Jugando al doctor

Ricardo juega con su amigo al doctor y este le pone una inyección profunda en el trasero.

JUGANDO AL DOCTOR

Mi nombre es Ricardo y actualmente tengo 18 años y soy de Chile. Con este juego perdí mi virginidad a los 13 años. Les contaré como pasaron las cosas.

Mi mejor amigo de esa edad era un niño de nombre Arturo, a quien me encantaba visitar por las tardes. Sobre todo a la hora de que llegaba su hermano Walter de entrenar fútbol. Ya conocía su rutina: entraba todo sudado directamente a bañarse, salía del baño envuelto en una toalla, se metía al cuarto donde estábamos jugando (y que compartía con Arturo), se quitaba la toalla para cambiarse y yo podía admirar su cuerpo desnudo.

Tenia 15 años de edad, era un muchacho alto, de tez muy blanca, de cabello castaño claro y un cuerpo muy bien formado: espaldas anchas, caderas estrechas, músculos pectorales y abdominales perfectamente marcados, unas hermosas nalgas redondas con apariencia tersa y firme y una zona genital poblada por un vello ligeramente rubio.

Walter me sorprendió varias veces mirándolo desnudo pero nunca hizo el intento de cubrirse, inclusive se paseaba por la habitación como si quisiera que lo observase.

La verdad que cuando entraba Walter a cambiarse después del baño, difícilmente podía yo poner atención al juego que en ese momento llevábamos a cabo Arturo y yo.

Una tarde fui de visita con Arturo y al rato de estar tocando la puerta de su casa me abrió Walter envuelto en una toalla y me invitó a pasar. Me informó que estaba solo en la casa, que los demás se habían ido a un rancho cercano y que iban a regresar al día siguiente. Yo le dije que buscaba a Arturo e intente despedirme, pero me pidió que no me fuera, que estaba aburrido, que si quería jugar con él.

Nos dirigimos a su cuarto y él se quitó la toalla y se puso un pantalón corto. Le pregunté que a qué quería jugar y él me dijo que a los doctores.

Para empezar él sería el doctor y yo el paciente, yo tenia que hacer todo lo que él me indicara aunque me pareciera extraño. Me pidió que me quitara los tenis y me acostara en la cama. Después me levantó la playera hasta el pecho y palpó mi estomago. Enseguida me indicó que me pusiera boca abajo y comenzó tocar mi espalda. De pronto me bajó el pantalón corto que traía puesto dejando mis nalgas desnudas. Al principio intente protestar pero me dijo que era parte del juego, además que no tenia nada de malo que le enseñara las nalgas, que muchas veces yo había visto sus nalgas desnudas y él no se andaba cubriendo ni nada; que si yo también quería, podía revisarlo luego a él.

Por un lado, ante la perspectiva de poder tocar sus nalgas y por otro lado porque me gustaba la sensación de sus manos recorriendo mis nalgas centímetro a centímetro, dejé que terminara de quitarme los pantalones y calzoncillos dejándome solo con la camiseta puesta. Me pidió que abriera las piernas lo mas posible y comenzó a frotarme el culo. Después me untó un poco de aceite para bebe y me introdujo poco a poco uno de sus dedos. Me dijo que me estaba preparando para el tratamiento que me iba a recetar, que me relajara, que no me iba a doler. Yo estaba disfrutando cada caricia. Nunca nadie me había introducido nada en las nalgas y el sentir la presión de su dedo dentro de mí me excitaba enormemente.

De pronto se quitó el pantalón corto, quedando completamente desnudo. Pude ver su verga erecta por primera vez: era de tamaño medio (aunque a mi me pareció enorme), mas bien delgada que gruesa, de un color rosa suave y perfectamente erguida, formando un ángulo de casi 45 grados con su vientre.

Su glande era muy bonito, con la punta angosta y el resto del miembro iba aumentando de grosor dándole una apariencia de flecha. La verdad que cuando le vi la verga se me antojó besársela.

—Nunca te han puesto una inyección con una de estas?

—

Me preguntó mientras se sujetaba la verga y me apuntaba con ella. Le dije que no, que de hecho era la primera vez que veía una de ese tamaño. Sonrío mientras murmuraba

—

Te voy a agarrar quintito.

Luego me explicó que me iba a poner un tratamiento de inyecciones, que tenia que ser con “esa aguja” porque eran profundas pero que no dolían, que no me preocupara.

Estando yo boca abajo me pidió que abriera las piernas lo mas que pudiera, luego se subió arriba de mi y con las dos manos me abrió las nalgas; después me pidió que colocara “la jeringa” en la entrada de mi pozo. Yo tomé su verga con una mano y la coloqué en la entrada de mi culo. Él, al sentir la entrada de mi culo, empezó a hacer presión poco a poco y su verga fue penetrándome lentamente. Cuando llego al esfínter, se detuvo y comenzó a darme pequeños piquetes.

—Me duele un poco

—l

e dije.

Él me contestó que me aguantara, que iba a ser mínimo el dolor. En realidad era una mezcla de placer con un poco de dolor. Sentía su verga dentro de mi y la sensación me encantaba. Además, el sentir su cuerpo desnudo sobre el mío y mis nalgas pegadas a su vientre potenciaban el placer. Yo pase mis manos por su espalda y comencé a acariciarle las nalgas, si bien no se las alcanzaba del todo, podía rozar su división.

Los pequeños piquetes dieron resultado. De pronto sentí su verga entrando completamente en mi. Di un pequeño gemido y él me abrazó, comenzando a meterme la verga con mas fuerza y profundidad. En un momento mis nalgas estaban completamente pegadas a su bajo vientre, sintiendo sus bolas que se aplastaban contra mi culo. Yo empecé a lanzar pequeños gemidos de placer y con mis dos manos lo jalé por las nalgas hacia mi.

Mi maniobra le agradó, pues comenzó a meterme la verga de una manera mas cadenciosa y profunda.

—

!

Qué rico culito tienes! ¿Te gusta que te pongan así las inyecciones?

—m

e decía mientras la presión de su verga sobre mis nalgas bajaba y subía.

Los gemidos de placer que lanzaba y la fuerza que hacia sobre sus nalgas para atraerlo hacia mi, eran mi única respuesta. Era mi primera cogida y las sensaciones eran muy diversas: me agradaba su cálido abrazo mientras sentía su verga bajar y subir dentro de mi culo; me encantaba sentirlo encima de mi, friccionando mis nalgas desnudas sobre su vello púbico; el hecho de que mis nalgas despertaran su deseo, el que gimiera de placer al poseerlas, en pocas palabras estaba fascinado, quería que me metiera la verga hasta el tope.

Su ritmo comenzó a acelerarse hasta que sentí que el interior de mi culo era inundado por un liquido tibio. Walter me sujetó de las caderas y me apretó fuertemente contra él. Sentí que su verga me atravesaba de lado a lado.

Después aflojo la presión y lentamente se retiró de mi.

—

¿

Te gustó el tratamiento? Muy bien, pues es la primera parte. Son varias las inyecciones que tengo que ponerte. Ahorita que tenemos oportunidad debemos de aprovechar tu culito tan bonito

—m

e dijo, mientras me acariciaba las nalgas.

Yo le dije que también quería ser el doctor y él me contestó que estaba bien, pero que luego tendría que hacer todo lo que él me pidiera sin protestar.

Le pedí que se acostara boca abajo y comencé a acariciar sus nalgas. Se las abrí y toque su culo. Al verlo me gustó tanto que me incline y se lo bese. El me dijo que le pasara la lengua por el culo y lo hice, pero de manera torpe.

—

!

Te voy a enseñar como se hace!

—

Me dijo y me pusiera boca arriba y que con mis brazos sostuviera mis piernas lo mas pegadas posible a mi pecho.

Me puse en la posición señalada y el comenzó a lamerme el culo. Ante la nueva sensación, no tardé mucho en empezar a gemir de nuevo. Después de un rato le pedí que me volviera a “inyectar” y él me contestó que lo iba a hacer, pero que primero me iba a tomar la temperatura, que me hincara frente a él, abriera la boca y cerrara los ojos. Así lo hice y comencé a sentir algo tibio y terso dentro de mi boca. Cuando abrí los ojos me percaté que era su verga la que tenia en los labios. En un principio me la saqué, pero él me dijo que si quería que me volviera a “inyectar” tenia que hacer lo que él me ordenara. Si bien tenia cierto asco el sentir en mi boca su verga, tuve dos motivos poderosos para mamársela: primero, tenia muchas ganas de que me cogiera de nuevo y segundo, su verga me encantaba, se me antojaba agarrarla a besos y también se me antojaba mamársela.

El poder tocar sus nalgas a mi antojo y el sentir su verga en mi boca incrementaron de manera notable mi excitación. En un momento estaba mamándosela apasionadamente mientras mis dedos iban de estrujarle las nalgas a acariciar suavemente su culo. Además sus exhalaciones de placer incrementaban mi deseo.

—

¿

Te gusta mi verga, verdad?

—

me preguntó mientras mis labios se movían a lo largo de su miembro, que ya para entonces empezaba a liberar un liquido ligeramente salado, pero muy sabroso.

El sentir ese liquido me trajo a la mente la posibilidad de que Walter fuera a eyacular y la idea de que se viniera en mi boca comenzó a ser cada vez mas atractiva. Procure mamársela a un ritmo mas lento, dándole mamadas mas profundas (y cada vez mas placenteras para mi). Llegó el momento en que Walter me sujetaba la cabeza y me metía la verga en la boca cada vez mas rápido hasta que sentí un suave chorro de un liquido tibio y con un sabor parecido al de la avena en mi cavidad bucal. Deguste todo su semen, saboreando cada gota hasta que su verga salió limpia de mi boca.

—

!A

y cabrón! !Qué rápido le agarraste el modo!

—

me dijo, mientras se acostaba boca arriba en la cama y me pedía que me montara en él, pero viendo hacia sus pies. Enseguida comenzó a acariciarme las nalgas y a mamarme el culo.

—

¿

Quieres que te meta la verga en las nalgas?

—

me pregunto, a lo que le respondí que sí.

—

!

Te la voy a meter otra vez! Te lo mereces por la mamada tan rica que me diste!

—

me dijo.

Me pidió que me montara en su verga, después, con las dos manos me abrió las nalgas y comenzó a penetrarme lentamente hasta que mi culo topó con el nacimiento de su verga. Luego me pidió que me moviera despacio como si estuviera montando un caballo. Al hacerlo, su verga empezó a deslizarse por mi culo. A cada determinado numero de movimientos míos, el me daba un piquete mas profundo, haciéndome gemir. Esa posición me encantó porque sentía mis nalgas perfectamente pegadas a su vientre. Además, acomodado de esa forma me metió hasta las bolas. Mientras me mecía encima de él, comencé a acariciar su estomago y su pecho, jugando con el fino vello que cubría su torso. Él por su parte, me sujetaba de las caderas y me presionaba hacia abajo o bien, pasaba sus manos por mis nalgas, acariciándolas o abriéndoselas para que su verga entrara mas profunda o con mas facilidad. En determinado momento empece a sentir que su verga vibra.

Al finalizar, le volví a agarrar y besar las nalgas y la verga, él me dio un beso en las nalgas.

—

¿

Te ha metido la verga alguien mas?

—m

e pregunto

— P

orque te moviste muy bien y me la mamaste muy rico para ser tu primera vez . Le respondí que no, que era la primera vez que hacia algo así, que si me había movido de esa manera era porque me había gustado mucho lo mismo que me la metiera en las nalgas que mamársela.

—Esta bien

—

me dijo

—

, me toco quitarte lo quintito del culo y de la boca; y lo difícil es hacerlo la primera vez porque luego te gusta y te mete la verga el que sea. Yo le respondí que no quería que cualquiera me la metiera, quería que fuera él nada mas.

—Bueno

—

me dijo

—

, si quieres que te la vuelva a meter, no le platiques a nadie lo que hicimos y yo te voy a estar hablando para que vengas conmigo.

Después de esa cogida yo dure varios días con las nalgas irritadas, y el ardor me hacia evocar los momentos en que le entregue mis nalgas por primera vez. Si bien, tenia algunos remordimientos por haberme dejado coger, el recuerdo de lo placentero de la ocasión y la oportunidad de acariciar aquellas nalgas que me hacían suspirar, me convencieron que había valido la pena entregarle mi virginidad a Walter.

Después de esa ocasión, teníamos un encuentro cada 10 o 12 días, según su familia fuera al rancho a pasar la noche. En esas oportunidades ensayamos otras posiciones (A el le gustaba estar experimentando) como la del pollo asado, pero las que mas me gustaban eran yo boca abajo y el encima y montarlo.

Para mamarle la verga me gustaba ponerme de rodillas frente a el porque así podía agarrarle las nalgas. También seguí viéndolo desnudo, gozando de la vista de sus hermosas nalgas, hasta que se mudaron de casa.

KevinDanielAllen@gmail.com