Jugando con negros

Aventuras de Kharine con negros, blancos y blancas en estaciones y trenes.

Nadar entre aguas negras y profundas o blancas y salvajes puede ser una experiencia inolvidable, más si luego zambulles en abismos inexplorados al menos por mi. Kharine vuelve a liarse entre razas y sexos en una maraña convulsiva.

Trabajaba en una fría ciudad castellana y me disponía a volver a mi ciudad por tren. Cogí un taxi con la esperanza de llegar a la estación antes de que partiera mi tren. Eran las nueve menos dos minutos cuando vislumbré la estación, pagué al taxista que sacó mi pesada maleta y me precipité al vestíbulo. En mi paseo los que allí estaban se quedaron mirándome fijamente desde que traspasé el umbral con sonoro taconeo.

Esa noche llevaba zapatos de tacón de aguja, medias de encaje sujetas , una negra falda tubo, bastante ceñida y un top negro escotado y muy ajustado que insinuaba mis curvas. Pero lo que más llamó la atención fue mi abrigo rojo que atrajo como un capote a más de uno que babeaba de ganas de estar conmigo.

Pregunté en taquilla si el tren de las nueve había pasado y me dijeron que acababa de salir y que no tendría otro tren hasta las doce pero que cogiera ya el billete pues iba a cerrar. Yo acababa de abandonar mi habitación de hotel y la perspectiva de pasar otra noche sola, no me atraía. Por otra parte, la estación estaba muy apartada de la ciudad y a esas horas no era aconsejable andar de noche así que decidí cenar en la cafetería y esperar allí hasta las doce en compañía de un buen libro.

Cuando estaba atacando mi bocadillo un hombre me preguntó algo. El hombre era joven, negro, musculoso y muy bien vestido. Le miré con sorpresa y admiración y respondí con gestos que en ese momento no podía hablar, tenía la boca llena. Cuando pude contestarle le dije "oui"

El me había preguntado si hablaba francés. El esperó a que yo acabara para seguir conversando. Yo, bastante entusiasmada por la idea de que podría practicar francés y de que aquel hombre estaba como un tren me excité muchísimo ante lo que parecía una velada memorable, y efectivamente, como veréis lo fue.

Le dije que esperara un segundo más ,marché al baño, me lavé las manos y vi que mis pechos se mostraban erguidos y mi corazón latía con fuerza.

Cuando salí me senté en un banco con él y me empezó a preguntar de dónde era, en que trabajaba, hacia donde viajaba, y yo contestaba y le hacía preguntas a su vez. Mientras él hablaba yo paseaba mis ojos por su camisa blanca abierta. Tenía un pecho ancho y lampiño, unas manos fuertes con uñas aseadas y dedos llenos de sortijas de oro, su perfume me embriagaba por momentos. Cuando yo hablaba, él también hacía su recorrido, por mi escote donde resbalaba un pequeño corazón de cristal, por mis ojos donde se detenía largo rato pero sobre todo por el borde de mi falda.

Un amigo de este chico se había alejado en cuanto yo me senté en el banco pero nos observaba, de vez en cuando, y lo mismo hacían el dueño del bar y otro hombre ataviado como ferroviario que parecían estar hablando de nosotros pues nos miraban y sonreían irónicamente.

Yo me sentía, por un lado, cómoda de estar hablando de cosas personales sin pudor pero, por otra parte, nerviosa ante lo que podría venir después. El joven senegalés empezó a indagar en cosas cada vez más personales, hasta que me dijo que le gustaría mucho visitarme en mi ciudad. Yo le dije que sí pero que no podría alojarle porque compartía piso con otras personas. Parecíó sentarle mal mi respuesta y empezó a preguntarme si tenía pareja, que sí salía mucho, lo cual me sonaba a amante celoso y decidí pararle los pies y le dije que se estaba aprovechando de que yo estaba sola en un lugar solitario para abordarme y que se quería aprovechar de mi, él me preguntó que si yo era racista y yo le dije que si fuera racista no habría estado hablando con él media hora.

El me dijo que si yo me sentía molesta me dejaría en paz y yo le dije que de acuerdo. Así que me senté en otro sitio y él se alejó bastante . Su tren a Barcelona saldría poco después que el mío así que teníamos para rato, aún dos horas.

Saqué mi libro aún algo enojada, y empecé a hojear pero …no me lo podía quitar de la cabeza. Su pecho, que yo deseaba lamer, …. Sus manos, que deseaba que acarciaran y apretaran mis carnes, sus brazos que ansiaba que me alzaran con fuerza, sus grandes y espesos labios que me los míos anhelaban , y sobre todo su gran verga africana…..

Y allí estaba con su amigo, de pie y alejado, mirando el escaparate de la prensa y charlando como en secreto. Yo les miraba de reojo y de vez en cuando les pillaba observándome. Y yo cada vez estaba más y más ardiente….lamentando haberle dado calabazas.

Ya habían pasado veinte minutos y yo aún llegaba por la primera línea como seguía nerviosa decidí pasar a los andenes. Mi tren pararía en el cuarto así que tendría que bajar mi maleta a pulso por la obsoleta escalera. Veinte kilos de equipaje.

Cuando empecé a alzarla el ferroviario se me acercó, me saludó y me dijo que él la bajaría. Así lo hizo. Era un hombre de unos cuarenta años, alto y algo de tripa, desprendía un discreto olor a sudor pero no demasiado, me recordó a mi ex y me entraron ganas de agarrarle cómo le agarraba a él. Dado mi estado de ansiedad volvió mi líbido a despertarse y más ante el alarde de fuerza de mi caballero andante que gallardamente bajó las escaleras cargado con mi maleta. Yo iba detrás de él, no sin antes echar un vistazo a los jóvenes senegaleses pensando el la oportunidad de satisfacer una de mis fantasías sexuales.

Cuando llegamos abajo, posó la maleta y le di las gracias.

-De nada, preciosidad. Hace tiempo que no veía una rubia tan espontánea y simpática como tú.

-Gracias….. (dos el mismo día, pensé). No sé por qué lo dice.

-Te he observado antes con el negro. El no te quitaba ojo de encima. Te comía con la mirada. Y tú le seguías el rollo.

-¿Yo?

-No lo niegues. ¿Te gustan los morenos, preciosa? ¿Crees que la tiene grande y gorda?

-Puede.

-Y luego ellos no hacían más que hablar de ti. Creo que querían hacer un trío, los muy salidos.

-¡Pero que dice! Por favor, déjeme en paz.

-Sí, ahora te ofendes. Pero al negrito, bien que le seguías la corriente, que parecía que te ibas a abrir de piernas allí mismo.

Y yo que había pensado que era un hombre atractivo.

Yo empecé a andar por aquel tunel escasamente alumbrado hacia las escaleras del andén cuatro. Y me salta.

-Pero, espera, que te ayude. Bueno, sigue, que he olvidado algo y ya voy yo. El ferroviario subíó a toda velocidad las escaleras y yo empecé a andar también a toda velocidad pero tropecé con algo del suelo y por poco me caigo. Afortunadamente, me agarré a una barra sujeta a la pared pero mi bolso y parte de su contenido fue a parar al suelo así que me agaché a recogerlo.

Estaba allí con mis espalda y brazos extendidos hacia el suelo y con el trasero arriba.

De repente, alguien me asió por la cintura y me empujó hacia atrás, y mi espalda fue a parar a su pecho. Una de sus manos permanecía en mi cintura y otra en mi hombro.Vi el color oscuro de su piel. Su mejilla rozaba mi oreja. Me tenía sujeta con fuerza pero sin apretar excesivamente.

Todo esto pasó en cuestión de segundos. Intenté gritar pero el grito se ahogó en mi garganta. El me susurró en francés:

-Ne bouge pas! . No te muevas. Ne t’inquiète pas. No te inquietes.

Con una voz suave y acariciando ligeramente mi pecho y soltando el brazo que me agarraba la cintura.

Recordaba que aquella era una fantasía repetida. Hacer el amor con un negro.

No era el mejor lugar, ni el mejor momento. Pero estaba sucediendo y no podía dejar pasar esa oportunidad. Estaba libre de huir de allí o de quedarme a disfrutar del momento. Opté por colmar mi deseo.

Me volví y allí estaba, mirándome con lujuria. Me agarré a su cuello y besé su carnosa boca con los labios entreabiertos. Noté como su lengua se metía en mi boca. En unos segundos nuestras lenguas se rodeaban. Me quitó el abrigo. Sus manos se apoyaron justo encima de mis glúteos y con su índice presionó sobre mi falda en un pequeño hueco arrancándome un gemido de placer.

Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y él me lamíó el cuello sorbiendo pausadamente. Luego, me hizo apoyarme sobre la pared, la barra estaba a la altura de mi cintura. Besó suavemente los surcos exteriores de mi oreja y levemente sorbió mi lobanillo, luego puso su deliciosa boca sobre ella y con su lengua recorrió sus surcos. Mientras sus manos buscaban la cremallera trasera de mi falda, la bajaron, volvió su índice a rozar ese hueco de mi coxis. Oreja, coxis, me estaba embriagando de placer.

Mi mano iba sacando su camisa del pantalón y acariciando y apretando sus caderas.

Sus manos magreaban mis nalgas. Mi falda calló al suelo, dejando al aire mi liguero y mi tanga color anaranjado. Yo aproveché ese momento para quitarle el cinturón y bajarle la cremallera. Noté que su paquete estaba duro y abultado.

Quería que ese momento durase. Así que volví a su boca. Nuestras lenguas volvieron a jugar ansiosas. Ahora ya acariciaba furiosamente mi espalda y mis nalgas. Me atraía hacia él y yo le abrazaba notando su paquete cada vez más grueso. Empecé a besar su cuello y su pecho. Bajando cada vez más abajo.

Me detuve en sus pezones. Primero absorbí uno de ellos y luego rodée con mi lengua su alrededor. Después la posé en el pezón, y haciendo círculos, conseguí que una bolita fuera parar a mi boca como si fuera confite.

El me decía.

Sigue, preciosa. Que bien chupas. Baja más cielo. Uuummmmm!

No iba dejar solito al otro pezón, así qui hice lo mismo, mientras él magreaba mis tetas,

Baja, cielo, baja.

Y yo seguía bajando.

Ya estaba cerca de su ombligo. Besando y haciendo chupetones.

Seguí bajando ….

Bajé sus pantalones y su calzoncillo

Me senté sobre mi maleta y besé su hermoso glande.

El me dijo.

Si, mi cielo, es todo para ti.

Lo metí en mi boca. Lo rodeé con mi lengua. Y sorbí.

Coge mis testículos linda,son tuyos.

Magree sus huevos, mientras me trabajaba su polla.

La metía cada vez más en mi boca. Y la sacaba con suavidad.

Luego la lamía los lados recorriendo toda su longitud. Le miré. Estaba loco de placer y gimiendo. Volví a metérmela en la boca y esta vez la sacaba y metía más deprisa. Al tiempo que con mi mano subía y bajaba y con la otra magreaba sus testículo. El acariciaba mi pelo.

Siempre me ha gustado comer pollas pero esta polla era insuperable. Era gruesa y larga y su olor era embriagador.

Veía que me corría así que me levanté y dije

Quiero que me penetres ahora mismo.

El me dijo. Sí, mi amor.

El me cogió y me volvió cara a la pared.

Me sujete en la barra y metió su verga en mi chumino con gran facilidad impresionante.

Al principio muy lentamente.

Qué húmeda estás. Te la voy a meter entera, mi cielo. Todita para ti.

Me agarró de la cintura y noté incluso los pelillos rizados de su pubis rozándome las nalgas. Volvió a sacar su polla lentamente y me preguntó

Así es como te gusta, suavecito.?

Sí, gemí pues ese suplicio me estaba haciendo correrme cada vez más.

Otra vez arremetió muy, muy lentamente.

Y la sacó despacito de nuevo.

Uuummmmmm!

Luego, se agachó cogió algo de mi bolso y volvió a entrar suave dentro de mí.

Yo me preguntaba que había cogido.

El me dijo que si había hecho algo parecido alguna vez.

Yo le dije que nunca había sido follada en el tunel de una estación por un negro.

El se rio a carcajadas.

Me dijo que no se refería a eso.

Le dije a que te refieres.

Y cuando tenía aún su pollón dentro de mi chocho empecé a sentir una crema sobre mis nalgas. Un gran chorro. Me estaba frotando mi propia crema hidratante sobre mi cintura y mis nalgas.

Cada vez estaba más alucinada. Frotaba mientras seguía su suave aunque cada vez más rápido movimiento d vaiven. Mi top estaba ya arriba del todo. Mis tetas se movían al compás que el marcaba. Cada vez más aprisa.

Ya se oían entrechocar sus muslos con los míos.

El ritmo era cada vez más rápido.

Casi ni me doy cuenta de cuando el metió su dedo lleno de crema en el orificio de mi ano. Primero uno, que metio y sacó varias veces, incluso haciendo círculos. Luego dos.

Me hacía daño, pero al mismo tiempo me daba placer. De repente sacó rápido su verga.

Me tiró sobre la maleta y yo apoyé mis tacones en su borde.

Cariño. Te voy a comer ese rico chochito.

Wuau.

No podía ser. No sólo le gustaba que le mamaran. También le gustaba mamar. Se arrodilló puso besó mi pubis y mis inglés y empezó a besarme los labios. Luego su lengua entró en mi vagina, absorbiendo mis jugos. No olvidó mi clítoris que recorrió con su lengua.

Ummmm qué placer mi cuerpo se arqueaba cada vez más.

Miré hacia atrás, tal como estaba, y vi, así del revés la sombra de una figura humana.

Pero yo estaba demasiado absorta en mi propio placer.

Un morenazo comiéndome el chocho y me següía preparando mi agujerito también….

¿Cuántas sorpresas más me iba a deparar mi aventura ferroviaria?

Uuuummmmmmmmmmmmmmmmm