ramo sanitario, dieron al traste con tu consciencia, y medio mareado, te guié caritativamente hasta tu coche, me distes las llaves balbuceando tontas palabras de amor y te lleve a mi casa.
Una vez en mi territorio, te logre empujar a trompicones hasta mi habitación, ya ves un detalle por mi parte, una bonita estancia repleta de muñecas barbi, pósteres de cantantes guapos y algún peluche, recuerdos de una infancia no tan lejana. Conseguí desnudarte aunque te deje con los calzoncillos puestos, no quería ver aun tu polla fláccida, ya tendría tiempo de jugar con ella.
Te quedaste frito, casi ni respirabas, no estabas mal para ser un tío ya no tan joven, un poco de incipiente tripita y un poco demasiado peludo, pero el morbo ya hacia que mis entrañas se empezaran a fundir. Una ducha me quito el olor del trasnoche y me calmo las carnes temblorosas.
Al día siguiente mientras yo aun dormía en la habitación que fue de mis padres, amplia cama y más recuerdos de la infancia, tú te despertaste. Resacoso y medio drogado no comprenderías porque estabas atado de pies y manos como un San Andrés, aquel que crucificaron en una cruz en forma de aspa, como se nota mi educación con las dulces monjitas. Empezaste a chillar, estabas acojonado, medio en pelotas, tripa arriba y con un dolor de cabeza conseguido por meritos propios y ajenos.
Me levante gozosa, iba a ser un sábado apasionante, me acicale y me plante ante tu presencia. El resto ya lo sabes, de repente se te había aparecido una figura de riguroso negro, hasta con guantes y con una caperuza a modo de verdugo medieval, seguro que te pusieron de corbata los huevos. Luego ya cuando vistes mis ojos castaños, y mi fina boca, ya te relajaste algo. Tal vez pensaste que yo era el plan de anoche, que habías follado conmigo y que ahora venía la segunda parte en plan viciosillo. No andabas descaminado aunque de follar poco. Tenia otros planes para ti, prefería follar con mi novio, aunque desde luego lo de hoy te iba a excitar un poquito más de la cuenta, y a mi ya me tenia el coño chorreando.
Entre el hachazo que aún llevaban tus neuronas y la desorientación de la circunstancia no me hacías mucho caso, solo sonreías, esperando la parte dulce del asunto. Como oláis aun a humo y a alcohol, los bares de copas huelen igual que cualquier vulgar garito cervecero, decidí lavarte y eso fue por lo que empecé a restregarte con una esponja, jabón y agua calentita. No sabias que decir, excepto que te soltase, y no eso no estaba dispuesta, con lo bien que me lo estaba pasando. Frotándote los sobacos, el cuello, bajando entre tus tetillas y dejando un pocillo de espuma en tu ombligo. Notaba como se me ponían los pezones de punta de la emoción.
Cuando ya estaba frotándote los muslos, caíste en la cuenta de que hacia horas que no habías vaciado tu vejiga, en fin, hay que ser comprensiva. Así tu minga con mis dedos enguantados como con asco y canalice tu orina hacia una botella de cuello ancho. Tú ni me mirabas, avergonzado de necesitar mi ayuda para no mearte encima.
Cuando ya por fin di los últimos golpecitos para que cayeran las ultimas gotitas ¿Se hace así? ¿No? Te metí la pollita aún derrengada dentro del calzoncillo, esa zona no te la pensaba lavar, que es pecado tocar pollas desconocidas y me fui a desayunar, aún estabas demasiado bajo de forma para serme útil.
¿Qué pensarías en ese rato de espera? Que estabas en manos de una sádica, una depravada, tal vez. O tal vez, estarías pergeñando estrategias para intentar convencerme, no se, no me importa lo que pensaras entonces, lo único que me interesaba es lo que iba a pasar después, y el magnifico desayuno que me estaba metiendo entre pechos y espalda.
Cuando volví a verte, la cara se te ilumino, pensabas que ya la cosa estaba clara, al verme solo con los pantis, el sujetador y mi capucha de verdugo, ya intuías que lo que tocaba era sexo.
Si sexo, pero a mi manera, me encanto ver como alzabas la cabeza, y tus ojos se fijaban en mi pubis, cuyo cuidado vello se traslucía debajo de las medias. Mi cuerpo algo pálido hace un contraste perfecto con la ropa interior negra. Eso ya lo conocía yo ¿Cuántas veces me habría masturbado delante del espejo? Nadie mejor que yo sabia lo excitante que era mi discreta languidez.
Mis dedos ahora desnudos fueron con la ayuda de una tijera cortando tu calzoncillo. Levantabas la cabeza un poco temeroso de ser operado de nuevo de fimosis. Que falta de confianza tenías, eso si algunos trasquilones si que hice en la hirsuta pelambrera que rodeaba a tus genitales, solo por jugar.
Luego cuando ya estabas totalmente expuesto a mi control, decidí empezar la función. Me senté en ese silloncito que permitía que me vieras, y empecé a tocarme, solo un poquito, pero sin pausa, mis dedos introducían el tejido de las medias en mi vulva, avariciosamente, sin prisas. Tu ahora no dejabas de mirar, toda la vergüenza qué habías tenido mientras miccionabas ahora se volvía tosca lujuria y deseo. Tu polla empezó a reflejar tu excitación. Me quite las medias que ya estaban empezando a tener una cierta humedad, mi coño abierto se te ofreció, mi abultado clítoris se rebelaba desde su refugio. Tu pene estaba precioso, tieso como una bandera.
Las yemas de mis dedos recorrían el camino que iba de mi vagina a mi culo, y tu lo podías ver, yo no, pero tus ojos no perdían ripio de este peregrinaje. Mis ojos entreabiertos en medio del gozo que me estaban dando no olvidaban tu cuerpo, tus pezoncillos también estaban contraídos y oscuros, el glande de tu pene clamaba al cielo.
Me instabas a que te montase, que te chupase la polla, a que te vaciase los cojones ¿te acuerdas? Si, se que te acuerdas, yo en lugar de eso me quite el sujetador, dejándote ver mis pechos. Me acariciaba las tetas, me pellizcaba los pezones, de mi boca salía saliva, que corría por mi barbilla y bajaba hacia mi cuerpo. Me ofreciste dinero, no soy una puta, no, esto lo hago porque me gusta ver como te excitas, como te pones cachondo, y nada puede satisfacer tu deseo, ni siquiera tu mano.¿Con cual te la sueles cascar la izquierda o la derecha?
Con un par de golpes, ya fueran de mi vagina, o de mi boca, o de mis tetas abrazando el ingurgitado tronco de tu pene, te correrías, te vaciarías y estarías satisfecho, pero no, eso no es lo que quiero. Deseaba ver como anhelas llegar a ese segundo, a ese instante fugaz de placer que es vuestro orgasmo. Tenerte allí, ver como tu capullo se amorata, eso es lo que me hacia mas feliz, mas feliz incluso que el consolador que me estaba metiendo ante tu cara desencajada. Tu picha podría ser la que ocupara ese lugar, pero no, ahí esta, ya se ha pasado hasta de tiesa, sería un buen posadero para las moscas, lastima que no estemos en verano.
Cuando luego me subí encima de la cama, con un pie a cada lado de tu cuerpo, pero sin rozarte, seguro que algo del jugo de mi coño cayo sobre tu vientre, eso te dejo de recuerdo. Bueno y también las babas de mi boca que deje caer sobre tu capullo, el cual ya estaba adornado por alguna pequeña y espontánea gotita traslucida de secreción, Fue entonces cuando me corrí. A punto estuve de ceder y de caer sobre tu boca, que tu lengua me hubiera rematado la faena, pero desistí. Tal vez me hubieras defraudado, prefiero lo que hice, gozar de ver como no podías gozar, como tu hombría se fastidiaba, porque no tenias quien te rozara la polla.
Si hubiera seguido un poco más te hubieras corrido sin necesidad de ayuda, o simplemente con la ayuda de mi aliento, soplando alrededor del poste, hubiera bastado, que bonito surtidor hubiera sido, y tu pringoso semen aparte de manchar tu cuerpo hubiese manchado mis sabanas. Eso si que no.
Casi llorabas, meneabas la cadera a ver si lograbas rozar tu miembro en la cama y así desfogar tu impotencia, me llamabas puta, cabrona, me suplicabas perdón y misericordia. Daba igual lo que me dijeras en ese momento, yo estaba fuera de mi, el saber que yo gozaba y tu sufrías, estando como estabas a un paso del placer hacia que me entrasen unos sofoco que me recorrían el cuerpo como en pocos orgasmos había tenido.
Cuando tuve un momento de lucidez decidí que ya había sido suficiente por hoy, fue cuando te inyecte otra droga. Las drogas son muy útiles ¿Sabes? Ni siquiera notaste el pinchazo, con los ojos cerrados para no ver mi cuerpo bailar encima de tu inutilizada masculinidad, pero yo musitaba y te describía a tus oídos siempre abiertos mi voluptuosa lujuria.
Cuando te dormiste me quite la capucha, me hubiera dado igual que me hubieras visto la cara, soy muy normalita, una chica morena de ojos castaños, seguro que ni me habrías reconocido posteriormente, pero me gusto el detalle pintoresco.
Tu polla aun estaba tiesa, dude en masturbarte mientras seguías dormido y meter mi boca en ella, y recibir esa oleada de ámbar, pero no, quiero que sepas que no, que si quieres gozar no será con mi ayuda.
Te lleve a tu coche, lo tenía en el garaje, te metí como pude en el asiento de atrás, seguro que algún moratón te has llevado en el proceso, te eche la ropa y te deje a lado de tu casa, o al menos la casa que figura en tu documentación.
Ahora cuando estés leyendo esta nota, puedes ser que ya te hayas cascado unas paja, pensando en mi, una paja rabiosa y acelerada, un placer onanista y sin la excitación de compartirlo con otro, no como el mío, que fue intenso gracias a tu desesperación. Ya sabes, la próxima vez que vayas de cacería, ten cuidado, pues una chica anónima, puede hacer que amanezcas amarrado a un lecho y la próxima vez, no se, tal vez estés boca abajo.