Jugando com mamá y papá

Me pidieron que jugara con ellos para que pudieran hacer el amor después de mucho tiempo...

Me llamo Paco. Cuando ocurrió esta historia que os narraré yo había cumplido dieciocho años dos meses antes. Soy adoptado y nunca he conocido a mis verdaderos padres. Mis padres adoptivos siempre me han dado mucho amor, en todos los sentidos, seguid leyendo y sabréis la razón.

Juan y Andrea son mis padres adoptivos. Mi padre es empresario y mi madre trabajaba en la empresa como secretaria, lógicamente de él. Por lo que me contaron allí fue donde se conocieron y después de unos años se casaron. Siempre fuero una buena pareja, estaban enamorados el uno del otro y todo era casi perfecto entre ellos. Digo casi perfecto pues lo único que les faltaba era la posibilidad de tener hijos. Y entonces fue cuando aparecí yo.

Después de mucha burocracia y dinero, consiguieron adoptar a un bebe de diecisiete meses. Nunca me faltó de nada. Mi infancia era la envidia de todos los niños del mundo en cuanto a lo material, en lo sentimental aunque no me faltó el inmenso cariño de Juan y Andrea, nunca tuve el de mis verdaderos padres. Según me contaron mi madre era madre soltera y muy joven, al no poderme criar me dio en adopción. Una pena, tal vez lo que necesite un niño más que todas las riquezas del mundo, es el cariño y la comprensión de sus padres.

A los once años me contaron mi verdadera situación familiar y la verdad es que me sentí algo raro, pero con el paso del tiempo todo volvió a la normalidad. Mi juventud fue buena, tenía dinero que me daban mis padres para salir con los amigos del instituto. De vez en cuando tenía mis amoríos con compañeras de estudio y a los dieciséis años me inicié en el arte amatorio. Nunca olvidaré a mi compañera Chelo, tenía un año más que yo y ya había follado a muchos hombres, de su edad y aún mayores, fue una profesora más que una amante.

Así fue mi vida, a muy grandes rasgos, hasta que llegamos al momento en que empiezo mi historia. Como os dije antes, hacía dos meses que había cumplido los dieciocho años. Una tarde estábamos los tres en casa y mi padre me llamó para hablar conmigo en el salón. Salvo la vez que me contaron lo de mi adopción, nunca se ponían tan serios para hablar conmigo, así que la cosa debía ser seria. No suelo hacer cosas fuera de lo común por lo que no imaginaba lo que pasaba.

-Siéntate. – Me pidió mi padre mientras él se sentaba junto a mi madre en el sofá. – La verdad es que no sabemos por donde empezar para contarte esto.

-Verás cariño, - añadió mi madre – tenemos un pequeño problema

Los dos estaban muy nerviosos y dudaban sobre lo que decir. No sabían como proseguir. Se agarraron de la mano y con un gran esfuerzo habló mi padre.

-Paco, tengo el problema de que no me excito en lo sexual… - nunca lo había visto tan inseguro.

-La verdad hijo, - añadió mi madre – es que lo único que le excita es que yo haga el amor con otro hombre… - ella no mostraba inseguridad, pero su nerviosismo era patente – después de ir a varios sicólogos y hablar mucho entre nosotros, hemos llegado a esa conclusión.

-Pero eso es un tema personal entre vosotros, ¿por qué me lo contáis? – Les dije.

-Verás hijo, - habló pausadamente mi padre – después de mucho hablar tu madre y yo, ella no quería hacerlo con un extraño. En principio le propuse que lo hiciera con un chico de alquiler mientras los miraba, pero no le gustó la idea. Otra posibilidad era poner un anuncio para buscar a un hombre que le gustara a ella, pero la cosa era peligrosa, si dábamos con un loco… era exponerse

-Al final, tras mucho pensar, la única posibilidad que nos pareció mejor era que tú nos ayudaras… - mi rostro cambió a una expresión de asombro e incredulidad – tranquilo cariño, lo hemos meditado mucho y sólo si tú quieres y no te causa trauma lo haremos

-Pero, pero… - eran las únicas palabras que me salían.

-Tranquilo hijo, - habló mi padre – piénsalo algunos días y nos contestas cuando estés listo… Ahora vamos a salir y te dejaremos solo para que pienses. Nos harías un gran favor

Aquella tarde la pasé entera en soledad, pensaba en la proposición de mis padres. Siempre tuve la idea de no despreciar a ninguna mujer que quisiera darme placer, salvo las que lo hicieran por dinero o por interés, sin preocuparme si fueran feas, gorda o todo lo contrario. Tenía dieciocho años, físicamente estaba bastante bien ya que hacía bastante ejercicio y me mantenía en buena forma, era más bien musculoso… y además guardaba en mi interior una gran sorpresa de la que no alardeaba en público, tenía un pene de veinticinco centímetros que a más de una le gustaba, aunque siempre había habido alguna que rechazó tal tamaño.

Tenía la idea de que mientras fuera joven debía aprovechar mi cuerpo y dar placer a la que me lo pidiera, pero la situación era que mi madre era la que lo pedía, si bien era para darle placer a mi padre que hacía varios años que no lo sentía… Era verdad que entre nosotros, al ser adoptado, no había lazos de sangre, pero para mí era mi madre, me había criado desde muy pequeño y la sentía como mi verdadera madre

Entonces caí en la cuenta de que pasaba otra cosa, no sólo follaría a ella, no, además mi padre estaría presente para mirarnos y excitarse… cómo lo haría, estaría mirando hasta que estuviera excitado y entonces penetraría a su mujer… si estaban tan desesperados que le pedían a su hijo eso, podría pasar que mi padre se excitase e intentara algo conmigo… pero no creo.

Con lo que me habían contado empecé a darme cuenta de la razón por la que mi madre se había practicado varias intervenciones de cirugía estética. Nunca vi que su cuerpo necesitara retoques. Al no tener hijos su cuerpo estaba bastante bien conservado, además hacía ejercicio, algunas veces conmigo, la veía con la ropa ajustada y nunca pensé que necesitara esos retoques. Sin duda lo había hecho para intentar excitar más a su marido… y parecía que no lo había conseguido.

Después de mucho pensar estaba a punto de quedarme dormido, ya eran las dos de la mañana y mi último pensamiento fue "ya que otras disfrutan de mi cuerpo, por qué no iba a disfrutar mi madre que tanto se ha dedicado a cuidarme", pensé que aceptaría su proposición y me dormí sin darme cuenta.

-Despierta cariño, ya son las diez de la mañana

Escuchaba la dulce voz de mi madre. Abrí los ojos y me propuse hablar con ellos para aceptar. Me duché y me vestí. Bajé a la cocina para desayunar y allí estaba mi padre leyendo el periódico. Mi madre hacía el desayuno. Era sábado por la mañana y hacía un día precioso.

-¿Has descansado? – Me preguntó mi padre más preocupado por si me había causado un trauma con la conversación del día anterior.

-Sí, gracias

-¿Quieres un zumo? – Me dijo ella.

Nos sentamos los tres en la mesa y comenzamos a desayunar. Ellos me habían dado varios días para pensar en la proposición y no hacían ni una insinuación, aunque se miraban entre ellos impacientes por saber que iba a hacer yo. Después de desayunar, mi madre se disponía a levantarse y recoger la mesa.

-Espera mamá. – Le pedí. – Ayer estuve pensando en la proposición que me hicisteis y después de mucho darle vueltas creo que aceptaré.

Sus caras se iluminaron por la alegría de no tener que buscar a un extraño que follara a mi madre. Mi padre entonces se mostraba como nunca lo había visto, estaba excitado. A mi madre no le producía tanta excitación el hecho de follar conmigo como el alivio de satisfacer a su marido sin tener que ser tocada por un extraño.

-¡Bien, bien! – Decía él. - ¡Tranquilos! Pensemos cómo lo haremos

-Juan, - habló mi madre – tú eres el que se tiene que tranquilizar

-Es que con sólo pensarlo ya me estoy excitando

-Ya que nuestro hijo ha aceptado, debemos planificar lo que vamos a hacer… - Prosiguió mi madre. – Debemos buscar el día y la situación

-Por mí cuanto antes… - dijo mi padre.

-Perdona papá, ¿qué sería lo que más te excitaría? – Pregunté.

-Muchas veces me he masturbado pensando que pillaba a tu madre con otro hombre y me quedaba a mirar cómo lo hacían

-Pues pienso que esta noche sería buena, yo no saldré con mis amigos y mamá y yo podemos empezar a liarnos en la habitación hasta que tú entres y te hagamos el numerito para que te excites.

-Eso me gusta… - Dijo mi padre.

-Por mi de acuerdo… - Añadió mi madre.

Y en eso quedamos, los tres estábamos de acuerdo, esa noche mi madre y yo nos liaríamos en su habitación hasta que apareciera él y nosotros pasaríamos y seguiríamos a lo nuestro para que nos viera follar en sus narices.

Durante el día me llamaron mis amigos y yo les comenté que ese día no me encontraba bien, no quedé con ellos. Cada vez que me cruzaba con mi madre me fijaba en su cuerpo, realmente estaba buena. No sé si lo hizo para mostrarse a mí, pero era principio de mayo y sobre las seis de la tarde se puso en bikini y tomó por un rato el sol. Yo estaba en mi habitación y me asomé a la ventana. Allí estaba ella, con un diminuto bikini que apenas le cubría la raja de su coño y los pezones. Con las operaciones que se había hecho estaba realmente excitante, no podía imaginar como la simple visión de su cuerpo no excitaba a mi padre, pero me alegré pues aquella noche sería para mí.

Ella me vio y me saludó. Yo correspondí a su saludo y seguí mirándola. Entonces ella empezó a tomar posturas para mostrarme su cuerpo. Se sentó en la tumbona pasando cada pierna por un lado, de forma que las tenía bien abiertas. Sus muslos eran excitantes, su lizo vientre, sus dos redondas y hermosas tetas, su cuello fino y su bella cara. Empezó a untarse crema solar y lo hacía de forma sensual, sabiendo que yo la observaba desde la ventana. Me miró y con la mano me indicó que bajara hasta donde estaba ella. Bajé como una exhalación hasta el jardín.

-¿Qué quieres mamá?

-Úntame crema por la espalda, por favor.

Ella estaba boca abajo en la tumbona y se me ofrecía para que la manoseara a la vez que extendía la crema por su hermoso cuerpo. Tomé un poco en las manos y comencé por la espalda.

-Desabróchame el bikini para que puedas hacerlo bien. – Y así lo hice.

Tocaba su suave piel y de la espalda pasé a los hombros, fuertes pero delicados a la vez. Volvía a bajar de nuevo por su espalda y llegué hasta donde estaban las braguitas del bikini. Paré.

-Ahora las piernas, por favor.

Eché crema por sus muslos y empecé a extenderla. Sentía sus robustas piernas de fina piel. Ahora me alegraba de todos los cuidados y tratamientos que tomaba para mantener aquel cuerpo tan excitante. Aquella noche sería mío. Acabé y me disponía a marcharme.

-¿Algo más? – Le pregunté.

-Ahora el culo. Méteme las braguitas por la raja y úntame crema en los cachetes.

Así lo hice. Moví la tela de forma que quedó metida por su raja y parecía que llevara un tanga. Eché de nuevo crema y empecé a extenderla más suavemente, deleitándome en la redondez y firmeza de aquel culo. Mi polla empezó a ponerse algo dura.

-¿Te gusta mi culo? – Hizo que su culo se tensara y era más excitante aún.

-Claro, es de los mejores que he visto, muchas jovencitas quisieran tenerlo como tú.

Ella rió un poco y dándome las gracias me pidió que la dejara tomar el sol. Corrí a mi habitación y volví a mirarla desde la ventana. Allí de pie me saqué el pene y comencé a masturbarme mirando a mi madre. Era la primera vez que lo hacía viéndola a ella. No tarde mucho en eyacular llenando los cristales con mi corrida. Cuando recuperé fuerzas, limpié la ventana y el resto de la tarde transcurrió sin más incidentes.

Después de cenar, estábamos en el salón viendo la televisión. Mi padre y mi madre estaban en el sofá mientras yo los miraba desde mi sillón. Él estaba dormido con los pies encima de la pequeña mesa que allí tenemos. A su lado mi madre miraba el programa de cotilleos que había. Miró a su marido y vio que estaba dormido, se levantó y se acercó a mí.

-Espera unos minutos y ven a mi habitación.

Aquella era la señal, todo iba a empezar. No sé si mi padre estaba realmente dormido o lo simulaba como parte de la historia que íbamos a tener. Como fuere, no esperé mucho. Subí por las escaleras y enfilé el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de mi madre. Estaba entreabierta y la podía ver en el interior. Estaba de espaldas a la puerta y llevaba puesto un salto de cama casi transparente por el que se podía ver unas bonitas bragas que le cubrían el culo.

Entré sin hacer ruido y me aproximé a ella. Cuando estaba tan cerca que podía oler el maravilloso aroma del perfume que se había echado habló.

-¿Te excitaste al verme esta tarde en el jardín?

-Mucho

-Entonces te gusto… - me hablaba mirando nuestro reflejo en el espejo que había al otro lado de la cama.

Entonces creo que me enamoré de ella. Se había peinado y maquillado para la ocasión de una forma deliciosa, sumado al perfume que desprendía me estaba volviendo loco. Entonces en el espejo pude contemplar su cuerpo por delante, se transparentaba sus oscuros y pequeños pezones que empujaban, totalmente erectos, la tela que los cubría.

-Vi como tu semen llenó todo el cristal de la ventana… - me dijo.

-Creía que no me estabas mirando.

-Quería saber si mi cuerpo te excitaba y por eso hice el numerito de la crema. Cuando te vi correrte en la habitación, me alegró saber hasta que punto te gusto. – Y entonces se giró.

Me acerqué aún más a ella y la agarré por la cintura. Ella pasó sus brazos por mis hombros y nos acercamos hasta que nuestros cuerpos estaban juntos. Nuestros ojos no se apartaban los unos de los otros. Podía ver su profundo e hipnotizador azul. No dijimos nada. Nuestras bocas se acercaron y acabaron en un profundo beso en el que nuestras lenguas jugaban una con otra pasando de una boca a la otra. Aquella situación me embriagó de tal forma que me parecía estar en un sueño. Dejé caer mis manos desde su cintura y acabaron saboreando la redondez de su prieto culo. Sentía como sus pechos se aplastaban contra el mío. Era un verdadero beso de amantes.

Entonces me soltó y se tumbó en la cama de costado sin dejar de mirarme y esperándome. Me desnudé y solamente me dejé los eslip que me marcaban bastante mis genitales. Ya estaba bastante excitado y mi pene tenía un tamaño considerable. Observé como los ojos de ella se clavaban allí. Me puse de rodillas en la cama y caminé hasta ponerme a su lado. Alargó una mano y acarició con deleite mi pene por encima de la tela. Al sentir su contacto creció un poco más. Me incliné sobre ella y besé de nuevo su boca. Sentí como apretaba más su mano sobre mi pene para sentirla mejor y empezó a acariciarla, siendo más bien una masturbación. Me incorporé y sin dejar de mirar su cara, liberé mi pene. Los veinticinco centímetros salieron delante de su cara que mostraba una expresión de asombro.

-¡Dios, qué maravilla!

-Pues es toda para ti, mamá

Se acercó más y con una mano me empezó a masturbar. Sentía las caricias de mi madre y alargué una mano para tocar sus tetas. Estaban firmes y sus pezones erectos.

-¡Pero, qué está pasando aquí! – dijo mi padre dentro de su papel de cornudo consentido.

-Nada, - respondió su mujer – que esta maravilla, quieras tú o no, me va a dar placer esta noche. – Me hizo girar un poco para que él pudiera ver lo que yo portaba. - ¡No se quien sería tu padre, pero menuda herencia te ha dejado!

Los dos estábamos muy excitados y ahora mi padre se unía a nuestra escena como mero mirón. Había colocado una silla a los pies de la cama para vernos, mientras yo le intentaba quitar el salto de cama a ella. Se puso de rodillas y se lo quitó quedando solamente con las bragas de encaje que llevaba. De nuevo volvió a agarrar mi pene para seguir masturbándolo. Mi padre por fin tenía la excitación que necesitaba y empezaba a hacerse una paja viendo como me iba a follar a su mujer, que era mi madre.

La coloqué boca arriba en la cama, le abrí bien las hermosas piernas y me metí entre ellas. Me acerqué a su sexo cubierto por las traslúcidas bragas y a mí llegaban los olores de su perfume mezclado con los turbadores aromas de los flujos que comenzaban a brotar de su vagina. Aparté las bragas a un lado y apareció ante mí su hermosa raja de cuidados pelos. No tenía pelos salvo en un pequeño triángulo en lo alto de su raja. Bajé la cabeza y con mi lengua comencé a lamer sus labios para separarlos.

Sentía el sabor ácido de sus flujos que inundaban mi lengua. La pasé por toda su raja, de arriba abajo, deleitándome en la suavidad de la entrada de su vagina. Ella se retorcía y gimoteaba por el placer. Quité mi boca y comencé a meterle dos dedos dentro, eso la excitó más y sus caderas se movían pidiendo que la follara.

-¡Me estás volviendo loca! ¡Sigue cariño! ¡Ah, no pares! ¡Dame con tu lengua!

Mi padre se movía alrededor de la cama para no perder detalle de las cosas que le hacía a su mujer que gemía y se retorcía como nunca antes la había visto. Agarré sus bragas y se las quité, quedó desnuda por completo. Después me quité yo los eslip y ambos estábamos desnudos en la cama. Mi padre seguía mirando y masturbándose.

Ella abrió las piernas lo máximo posible y me ofreció su raja abierta con sus dedos. Me acerqué y le metí de nuevo dos dedos para masturbarla, mientras con mi lengua busqué su erecto clítoris que lamí sin piedad esperando su primer orgasmo.

-¡Ah, ah, sigue! – Gemía y se retorcía. - ¡Qué bueno mi niño! ¡Cómo no había descubierto esto antes!

Botaba bajo mi boca al ritmo que le entraban y salían mis dedos. Me costaba trabajo lamer su clítoris con tanto movimiento. Entonces su mano me empujó la cabeza.

-¡Para cariño! Ya sólo falta que me penetres, pero antes quiero comer tu enorme polla.

Me hizo tomar su sitio y quedé en medio de la cama con mi polla totalmente erecta apuntando al techo. Abrió un poco mis piernas y se colocó en medio sobre mi polla, a cuatro patas, quedando su culo en pompa en el filo de la cama.

La agarró con una mano y empezó a acariciarla con un suave movimiento. No dejaba de mirarla asombrada del tamaño, pues además de la longitud, tenía un gran glande que la excitaba enormemente. Empezó con la lengua a jugar con el glande, lo rodeaba y con la punta me daba en el agujero, la pasaba por el frenillo del prepucio y luego la pasaba por toda la longitud de aquel erecto pene que la volvía loca.

Entonces abrió la boca y se metió dentro el glande, empezó a darle chupetones como si quisiera que mi leche saliera a la fuerza desde mis huevos y aquello me daba calambrazos de placer que agradecía acariciando su cabeza. Entonces mi padre se coloco detrás de ella y se arrodilló. Ella dio un gemido apagado al sentir como su marido le lamía el ano excitado por lo que veía. Mientras me mamaba, su marido le lamía el culo. No tardó en excitarse con aquello y dejó de chuparme. Ordenó a su marido que parara y abriendo las piernas se colocó sobre mi polla.

-¿No vamos a usar preservativo? – Le dije.

-Cariño, yo no soy fértil por eso no podemos tener hijos… - y empezó a apuntar mi pene hacia la entrada de su vagina.

Sentí como pasó mi glande por su caliente raja, mojándola un poco para irla lubricando. La paró en su entrada y poco a poco se fue sentando sintiendo como se iba abriendo las paredes de su vagina con mi enorme polla. Se detuvo cuando le entró la punta.

-¡Nunca me había metido algo tan grande! – Y miré a mi padre que tenía un pene de unos doce centímetros y bastante fino. – Es difícil pero me da mucho placer.

Empezó a moverse y a penetrarse con lo poco que le había entrado, más de la mitad de mi polla estaba aún fuera de ella. Cada movimiento de bajada que hacía se esforzaba por que le entrara un poco más. Varios minutos después le había entrado entera. Se paró con la polla totalmente metida y su cara mostraba el placer de sentirse llena por completo. Entonces empezamos a movernos acompasadamente de forma que la penetraba por completo para darle todo el placer posible.

Mi padre se movía por la habitación y la verdad es que no me importaba lo que estuviera haciendo, yo estaba follando y disfrutando de su mujer que ahora me ofrecía sus tetas para que lamiera sus pezones. Agarré una teta con la mano y chupe mientras la otra paraba su culo y moviendo las caderas la penetraba a un ritmo rápido.

-¡Me vuelves loca! ¡Sigue follándome! – Y yo obedecía a mi madre.

-¡Mirar la televisión! – Dijo mi padre. - ¡Estáis haciendo una película porno! Tranquilos no estoy gravando, sólo es para que os veáis.

Los dos confiamos en mi padre que nos mostró el interior de la cámara que estaba vacío. Podía ver como el hermoso cuerpo de mi madre me cabalgaba y aquello me excitó aún más. Ella empezó a gemir al sentir que se iba a correr. Agarré fuertemente su culo con mis dos manos y la penetré a toda la velocidad que me daban mis fuerzas. Miré al televisor y aparecía mi polla entrando violentamente en la raja sin pelos de mi madre.

-¡Mira como te penetro! – Le dije.

Ella ahora además de sentir como mi polla la inundaba por completo llegándole hasta lo más profundo de su sexo, podía verlo. Aquello la excitó y comenzó a gemir y gritar sin apartar la mirada de la imagen de nuestros sexos en acción. Al momento empezó a brotar por los labios de su raja los flujos que le producían aquel enorme orgasmo, que se volvieron blanquecinos con el batir de mi polla que la seguía penetrando.

-¡Para cariño, no puedo más!

Aflojé el ritmo y ella se dejó caer sobre mí. Mientras descansaba, mi polla permanecía en el interior de su vagina, aún erecta pues no me había corrido. Mi padre seguió tomando la imagen de nuestros sexos y aparecía el ano de ella. Entonces un dedo de él comenzó a jugar para penetrar su esfínter. Poco a poco fue entrando y mi madre volvía a excitarse al sentirlo.

Comencé a moverme de nuevo, poco a poco para darle placer. Ya le había metido todo el dedo dentro de su culo y ahora empezaba a meterle dos. Poco a poco le iba dilatando el ano.

-Mira la pantalla, cariño. – Le dijo mi padre.

Se veía como él se untaba un lubricante en la fina polla. Estaba claro, le iba a penetrar el culo mientras mi polla estaba aún dentro de ella.

-¡Espera! – Dijo ella. – Túmbate en la cama, me subiré para metérmela en el culo.

Y así lo hicimos. Ella se sacó mi polla y los dos nos levantamos de la cama. Mi padre ocupó el sitio donde estaba yo y mi madre se colocó sobre él dándole la espalda. Él agarró su redondo culo y separó los cachetes. Ella dirigió su polla hasta su ano y yo con la cámara les mostré a los dos como primero el glande y después el resto de la polla entraba en el estrecho ano.

-¡Cariño, hacía tiempo que no te tenía dentro de mí! – Le dijo mi madre mostrándole que aunque había disfrutado follando conmigo, a quien amaba era a él.

Yo podía ver a mi madre totalmente abierta de piernas sobre mi padre y cómo su polla se perdía dentro de su culo, por debajo de la dilatada raja de su coño que aún chorreaba flujos. Con la cámara tomé un primer plano de sus genitales y aquella imagen nos excitaba a los tres. Se podía ver perfectamente como su polla entraba y salía de su culo.

-Hijo, tu madre tiene un agujero abierto por el que se puede vaciar. ¡Tápalo!

Me subí en la cama sin dejar la cámara y aunque el cable era un poco engorroso, me situé sobre ella sin dejar que se perdieran detalle de lo iba a hacer. Me agaché un poco y, con la mano que tenía libre, dirigí mi polla a la raja de mi madre. Puse mi glande entre sus labios y dejé caer mi peso para que le abriera los labios y entrara dentro de ella.

-¡Bien hijo, así se hace! – Me animaba mi padre.

En la televisión se veía como mi polla iba entrando poco a poco y mi madre gemía de placer al sentirse penetrada por completo por sus dos machos. Como pude coloqué la cámara detrás nuestras de forma que se viera como ella estaba penetrada por debajo por la polla de mi padre y por arriba por la mía.

Empezamos a movernos mi padre y yo sincronizando nuestro movimientos para darle placer a nuestra hembra y no tardó mucho en empezar a lanzar gemidos de placer al sentir como su marido le partía el culo y como su hijo la llenaba por completo la vagina con su polla.

No tardó mucho en volver a tener otro orgasmo. Sus gemidos se volvieron gritos de placer y yo aceleré todo lo posible mis penetraciones para que disfrutara todo lo posible. Al momento mi padre se empezaba a correr dentro del culo de su mujer.

-¡Después de varios años, vuelvo a correrme dentro de ti!

Los dos gritaban y gimoteaban de placer mientras yo no bajaba el ritmo de mis penetraciones.

-¡Córrete ya hijo! – Me pedía mi madre con la cara descompuesta por el placer. - ¡Lléname entera con tu leche!

-¡Para hijo! – Me interrumpió mi padre. – Me quitaré para la puedas follar a gusto.

Se levantaron los dos y mi madre se colocó a cuatro patas. Desde atrás podía ver perfectamente sus dos dilatados agujeros. Apoyó su pecho en la cama y su culo quedó totalmente en pompa. Agarré mi polla y la pasé por su raja para separar los labios. La coloqué a la entrada de su vagina y empujé hasta penetrarla por completo. La empecé a penetrar violentamente y agarraba sus caderas para moverla a placer. Ella gemía y gritaba de placer. De nuevo iba a tener otro orgasmo.

-¡Sigue, no pares! – Me azuzaba para que la follara. – ¡Me estás volviendo loca!

Veía su cara descompuesta por el placer y su boca abierta. Agarré su melena con una mano y la follé. Me estaba dando tanto placer que sentía que me iba a correr. Entonces ella empezó a gritar por el placer de un nuevo orgasmo y sus piernas no aguantaron. Poco a poco se dejó caer sobre la cama hasta que quedó totalmente boca abajo conmigo encima que no paraba de follarla.

-¡Ah, córrete ya so cabrón! ¡Me vas a matar de gusto!

Yo botaba sobre su culo y mi polla le entraba con fuerza en su vagina dilatada. Un empujón fuerte que hizo que le entrara hasta el fondo de su coño y mi polla empezó a lanzar chorros de leches que la inundaron por dentro. Golpeaba la cama con la mano al sentir como mi semen caliente la llenaba por completo. Ya ni siquiera emitía ruido alguno, tal era su placer que no tenía fuerzas para hacer nada, sólo resignarse a recibir la abundante cantidad de mi semen y el placer de sentirse llena de mi polla.

Permanecimos unos minutos en la misma postura mientras mi polla menguaba y acababa de salir de su coño. Nos tumbamos los tres en la cama con mi madre en medio y descansamos sin decir nada hasta quedarnos dormidos. A la mañana siguiente todos estábamos felices. Mi padre se había excitado y corrido dentro de mi madre, ella había disfrutado de sus dos machos por todas partes y yo había tenido el sexo más loco, excitante y placentero que nunca había imaginado. De esta manera decidimos que aquello tendríamos que repetirlo en un futuro no muy lejano, montando otro tipo de historia en la que el cornudo consentido de mi padre volviera a ver a su mujer follar con su hijo, pero eso es otra historia.