Jugando con mi esposo
Alberto despierta en mi, pasiones por los juguetes
Jugando con mi esposo
Como Alberto se la pasaba llenándome la cabeza de ideas y fantasías sexuales, yo estaba cada vez más temerosa de seguirle la corriente, sabía que no se conformaría con lo que habíamos conseguido y vendrían más; un día me llamó al trabajo y me dijo que me tenía una sorpresa; estuve toda la tarde pensando en que estaría tramando ahora; al llegar a casa, me dijo que fuera a mi habitación y me pusiera la ropa que había sobre la cama, era un pequeño vestido amarillo, arriba muy ajustado y en los senos solo un par de triángulos para cubrir mis pezones, algunas tiras en la espalda y desde la cintura era más amplio pero muy, muy corto; también había un panty tipo hilo también color amarillo eran tres tiras que se unían en un pequeño triangulo; por último un para de zapatos tipo sandalias bien altas de color rojo que se apuntaban al tobillo con una correa; me puse el tanga o hilo, sentí como si no llevara nada, se veían mis nalgas desnudas, luego los zapatos y eran muy altos, me miré en el espejo y me gustó ver como los tacones hacían levantar más mi trasero, luego me puse el vestido y noté que si inclinaba un poco la cabeza, dejaba ver todas mis piernas y el inicio de las nalgas, mis pezones se marcaban en los pequeños triángulos de tela fina; di unos cuantos pasos por el cuarto sintiéndome como una modelo, me sentí un poco excitada.
Al bajar, mi esposo me miró con mucho deseo, tenía un paquete en sus manos y me lo entregó, lo abrí mirándolo a los ojos, era un juego de dos consoladores, el primero era como del tamaño de su pene, que es bastante grande, el consolador era de color rosado y un poco más grueso, lo tomé en mi mano y lo miré a los ojos con deseo, el miró hacia el paquete para que destapara el otro consolador; este si era mucho más grande, de más de 25 centímetros de largo y muy grueso, de color negro, tenía sus marcas de venas, parecía un pene de un hombre negro, muy grande, estaba segura que eso no me entraría, miré a mi esposo con ojos de miedo y me dijo, tranquila ya verás como te acostumbras y lo disfrutas, me tomó nuevamente de la cintura y me besó apasionadamente diciéndome: esta noche te vas a gozar como nunca; sirvió dos copas grandes de vino, mientras las tomábamos empezó a acariciar mi espalda desnuda, luego me rozó los senos por el lateral del vestido, me miraba intensamente, se acercó y me besó en el cuello, él sabe como me excita eso, siguió besándome las orejas, chupando y lamiendo, sentí que me empezaba a mojar, metió su mano bajo el pequeño vestido y fácilmente acarició mis nalgas, me pegó contra su duro miembro, lo sentí muy erecto, nos besamos nuevamente y me recostó sobre el gran sillón, me bajó el pequeño hilo y descubrió mi vulva besándome con ternura los labios y el clítoris, me pasaba la lengua suavemente recogiendo mis líquidos, bajó hasta mi ano y lo beso, sacó la lengua y recorrió todo el contorno para luego intentar entrar mojando todo el esfínter, que delicia sentir como su lengua entraba en mi ano, cada vez yo bajaba mas mis caderas para facilitarle sus movimientos, con sus manos apretó mis senos, presionaba mis pezones que estaban muy duros.
Me acarició todo el cuerpo recorría toda mi piel y en un momento sentí que me abría la vagina con sus dedos, pero eran muy gruesos, bajé mi vista y vi que me intentaba meter el consolador rosado, me abrí más de piernas, no lo metía, solo un poco, lo giraba, metía solo la punta y luego lo retiraba hasta dejarlo acariciando mis labios mayores, lo miré a los ojos suplicando por más, lo sacó y me chupó el clítoris con vehemencia, sentí que llegaba el orgasmo, dejó de chupar y volvió a poner el consolador en la entrada; le bajé la cremallera de su pantalón y con algo de dificultad por lo erecto que estaba, le saqué el pene, lo tenía duro, grande y caliente; lo coloqué encima del consolador, tocando mi clítoris mientras él seguía metiendo poco a poco el consolador más adentro, era una sensación única, su pene rozando mi clítoris y el consolador adentro, delicioso, me llegó el orgasmo tan de improvisto que casi me caí del sillón, Alberto me tomó de la cintura y me bajó del todo, quedamos en el piso, yo con las piernas bien abiertas mientras seguía metiéndome el consolador bien adentro, lo metía tanto como era posible y lo movía en círculos , estaba supercaliente, mis piernas y cadera temblaban de la emoción, poco a poco me sacó el juguete para en seguida meterme su pene con dureza.
Me bajó el vestido para besarme los senos y con sus manos apretaba mis glúteos, yo puse mis piernas alrededor de sus caderas, el seguía penetrándome con un ritmo acelerado, me acercó el consolador a mi ano, al sentirlo húmedo por mis propios jugos me relajé y lo fue metiendo despacio, era muy grueso y no cabía, siguió presionando hasta que sentí que entraba la punta, sentí que me llegaba otro orgasmo, cuando sentí que el ano empezaba a vibrar, le dije que se quedara quieto, mi orgasmo me hizo gritar como nunca, el me besaba y metía su lengua como para acallar mis gritos y gemidos; era muy intenso, sentir su duro pene muy profundo en mi vagina mientras metía la punta del consolador rompiendo mi ano; fue indescriptible, ese orgasmo duró mucho tiempo hasta que sentí como mi esposo me rociaba con su semen, fue tan delicioso; mi esposo mirándome dulcemente a los ojos, me dijo; ¿Cómo será cuando te meta el consolador negro?