Jugando con fuego (1)
Nunca había fantaseado imaginando a mi novia con otro hombre. Nunca, hasta que conocí a Edu.
Para contar esto me tengo que remontar a un día que estaba cenando con mi novia en una terraza. Hacía cuatro días que no la veía pues ella había estado fuera, en un ciclo de formación, que tenía de vez en cuando por su trabajo, por lo demás era una noche cualquiera, sin nada de especial, hasta que en un determinado momento aparecieron varios chicos trajeados y se acercaron a hablar con ella. Inmediatamente me di cuenta de que eran compañeros del despacho de abogados de mi novia.
Fueron muy agradables y formales, como si hubiera una barrera que marcaba ser más colegas que amigos. Eso sí, con muchas ganas de agradar, creo que con esas ganas de agradar típicas ante una chica que es bastante guapa, como lo es María: de facciones muy agradables, buen tipo, amplia sonrisa... un culo no demasiado grande pero que en tacones se pone bastante potente y unas tetas medianas tirando a grandes que ella siempre trata de disimular más que de presumir de ellas. Llevábamos cuatro años de novios y vivíamos juntos.
No fue más que una conversación de a penas un minuto pero hubo un chico, el más callado, que me llamó la atención. Estaba bastante moreno para esa época del año, tenía un poco de barba y ojos claros; parecía una especie de abogado pero surfista en ratos libres. O había ido a la nieve. Algo así había. Parecía también algo más joven que nosotros, quizás unos 28 años, por los 35 míos y los 34 de mi novia. Se despidieron en seguida y yo le pregunté a María:
-¿Y el chico guapo ese?
-¿Quién?
-El moreno de barbita.
-¿Edu? ¿Guapo ese?
-Pues sí, ¿no?
-Hombre, guapo no hay ninguno. Pues no sé. Uno más del despacho.
La cosa quedó ahí y no pensé para nada en aquello ni en aquel chico hasta esa noche. Y no es que pensara en él voluntariamente si no que soñé con él y mi novia. Soñé algo surrealista, que no llegaba a recordar bien del todo, pero era algo así como que él efectivamente se acercaba a saludarnos mientras cenábamos, pero al final se sentaba con nosotros y, desde aquel preciso momento, yo desaparecía de la faz de la tierra para mi novia, que solo tenía ojos para él. La conversación era entre ellos dos, así como miradas primero, y después se cogían de las manos... yo seguía comiendo y mirándoles hasta que se acababan besando delante de mí, como si no existiera, y se acababan marchando los dos solos.
Me desperté con una sensación extrañísima, como un sueño especialmente intenso. Recordaba que en el sueño no había sentido celos, tampoco mucha excitación, si no más bien expectación y algo de humillación. No le di más importancia.
A la mañana siguiente, viernes, María se fue a trabajar y yo me quedé en casa, como era habitual los últimos meses, pues no me habían renovado un contrato finalmente, por lo que estaba desempleado, aunque pensaba que sería pasajero, pues con experiencia laboral, licenciatura y Máster esperaba encontrar algo más pronto que tarde. Mis días consistían en hacer deporte, echar curriculums y hacer entrevistas de trabajo.
Estaba investigando en internet sobre una empresa interesante, cuando entré en una red social y busqué en los amigos de mi novia a ver si tenía agregados a sus compañeros de despacho, pero solo vi a uno, con el que tenía más trato. Era innegable que el moreno aquel me despertaba cierta curiosidad, pero no lo tenía agregado. Tenía un magnetismo extraño y aun tenía muy reciente el sueño y aquel sentimiento de humillación de ver como mi novia pasaba de mí al principio y se besaba con él después.
Un rato más tarde, sin ser yo muy apasionado del porno en internet, me vi navegando por ese tipo de páginas, como un daño colateral de pasar mucho tiempo en internet, que siempre acaba uno aburrido y donde no debe. Me acabé tumbando en el sofá y, aburrido de vídeos que no me decían nada, y con aquel chico y el sueño aun en mi cabeza, comencé a masturbarme pensando en el sueño. Nunca, jamás, había pensado o fantaseado, con la idea de mi novia con otro hombre, pero cuando me quise dar cuenta tenía mi polla como un mástil imaginando no solo que se besaban en mi presencia si no que se iban a nuestra casa, yo con ellos como si fuera invisible.
Imaginé que se desnudaban, que aquel chico le comía las tetas a mi novia, que devoraba sus pezones en mi presencia y que María, por primera vez, parecía pedirme permiso con su mirada para continuar.
Yo cruzaba la mirada con ella y sin responderle nada ella se acababa poniendo de rodillas ante él, dándome ella la espalda, y fue imaginarme el vaivén de la cabeza de María ante la polla de aquel chico y comencé a correrme como un loco sobre mi vientre. Mientras me corría me imaginaba al chico llevando su mano a la cabeza de María, marcándole el ritmo de la mamada, mientras aquel cabrón me miraba y sonreía... creo que eché por los menos seis chorros sobre mí mientras me imaginaba aquello.
Una vez acabado mi orgasmo me quedé exhausto y me sentí algo culpable. No tenía ni idea de la caja de los truenos que acababa de abrir con aquella paja absurda a media mañana.
.................................................................................
Por supuesto no le dije nada a mi novia de lo sucedido, aquello quedaría entre mi imaginación y yo.
Al día siguiente salí después de cenar a tomar unas cervezas con unos amigos. La cosa se fue saliendo de madre y llegué a casa de madrugada y un poco borracho. Me metí en cama con ganas de marcha pero mi novia lógicamente ya dormía profundamente. No es de las que siempre están dispuestas así que no quise forzar la máquina pues sabía que no iba a querer. Estuve un rato en cama, desvelado, hasta que me levanté y fui al salón y estuve con el portátil.
Miré mi correo y cuando iba a entrar en las redes sociales vi que estaba abierta la sesión de María. Me extrañó un poco pues a penas las usa pero habría estado muy aburrida aquella noche. El caso es que no se por qué, me puse a buscar al tal Edu. A través del amigo de María que tenía agregado pronto di con él, pero tenía todo bastante cerrado y poco más que la foto principal pude ver.
Quizás fueran las cervezas pero ni corto ni perezoso le pedí amistad. Pensé que ella ni se enteraría y, aunque lo hiciera, no era nada grave. Tenía curiosidad por saber más de aquel chico y no lo pensé demasiado.
No pasó nada relevante durante los siguientes días. Aquella paja había quedado como un hecho aislado y olvidé casi completamente aquella solicitud de amistad. Hasta el jueves, día en el que los del despacho de mi novia suelen quedar para tomar algo después del trabajo. María entró en casa sobre las once de la noche con un buen cabreo.
-¿Se puede saber por qué usas mi cuenta de Face****?
-¿Yo? ¿Cuenta de qué?
-¿Cómo que de qué? No veas la vergüenza que acabo de pasar.
Tenía el tema tan olvidado que no sabía ni como reaccionar ni qué decir. Aunque no me parecía tan grave.
-¿Vergüenza por qué?
-Pues porque el niñato ese soltó delante de todos: "emm... ¿no me hablas en el despacho y me pides amistad por las redes...?" Imagínate mi cara.
-Bueno, mujer, no es para tanto.
-¿Pero qué te dio con él?
-No me dió nada, quería cotillearle un poco. ¿Y no te había aceptado en todo este tiempo?
-Estás mal de la cabeza. Le dije que no sabía de que estaba hablando... y él sacó el móvil y delante de todos me lo enseñó y le dio a "aceptar". Me debí de poner como un tomate.
Yo de verdad que no le veía tanta importancia. Me parecía una exageración un poco infantil de aquella panda de yuppies.
-Bueno, María, por favor... menuda chorrada.
-Chorrada para ti. Mira- dijo abriendo el portátil, al poco tiempo había abierto la sesión. -Joder, es que mira, tengo aquí como 40 amigos y ahora él, que no pinta nada. Que además este me lo conozco y ya debe pensar que me gusta o algo.
-¿Cómo que te lo conoces? No decías que no tenías trato con él.
-Claro que no tengo trato con él, pero se le ve a la legua que se lo tiene creído, y ahora lo tendré que aguantar todo crecido cada vez que me lo cruce.
La conversación siguió por ahí hasta que ella desvió el tema hacia el otro punto, y era que qué narices me importaba el chico. Yo le dije que nada, que me aburría y que le pedí amistad sin pensarlo. No se lo terminó de creer pero no profundizó demasiado.
A la mañana siguiente no tardé en coger el portátil e investigar un poco la vida de aquel chico. Tampoco le daba mucha más vida que María. Tenia algunas fotos en la playa... en la montaña... en la nieve... parecía que se las daba de aventurero y deportista. El album en el que tenía más fotos era uno de Tailandia, con gorra y camiseta de tiras comiendo comidas extrañas; no le conocía de nada pero ya me daba la sensación de que no le podía faltar ese viaje... que le pegaba.
También vi otro album, sin nombre, donde había una foto de los del despacho en una terraza, tomando cervezas, y deduje que sería de algún jueves no muy lejano. En la foto salían como 8 personas y una de ellas era María, que estaba muy alejada de él, en aquellas dos mesas que habían juntado. Mis ojos iban a María en un extremo de la foto y a él en la otra... Y luego otra vez... y otra... no entendía que me pasaba, pero cuando me quise dar cuenta tenía mi polla en la mano... les miraba... imaginaba que tonteaban... imaginaba que a María sí que le parecía atractivo... Comencé a pajearme imaginando otra vez que venían a casa y se ponían a follar en el sofá en el que yo estaba sentado, en mi presencia, necesitaba que fuera en mi presencia para que me excitase de verdad. Me corrí otra vez abundantemente sobre mi vientre imaginándome como se la follaba, y ella, al principio me miraba mientras él la penetraba, pero al final ella no podía ni mirar del placer, cerrando los ojos y disfrutando de la follada que le pegaba aquel chico.
Durante unos minutos me sentí algo culpable, pero una hora más tarde ya estaba pensando como sacarle el tema a María, como forzar un encuentro los tres... Algo, tenía que pensar en algo. No es que quisiera que aquel snob se follara a mi novia, ni mucho menos, además de que ella no querría ni en broma, pero sí quería sacar el tema con ella o que la cosa avanzase hacia algo.
Un par de horas más tarde María me escribía al móvil:
-Te voy a matar... He tenido una reunión en la que estaba Edu y me mira como si yo fuera una adolescente que suspirase por él.
-Qué exagerada.
-Te lo juro, qué incómodo, joder...
-Pues síguele el rollo, que se lo crea y después te ríes de él.
-Venga, sí, aun encima no me vaciles.
.......................................................................................
Cuando María volvió del trabajo no me dijo nada de lo sucedido. Vino bastante ensimismada con otro tema, del trabajo, que a mi no me importaba mucho, pero a ella parecía haberla absorbido como para olvidarse del tema de Edu.
Yo ya empezaba a pensar seriamente qué coño me estaba pasando, ya me había hecho dos señoras pajas pensando en ese chico con mi novia.
Era viernes, teníamos todo el fin de semana por delante, y yo estaba caliente como pocas veces. La verdad es que si bien con otras parejas con el paso del tiempo había perdido, tanto yo como mi pareja, un poco el apetito sexual, con María llevaba 4 años y ambos manteníamos el deseo como si lleváramos 4 meses. No es que folláramos todos los días pero sí con mucha frecuencia y con pasión de adolescentes.
Ese viernes fui con María al cine y después fuimos a cenar. A pesar de estar yo desempleado en aquel momento no teníamos en absoluto problemas de dinero, ella cobraba bastante bien y yo tenía bastante ahorrado. Sería yo que estaba especialmente caliente o eso que decía que manteníamos la pasión, que poco a poco, durante la cena, cada vez nos inclinábamos más hacia adelante y nos besábamos.
Salió el tema de lo afortunados que éramos por no solo querernos, si no por desearnos tanto; estábamos completamente de acuerdo. María llevaba un pantalón vaquero y un jersey claro y yo me arrepentí de no haberle propuesto que se hubiera puesto algo más sugerente. Aun siendo el jersey algo holgado se le adivinaban bastante bien los pechos; entre beso y beso ya se los rozaba disimuladamente.
Algo que no he contado es que, yo tenía un pequeño complejo, que hacía que valorase más que María me siguiera deseando tanto, y es que mi miembro no es que fuera mi mejor arma. Cuando María me la cogía con una mano ya me la cubría entera menos el glande... con eso digo bastante.
A veces pensaba que me sentía en deuda con ella, si bien yo me consideraba guapo de cara, veía que ella mantenía unas tetas preciosas e imponentes y sin embargo mi arma, mi polla, no estaba a la altura, como si vestidos diéramos el pego como pareja, pero desnudos ella me diera mil vueltas.
Llamaron a María del trabajo, por el dichoso tema ese que la había tenido tan abstraída. Fue una llamada rápida. Cuando colgó, yo, por tener aunque no lo quisiera reconocer aquel dichoso tema en la cabeza, me lancé a la piscina:
-¿No sería Edu quién te llamo? -lo dije con una sonrisa.
-Anda, calla... que es para matarte.
-¿En serio te mira como si le gustases?
-Prefiero no hablar del tema...
Me daba cuenta que aquello era como chocar con un muro, por lo que decidí contarle mi sueño. Aquel en el que Edu se sentaba con nosotros en una terraza, ella se olvidaba de mi presencia, se cogían de las manos, se besaban y se acababan marchando solos. Ella escuchaba curiosa, y se reía de vez en cuando; soltaba a veces unos "estás de coña" o "me estás puteando", siempre entre risas.
-Madre mía que sueños tienes... ¿Y por soñar eso vas y lo agregas con mi cuenta?
-Ya te dije que no sé por qué lo hice.
-Ya...
-Pues eso... que estabas con él.... y que a mí ni caso, jaja.
-Bueno, es un sueño.
-Bueno... y en la realidad... si él tuviera... ya sabes... un buen.... -Ella me conocía ese pequeño trauma y en seguida supo por donde iba.
-Jaja... estás fatal... ya sabes que eso no me importa, me importa la persona, ya puede tener ese crío lo que quiera ahí colgando que a mi me da lo mismo. A parte que ese chaval me repugna bastante.
-¿Por qué?
-No sé... es... un poco gallito... a mi esa gente...
-No puedes negar que es guapo, sabes que a mi me cuesta juzgar la belleza en hombres pero ese chico está bien.
-Bueno, ya te dije que para mi no, a mi no me gusta nada. Me gustas tú.
-Ya sé que te gusto yo, pero eso no evita que otra gente te pueda parecer guapa.
-Ay... qué pesado... ya te dije que no me parece guapo, no sé qué más quieres que te diga.
Al final la conversación fue derivando en otros temas y llegamos a casa. Una vez en el dormitorio, le quité el jersey y antes de quitarle el sujetador ella me fue desnudando y nos tumbamos en cama. Yo desnudo y ella en ropa interior comenzó a besar mi pecho hasta llegar a mi miembro, comenzar a lamerlo, hasta metérselo completamente en la boca. Yo estaba en la gloria, excitadísimo, tanto que en menos de un minuto tuve que pedirle que parara para no correrme. Le quité el sujetador y las bragas y mientras lamía sus pezones llevé mi mano a su entrepierna y comprobé en seguida que estaba muy excitada.
No es algo que hagamos con mucha frecuencia, quizás una vez al mes, y es usar un consolador que tenemos guardado en la mesilla. Tras besarle los pechos y empezar a jugar con mi dedo dentro de su sexo la abandoné un momento para coger el consolador.
-¿Para qué?- Susurró ella. Era curioso pero siempre decía eso al principio de cogerlo pero acababa disfrutándolo como loca.
A los pocos segundos nos besábamos mientras acariciaba el exterior de su coño con la punta del consolador... Poco a poco se lo fui introduciendo, un consolador normal, nada extraordinario, pero aun así con unas dimensiones considerablemente mayores que mi polla. Ella soltó un suspiro cuando empecé a deslizarlo por su interior hasta más al fondo. Poco tiempo más tarde ella misma se lo metía y lo sacaba de dentro de su coño, cogiéndolo con las dos manos, mientras yo me ponía de rodillas cerca de su cara y maniobraba para meter mi miembro en su boca. Yo estaba que iba a explotar:
-¿Te gusta lo que te estás metiendo?
-Mmm... Sí...
-¿Notas como se te abre el coño?
-Joder... Sí...
Ella respondía susurrando con los ojos cerrados, boca arriba, con sus tetas grandes impresionantes... y yo acabé colocándome de tal forma que le metía la polla en la boca mientras ella seguía retorciéndose del gusto por meterse aquello. Estuvimos así un tiempo en el que ella giraba la cara y yo le follaba la boca y ella seguía buscando su orgasmo con aquel objeto... sin poder evitarlo yo comencé a pensar que no era un objeto... si no otra polla la que la llenaba y empecé a sentir que me corría... ella lo notó y gimió con mi polla en su boca, y al escuchar ese gemido yo comencé a correrme dentro de su boca... ella acogió todo lo que yo fui derramando con total entereza, sin dejar de usar el consolador, pero sin llegar a correrse.
Me aparté un segundo, alucinado del terrible morbo que me había dado la imagen de María invadida por otra polla a parte de la mía. Y me di cuenta que mi orgasmo había sido inevitable cuando le había puesto cara a quién se la follaba.