Juejo, set y Partido. Capítulo 8 (Final-Epílogo)

Espero que disfruten el Capítulo final!. Gracias por seguir la Historia. Besos!

Capítulo 8

—Gary, yo que tú no lo haría, tío. Esta mañana todavía parecía un poco cabreada y, gracias a ti, creo que yo también me la he cargado. No te haces idea de cuánto te lo agradezco. —Emily ocupó su asiento en el palco e impidió que Gary bajara al vestuario y prendiera la mecha de Parker.

—Ha sido por su propio bien, y luego me lo agradecerá. —El entrenador se sentó a su lado y buscó con la mirada al resto del grupo que se iba a reunir con ellos.

Antes de contestarle, Emily se alisó la camisa de lino que se había puesto encima de los pantalones cortos esa mañana. Había recibido una llamada de su madre diciéndole que si iba a aparecer en la portada de alguna otra revista que a ella no le quedara más remedio que ver en la cola de la caja del supermercado, lo mínimo que podía hacer Emily era vestirse un poco mejor.

—Seguro que sí, y están comprando botellas de agua, así que dejar de mirar.

—¿Está enfadada de verdad? —preguntó Gary.

—Digamos que cuando llamaste anoche, yo estaba toda contenta y tú interrumpiste antes de que pudiera... bueno, ya sabes.

—¿Devolver el favor?

—Tú sigue, entrenador Gary, y dejaré que te adentres estúpidamente en la guarida del león. —Emily señaló la zona de vestuarios. Cuando se volvió para mirar lo que señalaba su dedo, Parker ya estaba allí mirándolos, con una musculosa Della Sánchez a su lado—. Qué chica tan enorme.

—Sí, y aunque sé que Parker es fuerte, esa mujer que tiene al lado me da miedo. El año pasado ganó a Parker en dos sets seguidos. Eso ya fue malo de por sí, pero es que la muy zorra estuvo atormentándola durante todo el partido. Parker se cabreó de tal modo que se le fue todo el juego, incluso el servicio. —Gary saludó al resto de la tropa que había llegado cargada de bebidas y cosas de picar y luego se volvió para mirar la pista.

—¿Qué quieres decir con que la atormentó? —preguntó Emily.

Gray abrió su botella de agua y también se puso a mirar el calentamiento de su hermana. Contestó antes de que pudiera hacerlo Gary.

—Ya lo verás cuando empiece el partido. No creo que Della haya cambiado mucho su estilo. El año pasado se pasó de la raya y la descalificaron en Inglaterra, por eso no ha jugado. La muy zorra ya ha empezado con las chorradas, diciendo a los periódicos que ésa es la única razón de que Parker se haya llevado el título.

Parker estaba practicando el saque e intentando no hacer caso de la gilipollas que tenía al otro lado de la red. Della sonrió con sorna cuando la primera bola pasó volando a su lado, y se fue a su silla y se sentó, sin darle a Parker la satisfacción de intentar devolverla. El recogepelotas trató de no dar muestras del dolor que tenía en las manos por recoger un saque tras otro que Parker empezó a lanzar por encima de la red mientras intentaba poner su mente en el lugar que le correspondía. Della miró hacia el graderío, buscando a Gary y al resto de la familia de Parker, pues sabía que era allí donde encontraría a la persona que buscaba de verdad.

Emily miró a Della cuando ésta metió la mano en su bolsa, sacó el periódico donde aparecía su foto y la besó, tras lo cual lanzó otro beso hacia las gradas. La adversaria de Parker se echó a reír cuando Emily, toda colorada, se levantó y se puso en jarras.

—Gary, llévame allí abajo ahora mismo. —La rabia del tono de Emily no pasó desapercibida a nadie de los que estaban sentados a su alrededor, y los fotógrafos que había entre el público se prepararon para lo que pudiera ocurrir con las provocaciones de Della.

—Tranquila, Marichispas. Está intentando picar a Parker a través de ti, no dejes que ocurra justo antes del partido. —Gary obligó a Emily a sentarse de nuevo e intentó razonar.

—No quiero ver a esa adolescente descomunal, quiero ver a Parker antes de que empiece este asunto.

Parker miró hacia las gradas buscando a Emily antes de regresar al túnel para cambiarse la camiseta antes del partido, pero se llevó una sorpresa al ver que Gary y ella la esperaban hacia el final del túnel, de modo que los espectadores no pudieran verlos.

—Hola, ¿qué haces aquí?

—Esperar para desearte suerte y para decirte unas cosas —contestó Emily.

—Oye, Gary, ¿me traes una camiseta limpia?

Gary asintió y se fue para buscar las cosas de Parker. La única que no captó la indirecta fue Della, que se apoyó en la pared del túnel frente a ellas y se quedó mirando.

—Parker, si te pido que hagas una cosa por mí, ¿lo harás?

—Claro, cariño, si puedo. ¿Qué quieres?

—Quiero que salgas ahí fuera y pases por la piedra a esa gilipollas de ahí. —Emily señaló a Della y la apuntó con el dedo corazón cuando la mujer volvió a lanzarle un beso.

Parker sonrió al pequeño pitbull rubio y luego se la acercó.

—¿Y qué gano si lo consigo? ¿Sabes que es la que me pasó a mí por la piedra el año pasado?

Emily oyó que Gary volvía, por lo que tiró de la camiseta que llevaba Parker y se la despegó del cuerpo. Cogió la toalla que le pasó Gary y secó todo el sudor que cubría a Parker tras el calentamiento y luego le puso la camiseta nueva, quedándose con la vieja. Cuando Parker se colocó la nueva valla publicitaria, como lo llamaba ella, Emily le bajó la cabeza y la besó.

—¿Quieres saber lo que consigues?

Parker asintió, de modo que Emily volvió a bajarle la cabeza y se puso a susurrarle al oído. Gary estuvo a punto de desmayarse cuando lo que le estaba diciendo Emily le dejó tan flojas las rodillas a Parker que tuvo que apoyarse en la pared. Cuando terminó, Emily le dio un beso a Parker en la oreja y la miró.

—¿De verdad? —preguntó Parker.

—Sí, y hasta dejaré el teléfono descolgado, pero sólo si vuelvo aquí el domingo para verte jugar la final.

—Deberías dar clases de motivación —dijo Parker, mientras Della y ella veían cómo Emily se desabrochaba la camisa que llevaba, se la quitaba y se la daba a Parker.

—Para que tengas suerte. —Emily la metió en la bolsa de Parker y se puso la camiseta que se acababa de quitar Parker—. Tengo que reconocer que a ti te quedan mucho mejor. —Emily contempló la prenda, que le quedaba muy grande y olía a Parker.

—A mí me parece que estás muy guapa con mi ropa, cariño, y en cuanto termine de machacar a Della, estarás aún más guapa sin ella.

Las adversarias ya habían sido presentadas y habían ocupado sus puestos para cuando Gary y Emily regresaron a sus asientos. Della era la primera en servir, y aunque Parker se lanzaba para alcanzar todas las pelotas que pasaban por encima de la red, el nivel de Della se mantuvo y ganó el primer juego. En la primera foto de Emily que sacaron casi todos los paparazzi se la veía mordiéndose la uña del pulgar cuando Della rompió el saque de Parker y se puso dos juegos a nada.

A Parker le resultaba asombroso, menos de una hora más tarde, mientras estaba sentada secándose la cara con una toalla, haber perdido el primer set sin ganar un solo juego. Miró a Della, observando cómo tragaba los últimos restos de agua que le quedaban en la botella. La muy idiota ni siquiera parecía muy cansada.

—¿Tú crees que te dará todo lo que te ha prometido si gano yo? Dile que me alojo en el Hilton si lo único que le interesa es acostarse con la ganadora. Esa piel tan deliciosa tenía un aspecto de lo más atractivo. —Della estaba iniciando la siguiente fase de su plan de ataque, que consistía en jugar con la mente de Parker, destrozando lo que le quedaba de concentración.

—No es tu tipo, Della. —Parker parecía tranquila, a pesar de que ardía en deseos de levantarse y estampar todas las raquetas que llevaba en la bolsa contra la cabeza de la mujer.

—Rubia, guapa y sexy. ¿Qué hay en eso que no sea mi tipo?

—Es todo eso, pero también es humana, y yo creía que a ti sólo te iban las perras. ¿O es que sólo logras salir con esa clase de fulana? Sabes, deberías vigilar lo que bebes cuando sales por las noches. A la hora de cerrar todo el mundo se parece a mi chica, pero estoy segura de que es sólo por la iluminación de esos sitios.

—Tú ríete, King. Faltan cuarenta minutos para que te vayas a casa con la zorra para que te pueda lamer las heridas.

—Lo que me lame Emily, gilipollas, no es asunto tuyo.

—Silencio, por favor.

Parker esperó a que el público siguiera las instrucciones del hombre y luego se volvió y pidió unas bolas. Había llegado el momento de hacerle probar a Della lo que a ella le encantaba servir.

—Quince a nada.

El marcador metió a la gente en el partido y el comentarista gritó en todos los auriculares de radio que había en el estadio. Parker King se había despertado de la siesta que se había echado durante el primer set.

—No sé de dónde ha salido eso, pero esperemos que Parker pueda mantenerlo —comentó el emocionado locutor sobre el ace que acababa de marcar Parker.

Parker se sentía bien y estaba deseando jugar los próximos sets, porque no tenía la menor intención de perder. Para que Della se enfadara aún más por haber fallado el saque, Parker se trasladó caminando a cámara lenta al otro lado de la pista para volver a sacar. Esta vez la bola pasó por encima de la red con la misma intensidad, pero Della la rozó y la envió a las gradas. El público enloqueció cuando Parker hizo un molinete con la raqueta y fingió enfundarla como una pistola tras oír por los altavoces el anuncio de "Treinta a nada".

—Ahora está que echa humo, señoras y señores, y menuda sorpresa se ha llevado Della. Y la señorita Sánchez debería estar agradecida de que el público se haya entusiasmado con esos dos saques de Parker, porque su lenguaje la habría descalificado si el juez de silla llega a oír ese último exabrupto.

Pero el comentarista y todo el mundo que estaba viendo el partido habían leído los labios de la mujer, y el hombre estaba en lo cierto.

La siguiente hora estuvo marcada por largas y veloces jugadas de volea, y en el rostro de Della empezaron a aparecer muestras de fatiga. La tenista, que jugaba a base de potencia, no estaba acostumbrada a correr tanto como la estaba obligando a correr Parker, y con cada carrera corta de un extremo de la pista al otro, se le iba poniendo la cara cada vez más roja.

En medio del tercer set, Della detuvo el juego durante por lo menos cinco minutos para discutir con el juez de línea por lo que a ella le parecía una decisión dudosa. Parker se limitó a botar la pelota en su lado y miró hacia las gradas, saludando a Emily, que se había levantado y le había lanzado un beso por el tenis que había visto hasta ese momento. A la mayoría de los reporteros que había en las gradas no le había pasado desapercibido el cambio de atuendo cuando Emily y Gary volvieron a sus asientos. La nueva pareja estaba logrando que el tenis femenino fuese aún más emocionante de lo que ya era.

—Juego, set y partido, señorita King.

El anuncio se produjo después de que Parker hubiera roto el servicio de Della por tercera vez en el tercer set. Parker le estrechó la mano en la red y trató de pasar por alto el rápido "que te follen" que le dijo Della cuando Parker se volvió y saludó al gentío. La victoria la acercaba aún más al único título que no tenía.

Como en todos sus demás partidos, Parker se detuvo en la entrada del túnel y dedicó un tiempo a firmar autógrafos. Cogía al azar los trozos de papel que le ofrecían desde la barrera junto con bolígrafos. De forma automática, cogió el que tenía más cerca de la mano cuando lo que acababa de firmar regresó a su dueño. Hasta que lo tuvo en la mano Parker no se dio cuenta de que era un sobre y que en él aparecía su nombre. No tuvo forma de saber, en aquel mar de rostros, a quién pertenecía cuando volvió a mirar a la multitud. Saludando rápidamente, se volvió y entró de nuevo en el túnel, dejando a una horda de fans decepcionados aferrados a sus programas sin firmar.

—Cariño, has estado brillante —gritó Emily cuando bajaron al vestuario después del partido. Parker parecía muy animada por la victoria, pero cansada. El calor de Nueva York empezaba a resultar agotador y la superficie de las pistas no hacía sino intensificarlo.

—Intento agradar. —Parker se agachó para besar a su amante antes de recoger su bolsa.

—Lo que has hecho es apuntar a las líneas de fondo y pasar por la piedra a Della —dijo Gary.

—Contigo no hablo, y si pones los dedos cerca de un teléfono para llamar al apartamento de Emily, descubrirás que la ciudad de Nueva York no es lo bastante grande para que te escondas, cretino.

—Parker, pídele disculpas a Gary —la regañó Emily.

—¿Te ayudo a ganar y así me lo agradeces? —dijo Gary, intentando parecer herido.

—Me alegra saber que atribuyes toda mi habilidad a la frustración sexual, entrenador.

—Si es así, no mojas hasta después del próximo domingo —bromeó Emily. Se puso a chillar cuando Parker la levantó, se la puso encima de un ancho hombro y echó a andar hacia la puerta—. Parker, mi madre ya me ha visto una vez en la portada del Enquirer. Si consigues que sean dos veces, me la voy a cargar.

Parker la bajó y trató de mantener el buen humor. Le costó, teniendo en cuenta la nota de amor que le habían pasado antes de bajar por el túnel. Ahora se daba de tortas por no haber prestado atención a quién le había entregado el sobre. Fuera quien fuese, se trataba de la persona que le había estado enviando las notas desde el principio. Parker reconoció la letra historiada en cuanto el papel se abrió en su mano. Parker se convenció a sí misma de que la decisión de no decírselo a Emily era para evitar que la piloto se preocupara.

Más tarde, cuando llegaron al piso, Emily le dio lo que parecía ser la lección número trescientos sobre relaciones, centrada en un sermón sobre el diálogo sincero, cuando Parker le dejó leer la nota. Sólo era una más de las formas en que Parker pensaba que Emily iba a cambiar su manera de vivir, pero compartir sus días con la piloto hacía que cualquier sermón mereciera la pena.

—Llámalo ahora mismo.

—Vamos a ducharnos y luego lo llamo. Venga, Em, no es que el que me acecha vaya a entrar aquí a matarnos a las dos —intentó razonar Parker. La discusión había empezado en el coche, cuando cometió el error de mostrarle a Emily la nota que había recibido.

El chiflado que las enviaba había incluido la foto de Emily que había aparecido en el periódico, con la promesa a la rubia de salvarla de la malévola influencia de Parker. Cuanto más la miraba Parker, más le daba la impresión de que tendría que reconocer algo sobre las notas y la forma en que estaban escritas. La anticuada caligrafía era una manera rara de escribir una amenaza de muerte por parte de alguien que quería matarte. Era casi como una invitación a morir en el momento en que lo decidiera.

Emily cogió el teléfono y se lo pasó a Parker junto con la tarjeta que le había dado el inspector Sully cuando la fue a ver en el entrenamiento. El policía había dejado una más por si Parker necesitaba llamarlo, puesto que Gary se había quedado con la primera.

—Esto es serio, Parker. Ahí fuera hay un chiflado que quiere enviarte a la gran pista de tenis del cielo y creo que ha llegado el momento de que empieces a tomártelo con cierto respeto. —Dejó un momento el teléfono, fue hasta donde estaba Parker sentada en la cama y se colocó entre sus piernas—. Te quiero, Kong, y quiero que sigas por aquí durante muchos años. ¿Lo haces por mí, por favor?

—Ah, vamos, no me mires así. —Parker se levantó, cogió el teléfono y marcó el número. No hizo falta mucha persuasión para lograr que Logan aceptara reunirse con ellas en el piso de Emily.

Emily consiguió que Parker se echara hasta que llegara Logan, con la esperanza de que una corta siesta aliviara el agotamiento que se veía en el rostro de Parker. No oyó la llamada a la puerta ni la conversación que mantuvo Emily con el inspector cuando llegó. Se llevó la carta y el sobre para analizarlos en busca de huellas y prometió volver más tarde para interrogar a Parker. Logan había visto el partido por televisión y no podía echarle en cara a Parker que necesitara desconectar un rato. Al volver a salir al calor, Logan Sully no vio la figura apoyada en un árbol a cierta distancia en la calle.

De haber mirado, Logan se podría haber interesado por el rosario que colgaba de unos dedos apretados. El soldado de Dios había ido pasando metódicamente de una cuenta a otra mientras rezaba por la oportunidad de librar al mundo de Parker King. Ella sería la primera de las hermanas King que recibiría la salvación a través de la muerte.

—El Señor purificará el mal que corre por tus venas, Parker. Me ocuparé en persona.

Una vez terminado el rosario, la figura algo encorvada se volvió y se dirigió al hotel de los barrios bajos donde guardaba las herramientas de la tarea que tenía entre manos. Había llegado el momento de purificar su propia alma, para que cuando llegara la hora, su mano fuese certera y estuviera santificada.

El hombre de recepción ni se molestó en mirar cuando el huésped pasó ante él rumbo al lento ascensor que había al fondo de la entrada. No había habido quejas contra el huésped que había llegado dos semanas antes del gran torneo de tenis, y la doncella no había pasado mucho tiempo en la habitación, pues se daba la vuelta todos los días al ver el cartel de no molestar colgado en la puerta. De haber pasado, la policía habría recibido un aviso sólo por los gritos.

El hombre no miró a nadie mientras avanzaba por recepción. El hotel aún empleaba llaves y tuvo que moverla en la cerradura para conseguir que se abriera y poder entrar. Encima de una cama había una colección de cuchillos que se podrían haber usado como espejos, de lo limpios que estaban. Sólo uno de ellos estaba envuelto en un trozo de tela gruesa de lino, que fácilmente podría haber sido la cosa de mejor calidad que había en la habitación. Éste era especial porque en él estaba la sangre de la bestia, tras su primer intento fuera del restaurante.

Cayó de rodillas ante una pequeña piscina hinchable para niños cubierta por una red de malla e inició su ritual purificador.

—Yo soy alfa y omega, el principio y el fin. El que crea en mí conocerá el reino de los cielos.

Al Señor no le importaba que no recordara las palabras exactas que le habían enseñado las monjas años atrás, lo que importaba era que creía.

—Señor, necesito tu ayuda para derrotar a la bestia. Es adorada por las masas que no conocen el camino. —Levantó despacio la malla de la piscina y metió la mano dentro. El movimiento de su mano hizo sonar la advertencia de los crótalos, pero eso no le impidió continuar. Dios estaba de su parte y lo protegería de las serpientes.

—Muéstrame una señal, Señor.

El cuerpo grueso y fuerte de la serpiente de cascabel se enrolló alrededor de su brazo derecho, con espacio suficiente para hacer sonar su crótalo de la muerte. En lugar de sentir miedo, metió la otra mano para coger otra, que también se enrolló alrededor de su otro brazo. Levantó ambas serpientes agitadas en el aire y miró a los ojos de los áspides. No parpadeaban y ambas cabezas estaban preparadas para atacar. El que las manejaba les había dejado suficiente espacio para hacerlo si así lo decidían.

Había pasado toda su vida intentando servir al dios en cuya existencia creía. Un dios que abatía a aquellos que iban en contra de su palabra mediante soldados sagrados cuidadosamente elegidos para cumplir su voluntad, pues este dios no se apiadaba de los que vivían fuera de su norma. El fiel servidor que sujetaba a las serpientes se había apartado de su iglesia y había creado su propia religión, con el tipo de ser supremo al que seguía. No había sitio para la decencia.

Observó asombrado cuando una gota de veneno cayó de la boca de la más grande, que no atacó.

—Cumpliré tu voluntad, Señor Dios.

Aún le hormigueaba el brazo donde había caído el veneno mientras devolvía a su guarida a las pruebas de su fe. Había llegado la hora.

—¿Por qué siempre te huele tan bien el pelo?

—Vi la marca de champú que llevas en la manga derecha y decidí probarlo —contestó Emily. Estaba acurrucada en la cama y Parker estaba pegada a ella, pasándole los dedos por el pelo rubio.

—Sigue así y tendré que darte unos azotes.

—Por atractiva que sea esa idea, Logan va a volver dentro de nada y quiero estar vestida para cuando llegue.

—¿Y tu sentido de la aventura, cariño? ¿A mamá Parish no le encantaría leer las costumbres salvajes y sexis de su niña?

—Tú sigue así y mi madre te va a comer viva. Ya piensa que eres una mala influencia para mí.

—No puedo estar tan mal si no consigo convencerte para que te quites estos pantaloncillos.

Emily se dio la vuelta al oír la broma y pasó los dedos por los labios de Parker.

—¿Querrías venir conmigo a conocer a mi madre? —La pregunta le sonó a Parker casi vacilante y puso dos dedos bajo la barbilla de Emily para levantarle la cabeza.

—Yo iría a cualquier parte contigo, cariño, no lo dudes jamás.

La llamada a la puerta fue lo que acabó con el beso que se estaban dando. Parker empezaba a pensar que había una especie de conspiración para impedir que tocara a Emily. Miró hacia la puerta del piso con los mismos sentimientos que tenía por el teléfono que había al lado de la cama de Emily.

—Logan, ¿cómo va la caza del hombre? —preguntó Parker.

—Interesante.

—Le ofrecería una silla para sentarse, pero Emily todavía no ha salido a comprar muebles. ¿Qué tal si salimos los tres a cenar temprano? Cuando haya terminado de hablarme del loco que me persigue, le daré algunas indicaciones para mejorar su tenis.

Fueron en el coche de policía de Logan hasta un pequeño restaurante italiano familiar que al inspector le gustaba antes de ponerse a hablar de perseguidores. Los resultados que había obtenido el laboratorio criminal del FBI eran desconcertantes no sólo para ellos, sino también para la policía de Nueva York. Los federales habían hecho un análisis de la tinta que daba más pistas sobre el atacante, pero qué era lo que indicaban esas pistas seguía siendo un enigma.

—Les entregamos todas las cartas que se han enviado hasta la fecha y no había huellas en ninguna, pero todas tienen una cosa en común —explicó Logan.

—¿El qué? —preguntó Emily. Alargó la mano y le quitó a Parker el quinto palito de pan que se llevaba a la boca.

—¿Qué haces? Tengo hambre.

—Te va a quitar el apetito y no podrás con la cantidad inmensa de comida que has pedido, así que calla y presta atención. —Emily se volvió de nuevo hacia Logan y asintió para que continuara.

—La tinta que ha usado esta persona está mezclada con una toxina. Mis contactos del FBI creían que si estaba usando una clase de tinta especial, podríamos seguirle el rastro hasta el lugar donde la hubiera comprado y así dar con él o ella. Resulta que la tinta es de lo más corriente, pero lo que la hace única es que el tipo la mezcla con veneno de serpiente de cascabel.

Emily se irguió y se quedó mirando la ensalada que le había servido el camarero mientras Logan hablaba. A su lado, Parker cogió el tenedor y se puso a enrollar los fettuccini que había pedido como entrante, preparándose para tomar un bocado. Emily pensó que era como si Logan la hubiera felicitado por los zapatos que llevaba, por la indiferencia que mostraba la tenista.

—¿De dónde se saca veneno de serpiente de cascabel? —preguntó Parker—. O sea, nunca he estado en un supermercado donde hayan anunciado un descuento en la caja número dos por veneno de serpiente de cascabel. —La broma hizo que Emily se levantara y saliera corriendo hacia el cuarto de baño—. Discúlpeme un momento, ¿quiere? —Parker dejó el tenedor y siguió a la alterada mujer.

El último cubículo del pequeño servicio estaba cerrado y Parker oyó unos sorbetones que salían del otro lado.

—¿Puedo pasar? —preguntó Parker. Al no obtener respuesta, Parker entró en el cubículo central y se subió al retrete—. Por favor, habla conmigo, Em.

—¿Qué va a hacer falta para que empieces a tomarte esto como una amenaza? No me parece justo que acabe de encontrarte y que alguien esté empeñado en matarte y que tú te lo tomes como si fuese correo de tus fans.

—Ábreme la puerta un segundo, por favor.

Emily alargó la mano y abrió la puerta. El tamaño del cuerpo de Parker pareció llenar el hueco entero cuando la puerta se abrió y golpeó la pared. Sin importarle el grado de limpieza del suelo, Parker se puso de rodillas ante la alterada mujer y le cogió la cara entre las manos.

—No puedo vivir con miedo, Em, yo no soy así. Aunque hasta ahora nunca había ocurrido nada de esta magnitud, no voy a permitir que eso cambie mi forma de ser. Hacer eso significaría que tendría que apartarme de ti, y nadie puede pedirme que haga eso. Mientras el objetivo sea yo, no tengo que preocuparme por ti, y quiero que la cosa siga así. Te quiero y sé que te preocupas, pero esto no va a poder con nosotras ni conmigo.

—Eso no lo puedes prometer. —Emily la miró como si quisiera creer lo que decía Parker, pero ganó el llanto.

—Puedo y te lo prometo. Te prometo, cariño, que este tiparraco de la tinta de serpiente no se va a acercar a mí. El derecho a entrar y ocupar mi espacio personal está reservado exclusivamente para ti.

—¿Está mal que quiera que tengas cuidado? —preguntó Emily.

—No, y te prometo que empezaré a fijarme más en lo que me rodea. Si este idiota se ha tomado la molestia de ordeñar a una serpiente mortífera para escribirme una carta, creo que merece un poco más de precaución por mi parte. Vamos, antes de que se te enfríe la ensalada.

—Es una ensalada, Parker, se supone que tiene que estar fría. —Emily aceptó la mano para levantarse, pero agradeció más el abrazo que recibió al estar en pie.

—Sí, pero creo que Alfredo se va a retorcer en la tumba cuando vea la masa petrificada que deben de ser ahora mis fettuccini.

—Lo siento, Logan —dijo Emily cuando regresó a la mesa.

—Comprendo lo que está pasando, Emily, no se preocupe. Este caso resulta confuso porque hay muchos deportistas homosexuales y no comprendo por qué este tipo está tan obsesionado con Parker. La única explicación es que tal vez ella aparece en los periódicos algo más que los otros con la vida que lleva fuera de la pista.

Emily clavó el tenedor en su ensalada y miró a Parker enarcando una ceja rubia.

—Esos días se han terminado, inspector, se lo prometo. Si no, aparecerá en los periódicos por otra serie de razones.

—Tenía que ocurrir —dijo Parker.

—¿El qué, cielo? —preguntó Emily, cogiendo la mano de Parker.

—He pasado de ser el Hugh Hefner de las pistas a la domesticidad tan deprisa que me ha dado un calambre en el cuello.

Logan se echó a reír ante la confesión, pero la cara enamorada de Parker le dijo que no estaba muy triste por la situación.

—Para ponerlas al día sobre la investigación, además de la tinta con veneno, en las cartas no había huellas dactilares y el papel se encuentra en miles de tiendas de todo el país. Los del FBI han aceptado crear un perfil del atacante para ver con exactitud dónde debemos concentrar nuestros esfuerzos. Sigo diciendo el atacante, pero la verdad es que podría ser una mujer.

—Pues si parte del perfil consiste en tirarle bebidas encima a Parker por cualquier razón, van a tener mucho trabajo —dijo Emily. Logan la miró como si no comprendiera y Parker la miró a través de unas rendijas azules.

—Ocurre a menudo, ¿no? —preguntó Logan con el mismo tono de broma que había empleado Emily.

—A mí puede descartarme, porque le haré saber dónde estaba cuando se enviaron las notas, puesto que yo misma soy culpable de haberlo hecho una vez. Eso y que me aterrorizan las serpientes. —Emily se inclinó y le dio un beso a Parker en la mejilla, tratando de eliminar el puchero que había contribuido a crear.

El grupo pasó el resto de la comida hablando del tenis de Logan. Emily decidió salir a comprarse una raqueta para intentar aprender lo básico. Con algo de suerte, podría convencer a Parker para que jugara un partido lento con ella en esa pista estupenda que tenía en casa. Su nuevo amigo las llevó a casa con la promesa de mantenerlas informadas sobre lo que descubrieran la policía de Nueva York y el FBI en el curso de la investigación.

Una de las vecinas de Emily meneó la cabeza al ver a la piloto, que estaba provocando a Parker sin piedad mientras ésta intentaba abrir la puerta. El miedo que había primado antes se había desvanecido, pues Parker había hecho todo lo posible para que Emily se olvidara de la actual amenaza.

—Rápido, cariño, tengo una promesa que cumplir —dijo Emily, metiendo las manos por debajo de la camisa de Parker.

Parker pegó un respingo cuando las pequeñas manos le hicieron cosquillas, y se le volvieron a caer las llaves.

—Si no te comportas, vas a tener que desnudarte aquí en el pasillo.

La cerradura cedió por fin y Parker levantó a Emily en brazos y notó que las fuertes piernas le rodeaban la cintura cuando Emily se agarró bien para el trayecto hasta el dormitorio. Emily mordisqueaba suavemente el labio inferior de Parker, intentando azuzarla para lo que estaba por venir. Le dio gusto sentir la cama debajo y a Parker encima cuando terminaron su recorrido del apartamento. Y entonces un ligero ruido las detuvo a las dos en seco.

—Emily, no te muevas, amor. —Parker levantó la mirada despacio y vio el bulto justo al lado de la cabeza de Emily debajo de la sábana. Ninguna de las dos lo había advertido al entrar, por lo concentradas que estaban la una en la otra, y aunque hubieran observado la cama, el punto que ahora se movía parecía un pliegue de la sábana.

—Parker, ¿qué es eso? —El cascabeleo sonó más fuerte y a Emily le pareció que si su corazón se ponía a latir más deprisa, la cama entera empezaría a temblar.

—O es un vibrador grandísimo con sensores de movimiento... —empezó Parker.

—No tengo un vibrador —susurró Emily, tratando de controlar la risa ante el penoso intento de Parker de animarla en esos momentos.

—Pues entonces creo que es una serpiente de cascabel.

—¿Qué vamos a hacer?

—Rodéame la cintura con las piernas y coloca despacio los brazos alrededor de mi cuello —le indicó Parker.

—¿Por qué?

—Cariño, me encanta hablar contigo, lo sabes, pero mantener una larga conversación en una cama donde hay una serpiente venenosa no es mi idea de pasarlo bien. —Parker vio que la serpiente se desenroscaba y se acercaba, agitando el crótalo con más fuerza.

Se levantaron de la cama como una unidad y fueron a la puerta mientras Emily se agarraba con todas sus fuerzas. Lo último que vio Parker fueron los colmillos que atravesaban la sábana a meros centímetros de donde había estado la cabeza de Emily. Quien hubiera hecho esto ya se había pasado, y esperaba estar armada con sus raquetas de tenis cuando el chiflado decidiera por fin salir de su escondrijo.

—Espera aquí —ordenó Parker cuando llegaron al cuarto de estar. Tenía que intentar librarse de la serpiente antes de que esa maldita cosa se ocultara en alguna parte del piso y pusiera huevos o algo. No era probable, pero había visto demasiadas películas en habitaciones de hoteles de todo el mundo para estar dispuesta a correr el riesgo. Parker abrió su bolsa y sacó una de sus raquetas de entrenamiento.

—No puedes dejarme aquí sola, voy contigo. ¿Me prestas una raqueta? —preguntó Emily. Parker sacó otra de la bolsa y se la pasó a su sombra—. Es la primera vez que me dejas tocar una de estas cosas —dijo Emily, aferrándola con las dos manos.

—Toma nota mental para el futuro. Si hay algún bicho peligroso en la habitación, no dudes en liarte a raquetazos.

El crótalo era visible cuando volvieron a entrar en la habitación, pero por fortuna el extremo peligroso seguía enredado en las sábanas. Parker no tenía mucha experiencia con reptiles, pero quien fuese su dueño debía de haberla alimentado bien, por lo gorda que estaba. El primer golpe que le atizó Parker hizo que el cascabel se quedara casi rígido y luego se agitó de nuevo a toda velocidad. Siguió dándole golpes hasta que apareció una mancha de sangre y la maldita cosa dejó de moverse.

—Seguro que ese tal Steve Irwin haría que me dieran una paliza si hubiera visto esto —dijo Parker.

Emily se estremeció al pensar en todo el asunto, con la raqueta de Parker aferrada contra el pecho.

—¿Cómo crees que ha entrado aquí?

—¿Es que las serpientes de cascabel no son nativas de la ciudad de Nueva York? —preguntó Parker.

—Sólo en Wall Street, cariño.

—Entendido, preciosa. ¿Estás bien?

—Tengo que reconocer que debería estar más histérica por el hecho de que hubiera una serpiente en mi cama, pero tenerte conmigo ha hecho que me sienta bien. Tú haces que me sienta segura, Parker. —Emily soltó la raqueta y corrió hasta Parker para abrazarla—. Pero me espeluzna saber que alguien a quien no conocemos ha estado aquí.

—Sí, porque esa cosa era demasiado gorda para deslizarse por debajo de la puerta. Vamos a llamar a Logan para que venga y haga lo que haya que hacer y luego vamos a buscar habitación en el Plaza. A lo mejor puedo hacer que la despellejen y me hago una cinta para la cabeza para llevarla en la final.

—¿Nos vas a comprar una cama nueva? —preguntó Emily.

—No sólo, sino también un par de sillas para poder ponerme los calcetines por la mañana.

La sirena que se oyó fuera indicó el regreso de Logan junto con otro par de unidades para sacar las huellas del apartamento e interrogar a los vecinos que pudieran haber visto algo.

Las dos mujeres se marcharon en cuanto la policía terminó de hacerles preguntas y Logan les prometió que cerraría con llave al acabar. Gray, Kimmie y Gary las estaban esperando en el Plaza cuando llegó su taxi, pues querían comprobar en persona que estaban bien. Cuando por fin se quedaron solas, Parker sostuvo a Emily cuando la conmoción de lo que había sucedido se transformó en un ataque de llanto histérico.

El atacante se había acercado tanto que Parker ya no hizo más promesas. Mantener a Emily a salvo había sido lo principal para ella desde el momento en que oyó ese crótalo, y ahora las cosas no iban a cambiar. Iba a aceptar la protección policial que le había ofrecido Logan al principio, aunque sólo fuese para mantener sana y salva a la rubia que tenía en sus brazos.

—Buenos días, ¿necesitan ayudar para encontrar sus asientos? —El acomodador del Abierto parecía deseoso de escoltar a Emily y a sus acompañantes hasta el palco situado cerca de la pista. La había reconocido por la foto del periódico de la semana anterior, junto con las otras dos morenas que estaban con ella.

—Gracias, sabemos dónde están. ¿Habéis visto a Bobbie? —preguntó Emily. La final iba a comenzar al cabo de una hora y no se veía a su amiga por ninguna parte. El único que parecía fuera de lugar era Logan, que llevaba chaqueta para ocultar su arma. Se suponía que tenía que vigilar a Parker, pero la tenista le había dicho que si no se sentaba en las gradas con Emily, no podía venir. Lo único que preocupaba ahora a Emily era que estuviera tan embelesado con el partido que ni siquiera se diese cuenta si un gorila veloz se sentaba con ellos.

—Está aparcando el coche. Ese encanto nos ha dejado en la puerta diciendo que no quería que estuviéramos demasiado tiempo al descubierto —contestó Kimmie. Detrás de ella, Gray y Natasha estaban sentadas cogidas de la mano y compartiendo un bollo.

Abajo, Parker pensó en todos los juegos que le habían hecho falta para llegar a este punto. Un punto en el que se había encontrado en numerosas ocasiones para al final no conseguir su objetivo. Al otro lado del vestuario estaba sentada Lee Darnell, la desconocida que había ido subiendo por las filas hasta convertirse en la heroína del torneo. Todas las cabezas de serie que habían subestimado a la recién llegada de Texas se habían vuelto a casa desconcertadas por su nivel de juego.

Cambiando sus costumbres, Parker dejó vagar la mente pensando en otras cosas aparte del próximo partido, para intentar que se le calmara el estómago. Nunca fallaba y los nervios previos al partido le habían dado un susto a Emily esa mañana. Encontrarse a Parker vomitando en el cuarto de baño no entraba en su lista de cosas que esperarse y la piloto había tardado un rato en creerla cuando le dijo que le ocurría siempre antes de cualquier final en la que jugara.

Su amigo el encantador de serpientes había estado tranquilo desde el susto del apartamento, y Parker tenía la esperanza de que siguiera así hasta que acabara el partido. Tener a un agente de policía protegiendo a Emily era una cosa menos de la que preocuparse, de modo que se fijó en Lee Darnell para ver qué hacía.

La joven estaba sentada con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, como si estuviera aburrida y esperando un autobús. No se movió en absoluto hasta que las llamaron para calentar. El ruido de las cámaras al disparar empezó en cuanto las dos salieron del túnel. Parker dedicó un momento a mirar hacia las gradas y sonreír a Emily. Sintió un calor por dentro al abrir la bolsa y sacar una raqueta. La tensión desapareció y Parker se dispuso a jugar.

—Hago esto para agradarte, Señor.

—Perdone, ¿ha dicho algo? —preguntó la señora mayor sentada a una sola fila de distancia de la pista. El caballero sentado a su lado había estado murmurando para sus adentros desde que se había sentado.

—He dicho que el Señor esté con usted.

—Gracias. —Le sonrió y luego se puso a hablar de nuevo con su marido sobre las condiciones de Parker y sus posibilidades de ganar este año. En la pista, Parker había vuelto a su silla y sacó una toalla para secarse los ojos. Algo traído por el viento se los había irritado tanto que parpadeaba sin parar.

Fue el grito de la señora mayor lo que hizo que se volviera para ver qué le pasaba. La voz era la misma de la noche del ataque ante el restaurante.

—Muerte a los que pecan contra Dios.

El dolor y la creciente mancha de sangre sobre el blanco de su ropa de tenis ocurrieron casi simultáneamente.

Parker no perdió el tiempo y usó la toalla para apartar el extremo del cuchillo cuando el hombre lo echó hacia atrás para volver a clavárselo y así tener tiempo de coger su raqueta. La blandió y la afilada hoja cortó las cuerdas.

—¿Pero qué os pasa con mis raquetas?

Parker estaba tan concentrada en ver dónde iba a atacar con el cuchillo que no pudo ni mirarlo a la cara.

Sin hacer caso del dolor, golpeó de nuevo con la raqueta y lo alcanzó en la mandíbula, lo cual le hizo retroceder unos pasos y sacudir la cabeza como para despejársela tras el golpe. El hombre avanzó de nuevo tambaleándose, pues no quería fallar en su misión de matar a Parker. Pero ella estaba preparada, botando sobre la punta de los pies como si estuviera esperando a que un saque pasara por encima de la red. La raqueta salió lanzada de nuevo y le arrancó el cuchillo de la mano, haciéndolo girar como una peonza.

Desde el graderío, Logan bajó los escalones a la carrera antes de que el atacante tuviera otra oportunidad de herir a Parker. Las cuatro mujeres sentadas con él seguían de cerca al policía.

—Muy bien, gilipollas, esto por obligarme a salir a comprarle a mi chica una cama nueva. —El golpe echó hacia atrás la cabeza del hombre, enviándolo contra la red—. Y esto por la preocupación que le has causado a mi novia. Eso es, novia, hijo de puta. —Con gran satisfacción, Parker lo vio caer como un guiñapo inmóvil. Logan no tuvo problemas en esposarlo al bajar de un salto a la pista. El último golpe de Parker había dejado al tipo inconsciente.

El personal de seguridad llegó para ayudar a sacar al atacante de la pista y cuando le dieron la vuelta, fue Parker la que se sintió como si alguien le hubiera pegado un golpe. Había envejecido desde la última vez que lo había visto, pero el hombre atontado que empezaba a recuperar el conocimiento no se parecía al hombre que le había hecho chocolate caliente hacía ya tanto tiempo. Pero, efectivamente, era él, Daniel King, su padre.

Todo el mundo se quedó sentado en silencio cuando Parker dejó caer su raqueta y salió de la pista. Se oyó un anuncio oficial por los altavoces diciendo que el partido se retrasaría hasta que todo quedara aclarado.

Las mujeres que habían estado sentadas en el palco de Parker la vieron marchar sin volverse para mirar al hombre que la policía se estaba llevando. Kimmie y Gray lo habían reconocido en cuanto chocó con la red, pero se quedaron paralizadas al no poder creer que el hombre que era su padre quisiera asesinar a una de sus propias hijas. Gary y Nick habían bajado al vestuario para ocuparse de las heridas de Parker y ahora que el espectáculo había terminado, todas fueron a reunirse con ellos. Las hermanas de Parker habían estado a punto de incumplir su promesa de mantener a Emily a salvo a toda costa cuando vieron la sangre sobre la blanca camiseta. Ahora estaban más preocupadas por el estado mental de su hermana pequeña que por la herida.

El médico roció el costado de Parker con un anestésico para poder coser el corte, que seguía sangrando. Parker miró a su entrenador y al compañero de éste con una expresión que sólo se podía describir como afligida.

—Ha sido él, tíos, mi padre era la persona que ha enviado todas esas cartas.

Recordó entonces por qué la caligrafía le resultaba tan familiar. Todas las Navidades, Parker lo veía sacar esa pluma especial y meterla metódicamente en el tintero de su escritorio para escribir los sobres de las tarjetas.

—Parker, tienes que pensar que está enfermo y no sabía lo que hacía —dijo Nick.

—Usaba esa misma letra adornada para escribir las tarjetas de felicitación en Navidad. Era el único momento en que se tomaba la molestia de asegurarse de que cada letra de cada nombre era perfecta. Supongo que también le ha venido bien para enviar amenazas de muerte.

—Intenta no pensar en eso ahora, Park. Podemos salir de aquí y dejarlo todo atrás, agradecidos al saber que ya no puede volver a hacerte daño. —Gary se arrodilló a su lado, deseando únicamente meterla en un avión de vuelta a casa. El único lugar donde sabía que se curaría.

—Tengo que jugar un partido, entrenador, y tengo toda la intención de jugarlo. Ese fanático santurrón no me va a quitar esto también. Ayer puso esa puñetera serpiente en la cama de Emily y no le pienso perdonar lo que podría haberle ocurrido. Mi madre y él pueden pudrirse tranquilamente, después de esto ya no hay vuelta de hoja.

—Parker, ¿estás bien? —Emily se quedó un poco apartada, pues no sabía si Parker estaba preparada para ver a nadie, incluida una novia nueva. No dudó en coger la mano que le ofreció Parker como invitación.

—Estoy bien, cariño. ¿Quieres sentarte conmigo mientras me ponen un parche?

—¿Tu vida siempre está tan llena de acción? —Ahora le tocaba a Emily intentar animar a Parker.

—Sólo en las grandes ciudades. En casa, Abby y yo solemos quedarnos sentados aullando a la luna para entretenernos.

—Eso me parece curiosamente maravilloso. ¿Estás lista para volver a casa?

—Te prometí la custodia conjunta de este trofeo y siempre intento cumplir mis promesas. Echa un vistazo y dime si la Tarántula de Texas parece segura de su victoria.

Emily miró por encima del hombro de Parker y vio a la rubia sentada con los ojos cerrados y una sonrisa en la cara.

—Es como si ya ni hiciera falta que juegues, porque lo tiene todo bien atado.

—Todo listo, señorita King. —El médico terminó de dar cinco pulcros puntos y le puso un vendaje compresivo para impedir que se saltaran si decidía jugar.

—¿Estás segura de esto? No quiero que te hagas más daño del que ya te has hecho —dijo Emily mirando el costado de Parker.

—Em, esa gente de ahí fuera ha pagado para ver buen tenis, no las escenitas de mis problemas familiares, así que eso es lo que tengo pensado darles. O al menos, les daré un partido completo. Puede que no juegue con mi finura de costumbre.

—¿Finura? —preguntó Emily, a punto de echarse a reír—. No es que no seas fina en otros aspectos de tu vida, cielo, pero jugar al tenis no entra en esa categoría.

—Está bien, soy la vaca burra bocazas del tenis femenino, denúnciame.

—Pues la verdad es que preferiría... —Emily terminó el resto de la frase susurrando al oído de Parker. El fuerte bronceado de ésta no logró disimular el rubor que le inundó la cara, y echó una mirada aviesa a Lee.

—Vamos, Darnell, a machacar.

—Me alegro de que estés dispuesta a colaborar con tanta elegancia, chata, porque eso es exactamente lo que tengo planeado hacer contigo.

Cuando Lee terminó de hablar, Kimmie, Gray y Natasha tuvieron que hacer un esfuerzo conjunto para sacar a Emily del vestuario.

—Bueno, aficionados al deporte, si no aparecen más locos corriendo por las gradas con instrumentos cortantes, creo que ya estamos preparados para jugar al tenis —dijo el comentarista cuando la cámara enfocó a Parker sentada en la banda bebiendo una botella de agua. Lo que la cámara no mostraba era el caos que tenía dentro de la cabeza.

Gray King se levantó y clavó una mirada fulminante en la cabina, cortando cualquier otro comentario chistoso que tuviera en mente el locutor. Luego se volvió hacia Emily y le ofreció unos cacahuetes.

—Pruébalos, saben mucho mejor que las uñas.

—No lo puedo evitar, estoy nerviosa por ella.

—Créeme, chica, ella ya está suficientemente nerviosa por las dos. Éste es el año de Park, Em, lo noto.

—Servicio, señorita King.

Parker fue a la línea de saque y esperó a que le lanzaran las pelotas. Tomó aliento con fuerza y lo soltó despacio, dejando caer los hombros en un esfuerzo por relajarse.

Gary y Nick aguantaron la respiración cuando lanzó la pelota al aire preparándose para enviarla por encima de la red. Este saque les daría una idea de la potencia que todavía le quedaba a Parker, teniendo en cuenta que ahora tenía dos cortes en el tronco. Debía de haber usado todas las técnicas de meditación que había aprendido en su corta vida, porque a los dos hombres les pareció ver briznas de pelusa de la bola al entrar en contacto con la raqueta.

—Quince a nada. —El juez de silla señaló el lado de Parker y esperó a que el siguiente saque pasara por encima de la red. Las jugadoras tuvieron que esperar un par de minutos a que la gente se calmara. Por mucho que apreciaran a Lee por su esfuerzo para llegar a la final, ahora que el partido estaba en marcha, su lealtad estaba firmemente atrincherada en el lado de la red correspondiente a Parker.

Todavía se estaba disputando el tercer juego del primer set cuando Logan regresó a su asiento. Se había quitado la chaqueta y parecía un aficionado cualquiera que había venido para disfrutar del tenis. Después de meter al señor King en un coche patrulla, había colocado agentes de uniforme por las gradas para vigilar por si aparecía algún otro fan problemático.

—¿Cómo va? —preguntó.

—Ha ganado el primer juego y ha estado a punto de romper en el segundo, pero Lee ha aguantado. —Emily dejó de hablar en cuanto Parker volvió a poner la pelota en juego. Se quedó en la línea de saque e hizo correr a Lee por toda la pista con la colocación de la bola.

—Cuarenta a nada. —El juez de silla señaló de nuevo el lado de Parker. Ese servicio fue seguido de un saque directo que ganó el juego. El primer set terminó en menos de cincuenta minutos, y Parker parecía tener buen aspecto para las personas que la miraban y la querían. Gary observó su cara por si veía alguna indicación de debilidad o dolor, pero se quedó sorprendido al ver solamente la habitual cara de partido de Parker.

Ocurrió en el tercer juego del segundo set. Parker había ganado los dos primeros y Lee empezaba a sentir la fatiga de correr y del calor. En una persecución desesperada para alcanzar una bola que Parker había enviado en una dirección que no se esperaba, Lee le devolvió un globo alto. Cuando Parker se estiró para lanzar un mate, casi oyó los puntos que se saltaban y el dolor fue instantáneo. La pelota cayó dentro de la línea de fondo marcando el punto para Lee, seguida de la raqueta de Parker.

—¿Señorita King? —preguntó el juez de línea cuando hizo una mueca de dolor al agacharse para recoger la raqueta.

—Estoy bien.

—Treinta a quince —se anunció el marcador, que daba la ventaja a Parker, pero ahora Lee había descubierto su punto débil.

Los globos empezaron a llegar con más frecuencia y a Parker le costaba cada vez más lograr pasar la pelota por encima de la red, fuera cual fuese el ángulo desde el que golpeara, por lo que perdió el segundo set en menos tiempo del que había tardado Lee en perder el primero.

Estaban empatadas a seis juegos en el tercero cuando Parker tuvo por fin que pedir tiempo. Los estirones constantes se habían cobrado su precio y el vendaje ya no podía retener la sangre. Lo único bueno de toda la situación era que el médico que le había dado los puntos la estaba esperando nada más entrar en el túnel, tal y como había pedido ella. Parker se quitó la camiseta con una mueca de dolor sólo por ese movimiento.

—Hágame un apaño para que dure por lo menos diez saques más.

—Señorita King...

—Llámeme Parker, y no quiero saber lo mal que está, arréglelo. Tiene trece minutos hasta que tenga que renunciar al partido.

El hombre se puso a trabajar, admirando a Parker por su forma de quedarse sentada en el túnel sin un solo gesto de dolor a pesar de lo que él le hacía. Antes de ponerle otro vendaje compresivo, roció la zona con una cantidad masiva de anestésico. No duraría mucho, pero podría aliviar lo suficiente a Parker para que pudiera alcanzar algunos de esos golpes baratos que le había estado lanzando Lee. El médico pensaba que un solo globo más y la tejana debería temer por su vida, dado el talante del público.

—Señorita King, ¿está preparada para seguir jugando?

—Sí, señor.

El hombre de la silla volvió a ajustar el micrófono en su sitio e indicó que el tiempo había acabado.

—Desempate para el partido, la señorita King sirve primero.

Parker miró a las gradas y buscó a Emily antes de hacer el menor amago de servir. La rubia se levantó para que la viera más fácilmente y sonrió cuando sus ojos se encontraron. Emily se puso las manos sobre el corazón y asintió, haciendo sonreír también a Parker. Ésta se dio unos golpecitos en el corazón con la punta de los dedos y le pareció oír un suspiro colectivo por parte del público.

El primer saque pasó por encima de la red y Parker se llevó una sorpresa al descubrir lo poco que le dolía el costado de repente. Lee restó con un revés y empezó el juego de volea. Estuvieron lanzándose la pelota con golpes fuertes y bastante claros, sin grandes florituras, durante unos doce pases. A la primera oportunidad, Lee envió un globo alto por encima de la red. Parker lo calculó y se quedó esperando el momento adecuado.

—Punto, señorita King.

Parker había lanzado un mate que estuvo a punto de alcanzar directamente a Lee Darnell. Si la chica iba a ganar, lo haría jugando al tenis, no a base de explotar las heridas de Parker.

Durante quince minutos, el público asistente y el que estaba en casa vieron la clase de tenis que habían acudido a ver mientras ambas mujeres combatían para hacerse con el dominio. El trofeo y el título estaban a un golpe de distancia.

—Ventaja, señorita King, punto de partido.

Parker había esperado una vida entera para oír esas palabras. El público estaba igual de excitado, de pie y entonando su cántico de "Kong". Ante ellos estaba una auténtica campeona que había hecho un esfuerzo ímprobo para volver a meterse en el partido. Tenía sangre en la camiseta, estaba cubierta de sudor y en las gradas Emily ponía las lágrimas.

—Silencio, por favor.

Parker sacó y lanzó la bola por encima de la red y Lee salió disparada para intentar alcanzarla. Su única salvación fue que la línea de sensores pitó y la bola fue declarada fuera. Ahora Lee sólo tenía que tirarse encima del segundo servicio, tradicionalmente más lento, y devolver el juego a iguales.

—Fuera —gritó el juez de línea seguido de:

—Segundo servicio —por parte del juez de silla.

Lo único que se le pasó a Parker por la mente antes de volver a sacar era que ya era hora de volver a casa. Oía las olas chocando con los pilones de debajo de la pista de su casa y estaba deseando echar un partido por la tarde en el que no se jugara tanto con el resultado.

—Silencio, por favor.

Nadie se quedó más petrificado que Lee Darnell cuando el segundo saque la pasó volando a mayor velocidad que el primero. Casi quiso decir que no estaba preparada y que quería volver a jugar el punto, pero ya era demasiado tarde, éste era el año en que Parker tenía que ganar el Grand Slam.

—Juego, set y partido, señorita King.

La pista central del estadio estalló con los flashes de las cámaras mientras Parker levantaba el trofeo por encima de la cabeza y daba una vuelta completa a la pista. Se detuvo al llegar ante Emily y su familia para que pudieran compartir la victoria. Parker sabía que esto no lo había logrado sola y que las personas que le sonreían tenían gran parte del mérito y también se merecían sus momentos de triunfo.

—Menudo mesecito, ¿eh? —dijo Gary mientras esperaban sentados en el aeropuerto a que anunciaran su avión.

—Ha salido bien, así que los problemas han valido la pena. —Parker se rascó alrededor del primer corte, que ya estaba casi curado. Las emociones sentidas al saber quién lo había hecho y por qué tardarían más, pero eso también se resolvería con el tiempo.

Daniel King había sido ingresado en un hospital estatal hasta que se le considerara capacitado para someterse a juicio por los dos ataques contra Parker. Con las protestas de Gary y sus hermanas, Parker había hecho una declaración ante el abogado de Gail sobre su participación en el melodrama en que se había convertido el torneo. Parker esperaba que Gail saliera de la botella el tiempo suficiente para conseguir la ayuda que necesitaba.

—Señorita King, si lo desea, sus amigos y usted pueden embarcar antes. —La empleada de Virgin sonrió a las dos únicas personas sentadas en la sala VIP y se ofreció a llevarles las bolsas. Nick había ido a comprar unas revistas para el vuelo a Miami y estaba igual de deseoso de volver a Press Cove—. Enhorabuena por su victoria de esta tarde.

—Gracias. —Parker siguió a la menuda morena por la puerta, pensando que Emily debía de haber llamado para asegurarse de que los trataban bien. La piloto se iba a reunir con ella en Florida dentro de unos días para poder decidir su futuro juntas.

Parker tuvo una sensación de déjà vu cuando doblaron la esquina y vieron a la tripulación esperándolos para saludarlos.

—Bienvenida a bordo, señorita King, espero que disfrute de su vuelo, y enhorabuena por su triunfo. —Era lo mismo que le había dicho Emily el día en que se conocieron.

—Sí, sí, pero si me quieres de verdad... —empezó a decir Parker.

Emily estrechó los ojos e intentó parecer enfadada.

—¿Haré qué?

—Esto. —Parker soltó su bolsa y se acercó a la piloto. La tripulación y Gary se quedaron mirando mientras se besaban y abrazaban, ninguna de las dos dispuesta a parar la primera. Cuando la falta de aire se convirtió en un problema, Parker se apartó y miró a su cara preferida—. Aunque un sándwich de ensalada de pollo y un chocolate caliente me sentarían muy bien.

—Tú ve a sentarte, listilla, que yo voy a llevar este avión hasta casa.

Epílogo

Casi un año después, el apartamento de Emily estaba amueblado y se reservaba para las ocasiones en que estaban en la ciudad, pero la piloto había decidido mudarse a vivir con Parker en Florida. Vivir con la tenista fue la decisión más fácil que había tomado en su vida, y nunca echaba de menos la vida que había dejado en Nueva York. La Virgin le había facilitado la transición, permitiéndole cambiar su centro de salidas a Miami.

A Parker le gustaba cocinar, leer y dar paseos por la playa con ella. Si fuese más perfecta, Emily juraría que Parker era como vivir con un anuncio de contactos personales. Se quedó mirando por la ventana de la cocina mientras Gary y Natasha hacían trabajar a su amante para prepararla para Wimbledon.

Emily apagó el horno y sacó el asado que había estado dorando antes de salir por la puerta.

—Si entras ahí y te acercas a esa bandeja, yo misma te llevo a la perrera, señorito, y me vuelvo con un gato —amenazó a Abby.

El perro se tapó los ojos con una pata y gimoteó, haciendo su mejor número de inocencia.

—No me pongas esa cara de "¿quién, yo?", Abby King. En eso eres igualito que tu mamá, así que no me lo trago.

El perro siguió a Emily hasta la pista, agitando la cola ante la posibilidad de perseguir bolas de tenis. Parker lanzó una por encima de la valla en su dirección y Abby se sintió en el paraíso perruno.

—Ya os podéis ir a casa, colegas, ha llegado la jefa para su lección de tenis —les dijo Parker a Gary y Natasha.

—¿Podemos despedirnos de ella primero? —preguntó Gary.

—Que sea rápido. Es más mona que vosotros y la he echado de menos teniendo que estar todo el día aquí fuera con vosotros dos.

Emily se echó a reír y saludó agitando la mano a los dos amigos que se iban. Saber que estarían allí para cuidar de Parker hasta que ella pudiera ir a Inglaterra era un consuelo. El desconsuelo era pensar en todas esas noches en las que tendría que dormir sola cuando Parker se fuera.

—¿No estás demasiado cansada?

—Qué va, nunca estoy demasiado cansada para ti, Em. ¿Qué tal si echamos un partido con incentivos para la lección de hoy?

—¿Un partido de tenis con incentivos?

—Sí, te quitas una prenda de ropa por cada punto que pierdas. —Parker meneó las cejas con la propuesta.

—¿Quieres que juegue al strip tenis con la jugadora número uno del mundo?

—Mm, sí. Venga, será divertido, y te dejo sacar a ti primero.

—Oh, seguro que así gano. —Emily cogió la raqueta que le tendía Parker y fue a la línea de saque. Cuando Parker estuvo preparada, Emily intentó recordar todo lo que había aprendido sobre el servicio. Abby ladró detrás de Emily y la bola salió volando en un ángulo extraño cuando intentó golpearla—. Silencio en el gallinero, que no es que me esté guardando ases en la manga.

Emily lo intentó de nuevo y Parker, fiel a su palabra, ralentizó mucho su juego. Así y todo, Parker ganó el primer punto. Con exagerada lentitud, Emily se quitó la camiseta y la lanzó hacia atrás. Cuando apenas había tocado el suelo, Abby salió corriendo con ella. La piloto botó la siguiente pelota más tiempo de lo normal cuando los ojos de Parker se quedaron clavados en el sujetador de seda verde oscuro que llevaba.

Con el siguiente golpe, Parker se olvidó y devolvió la pelota con tanta fuerza que Emily ni siquiera intentó alcanzarla y se limitó a quitarse los pantalones cortos.

—¿Puedes venir aquí, por favor? —preguntó Parker junto a la red. Las bragas a juego eran demasiado para ella y ni se planteó concentrarse en el partido.

—¿Te das por vencida?

—Me rindo, cariño. —Parker levantó a Emily por encima de la red y la besó. Emily rodeó la esbelta cintura con las piernas cuando Parker salió de la pista y se dirigió al borde del agua. Bajó a Emily el tiempo suficiente para que las dos pudieran quitarse toda la ropa y luego se adentró en el mar. El agua todavía estaba algo fría, pero al estar pegadas, Emily se sentía estupendamente.

—Te quiero —dijo Emily. Era muy fácil decirle esto a Parker.

—Yo también te quiero. ¿Te gusta vivir aquí?

—Me encanta vivir aquí. Estoy contigo y nuestro perro se pasa la vida enterrando mi ropa. ¿Cómo no me va a encantar?

—Entierra tus cosas para que estén a salvo, eso quiere decir que le gustas —dijo Parker y luego besó a Emily en el cuello.

—¿Y tú qué, te gusto?

—Más que eso, cariño. ¿Qué te parece si te llevo dentro y te demuestro hasta qué punto?

Los pies de Emily no llegaron a tocar la arena cuando Parker se encaminó hacia la puerta de atrás. Parker había comprobado la casa más próxima esa mañana para asegurarse de que seguía libre de inquilinos, pues no quería que Emily se disgustara por unos vecinos cotillas.

La decoración de la casa había cambiado un poco a lo largo de los meses que Emily había dedicado a convertirla en un hogar para las dos. Mezcladas con las fotos de los torneos había fotos de la familia de Emily, cuya madre se las había dado en una de sus numerosas visitas. Lucia Parish y Parker tenían una relación estupenda, para gran alivio de Emily. Su madre le había confesado la noche en que conoció a Parker que nunca le había gustado la forma de tratarse que tenían Emily y Gail. Con Parker, el mundo entero podía ver lo que sentía por Emily.

Era la mirada que ahora recibía Emily al ser depositada en la cama por el alma tierna que la había llevado dentro. Parker la tocaba con tanto deseo que Emily nunca sentía que lo hacía por obligación, sólo por amor, y cuanto más la tocaba Parker, más la deseaba.

—Eres tan guapa —dijo Parker. Se tumbó al lado de Emily y subió la mano desde la cadera de Emily hasta cogerle un pecho. El pezón se arrugó de inmediato bajo su palma y a Parker le encantó el gemido que acompañó al movimiento. Parker sustituyó la mano por los labios y chupó el botón rosa claro.

—Me encanta que hagas eso. —Las manos de Emily sujetaron la cabeza de Parker en el sitio por si no sabía a qué se refería. La succión aumentó al tiempo que las manos de Parker regresaban a su cuerpo—. Déjame sentirte, amor —le pidió Emily.

Parker se movió hasta colocarse encima de Emily, aguantando casi todo su peso sobre los codos. Le encantaba esta postura porque permitía el contacto con cada centímetro de piel. Emily se quedó quieta un momento, disfrutando de la misma sensación, y luego trasladó las manos al pelo de Parker para bajarla y besarla.

—Hazme el amor —dijo Emily, abriendo más las piernas para pegar más a ella el cuerpo más grande. Parker notó las manos de Emily por su espalda al tiempo que sus propias manos se dirigían al centro de Emily. Tuvo que levantar un poco las caderas para alcanzar el punto donde la deseaba Emily y al hacerlo, dejó espacio suficiente para que Emily la tocara a su vez.

Ambos centros estaban húmedos y ambas mujeres estaban listas, por lo que no tardaron mucho. Emily notó el crescendo alimentado por los gruñidos de Parker en su oreja. A Emily nunca dejaba de asombrarle que con Parker, hacer el amor era tan excitante como la primera vez. Incluso en días como éste en que el final las sorprendía antes de lo que querían, Emily se sentía adorada en el momento en que Parker se ponía rígida encima de ella para convertirse a continuación en un montón de gelatina gigante.

—Si es así como aprendiste a jugar al tenis, no me lo digas, ¿vale?

—¿No te gustan mis métodos de enseñanza?

—No he dicho eso, cielo, es que no quiero saber dónde aprendiste ese método, Romeo. Y mucho menos de quién lo aprendiste, ¿entendido?

—Entendido.

—¿Tienes hambre?

—Has cocinado tú, así que voy yo y lo traigo aquí, ¿qué te parece? —preguntó Parker.

—Me parece que te quedarás allí comiéndote el asado directamente de la bandeja mientras yo me quedo aquí muriéndome de hambre.

Emily besó a Parker en la frente y luego salió rodando de la cama y alargó la mano para ayudar a levantarse a la mole inerte.

Emily seguía riendo por las payasadas de Parker cuando entraron en la cocina para comer, y en ese momento advirtió dos cosas. A Abby allí sentado con aire de querer silbar si pudiera hacerlo y la mitad del asado desaparecida. El perro abrió mucho los ojos y sacudió la cabeza cuando Emily lo fulminó con la mirada.

—¿Qué ha pasado con mi cena? —quiso saber Emily. Le costó mantener la cara seria cuando Abby levantó una pata y señaló a Parker.

—Ni hablar, colega, acaba de hacer una inspección detallada de mi boca.

Como había aprendido de los errores de su ama en lo tocante a disgustar a Emily, Abby bajó la pata y retrocedió despacio hacia la puerta. Salió corriendo cuando estuvo seguro de que no lograría alcanzarlo antes de que él pasara por la puerta para perros.

—Te juro que os separaron al nacer. ¿Qué voy a hacer con vosotros? —Emily se volvió y rodeó la cintura de Parker con los brazos. Más tarde le diría a Abby que la cena de ellas seguía en el horno. El asado extra de la cocina había sido para él desde el principio.

—Podrías quedarte con nosotros.

—Oh, ya lo creo que me quedo contigo y con Abby, por eso no te preocupes. Quiero sentarme junto al fuego, comer asado y escucharte mientras me lees un poema.

A Parker le costó controlar la sonrisa al estrechar más a Emily.

—Pues sí que es fácil darte gusto. —Parker llevó en brazos a Emily a la biblioteca y la sentó en uno de los cómodos sofás mientras ella preparaba una bandeja para llevarla allí.

El fuego ardía alegremente cuando Parker volvió y se encontró a Emily mirándolo tan profundamente que le dio mucha rabia distraerla.

—Tenemos fuego, vino y un buen banquete —dijo Parker.

—Yo sólo te necesito a ti.

—Pues me tienes, tesoro.

—Léeme algo. —Emily se quedó mirando a Parker cuando ésta llevó rodando la escalera hasta una sección del fondo y subió por ella para alcanzar el estante de arriba del todo. Parker sacó una antigua edición encuadernada en cuero con desvaídas letras doradas en la cubierta y cuando la abrió, las páginas casi parecían translúcidas.

¿Te debo comparar con un día de verano?

Tú posees más belleza y suavidad.

Los ásperos vientos agitan los tiernos brotes de mayo

Y la vida del verano expira demasiado pronto.

A veces el ojo del cielo brilla demasiado ardiente

Y a menudo se opaca su tez dorada:

Y todo lo bello a veces declina,

Por azar o por el mudable curso indómito de la naturaleza.

Pero tu eterno verano no decaerá,

Ni perderás la belleza que posees,

Ni la muerte se jactará de que caminas a su sombra,

Cuando crezcas en versos eternos dedicados al tiempo.

Mientras el hombre respire o los ojos vean,

Esto vivirá y esto te dará vida.

La voz de Parker se apagó hasta desaparecer con la palabra "vida", y Emily se quedó sentada, habiendo olvidado la comida, escuchando lo que había seleccionado. Por alguna razón, el soneto hizo que se le saltaran las lágrimas, y Parker se las secó.

—Si te va a hacer llorar, no volveré a leerte sonetos de amor.

—Lloro porque me amas tanto que te arrodillas aquí y lo haces por mí. —Emily se secó las lágrimas que se le habían escapado de los ojos.

—En realidad estoy de rodillas por otra razón —dijo Parker.

—¿Cuál?

—Que Abby quería venir a pedirte perdón por lo del asado y se me ha ocurrido ablandarte para allanarle el camino.

Emily se echó hacia delante y acarició el labio superior de Parker con el dedo.

—Va a hacer falta que me leas muchas cosas más de este libro para lograrlo, Shakespeare.

Parker chasqueó los dedos y Abby entró corriendo por la puerta y se detuvo al lado de su ama. Llevaba una cestita en la boca y alargó una pata para que Emily se la estrechara.

—Emily, Abby y yo te queremos y deseábamos darte una cosa para demostrarte lo importante que eres para nosotros. Si fuese poeta, esto sería mucho más elocuente, pero lo intentaré. ¿Quieres darme la oportunidad de hacerte feliz durante el resto de tu vida? Te prometo que si dices que sí, jamás pasará un solo momento de tu vida en el que no sientas que eres el centro de mi universo. Te amo y seguiré amándote hasta que no me quede aliento en el cuerpo.

El perro depositó la cesta en el regazo de Emily, puso la pata al lado para que mirara dentro y soltó un gañido suave para contribuir a la proposición.

Emily se echó a llorar de nuevo al ver la caja de un anillo colocada en la paja de dentro.

—Sí.

—¿Ese sí es para mí o para el perro?

—Para los dos, tontorrona, ya sé yo que venís unidos. —Emily se echó hacia delante para sellar el acuerdo con un beso antes de que a Parker se le ocurriera cambiar de idea. Sintió que estaba en casa por primera vez desde que se lanzó a vivir por su cuenta, y Parker le daba la libertad de albergar esperanzas para el futuro.

—¿Brindamos? —propuso Parker. Emily se echó a reír cuando Parker cogió dos tazas de la bandeja que había traído. El chocolate caliente era el único recuerdo que Parker había decidido conservar de su padre.

No necesitaron decir nada más al entrechocar las tazas y beber un sorbo del líquido caliente y casi aterciopelado. Emily se apoyó en un hombro fuerte y dio gracias de que Parker viviera su vida eligiendo el camino menos transitado. Al final había llevado a la tenista hasta su puerta y allí, Emily juró que Parker siempre encontraría el amor que se merecía. Esto sólo era el comienzo.

FIN

Autor: Ali Vali

Copyright de la traducción: Atalía (c) 2004