Jugando al poker con los amigos de papa 1
Cinco amigos de mi padre disfrutan de mi durante una partida de poquer
La historia que voy a escribir sucedió hace algunos años, cuando aún vivía con mi padre. Hoy en día soy una mujer casada. Mi marido no sabe nada y espero que siga siendo así, de lo contrario quién sabe que podría pasar?
No me puedo creer lo que ha pasado esta noche. No sé si me ha ido la olla, si estoy loca o si sencillamente soy una más de esas mujeres a las que algunos hombres llaman ninfómanas y otros directamente guarras. Hoy es sábado, y como todos los sábados mi padre ha organizado una timba de póquer con sus amigotes de la inmobiliaria. No me siento muy cómoda con tantos hombres en la casa. Puedo adivinar lo que piensan cuando me miran. Dos de ellos, Enrique y Jose Luis son especialmente tocones. El año pasado Enrique me regaló un broche por mi 19 cumpleaños y se empeñó en ponérmelo. Desde que era una niña he sido muy delgada pero con un pecho muy voluptuoso. Enrique me desabrochó los botones de la rebeca para colocarlo prendido de la camiseta interior, sobre mi seno derecho. Estaba claro que se estaba tomando su tiempo. Apoyó varias veces la mano y mientras intentaba pincharlo en la camiseta, muy discretamente, acarició con su dedo pulgar mi pezón que enseguida se puso duro. Me miró y sonriendo acarició ahora con toda la mano mi pecho como dejándola caer. Yo no dije nada, queriendo creer que solo había sido un accidente.
Jose Luis es aún más descarado y directo. Es un cuarentón corriente, más bien regordete, medio calvo y un poco sudoroso. Siempre va vestido con camisas oscuras y las manchas de sudor pueden verse desde lejos. Siempre que estoy en la cocina aparece con la excusa de venir a coger cualquier cosa. Como la cocina de mi casa es muy estrecha tengo que dejarle pasar arrimándome a la encimera y poniendo el culo en pompa. Al principio no me tocaba al pasar pero últimamente ha cogido la costumbre de agarrarme de la cintura mientras hace alguna gracia acerca de lo delgada que estoy que se me notan los huesos. Pasa muy despacio detrás de mí, pero siempre de frente. Puedo notar claramente su pene clavarse en mi culo porque siempre está muy duro. Una vez mientras yo fregaba unos vasos tuvo el descaro de hacer que quería coger uno que estaba justo frente a mí. Yo llevaba los pantalones pijama de algodón blanco y como pensaba irme a la cama ya no llevaba ropa interior. Jose luis se detuvo tras de mi en el lugar justo para que su polla se colara entre los cachetes de mi culo. Se hecho un poco sobre mi y abriendo el armario se estiró para coger un vaso emitiendo un corto jadeo en mi oreja. No se si es muy habilidoso o fue una cuestión de suerte pero coloco su prepucio en la misma entrada de mi vagina y al estirarse me hubiera penetrado de no llevar ambos los pantalones puestos. Se me escapó un quejido y el, entrando en razón se separó de mi y salió de la cocina como si no hubiera pasado nada con su vaso en una mano y colocando su verga adecuadamente con la otra. Yo me quede unos minutos más, las piernas me temblaban y por momentos me moría de calor.
Este sábado yo no pensaba salir de la habitación en toda la noche pero a la media hora de que llegaran sus amigos mi padre llamó a mi puerta. Me dijo que había recibido una llamada de un cliente y tenía que salir a firmar unos documentos, que no tardaría más de dos horas. Le sabía mal anular la partida y como acabo de aprender a jugar al póquer recientemente me pidió que le sustituyese. Como no supe que contestar interpreto mi silencio como un si y cogiéndome del brazo me levantó de la cama y me llevo exultante hasta el salón. Su hijita iba a sustituirle por primera vez en una partida de póquer: pronto será una mujer dijo mientras me hacía entrar en el cuarto. En la mesa había sentados 5 hombres y todos se quedarón con la boca abierta al verme entrar y no era para menos. Llevaba puestos unos pantalones de algodón muy finos y como de costumbre no llevaba braguitas. A contraluz, que es exactamente como mi padre me había colocado, se podía adivinar perfectamente el contorno de los labios de mi vagina. Arriba llevaba una camiseta de hombreras también muy fina y holgada. Como ya he dicho tengo unas tetas muy grandes y me gusta ponerme cómoda al llegar a casa. Los pezones se me transparentan mucho con esta camiseta. Desde luego mi padre era el único de aquella habitación que aun no se había enterado de que yo ya soy toda una mujer. Cuidádmela bien y no le hagáis trampas eh. Dijo cerrando la puerta tras de sí. Además de Enrique y Jose Luis había tres hombres más. Dos de ellos jóvenes y atractivos era la primera vez que los veía. Ambos me miraban anonadados. El tercero era un hombre mayor, de unos sesenta años, siempre muy calllado y educado. Los cinco me miraban en silencio, con una actitud reconcentrada en lo que veían. Por fin Jose Luis se decidió a hablar y sin dejar de mirarme a las tetas se levanto y me dijo. Asi que tu vas a ser hoy nuestra compañera. Yo puse cara de circunstancias. No cabe duda de que eres una compañera mucho más guapa dijo con una sonrisa confusa. Solo le faltaba echar baba por la boca y me ponía nerviosa que me mirara las tetas tan fijamente. Vale, pero espera, voy a ponerme algo más adecuado. Los cinco hombres coincidieron en que no hacía falta, que estaba muy bien así, y que me sentará ya a jugar que estábamos entre amigos.
Venga, para que te relajes voy a darte un masajito antes de empezar eh, para que luego digas que no te cuido. Yo estaba sentada, enrique se puso en pie detrás de mí y empezó a masajear mi cuello. Poco a poco, el roce de sus manos empujaba los tirantes hasta que uno de ellos cayó por mi hombro. Intenté ponerlo de nuevo en su sitio pero enrique me lo impidió diciendo que tenía que relajarme para que funcionase el masaje, que cerrase los ojos. Lo último que vi al cerrar los ojos fue la cara de aquellos cuatro hombres mirándome fijamente. Tenía medio pecho al aire, la camiseta se sujetaba ligeramente prendida de mi pezón. El movimiento de las manos de enrique cada vez era más amplio, olvidándose de mi espalda y centrándose en el pecho. Aún con los ojos cerrados sentí como el otro tirante caía también. Una brisa de aire fresco endureció mis pezones y adivinaba que la camiseta debía de haber caído completamente y que todos aquellos tíos debían de estar ahora flipando mirándome las tetas sin embargo, no sé por qué, no abrí los ojos. Seguí dejando que enrique me masajeara, mientras sus manos ya tocaban abiertamente mis pechos por la parte exterior apretando el uno contra el otro y haciendo que se movieran como dos flanes. De repente sentí una tercera mano que apretaba uno de mis pezones y después una cuarta que acariciaba el otro.
Estaba flipando. Aquello se estaba yendo de las manos y para colmo yo estaba empezando a ponerme muy cachonda. Perdí la cuenta de cuantas manos estaban sobándome, pero creía adivinar que todos los hombres de aquella habitación habían ya participado del magreo. Con los ojos aún cerrados y con todas aquellas manos sobre mí, escuché el sonido inconfundible de una bragueta al desabrocharse, después otra y otra más
(Si os está gustando la historia continuaré escribiendo. Como podéis imaginar ahora llega lo fuerte, pero necesito que me alentéis a hacerlo, pues me da mucha vergüenza)