Jugando con mi culo
La noche que pasamos solos mi culo y yo.
Jugando con mi culo.
Sábado por la noche. Salgo de trabajar del bar y me dirijo a mi casa. El trabajo de camarero no es que sea mi favorito pero tiene una ventaja y es que puedes ver a cantidad de chicas dispuestas a lo que sea por tener sexo esa noche. Por desgracia para mi, no es que yo sea un bellezón, más bien todo lo contrario: mido 1.75, peso más de 95 kilos (estoy un poco rellenito), llevo gafas y no soy muy agraciado de cara. Vamos, que lo tengo casi todo para hacer un anuncio de cirugía estética pero cuando sacan las imágenes del ANTES. A si que, una vez más, vuelvo solo a casa pero con la mente llena de pensamientos calientes, imaginándome lo que haría yo con alguna de esas chicas.
Nada más llegar a casa veo que no hay nadie. "¿Dónde estarán todos?" me pregunto. Son las 4 y media de la madrugada y es muy raro que a esas horas no haya nadie. Me acerco a la cocina y veo una nota que pone: "Nos quedamos en casa de tus tios a pasar la noche. Volvemos mañana por la tarde" ¡Qué alegría me dá esa noticia! Así podré dar rienda suelta a mi más oscuro placer: la penetración anal.
Como ya les he dicho, estoy soltero y nunca he tenido suerte con el sexo opuesto a si que me he dedicado a hacer juguetitos caseros para metérmelos por el ano a falta de pareja para que me ayude en esa labor. Les contaré cómo pasé esa noche de locura y desenfreno anal con la única ayuda de mis manos y mi imaginación.
Después de dejar encima de la mesa todos los trastos que tenía en los bolsillos comencé a desvestirme. Hacía muy buena temperatura en la casa a si que no me preocupé de ponerme nada y así poder disfrutar mucho mejor de mis juegos.
Lo primero que hice fué irme al baño. Cogí la ducha y desenrosqué el difusor dejándo que cayera todo el agua que había dentro. En el extremo de la manguerita puse buena cantidad de gel para que resbalara y lo puse en la entrada del ano. Como no era demasiado grande entró con bastante facilidad y metí unos 10 centímetros. No era necesario meter más puesto que mi intención era la de hacerme una lavativa del recto. Abrí el grifo del agua fría y empezó a inundarse de agua. Esa sensación al entrar el liquido frío es una delicia. A lo primero te dan escalofríos pero luego el cuerpo se acostumbra. Cuando ví que ya había suficiente cierro el grifo y, poco a poco, saco la manguerita. No tardé ni 15 segundos en tener que sentarme a descargar todo. Cuando estuvo vacío volví a meter otra vez agua (menos cantidad esta vez) e hice la misma operación.
Con mi culo reluciente y bien limpio me voy a mi dormitorio y preparo mis "juguetes" en la mesa junto a unos guantes de látex y vaselina. El primero que se estrenó fue un pequeño plug echo con el tubo de plástico de una jeringa (sin aguja, por supuesto) y al cual puse unos flecos de cuero dándole la apariencia de una cola de caballo. Puse vaselina en la punta del tubo y fué insertándose suavemente. Al estar sólo en casa me puse a gemir como si me fuese la vida en ello. Cuando hizo tope sólo quedó a la vista los flecos colgando. Empecé a mover el culo de un lado a otro para sentir el roce del cuero con mi culo y a la vez contraía el esfínter para retenerlo dentro. La polla estaba ya durísima. Me entretuve bastante rato con ello metido. Para ver mejor mi culo me puse a cuatro patas frente al espejo del dormitorio. ¡Era tremendamente excitante ver salir de mi agujerito esa cola! Aproveché para seguir meneandole durante un rato más.
Preparé mi próximo aparato. Con el canuto de un rollo de papel de aluminio (unos 28 cm) y el plástico en el que vienen guardados los juguetillos de los huevos de chocolate (para ponerle una punta redondeada y asi facilitar la penetración) tenía hecho una especie de falo de 33 cm. de largo y 4 cm. de ancho y que en alguna ocasión he conseguido introducirle entero. Para darle apariencia de consolador esta recubierto de cinta plástica de color negro. Le puse un condón (prevenir ante todo) y le embadurné bien de vaselina. Cuando estuvo preparado saqué el de los flecos y pongo en la entrada la punta de este. Me tumbo boca arriba encima de la cama y, con las piernas subidas y el culo bien abierto, empieza a entrar. Poco a poco, muy suave para no hacerme daño, voy sintiendo el roce en mi interior. En esa posición me facilita bastante la penetración pero, llegado un punto, ya no entra más a si que me preparé para hacerle llegar hasta lo más hondo de mí. Me incorporo con cuidado para no hacer un mal movimiento y, una de vez de pie, poso la base del falo casero en el borde de la cama. Poco a poco comienzo a hacer fuerza hacia abajo, como si me fuese a sentar en ella. Así se consigue, con un poco de maña, hacer entrar hasta el máximo el consolador. Al rato estaba totalmente dentro de mí. En esta situación es muy complicado moverte con facilidad a si que me puse de nuevo a 4 patas encima de la cama pero con la almohada entre mis piernas. Comienzo a sentarme encima de ella y empiezo a notar como presiona fuertemente en las paredes del recto. Por cada movimiento que hago una agradable sensación me recorre entero. Una vez he llegado a tocar la almohada un gran gemido sale de mi boca. El roce de la tela junto a la presión que hago al sentarme me provoca que salga de mi pene unas cuantas gotas de líquido preseminal. Empiezo a cabalgar sobre ella, como si estuviese montando a caballo y en cada movimiento salen más y más gemidos. Estaba llegando a un placer incalculable y sólo pensar que tenía 33 cm. de aparato dentro me subía la adrenalina al máximo. Con mi mano derecha empiezo a pajearme suavemente, pues no quiero correrme antes de tiempo. Más liquido preseminal sale por la punta. Al cabo de un rato de cabalgadura intensa me pongo boca arriba de nuevo. En esta posisión empezaba a salirse de dentro a si que aproveché para el bombeo. Cogí la base del falo con la mano y fui metiendo y sacandole rítmicamente, como si otra persona me estuviene follando. En mi mente me venía la imagen de una chica jugando conmigo en la habitación, cogiéndome fuerte por detrás. Eso me puso a mil a si que cogí más velocidad y, con la mano libre, masajeaba el pene. Mi culo estaba muy caliente, casi ardiendo de tanto mete-saca. Tenía muchas ganas de acabar pero me contuve, pues el último juguetito era el que más me gustaba.
Para poner la guinda a la noche tenía mi preferido, unas bolas chinas echas con papel y film y recubiertas con cinta plástica. Las hice de menor a mayor tamaño y al final del todo puse una argolla para tirar de ellas. Estas al ser más cortas que el falo las metí dentro de un guante de látex (no iba a gastar dos condones esa noche, estamos en crisis) y embadurné con vaselina. Saco el gran falo de mi culo y veo al espejo el agujero que ha quedado. Deje reposar para que cerrara el esfinter un poco. Pasaron escasos minutos y me preparé de nuevo. Esta vez me puse de lado, con la pierna derecha levantada para dejar la entrada bien despejada. Puse primera bola en la entrada y se hizo al interior con suma facilidad. La segunda no tardó mucho en acompañarla. Tod@s los que hayan probado las bolas saben la sensación de estar constantemente abriendo y cerrando el ano. Cuando la última de las bolas se alojó dentro volví a sacarlas. Y asi varias veces hasta que ya no podía más y me masturbé con unas ganas terribles. Justo cuando estaba a punto de venirme agarré la arandela de las bolas y cuando el semen empezó a salir tiré de repente de ellas. Grité muy fuerte de placer. Un gran chorro de lefa salpicó la pared y empapó el edredón. Estaba exhausto, respirando fuerte y con las pulsaciones aceleradísimas. Jamás había disfrutado tanto jugando con mi culo y me prometí volver a repetir la experiencia otro día.
Como pueden comprobar las mejores armas que se tiene para llegar al placer más intenso son sus propias manos y su mente. Les invito a que prueben y exploren nuevas formas de jugar con su cuerpo.