Jugando con fuego 23
Continúa la historia.
Marcos, Víctor, Paula, aquella chica del vestido rojo... Tras tantos meses centrado en Edu surgían ante mi aquellas personas prácticamente desconocidas, ampliando un abanico de posibilidades e incertidumbre. No podía negar que Edu seguía siendo el epicentro de todo, pero imaginármela calentando a Marcos me mataba del morbo...
Nuestro calentón no desaparecía, pero volvimos un poco a la realidad. Miré a mi alrededor y vi como la sala se había vaciado bastante, no quedaban por allí más de unas veinte o veinticinco personas, la iluminación me parecía cada vez más tenue y la música más alta. En seguida reparé en que Víctor a penas se había movido de su sitio, mientas que no conseguía localizar ni a Marcos ni a su mujer... Esperaba que él no se hubiera ido. Deseaba con todas mis fuerzas que su mujer no estuviera, pero él sí. Sentía que me merecía eso después de la mala suerte que había tenido con Edu y la dichosa chica del vestido rojo.
-Parece que no está -le susurré a María de nuevo en el oído. Y le di otro beso. No sabía qué podría pasar aun aquella noche, no me daba por vencido, y un sexto sentido me decía que, aunque la cosa no pintara bien, tenía que mantener a María lo más cachonda posible.
Decidimos ir a tomar una copa a la barra; dejé que María fuera delante de mí. Bastante borracha, acalorada, sudada... pero aun así elegante y manteniendo la compostura. Una vez allí me coloqué tras ella y ella pidió al camarero las dos copas. Se lo tuvo que repetir varias veces, pues no la oía, y aprovechó para repasarla de arriba abajo... La mirada a su escote fue menos sucia que las que le había dedicado Marcos en la cena, pero no más discreta... recordé entonces que ella no había abrochado el botón de su camisa que yo había soltado minutos antes...
Mientras el chico preparaba las copas pegué mi entrepierna al culo de María y la abracé desde atrás. Mi pecho en su espalda, y le susurré:
-¿Otro que te quiere follar?
Ella sonrió y llevó una mano a mi nuca para así conseguir besarme. El beso se hizo húmedo y mi miembro palpitaba, encajado entre sus nalgas, tapadas por aquella falda que a mi se me hacía un tremendo obstáculo.
Tras el beso miré a mi alrededor. Por allí seguía Víctor, también Paula, pero ni rastro de Marcos. Pensé en más gente del despacho, y recordé a Patricia.
-¿No es raro que Patricia no haya venido? -pregunté.
-Pues no... no estaba invitada. Si acaba de entrar en el despacho. ¿Por qué piensas en ella ahora?
-Pues no lo sé.
Cogimos las copas y nos miramos frente a frente. María sorbía de su bebida y, con aquel botón desabrochado, se veía el nacimiento de sus tremendos pechos... normal que el camarero no se hubiera cortado.
-¿Sabes que Edu se la ha... eso? -me sorprendió María.
Yo me acerqué a ella. De nuevo nuestras caras pegadas.
-¿Que se la ha qué?
-Pues que se la ha follado... ¿Recuerdas aquella noche que estábamos en la cama y le escribimos a Edu de broma para que viniera?
-Sí. -respondí sin querer entrar a debatir aquello de "en broma".
-Pues esa noche estaba con ella.
-Vamos, que se la estaba follando y nosotros escribiéndole.
-Más o menos...
-Joder... se las folla a todas... -le susurré besándole en la mejilla- ¿Y desde cuando lo sabes?
-No sé, no hace mucho que lo sé.
Inmediatamente después recordé aquellas semanas en las que María no había dejado de criticar a Patricia, y a vestir de manera muchos más ligera... entrando en una especie de competición para captar la atención de Edu. Intenté hablar de ello sin parecer demasiado descarado:
-¿No te molestó que en el momento que más parecía que Edu iba a por ti cambiara de objetivo y fuera a por Patricia? -le susurré, colocando una de mis manos con firmeza en su cintura.
-Fue Patricia quién fue a por él como una loca.
-¿Como una loca o como una guarra? -le dije en su oído subiendo mi mano hasta rozar mínimamente uno de sus pechos.
-Pues... como una guarra... -susurró ella.
-La chica de las jornadas, la de esta noche, Paticia, Nati... Se las folla a todas...
-Ya...
-Y a ti no te folla, pero solo porque estás conmigo... -le susurré mientras intentaba desabrocharle otro botón.
-Shh... para...
Yo retiré un poco mis dedos del botón pero seguí acariciando con sutileza aquella teta. No me daba por vencido:
-Joder María... Marcos no aparece. Edu se ha ido... Y yo tengo un calentón...
-Y yo... -gimió ella en mi oído.
-Podrías calentar a Víctor... -dije sin pensar.
-¿A quién?
-A Víctor, uno que me dijo que os arregla los ordenadores o algo así...
-No sé quién me dices... mucho hablas tú por ahí... ah, el informático, el del pelo sucio.
-Sí... ese mismo.
-¿Al friki ese? Estás fatal. -zanjó completamente.
María se retiró un poco y me dijo que se iba al baño. La vi un poco mareada. Le pregunté si quería que la acompañara y me dijo que no, que estaba bien. Pronto me vi solo en la barra. A escasos dos metros de Víctor, el cual parecía pretender hacer guardia hasta que no quedara nadie. Quizás no eramos ya más de quince personas. Ni rastro de Marcos, pero, para mi tremenda sorpresa, aparecieron Edu y aquella pelirroja, como si tal cosa. Ella se fue a junto de unos amigas y él hacia la barra. La intención de ella parecía clara, y era marcharse con sus amigas, las cuales se veía que le preguntaban y ella se hacía un poco la loca y no se explayaba en sus respuestas. Eso era lo que podía adivinar a la distancia a la que me encontraba. Simultáneamente a que aquel grupo de chicas se dirigiera a los recién casados para despedirse, Edu se acercaba a Víctor, a poca distancia de mí, cuando sonaba una música más lenta y en un tono bastante más bajo.
No pude escuchar sus primeras frases. Me acerqué un poco, disimuladamente. Hasta que escuché algo suelto:
-Joder con la puta niña... le di con ganas y quería más... -Edu le decía a Víctor, en un tono serio. Pidió una copa. Ni me miró.
-Bueno, ya sabes como vienen ahora. -dijo Víctor.
Una vez Edu tuvo su copa no se cortó en describir con todo lujo de detalles, lo que había sucedido. Sin dedicarme ni media mirada, pero siendo plenamente consciente de que yo lo estaba escuchando absolutamente todo. Ya casi no recordaba como era él hablando de las mujeres, como había hablado de Alicia, o como hablaba de María conmigo, de las cosas que le haría y demás, cuando teníamos un trato más o menos cordial, antes de que se le cruzaran los cables por algún motivo que yo aun desconocía.
No tuvo problema alguno en contar que se la había subido a la habitación y que se la había follado sin condón. Que la había puesto a cuatro patas y que ella no paraba de gritar y que de vez en cuando le decía "ponte algo, Edu ponte algo, ponte un condón" y Edu la imitaba, riéndose de ella. Dijo que se acabó saliendo y ella se la había estado chupando un rato, que le daba golpes con la polla en la cara.. También contó que se había acabado poniendo un condón y que, cuando la tenía a cuatro patas otra vez, ella le había pedido que se la metiera por el culo... que él no le había hecho caso y que se había acabado corriendo, y que nada más correrse, ella le había quitado el condón y se había puesto a chupársela "como una puta cerda" y le volvió a pedir que se la metiera en el culo.
-Tienes que meterme esto en el culo, ¡tienes que meterme esto en culo! Jajaja -se reía Edu, representándola.
-Joder qué pesada. ¿Y qué hiciste? ¿Le acabaste dando por el culo? -preguntó Víctor como si tal cosa.
-Nah... Me acababa de correr y estaba hasta las pelotas de ella. La dejé que me la chupara un rato más, yo qué sé, por pena, y le acabé diciendo que se fuera a tomar por saco. -rió.
Víctor no le llegó a reír la gracia, pero parecía entretenido con el relato, y Edu continuó:
-Qué pesada con el puto culo. Que por cierto hablando de culos hay que ver como viene Paula hoy, otro culo que viene pidiendo guerra.
-Se le transparenta todo, es verdad. -respondió Víctor.
-Joder si se le transparenta. Esta tenía buen culo también... tetas pocas... por no decir nada. Joder... tengo unas ganas de comerme unas buenas tetas... ¿Dónde está María?
Al escuchar la palabra "María" casi me da un vuelco el corazón.
-Joder, lo que daría por meterle un buen polvo a María con esas tetazas rebotando... Hostiá, perdón, que no puedo, que está su novio aquí. -dijo por primera vez mirándome.
-No me la puedo follar que eres su novio ¿no? -me inquirió Edu a medio camino entre desafiante y riéndose de mí.
Me sentí otra vez sumiso ante él. Sin saber qué decir. O más bien, sin ser capaz de decir nada. Víctor le dijo algo al oído mientras yo, bloqueado, no podía negar que me había excitado de nuevo escucharle hablar así de María...
Ahora no les escuchaba. Temía que hablasen de mí. Y me sentí de nuevo mal. Me sentí mal porque me excitara que cuanto peor hablara de lo que había hecho con aquella chica, o cuanto más bruto era al dirigirse a María, yo más me excitaba. Recordé que mi novia había bajado a los servicios hacía ya un buen rato. Tenía dos opciones: intentar escuchar lo que decían Edu y Víctor o bajar a ver si le había pasado algo a María. Opté por lo segundo.
Bajé las escaleras y al aproximarme al baño de las chicas comencé a escuchar como María hablaba con Amparo con total normalidad. Llegué justo en el momento en el que Amparo se iba y pude quedarme a solas con María.
No me sacaba de la cabeza la chulería de Edu. En mi mente se cruzaban las imágenes de él poniendo a cuatro patas a aquella chiquilla que en un principio parecía recatada. Recordé cómo se había referido a María, lo de comerse sus tetas... lo de meterle un buen polvo... lo de sus tetazas rebotando... Edu era un cabrón, un gilipollas insoportable, por no decir un auténtico hijo de puta, pero no sabía porqué cuanto más desagradable se ponía más sentía que era él. Que tenía que ser él. Que tenía que proponérselo a María por última vez. Esta vez sí, por última vez.
Me crucé con Amparo que me saludó mínimamente, y entré en el baño de las chicas. María se estaba retocando en el espejo. No se sorprendió al verme, de hecho dijo "pasa si quieres que no hay nadie". Me acerqué. Tenía aquel brillo en los ojos de estar un poco tocada, pero tampoco muchísimo. No sabía si su calentón había disminuído, pero el mío todo lo contrario tras haber escuchado a Edu. Me coloqué detrás de ella. Los dos nos miramos en el espejo. Ella echó su bolso a un lado guardando lo que estaba usando para retocarse. Pegué mi entrepierna a su culo...
-Hoy no paras de atacarme por detrás... -sonrió.
-Ya... bueno... Tengo una cosa que contarte.
-¿Ah sí? ¿Buena o mala?
-Pues... ahora que lo dices digamos que son dos, una buena y una mala. ¿Cual quieres primero?
Yo ya colocaba mis manos en su cintura; mitad en su camisa blanca, mitad en su falda malva. La miraba a través del espejo; aquella mirada tan morbosa, aquellos labios carnosos, la voluptuosidad de sus pechos... su sujetador transparentando la camisa, su melena densa y castaña hasta más abajo de la mitad de la espalda...
-Mmm... la mala primero -respondió.
-Pues... la mala es que la verdad es que ni rastro de Marcos.
-Jaja... bueno no sé si eso es malo o no. Me daba un poco de miedo ese chico.
-¿Por?
-Pues porque me miraba con una cara de loco que... A parte que jugar con él sin que nadie se enterase... no sé cómo lo iba a hacer...
-Ya, bueno... Supongo que se habrá ido. Queda poca gente ya.
-Bueno, ¿entonces cual es la buena? -preguntó.
Eché toda su melena a un lado de su cuello para dejar un lado de este al descubierto, aparté un poco el cuello de su camisa y le di un pequeño beso. Pegué mi entrepierna a su culo hasta casi obligarla a dar un paso hacia adelante. Tras un segundo beso le susurré en el oído:
-Pues que ha aparecido Edu otra vez.
-¿Ah sí?
-Sí...
En aquel momento maldije no haber intentado ver su cara al escuchar aquello.
Sin cambiar de posición llevé mis manos a su camisa, por delante, y comprobé que había abrochado aquel botón que yo había desabrochado y había vuelto loco al camarero. Ella posó su mano sobre la mía, como para detenerme:
-No, Pablo... puede bajar cualquiera en cualquier momento.
-Vamos, María, no quedan más de diez personas ahí arriba. Además, si se acercara alguien se le oiría bajar las escaleras. -lo dije para convencerla de que me dejara hacer; yo aun no sabía que quería que pasara en aquel cuarto de baño, y lo cierto era que no le estaba contado ninguna mentira.
Su mano siguió sobre la mía pero me permitió proceder. Desabroché un botón y acaricié su escote. Ella cerró los ojos un instante y yo continué:
-¿Qué te parece que Edu haya vuelto, eh?
-Pues... no sé...
-¿No sabes? ¿Y si volvemos al plan A... calentar a Edu y no a Marcos...? -le susurré besándola de nuevo en el cuello. Los dos sabíamos que Edu no es que fuera el plan A, es que era todo.
-Joder, Pablo...
-Qué...
-Que me matas besándome ahí...
-¿Sí?
-¿Y si te beso y hago esto? -dije besándola en el cuello y desabrochando otro botón... tras lo cual puse mis manos en sus tetas sobre la ropa, y las acaricié con algo de fuerza, sobándola más que rozándola.
-Mmm.... para...
-¿Por qué?
-Como venga alguien...
-No va a venir nadie... ¿Quieres saber lo que hizo con la chica? ¿Con la pelirroja?
-Mmm... puede ser... -medio sonrió.
-¿Te lo cuento?
-¿Y cómo lo sabes?
-Escuché un poco... se lo estaba contando a Víctor...
-¿En serio?
-Sí... ¿Te lo cuento y subes a calentarle?
-Mmm... no sé Pablo, hay gente del despacho ahí. Están los novios, Paula, Amparo...
-Bueno... y si te digo que... se la folló a cuatro patas y sin condón nada más entrar en su habitación...
Esto lo dije cruzando la mirada con ella en el espejo. Quizás fueran alucinaciones mías pero me dio la impresión de que se ponía colorada. No dijo nada.
Solté un poco su camisa que estaba metida por dentro de la falda.
-¿Qué te parece?
María no dijo nada.
-Se la folló como a una perra... Cuando no hacía ni una hora que la conocía...
Mi novia siguió sin responder. Pero estaba indudablemente sonrojada.
-Si te desabrochas otro botón te cuento más. -le dije.
María, sin dejar de mirarme a través del espejo, llevó sus manos a su camisa, y con ojos casi llorosos, y muy lentamente, desabrochó otro botón. Tras hacerlo abrió ligeramente la camisa... Ya se veían casi completamente las grandes pero a la vez refinadas copas de su sujetador. Yo continué:
-Está bien. Pues... al parecer, ella le pedía que se pusiera un condón y él no le hacía caso, hasta que se acabó saliendo de ella y ella comenzó a chupársela como una loca.
-¿En serio...?
-Sí.
-¿Os dijo eso?
-Bueno, a mi no, a Víctor, pero sí.
Se hizo un silencio. María con los brazos muertos seguía mirándome. Yo intentaba comprobar hasta que punto mis palabras hacían mella en su cuerpo. Hasta que punto imaginar a Edu follándose a aquella chica la excitaba... La estampa de su sujetador a la vista, el pelo a un lado y su camisa casi abierta del todo era tremenda, pero lo era aun más su mirada, su mirada y aquellas mejillas que estaban ardiendo.
-Si quieres que siga ya sabes lo que tienes que hacer -le dije.
Ella, visiblemente excitada, y con las manos inseguras, alcanzó a desabrocharse otro botón.
-Vale. Pues... se la estuvo chupando... se metía ese pollón en la boca... y él le daba en la cara con... le daba golpes en la cara con su polla...
-¿En serio dijo eso?
-Sí...
-Qué cabrón... de verdad...
-¿Por?
-No sé, no sé como podéis ser así.
-Como es él, más bien...
-Es un... cabrón... tremendo...
-¿Sí?
-Sí...
-¿Y te pone más que sea así?
Se hizo un silencio, tras el cual susurró:
-Es... un hijo de puta... -susurró, diciéndoselo más a ella misma que a mi.
Las mejillas de María no hacían si no encenderse más...
-Te toca -le dije
Entonces ella llevó sus manos al último botón y yo le susurré:
-Es un hijo de puta... pero te pone... te pone cachonda como nadie...
Lo desabrochó, mirándome, sin responderme, pero sus ojos lo decían todo. Su torso moreno, tostado, en contraste con la camisa blanca y solo tapado por su sujetador plasmaban una imagen tremendamente erótica.
Pegué aun más mi pecho a su espalda. Abrí la camisa y puse mis manos sobre el sujetador. En las copas. Como dispuesto a bajárselas en cualquier momento. Ella echó su culo hacia atrás. Buscando el roce con mi entrepierna con su movimiento.
-¿Y qué... más? -preguntó en un ronroneo.
La empujé un poco. Aprisionándola contra el mármol que rodeaba el lavabo. Tiré un poco de su pelo y besé su cuello.
-Pues... Se puso un condón y se la volvió a meter a cuatro patas... ¿Qué te parece?
Ella no respondió, pero llevó una de sus manos a mi nuca y la otra a mi culo.
-Se la estuvo follando así un rato y ella comenzó a pedirle que se la metiera por el culo.
-Joder... -susurró ella, tan cachonda como sorprendida.
Llevé mis manos a su espalda... Por dentro de su camisa. Me sorprendí de lo sudada que estaba su piel. Mis dedos llegaron al broche de aquel sujetador que no tenía tiras y liberé sus pechos con sutileza.
-Pablo... -susurró.
-Qué...
-Cómo nos vea alguien...
-No viene nadie.
Me apoderé de su sujetador y lo posé en el mármol con una mano, mientras con la otra acariciaba su vientre. Aun sin subir a sus tetas.
-Mira -le dije abriéndole la camisa hasta que se vieran perfectamente la inmesidad de sus tetas y sus enormes areolas rosadas a través del espejo. La imagen era tremenda. Impactante. Sus pezones estaban erizados como nunca.
-Ya... -consiguió responder al verse tan expuesta... en un sitio público.
-¿Te imaginas que te folla así... como se la folló a ella? -dije acompañando mi frase con un movimiento adelante y atrás.
-Joder Pablo...
-Que te folla así, eh... -repetí, esta vez acariciando con suma delicadeza una de sus tetas... -¿Crees que se la folló así o más fuerte?
-Más fuerte... -respondió inmediatamente.
Con una mano rozaba sutilmente uno de sus pechos, solo con la yema de mis dedos,con unas caricias mínimas, erizando su piel... su pezón se ponía duro y yo disfrutaba de aquel tacto increíble... de su areola extensa... me moría por acariciarla con más fuerza, pero sabía que aquello la excitaba más. Con la otra mano la sujetaba por la cintura, como si me la estuviera follando. Como si fuera Edu quien se la estuviera follando.
Proseguí:
-¿Sí? ¿Más fuerte? Seguramente se la folló a lo bestia, hasta que se corrió. Eso dijo, que se corrió con el condón, pero dentro de ella. Imagínate como gritaría esa chica...
-Joder...
-¿Te imaginas a Edu corriéndose dentro de ti y gimiéndote en el oído? -le susurré al tiempo que seguía acariciando su teta y seguía haciendo como que me la follaba, encajando mi miembro entre sus nalgas.
-¡Jodeer... !
-¿Te lo imaginas eh? Corriéndose dentro de ti mientras gime... y susurra que eres una perra...
-¡¡Joder, Pablo...!!
-¿Qué?
-¡Dios...!
-Imagínate que te mete esa pedazo de polla y te dice que eres una guarra... que eres la más guarra y que por eso te tiene tantas ganas...
-¡Uff...! -gemía María, ya con los ojos cerrados.
-Imagínate que vacía sus huevos dentro de ti... mientras...
-¡Joder... Pablo...! -me interrumpió.
-Qué...
-Ufffff... ¡¡dios... fóllame..!! ¡¡fóllame aquí si quieres!!
-¿¿Sí??
-¡¡Síi!!
-¿Es lo que quieres?
-¡¡Sí, joder...!! ¡¡me da igual que nos pillen...!! ¡¡métemela ya...!!
-...Tengo una idea mejor... Subes así, y le calientas... le calientas hasta el final.
Dejé de moverme.
Ella echó su cuerpo hacia atrás, pero en seguida vió que mi idea no tenía vuelta atrás.
-No seas cabrón... -suplicó.
Pero conseguí mantenerme firme. Por mucho que me muriera de ganas por follar con ella... Y comencé a abrochar su camisa. Lentamente.
María, tan seria como sofocada y tremendamente cachonda, cogió su sujetador, pero le pedí que no, que no se lo pusiera
-¿Estás loco...? ¿Pretendes que suba así?
-Así. Como aquel día en el despacho, como el día en que empezó todo.
-Se me transparenta todo, Pablo -dijo, pero en un tono más dócil. Nerviosa.
Acabé de abrocharle los botones. La imagen era tremenda. Ya no solo la silueta de las tetas desnudas, si no que las areolas se le transparentaban completamente, y los pezones marcaban la tela de manera brutal.
-Joder, Pablo...
-Arriba hay mucha menos luz... Venga, es ahora o nunca. Lo sabes como yo.
María dudó. Yo insistí. Se giró. Nos besamos. Le acaricié las tetas sobre la seda blanca y sentí que era casi como tocarla desnuda... la acaricié con sutileza, pero el beso era caliente... beso que interrumpí...
Nos separamos un poco. Mi lenguaje corporal le decía que no había vuelta atrás, que no follaríamos en aquel baño, que la idea era que subiera así y le provocase.
-Qué cabrón... -murmuró.
Consiguió como pudo meter el sujetador en su bolso, que de por sí no era demasiado grande.
-¿Y qué le digo para... eso... para calentarle? ¿Y hasta qué punto lo caliento?
-Hasta donde quieras... -Iba a decir "tú ya sabes hasta donde quiero yo", pero lo omití.
Nos dimos otro beso, no pude evitarlo. Fue tórrido, caliente, húmedo... María puso directamente su mano sobre mi polla, que estaba durísima.
-¿Vas a calentarle hasta tocarle la polla? -pregunté en su oído.
-No sé...
-¿Si le llegas a tocar ese pollón podrías parar?
Ella no respondió y yo insistí respirandole en el oído:
-Un pollón de verdad... no esto que coges con dos dedos...
Se apartó. Me miró, y dijo:
-De verdad espero que no nos arrepintamos nunca de esto.
Ella subió sola y yo me encerré tras una de las puertas de los inodoros. Cuando me saqué la polla del pantalón aluciné de lo impregnado que estaba todo de líquido pre seminal, el calzoncillo no era azul claro, si no que era azul oscuro en la parte frontal; no había sido consciente de haber estado soltando tanto líquido... si María estaba la mitad de excitada y mojada que yo, no me quería imaginar cómo estaría su ropa interior.
Comencé a orinar y me sentí mareado. Pensé que quizás estaba más borracho de lo que suponía. Borracho y cachondo, como estaba María, borracha y cachonda... era el contexto perfecto y la permanente sensación de última oportunidad.
Me la imaginé subiendo sola. A buscarle. A encenderle. A provocarle. ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Bailando? ¿En la barra? Deseaba que no quedara casi nadie; me parecía que María estaba más preocupada porque las amigas la vieran sin sujetador que el propio Edu. Me parecía que a María le echaba más para atrás la idea de sus amigas viéndola tontear con Edu que el tonteo en sí.
Subí las escaleras de nuevo pensando en qué me encontraría. Me los imaginaba bailando, rozándose... él metiéndole mano y ella en un "no, pero sí" permanente... y la polla se me ponía a reventar y de nuevo mi ropa interior sufría las consecuencias.
Me sorprendió la poca gente que vi. No estaban los novios. Desde luego Marcos tampoco, al que ya daba por perdido. Ni Víctor, lo cual me sorprendió pues pensaba que se quedaría hasta el final, como si fuera el guardián de toda aquella situación. Mi mirada iba en busca de Edu y María, pero no los encontraba. Apoyado en la barra veía bailar a un pequeño grupo, que tenía localizado como amigos de la novia. Un par de personas en la barra. Nada más. Miré al fondo y vi gente sentada, en dos mesas. Y los vi. En una mesa estaban Paula y Amparo, algo derrotadas, y en la otra, en la que había cenado con María, estaban ella y Edu. Ella sentada y él de pie, frente a ella, apoyado contra la mesa.
No estaban bailando. Ni pegados. Pero estaban solos. Y me subió algo por el cuerpo que me tuve que dar la vuelta rápidamente. Hasta el camarero pareció sorprenderse. Pedí una copa, por disimular, por agarrarme a algo.
Era lo que quería. Desde hacía meses. Dejarlos solos, pero verlos. Sabiendo que María haría por calentarle, sabiendo que Edu se la quería follar, y sabiendo que María había fantaseado con que él se la follaba. Estaban prácticamente todos los elementos.
Volví a girarme. Seguían en la misma posición. Estaban hablando. Cada uno con su copa. María con las piernas cruzadas, separados por medio metro. Edu de pie y ella sentada... le tenía que estar viendo absolutamente todo, tenía que saber que no llevaba sujetador... tenía que estar terriblemente empalmado viendo aquello.
Pasaban los minutos y la situación no cambiaba. Amparo y Paula de espaldas a ellos. Aquel grupo bailando... solo yo les vigilaba. Pero no hacían nada. Hablaban, pero nada más. Yo bebía de mi copa compulsivamente. Cada vez que Edu se movía mínimamente pensaba que se iba a acercar a ella. A la enésima falsa alarma algo dentro de mí me impulsó a ir hacia ellos.
No fui directo, me acerqué disimuladamente, hasta llegar a su mesa, acercándome por un lado. Llegué a colocarme realmente cerca, a un par de metros de ellos, que ni me miraron.
Estaban hablando del mojito que tenía Edu; al parecer Paula se lo había dado porque no le gustaba y Edu estaba dispuesto a dárselo a María. Efectivamente Edu podía ver el tremendo escote de mi novia y la silueta de sus pechos bajo la seda blanca. Yo, al estar de lado, no podía, pero Edu, frente a ella, a buen seguro estaba viendo como se le transparentaban los pezones e incluso las areolas a través de la camisa.
María acabó por aceptar intercambiar las copas. Para hacerlo se echó hacia adelante. Edu la miró, pero no dijo nada. Se quejó de que el vaso de ella estaba goteando y ella probó del mojito. Mirando para él, clavándole la mirada, fingiendo que yo no existía, y, sobre todo, lo más llamativo eran sus mejillas tremendamente sonrojadas. ¿Avergonzada? ¿tensa...? ¿excitada?
Cuando acabó de beber se le quedó al lado del labio un trozo casi imperceptible de hierbabuena o algo que llevaba el mojito. Edu alargó su mano inmediatamente, dispuesto a limpiarla. Ella se quedó inmóvil, más colorada, y cuando parecía que ya la había limpiado y retiraría su mano aprovechó la situación para acariciar sus labios... y su labio inferior.
María acabó por apartar su dedo, sin demasiada brusquedad. La respuesta de Edu no se hizo esperar. Me sorprendió, pues nos sacó a todos de aquella pequeña paz.
-¿Qué pasa? ¿No quieres jugar?
María se quedó callada. Y pegó otro trago a su bebida. Yo, ante aquella frase me sentí violento. La típica frase de él que parece siempre sacada de contexto; estuve a punto de sacar mi móvil del bolsillo para disimular que les espiaba, pero era tan evidente, y tan evidente que ellos iban a fingir que yo no estaba que no hice nada.
Ante el silencio de María, Edu comenzó a provocarla:
-Sabes que te estoy viendo todo... ¿no?
María fingía seguridad, pero yo sabía que no era así. Sus ojos... su cara acalorada...
-Y yo a ti también. -dijo ella en tono serio, haciendo un gesto con su mirada hacia la entrepierna de Edu.
Él estaba casi sentado en la mesa. Si se le marcaba la polla bajo el pantalón de traje yo no lo podía ver.
Edu hizo un gesto como de abrir un poco y cerrar las piernas y acomodó un poco el pantalón. Se miraban fijamente.
-Cómo es que no hemos hecho nada tú y yo... ¿Eh? -preguntó él.
María no se inmutó, pero yo sentía que cada frase de él tenía un tremendo impacto en ella.
Mi novia se mantuvo callada hasta que Edu acabó por dispararme las pulsaciones:
-Por este no será, ¿no? -dijo en clara alusión a mí.
Yo no esperaba una defensa de María, y no se produjo:
-Por este no.
-¿Entonces? -preguntó Edu como si tal cosa.
-Igual es porque no... quiero... No todas van a querer.
-¿Si? ¿Seguro que no hay más explicación?
-No... y porque... cuando puede pasar algo te comportas como un idiota.
-¿Cómo ahora?
-Puede ser...
-Déjate de historias... María... vienes aquí directa a... jugar. -María se puso aun más colorada- ¿Me puedes decir por qué te has quitado el sujetador y me estás enseñando las tetas? No soy muy observador, pero a saber que antes no ibas así, llego.
La tensión era irrespirable. Aunque ella hubiera ido a su encuentro con la intención de provocarle, sin duda el provocador era él. María intentaba no venirse abajo.
-Porque tengo calor. -dijo sin ninguna firmeza.
-Jaja. No me jodas... Te sudan las tetas entonces....
María no dijo nada. Edu la estaba acosando, parecía un interrogatorio. O una reprimenda. Con aquel traje impecable que ni se le había movido en toda la noche, el pelo medio largo, aquella voz, aquella mirada. La estaba haciendo de menos terriblemente. A una chica que hace que a cualquiera le tiemble la voz solo por hablar con ella.
-Igual a mí me está sudando la polla también.
En ese momento empecé a temer incluso que aquel cabrón me delatara.
-No. Tengo calor, pero no me sudan las tetas. -Intentó María reponerse. Pero su mirada decía lo contrario.
-Levántate. Ponte de pie. -Dijo Edu.
María dio un trago al mojito, descruzó las piernas y se puso de pie. Lo hizo con extrema lentitud. Pensaba que no lo haría, pero lo hizo. Lo estaba haciendo por aparentar seguridad, pero daba la sensación de que le salía al revés. Cuando se quedaron frente a frente, a escasos centímetros, ella posó su copa en la mesa, a su lado. Y yo pensé que Edu le echaba la boca y se acababa, o empezaba todo. La tensión era irrespirable. Era una tensión sexual disfrazada de cabreo o de discusión, pero la discusión era solo una careta de lo que había debajo. Conocía a María, pero no hacía falta ni eso. Cualquiera que la viera mirarle, que la viera sonrojarse, sabría que allí podría pasar algo en cualquier momento. Mi novia giró la cabeza, para localizar a sus amigas, las cuales no estaban. ¿En el baño? ¿Bailando? Yo no lo sabía y María tampoco. No había nadie del despacho. Estábamos solo los tres, por no decir los dos.
Edu posó su copa con calma... Yo no podía ni respirar... Y puso sus manos en la cintura de ella...
-¿Para qué quieres que me ponga de pie? Eh. -No sonó creíble su pregunta. Y menos su exclamación. Toda ella era un flan. Era evidente. Y Edu no respondió. Y llevó sus manos a un botón de su camisa. María me miró inmediatamente. No se movió. Yo tampoco. Se me dispararon las pulsaciones. Me miraba con ojos llorosos. ¿Quería que lo parase? ¿Que le dijera a ella que lo parase? ¿Acaso que se lo dijera a él? Pero Edu no dio tiempo a más. Le desabrochó aquel botón... podía verse su pecho palpitar... su escote pasó de sugerente a brutal; era imposible no explorar aquello... y él no esperó.... coló una de sus manos por su escote. Creí que me moría. Que se paraba el tiempo. Con toda la cara. Con toda la mano. La coló dentro de su camisa y le acarició una de las tetas hasta cogerla entera con la mano. María cerró los ojos. Joder, cerró los ojos del gusto y yo creía que me moría. Podía sentir lo cachonda que estaba... Nunca la había visto con aquella cara. Edu no retiraba la mano y su boca fue a por la de ella. Estaba hecho. La iba a besar mientras acariciaba aquella excelsa teta, mientas palpaba aquel pezón enorme... pero María se apartó levemente. Lo justo para que dos pequeños besos de Edu alcanzaran solo la comisura de sus labios el primero y la mejilla el segundo. A mi me temblaban las piernas y a cada segundo mi polla soltaba una y otra y otra gota en mi calzoncillo....
La imagen de él besándole en la mejilla... ella con los ojos cerrados... su mano por dentro de su camisa cogiéndole la teta... a mi novia... intentando besar a mi novia... la cara de tremenda excitación de ella siendo acariciada por él... me mataba de múltiples maneras.
Edu le susurró algo al oído. No lo pude oír. María le escuchaba con los ojos entrecerrados mientras él, con su mano libre, cogió una de las manos de ella y la dirigió a su entrepierna, a su polla, sobre el pantalón. El camino de su mano duró un par de segundos y cuando llegó a su destino María resopló, resopló con los ojos cerrados al tocarle la polla a aquel cabrón.
Mi novia abrió los ojos mínimamente... mirándome. Me miraba mientras sobaba una polla que no era la mía y mientras aquel cabrón le acariciaba la teta hasta hacerla temblar...
Edu la intentó besar de nuevo y ella volvió a esquivarle con disimulo... pero sin sacar la mano del pollón de él y sin retirar aquella mano intrusa de dentro de su camisa.
Fueron unos segundos eternos en los que mi corazón se disparó, hasta que Edu acabó por retirar su mano de su pecho y la hizo retroceder un paso, sutilmente. Dejando en mi campo de visión su camisa abierta, marcando un escote que llegaba hasta la mitad de su vientre, sus pechos hinchados... sus pezones transparentando la seda de manera brutal.... Y ella ahora sí soltó su entrepierna y se quedó de pie frente a él, como esperando su siguiente susurro, su siguiente movimiento... su siguiente ocurrencia.
Los pezones de María se podían ver a metros de distancia. Sus mejillas coloradas eran un poema. Su pelo algo despeinado... todo ella era una bomba contenida, una bomba a punto de explotar.
Volteó un poco su cara y yo seguí su mirada y no vimos a sus amigas... De vuelta sus ojos en Edu, éste le cerró ese botón de la camisa que había desabrochado y le agarró la otra teta con algo de fuerza... sobre la camisa, algo extraño, y le dio una pequeña bofetada en la teta. María no dijo nada. Y lo volvió a hacer. Al hacerlo la teta le bailaba dentro de la camisa, sus pezones se erizaban más si cabe, María se sonrojaba más y yo sentía más y más que no podía con aquella presión. No sabía si era morboso, bizarro, humillante o ridículo... pero María no cambiaba el gesto, no cambiaba su gesto de estar cachonda... seguramente aquello le hacía sentirse más cachonda, quizás por sucia, quizás por lo grotesco de la situación, quizás precisamente por no negarle nada, como tantas otras.
Edu estaba en su terreno, estaba claro, y no iba a parar, tras aquellos dos manotazos le apretó aquella teta con algo de fuerza... María emitió un suspiro, un quejido con un componente no morboso... si no directamente sexual... y él dijo:
-Mira como me pones la polla...
María miró a su entrepierna y volvió a mirar hacia atrás.
-¿Por qué no me la colocas, eh?
Ella no respondió. Pero él seguía forzando la máquina. Le insistió, le dijo que tenía la polla hacia abajo, y que le molestaba, que la quería tener hacia arriba. Yo creí que María me miraría, que quizás me volvería a pedir permiso con la mirada... pero no lo hizo... Se volvió a acercar y posó de nuevo su mano entre sus piernas. Hizo un pequeño gesto, como para moverla hacia arriba.
-Como no metas la mano por dentro... -dijo él tremendamente serio, como si estuviera hablando con una cría.
María se pegó más, para así disimular y taparle con su propio cuerpo y llevó allí su otra mano, para entre las dos maniobrar. Le iba a meter las manos por dentro del pantalón. Puso una mano en su abdomen y Edu se recostó un poco. María iba a colar su mano y agarrarle la polla en pocos segundos... Creí que Edu me miraría, que con su mirada me diría "tu novia está a punto de cogerme la polla, y tú mirando como un imbécil", pero mirando más allá de María dijo:
-Shh... suéltame la polla anda, que vienen tus amigas ahí.
María se sobresaltó. Ni si quiera volteó la cara. Simplemente retrocedió un par de pasos y rápidamente se cerró otro botón y se echó el pelo hacia adelante, para tapar sus tetas... Vi como Paula y Amparo, visiblemente borrachas y claramente ajenas a todo, se aproximaban. María metía un poco la camisa por dentro de la falda en la zona que se le había salido un poco, pero sin descubrir que se estaba recomponiendo.
Yo no sabía si maldecía aquella interrupción o si agradecía que aquello parara. De nuevo los sentimientos encontrados más absolutos... Es que Edu era tan hijo de puta... como le hablaba... y verla sometida así, obedeciéndole... me mataba, pero a la vez me daba tanto morbo que me hacía necesitar más y más.
A duras penas María dijo algo inteligible mientras se despedía de Amparo que ya se iba. Su cara ardía de forma tan brutal que solo la borrachera de Paula y Amparo hacían que no se dieran cuenta que algo había pasado, que algo habían interrumpido. También era escandaloso que no llevaba sujetador por mucho que se echara la melena hacia adelante. Afortunadamente no dijeron nada sobre eso. Yo también me despedí como pude... El problema llegó cuando me di cuenta de que Paula no tenía pensado irse. Pero esa sorpresa se solapó con la siguiente, y es que propuso que subiéramos los cuatro a su habitación a tomar una última copa. Estaba casi amaneciendo. Yo aun no podía contener los latidos en mi pecho. No podía casi respirar. No se me iba de la cabeza la imagen de Edu colando su mano bajo su camisa y recogiendo una de sus enormes tetas con su mano mientras ella posaba su mano en su polla. Esa imagen no se me iba de la cabeza. Tampoco los azotes de Edu después... Hasta que precisamente él me sacó de mis pensamientos:
-Id Pablo y tú a pedir las copas, os esperamos aquí y vamos a mi habitación, que es más grande.
Cuando me pude dar cuenta iba al lado de Paula hacia la barra, dejando a mis espaldas a María y a Edu.