Jugando con mi cuñada
Nada me hacía pensar que ese día mi cuñada me pondría tan cachondo
En mi anterior y a la vez primer relato, contaba cómo me quedé a solas con mi mujer en la piscina cubierta de mis cuñados y pasó un poco de todo en esas aguas…
En esta ocasión, voy a hablar de Sara (como voy a referirme a mi cuñada) que cuando sucedieron los hechos del relato anterior, había salido a comprar y no tuvo ocasión de aparecer en escena.
Sara y mi mujer Ana, tienen una estrecha relación y como vivimos cerca, casi siempre estamos juntos. Nos gusta compartir viajes, comidas y cenas. Mis cuñados tienen dos hijos. Sara es igual de bajita que mi mujer, alrededor de 1,60m, con los ojos azules y el pelo negro con una melena corta.
Siempre he tenido un buen feeling con ella desde que nos conocimos pero nunca me habría imaginado hasta dónde llegaría nuestro buen rollo…En el último año, me había empezado a fijar más en ella. Tiene un cuerpo muy apetecible como el de mi mujer, pero además tiene esas dos buenas tetas, algo que siempre había considerado secundario cuando me fijaba en una mujer, dándole más importancia a su culo, cara y cuerpo en general. Han sido varias las ocasiones en las que he ido a su casa con Ana en verano y Sara simplemente llevaba un vestido de tirantes y las braguitas (supongo) por lo que aprovecho siempre para espiar a través de su escote en busca de mi premio. No sé qué me pone más, cuando va sin sujetador o cuando lleva ese mismo tipo de vestido de tirantes de estar por casa pero se aprieta las tetas con uno de esos sujetadores push up. Estoy deseando que lleguen los veranos y el buen tiempo para verla con tan poca ropa.
Como decía, este último año había empezado a tontear más con ella, y notaba que me seguía el rollo, pero supongo que ella lo hacía de cachondeo y yo en plan cachondo. Cuanto más excitado estaba ese día, más sobrepasaba la línea de lo políticamente correcto y en ese momento me dejaba llevar, pero luego me daba cuenta de que no sabía cuál era su opinión respecto a este jugueteo y si en algún momento iba a pararme los pies en seco y contárselo a su hermana. La verdad es que la relación con ella es muy buena y nunca he querido que sufriera las consecuencias de un calentón pero hay momentos en los que no siempre pensamos con la cabeza y nos lanzamos a la piscina. Esta vez parece que tuve suerte y había agua.
El verano pasado, después de comer, yo estaba tumbado en el sofá jugando con el móvil y llegó mi cuñada con mi mujer y se sentaron cada una en uno de los sillones que quedan al otro lado de la mesa de centro, frente al sofá donde yo estaba. Ana quedó en el que estaba más próximo a mi cabeza y Sara el que quedaba a mi pies, por lo que podía levantar la mirada por encima del móvil para observarla sin que se notara. Sara sólo llevaba uno de esos vestidos frescos de verano, con tirantes y sin sujetador. Cuando iba a sentarse, instintivamente miré y vi cómo al subir una de sus piernas flexionadas al sillón para sentarse sobre ella, dejó a la vista durante milésimas de segundo sus braguitas. Me dio tiempo a ver que eran unas blancas que son bastante transparentes y llevan un lacito rosa en la parte de arriba. No es que me diera tiempo a ver todo eso tan rápido, sino que las reconocí de algún día que había llegado a su casa y ella iba con el botón del pantalón desabrochado y la bragueta bajada porque iba a cambiarse. Al tiempo que se sentaba, ella misma se dio cuenta con ese movimiento iba a dejar a la vista su entrepierna, por lo que me miró para, supongo, comprobar que yo estaba pendiente del móvil y no lo había visto. Nada más lejos de la realidad…Lo había visto y poco me importaba ahora lo que estaba haciendo con el móvil. Sólo quería saber qué más podría ver desde mi posición con total disimulo. Ana y Sara hablaban, de ir a la playa más tarde con los peques cuando llegara mi cuñado de trabajar y otro temas a los que no prestaba mucha atención. Al rato de estar hablando, se pusieron a ver la tele y empezaba una de esas películas de verano después de comer, por lo que la conversación se fue apagando y quedaron en silencio. No duró mucho mi mujer despierta, pero Sara seguía con los ojos abiertos y la cabeza apoyada en el brazo. Yo intentaba disimular como que seguía jugando y mirando cosas en el móvil pero tenía la mirada más centrada en la entrepierna de mi cuñada que en la pantalla del teléfono. Esperaba que se moviera a ver si conseguía ver algo, pero no había manera. Seguía en la misma posición todo el rato. De pronto levantó la cabeza hacia mí y rápidamente yo volví a mirar el móvil. Me preguntó que qué hacía que estaba tan enganchado al teléfono. Simplemente le contesté que echando una partida, sin dejar de centrar la mirada en la pantalla y moviendo los dedos de forma exagerada como si realmente estuviera jugando, cuando la pantalla realmente estaba apagada. Volvió a bajar la cabeza y al momento subió la pierna que tenía apoyada en el suelo y la flexionó sobre el sillón. ¡No me lo podía creer! Al subir la pierna, el vestido se le había subido hasta casi su cintura y no había nada que tapara mi visión directa hasta sus braguitas. Me empezó a latir rápidamente el corazón, tanto que pensé que lo escucharía desde su sitio. Me puse nervioso pero no me bastaba con lo que estaba viendo, no sabía si lo volvería a ver más, así que con mucho disimulo, puse la cámara del móvil en modo vídeo y empecé a grabar, mientras seguía disimulando como si jugara. No quería que me viera mirando, así que miraba a través de la pantalla de mi móvil. Hice zoom y pensaba en la cantidad de pajas que me haría viendo esas imágenes. Notaba como me empalmaba y al solo llevar un bañador corto, el bulto que se estaba formando era más que considerable. En ese mismo momento Ana se levantó del sillón, en el que se había quedado durmiendo y dijo en voz baja que se iba a la cama a descansar un rato, mientras no nos íbamos a la playa, que estaba incómoda en ese sillón. Al levantarse mi mujer, Sara se giró para mirarla y sonreírle como aceptación de su mensaje y a la vuelta hacia la televisión, se quedó mirando el bulto de mi bañador. Pensé que ahí se iba a acabar todo y que al menos tendría esas imágenes guardadas. Mi cuñada se levantó y dijo que iba al baño. Cerré rápidamente la cámara y puse un juego que tenía en pausa, por si miraba mi pantalla al levantarse. Mientras estaba en el baño, revisé lo que había conseguido grabar y mi excitación iba en aumento. Iba a tener que ir yo al baño cuando volviera Sara para relajarme. Cuando volvió, se sentó de nuevo en el mismo sillón, subió las dos piernas flexionadas arriba y siguió viendo la tele. Casi me levanto para ir yo al baño a revisar el video una vez más cuando me fijo que mi cuñada había vuelto del baño sin bragas. Se me escapó un “Diossss!!!” muy bajito pero que Sara escuchó perfectamente porque me miró y se sonrió. Iba totalmente depiladita y sus labios estaban tan apetecibles pidiendo que alguien los lamiera…Se llevó el dedo corazón de su mano derecha a la boca, lo lamió y bajó su mano a su chochito, muy despacito, hasta llegar a él y comenzar a frotarlo con cuidado. Abrió la boca, cerró los ojos y echó la cabeza para atrás. La escuchaba soltar un leve gemido. Sin duda sabía que yo la había estado observando y eso le había excitado. Se sentía poderosa, con dominio sobre mí para darse placer delante mía y ponerme muy cachondo. Yo quería verlo, quería grabarlo, quería hacerme una paja, quería abalanzarme sobre ella para ser yo el que le diera placer, pero me daba miedo que Ana se levantara y nos pillara en acción. Cuando me quise dar cuenta, mi mano derecha ya estaba dentro de mi bañador, pajeando mi polla lubricada por el liquidito de excitación que se salía de la punta. Ver que me tocaba la puso más cachonda así que se levantó y vino hacia mi. Se acercó a la parte del sofá donde tenía apoyada la cabeza, se subió el vestido y subiendo una pierna al sofá, al otro lado de mi cuerpo, me expuso todo su coñito a escasos centímetros de mi cara. Con la mano izquierda se sujetaba el vestido subido hasta la cintura mientras que con la mano derecha, me cogió la cabeza y la acercó hacia su chochito. Comencé a lamerlo y notaba como se me llenaba la boca del fluido tan abundante que emanaba de su interior. Esta muy húmeda y quería que se corriera en mi boca. Saqué la mano de mi polla y sin dejar de chupar, le metí el dedo corazón en el interior de su coñito, que noté ardiendo y tan húmedo que no opuso ninguna resistencia. Lamía sus labios, los chupaba, succionaba cada pliegue de su coñito al tiempo que con mi dedo frotaba las paredes de su interior. Soltó el vestido y me cogió con las dos manos la cabeza, presionando con fuerza hacia ella, por lo que interpreté como que estaba a punto de correrse y aceleré el ritmo de mis lametones y el entrar y salir de mi dedo. En unos segundos ya notaba como me apretaba el dedo con sus paredes y sus caderas no paraban de moverse descontroladas. Cuando paró de moverse, salí de ella despacio y dándole un beso en sus húmedos e hinchados labios, me separé de ella. Me miró, me sonrió y bajó la pierna del sofá al suelo. Se fue hacia el baño y me quedé mirando cómo le temblaban las piernas del orgasmo tan fuerte que acababa de tener.
Me quedé allí tumbado, pensando en lo que acababa de suceder y con una excitación que me impedía pensar con claridad. Me levanté, fui a la habitación donde estaba durmiendo mi mujer y cerré tras de mí la puerta, pero dejándola ligeramente abierta. Me quité el bañador y le bajé las braguitas a mi mujer que dormía medio de lado, bocabajo. Se despertó ligeramente al notar que la tocaba pero al ver mi polla tiesa se limitó a sonreír y dejarse hacer. Me tumbé sobre ella y comencé a frotar mi polla sobre su coñito. Al notar lo dura que estaba, se estremeció de placer y abrió más las piernas para facilitar la penetración. Le abrí un poquito el culo con ambas manos para poder ver bien cómo entraba mi polla en su coñito y se la fui metiendo muy despacio, notando como cada pliegue de su piel se cerraba sobre él. Una vez que había llegado hasta el fondo, comencé a follarla, primero despacio, pero al momento aceleré el ritmo, ya que necesitaba correrme tras lo que acababa de pasar con mi cuñada. Ana se terminó de despertar al ver el rimo de mi follada y me confesaba que le ponía cachondísima que hubiera entrado a despertarla de esa manera. Al momento ya estaba a cuatro patas, frotando su coñito mientras yo bombeaba en su interior. No podía contener los gemidos del placer que estaba sintiendo y quiso ahogarlos mordiendo la almohada, pero eso le excitaba más y se escapan de la habitación, a través de la puerta que había dejado un poco abierta intencionadamente, para que lo escuchara mi cuñada. Pensar en que Sara estaba escuchando cómo me follaba a su hermana sabiendo que ese calentón era fruto suyo, me estaba llevando a un orgasmo ya próximo, así que la saqué y tal y como estaba Ana a cuatro patas, apunté y le llené el agujerito de su ano de mi leche calentita, que rebosaba y escurría por su coñito. Le encanta que la ponga perdida de mi semen; dice que la hacer sentir una putita. Justo cuando notó mi chorro de leche en su culo, comenzó a frotar fuerte su clítoris terminando en un orgasmo que ninguna almohada podía silenciar.
Salí de la habitación y fui al baño a ducharme y cambiarme de bañador para ir a la playa, mientras Ana recuperaba el aliento. Al salir al pasillo, me crucé con Sara, que con una sonrisa pícara se acercó a mi oído y me dijo:
- He oído cómo hacías que se corriera mi hermana, pero esa polla tan dura me la había ganado yo. Me debes una.
Me guiñó un ojo y se fue a su habitación a cambiarse mientras yo seguía con la mirada su culo cómo se alejaba contoneándose. Mientras estaba en el baño, entró mi mujer y me abrazó por la espalda, me besó y me preguntó qué había estado haciendo en la siesta que me había puesto hecho una fiera. Me limité a decirle que era culpa suya, y que al entrar a la habitación y verla tumbada bocabajo, me encendió al instante. Por suerte ni se imaginaba la verdad.
Lógicamente, esto ha sido sólo el comienzo del jugueteo con mi cuñada y como ella me dijo: le debo una. En próximos relatos os contaré cómo se lo cobró…