Jugando billar

Mi compadre y yo nos entretuvimos mucho jugando con las bolas y el palo, mientras su yerno llegaba.

¡Jugando billar!

¡Que buen culo tiene este cabrón! Me descubría a mi mismo pensando cada sábado en el partido de fútbol. ¡Mira nada más como mueve las nalgas! Decía y mi verga comenzaba a reaccionar. Sergio era el entrenador del equipo de menores donde jugaba mi hijo de 10 años. Era un hombre macizo en su totalidad, de estatura media y quizá con ropa de vestir se vería un poquito relleno, pero con esos shorts de tenis y la playera ajustada se mostraba buenísimo. Tenía 46 años y los lucía muy bien. Su espalda era ancha y las piernas fuertes, pero el encanto del entrenador radicaba en un culo grande y respingón, que se le marcaba delicioso.

Hacía ya un año que tenía a mi muchacho en ese equipo, y desde la primera vez que lo llevé no he podido evitar ver la colita del hombrón aquel. Ahora que lo pienso quizá esa fue la razón que hizo que fuera tan constante en los entrenamientos y juegos de mi niño.

Permítanme presentarme. Me llamo Alejandro Cota, tengo 36 años, más bien gordito, soy abogado, estoy casado, tengo dos hijos y un gusto irrefrenable por los hombres muy masculinos. Me gustan aquellos con pinta de oso, panza chelera incluida, que tiene cara de mataputos pero en la cama te piden verga hasta acabársela. Que sean muy velludos y se la coman con tanta dedicación que parezca que le van a sacar brillo. Hasta ese momento no sabía si Sergio –El profesor Acuña para sus pupilos- fuera uno de esos, pero solo de verlo me ponía bien caliente y aunque tenía amantes eventuales no podía evitar imaginármelo desnudo pidiéndome que se la dejara ir .

-¿Cómo está licenciado?

  • Muy bien profe. ¿Usted?

  • Bien gracias. ¿Cómo vió el juego?

  • Excelente. Alex ha avanzado mucho desde que está en su equipo.

  • Es que su muchacho es muy bueno, solo no hay que dejarlo.

  • Por supuesto profe, aquí estaremos, dije mientras pensaba que así sería pues no me iba a perder el espectáculo que ofrecía su culito enfundado en ropa deportiva.

  • Hecho licenciado. Oiga le quería decir que con algunos de los papás de los del equipo y unos amigos queremos hacer un equipo de veteranos ¿No le gustaría jugar con nosotros?

  • Híjole profe, pues si me gustaría, pero no soy muy bueno en el fútbol. La verdad es que nunca he hecho deporte así que no soy nada hábil.

  • No se preocupe licenciado, si no lo vamos hacer para echarle una reta al Real Madrid. Solo es para divertirnos. ¿Lo espero el jueves?

  • Está bien, pero no respondo por mi ineptitud para pegarle a una pelota ¿OK?

  • Tranquilo licenciado. Solo es para divertirnos.

Total que acabé jugando en el equipo de veteranos del entrenador. Todos los jueves a las siete de la noche me apersonaba en el club a esperar dos largas horas durante las cuales hacía que jugaba, hasta que llegaba el momento de ir a las duchas para echarme el taco de ojo con el entrenador.

Las primeras veces el profesor Acuña parecía muy pudoroso y se metía a su regadera en shorts y no se los quitaba hasta que corría las cortinas, pero conforme fueron pasando las semanas y ya entrados en confianza se comenzó a desnudar en el vestidor con todos los demás y ya no cerraba su cortina cuando se estaba bañando. Para mi era como si hubiera llegado la navidad. Ver su cuerpo velludo en plenitud caminando por el vestidor me ponía muy caliente, pero en cuanto se volteaba y mostraba las nalgas mi verga se ponía a mil. No hallaba ni como ocultar las erecciones que ese hermoso trasero me provocaba. Lo bueno es que entre el relajo de todos en las duchas no faltaba quien se lo chuleara y todo caía en broma. Estoy seguro que algún otro de los que estábamos se la jaló en honor del fabuloso culo del profesor Acuña. Pero ahí nada de puterías que todos éramos machines ¡Ajá!

Y bueno, fueron tantos jueves en pelotas y tantos malos juegos que el entrenador terminó por tomarme a su resguardo. Me ponía a jugar y me explicaba como hacerlo. Me pasaba la bola y hasta festejaba cuando hacía un buen tiro. Eso y que mi hijo estaba convertido en la estrella del equipo que entrenaba –talento heredado de su madre, supongo- hizo que los lazos amistosos entre su familia y la mía se fueron haciendo estrechos. Mi mujer y su mujer se hicieron muy amigas y recibimos muchas invitaciones a fiestas en su casa y nosotros correspondimos igual.. Ahora ya no era el profesor Acuña y Yo el licenciado Cota. Solo éramos Sergio y Alejandro. De hecho nos hicimos compadres cuando su hija mayor se casó y fuimos padrinos. El problema es que conforme el tiempo pasaba Sergio me gustaba más y eso me ponía muy nervioso porque no veía ninguna señal por ningún lado de que le gustara darse algunas escapadas con un hombre. Yo estaba francamente desesperado por mi mala suerte. No contaba con que el destino la iba cambiar de la manera menos esperada.

El jueves siguiente, al acabar el juego, mi compadre tuvo a bien invitarme a la inauguración de la nueva casa de su hija.

Oiga compadre, ya le compraron una casa a Sonia y estamos invitados a una fiesterita. Avísele a mi comadre.

Pues mi ahijada no me ha dicho nada compadre.

Pues no porque dijo que yo te avisara, no seas quisquilloso.

Está bien compadre. Ya te estás poniendo viejo. Dentro de poco vas a ser abuelo.

¡No me chingue compadre!

Ni modo, así es la vida.

El sábado siguiente nos apersonamos en la nueva casa de mi ahijada. Era una casa enorme. Su marido trabajaba para una trasnacional y le estaba yendo muy bien. Era un joven de no más 28 años pero muy hábil y se había acomodado muy bien en su empresa. Adolfo era un norteño alto, robusto, muy atractivo y cara rebuena gente además de un trato muy amable. Todo un caballero digno de Sonia, mi ahijada. Y ahora estaban estrenando lo que sería su primera casa propia.

Cuando llegamos mi compadre ya estaba ahí y nos recibió como si hubiera visto a su ángel de la guarda. El pobre hombre se sentía como perdido entre tanto muchachito que no tenía mucho que ver con él, e inmediatamente se refugió en nosotros. Las mujeres, como siempre, se juntaron e hicieron su propio club. La fiesta transcurrió con mucha calma. Era el típico asado en el jardín y lo único que hacíamos era platicar y tomar mucho vino tinto. Ya entrada la noche el compadre dijo que iría por más vino a la cocina y que regresaba, que no me fuera a mover. La verdad es que nunca he sido muy bueno para cumplir órdenes, así que pasados un par de minutos me levante y fui a buscar a Sergio. Uno nunca sabe, igual y necesitaba que le ayudara a cargar o algo. Me dirigí a la casa y entré en la cocina pero no había nadie. Hasta que pasados unos segundos escuché unas voces.

¡No juegues muchacho!

¡Usted sabe que no es juego suegro!

Era mi compadre y Adolfo, su yerno, que venía atrás de él. Por puro acto reflejo, o porque tengo mucha suerte, me metí en la alacena y dejé un poquito abierta la puerta. Sergio entró con una sonrisa muy maliciosa y el muchacho atrás de él como perrito faldero. Por un momento pensé que estaban discutiendo, pero luego entendí lo que pasaba y de que forma. Mi compadre se acercó al mueble y quiso bajar un par de botellas de vino que estaban el la parte superior. Su yerno se le acercó por detrás y tomándolo por la cintura y le frotó la poronga en la cola. Le acercó la cara al cuello y se lo besó.

¿Entonces que suegrito?¿Para cuando se me vuelve a hacer? Dijo mientras pasaba su mano a las bolas de Sergio y lo atraía más hacia él.

¡A que cabrón me saliste muchacho! Respondió mi compadre parando su culito para sentir más cerca el bulto del muchacho.

¡Y quien no con esas nalgas que se carga suegro! Le oí decir mientras con la otra mano le agarraba una teta.

Pronto hijo. Yo también me muero de ganas por esa herramienta que la vida te dio. Dijo Sergio y se volteó para quedar frente a su yerno y frotándole la reata sobre el pantalón.

Pues si quiere vamos ahorita al cuarto de servicio. Sirve que estrenamos la casa y nos quitamos las ganas. Total ¿Quién se va a dar cuenta? Comentó Adolfo mientras le acariciaba las nalgas.

No muchacho. Hay mucha gente. Pero ya habrá oportunidad. Mi compadre le dió un beso a su yerno y lo dejó tan empalmado que de buena gana hubiera salido de mi escondite para ayudarlo con su asunto. Lástima que soy tan miedoso.

Cuando Adolfo se hubo ido de la cocina, salí y me fui al jardín a buscar a Sergio. Iba feliz. Había descubierto que a mi compadre también le iban las culeadas y no iba a perder la oportunidad. Era como si fuera mi cumpleaños. La felicidad se me notaba y creo que la erección también. Llegué hasta donde estaba el oso de mis sueños y le palmeé la espalda.

¿Qué pasó compadre? ¿Dónde andaba? Se tardó mucho.

Estaba hablando con mi yerno. Es que quería que le ayudara con unas cosas.

Si. Me imagino, dije con malicia.

Y ¿Tu dónde andabas?

Por ahí. De fisgón.

Pues échese otra compadre. ¡Salud!

¡Salud compadre! Porque se nos cumplan todos los deseos

La fiesta siguió y llegó a buen final. Mi compadre no se separó de mi ni un minuto y con las copas se puso harto cariñoso. Era el típico borracho que te empieza a abrazar y a decir que te quiere mucho. Yo respondí con igual entusiasmo y hasta en algunos descuidos rocé sus nalguitas, pero como estaba tan tomado creo que ni se percató.

Esa noche mi esposa y Yo nos fuimos a la casa ya muy tarde. Haber visto lo que ví y tener a mi compadre tan cerca y cariñoso me había dejado muy cachondo, así que en el auto le empecé a meter mano a mi mujer que estaba muy sorprendida por lo ganoso que andaba. Llegando a la casa follamos prácticamente en la sala y luego en la recámara donde hicimos cosas que nunca antes me había permitido. Después dormí como un bendito soñando con Sergio y su yerno. A la mañana siguiente mi esposa me despertó para desayunar con la alegría en la cara y unos buenos chilaquiles. Otro favor que me hacía mi compadre. Me cogí a mi vieja pensando que era él y por lo que se veía había quedado muy satisfecha.

El tiempo siguió pasando y mis deseos por comerme el culito de Sergio no paraban. Todos los días que había juego se me habían vuelto un suplicio. Sabía que a mi compadre le gustaba la verga y que se echaba sus tiritos con su yerno, pero por otro lado nunca había encontrado el momento adecuado para tratar de tener un acercamiento pues hubiera sido lamentable que me rechazara y con eso se rompiera la cercanía de nuestras familias. Estaba viviendo un verdadero suplicio. De hecho había pensado en no ir más al fútbol, solo que las ganas de por lo menos verlo en las regaderas eran más grandes que mi convicción.

Un lunes por la mañana, estando en mi despacho, recibí una llamada de Sergio que me alegró el día.

-¿Qué pasó compadre como está?

  • Bien compadre ¿Y Ustedes? ¿Cómo han estado?

  • Muy bien. Oye Alex ¿Qué te pasa? Te he visto muy agüitado los últimos días.

  • No compadre. No se preocupe, no pasa nada. Es que tengo mucho trabajo.

  • Pues te he visto muy distante y eso no me gusta. Por eso te hablo para ver si nos vamos el fin de semana a Cuernavaca con la familia. Sonia y Adolfo llegan el viernes de Miami y nos alcanzan allá.

  • ¿Anda mi ahijada en Miami?

  • Ves que no me pones atención. Hace tres semanas mandaron al yerno a Miami de comisión y Sonia aprovechó para hacer compras. Pero el viernes están de vuelta y nos alcanzan en la casa de Cuernavaca. ¿Cómo ves?¿Los esperamos por allá? A los niños les va encantar.

  • Está bueno Sergio. Allá nos vemos. Saludos a mi comadre.

  • Igualmente. Suerte y no me vayan a fallar.

Me lamente por no haberme inventado una excusa. Otra vez iba estar goteando por tener al compadre cerca y ni como hacerle pues la familia iba a estar ahí. Pero bueno, igual y si me ponía listo me iba a tocar ver a Sergio cachondeando con su yerno y la calentura no me faltaría.

El viernes llegamos entrada la noche a la casa de fin de semana de la familia Acuña. Apenas y acabé de estacionarme cuando mi comadre me dijo que haber si podía hacer algo porque Sergio estaba muy encabronado ya que Sonia le había hablado desde Miami para informarle que por mal tiempo no habían podido salir y que harían todo lo posible por llegar al otro día.

Entramos a la casa y el compadre estaba con cara de muy pocos amigos tomándose un trago como si fuera agua. Nos invitó a instalarnos en otra de las cabañas que tenían construidas y que viniera pronto para echarme una copa con él. Mi mujer dijo que me quedara ahí mientras ella y la comadre acomodaban todo, mientras me hacía señas para que lo tranquilizara.

Y eso pasó. Comencé a platicar con el compadre y como que la fiera se aplacó. Me contó que nunca había pasado tanto tiempo sin su hija y que la extrañaba. Además que Adolfo le había prometido que llegarían el viernes y que le partía la madre que no le cumplieran. Verdaderamente me parecía exagerada su reacción, pero creo que las cosas iban más allá del hecho de extrañar a mi ahijada.

La noche pasó sin sobresaltos y ya un poco tarde decidimos ir a dormir. Mi compadre estaba ya muy borracho y cuando intentó levantarse de la mesa. Yo muy acomedido pasé la mano por su cintura, lo ayudé a parar y sin querer le agarré el trasero. Mi compadre volteó a verme con una sonrisa pícara.

Para eso son pero se piden compadre.

Perdón, se me fue un poquito la mano compadre.

No te apures pinche Alex. Dijo, no serás el primero que me agarra las nalgas.

¿No? Pregunté casi sin voz y el compadre solo sonrió.

Mi comadre salió de la recámara y lo ayudó a entrar, mientras Yo me quedé con un vacío en el estómago y la verga queriéndome reventar el pantalón. Me fui a mi cabaña y me metí al baño a jalármela, para que mi mujer y mis hijos no se dieran cuenta. Por primera vez había puesto mis manos en ese culo y para mí ya había sido más de lo que esperaba. Luego me acosté junto a mi mujer y me quedé perdidamente dormido.

Por la mañana desayunamos todos juntos y las mujeres nos dijeron que querían ir al centro de la ciudad –Cuernavaca es una pequeña ciudad- y que llevarían a los niños a divertirse un rato. Mi compadre y Yo nos quedamos con la firme disposición de echarnos un chapuzón en la alberca. Y así fue. Nos pusimos los bañadores y estuvimos nadando un buen rato. La verdad es que Sergio lucía muy antojable aunque su traje de baño era como un short, pero con el agua se le repegaba al cuerpo y mostraba sus formas de una manera que yo no podía quitarle los ojos de encima. Su pecho era muy peludo igual que sus piernas, y la barba de candado que llevaba le iba tan bien que preferí sentarme en una de las sillas de la alberca mientras lo veía mover su cuerpo a placer.

Pasado un rato Sergio salió de la alberca y se sentó junto a mí. Destapó una cerveza y la bebió de un solo golpe. Ahí estuvimos por algún rato platicando y bebiendo hasta que el sol se puso muy fuerte. Mi compadre se levantó de su silla y comenzó a untarse bronceador en el pecho y los hombros, pero no alcanzaba toda su espalda.

Oiga compadre póngame esta madre en la espalda porque si no voy acabar todo quemado.

Ya está compadre, respondí. Acuéstese y yo le unto.

Bueno pues, dijo y se acostó en la silla.

Puse suficiente en mis manos y lo empecé a frotar en su espalda, comenzando por los hombros y bajando hasta su cintura. Luego bajé a sus piernas y le puse más. El tenerlo ahí acostado me puso más caliente de lo que podía imaginar. Tenía una una erección que ya no me cabía en el bañador y empezaba a salirme mucho precum. Menos mal que mi bañador estaba mojado si no se hubiera notado la mancha, aunque creo que el empalme se notaba mucho. Seguí pasando mis manos por sus piernas y al llegar donde comenzaba el short me detuve, pero el compadre abrió sus piernas y moviendo la tela seguí hasta donde le empezaban las nalgas sin ver ninguna reacción por su parte. Luego volví a pasar a su cintura y moví tantito el elástico, pero en mal momento me atacó el miedo y me detuve.

¿Qué pasó compadre? ¿Por qué se detiene?

Porque ya acabé y a lo demás no le va a tocar el sol.

Oiga compa ¿Y si nos echamos una partida de billar?

Ya está.

El compadre se levantó y pude ver que tenía una enorme erección que ni siquiera trató de disimular. Estaba totalmente erecto y Yo me puse más cachondo. Mis manitas habían hecho magia y se le notaba. Caminamos hasta la cabaña que hacía las veces de bar y entrando me dijo que él era muy malo para jugar, pero que sabía que Yo era muy bueno así que le tendría que enseñar. Sirvió un par de tragos, acomodó las bolas y comenzamos a jugar. La verdad el compadre era muy malo. No podía dar un golpe decente así que empecé a darle instrucciones, pero no entendía como tenía que poner sus brazos para que la bola hiciera lo que tenía que hacer.

Nunca voy a aprender. Esta chingadera no se me da.

Solo acomoda bien el cuerpo y pon tu codo derecho. Lo que pasa es que no te inclinas bien.

Pues dime cómo

Yo, acomedido como soy, me coloqué atrás de él. Con mis brazos dirigí los suyos y le pedí que se inclinara. Lo hizo y rozó mi poronga con sus nalgas. Por una fracción de segundo pensé en hacerme para atrás pero no lo hice y Sergio tampoco se movió. Lejos de eso sentí como que se repegaba más.

No, pues así si voy aprender compadre, dijo.

Pues para eso estoy aquí, respondí y descaradamente le acomodé mi paquete en el culo. Puse mi mano sobre su espalda y le dije que tirara.

Así cualquiera se anima compa.

Pues eso espero compadre, que se anime. Dije.

El compadre tiro y la bola fue directa a la buchaca. Era el primer buen tiro que hacía. Levantó las manos en señal de triunfo y Yo aproveché para abrazarlo por detrás.

Me va a atravesar compadre.

Pues solo si Usted quiere, dije.

Sergio se volteó y se me quedo viendo. Luego acercó su boca y me beso. Bajó su mano hasta mi mástil y lo comenzó a frotar por encima del bañador mientras yo pasaba mis manos por sus nalgas.

Pues si quiero, respondió mientas pasaba sus manos por mi barriga y mis tetas.

Luego besó mi cuello y comenzó a bajar. Su lengua recorrió mi pecho y se detuvo en uno de mis pezones. Lo chupó y mordisqueó un poco. Inmediatamente se arrodilló frente a mí y puso su lengua en mi ombligo. Entraba y salía de él. Pasó sus manos por mis piernas y masajeó mis nalgas mientras me besaba la verga sobre el bañador. Yo ya no podía más. Mi respiración estaba entrecortada y me temblaba todo el cuerpo. Poco a poco me bajó el traje de baño y mi poronga saltó. El compadre le besó la punta y casi inmediatamente se la metió en la boca. La empezó a chupar, mientras me acariciaba las bolas y con un dedo me tocaba el culo. Yo acariciaba su cabeza y la movía para adelante y para atrás como si lo estuviera follando. En un momento Sergio saco mi poronga de su boca y se ensalivó un dedo. Luego empezó a besarme las bolas y lo colocó en mi ojete. Presionó y su dedo empezó a entrarme por el culo, mientras el se metía uno por uno mis huevos en la boca. Instintivamente me agaché un poco y abrí más las piernas para disfrutar completamente la mamada y la dedeada que me estaba dando.

¿Te gusta compadre?

¡No te pares cabrón! Respondí metiendo mi verga en su boca que ya la esperaba. Su dedo en mi culo me estaba haciendo ver estrellas.

Sergio siguió mamándome y trabajando mi trasero de tal forma que sentí que en cualquier momento me iba a venir. Entre su lengua y su dedo me tenían en el cielo. Así que decidí que tenía que alargar la fiesta y tomándolo por los hombros lo levanté. Lo besé hasta casi dejarlo sin respiración y empecé a acariciarle las nalgas. El compadre respondía besando mis orejas y repegándoseme a más no poder. De un solo tirón la bajé el bañador y le acaricié la reata. Luego casi lo cargué y lo senté en la orilla de la mesa de billar.

Ya de más cerca pude ver su verga, limpia y circuncidada, que si bien no era muy grande si era muy bonita. La tomé entre mis manos y se la empecé a chupar. Olía a hombre y eso me puso más caliente. Me la quería acabar toda ahí mismo. La lamí y lamí sus bolas. Besé sus piernas. Chupé sus ingles y regresé a besarlo en la boca mientras lo chaqueteaba con gusto. Luego lo abracé y lo ayudé a bajar de la mesa. Lo giré para que me diera la espalda y mientras le acariciaba las tetas le frotaba la verga contra el culo. Mi compadre solo atinaba a respingar más su culito para que mi reata le pasara por la rajita peluda. Su corazón estaba acelerado y las caderas se le movían sin control.

Que buen culo tienes compadre.

Si tanto te gusta, cómetelo una vez cabrón. Dijo mientras se inclinaba para adelante, apoyándose en la mesa y abriendo las piernas.

Era la primera vez que veía ese culo en todo su esplendor. Sus nalgas eran redondas y deliciosas. Macizas y peludas. Era el culo de hombre grueso que siempre ha hecho ejercicio. Tenía mucha carne en ese trasero y los vellos estaban por todos lados. Las acaricié y magreé a gusto. Luego me arrodillé y las empecé a besar por todas partes hasta llegar a su hoyito. Era un riquísimo ojete rosadito coronado por una mata de pelos que te quitaba la respiración. El compadre separó los cachetes con sus propias manos y lo dejó a mi disposición. Primero lo besé y luego le acerqué la lengua. El compadre se frunció por puritita reacción, pero un segundo después ya estaba acercándome más su hoyito a la cara. Movía su cadera y respiraba muy fuerte cada vez que mi lengua hacía las veces de entrar en él. Luego ensalivé uno de mis dedos y se lo fui metiendo con mucho cuidado. Cuando le entró completamente lo empecé a mover en forma circular para dilatarlo y luego inicié un mete y saca que hizo que mi compadre abriera más sus piernas.

Pinche compadre, se me hace que ya me la vas a tener que meter.

Lo que tu mandes compadre.

Le levanté y le comencé a frotar la verga en las nalgas y a paseársela por la rajita. Luego le ponía la puntita en la entrada del culo, para después volvérsela a frotar por todo el hoyo.

No seas cabrón compadre, me tienes muy caliente. Ya métemela de una vez.

Tranquilo mi rey. Esto te va a gustar.

¡Métemela toda y de una sola vez!¡La quiero toda!

Puse la punta de mi verga en su agujero y se la quise ir de un solo golpe, pero como el compadre no estaba muy dilatado e hizo su cadera para adelante, solo le entró la cabecita. Sergio bufó como un toro y me pidió que no parara. Lentamente se la empecé a meter hasta que sus nalgas chocaron con mi panza y sus huevos con los míos. Puse una de mis manos en su hombro, la otra en su cadera y lo empecé a bombear, primero suavemente y luego con mucha fuerza hasta ver mi verga salir casi completa y luego volverse alojar en su culo en su totalidad. Mi compadre solo pujaba y entre gemidos pedía más. Estaba tan apretadito el cabrón que Yo sentía que me la iba arrancar. Sergio levantó su pierna y la apoyó en la mesa. Yo lo tomé por la cintura y lo seguí bombeando mientras él movía su cadera como queriendo que le entrara más. Así estuvimos por un buen rato hasta que Sergio se cansó y me pidió que fuéramos al sofá.

Véngase compadre, quiero darme unos sentones en su verga, dijo y se encaminó.

Estoy para servirle compadre, dije mientras le acariciaba las nalgas.

Llegamos al sofá y me senté. El compadre me mostró el culo y me pidió que se lo ensalivara. Ni tardo ni perezoso lo comencé a chupar hasta dejárselo bien lubricado con mi saliva. El compadre acomodó su culo en mi verga y se empezó a sentar. Cuando la tuvo toda adentro empezó a subir y bajar y a mover sus caderas de forma circular para luego volver a darse esos sentones que me ponían en el cielo. Subía y bajaba a placer mientras yo le masajeaba las tetas, luego se inclinaba adelante y movía su colita. Una y otra vez me recetaba la misma dosis. Y así pasmos un buen rato en el que mi compadre giraba su cuerpo para besarme y luego se seguía comiendo mi verga con su hoyito.

De repente el teléfono comenzó a sonar. Mi compadre levantó el teléfono y se recostó en el sofá. Mientras que con señas me invitó a penetrarlo ahí mismo. Cuando estuve en posición pasó sus piernas por mis hombros y lo empecé a bombear mientras él contestaba el teléfono.

Bueno, contesto un poco agitado, mientras yo jalaba sus piernas para metérsela más adentro.

Bien…¿Agitado? Si es que estoy jugando con el compadre, respondió tapando su boca para que no lo oyeran gemir mientras mi verga le entraba por el culo con mucha fuerza.

Si…¿Cuándo llegan?...Si aquí los esperamos. Por supuesto que te lo saludo dijo y colgó.

¿Quien era compadre? Pregunté con la voz entrecortada mientras le despedazaba el culo.

El pendejo de mi yerno ¡Agggggghhhhhhh! ¡Asíííííííííííííííí! ¡Dale papito!¡Acábame!¡Lléname el culo!

El compadre se empezó a masturbar muy fuerte mientras yo seguía bombeándole a más no poder. De pronto empezó a escupir muchos mocos. Se estaba viniendo como si hiciera mucho que no lo hiciera. Todo su cuerpo se contraía y su esperma le cayó en el pecho. Con una de sus manos juntó un poco y lo acercó a mis labios. Eso me puso a mil. Estaba a punto de venirme. Lo besé como loco y le dije que iba a eyacular.

¡Dámelos en la boca papito! Quiero ver a que sabes… Dijo.

Le saqué la verga del culo y se la acerqué a la boca. Mi compadre la tomó entre sus labios y me la empezó a chupar, a sorber. Pasaron unos instantes y comencé a venirme entre sus labios. El compadre mamaba y chupaba a placer. Y se los comió todos, se tragó mi esperma como si fuera un postre. Luego me senté junto a él y nos besamos como locos.

¡A que mi compadre!¡Que escondido se lo tenía!

No compadre, si no lo tenía escondido, pero parecía que contigo no había chance..

¡Tu siempre vas a tener chance conmigo cabrón!

¡Que buen culo tienes compadre!

Pues tu no estás nada mal pinche gordito. Ya me tocará comerme ese culito.

Cuando quieras compadre.

Pues Yo quisiera ahorita, pero las mujeres ya van a llegar, así que mejor vamos a la casa.

Nos fuimos a la casa a bañar –Juntos y con faje de por medio- y un poco más tarde llegaron las familias. Mi mujer y su mujer se habían encontrado a Adolfo y a Sonia y habían llegado juntos. Mi ahijada me saludó muy efusivamente, mientras su marido apenas me volteó a ver.

Mi compadre sirvió los tragos y los hombres nos sentamos en la palapa a beber, mientras las mujeres veían las compras. Adolfo se nos acercó y con malicia inició la plática.

¿Y cómo se la han pasado?

Muy bien. Y a Ustedes ¿Cómo les fue por Miami?

Bien, Alex, gracias. Y ¿Por qué estaba tan agitado cuando le hablé suegro?

Mi compadre y Yo estábamos jugando.

Ah ¿Y a qué jugaban?

Billar, respondí.

¿Y eso te agita suegro? Ya estás viejito.

No, no lo estoy, pero ya sabes, entre las bolas y el palo uno se cansa. Y luego con la chinga que me estaba parando mi compadre pues más.

¿Juegas bien Alex?

Pues me defiendo.

Es muy bueno. Si quieres luego jugamos los tres, dijo mi compadre y me cerró el ojo.

Claro, sirve que me enseñan que tan buenos pueden ser.

Bueno muchacho ya buscaremos la oportunidad.

Pues las mujeres van a salir en la tarde, así que si quieren lo hacemos cuando se vayan.

¿Lo hacemos? Preguntó el compadre con picardía.

Si. Jugar. Por supuesto.

Por supuesto, conteste mientras Adolfo se frotaba la verga sobre el pantalón.