Jugando con mi Letizia
Mi Letizia llega a casa... y se encuentra a su lobo preparado para mucha marcha!!!
Mi Letizia llega cansada a casa después de un duro día de trabajo, sin embargo se le ilumina la cara cuando comprueba que la estoy esperando amorosamente en el recibidor. He salido de la ducha hace cinco minutos y la he oído llegar mientras me aplicaba el desodorante y abundante colonia. Cuando ella entra por la puerta, me encuentra peinado, afeitado, excitado y vestido tan sólo con mi bata azul.
Nada más llegar cierro la puerta detrás de ella, para posteriormente aplastar mi cuerpo contra el suyo y sujetarla por la nuca, dejándola lista para recibir mi húmedo beso. Nuestras lenguas juegan en su boca mientras ella comienza a relajarse en mis brazos, respirando de manera profunda. Al principio se resiste un poco, pero después se deja llevar y me permite traerla a mi terreno. Acaricio su cuerpo por encima de la ropa mientras la beso, y ella nota que voy muy en serio. Finalmente nuestras bocas se separan y ella me regala una sonrisa deslumbrante, acompañada por una pícara mirada de esos ojazos azules que haría resucitar a un muerto.
Me tapa la boca con su dedo índice, revelándome que no quiere que diga nada, y me coge de la mano para que le acompañe a nuestro dormitorio. Nada más entrar se desprende de su blusa mientras se dirige a la cama, dándome la espalda, muestra inequívoca de que ella también va en serio, y veo que hoy lleva puesto ese precioso sujetador negro con transparencias. Tras darse la vuelta, me sujeta fuertemente la cabeza con las dos manos y me planta un beso en los labios con una pasión demoledora, dejando que su lengua explore mis labios. Tan bruscamente como empezó el beso termina, y mirándome a los ojos se despoja del sujetador.
Ante la visión de unos pechos tan magníficos y tan rotundos en su voluptuosidad, no puedo por menos que malgastar una décima de segundo en dar gracias a Dios, antes de abalanzarme vorazmente sobre ellos. Primero los acaricio con las dos manos, sopesándolos y mirando a mi diosa a los ojos mientras lo hago. Después la beso de nuevo calorosamente, mientras mis pulgares comienzan a rozar distraídamente sus deliciosos pezones. A continuación, dejo de besar su boca y permito que la atención de mis labios se derrame por su cuello, lamiéndole primero justo bajo las orejas, pasando luego al centro de su cuello y deslizándome más tarde por su esternón, hasta que llego al punto en el que me gustaría vivir el resto de mis días. Entre ese bello par de generosos senos pierdo la calma y la noción del tiempo, mientras mi amor se tumba suavemente sobre la cama y yo la sigo embelesado con su busto. Chupo, lamo, beso y muerdo ese par de atributos que son mi razón de ser, mientras ella me contempla con sus ojos azules siempre atentos y goza de mi ardor.
Cuando al fin consigo controlarme de nuevo no sé cuánto tiempo ha pasado ni dónde estoy. Sólo sé que necesito besar de nuevo esa boca, y comérmela cual fruta de la pasión. Tras esto me aparto de ella un segundo, lo justo como para elevarme y despojarme de la bata, revelando la totalidad de mi desnudez y mi erección. Mi vida sonríe ante esta visión y se abre el pantalón, presta a desembarazarse de la molesta prenda junto con el resto de su ropa interior, a la vez que yo me tumbo a su lado en nuestra fabulosa cama.
Volvemos a besarnos con desmedida pasión, mientras nuestras manos vuelan sobre el cuerpo del otro. Al mismo tiempo que mi lengua penetra en su oreja, ella se muerde el labio y comienza a acariciar mi verga, la cuál es totalmente de su posesión. Mientras mis manos acarician de nuevo sus preciosas tetas, ella comienza a lamerme el cuello para a continuación morderlo con fuerza, y dejarme muy claro que soy suyo en toda mi extensión. Tras dejarme la marca de su amor, desciende de un golpe hacia el centro de mi sexo y se la mete en la boca velozmente, mostrándose hambrienta y dejándome sin aliento.
Me la chupa durante unos instantes de manera violenta, casi obsesiva, demostrándome que ella también ha perdido los papeles. La ensaliva completamente, totalmente, empleando su lengua resbaladiza para llegar hasta los más escondidos recovecos. Posteriormente se la saca de la boca y traza una línea con su lengua hasta mis cojones, los cuales están ya duros deseando derramar su amor, y ella los lame golosa como si de un dulce se tratase.
Cuando consigo recuperar el aliento, le hago señas para que vuelva a levantar su cabeza hasta la mía y la beso cariñosamente, demostrándole mi aprecio por sus habilidades amatorias. El sabor de mi propia virilidad entra en mi boca y me recuerda que es una diosa con quién comparto mis días y mis noches. Sobretodo mis noches. Mis manos se deslizan por su costado, acariciándolo hasta llegar a la nalga, y dejando pasar allí un tiempo mientras continuamos besándonos como si no hubiese mañana. En un momento lado, mi mano derecha se desliza hasta el centro de su ser, hasta el preciado tesoro cuya posesión ansío ya más que cualquier otra cosa en el mundo. No lo encuentro húmedo, sino encharcado más allá de lo que jamás creí posible, justo como siempre está en mis más desenfrenados sueños. Acaricio su vulva con la misma ternura con la que mis labios están ahora mismo besando los suyos, para después mojar un dedo en su humedad y emplearlo para darle placer. Ella comienza a gemir mientras me besa, pero no puede cesar de comerme la boca y lo expresa meneando mi falo con dedicación. Dejamos pasar unos minutos mientras disfrutamos del mutuo hacer y nos concentramos en darle placer a nuestro ser complementario.
Ella deja de pelar mi cipote y me empuja para que me centre sobre la cama, colocándose a horcajadas sobre mí y acercando su más preciado centro a la manifestación absoluta de mi virilidad. Una vez en posición, coloca suavemente mi hinchado glande entre sus electrizados labios menores, y dejándose caer suavemente me permite penetrar en el cielo y conocer la cima del placer humano ó divino.
Mi polla nada entre los jugos de su feminidad y no puedo reprimir un agudo gemido de gozo mientras ella comienza a deslizarse arriba y debajo sobre de mi torre del amor. La beso de nuevo vigorosamente mientras mis manos acarician sus contoneantes nalgas que están allanando el camino hacia el placer definitivo. Después ella se yergue lentamente, haciendo que mi amor la penetre hasta lo más profundo de sus cavidades, y disfruta mientras centro mi atención en acariciar y lamer lo que me resta de las mejores tetas del mundo.
Continuamos amándonos largo rato, disfrutando de nuestro ardor y afecto, hasta que en la proximidad del clímax le hago un gesto para que vuelva a tumbarse sobre la cama. Durante un momento me mira extrañada, intrigada porque haya detenido el alborozo con el que tanto placer estábamos alcanzando. Entonces me mira y comprende. Comprende que no quiero que se acabe todavía. Comprende que quiero que dure lo más posible este momento de amor perfecto, de sexualidad perfecta en mutua armonía y disfrute. Leyéndome la mente se coloca a cuatro patas, ofreciéndome en un altar su feminidad y su sexo, para que yo los disfrute. Sin dudarlo un momento me coloco tras ella, y acaricio sus glúteos como si me hubiese quedado hipnotizado. Tras amasarlos con mis fuertes manos, los separo suavemente, y por fin dejo que mi lengua disfrute de sus oquedades. Primero saboreo el dulce néctar de su flor, lamiéndola con glotonería, como si se tratase de un helado que se derrite, y de esta forma saboreo el gusto de nuestro amor. Me encanta el sabor de su chocho, sobretodo después de haberlo penetrado un rato, pues es el sabor del sexo y el amor en estado puro, sin concesiones, la fragancia del delirio y del éxtasis. Después permito que mi lengua juegue un poco en su puerta trasera, demostrándole que no hay lugar ni rincón de su anatomía que no venere, y proporcionándole las más controvertidas sensaciones.
Tras ejecutar este tremendo acto de gula sexual acerco mi pubis a sus nalgas, acercando la punta de mi instrumento a la entrada de su vagina. La penetro lentamente, permitiendo que tome conciencia de cada centímetro de mi pene, hasta que sólo queda un tramo del miembro por introducir. En ese momento, de un repentino culetazo le hago entrar mi nabo en su totalidad, haciendo que se quede con la boca abierta por el placer y la sorpresa repentinos. Tras esta acción comienzo a penetrarla lentamente, pero en profundidad. Permito que mi verga salga casi totalmente de su gruta, para a continuación volver a introducírsela hasta el fondo con un ritmo no demasiado rápido pero constante. Tras repetir esta acción varias veces, percibo por su respiración que la cima del placer no va a tardar mucho más en llegar pues la punta de mi capullo debe estar golpeando en el centro de su punto G, y acelero bruscamente mis movimientos para anular todas mis reservas y follarla sin compasión, hasta que ambos estallamos en un brutal orgasmo simultaneo que con nuestro alarido reverbera por toda la casa y se derrama en su interior.