Jugando con fuego 24

Continúa la historia.

Paula me hablaba, pero yo no la escuchaba. En mi cabeza resonaban otras voces y eran las de Edu, en aquellas frases a María. Aquel chico decía unas cosas que parecían sacadas de una película, o como si su forma de ligar o de dirigirse a las mujeres o de provocarlas fuera sacada de un guión pre escrito por él mismo. Era tan chulo y provocador que parecía un estereotipo. Parecía imposible que pudiera ser así realmente, que fuera así con la gente de su confianza.

No podía suponer que a María le cayera tan mal como a mí, pero era innegable que por momentos le resultaba insoportable. En la mirada de María había visto deseo al igual que repulsa. Conociéndola, seguramente sintiéndose culpable por sentirse atraída por él.

En el corto trayecto hacia la barra miré hasta dos veces hacia atrás, para ver si hacían algo Edu y María, pero de nuevo hablaban sin más acercamiento. Me preguntaba qué hubiera pasado si sus amigas no les hubieran interrumpido. O que hubiera pasado si hubieran estado completamente solos... Recordé aquella mirada de María hacia mí... cuando le palpó la polla... ¿pidiéndome permiso? ¿Pidiéndome que parara aquello? ¿Diciéndome que ella ya no podía parar nada?

Mientras nos servían las copas Edu se alejó de María, en dirección a la mesa en la que había cenado. Quizás a por algo, no sabía. Y mi novia sacó el móvil de su bolso y comenzó a teclear. Podía sentir su nerviosismo a metros de distancia.

Nos acercamos con las bebidas y yo ni sabía lo que quería, ni sabía hasta que punto alteraba todo la aparición de Paula. Esta se dirigía hacia Edu para darle su copa y yo a María, creí que gracias a eso tendría al menos unos segundos para que mi novia me contase como estaba, que estaba pasando... cómo lo veía... Pero no fue posible, cuando me disponía a darle la copa a María, Edu y Paula ya estaban suficientemente cerca como para no poder hablar en privado. Fue entonces cuando vi en el móvil de mi novia que me había escrito a mí.

Un mal pálpito me asaltó, pensé que leería en mi pantalla que no podía seguir, que me pedía que lo parase, que me pedía irnos a nuestro hotel, que me pedía que no la empujase más hacia él.

No fueron más de cinco segundos, pero eternos, hasta que, apartándome un poco, cogí mi móvil y leí:

"Por que Edu se comporta como si supiera nuestro juego!!!???"

Me quedé helado. No esperaba aquello. Y no podía disimular aquel nerviosismo que me recorría todo el cuerpo. Era otro golpe más a un corazón que ya no podía más.

Obviamente si Edu no supiera lo que sabía no habría actuado así con una chica con novio. Delante de su novio. En su cara. María por borracha y excitada que estuviera cayó en la cuenta de que aquello no había sido normal. Ni siquiera viniendo de Edu. Solo tenía una salida y era recordarle que aquella noche que habíamos invitado a Edu a subir a nuestra casa él le había preguntado por mí y supuestamente ella le había dicho que a mí me daba igual. Sin embargo era cierto que nadie por recibir aquel mensaje habría actuado como lo acababa de hacer Edu... Y me daba la sensación de que ella lo sabía, que sabía que porque le hubiera dicho a Edu aquello aquella noche... algo más tenía que haber, algo más tenía que saber él de todo aquello...

María, con manos temblorosas, mirándome de reojo mientras Paula y Edu hablaban entre ellos, volvió a escribir.

En aquel momento ya no sabía ni qué pensar. María sonrojada, acalorada, tecleaba nerviosísima con una mano, y parecía que se le podría caer el móvil en cualquier momento.

Finalmente me llegó su mensaje:

"Joder.... Voy a matar a Paula!"

Edu puso la mano en la cintura de María y le dijo algo al oído, sin que yo pudiera ni oírlo ni digerir lo escrito por mi novia. Ella se dispuso a guardar su móvil en el bolso sin apartar aquella mano.

Y salimos, en dirección al jardín. Los cuatro. María y Edu delante y Paula y yo detrás. Parecíamos dos parejas, pero la mía, al menos en aquel momento, desde luego no era María.

Ya había resplandor del amanecer. Caminábamos por un camino de piedras incrustadas en la hierba. Paula y María intentaban acertar con los tacones de sus sandalias en las piedras para caminar mejor, haciendo un ruido que hacía pensar que eran más de dos chicas. Pero lo más llamativo fue que la mano de Edu la ayudaba en el recorrido, cogiéndola de la mano o de la cintura, alternaba beber de su copa con socorrerla, no caballeroso ni mucho menos, pero sí atento. Mientras, Paula, observaba la escena desde atrás, conmigo, los dos en silencio.

Llegamos al vestíbulo del hotel. Llamamos al ascensor. Incluso allí no éramos cuatro, si no dos y dos. Yo quería, necesitaba, veinte segundos a solas con María, aunque no sabía para decirle qué.

Entramos en el ascensor y aquella luz artificial nos deslumbró. El ambiente era extraño, porque no era festivo. No eran cuatro amigos siguiendo la fiesta. Había silencio. Los cuatro bebimos de nuestra copa. Durante los tres pisos de subida busqué a María con la mirada y finalmente la encontré. Tenía la mirada encendida, a la vez que llorosa. Estaba nerviosa. Había pasado un tiempo desde aquel magreo de Edu, desde que le había acariciado la teta e intentado besarla, pero no parecía haberse recompuesto de aquello. Sus mejillas seguían encendidas y su pelo revuelto como en el momento justo que había sido sorprendida por sus amigas. No sabía si su mente ahora pensaba más fríamente, pero lo que eran las señales de su cuerpo, eran las mismas que durante aquel ataque de Edu.

María intentaba ocultar sus pechos hinchados y desnudos bajo la camisa con su pelo, pero uno de sus pezones atravesaba la camisa y separaba su cabello, sobresaliendo... aquel pezón la delataba, pero también lo hacía su mirada y aquel calor que no podía disimular. Y hasta daba la sensación de que ella misma sabía que estaba proyectando un sofoco que la revelaba más desnuda que la falta de sujetador.

Las puertas se abrieron y de nuevo los tacones hicieron un ruido atronador. Llegamos a la puerta de la habitación de Edu y me empecé a poner realmente nervioso. Muy, muy nervioso. Edu entró. Entró María. Entré yo. Una habitación normal. Un baño a la derecha y después una mesa alargada frente a una cama. Muy desordenada. La cama deshecha. Cuando sentí algo a mí espalda. Era Paula:

-¿Puedes venir un momento?

Yo no entendía nada. Paula salió de la habitación y yo avancé ese par de metros hasta encontrarme con ella en el pasillo.

-Ven un momento que te quiero dar una cosa. -dijo tan seria como borracha.

-¿Darme qué? -pregunté.

Paula comenzó a caminar y yo instintivamente arrimé la puerta de la habitación de Edu. Le volví a insistir que qué quería, que qué me iba a dar, mientras ella rebuscaba en su bolso para sacar una llave y abrir una puerta a unos cuatro o cinco metros de la de Edu. Entramos allí. Paula cerró la puerta tras de mí y de nuevo su culo muy mínimamente tapado por aquel mono tan fino y aquel tanga diminuto pasó por delante de mí.

Se sentó en la cama y comenzó a sacarse las sandalias.

-Bueno. Dime. -le dije ya bastante desesperado.

Paula parecía no querer escucharme. Suspiró al dejar libres sus pies. Y, con un evidente mareo, se recostó sobre la cama antes de decir:

-Déjalos.

-¿Qué? -solo alcancé a decir.

-Que los dejes. Que no la presiones más. Que hagan lo que tengan que hacer y así os lo sacáis de la cabeza.

....

Su frase me provocó una punzada en el estómago. No solo por revelarme que sabía mi juego con María si no por ese juicio de valor que llevaba implícito. “Así OS lo sacáis de la cabeza”, o sea no yo, si no también María. Aquella frase era un golpe duro y yo no la creí con derecho a decirla.

-Que los deje solos –dije en alto aunque realmente lo había dicho para mí.

Paula pareció marearse al haberse recostado y se incorporó rápidamente. Llegué a pensar que se iría al baño a vomitar.

No me salió preguntarle si estaba bien. Se acabó por poner en pie y correr torpemente la cortina. Tras hacerlo retrocedí un par de pasos y, mientras ella se tumbaba en la cama, me sorprendí agudizando el oído, intentando escuchar cualquier sonido que proviniera de la habitación de Edu. ¿Qué pensaba escuchar? No tenía ni idea, pero cuánto más afinaba el oído más se me oprimía el pecho.

Paula se tumbó en el lado de la cama más cercano a la ventana, boca arriba, medio de lado y se tapó la cara con un brazo como si la luz aun la molestase. Retrocedí otro par de pasos. ¿Qué opciones tenía? ¿Irme solo a mi hotel? ¿Intentar dormir al lado de Paula? ¿De verdad podría sabiendo que Edu y María estaban casi en frente? Finalmente el ansia de escuchar algún sonido proveniente de la habitación de Edu me hizo salir de la habitación de Paula, arrimar su puerta y caminar infartado y lentamente por el pasillo. Tenía un agujero terrible en el estómago, la boca seca y un mareo tremendo por el alcohol, me parecía como si realmente no estuviera allí, como si me estuviera viendo desde fuera.

Llegué a la puerta, que seguía arrimada, tal como yo la había dejado, y la empujé sutilmente, y en aquel momento desee, a pesar de sentir un tremendo pavor, un incontenible pánico, desee que sí, que María y Edu se estuvieran entregando a lo que era evidente que sentían… No sabía hasta que punto, pero ya a estas alturas, yo, como seguramente ellos, necesitaba ese paso más.

Sin embargo lo que uno desea puede llegar a ser demasiado fuerte hasta convertirse en casi insoportable, una vez ha tenido lugar.

Crucé el umbral de la puerta y lo vi. En un instante vi toda la imagen. Y fue un impacto para el que no estaba preparado. María, de pie, con su culo apoyado contra la mesa recibía con los ojos cerrados los besos y casi mordiscos de Edu en el cuello, y entrelazaba sus dedos entre la media melena de éste, que también estaba completamente vestido a excepción de que estaba descalzo y sin la chaqueta puesta. La otra mano de María estaba sobre el pecho de Edu y las manos de él manoseaban sus tetas sobre su camisa. Pero lo que me mató de verdad fue la boca entre abierta de María, una boca que demostraba un gemido contenido… Sus ojos cerrados, su boca abierta y sus piernas ligeramente separadas que permitían que la entrepierna de Edu empujara entre las piernas de ella...

Yo, a dos metros, creí morirme, y no por lo que veía, si no quizás por lo que era evidente que se venía. Dos, tres, cuatro, cinco segundos en los que siguieron igual, y ya mi polla comenzó a decirme que no entendía de miedo ni de bloqueo alguno al contrario que el resto de mi cuerpo.

Y pasó lo que era imposible que no hubiera pasado ya, si es que no había pasado, y es que los labios de Edu fueron de su cuello a la boca de mi novia, y ella con los ojos aun cerrados recibió sus labios con ansia. Sí, con ansia, y fue ella la primera en abrir la boca para recibir con su lengua la lengua de Edu, vi las dos lenguas tocarse antes de quedar ocultas por sus bocas… El beso era tremendo, tan tórrido como seguramente deseado. Edu besaba a mi novia en mi presencia y a mí se me partía el alma al tiempo que no podía apartar mi mirada de ellos y mi polla daba signos de desesperación.

Edu empujó más fuerte con su cintura, como si se la follara vestida, y ella no soltó la mano de su pelo y la mano que estaba en su pecho fue a su espalda, pero fue temblando… demostrando estar completamente superada, demostrando que seguramente, al igual que yo, quería estar allí, quería que estuviera pasando aquello, pero a la vez que no lo quería o le daba pánico.

Fue él quien dio por finalizado el beso y volvió a su cuello, y entonces María abrió los ojos mínimamente, pero lo suficiente como para atisbar mi presencia. Con su cara girada hacia mi facilitaba que Edu la siguiera besando y mordisqueando el cuello a la vez que me clavaba una mirada llorosa… No era de sorpresa. Parecía que su estado de excitación hacía que no pudiera sentir nada más. Finalmente susurró:

-Pablo… por favor… vete…

Me quedé petrificado.

La mirada clavada de María sobre mí no duró más de un par de segundos, pues un pequeño mordisco de Edu la obligó a cerrar los ojos. Y aquel cabrón no pudo fingir más que no se había enterado de mi presencia, y le susurró en el oído, aunque se pudo escuchar nítidamente: “Déjale… que mire y se haga una paja…” Tras decir eso abandonó el cuello de María para mirarme y dijo: “Aunque más bien parece que se va a poner a llorar”.

Edu se retiró un poco y comenzó a sacarse la corbata y la camisa, y María aun más sonrojada y con un tenue hilo de voz insistió:

-Pablo, por favor, vete… ya hablaremos…

Yo, de nuevo, como en el pasillo, sentía que no era yo exactamente, que no era dueño de mis actos, como si no estuviera realmente allí. Conseguí retroceder un paso, pero tras darlo, Edu se acercó de nuevo a María y encontró rápidamente la cremallera de su falda, y en dos segundos esta había caído al suelo, anudando sus sandalias. Las piernas largas de María salieron a la luz, imponentes de por sí y más al estar subidas a los tacones. Y también había salido a la luz el torso perfecto de Edu, con los pectorales perfectamente delineados y el vientre marcado. Moreno como nunca, con los brazos fuertes, con aquella mirada clavada en María, entendía porqué casi ninguna le negaba nada.

Las manos de María se agarraban a la mesa. Sin saber qué hacer con ellas, sin saber qué hacer en general o sin atreverse. Miraba al torso de Edu a la vez que no lo quería mirar, a veces desviaba la mirada y casi resoplaba, nerviosa, terriblemente nerviosa.

Pero cuando se puso realmente tensa fue cuando una mano de Edu fue a uno de sus muslos y empezó a subir lentamente. Ella se limitó a cerrar los ojos y se apreció como sus manos intensificaron su fuerza para agarrar el borde de la mesa. Edu lo notó, como yo, y retiró su mano en una caricia, y le susurró: “Shh tranquila…” y ella abrió los ojos y se dieron un pequeño pico en los labios. Edu le acarició la cara y le colocó la melena a un lado del cuello con hasta algo de ternura. Yo no sabía si era un papel o si de verdad sentía afecto real por ella.

Después de apartarle el pelo le dio otro pico que mutó en beso y luego en beso otra vez bastante caliente, un beso largo durante el cual ella no movió sus manos mientras que las suyas fueron a su camisa y comenzó a desabrochar lentamente, uno a uno, todos los botones. Al notar ella aquello llegó a poner sus manos en el pecho y el abdomen de él, palpando su piel, el relieve de sus abdominales… Y Edu, una vez le abrió todos los botones se retiró un poco y le abrió la camisa, apartando sutilmente la seda blanca a uno y otro lado de sus pechos, recreándose en algo que seguramente él tenía en mente desde hacía tiempo, y era descubrirlas, desabotonar él aquella camisa y contemplar con calma sus tetas. Enormes, colosales, emergieron, y me parecieron más grandes y más bonitas que nunca, como si supieran que tenían que, no solo estar a la altura, si no demostrar una seguridad que el resto del cuerpo de María no estaba mostrando. Las areolas extensas y los pezones como salidos de su cuerpo hicieron que hasta Edu se dijera a sí mismo un “joder…” que pudimos oír los tres.

María en sandalias, la camisa abierta y las bragas mostraba una imagen brutal. Y yo me sentí totalmente inferior, recordando aquel pensamiento de meses y meses atrás que consistía en que yo físicamente no me merecía a María, que su cuerpo merecía algo más, mucho más. Aunque solo fuera una vez aquellos cuerpos se merecían, para que hubiera realmente un equilibrio, para que hubiera un orden natural.

Me iba a ir. Todo aquello era tan morboso como doloroso. Y entendí lo que me pasaba, y es que ni si quiera los besos habían sido lo más duro, si no el hecho de verla tan expuesta. Claudicando. Su mirada hacia él, hacia su cuerpo, de rendición, de no poder ya negar lo innegable, me producía tal mareo que me obligaba a apoyarme en la pared. Y sentía que no podría soportar el siguiente paso que dieran.

....

Antes de irme necesitaba una última imagen, una especie de foto de aquel momento. Algo último que llevarme. Y mis ojos se centraron en María, y comprobé que el hecho de exponer su torso, sus impactantes pechos, no había producido en ella la seguridad que yo creía, si no que más bien parecía que se había ruborizado aun más; y es que ella, a pesar de reconocer la belleza de sus pechos, siempre había pensado que eran demasiado grandes, y, mostrarlas así, ante Edu, conociéndole, suponía exponerse a cualquier comentario desagradable por su parte. Seguro María pensaba que Edu podría hasta reírse de ella por poseer aquellas tetas tan brutales.

Y es que ella y yo sabíamos que Edu se estaba portando de manera hasta casi dulce, pero el Edu que conocíamos podría reaparecer en cualquier momento.

María no me miraba porque no me quería allí, y no miraba a Edu porque se avergonzaba o le imponía demasiado, por lo que miraba hacia la ventana o a cualquier punto al azar. Aquella incomodidad suya me afectaba especialmente.

Edu pareció darse cuenta y comenzó a besar su escote y su cuello con dulzura mientras le sujetaba la cara con ambas manos… Susurró un “tranquila…” y giró su cara mínimamente para volver a besarla… y María volvió a abrir su boca sin dudar, y volvió a jugar con la lengua de Edu, a fundirse en la misma saliva, pero sin mover el resto de su cuerpo. Las manos de él fueron de su cara a su escote, y después a sus tetas… acariciándolas con ternura y delicadeza, las cogía cada una con una mano, y a veces las recogía y las levantaba un poco y las dejaba de nuevo caer… también jugaba con sus dedos sobre sus pezones. Era un Edu más contenido, ni rastro de aquel que se las había apretado e incluso abofeteado una hora antes… Como si supiera que no era tiempo de provocar y arriesgarse a estropearlo todo. Ya no. Pues ahora estaba demasiado cerca.

Me iba a dar media vuelta. Ya estaba. Con esa imagen me quedaría, con la de ellos besándose y él acariciando sus pechos de aquella forma tan sutil. Y me lo dije a mí mismo “ya está… se la va a follar”. En un minuto, en diez o en media hora, pero María no iba a salir de aquella habitación sin haber sido follada por Edu. El nerviosismo extremo de ella podría ser un impedimento, pero no creía realmente que ella tuviera ya la fuerza para resistirse a él.

Justo cuando me daba la vuelta Edu cogió una de las manos de ella y la llevó a su entrepierna. Como en el salón de la boda María posaba su mano sobre su pantalón de traje. Y vi su cara, su resoplido… “¿De verdad era tan tremenda?” pensé para mí. Pero para mi sorpresa ella la retiró a los pocos segundos. María estaba cada vez más tensa, a la vez que la excitación de su mirada no hacía sino aumentar, como si a cada segundo que pasara se diera más cuenta de que sí, de que iba a pasar, de que iba a follar con Edu después de todo.

Edu interrumpió el enésimo beso al notar la retirada de María y le susurró:

-Tranquila… no pasa nada… Despacio –mientras, con aun más delicadeza, llevaba de nuevo la mano de María sobre su polla… y comenzó a ayudarla a que ella hiciera el recorrido sobre la silueta de su miembro. Palpándolo de abajo arriba y de arriba abajo… con lentitud, sobre el pantalón oscuro. Los ojos de María era un poema mientras Edu la guiaba y la besaba en la mejilla.

Comencé a sentir una presión en mi miembro dentro de mi ropa interior realmente insoportable Y recordé aquella frase de Edu: “dejale que se haga una paja mirando”. Comencé a sopesar realmente esa idea. Si no lo hacía sería por vergüenza, o incluso cobardía, no sabía que me podría herir más si una frase de Edu o una mirada de María.

Me debatía entre los dos extremos: sacármela allí mismo y pajearme o irme. Sin embargo Edu no me dio tiempo a decidir, pues me sorprendió retirándose un paso. Lo justo para que María ya no le pudiera ya tocar.

-Desnúdame. Desnúdame tú. –le dijo serio, en una frase algo extraña.

María obedeció y le abría el cinturón, mientras él se dejaba desnudar. Las manos temblorosas de mi novia intentaban abrirle el botón y bajarle la cremallera, pero por algún motivo no era capaz. Sus manos temblaban y ella resoplaba, de nervios, de excitación, de vergüenza…

-Joder, no soy capaz… -acabó diciendo ella mientras seguía intentándolo.

-Tranquila… no pasa nada… -sonrió él, dócil, hasta cercano. Y le ayudó hasta que sus pantalones cayeron al suelo.

-Ya está –dijo ella rápidamente.

Él sonrió y le cerró un poco la camisa, lo justo para tapar sus tetas completamente. Como si hubiera reparado en que al ella descubrir sus pechos se hubiera puesto aun más nerviosa y quisiera así tranquilizarla. Aunque fuera un cabrón, tenía sin duda la capacidad de leer lo que estaba pasando, por lo que estaba pasando ella, de saber cuando acelerar y cuando decelerar.

Edu en calzoncillos marcaba una silueta enorme, pero no sobresalía por estar claramente colocada hacia abajo. María no miró hacia allí como sí hice yo.

Y entonces Edu fue en busca de su boca de nuevo. Y esta vez no permitió que los brazos de ella cayeran muertos y sin gracia, si no que guió sus manos a su culo. Y así con las manos de ella sobre el calzconcillo de él, apretando y soltando sus nalgas, y las manos de él con dulzura en la cara de ella, se produjo un bombardeo de besos en la boca, de lametazos en el aire, de pequeños mordiscos en el labio… Sus besos eran brutales, como eran los ojos cerrados de María… A veces Edu retiraba su boca de golpe y la lengua de María quedaba huérfana, y entonces él de nuevo iba a calmarla. A veces los labios de él iban a su cuello y le susurraba algo al oído y ella apretaba con más fuerza su culo y él iba de nuevo a invadir su boca con su lengua.

Me iba a sacar la polla ya. No podía más. Cuando Edu se apartó de nuevo, retrocedió un paso y le dijo:

-María, sácamela del calzoncillo. Sácame la polla.

Mi novia intentó fingir decisión. Hasta intentó fingir que marcaba los tiempos cuando ya nadie se lo podía creer, y posó primero su mano sobre el abdomen de él. Y le miró, pero en su cara no había seguridad alguna. El gesto de Edu era serio, no tan afable como segundos antes.

María llevó sus manos a la goma del calzoncillo y comenzó a bajarlo…Después de tantas y tantas veces fantaseando con su polla, primero a petición mía, y después por decisión propia, María iba a encontrarse con aquel miembro que sabíamos era tremendo, pero que solo habíamos podido imaginar… Y el calzoncillo bajó más, y más, y hasta casi medio muslo su polla no quedó plenamente descubierta. Era oscura y tremendamente ancha, aun estando muy lejos de su plenitud costaría rodearla con una mano… María esbozó un “madre mía…” que a mí me sonó tremendamente morboso. “Uff, madre mía” repitió ella, aun sin tocarla, solo admirando aquella monstruosidad…

Edu acabó deshaciéndose totalmente del calzoncillo y llevó sus manos a las tiras de las bragas de María. Ella llevó instintivamente sus manos también allí, como para pararle pero sin intención de pararle. Y él comenzó a tirar hacia abajo, y se produjo algo que me dejó atónito y es que los lados de las bragas bajaban pero no así la tela que cubría su coño, como si su coño se aferrara a aquella tela de manera desesperada, hasta que la fuerza ejercida fue tal que por fin se separó y descubrimos que lo que evitaba que sus bragas se separasen de su coño era una masa densa y espesa de líquido que allí estaba posado. Y es que fue un hilo de líquido transparente que nacía en su coño y moría en sus bragas lo que nos desvelaba que María estaba empapada allí abajo desde hacía tiempo. María se avergonzó, pero no dijo nada. Edu se recreó, pero tampoco dijo nada. Y yo podía ver la mancha espesa en sus bragas a dos metros de distancia…

Edu, con las bragas de María en la mano, observaba el coño desnudo de ella, sus labios tremendamente hinchados que parecía iban a salirse de su cuerpo, su vello oscuro, recortado lo justo… Y con su mano libre retiró un poco de la piel de su miembro hacia atrás, y en dos sacudidas su miembro ya apuntaba hacia adelante. Ya hacían falta más de dos manos para cubrir aquello.

Yo no pude más y comencé a abrirme el pantalón. En pocos segundos bajé un poco mis pantalones y mis calzoncillos. Edu se pajeaba mirando hacia María, yo me pajeaba mirando para los dos y ella me miró; esperaba un gesto de sorpresa, o de reprimenda, pero fue el más absoluto escepticismo.

-Tócame tú, joder, venga. –le dijo a María en una frase dicha a toda velocidad, con autoridad e impaciencia, al más puro Edu de siempre.

Yo me pajeaba lentamente, mi miembro no estaba completamente erecto por lo nervioso que estaba…Miraba la polla de Edu y miraba la mía y no sentía envidia sino que simplemente asumía aquella especie de humillación. Me pajeaba con dos dedos y podría cubrirla entera con una mano mientras miraba como harían falta quizás hasta casi tres manos cubrir la de él.

Ante aquella orden de Edu pensé que María le retaría, que fingiría de nuevo seguridad, que lucharía contra sí misma. Pero no sé si la vencieron más los nervios o el deseo, así que su mano errática obedeció y se alargó hasta tocar, agarrar aquello.

Mi novia me sorprendió esbozando, en voz muy baja, un “joder Edu…” Él no mostró sorpresa por el halago y acariciándole la cara le ordenó que se la cogiera con las dos manos.

María alargó su otra mano creando una imagen brutal: ella ponía una de sus manos a continuación de la otra y echaba la piel de aquel pollón adelante y atrás, cubriendo un glande hinchado y colosal, en cada movimiento. “Madre mía…” dijo ella, como insistiendo, alarmada por aquel tamaño. Todos sabíamos el porqué de su inquietud.

-Tranquila, vamos despacio –dijo Edu de nuevo intentando calmarla.

Siguió masturbándole lentamente y él alternaba caricias en su cara con caricias en sus tetas sobre su camisa con una mano, mientras que con la otra seguía sosteniendo sus bragas. La paja era lenta y sentida. Su polla comenzó a crecer hasta el punto de que María ya no podía cerrar su mano para rodearla. Su miembro comenzó a lubricar de tal manera que pronto se podía escuchar el sonido de su piel adelante y atrás, adelante y atrás. María miraba para abajo, la veía un segundo, intentaba poner cara de que no le afectaba, pero inmediatamente después necesitaba desviar la mirada, hacia cualquier punto. Hasta que una vez me miró a mí. Y vio mi polla, pequeña de por sí e irrisoria en comparación… me dio un morbo terrible que ella pudiera hacer ya, por fin, aquella comparación que me degradaba…

-¿Te vas a tocar para mí…? –le susurró Edu en el oído.

-¿Qué? –preguntó ella. Y él se retiró un poco y ella dio un paso atrás. Separados, él insistió:

-Tócate… que no te de vergüenza –dijo serio.

Era obvio lo que llevaba implícito aquella frase. Edu sabía que era necesario que María abriera camino en su cuerpo si quería acoger algo a lo que ella sin duda no estaba acostumbrada.

María se ruborizó y la respuesta de Edu no fue insistirle de palabra si no que comenzó a masturbarse frente a ella. A una velocidad mayor de la que lo había hecho ella. Ciñéndose a pajear más bien la punta de su polla. María de nuevo a veces miraba y a veces tenía que dejar de mirar, hasta que se armó del valor necesario para bajar una de sus manos hacia su entrepierna. Allí, de pie, apoyando su culo contra la mesa bajó primero una mano y después la otra y comenzó a acariciarse allí, no para calmar aquello si no para encenderlo más. Y miraba, le miraba a él pajearse. Ambos se clavaban la mirada, admirando sus cuerpos y su potencial... Ambos se tenían unas ganas incontenibles desde hacía meses y ahora se pajeaban, cada vez más entregados, se miraban con ganas de fundirse en uno, en una tensión insostenible, un ambiente irrespirable, un calor insoportable.

-Eso es… eso es…- dijo Edu- tócate… tócate más… - y tras decir esto, viendo que María estaba más desvergonzada le abrió la camisa completamente, a un lado y a otro de sus tetas, en dos movimientos rápidos… y continuó su paja contemplando como al masturbarse María con el torso desnudo, sus brazos juntaban sus tetas saliendo estas hacia adelante en una imagen brutal. Las tetas se movían rítmicamente como consecuencia de los movimientos de sus manos al masturbarse… María tremendamente sonrojada abría un poco la boca… casi jadeando, mirando a Edu a la cara a veces, y otras veces a su polla. Mi novia se hacía una paja tremenda allí de pie en sandalias y camisa abierta, se impregnaba las manos de su propio coño, se daba placer, jadeante, admirando el cuerpo de Edu, su cara, su torso y su enorme polla que era masturbado compulsivamente por él.

-Métete un dedo…métete un dedo ya…

Tras decir esto Edu María comenzó a invadirse lentamente y yo tuve que dejar de pajearme para no explotar…

-Eso es… eso es… -decía Edu contemplando la maestría con la que la había embaucado para que le obedeciera, y contemplando la maestría con la que María se metía uno de su dedos de una mano, mientras frotaba su clítoris con tremenda celeridad con dos dedos de la otra….

-Joder… -resopló él- Date la vuelta. Joder, date la vuelta. Ponte contra la mesa.

María se masturbó unos pocos segundos más antes de obedecer. Abandonó su coño y se dio la vuelta lentamente. Apoyó sus manos en el borde de la mesa y giró su cara. Hacia mí. Su cara era de entrega total. Y no vi reproche allí. Y tampoco su cara me pedía ya que me fuera. Tampoco creía que me quisiera allí, pero parecía que ya no le importaba. Ya solo le importaba una cosa.

-Tócate. Vamos. –Insistió Edu y María permanecía apoyada con una mano mientras llevaba la otra a su coño.

-Te gusta… te gusta tocarte el coño delante de mí, ¿a que sí? –dijo Edu que no cesaba con su paja, que no dejaba de echar la piel de aquel pollón adelante y atrás a medio metro del culo de María.

Ella se masturbaba con los ojos cerrados, con el rostro hacia la pared.

-Mírame –dijo él autoritario- y ella giró su cara y siguió masturbándose mientras le miraba…

Aquello estaba visto para sentencia. En el momento que Edu quisiera... Por fin iba a penetrar a mi novia, en mi presencia, y no como un favor, no para cumplirme una fantasía, si no porque María deseaba totalmente que aquel cabrón la empalase contra aquella mesa. Tras tantos y tantos meses se la iba a follar. Edu se iba a follar a María.

-Eso es… María… mírame… Mira lo que te vas a meter…

María cerró los ojos y mordió su propio labio y se entregaba a sus dedos dándose placer…

Se acercó y siguió pajeándose ya a pocos centímetros de ella que susurró un “joder Edu…” como si tenerlo tan cerca la asustase. Él recogió un poco la parte baja de la camisa de ella para destapar su culo y posó allí su polla, sobre una de las nalgas… dejando que una gota y un grueso hilo de preseminal se posara allí. Y no contento con eso, usando las dos manos desenvolvió las bragas que hacía tiempo se encontraban arrugadas en su mano, las abrió y buscando el punto exacto donde María había dejado aquella mancha espesa se la llevó a su nariz. Aquellas bragas de seda que tantas veces le había visto puestas, que tantas veces le había quitado para hacerle el amor, ahora estaban en la cara de aquel cabrón, que con los ojos entrecerrados disfrutaba del aroma a coño de mi novia, un aroma que venía producido por el deseo hacia él. Y él lo sabía, por eso no tenía prisa, por eso ni me miraba, por eso dejaba que María se siguiera pajeando compulsivamente pegada a él. Durante unos instantes eternos María miraba hacia atrás y casi cerraba los ojos al ver como él olía su coño a través de sus bragas y él con una mano las sujetaba contra su nariz y con la otra se echaba levemente la piel de su polla hacia atrás y adelante buscando que más gotas semi transparentes manchasen aquella nalga ardiente de mi novia.

Yo pensé que no podría más. A cada segundo pensaba que me marchaba de aquel habitáculo asfixiante. Por la angustia, por la presión, por el dolor de imaginarme que se la metía, que se la incrustaba allí mismo. Estaba prácticamente seguro que no podría soportar ver su cara desencajada por el placer en el momento en el que Edu la invadiera.

Todo me daba vueltas… parecía realmente un sueño… un sueño en el que todo sucedía a cámara lenta… hasta que Edu se apartó y dijo serio:

-¿Me pongo un condón?

María dudó un momento. Detuvo su mano y dijo con voz temblorosa:

-No sé…

-¿No sabes? ¿Quieres sentirla sin nada?

-No sé… cómo quieras… -dijo ella de nuevo apocada, como yo no la había visto con nadie.

María le respondía mirando hacia la pared. Sin querer ver lo que se le venía. Y yo pensé que Edu palparía el coño que se iba a follar primero con sus dedos, pero no. Puso una de sus manos en su cadera y María cerró los ojos y resopló. Dándole ya igual mostrarse tremendamente asustada y vulnerable. Edu lanzó las bragas que cayeron en la mesa, al lado de las manos de María y se agarró el miembro para dirigirlo.

-Separa un poco las piernas.

María obedeció. Sin girarse. Sin abrir los ojos. Joder, se la iba a follar. Se la iba a meter a dos metros de mí.

Edu llevó la punta de su polla a la entrada del coño de mi novia… y restregó la punta por entre sus labios visiblemente gruesos e hinchados…

-Edu, por favor… -rogó María, casi llorando.

-Qué…

-Ten cuidado… por favor… -le imploró.

-Tranquila… -dijo él recogiendo su melena, con delicadeza, hasta colocarla toda ella a lo largo de su espalda.

María se aferró más a la mesa y Edu soltó la mano de su polla y la posó sobre el hombro de María. Y así, con una mano en su cadera y la otra en su hombro. Con María con los ojos cerrados, mirando al frente, mirando a la pared, agarrada a aquella mesa, con las sandalias de tacón ancladas al suelo y la camisa abierta Edu empujó con cuidado pero con firmeza, y a la vez con todas las ganas acumuladas durante tanto tiempo y la fue invadiendo, ultrajando su interior con aquella polla enorme y María inició un quejido que mutó en jadeo y después en gemido. Edu se la estaba clavando, lentamente se abría paso en su interior, taladraba el coño de mi novia en mi presencia y yo no podía hacer otra cosa que pajearme lentamente, con mis dedos empapados, y quedarme pasmado mirando como se la follaba. Sí, se la follaba, le metía la polla hasta la mitad, de una sola metida, el coño de María acogía aquel pollón con bastante entereza y su cara se le desencajaba por el placer. “Dioooos….” Susurró María y aquello sonó como un estruendo en aquella habitación en la que no quedaba ya aire… “Joder… sigue… sigue metiéndomela….” Gemía ella sabiendo que aquella enorme polla no tenía fin… disfrutando al máximo de aquel pollón que la llenaba por fin… Y Edu, con la mitad de su polla clavada en el cuerpo de mi novia me miró, me miró y dijo:

-Métetela, métetela entera -Y María echó su cuerpo hacia atrás, soltando un “¡¡ahhhh,,, mmmm, jooodeer!!”… hasta clavársela entera, hasta los huevos. María buscó ella misma clavársela hasta el final y cuando sintió que la tenía completamente dentro movió su cadera en un círculo completo, degustando cada centímetro de aquel pollón en su interior… Edu sin dejar de mirarme dijo “tenías ganas, eh” y María echando el cuerpo hacia adelante hasta descubrir de nuevo la mitad de su polla dijo “Dioss... joder... síí…” , “¿Te gusta mi polla?”, “Jodeer… me encanta… Dioos me encanta… fóllame… fóllame así… Edu… fóllame así…”

Sus cuerpos casi brillantes, morenos, fundidos por fin en uno. La tensión en los brazos de Edu, sujetándola, imitaban la tensión brutal de las piernas de María, semi flexionadas, para facilitarle a Edu que se la clavara. Sus cuerpos húmedos, ya sudados… la cara de placer de María era brutal, jamás la había visto poner esa cara de gusto… Edu recogió un poco la camisa de María y gracias a eso yo pude ver como sus tetas caían enormes… y los pezones se adivinaban tremendamente duros. Tras aquel movimiento María miró hacia atrás, hacia él y le dedicó una mirada imposible, una mirada no solo de tremendo placer sino de agradecimiento. Le agradecía con los ojos llorosos cómo se la estaba follando…

-Tócate… tócate las tetas… -le dijo Edu, dominante y ella obedeció, y con una mano se sujetaba a la mesa y con la otra se cogía un pecho que apenas podía abarcar con su mano…

El mete saca era lento, María resoplaba, jadeaba, e intentaba seguir mirándole pero cuando se sentía plenamente invadida no podía evitar cerrar los ojos.

Edu dejó de sujetarla para poner sus brazos en jarra y le dijo:

-Estate quieta.

María obedeció, y expectante comprobó como Edu se retiraba un poco… lentamente… hasta sacar su polla por completo. Aquella polla tremenda salía de allí empapada, con las venas marcadas, el glande enorme y especialmente rosado y un líquido espeso comunicaba su punta con el coño de mi novia. Un liquido transparente que no se sabía si provenía de ella, de él, o de los dos.

Tas sacarla entera, con los brazos en jarra, se la clavó de un solo golpe, y él resopló un “hmmmm” gutural que se solapó con un “aahhhmmm” tremendo y gritado por María. Edu la volvió a sacar entera y repitió el movimiento, ensartándola de nuevo, y de nuevo su bufido contrastó con su chillido. Mientras lo hacía Edu cerró los ojos y levantó un poco la cara, disfrutando de aquel momento que tenía mucho de satisfacción y seguramente mucho de victoria.

Y yo no pude más. Era demasiado. Algo que parecía imposible hacía meses se estaba produciendo, aquel chico se follaba a mi novia delante de mí… Era ansiado pero a la vez tremendamente insoportable… Tan impactante… tan doloroso… que me mareé, creo que hasta llegué a perder la consciencia durante una fracción de segundo… y me di la vuelta y a duras penas conseguí salir de la habitación.