¿Jugamos Squash?

No sin antes haber pasado a comprar un par de cajas de condones, llegamos a su casa, a unas calles de dónde dijimos que estaríamos y empezó la diversión apenas entramos a su cuarto.

Primero que nada me gustaría darles las gracias por todas las visitas y todos los comentarios que recibí en mi primer relato, Mi Primera Experiencia Anal, y también, para los primerizos y primerizas que me leen, sería mucho más fácil que imaginaran lo que voy a relatar leyendo antes el que he mencionado, puesto que ahí vienen las especificaciones físicas.

Recibí muchos halagos, muchas personas me agregaron también y respondí varios correos... me gustaría que se filtrara un poco toda esa información, o sea, que si eres una persona que me piensa saludar “Hola mamacita” y su único fin será el de que tengamos cyber-sexo, ahórrate las molestias de escribir mi correo, está muy largo, y no te preocupes, hay personas que están interesadas en ti y, cualquier duda (a menos que sea saber si lo que he escrito es verdadero o ficticio, es real) o sugerencia que tengas hacia mí y mi manera de escribir será bien vista.

Sin nada más que agregar, espero les guste el relato:

Desde hace tiempo atrás, David y yo habíamos acordado la abstinencia puesto que temíamos que uno se cansara del otro, pero lo que estaba en paréntesis y, en ese momento no veíamos, era la palabra parcial.

Durante un mes entero, después de esas palabras que marcaban un futuro diferente, aproximadamente, dos semanas nos portamos como debimos habernos portado todo el tiempo... pero pronto emergieron los toqueteos, lengüetazos y las necesidades fisiológicas de los dos que fueron saciadas con el otro agujero. Yo, como mujer, de tener algo dentro y él, como hombre, de estar dentro.

Pero se presentó una oportunidad: su casa vacía.  Entre él y yo hay una conexión especial puesto que sabemos qué quiere el otro y cómo saber que eso quiere.

Ya habíamos quedado en que él vendría por mí a las 10:00 a.m. y que me vistiera deportiva, puesto que íbamos a jugar Squash... o eso dijimos que haríamos. Mi papá inclusive me prestó su polvorienta raqueta y me dio un par de consejos. Vestí con zapatillas deportivas grises, unos leggins grises también, una blusa amarilla y por encima una negra, las dos de tirantes. Hacía frío esa mañana por lo que también opté en ponerme una chamarra verde militar. Él llegó puntual, como siempre, y de inmediato, al ver lo bien que se veían mis nalgas con esa ropa tan pegada, me comió con los ojos y, al llegar al carro vi una erección que apretaba sus shorts deportivos negros, a juego con su camisa.

-Entonces me veo bien, ¿no?- Le dije con tono más grave que mi voz, y lentamente, mientras tocaba su pene y lo apretaba ligeramente.

-Oh, vaya que sí- respondió olvidando que es estaba poniendo el cinturón de seguridad y sus manos llegaron a mi trasero y lo apretaron muy firmemente. Reí y quité su mano de donde estaba y partimos.

Hablamos de música en el trayecto, sobretodo de un compañero que creía que alcanzaba el tono del vocalista de Sonata Arctica (en el coro lo hacía, pero empezaba la canción muy diferente). También hablamos de planes que teníamos para la semana, y viajes con nuestras familias.

Llegamos a su casa, abrió el portón y ahí, en la puerta, estaba su tío, al que yo no conocía. Lo saludé y me presenté, pasé a la casa y también estaba su papá, al cuál también saludé. El tío estaba a punto de irse mientras el papá estaba mandando unos correos. David me dijo que saliéramos y que volveríamos después, y así fue.

Pasamos por calles que no conozco, dimos la vuelta a un pequeño parque y terminamos en el OXXO.

-¿Quieres algo?-me preguntó, como si no supiera qué quería-

-Quiero cosas para la fiesta, creo que ya tengo platos y vasos, pero me faltan gorritos- dije, con el mismo tono seductor que empleé para preguntarle si le gustaba cómo me veía. Agarró un jugo JÚMEX de mango y nos fuimos a la caja. Pidió dos cajas, y yo le miré bastante sorprendida (más que nada por el tiempo, no había mucho tiempo puesto que tenía que regresar a comer a mi casa), pero duró poco esa expresión.

-Tú muy bien- y él rió.

Llegamos a su casa, ya vacía.

Caminé directamente hacia su cocina, le pregunté si podía agarrar el RedBull que estaba ahí, a lo que él accedió; enseguida me fui a su cuarto, abrí la bebida y tomé apenas dos veces, me quité la sudadera y lo esperé cerca de treinta segundos sentada.

Vino y cerró la puerta, con seguro y un cartel que dice “Please Do Not Disturb” por fuera. No veía el caso, ya que no había nadie en casa, pero se me hizo simpático. Apenas hube dejado lo que tomaba en un escritorio cercano y él, ya sin tenis, estaba sobre mí, besándome apasionadamente y su lengua se introducía en mi garganta.

Se levantó por un momento y me quitó los tenis y los calcetines, y volvió al ataque, que no sólo se limitó a mis labios, si no también a mi cuello y al inicio del seno, el cual fogozamente tocaba, apretando y llevando a lo que su elasticidad permitía. Le quité la playera y la arrojé lejos, asumí el control por un tiempo y me le coloqué encima, frotando escandalosamente nuestros sexos por encima de la tela deportiva. En esta posición, para él era muy fácil quitarme la parte superior de la ropa, la tiró hasta el otro extremo de la habitación y me volteó súbitamente. Rápidamente se quitó el short que llevaba, junto el bóxer rojo que ya tenía manchas oscuras y aún húmedas y dejó al descubierto su pene que apuntaba hacia el techo. Quise ir a por él, devorarlo con mi lengua y dar unos buenos apretones con mis labios pero David ya habíame sujetado las caderas y apartado el legging gris, dejando la tanga negra.

-Mira, la que te gusta- le dije, apartando su mano y poniéndome en cuatro, contorneando mi trasero que tenía por separación un delgado satín negro y por encima un triángulo, con un hoyo cerrado con un moño del mismo color. Bufó y le oí un “mmmh” lejano, pues después me incrustó su cara en mi trasero y lo succionó como si no hubiera otra cosa en el mundo, todavía con la tanga puesta. Me giró y me quitó apresuradamente el pedazo de tela que le faltaba por quitarme, y yo lo miraba expectante.

Metió su cara, y sin dejarme de mirar a los ojos, lamió descontroladamente mi clítoris e introdujo de golpe dos de sus enormes dedos. Arqueé la espalda y dejé escapar un grito.

Continuó así hasta que me vine en su boca y saboreó mis jugos sutilmente salados. Se levantó y cogió del escritorio un condón, se lo puso a velocidad luz y de nuevo estaba sobre mí.

Cuando por fin lo sentí dentro no pude evitar mirar hacia arriba y soltar una exclamación de alivio. Verdaderamente sentirme penetrada es una de las mejores sensaciones en este mundo.

Comenzó a acelerar y me dolió un poco, quizá tanto que lo notó.

-Puedo parar si quieres-

-No, no pares, sólo ve más despacio que me estás rompiendo-

Dicho y hecho, fue mucho más despacio hasta que yo misma le exigí más apretando sus nalgas contra mi pelvis, haciendo que el espacio entre nuestros cuerpos comunados fuera nulo. Eso lo entendió (como muchas otras veces que ha sido igual) como “ya estoy lista, sigue y no pares y domíname”

Acabé un par de veces más, teniendo contracciones igual de espasmódicas que veces anteriores y él salió de mí. Se tiró en la cama aún con el pene erguido.

-¿Quieres que te cuente una historia de vaqueros?-

Lo medité bastante, y ni siquiera estaba en mi plan original, pero fugazmente se me atravesó por la mente.

-Haz lo que tú quieras- le dije, sin titubeos y con una voz seductora, al oído y lamiendo el lóbulo de su oreja al final. Me alejé lo suficiente para ver su sonrisa torcida y macabra, y ver que su pene había adquirido aún más dureza.

-Dices que traes ligas para el cabello, ¿verdad?- Dijo, sin mover siquiera la sonrisa de sus labios.

-Sí, en efecto tengo, un par.- respondí, sin advertir lo que tramaba.

-Hazte un par de coletas y ponte en cuatro, quiero conducir.

Lo hice muy lentamente, viendo de reojo su mirada naranja y su sonrisa perversa. Apenas terminé me puse a gatas, como él ordenó.

Me empaló de una y tomó, en cada mano, la mitad de mi cabello recogido en ligas rojas.

Cerca de 5 minutos mantuvo un ritmo anormalmente rápido, dentro, fuera, dentro, fuera, estampando sus testículos en mi pubis y de vez en cuando soltando una de las coletas para darme una nalgada con la mano libre. Se levantó, sin dejarme de penetrarme, y se puso en cunclillas. Sujetó muy fuerte mis caderas y con su propio cuerpo me daba recias nalgadas, una y otra vez.

Con sus piernas y sin dejar de soltarme, se dio la vuelta y terminé encima de él, dándole la espalda y me estaba jalando los brazos.

-Arriba y abajo, vaquera- dijo entre susurros.

En todo el tiempo que estuve sometida y haciendo lo que su voluntad pedía, no dejé de gritar un solo segundo, pedía más, más fuerte, más rápido, así, todo está genial, así, así, así, rápido, rápido, fuerte, así.

Me volteó por tercera vez y me dijo al oído que estaba apunto de terminar, que en dónde lo quería.

-Lo que tú quieras-

-En tu culito o en tu boquita-

-En donde tú quieras-

Lo sacó de mi valle de Venus y lo introdujo de una en el templo de Sodoma.

Perdí el juicio por un momento, pues estaba siendo muy brusco y me desgarraba por completo, pero no sentía dolor, sólo sentía el placer de abrazar ese pene en mis entrañas.

Sentí su descarga y a la mitad me dijo:

-Voltéate y abre la boca-

Y lo más rápido que pude, lo hice, para sentir su semen que se estrellaba en mi cara y en mi cuello.

Tomé su polla y lamí para lavarla, acto seguido y con ayuda de mi mano, tomé todo el semen que estaba esparcido en mi cuerpo.