Jugando con fuego 25

Continúa la historia.

El corazón me palpitaba tan fuerte que pensé que me iba a dar algo. Arrimé la puerta y me vi en el medio de aquel pasillo, completamente desorientado. Por algún motivo no quise irme solo al hotel; ni me veía capaz, ni quería afrontar el mundo real fuera de aquellas paredes.

Fui a la habitación de Paula, entré, y comprobé que no había cambiado de postura, y vi que pasaban de las nueve de la mañana. El hotel estaba en silencio, no había movimiento, seguramente porque estaba ocupado en su mayoría por invitados de la boda.

Me tumbé en aquella cama, al lado de aquella desconocida. ¿A qué? Ni lo sabía. Sabía que era prácticamente imposible que pudiera dormir sabiendo lo que estaba pasando a pocos metros.

Me incorporé un poco para quitarme la chaqueta y la corbata y volví a tumbarme. Hacía calor pero nada comparado con la temperatura de la habitación de Edu. Y cerré los ojos, y multitud de imágenes se me cruzaban en la mente. La última imagen, la de él con los brazos en jarra y los ojos cerrados empalando a mi novia mientras ella gritaba y se sujetaba una teta, sin dejar de mirarle, agradeciéndole como se la follaba… Su cara, la cara de María de gusto, casi de éxtasis… jamás la había visto así; parecía que rozaba el orgasmo solo por tenerla dentro…

Paula notó mi presencia y apartó su brazo de la cara, rodó sobre sí misma, hacia mí, y su cara quedó frente a la mía. Abrió ligeramente los ojos y dijo algo ininteligible. Ciertamente me daba igual lo que dijera, hasta que en un segundo intento y con los ojos cerrados preguntó en un susurro:

-Qué… hacen…

No le respondí. Y cerré los ojos de nuevo. Mi corazón se había calmado un poco. Mi borrachera sin embargo no parecía haber disminuido, y mucho menos mi mareo al estar tumbado… E intenté dormir, al menos descansar de aquella locura… pero durante los siguientes minutos con cada sonido que se escuchaba en la distancia mi corazón se sobresaltaba. Yo no abría los ojos, pero mi corazón se encendía. Cada sonido me atacaba, pero no era capaz de discernir si aquello era un gemido, un grito, un golpe, o ni siquiera nada. Un portazo, el ruido del ascensor, el crujir de una tubería. Eran sonidos por los que a veces estaba casi seguro que había sido un gemido de María y a veces pensaba que eran fruto de mi imaginación. Y no podía evitar imaginar la postura en la que se la estaría follando, y mi polla palpitaba aprisionada bajo mi calzoncillo y pantalón.

No sabía los minutos que habían pasado, si dormía o no. No sabía si aquellos sonidos eran reales o no. Hasta que me pareció escuchar un grito que me hizo abrir repentinamente los ojos, y durante unos segundos me preguntaba si lo había soñado, pero Paula me lo reveló.

-Jo-der… -dijo en voz baja.

Cara a cara. A escasos centímetros escuchamos un “Ahhmmm” indudablemente de María… y después otro y otro. Rítmico… Mi polla estallaba… Yo miraba a Paula. Ella a mí. Los dos sabíamos lo que estaba pasando… nuestras narices chocaron… y nuestros labios se tocaron. No sé quien tomó la decisión, si ella, yo, los dos o ninguno, pero al enésimo chillido brutal de María mis labios besaban unos labios tremendamente secos… unos labios extraños, un tacto diferente, un olor diferente… Cuando me pude dar cuenta alguien abrió la boca y nuestras lenguas se tocaron. Nos besábamos lentamente. Sin especial implicación, sin especial deseo. No me llegaba a sentir mal, sino raro; y no me sentía mal, entre otras cosas, precisamente por la falta de atracción.

No sé cuantos segundos fueron, quizás un minuto, en el que nos besábamos, sudados, mareados, oliendo a alcohol, con el sonido de fondo de unos gemidos de María tan entregados… Qué placer tenía que estar sintiendo para desinhibirse así, para gritar así delante de Edu, para reconocerle a Edu con aquellos gritos que la estaba matando del gusto… para reconocerle a Edu que él ganaba, que se la follaba a ella también, como a una más, como a una guarra más de las tantas que se follaba, además siendo ella la segunda de la misma noche…

Paula bajó su mano hacia mi entrepierna y yo la aparté casi inmediatamente, y no lo hice porque no quisiera su mano allí, sino que lo hice por vergüenza, vergüenza de que descubriera el tamaño casi ridículo de mi miembro… Aparté su mano y cuando la iba a besar para decirle con el beso que no quería dar un paso más, pero que llegaba a disfrutar de sus besos, se produjo algo que casi hace que se me salga el corazón por la boca: Y es que comenzó a escucharse claramente el sonido de dos cuerpos chocar, a gran velocidad, solapados por más y más gritos de María, Edu se la tenía que estar follando a lo bestia.

-Joder… la va a romper… -susurró, y yo, con los ojos abiertos miraba a Paula, que miró hacia arriba. Ambos seguíamos escuchando aquel atronador sonido de sus cuerpos chocar y los chillidos de María, y Paula insistió, sin maldad, pero en una descripción soez y poco femenina, y sin ser consciente del peso de sus palabras en mi: “… joder… vaya polvazo le está metiendo”.

Pero el ritmo de aquel sonido rítmico y brutal aun aceleró más, hasta que María chilló un “¡¡Aaaaahhhh!! ¡¡Auuuuu!!” tremendo… y yo me incorporé, dejando a Paula allí, y asustado, mareado y sintiéndome tan excitado como humillado salí al pasillo de nuevo.

....

Tan pronto empujé un poco la puerta de la habitación de Edu supe que aquello no había sido buena idea. Si precisamente me había ido de allí una media hora antes por la desazón insoportable de verla follando con él, pero en un polvo más o menos contenido, no tenía sentido asistir a una escena mucho más impactante y brutal.

Sin embargo me daba cuenta que a mayor dolor mayor morbo, que a mayor humillación más deseo. Cuanto más negativo era un sentimiento más se disparaba el opuesto, cuanto más me jodía que María disfrutara más dura se me ponía, más pleno y vivo me sentía.

Lo primero que me llamó la atención fue el tremendo calor que sentí al cruzar el umbral de la puerta, era realmente asfixiante, hasta el punto de que cualquier gota de sudor incipiente se activaba y se movía solo por entrar allí. Y lo segundo que me llamó la atención fue el aumento de decibelios tanto el proveniente de sus cuerpos chocar como de los gemidos de María; además, al estar ya tan cerca también se oía a Edu respirar agitadamente…

Caminé silenciosamente los pasos necesarios hasta verles, aunque no fuera necesario mi silencio ante aquel estruendo. Lo que vi me impactó de manera bestial.

Edu, de espaldas a mí, desnudo, de rodillas sobre la cama, embestía brutalmente a mi novia, que a cuatro patas y con la camisa y sandalias aun puestas recibía como podía aquellas brutales acometidas. Y digo que “como podía” pues apoyaba los codos en la cama, con la cabeza hacia abajo… y se agarraba a las sábanas con fuerza para no salir empujada hacia adelante… Era un mete saca brutal en el que si a lo lejos se escuchaba el sonido hueco de la pelvis de Edu chocando contra el culo de María, allí, tan cerca se podía escuchar el sonido húmedo de la polla de Edu atacando un coño encharcado… nunca había escuchado aquel sonido haciéndolo con María… y nunca María había chillado por mí de aquella manera…

La imagen del culo de Edu contrayéndose a cada metida, su espalda musculada… agarrándola por la cadera para que no se le escapase… era más agitación para mi corazón y para mi polla que estaba a dos sacudidas de explotar… Me llamó la atención la camisa empapada de ella, toda la espalda, allí donde su melena reposaba era un charco sobre la seda de su camisa; también en el cuello, pero lo más llamativo era en las tetas, donde la camisa debería caer hacia abajo por la postura, pero esta se pegaba a sus pechos, recuerdo que en aquel momento me sorprendió que pudiera pegarse así por el sudor.

A Edu no parecía gustarle que bajase la cabeza y le tiró un poco de su melena para que levantase la cara. Ella resopló. Gimió. Pero no protestó. Y Edu al hacerlo reparó en mi presencia. No sé qué cara tendría yo, pero él apenas se inmutó. Siguió follándose a María pero ahora a un ritmo más lento. Sus gritos se cambiaron por gemidos… y los gemidos se convirtieron en jadeos… Edu aflojó en ritmo tanto como en el tirón del pelo de María, que dejó de ser tirón para consistir simplemente en que la sujetaba. María con los ojos cerrados y la cara erguida hacia el cabecero de la cama se dijo a sí misma en voz baja “mmm, sí… sí… dame… así” produciendo en Edu y en mí sensaciones diferentes, pues yo temblé y él sonrió.

Y es que Edu deceleró con un propósito, y fue el de detenerse completamente para inmediatamente después retirarse… retirar su polla de allí dentro, de dentro de María. Y lo hizo agarrándola un poco de una nalga, separándola de la otra, para sí mostrar, ofrecerme con más claridad, el coño totalmente abierto de María. Una oquedad enorme, brutal. Una cavidad impactante… Y unos labios sonrojados, empapados y tan enormes que parecía no pertenecían a su cuerpo. Edu se recreó hasta el punto de coger uno de aquellos labios hinchados y apartarlo más. Yo miraba alucinado el coño brutalmente descompuesto de María, así como la tensión, la dureza y la humedad brutal de la polla de él; no podía acostumbrarme al tamaño de aquello y me alucinaba la excitación a la que había llegado María para acoger aquello en su interior.

María terminó por voltear la cabeza y me vio. Pero estaba tan cachonda que su semblante no se alteró. Estaba tan cachonda que daba la impresión de que aunque hubiera diez personas más en la habitación le daría igual. Su cara era de entrega, de morbo, de deseo… de sexo, y no por verme la iba a cambiar.

Edu se retiró de la cama y fue hacia la mesa. Y se dispuso a beber de una botella grande de agua. María, a cuatro patas, ni se movía, como esperando simplemente a que él tuviera a bien seguir follándosela. Volvió su cabeza hacia adelante. Se recompuso un poco el pelo y se remangó un poco mejor la camisa hasta los codos… me dio un morbo tremendo verla así… simplemente esperando a que Edu se la siguiera follando.

-Gírate. Ponte como estás, pero hacia la puerta. –dijo Edu justo antes de volver a beber de la botella.

Ponte hacia la puerta era como decir que se pusiera hacia mí.

Quizás yo no medí la importancia de mi movimiento, pero ni podía más ni era capaz de pensar en nada, y me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta las rodillas… y María susurró un “qué cabrón” que yo no supe seguro a quién de los dos se refería…

María se recolocó, con las rodillas, las sandalias y las manos apoyadas en la cama. Hacia mí, pero sin mirarme.

Edu soltó la botella y reparó que al lado yacían las bragas, echas un desastre, de María. Las cogió y se colocó detrás de ella. Dejó caer las bragas sobre la espalda de mi novia y con toda la parsimonia comenzó a masturbarse detrás de ella para ponérsela completamente dura, si es que no lo estaba ya. María, esperaba, esperaba a que él de una vez se la volviera a follar. Y me miró. Levantó la cara y me miró. No miró hacia mi triste polla que yo sacudía mínimamente para no correrme, si no que me miró a la cara y sí pude leer ahí un cierto reproche un “pues lo has conseguido, es lo que querías”; había en ella placer, excitación, impaciencia, pero también cierta recriminación.

Edu llevó una de sus manos al coño de María y esta inmediatamente tembló, dio un respingo y miró hacia atrás. Él se colocó bien y de nuevo comenzó a metérsela y ella le mantuvo la mirada, con los ojos abiertos hasta que pudo. Le quiso, otra vez, agradecer con la mirada como la follaba. Unos ojos que a mí me recriminaban y a él le agradecían.

María volvió la cara hacia mí y Edu no tardó en convertir aquella suave penetración en algo bastante más agresivo. A los pocos segundos el mete saca se había hecho ciertamente intenso, María aguantaba ya como podía de nuevo las embestidas, otra vez el sonido de sus cuerpos chocar, otra vez los gemidos de María y después los chillidos, otra vez aquellos “aaahhh” “aaaahh” frenéticos de María y otra vez la respiración agitada de él. María abría la boca, cerraba los ojos y Edu la asía por la cintura con una mano mientras con la otra despegaba la camisa de sus tetas y las agarraba con fuerza. Inclinaba su torso hacia adelante y la montaba, como un animal. Yo ni me podía tocar, solo sentía que me flojeaban las piernas… el calor era inhumano como inhumano el ritmo que iba adquiriendo aquel polvo. Los gritos de María eran brutales, entregados, desvergonzados… realmente tremendo entregarse así a él…

Mi novia quiso bajar una mano a su clítoris… como hacía siempre cuando quería correrse… y Edu lo entendió igual que yo y se lo permitió, susurrándole en el oído un “pues venga correté…” Y ella, deseosa ya de explotar en un orgasmo comenzó a frotarse a toda velocidad y Edu cogió las bragas que seguían en su espalda y se las llevó a la boca de ella, en una escena brutalmente morbosa que a mí me paró el corazón… María, con las bragas colgando de su boca y los ojos que le salían de las órbitas a cada embestida gemía ahora en gritos ahogados unos “¡¡mmmmmm!!” “¡¡mmmmm!!” largos y desvergonzados y tan rápidos como sus dedos destrozando su clítoris… Y cuando ella iba a estallar Edu le quitó la mano y no dejó que se corriera… y aceleró aun más el ritmo y ella tuvo que llevar sus dos manos a las sábanas…

-Te vas a correr así… joder… te vas a correr sin tocarte… -le susurró en el oído, variando la velocidad, penetrándola no tan rápido pero haciéndolo de manera no tan directa, si no buscando más los rincones de su coño, moviendo su cadera en movimientos más curvados… y María agradecía con aquellos “mmmmm” cada vez que la polla de Edu parecía llegar a un sitio donde nunca había llegado… Y le comenzó a susurrar en el oído… “me encanta como te comes tus bragas”… y se la metía de nuevo y ella esbozaba otro “hmmmm “ y sus ojos se abrían otra vez… y le volvía a susurrar “tu coño me vuelve loco… joder” y se la seguía follando, hasta acelerar de nuevo un poco más… tanto que las tetas de María comenzaron a moverse frenéticamente y volvió el choque de sus cuerpos… al unísono sus cuerpos chocaban y las tetas de María iban adelante y atrás, en una escena que María quiso cortar llevando una de sus manos a sus tetas para evitar ese movimiento ridículo…

Y así con Edu follándosela a toda velocidad, yo sin poder ni moverme y María con las bragas en la boca y conteniendo sus tetas y gimiendo de aquella extraña manera Edu optó por darle un golpe en la nalga que no produjo más que el sonrojo y el gemido ya diferente de María. Y Edu lo leyó en ella increíblemente, y le quitó las bragas de la boca y tras otro azote y otro gemido esta vez liberado de María le dijo: “¡¡te gusta que te dé, eh!! ¡¡te vas a correr así eh…!! ¡¡Joder… te vas a correr porque te doy en el culo…!!” ¡¡te vas a correr porque te trato como a una puta, eh!!” y María se desencajó completamente…. Si ya estaba excitada, aquellos golpes, y aquellas frases la hicieron explotar y estalló en un ¡¡¡Joder!!! ¡¡¡Me corro!!!” en un ¡¡joder me corro cabrón!!”” ¡¡ahhh ahhhh!! ¡¡diooos dammeee…!! y Edu le daba en el culo y ella gemía y gritaba y explotaba en un orgasmo con los ojos completamente cerrados… Y Edu le llevo las manos a la boca y ella gritaba allí, y abrió los ojos y me miró. Me miraba mientras se corría y chillaba en las manos de Edu y este le decía ¡¡córrete…!! ¡joder…!! ¡¡córrete…!! ¡¡guarra!! ¡¡así…!!.

Ante mi veía algo tan brutal que no tuve ni la capacidad de tocarme… solo sentía, sentía más de lo que había sentido en mi vida… entregado a ellos dos y alucinando con el placer que puede llegar a sentir una mujer… alucinando con el absoluto éxtasis al que podía llegar mi novia con un amante de verdad, un amante como él.

María se dejó caer sobre la cama… exhausta y Edu se incorporó, como si tal cosa. Exponiendo de nuevo aquel miembro hinchado y tremendo, que no le iba a dar la más mínima tregua a mi novia.

....

Edu fue de nuevo a por la botella de agua y María tumbada boca abajo, al escuchar como bebía, se incorporó un poco y él le dio la botella en una cordialidad extraña. De verdad parecía que no había ninguna conexión en cuanto a personalidad, pero era como si los dos supieran que eran los cuerpos perfectos para disfrutar el uno del otro.

Mi novia se acabó tumbando boca arriba con la cabeza hacia el cabecero de la cama, con las rodillas flexionadas, la camisa abierta… las tetas hinchadas…e inmediatamente me vino un rayo, un recuerdo, y era la foto aquella que le había enviado a Edu… hacía meses… pues también llevaba en aquella foto una camisa blanca… en la foto María tapaba sus tetas con su pelo, y su coño con sus manos, pero esta vez las tetas respiraban libres y enormes… y su coño no solo no estaba tapado si no que sobresalía hacia fuera, hinchado y orgulloso del placer brutal que estaba recibiendo, cuanto más hinchado cuanto más desorbitado más reflejaba el placer que acababa de sentir.

Edu se colocó entre las piernas de ella. La cubrió con todo su cuerpo y ella separó las piernas para que él pudiera entrar dentro de ella. Apuntó y ella rodeó su cuello con una mano y la otra la posó en su espalda. No tardó él en encontrar el punto donde se encontraba aquella cavidad, de golpe tan conocida, y la invadió otra vez… y ella cerró sus ojos y clavó sus uñas en su espalda… recibiendo de nuevo aquel intruso en su interior… sintiéndose llenada otra vez… como disfrutando todo lo que llevaba meses contenido.

En la postura del misionero comenzó a follársela lentamente…La besaba en la boca... en el cuello y ella gemía más dulcemente y jadeaba unos “ahh” “ahh” rápidos y dulces en su oído. Yo volví a masturbarme también lentamente y, agotado, acabé por atreverme a tumbarme en la cama. Al lado de ella. Boca arriba a veces y a veces más girado hacia ella… que envolvía a Edu con las piernas y le apretaba la espalda con los brazos… Yo, a escasos centímetros vivía aquel polvo de manera intensísima… y no sé si el alcohol, la excitación o la desesperación me llevaron a arriesgarme… me llevaron a buscar un beso de ella, pero ella me lo negó girando la cara…

Edu se salió del cuerpo de María. Sacó su polla hinchada y enorme, y no sé si queriendo reírse de mí o qué buscaba, me dijo:

-Pablo, apuntas y se la metes tú. –Yo no entendía a qué se refería, y él puso la punta de su polla a milímetros de la entrada del coño de María e insistió. Claramente quería que yo le cogiera la polla y la dirigiera para metérsela a mi novia.

Miré a Edu y no vi sorna, si no quizás hasta algo de complicidad, y dudé si de verdad, si de verdad lo decía en serio. María no decía nada y yo, o lo que quedaba de mí ya a aquellas alturas, alargué mi mano, que llegó a tocar su polla, el tronco durísimo caliente, e inmediatamente después la solté, como si quemara, y volví a tumbarme al lado de María fingiendo que no había pasado nada. Y fue María quien la sujetó con fuerza, separó con la punta los labios de su coño y se la metió ella misma, hasta el fondo, tirando de él y suspirando un “¡ohhhmmm dios…!” a centímetros de mi cara. Giró su rostro hacia mí y volvió a gemir un “ohhmmm…” ante la segunda metida que ya hacía Edu… y yo busqué sus labios y ella me los dio y busqué su lengua pero ella no me dejó, no abrió la boca más que para jadear… para decirme en mi cara el placer que de nuevo recibía… y así estuvimos unos minutos en los que yo acariciaba la cara de mi novia y le daba picos en los labios mientras Edu se la follaba lentamente y María con los ojos cerrados jadeaba sin parar… las tetas enormes se le movían, subían y bajaban con ella y sus manos iba con decisión a agarrar el culo de Edu para que la follara más profundamente…

Pero lo que más me mató fue cuando María, entre jadeo jadeo… entre beso y beso… comenzó a susurrar unos “síii… follamé…” “Fóllame así…” y Edu, que no era ajeno a aquello le dijo: “te gusta cómo te follo eh…”

-Sí… me encanta.. me encanta como me follas… -respondió María.

-Prefieres así… despacio…

-Mmm… ahora así… ahora fóllame despacio… -gemía con los ojos cerrados, en mi cara.

-Te gusta la polla… la polla que te metes…

-Mmm… sí… me vuelve loca tu polla… -y gemía… remarcando lo de “tu polla…” en mi oído…

-Me encanta follarte, joder…

-Síi… pues follamé… fóllame más… -sollozaba frente a mí… y apretaba con fuerza su culo..

-Joder, María… me voy a correr… -dijo Edu, y María no se inmutó. Como si estuviera medio dormida seguía gimiendo lentamente hasta que él se salió de su interior rápidamente y comenzó a pajearse frenéticamente de rodillas frente a ella. María se abrió más la camisa y juntó sus tetas con las manos mientras me besaba… solo con los labios.. dulcemente… y se oyó un “ohh” seco y rápido de Edu y María tembló al sentir el primer latigazo blanco y caliente sobre su vientre, y Edu se siguió descargando… escuchándose el sonido de su piel adelante y atrás, y soltando diferentes chorros que iban aterrizando sobre el coño de María, su vello oscuro, su vientre y un latigazo denso y especialmente blanco cruzó una de sus tetas marcándola por completo…

Edu se retiró y María se mantenía acariciándose las tetas lentamente… y abrió los ojos y yo la quise besar otra vez y ella giró la cara, diciendo: “no, Pablo…” en un tono casi inaudible.

Nos quedamos en silencio… yo con la polla lagrimeando sobre la sabana, la camisa que me sobraba, los pantalones y los calzoncillos en mis rodillas… Y María aun con las piernas abiertas, boca arriba, las sandalias puestas y la camisa abierta y su torso y su coño bañados de aquel líquido espeso y blancuzco…

Escuchamos el ruido de la ducha y yo, viéndome sin Edu y viendo que María me negaba aquel beso, comencé a reptar, hacia abajo… besé su cuello, besé aquella teta que no había sido manchada y besé en su vientre allí donde no estaba húmedo. Y contemplé la mirada ida de María, extasiada de placer, sus tetas hinchadísimas, los labios de su coño ya fuera de sí y su vello púbico encharcado, de ella misma y de lo que acababa de brotar de Edu.

Besé aquel vello sin importarme si aquella humedad provenía de María o de él, y María, leyéndome, susurró un más severo “No, Pablo… por favor…”. Yo besé sus muslos empapados… y llevé mis manos hacia sus tetas, impregnándome una mano con la leche candente de Edu. “No, Pablo… en serio… por favor…” me rogaba María que no lo hiciera, pero tampoco me detenía… y llevé mi boca a la entrada de su coño, y dejé que todo aquel calor que emanaba desembocara en mi cara y me impregné de su olor a coño… y sobre todo a polla que allí yacía, y saqué mi lengua y separé unos labios que noté más blandos que nunca, como si hubieran perdido su consistencia al haber aumentado de tamaño… y el enésimo “Pablo por favor” de María fue el preludio de que mi lengua se lanzara a lamer, a succionar y a impregnarse de todo aquello que habían soltado ambos allí dentro. Y se me puso la polla a punto de explotar cuando me venía un olor a polla especialmente fuerte, degustaba aquel coño con una excitación y una implicación máxima… y mis manos fueron a su vientre, a sus tetas… y se empapaban del semen de Edu y esparcía ese semen sobre las tetas, las areolas y los pezones de María…

Levanté la vista y María bajó su mirada para conectar conmigo. Conectamos de verdad por primera vez aquella noche, y quizás conectamos de verdad por primera vez en nuestra relación. Y uno de mis dedos, el más manchado, fue a los labios de María, que chupó, sin dejar de mirarme…

Ya no escuchábamos el ruido de la ducha, pero estábamos solos, y comencé a disfrutar de su coño como nunca, pues su olor, su sabor y su tacto eran diferente… todo era diferente, sabía a sexo, olía a polla y su tacto era más tierno, más relajado… Edu le había dejado el coño perfecto para que un cornudo como yo se lo lamiera y se lo limpiara… perfecto… impecable… precioso….

Tras aquellos minutos en los que también seguimos jugando con el semen de Edu sobre su torso… me incorporé hasta llevar mi boca hasta el oído de María y le susurré: “te voy a follar ahora…” Y María alargó su mano, cogió mi polla con tres dedos y se la introdujo en su interior… No sentimos nada. No sentimos nada y fue absolutamente mágico no sentir nada. Mi ridícula polla nadaba en la inmensidad del coño que había abierto Edu; y María me sorprendió besándome, abriendo su boca fundiendo su lengua con la mía. Y descubrí que su boca sabía a polla de manera brutal.

Fue un rato maravilloso en el que disfrutamos, por contradictorio que parezca, de no sentir el más mínimo roce. Tanto que mi polla se acabó encogiendo y saliendo de su interior como por decisión propia.

Me eché a un lado. No sabía qué hora era. No sabía cuánto tiempo había pasado. Todo me parecía un sueño, y con María, a mi lado, conmigo, conseguí dormirme en apenas unos segundos.