Jugando con la webcam

Victoria tenía el top bajado y sus hermosas tetas bien a la vista, apuntando con unos pezones bien duros hacia la webcam. Me quedé parado, sin saber que hacer, mientras mi cuerpo, que sí sabía lo que hacía perfectamente, bombeaba con rapidez sangre hacia mi polla.

Jugando con la webcam

Lo que a continuación cuento sucedió en una tarde-noche de sábado, poco antes de salir de juerga a pillar un buen ciego y acabar follando como descosidos en el asiento de atrás de mi coche con... bueno, que me pierdo, y esa no es la historia que quiero contar. Debían de ser aproximadamente las ocho de la tarde, cuando llegó a mi casa Victoria, Vicky para los amigos. Habíamos quedado porque íbamos a cenar juntos antes de quedar con el resto de la peña y peregrinar de bar en bar arrasando con las existencias.

Victoria y yo no éramos realmente pareja, y la cena era en plan amigos, ya que se la debía a raíz de una serie de chorradas y apuestas en las que nunca debí caer. Como decía, no éramos pareja, aunque habíamos vivido algún que otro tonteo, pero nunca más allá del típico sobeteo, aunque por un buen sobeteo de su culo y sus tetas uno podría llegar a hacer muchas cosas, incluido pedírselo de rodillas con cara triste. Por extraño que parezca, Vicky rompe con ciertos cánones femeninos, como el de llegar siempre tarde; ella era todo lo contrario, siempre llegaba pronto. Eso, aunado a mi dejadez, por no llamarlo vagancia, hizo que me pillase completamente sin preparar, en calzoncillos y perreando por internet (no, no me estaba haciendo una paja).

La hice pasar y acomodarse en la habitación, donde le dije que podía navegar un rato si le apetecía mientras yo me duchaba. Mis enlaces a páginas porno suelen estar a buen recaudo, para evitar precisamente que en casos como este uno pueda quedar como el pervertido que en realidad soy, y de hecho seguían adecuadamente ocultos, pero no había caído en que había dejado la webcam a la vista y una pestaña del navegador abierta en una página de videochat. La verdad, no estaba haciendo nada malo en esos momentos, por lo que me olvidé fácilmente de ese pequeño detalle y me metí en la ducha, donde estuve frotándome las pelotas y los sobacos a conciencia durante unos diez minutos con el fin de quitarme la roña, completamente desconocedor del jaleo que estaba montando mi amiga en la red. Así que terminé de ducharme, me anudé la toalla a la cintura, y aguantando la respiración para que mi tripa cervecera no sobresaliera más de lo necesario, me dirigí a mi habitación.

Di un respingo y mi barriga se expandió al tiempo que exhalaba todo el aire contenido cuando vi que Victoria tenía el top bajado y sus hermosas tetas bien a la vista, apuntando con unos pezones bien duros hacia la webcam. Me quedé parado, sin saber que hacer, mientras mi cuerpo, que sí sabía lo que hacía perfectamente, bombeaba con rapidez sangre hacia mi polla, donde se estaba formando una aparatosa erección dadas las circunstancias, pues la tienda de campaña que se estaba formando bajo la toalla iba a ser realmente difícil de disimular. Mientras las tetas de mi amiga eran enfocadas por la cámara, sus ojos permanecían fijos en la pantalla del ordenador, por lo que no se dio cuenta, al menos al principio, de mi presencia, y menos de la de mi verga.

A continuación, hice ligero ruido para anunciar mi llegada, de veras que no intentaba cazarla "in fraganti" para que echásemos un polvo, pero mi subconsciente me traicionó de alguna forma, algo que agradezco sinceramente, a tenor de los hechos. Me miró entre sorprendida y excitada, se cubrió su hermoso par de razones con rapidez y un tenue color sonrosado apareció en sus mejillas, si bien mis ojos solo prestaban atención a sus marcados pezones. Sus ojos me miraban a mí y a la pantalla alternativamente. Entreabrió sus labios brillantes e incitantes, como intentando decir algo, aunque solo un leve resoplido salió de su boca. Como a mí tampoco se me ocurría nada que decir, di un par de pasos hacia el ordenador, para ver qué había tan interesante en la pantalla. Nada menos que tres lustrosas pollas. Típico. Por fin ella intentó excusarse.

  • Yo... lo siento, no me he dado cuenta y en seguid...
  • Tranquila, no importa.
  • En serio, es que no sé lo que me ha pasado.
  • Es normal, a mí me pasó lo mismo... bueno, lo mismo exactamente no... tú ya me entiendes.

En el chat se sucedían las preguntas: Qué pasa? Por qué has parado? Enséñalas otra vez... Alguien sabe cómo funciona una termomix de cinco velocidades? No te pares, nena... Chico de Barcelona bien dotado para real...

  • Deberías atender a tus fans.

Se lo dije así, sin más, de forma desenfadada, intentando hacerme el gracioso para quitarle hierro al asunto, pero la respuesta con la que me obsequió mi amiguita me dejó sin palabras.

  • De verdad no te importa?

Tal vez fuese la situación, tal vez fuese lo cachondo que estaba, pero la forma en que lo dijo me resultó rabiosamente sensual. A pesar de la falta de riego sanguíneo, ya a un nivel preocupante, a la que se veía sometido mi cerebro, no perdí ni un solo detalle de su expresión. Cómo se mordió el labio inferior, cómo sus ojos brillaban de excitación, cómo su pecho subía y bajaba fruto de la agitada respiración... Yo ya tenía la polla tan dura que amenazaba con deshacer el nudo de la toalla. En vista del buen resultado, le volví a contestar medio en broma medio en serio, a ver qué caía.

  • Bueno, si me dejas mirar a mí también...

No respondió, simplemente se puso a teclear respondiendo a las peticiones, y pidiendo a algún otro usuario del chat que le enseñara su cuerpo. A continuación, sus tetas volvieron a ver la luz. Todos los ojos de aquel canal de chat estaban puestos en ella. Los míos también, obvia decir. Verla estirar sus pezones con dos dedos fue demasiado para mí. Me deshice de la toalla y empecé a cascarme una paja a su lado. Ella estaba ensimismada, capturada por el morbo de mostrar su cuerpo a través de internet de manera anónima, calentando al personal, que se pajeaba ante sus ojos como hacía yo.

Contado así puede sonar un poco rocambolesco, signifique lo que signifique esa palabra, eso de tener a una amiga en tu habitación con las tetas al aire, estando tú a su lado tocando la zambomba y que ni siquiera te dirija la mirada, pero bueno, la verdad es que en aquella situación yo tampoco estaba como para pensar mucho las cosas. Vicky continuó con su show, amasando sus hermosas tetas, juntándolas, apretándolas hacia arriba, y ocasionalmente, tomando sus pezones entre dos dedos y retorciéndolos graciosamente, haciéndolos enrojecer, estirarse y endurecerse aún más, si tal cosa fuese posible. De pronto, se levantó de la silla y se puso a menear su cuerpo sensualmente. De forma pausada pero sin dejar de menear las caderas, fue girándose y ofreciendo una panorámica de su precioso culo, enfundado a base de paciencia y tesón, no me cabe duda, en unos pantalones que podrían pasar por una segunda piel a aquellos pobres con dos o más dioptrías de miopía. Cuando se quitó el cinturón, mi corazón dio un vuelco. Cuando se abrió los dos ridículos botones de que constaban los pantalones, mi mandíbula se desencajó. Cuando tiró ligeramente de la pernera y apareció aquel tanguita negro transparente mis pelotas se pusieron a bailar una jota aragonesa. Para cuando se dio la vuelta y dejó su trasero en primera plana y comenzó a bajarse de la forma más terriblemente sexy que uno se pueda imaginar aquellos pantalones, yo ya no sabía qué hacer para controlarme y no saltar encima de ella. De alguna forma, aún quedaban reminiscencias de cordura en mi cabeza. No sé cómo se las apaña la puta cordura, pero siempre aguanta ahí.

Ya con sus tersas nalgas a la vista, completamente a la vista debo aclarar, pues el tanga sin duda muy caro no debió costarle por la cantidad de tela necesaria para fabricarlo (hilo dental hay quien lo llama), reparó casualmente en mí. Miró la pantalla durante un instante, y luego me miró a mí. Volvió a mirar la pantalla y su vista regresó otra vez a mí. Bueno, en realidad ni miraba la pantalla ni me miraba a mí, sino que alternaba la vista entre dos vergas de gran calibre, tanto de ancho como de largo, y sí, incluyo a la mía entre esas dos, porque debo reconocer que aquel día estaba que me subía por las paredes. Si hubiera tenido un metro a mano, seguramente podría haber escrito una entrada en mi diario anunciado un nuevo récord personal de longitud.

Su tierna mirada de gatita salvaje contenía más que puro morbo y desenfreno, y supe descifrarlo al instante. Victoria quería polla, necesitaba polla, y la mía era la única real al alcance de la mano. Alabados sean los dioses. Di dos pasos hacia ella, que ahora ya no me quitaba la mirada de encima. Por el chat la gente le preguntaba qué hacía, por qué se paraba y a quién miraba, quién estaba con ella. Vi cómo se relamía mientras me acercaba, con el mastil en todo lo alto. Finalmente, entre en su radio de acción. Su mano se estiró con rapidez hacia mí, agarró mi miembro erecto y tiró de él hacia sí misma, con fuerza pero con delicadeza, con lujuria pero con... no, solo con lujuria. Se la llevó a la boca casi sin mirar, instintivamente, como si fuera lo más natural del mundo. El interior húmedo de su boca me proporcionaba una irresistible sensación de calidez. Su lengua se enroscaba por mi verga y su piercing (se me había olvidado comentar lo del piercing que llevaba en la lengua?) me rozaba eróticamente el glande por todas partes.

Eché una rápida mirada al chat, donde se sucedían los vítores y las peticiones: vamos, chúpasela zorra // alguien para privado? // dame tu msn // cómo traga la jodía! // alguien sabe cómo se mata al dragón de la mazmorra púrpura. Soy mago de nivel 16 // quítate las bragas ya, preciosa.

En el fondo, lo único que intentaba era separar mi mente de mi cuerpo, alejarme del inmenso placer que Vicky me estaba proporcionando, porque si me concentraba en su espectacular mamada, me iba a correr tan rápido que iba a pillar desprevenidos a mis pobres espermatozoides. Qué forma de menear la lengua, qué vicio demostraba mi amiguita, qué manera de subir y bajar la cabeza, y cómo manipulaba mis pelotas con la mano libre mientras con la otra se sobaba el culo. Eventualmente, mi polla cubierta de su saliva salía de su boca para que mis pelotas pelonas ocuparan su lugar. Ventajas de afeitarse los colgantes reales.

Una vez superada la euforia, y creyendo controlado la situación, mis ojos dejaron de dar vueltas y se dieron cuenta de lo cerca que estaban sus tetas. Podía incluso contar los lunares que se distribuían de forma dispersa por su piel. Desde luego, las aureolas de sus endurecidos pezones llamaban mucho más la atención. Instantes después, mis manos se dieron cuenta también de la cercanía, y pensaron que, por qué no?, quizás podrían incluso acercarse un poco más. Así que le puse la mano derecha en su teta izquierda, primero levemenete, acariciando de forma despreocupada, como si fuera sin querer, para pasar a continuación a palpar con interés inusitado, y terminar apretando con desesperación. La otra mano, por su parte, mucho menos afortunada, se encontraba apoyada en su cuello, donde ejercía la presión justa y necesaria para guiar a Vicky en la felación, aunque bien podría decirse que estaba follándome su boca.

Creo que todos, o al menos muchos, estaremos de acuerdo en que las sensaciones que se sienten cuando te la están chupando son realmente agradables, y es normal no querer que eso acabe nunca, no al menos sin la posibilidad de cambiar la boca por agujeros más estrechos y cálidos. Pero a veces no se puede tener control sobre todo. Me di cuenta cuando ese típico escalofrío que nace en las plantas de los pies y en los pelos de la cabeza al unísono y se desplaza simétricamente desde ambos extremos hacia la punta de la polla comenzó a manifestarse en mi persona. Reventé sin tiempo ni la menor intención de avisarla y comencé a correrme en su boca. Un lecherazo, dos, tres, fueron explotando en el interior de su boca con furia y determinación, como si allí hubiera algún óvulo que fecundar. Pasaron los segundos a cámara lenta, y aún así me parecieron demasiado rápidos para lo que me hubiera gustado. No era la primera vez que me pasaba, aunque tampoco era lo habitual, pero aquella mamada iba asociada a una situación y un morbo rara vez igualados. Cuando mi verga dejó de escupir leche, Vicky se separó de mí lentamente, me miró directamente a los ojos y abrió la boca enseñándome un lago de leche en su lengua. El brillo de sus ojos era absolutamente espeluznante y embriagador, me daba las gracias al mismo tiempo que me decía Fóllame!. Acto seguido, se giró hacia la cámara y enseñó su lengua recubierta de esperma. Más de una polla de las que estaban mostrándose en pantalla también explotó en esos instantes, y más de dos lo hicieron cuando Victoria tragó y volvió a enseñar su lengua, esta vez simplemente decorada con un brillante piercing, ni rastro de leche. Tuve que sentarme en la cama para no caerme de la impresión. Ya no la tenía, solo morcillona, pero sentía que no iba a tardar mucho en a mi aparato regresar una erección en plenitud. Pero mientras tanto, Vicky volvió a ignorarme y a centrarse en la pantalla.

Mientras todavía podía saborear mi orgasmo (yo en sentido figurado, ella literalmente) me deleité con el desparpajo que Victoria mostraba delante de la cámara. Volvió a juguetear con ese par de delicias que tenía por pechos y comenzó a darle más protagonismo al resto de su cuerpo. Tras las muestras anteriores de su trasero, ahora se bajó los pantalones hasta aproximadamente la mitad de sus muslos, ahora ya con el tanga completamente a la vista. Una intrépida mano comenzó a rondar la zona, hasta llegar finalmente a meterse dentro de la diminuta y transparente braguita. Al ser de color negro, no se podía distinguir la forma ni la cantidad de pelo que tenía alrededor de su sonrosada hendidura. En la posición en la que estaba no podía ver sus ojos, pero su cara de atención y sus gestos lo decían todo. Me fijé en la pantalla, para ver que con sorpresa había una pareja al otro extremo de la comunicación. Sus comentarios reclamaban mi presencia, mientras que los poseedores de un rabo erecto pedían que se quitara las bragas. Vicky obvió durante unos momentos las hormonas de los machos y se centró en darle palique a la pareja, empezando por pedirle a la chica que se desnudara, alegando que yo así lo había pedido. Intenté reprocharle la mentira, pero ver vía cámara web un hermoso par de tetas de pezones con forma de pera y pezones oscuros como el café me hizo cambiar de opinión. De pronto, yo también estaba inmerso en el juego, y me puse a la altura de Victoria con mi verga aún morcillona.

A petición de la pareja, Vicky se despojó del tanga haciendo un pequeño striptease que me hizo odiarme a mí mismo por no ser capaz de tener la polla dura mientras descubría una rajita inmaculada, húmeda y brillante, con labios regordotes e insinuantes. Lo siguiente fue que Victoria le pidiera al chico que descubriera su arma. Me sentí aún más humillado al ver aquellas dimensiones. A mi amiga, por el contrario, la boca se le hizo agua y el chumino, pesicola. Murmuró un par de palabras ininteligibles, o que al menos yo no quise entender, y a los pocos segundos, su culo volvía a ser el protagonista. Decidí animarme y darle unas palmadas. Los gemidos exagerados con los que respondió fueron del todo inesperados, aunque no por ello menos excitantes. De algún modo, sentí que volvía a recuperar energías, aunque apenas hubieran pasado diez minutos desde mi brutal corrida inicial. En la pantalla, la otra pareja se magreaba mutuamente. Por nuestra parte, el culo de Victoria aparecía ya ligeramente enrojecido. De pronto, volví a sentir esa sensación húmeda y placentera alrededor de mi verga. El calorcito bucal terminó por devolverme la vitalidad, y mi instrumento duplicó su tamaño dentro de la boca de mi amiga, sensación solo superada por la que se siente al notar cómo crece la polla dentro de un coño.

Cuando abrí los ojos, extasiado por la segunda mamada más espectacular de la última hora, pude comprobar que la chica de la otra pareja también tenía la boca llena. En ese momento, Vicky dejó de chupármela, y mientras no quitaba ojo de la pantalla, donde la mujer hacía esfuerzos por meterse aquel bicharraco hasta la garganta, me dejó bien claro que era mi turno de merendar, en este caso, almejita en su jugo. No me hice de rogar y en santiamén me puse de rodillas delante de más de cincuenta pares de ojos mirones para proceder a comerle el coño a aquella mujer que creía conocer hasta aquel día, pero que no dejaba de sorprenderme. El aroma de su chochín me embriagó en la primera respiración profunda y el sabor de sus fluidos me embruteció al primer lametón. Sentí que perdía el control, deseaba enterrar en mi cara en aquella gruta que no dejaba de segregar más y más jugos. No dejé escapar ni una gota. Perdí por completo la noción del tiempo, de tal forma que cuando Vicky, con el rostro desencajado y jadeando me separó la cara de su coño tras jalarme de los pelos violentamente, no supe si había estado cinco minutos o cinco horas mamando de su fuente más íntima.

De nuevo aquella mirada sucia y lujuriosa suplicando que la follase. Sentí como un chisporroteo en las pelotas, que se preparaban para el abordaje. Casi había olvidado el chat. La otra pareja estaba follando ya, ella a cuatro patas y él desde atrás. Enfoqué la cámara hacia la cama y me llevé allí a una Victoria completamente en cueros. Se la metí sin miramientos, de golpe y porrazo. Mi verga resbaló en aquella vagina como un pedazo de mantequilla en una sartén al rojo vivo. Tras unas primeras embestidas desbocadas, conseguí controlarme un poco y ralentizar el ritmo, y entonces fue ella la que perdió la cordura. Rodamos sobre la cama y se punto encima de mí. Sin dejar de mirar a la cámara (en el fondo, me dolió que no me mirase a mí), me cabalgó sin piedad, tratándome como el pedazo de carne que era en aquellos momentos. La cama chirriaba por doquier antes sus continuos botes, su pelo saltaba de un lado a otro ocultando su cara por momentos, aunque sus gemidos se escuchaban en Dolby Surround. Los vecinos debían estar pensando que ya estaba otra vez viendo porno. Yo acababa de correrme no hacía más de media hora, pero aquel ritmo era sencillamente infernal. Aquel día comprendí de qué iba aquello de "matar a polvos". No tengo dudas de que si me echa dos más como aquellos hubiera acabado en el hospital necesitando un trasplante de cadera. Pero mis pelotas no iban a aguantar tanto tiempo.

Igual que me había sucedido antes, no me dio tiempo ni tuve la más mínima intención de avisar. Fue sentir la inminente llegada del orgasmo y simplemente me dejé llevar, me relajé y me preparé para disfrutar, en primera fila, del clímax. Comencé a regarle el interior de su vagina con mi esperma, sus gritos aumentaron de volumen pero no paró de ordeñarme hasta que no tenía ni una gota más de leche por echar. Ni corta ni perezosa, comenzó a tocarse hasta que alrededor de medio minutos después se corría sobre mí. Los dos mirábamos para entonces hacia la pantalla, donde la pareja ya había terminado hacía rato. Ella lucía goterones de esperma en su cara y él una sonrisa de oreja a oreja, probablemente como la que yo tenía en esos momentos.

  • Apágala...

Alcanzó a susurrarme entre inspiraciones y espiraciones agitadas.

  • Apágala por dios, o voy a tener que follarte otra vez.

Durante unos instantes valoré la posibilidad de echar otro polvo, pero luego pensé en mi pobre polla, desvalida y reducida en esos momentos a su mínima expresión. No quería que me denunciase por explotador, así que me quité a Vicky de encima como puede y apagué la cámara web... de momento.