¿Jugamos al Trivial?
Una pareja imagina que juega al trivial y las respuestas falladas valen más que perder un quesito.
Estamos los dos jugando al trivial, en la habitación de mi hotel. Llevamos un buen rato, pero parece que nos estamos aburriendo. De pronto, te propongo cambiar: seguiremos jugando, pero al caer en un "quesito", si uno falla, paga prenda, y si el otro acierta, también.
Aceptas la propuesta. Por aquellas cosas del destino, empiezas a fallar preguntas, y yo estoy como muy acertado. Te pido que te vayas despojando de tu ropa, hasta que llegas a quedarte con ropa interior. Siguiente pregunta: La acierto; empiezas a desabrocharte el sostén... pero te digo que no, que no es esa la prenda. Te digo que te eches en la cama, con las manos apoyadas en la cabecera. Utilizando unos calcetines muy finos, te ato las muñecas a los barrotes, los brazos bien separados. Pongo el tablero encima de tu vientre y seguimos jugando. Yo me siento entre tus piernas, de cara a ti.
Pregunta para ti: fallas. Sin moverme, cojo otro calcetín, y te ato un tobillo a un barrote de la cama. Pregunta para mi: acierto. Te separo bien las piernas, y te ato el otro tobillo al otro barrote: estas completamente inmovilizada delante de mí, las ataduras tiran bastante, no puedes moverte. Evidentemente, muevo por ti. Vaya, vuelves a fallar (muy mal, muy mal). Me levanto, que quito la ropa lentamente, con descaro. Rodeo la cama, y me pongo encima de ella, con un pie a cada lado de tu cabeza, mirando hacia tus pies. Lentamente me agacho, hasta sentarme justo en tu cara: la siguiente prenda consiste en lamerme las pelotas con el mayor entusiasmo posible. Evidentemente, protestas, por lo que me siento un poco más atrás, y mi culo queda justo encima de tu cara. Entre ruidos extraños noto que aceptas. Mientras me entretengo excesivamente tirando, tu lames como una loca mis huevos, como debe ser, cual vulgar esclava a disposición de su amo.
Siguiente pregunta: mira, has tenido suerte, la he fallado. Pides como prenda que te deje descansar, que ya no puedes más. Acepto (podías haber pedido otra cosa, pero...)
La siguiente pregunta la acierto yo. Me levanto, giro 180 grados, y me siento sobre tus pechos; pongo los cojines bajo tu cabeza, quedando ésta en posición bastante forzada, hacia delante. Mientras paseo mi polla por tu cara, te pregunto si adivinas lo que tienes que hacer ahora. Abres la boca para protestar y... zas! Te la meto, despacio, pero sin dejarte reaccionar. Se que te ahogas si la meto muy al fondo. Tampoco es mi intención, quiere que me la chupes, que la lamas, como si fuera un caramelo, un helado. Veo que tus bragas están muy húmedas... ¿Estás caliente?
Mientas me la chupas enérgicamente, introduzco un dedo entre tus braguitas, jugueteando con los rizos de tu coño; poco a poco llego al clítoris, completamente empapado, y empiezo a masturbarte. Tu cuerpo tiembla bajo el mío. "Chupa con ganas, esclava, sino... te quedarás a medias". Noto que estás a punto de llegar; yo tambíen. Con la otra mano, te agarro del pelo y te marco el ritmo correcto para llegar al orgasmo. Entre convulsiones, saco la polla de tu boca y me corro en tu cara, en señal de humillación. Tu estás a punto de llegar pero.... lo siento, me toca tirar, tendrás que esperar. Paro en seco, quito la mano y pido que me disculpes un momento, que voy al baño a limpiarme. Cuando empiezas a soltar toda clase de insultos, cojo tus bragas completamente mojadas y te las pongo en la boca... no quiero escucharte. Mientras me dirijo al baño pienso "Tengo el presentimiento que mi suerte va a cambiar, debo tener cuidado".
Salgo del baño y reanudamos la partida... tiras tu, yo pregunto y....
"MFDFMMMMFMFMF".... es verdad, si no te saco las bragas, poco vas a contestar, je, je. Muy bien, acertaste la pregunta. Me pides que te suelte las ataduras de los pies. Evidentemente, una pregunta solo es un pie. Protestas enérgicamente, pero cojo tus bragas y te las enseño. Desistes en tus protestas y vuelvo a tirar por ti.... Cambio de turno, tiro yo y caigo en un quesito. La pregunta parece fácil, pero me confío y la fallo. Tu siguiente deseo es concedido: te suelto el otro pie. Flexionas ambas piernas para recuperar movilidad. Seguimos jugando y aciertas tu. Te tengo que soltar las manos... esto se complica, pero sigues tumbada en la cama, no te incorporas. Vuelvo a fallar una pregunta (¡mierda!, no vamos bien) y ahora me atas las manos a la espalda.
Sigues tirando tu, ahora yo no puedo mover las fichas.... y casualidades de la vida: vuelvo a fallar. Me dices que me ponga de rodillas sobre la cama, delante de ti, y que ponga mi cabeza justo encima de tu vello púbico, suavemente... en el momento que la apoyo, cierras las piernas presionando con toda tu fuerza. Intento sacar la cabeza pero es imposible, incluso es mejor que no la mueva, sería peor. Cruzas las piernas por detrás de mi espalda, para asegurarte que no se separarán. Sigues tirando.... curiosamente, yo nunca caigo en un quesito y tu siempre los aciertas (¿No estarás haciendo trampas?)
Giras sobre ti, y yo me quedo tumbado sobre la cama. Tu estás de rodillas, con el coño justo en mi nariz... ¡Joder! Estás cachonda, ¿Eh? Tus líquidos fluyen sobre mi cara... evidentemente, la siguiente prenda es lamerte el clítoris hasta la saciedad, para darte ese orgasmo que antes de prohibí. Te digo que me estoy cansando, que tires ya para continuar, pero tu tiras el tablero al suelo y me dices que la partida ha terminado, que has ganado y quieres tu recompensa... al mismo momento, llegas al orgasmo, gritando como una loca y caes tumbada al lado mío, extasiada.
Aprovechando la ocasión, me incorporo, y empiezo a ir hacia la puerta, quizás alguien pase en ese momento y me ayude. Todavía no he llegado a la puerta y noto como una mano me coge del pelo, y me obliga a arrodillarme, curvando la espalda hacia atrás: veo tu cara de vicio, sonriente, dándome a entender que... ¡la fiesta no ha hecho más que empezar!
Una patada certera en el estomago me lleva al suelo totalmente, retorciéndome de dolor. De pronto, me encuentro un pie justo en mi cara, el otro me presiona la nuca contra él. Me ordenas que te lo lama, cual perrito obediente. Tengo la polla dura como una piedra, pero la misma erección me molesta al rozar con la alfombra de la habitación. Me quitas el pie de la nuca y me aguantas con tu mano sobre el pie. El otro lo utilizas para presionarme el culo contra el suelo. Quiero gritar de dolor, pero no puedo, no me atrevo.
Me coges de nuevo del pelo y me das la vuelta. Intento coger aire después de casi asfixiarme cuando te sientas en mi cara, poniendo tu culo justo en mi nariz. Al mismo tiempo, te inclinas hacia delante y empiezas a chuparme la polla, lentamente, recreándote todo lo posible. Cuando notas que no chupo, empiezas a retorcérmela. Evidentemente, teniéndote encima mío, tumbada, no puedo moverme, ni tan solo gritar. Sólo me queda una solución: lamerte el culo como un desgraciado, hasta el agotamiento total.
Finalmente, permites que llegue al orgasmo. Sabes que esto me derrotará aún más físicamente. Me quedo tumbado en el suelo, tosiendo, recuperando el aire, mientras vas a darte una ducha.
Craso error, amiga mía, pensaste que estaba ko, pero no es así, aún me quedan fuerzas para pagarte con la misma moneda... ¡o peor!