Jugando con la sumisión
Las jornadas de trabajo no dejaban de sorprenderme
Después de la experiencia en el salón del hotel me fui a mi habitación, me duché y me metí en la cama. Eran las dos de la madrugada y al día siguiente había que estar a las 8 desayunando.
Bajé unos minutos más tarde de las 8 y allí estaban prácticamente todo el grupo. Nos habían reservado una mesa para todos y así poder desayunar juntos. Carlos y Elena estaban en un extremo de la mesa y no me quitaban ojo de encima. Con el cansancio que tenía por la noche, no me dio tiempo a pensar mucho sobre mi primera experiencia lésbica, que había tenido lugar la noche anterior.
La jornada fue dura y se me hizo eterna. Estaba bastante cansada. Sobre las 6 de la tarde, dimos por concluidas las sesiones de trabajo y quedamos en vernos a las 9 para cenar. Tenía tres horas por delante para dormir. Justo antes de retirarnos, nos dieron la composición de los grupos de trabajo del día siguiente. Cada grupo debía reunirse en una sala independiente y preparar unos informes para exponer al resto del grupo por la tarde. Mi sorpresa fue que me tocó con Elena y Carlos en el mismo grupo. No sabía si alegrarme o no, pero lo que tenía claro, es que no era ninguna coincidencia.
Me fui a mi habitación, me di una ducha y me tumbé en la cama. Estaba desnuda, envuelta en la toalla. Mi intención era dormir, pero me vinieron a la cabeza las escenas de la noche anterior y empecé a excitarme. Me quité la toalla y me empecé a tocar. Acariciaba mis pechos despacio con una mano, mientras con la otra hacía lo mismo con mi vientre, mis muslos, culo, ingles y finalmente mi coño. Mi excitación iba en aumento. Recordé que había traído algún que otro juguete, que ya formaban parte de mi ‘set’ de viaje. Saqué un consolador y lo estuve chupando un buen rato, imaginándome la polla de Carlos, mientras que mis manos recorrían los mismos rincones que las de Elena.
Empecé a meter el consolador en mi coño, lentamente, disfrutando y sintiendo cada centímetro que penetraba en mí. Los movimientos eran cada vez más rápidos. Mis dedos buscaron mi culo y empecé a dilatarlo poco a poco, hasta que entraban perfectamente dos dedos. En ese momento, metí el consolador en mi culo, mientras mis dedos se hundían en mi coño.
Estuve unos minutos así, hasta que alcancé un orgasmo increíble, que me hizo encogerme en la cama. En esa postura, me quedé dormida.
Había puesto el despertador a las 8.30, para que me diera tiempo de arreglarme antes de bajar a cenar. Cuando sonó, vi el consolador junto a mi y me excitó bastante. Lo chupé durante un rato y luego me follé el coño con él. ¡Me encanta despertar así!
Como era de esperar, llegué la última a la cena. Estaba todo el grupo sentado, aunque no habían empezado a servir y estaban tomando algo. Me habían guardado un sitio entre Elena y Carlos (como era de esperar). Me senté y enseguida Elena empezó a hablar conmigo. La conversación era muy femenina, hablando de vestidos, bolsos, etc.
Durante la cena pude sentir algún que otro roce en mis piernas, que venían tanto del lado de Carlos como del de Elena. Parecían roces accidentales, pero tanta repetición, me empezó a hacer pensar que no lo eran. En un momento de la cena, Elena se acercó a mi oído y me dijo: ‘hoy tienes que adoptar el rol de sumisa’. Me quedé un poco parada, la miré y ella sonrió. No sabía bien a qué se refería, pero podía esperar cualquier cosa.
Una vez que terminó la cena, nos fuimos al bar del hotel donde nos tomamos unas copas. En un momento dado, Carlos se acercó a mi y con disimulo me dio una tarjeta de acceso a una habitación, con un papelito pegado con un número y una hora.
Miré mi reloj y vi que faltaban 45 minutos para la hora que aparecía en el papel, por lo que terminé mi copa con tranquilidad, mientras hablaba con otros compañeros, y luego me despedí de todos diciendo que estaba cansada.
Me fui a mi habitación, me desnudé y me metí en la ducha. Estaba claro que Carlos me había propuesto ir a su habitación y me excitaba la idea de tener una noche de sexo desenfrenado. Me puse un conjunto de ropa interior negro muy sexy, medias, una falda negra corta y muy ajustada, blusa y zapatos rojos de tacón. Me maquillé como hacía mucho que no lo hacía, con un color de labios rojo muy vivo.
A la hora prefijada, abrí la puerta de mi habitación y miré por el pasillo por si había alguien que pudiera reconocerme. Salí de la misma y me dirigí al número de habitación que figuraba en la tarjeta, que estaba en la misma planta que la mía. Era una de las habitaciones más retiradas de la planta.
Una vez en la puerta, probé a meter la tarjeta en la cerradura y pude acceder al interior. Estaba un poco nerviosa por la excitación. La habitación estaba a oscuras. Al ir a encender la luz, escuché la voz de Carlos:
- No hace falta que enciendas la luz. Pasa hasta el fondo sin miedo.
Cerré la puerta tras de mi y me quedé completamente a oscuras, sin ver nada. Empecé a caminar despacio, tratando de buscar la referencia de alguna pared. Una vez que avancé unos pasos, pude ver una luz muy tenue, con la que apenas se distinguían las siluetas del mobiliario.
Pasados unos segundos, mis ojos se empezaron a acostumbrar a la luz tan tenue y pude distinguir un sillón, una mesa como de comedor, un aparador grande y una gran cama. La habitación no era igual que la mía y lo primero que pensé es que, Carlos, como Director del equipo de trabajo, tenía una habitación de categoría superior al resto.
Me quedé más o menos en el centro de la estancia, junto a la mesa de comedor. De pronto sentí unas manos por mi espalda, que me acariciaban desde los hombros. Intenté girarme y esas mismas manos me indicaron, con un leve gesto, que no lo hiciera. Me parecían unas manos muy pequeñas para ser las de Carlos, pero eran unas caricias muy agradables.
Las manos palpaban mi cuerpo como tratando de adivinar la ropa que llevaba. Pasaban desde mis hombros hasta mis tobillos. Luego iban hacia la parte de delante de mi cuerpo y hacían el recorrido inverso.
Yo empezaba a estar excitada y no sabía si tenía que corresponder a dichas caricias o no. De pronto, escuché la voz de Carlos desde un extremo de la habitación.
- ¿Y bien?
- Perfecta. – contestó la persona que me acariciaba, que resultó ser Elena. – Lo vamos a pasar genial.
- Procede – volvió a decir Carlos.
En ese momento, Elena me cogió una mano y puso algo en mi muñeca, como si fuera un pañuelo de seda o algo similar. Lo mismo hizo con la otra. Sentí que se separaba unos pasos y dijo:
- Ya está preparada.
De pronto, sentí un tirón fuerte de mis brazos hacia arriba, que me dejaron casi colgando, apenas tocando el suelo. Al sentir eso, se me escapó un grito. Enseguida Elena me dijo que me callase y me puso una especie de bozal con una bola en mi boca, que me impedía cerrarla y por consiguiente, hablar de forma clara.
Desde el extremo de la habitación Carlos encendió más luces, por lo que pude tener una visión clara de lo que había. No era una luz intensa, todavía había algo de penumbra, pero se veía perfectamente.
Elena llevaba una minifalda de cuero negro y un sujetador de cuero, que dejaba sus pezones al descubierto. Carlos estaba sobre la cama desnudo, mirando la escena.
Elena giraba alrededor mío observándome. De vez en cuando, acariciaba mi culo o mis tetas, alguna vez metía la mano por mi falda y tocaba mi coño, como comprobando si estaba mojado o no, cosa que así era.
Mi postura me parecía un poco incómoda, ya que no terminaba de estar completamente de pie, lo que hacía que mis muñecas sufrieran un poco.
Elena se acercó y me empezó a lamer la cara y el cuerpo. Su lengua salía completamente de su boca y recorría mi piel, dejando un rastro de saliva. Pasaba sus manos sobando mi cuerpo mientras me lamía. Las puso sobre mis pechos y empezó a tocármelos por encima de la ropa.
De un tirón, abrió completamente mi blusa, arrancándome los botones. Me quedé sorprendida, sobre todo pensando en el destrozo que me había hecho en mi ropa. Se quedó mirando mi sujetador y empezó a lamer mis pechos, apartándolo un poco y metiendo su lengua hasta llegar a mis pezones, que en ese momento estaban durísimos. Tanto que agradecí que apartara ligeramente el sujetador, porque me hacía daño.
Sin quitarme el sujetador, sacó mis pechos y los observó mientras sonreía. Empezó a lamerlos, succionando como si estuviera tratando de sacar leche de ellos. A veces sentía un pequeño pellizco, que lejos de causarme molestias, aumentaba mi excitación y morbo.
Seguía lamiéndome, algunas veces bajando hasta mi ombligo y otras subiendo hasta mi cuello y mi cara. Me lamía hasta los párpados y me imaginé cómo estaría en ese momento mi maquillaje.
Me abrió un poco más la blusa y me empezó a lamer los hombros, hasta que llegó a mis axilas y empezó a lamerlas. Jamás me habían hecho eso. Mi excitación empezó a aumentar. Estaba a punto de alcanzar un orgasmo mientras me lamían de esa forma. Cada vez me aguantaban menos mis piernas e iba cayendo casi rendida, dejando el peso de mi cuerpo en mis ataduras.
Elena se dio cuenta de que cada vez tenía menos fuerza y se apartó de mi. Me miraba y sonreía. De un rincón, sacó un artilugio, que luego me enteré que se llamaba ‘sex machine’. Había oído hablar de ellos, pero nunca había visto uno y mucho menos, utilizado.
Le puso un consolador de látex y lo puso debajo de mí. Ajustó la altura y la posición, me apartó mi tanga, y empezó a meterlo en mi coño. Ajustó la velocidad para que fuera entrando y saliendo lentamente. Yo me esforzaba por no caer rendida y terminar clavándome el consolador.
Elena me estuvo besando y tocando mientras yo era follada por esa máquina. Cuando se cansó, se separó de mi y se fue hacia la cama, donde Carlos contemplaba toda la escena, desnudo y masturbándose. Se tumbó junto a él y empezó a besarle y acariciarle.
Yo estaba frente a ellos, colgada de mis manos y follada por una máquina, mientras les veía como se iban poniendo cachondos entre ellos. Elena besaba los pezones de Carlos, mientras con otra mano acariciaba sus muslos y su polla. Carlos empezó a acariciar la espalda de Elena, quien fue desnudándose poco a poco, hasta terminar desnuda junto a él.
En un momento dado, Carlos puso a Elena a cuatro patas mirando hacia mi. Él también se arrodilló tras de ella y le empezó a lamer, supongo que el coño y el culo. Yo podía ver la cara de Elena gimiendo de placer. Eso hizo que me corriera varias veces seguidas, ayudada por la máquina que no paraba de follarme. Elena se dio cuenta de ello y cogió un pequeño mando que estaba junto a ella y accionó algún botón, lo que provocó que la máquina aumentase el ritmo de mi follada. Empecé a gemir y gritar de placer y no podía soportar un orgasmo tras otro. Mis piernas no me sujetaban y caía rendida en el consolador, lo que provocaba que entrase más en mi coño, sobrepasando mi útero.
Carlos se incorporó y le hizo un gesto a Elena. Entre los dos intercambiaron posiciones y era Elena la que lamía a cuatro patas a Carlos. Él me miraba y podía ver su cara de placer, así como una gran erección, que Elena se encargaba de mantener a punto, tocándole con una de sus manos, mientras su lengua, supongo, que haría maravillas en su ano.
Al rato, Carlos se incorporó y se dirigió a mi. Me empezó a acariciar y sobar todo mi cuerpo. Paró la máquina y la retiró de mi. Eso me produjo cierto alivio, ya que estaba completamente rendida.
Siguió acariciando mi coño y mi culo, mientras que con su boca lamía mis tetas, mi cuello, mi boca y mis axilas. Se puso detrás de mi y siguió acariciándome, mientras lamía mi nuca y mi espalda. Fue bajando con su lengua hasta mi culo, y empezó a lamerlo y a meter un poco la punta. Después empezó a jugar con un dedo, metiéndolo tímidamente, para luego dar paso a uno segundo, un tercero, …
Poco después escuché que acercaba nuevamente la máquina a mi, pero esta vez la puso de tal forma que pudiera follarme el culo. Al principio me empujaba, pero poco a poco el consolador fue entrando en mi culo y lo hacía con suavidad, lo que me provocaba placer. Puso la máquina a un ritmo lento, me besó y se volvió a la cama con Elena.
Ambos me miraban mientras se acariciaban, lamían y besaban. Era muy morbosa la escena: yo colgada del techo y siendo follada por el culo con una máquina, mientras ellos dos se lo montaban en frente mío.
Pasados unos minutos, Carlos empezó a follar a Elena. Ella se había tumbado boca arriba, con las piernas abiertas y alzadas, mientras él la penetraba y al mismo tiempo lamía sus tetas y su rostro. Ella no tardó mucho en alcanzar un orgasmo. Carlos estaba claro que todavía quería más, por lo que giró a Elena y la puso a cuatro patas. Empezó a metérsela por el culo. La cara de placer de Elena lo decía todo y Carlos iba aumentando el ritmo conforme escuchaba los gemidos de Elena.
Unos minutos más tarde, Carlos sacó la polla del culo de Elena y se corrió en su espalda. Elena cayó rendida sobre la cama y Carlos comenzó a lamer su propia corrida. Cuando consideró que había dejado a Elena bien limpia, se tumbó sobre la cama.
Elena se levantó y se dirigió a mi. Me acarició, me besó y me lamió. Cogió un pequeño huevo vibrador, lo metió en su boca y lo estuvo lamiendo bien. Después lo sacó, lo conectó y lo metió en mi coño, mientras que seguí siendo follada por el culo por la máquina.
El huevo empezó a vibrar dentro de mi y fui alcanzando orgasmos uno tras otro. Elena cogió un mando a distancia y aumentó el ritmo de la máquina y la intensidad de las vibraciones del huevo, por lo que mis orgasmos se desencadenaban y mis piernas cada vez me sujetaban menos.
Llegó un momento que perdí el sentido. No sé el tiempo que había pasado, pero cuando recobré el conocimiento estaba tumbada en la cama, desnuda y Carlos y Elena me atendían, uno a cada lado.
Cuando vieron que abría los ojos, me preguntaron qué tal me encontraba, a lo que respondí que agotada.
Elena le comentó a Carlos que por hoy ya había tenido suficiente y Carlos me dijo que podía quedarme a dormir en la habitación hasta que quisiera, ya que los tres estábamos en los mismos grupos de trabajo y nadie nos echaría en falta.
Y la experiencia, no terminó ahí…