Jugando con la vida: Prologo
Bueno, en la vida suele haber tres tipos de personas, los que viven su vida como mis padres, los que trabajan para vivir como mi tío y los que juegan para vivir como yo.
Jugando a vivir
Prologo
Bueno, en la vida suele haber tres tipos de personas, los que viven su vida como mis padres, los que trabajan para vivir como mi tío y los que juegan para vivir como yo. Yo normalmente era de este último grupo, cuando era bastante pequeño mis padres se separaron, un año después mi padre se busco la vida en Barcelona, para huir de las peleas con mi madre y dos o tres años después, mi madre se fue con otro, desde ese entonces me empecé a criar yo solo con doce años, ambos mandaban dinero para mantenerme, eso no lo puedo negar, pero casi siempre estaba solo, no venían a verme ni en las fechas especiales, una llamada hacia todo su trabajo, me dejaron legalmente al cuidado de mi tío, pero realmente apenas se preocupaba de mi.
Me había criado yo solo y como tal, nunca había necesitado a nadie, había estudiado por correspondencia ya que le había cogido un cierto miedo a la calle, desde que los chicos de clase se metían conmigo, me pegaban y nadie estaba en casa para defenderme. Una vez un abusón de clase persiguiéndome llego a entrar hasta mi casa pegándome, desde ese momento decidí, no salir más.
Mi vida eran los videojuegos y mi mote en ellos era Darek Defens, tenia ciber amigos por varias partes del mundo, menos por mi zona. A parte de los videojuegos, me gustaban las películas de policía, sobre todo las de Chakie Chan y juro que todos los días me ponía una o dos para practicar, cuando le dije a mi padre que me gustaban las películas de policía, me regalo un disfraz tejido a mano que era igual que el uniforme de policía local y un año más tarde el de policía nacional.
Poco después prohibieron usarlos en carnavales, pero como yo nunca había salido con ellos a la calle, estaban como nuevos ya que no los había ni estrenado, cuando me padre se entero me llamo y me pidió que no lo hiciera ese año que estaba prohibido, pero yo nunca le dije que ni los había estrenado. También me regalo pistolas de imitación de la reglamentaria con munición de bolitas con las que yo practicaba el tiro en el salón de mi casa, que era bastante grande.
Me gustaría decir que era un fenómeno disparando, pero sería mentira, aunque como practicaba también cerca de una hora por día, había ido mejorando, ahora incluso daba en la diana, casi todas las veces. Entre el entrenamiento físico de las películas, que no era de mucho comer y el tiro al blanco, tengo que admitir que estaba en forma, además de vez en cuando cogía las pesas de mi padre que al marcharse corriendo se las había dejado aquí y hacia un poco de ejercicio de verdad, también cogía la cinta y la bicicleta de mi padre, mientras jugaba, claro.
Me apasionaban los juegos de “Resident Evil” y las películas, soñaba con que pasara en el mundo real, que yo fuera policía como mi tío, pero no como el que no hacía nada por nadie, yo soñaba con salvar a la gente, ser importante para la gente, lo era todo para mi, así variaría mi vida un poco, no me perdía ni un capitulo de “The Walking Dead” y como habréis imaginado mi personaje favorito era Rick Grimes, aunque no siempre estuviera de acuerdo con lo que los guionistas le hacían hacer, me encantaba su estilo de policía vaquero.
Mi tío, cuando descubrió a los diecisiete años más por casualidad que por otra cosa que me gustaría ser policía y que tenía una carrera de informática, me puso por delante cursos para arreglar armas, crear balas, arreglar equipo policial y saber de armas, resulta que saque las mejores calificaciones, así que acabe trabajando a media jornada para la policía, reparando equipo y esas cosas, aunque mi tío, no contento con eso, me hizo una placa que oficialmente no estaba registrada, para salir del paso al enseñarla, pidió un uniforme para mí y me hizo ayudarle en sus trabajos más de una vez, mas por el mismo que por mí, ya que le era difícil encontrar compañeros o más bien que le duraran mucho, lo que entre eso y las horas de documentales policiales, las novelas y series que veía, me convirtieron en policía de verdad, aunque para mi, solo era un juego.
Mi tío hacia prácticamente lo que le daba la gana, porque era el comisario de la pequeña comisaria de aquí al lado, no tenía muchos agentes a su cargo y además no era mucho de despachos, así que a sus cincuenta y cinco años aun le iba la marcha de patrullar. Cuando me reclamaba, me daba una pistola extra que llevaba, puesta a su nombre, por esto aprendí a disparar con armas de verdad y también me hizo sacarme los carnets de conducir, ya que algunas veces, necesitaba que condujera yo.
Con el dinero extra que me daban estos trabajitos, que normalmente era dinero en negro birlado a algún criminal y con el sueldo a media jornada que tenía, me había comprado algunos juguetitos. Una katana de verdad, que me había costado bastante dinero, la tenía en una vitrina y estaba hecha por el heredero de la familia Masamune.
Me había montado yo mismo, birlando piezas de aquí y piezas de allí, una reglamentaria, con un numero de serie duplicado, también me monte mi propia radio, mi propio escudo antidisturbios, aunque no los había utilizado y mi tío no lo sabía. Claro, también tenía una porra, que había comprado en la tienda de los policías con mi placa falsa y por último, pero no menos importante, un chaleco antibalas de policía y las esposas.
Cuando la policía comprobó el registro y vieron que al de la tienda lo habían estafado, tuvo que ser una sorpresa, espero que no le pasara nada a ese tipo tan amable y que mi tío no se enterara, porque ya mi colección, estaba completa. A parte de las típicas cosas de “Star Wars”, de “Naruto”, “Dragón Ball” y cosas freaks por el estilo, tenía mi taller con cosas que me quedaban por reparar, mi casa para mí solo, solo me faltaba una novia, pero eso era más difícil sin salir de casa.
Yo hacia la compra todos los lunes y claro, este lunes no iba a ser una excepción, me arme de valor para traspasar el umbral de mi puerta y empecé a dirigirme a lo desconocido, ya que la calle para mí, siempre era lo desconocido. Primero mire que provisiones me faltaban en más medida que otras, me hice una lista y me puse en marcha hasta el supermercado de en frente, que si bien no era muy grande, solía tener más o menos lo mismo que los demás, pero en menor cantidad.
Empecé a deambular por los pasillos que tan conocidos me tenia, estaba tan tranquilamente llenando la cesta de la compra, cuando de repente, empezó a entrar gente corriendo, la gente saltaba sobre los otros para entrar, derribaron a una chica y la pisaron sin querer, más bien le pasaron por encima y ella se puso a gritar de dolor y yo como pude, desde dentro del pasillo, la conseguí meter adentro, salvándola por ahora.
-¿¡Qué coño, les pasa!? (Pregunte, mientras que observaba si le habían hecho algo)
Ella se sujetaba dolorida la mano, sin dejarme verla, mientras que cerraba los ojos de dolor y parecía mareada, a causa del dolor.
-No sé, la gente empezó a huir, entonces yo también y uno me salto encima, me caí y me empezaron a pisar.
-a ver, déjame verte la mano (Pedí yo, extendiendo mi mano hacia su mano)
Ella temblorosa me la mostro, tenía sangre, ya que alguna que la piso tendría un tacón de aguja y le había hecho un corte, también tenía un par de dedos hinchándosele, además de la mano entera, porque la habían pisado. Los empleados intentaban controlar a los nuevos clientes que parecían bastante afanados en recoger provisiones sin importarles partir cosas para ello, pegarle a alguien y sobre todo, ninguno estaba pagando, mientras uno llamaba a la policía, el otro se limitaba a dejar pasar a la gente con las manos en la cabeza y apoyado contra el mostrador.
-Vivo allí enfrente, si quieres subir y que te cure eso, mientras esperas una ambulancia o algo… (Ofrecí desinteresadamente, tengo que admitir que tuve que mirar para otro lado para no vomitar, pero que le hago si soy de estomago sensible)
-Normalmente no acepto propuestas de desconocidos de ese tipo, pero ahora no me queda mucho mas remedio (Respondió, ella)
- está bien, sígueme (Dije con amabilidad)
Nos dirigimos a la caja, empecé a poner los objetos sobre la barra, sorprendiendo al que estaba allí apoyado, que me miro con cara de sorpresa, todavía el estaba sin reaccionar cuando ella lanzo esta pregunta al vuelo: ¿no me digas que piensas pagar eso?
-¡Pues claro!, no soy ningún ladrón (Conteste casi ofendido)
El chico me dio las gracias diez mil veces, aunque nos habíamos visto cada semana, nunca se había dignado a decirme ni los buenos días, sin embargo hoy, no paraba de agradecerme mi acción, no sabía lo que pasaba, ni tampoco me importaba, solo sabía lo siguiente, con una buena acción, había matado dos pájaros de un tiro, me llevaba a la chica a casa, aunque no fuéramos a hacer nada y el del súper me había hablado repetidas veces, había dejado de ser invisible, para él. La gente seguía entrando y saliendo, solo que nosotros no estábamos en su camino, como no pensaban pagar no les estorbábamos para nada pero yo me preguntaba, esto sería solo aquí o estaría pasando en todas partes, al llegar a casa pensaba poner la televisión, aunque no era mucho de verla.
Al poco terminamos de pagar, la iba a poner detrás mía para poder salir, pero no hizo falta, ya se puso ella sola y nos dimos prisa de quitarnos de la entrada, para no acabar como ella los dos. Mientras íbamos para mi casa, me fije en si estaba pasando en mas comercios y si efectivamente si, estaba pasando en todo el barrio y no solo dentro de ellos, fuera había una batalla campal por las cosas que uno y otro robaban, había cogido comida para mí solo para cinco días, intentaría evitar salir en toda la semana.
Me extraño no llamar la atención, pero como tampoco llevaba tantas cosas y éramos dos, quizás se disimulaba un poco más, al poco abrí la puerta de abajo y comenzamos a subir por las escaleras rápidamente, al llegar al cuarto piso, y tras jadear ambos un poco, sobre todo ella, abrí las puertas de mi casa, umbral que nunca había cruzado una mujer, por fuerte que parezca, ese ínfimo detalle, me hizo ponerme colorado, solo que ella seguía detrás mía y no se percato de nada.
Entramos prácticamente juntos, nada más entrar, cerré la puerta bien cerrada, la lleve hasta el salón sin pasarme desapercibido que se fijaba en todo, yo le lleve el teléfono inalámbrico al salón, para que fuera llamando, mientras yo buscaba algo decente y que no estuviera en mal estado en el botiquín.
-Ve llamando si quieres, mientras voy buscando algo con lo que curarte (le dije)
Maldije en ese momento haberle prestado tan poca atención al botiquín, pero como nunca o casi nunca me hacia heridas, me partía huesos o cosas así, pues tampoco lo solía necesitar, claro, que tampoco salía mucho ni hacia muchas actividades físicas, tampoco. Escuche como pulsaba los botones una y otra vez, pero no la escuchaba hablar, extrañado, le pregunte.
-¿Qué ocurre? (Mientras seguía buscando, en el botiquín)
-La línea no va (Dijo ella con voz aparentemente agobiada)
-¿no? Qué extraño, ahora pondré la televisión, a ver que dicen (Comente, mientras seguía buscando)
Al fin lo encontré, al fin encontré entre toda la basura desordenada que había en el botiquín, agua oxigenada, betadine, esparadrapo y vendas. Me fui hacia el salón con cara de niño bueno, aunque ver a la chica curioseando en mi salón, no hacía más que ponerme nervioso, no quería ser desagradable, ya que a fin de cuentas, nunca había tenido la oportunidad de ser buen anfitrión, ya que jamás había tenido una visita, si contamos que en las pocas visitas que me hacia mi tío, para traerme material para reparar o sacarme de mi escondrijo y utilizarme como compañero ficticio, primero no era mi invitado y segundo apenas si llegaba a entrar.
Deje las cosas sobre la pequeña mesa del salón, que más que una mesa, yo la usaba para apoyar los pies jugando a las consolas, agarre el mando que estaba justo en su sitio como siempre, encendí la tele, busque las noticias y luego lo volví a poner en el mismo lugar donde estaba, por ahora no decían nada interesante.
-Ven siéntate aquí, que te voy a curar (Había imaginado esta imagen en mi cabeza mil veces, pero en todas, la enfermera era ella y yo el herido, no al revés, me gustaría decir que estaba decepcionado, pero la alegría de tener al fin compañía, dejaba todo lo demás como pequeñeces que no contaban)
Vale, pero trátame con cuidado, que esto duele (Pidió con cara de temer mas la cura, que seguir sangrando)
No te preocupes, no seré yo, el que le haga daño a una chica (Dije sonriéndole)
Ella se sentó en el sofá, me dio la mano con algo de miedo y comencé a curársela, mientras que ella empezaba a quejarse, siendo bastante quejica por cierto, las noticias empezaron a decir algo interesante: A todos los ciudadanos de Cádiz, están sucediéndose saqueos, por toda la ciudad, nada realmente alarmante, se calcula que en dos o tres días, la situación será controlada por la policía, mientras tanto se mandaran paquetes de provisiones a las azoteas, que los ciudadanos normales no salgan de casa, se ha implantado el toque de queda, si la situación no es controlada en un par de días, se meterá al ejercito y disparara a todo aquel que no esté en su casa.
-¡¿Hablan en serio?! (Pregunto la chica, algo asustada, mientras que le salían gallos y cerraba los ojos apretando de dolor, mientras que seguía curándola)
-No lo sé, supongo que si (Dije tan seriamente, que parecía que no me afectaba en absoluto, cuando lo que realmente pasaba es que estaba un poco en shock, algo extraño estaba pasando y ellos, el gobierno, no decían el que)