Juegos y violencia

Ella recuerda que, al final, consintió en el perverso juego y repasa, paso a paso, aquellas palabras y los efectos que provocaban en su cuerpo.

JUEGOS Y VIOLENCIA

Era un martes y trece pero también una hermosa mañana del mes de mayo. Había quedado a las once con una amiga para ir a estudiar juntas en la biblioteca de la facultad y la estaba esperando, sentada en mi coche, en el sitio convenido. Llevaba ya quince minutos de demora cuando se abrió la puerta contraria a la mía y se dispuso a entrar, con rapidez, un chico al que no conocía. Iba a informarle de su supuesta equivocación cuando alguien tocó el brazo que tenía apoyado en mi ventana y dijo "cállate y déjanos pasar". "Pero qué pasa, qué queréis" acerté a preguntar. Y repitieron: "calla y no te pasará nada" mientras el que ya estaba sentado a mi lado me enseñaba una pequeña navaja.

Una vez sentados me indicaron la dirección que debía tomar. Yo estaba temblando pero acerté a conducir mientras les preguntaba una y otra vez qué querían aunque me empecé a temer lo peor por la forma como me miraban, cada vez más descarada y nerviosa. La dirección que me hicieron tomar nos llevaba ya por la carretera que bordea los montes del Pardo. Cuando me indicaron que entrara despacio por un camino el coche me empezó a dar tirones hasta que se paró. "Qué pasa ¿estás ya temblando? Eso es bueno porque te pone la piel tersa y los flujos te bajan". Me volví al que había hablado, que estaba detrás, y le dije que me cagaba en su puta madre . Yo misma me asusté pero él me cogió de los pelos y me dijo al oído: "Te vamos a violar y tu vas a colaborar en el juego que empieza ahora". Me estaba además pinchando con algo y continuó:

Es un doble placer forzar a una burguesita linda como tú. Porque estás muy buena y se nota que te vistes así para que te miren y deseen ¿no? Entonces plantéate si no has sido tu la que has provocado el juego. Un juego que te va a gustar y que consiste en descubrir y explotar tus gustos más íntimos.

No estaba para ponerme a discutir el cinismo de un violador (¿pero de verdad me iban a violar? ¿a mí?) dispuesto a justificar sus acciones. Por eso, me conformé con enviarle una mirada de desprecio hasta que comenzó otra vez su juego:

-¿Tienes novio?.

No contesté y él acentuó el tirón de pelo.

Contesta cuando te hablo.

No - respondí -.

Pues tienes cara de gustarte mucho el sexo, así es que o alguien te folla o estás en una mala racha y te contentas con masturbarte – insistió.

Claro que me gustaba el sexo, quizás como al que más del resto del mundo, pero no sabía si era mejor contestar o no. Como el miedo me estaba bloqueando negué con la cabeza pero la verdad es que estaba en una de esas fases que te sientes deseada, coqueteas con todos y disfrutas poniéndolos nerviosos. Y también, me masturbaba con frecuencia.

Esta conversación, si se puede llamar así, ocurría cerca de la carretera, con el coche calado desde que los nervios me empezaron a traicionar. Para reiniciar la marcha, uno de ellos se puso al volante, por lo que me hicieron bajar y sentarme a su lado. El otro se mantuvo en el asiento de detrás y desde allí me preguntó por qué iba tan corta y con tanto escote. Y luego añadió en un tono más íntimo e irónico: "si querías causar impresión deberías haber salido sin sujetador" . (Era verdad que iba con ropa ajustada y corta pero no sé por qué la había elegido: quizás porque el día era muy bonito y empezaba a hacer mucho calor .... aunque no tenía tanto escote, llevaba sencillamente una camiseta ceñida con el cuello algo más abierto que lo normal. Pero ni siquiera se me pasó por la cabeza ir sin sujetador a la biblioteca de la facultad). Yo no contesté pero empecé a comprender que el que hablaba era inteligente y peligroso mientras el otro, que conducía a mi lado en silencio y parecía su secuaz, era más primario aunque no sabía si más o menos violento. Mientras tanto el coche seguía avanzando despacio por un camino rodeado de pinos en dirección a una valla de piedra que parecía ser el destino final. Y yo me puse a llorar de miedo.

Escucha –me dijo al oído el que estaba detrás en un tono frío pero que quería ser tranquilizador- la vida ofrece algunas experiencias agridulces que deben incorporarse sin angustia. Te vamos a follar pero no te preocupes: será voluntariamente, porque antes de media hora nos lo vas a pedir.

Me pareció un hijo de puta y un chulo o un enfermo pero sólo le pregunté " ¿Y si no os lo pido?"

Ya veremos – dijo- pero tenemos suficiente experiencia como para calentar el cuerpo de una pijita como tú. Y para nublarte la razón hasta que olvides tus principios, si es que los tienes . Después, tu misma sacarás la putita que llevas dentro. De momento sal y ponte recostada de espaldas contra esa pared para que te miremos .

Yo salí aliviada por la oportunidad que me daban de alejarme de ellos que, mientras, se sentaban en el suelo descansando su espalda en el coche, que estaba aparcado a dos metros de la valla de piedra donde me debía apoyar. Estaba entonces dispuesta a dejar que dijeran lo que quisieran siempre que no se volvieran a acercar a mí. Me creía con la suficiente experiencia como para resistir sus juegos verbales. Les miré de frente por primera vez y observé que, al fin y al cabo, uno de ellos, el que hablaba menos, tendría mi edad, veintipocos años, y el otro unos diez años más. Me coloqué contra el muro de piedra, en la postura que habían ordenado y noté cómo recorrían mi cuerpo con su mirada, desde abajo, regodeándose con provocación, mientras el deseo iba creciendo en ellos.

Para mi gusto, eres un poco pequeña pero estás muy buena - dijo el silencioso.

Apoya el pié en la pared– añadió el jefe .

Era evidente que les excitaba jugar al mirón y que, si les hacía caso, el movimiento de mi pierna les permitiría otear, desde donde estaban, mis muslos al completo y casi el comienzo de mis bragas. A pesar de ello decidí no arrugarme y apoyé el pié en la pared mientras les llamaba enfermos. "¿Quieres que te demos o vas a estar calladita?. Seguro que llevas ropa interior blanca para que no se trasparente. ¿Por qué no te quitas el sujetador? Queremos entrever las formas de tus tetas". Decidí hacerlo rápidamente para que no vieran nada y quitar el morbo a la situación. Después se lo tiré con rabia. "¿Te das cuenta que ya tienes los pezones duros?" - volvió a hablar el que identificaba como el jefe . Miré asustada y comprobé que tenía razón y que destacaban sobre la tela de mi camiseta. Eso me puso otra vez nerviosa. Les miré a los ojos esperando la siguiente orden y vi como el otro, el callado, se estaba bajando la cremallera de sus pantalones y frotando el sujetador en sus partes, que no llegué a ver.

Por la expresión de tu cara se nota que estás acostumbrada a que te miren con deseo y con descaro. Y que te gusta. Esta situación te está poniendo nerviosa y te excita, aunque lo quieras evitar. Y seguro que te excita también que te digan cosas guarras: ¿cómo te gustan las pollas, gordas, no? Seguro que eres de esas que les gusta tocarlas y disfrutarlas por anticipado, antes de sentirlas dentro del coño. ¿Cómo te gusta que te lo hagan: poco a poco, disfrutando primero la punta sólo, o que te la coloquen de golpe hasta el final?. Seguro que más de una vez te has masturbado imaginando que te follaba un desconocido en un pinar como éste y en un día tan caluroso como hoy. ¿No?. Intuyo que voy acertando tus vicios y que ya empiezas a tener miedo de la respuesta de tu cuerpo a nuestros juegos. No creo que tardes mucho en empezar a mojarte y desear que te toquemos.

Empezaba a entender "su juego" pero no creía estar excitándome aunque era verdad que me afectaban esas frases. Sobre todo, estaba turbada y muy nerviosa porque no sabía como iba a continuar. Miraba a un lado y a otro para ver si podía escapar. Quizás para evitarlo, me dijeron que intercambiáramos los puestos, que ellos se apoyarían en la pared y que yo me sentara en el coche con la puerta abierta y las piernas fuera. Y que me echara un poco para atrás y me levantara lo suficiente la falda para que mis bragas y mi coñito estuvieran expuestos al sol. Y a sus ojos. Aunque la postura resultaba provocadora hice lo que me decían porque se mantenían lejos de mí y eso era lo menos malo en aquellas circunstancias. Sólo tenía miedo de que me pegaran. Todavía me veía entera y lo suficientemente experta para evitar que su estúpido juego pudiera afectarme. Pero, nada más colocarme en esa posición, crucé una mirada con el otro, el más silencioso, que se exhibía caliente mientras masajeaba muy despacio su aparato, que miré por primera vez y que reconozco me pareció muy grande, con un color rojo intenso. Y que sólo dijo: "abre más las piernas para que notemos cuando mojas tus braguitas".

El sol calentaba como si ya fuera verano y lo sentí enseguida en mis muslos al aire. Y en mis bragas. La mirada del jefe era de dominio y eso me producía inquietud y la del otro de estar sencillamente a punto de irse . El jefe dijo que, si quería, podía ayudar a su amigo pasándole un dedito, "sólo un dedito" –añadió- por la punta de la polla y que seguro que eso sería suficiente para que se corriera . Y añadió, en forma de pregunta , "si no se sentía alagada una pija como yo por excitar así a alguien sólo mostrándome tan descarada". Al oír llamarme pija y descarada cerré las piernas y entonces el jefe se dirigió muy despacio a la puerta del coche que estaba a mis espaldas, se sentó detrás de mí y sin rozarme me dijo al oído, muy bajito: "No te enfades que es un juego, ya te lo he dicho. Vuelve a ponerte descarada para mi amigo, verás como se corre antes de un minuto. Sobre todo cuando vea que estás empezando a mojar tus braguitas, algo que ya debe estar pasando a juzgar por cómo tienes la piel y los pezones". Yo no sabía qué hacer, mi corazón latía con fuerza al sentirle detrás y comprobar que mis pechos estaban hinchados pero no abrí mis muslos para no seguir su juego. Entonces añadió: "Está bien. Vamos a ver como responde tu piel a una suave cosquilla. Levanta los dos brazos". Y después de levantármelos él mismo y apoyarlos en el techo del coche, me comenzó a acariciar desde atrás, imperceptiblemente, primero las axilas, los antebrazos y el cuello, mientras me soplaba muy suave en la oreja, para después seguir con un dedo el borde de mi ajustada camiseta y culminar rodeando uno de mis pechos con una de sus manos, aunque sólo por debajo, sin rozarme los pezones. Empezaba a sentir cosquillas y escalofríos cuando dijo: "Si quieres seguir resistiéndote, te aconsejo que abras las piernas antes de que me acerque a tus pezones, porque presiento que, como te los pellizque, te vas a volver loca de gusto". Me hablaba excitado pero con control, y muy bajito, rozando mi oreja, y como yo tenía miedo de que siguiera tocándome y de la sensibilidad de mis pechos, abrí mis piernas. Y él dejo de acariciarme.

Al recuperar la postura anterior comencé a sentir el sol sobre mi sexo cuando el jefe dijo a su compañero que comprobara si mis bragas estaban ya mojadas y que, si era así, se corriera sobre mis muslos sin mancharme el vestido. Yo le pedí, por favor, que me dejaran ir mientras bajaba mis brazos para que no volviera a acariciarme. Entonces me mordió en el cuello y yo di un gritito mientras el otro acercaba su cara a mi sexo y, no sé si como consecuencia de la humedad de mis bragas, - posibilidad que me asustó pudiera ser cierta - se terminó de masturbar arrodillado, a medio metro de mí - "qué buena estás pequeña, qué ganas tengo de meterte esto en tu coño húmedo" decía - y, luego gritó "¡oh, dios!", mientras terminaba, para después limpiar delicadamente sus manos sobre mis muslos tensos dejando allí parte de su semen.

"He visto cómo miras su polla. Te impresiona su tamaño ¿eh? ¿Te la imaginas jugando con tu botoncito y entrando poco a poco hasta abrir de golpe las paredes de tu coño? ¿Te imaginas que te dejáramos ahora, tan excitadita como empiezas a estar?" insistía el otro mientras mordía desde atrás mi oreja y mi cuello. Y añadió: "Escucha:si de verdad quieres irte a casa, tienes que dejar que te toque un poco los pezones. Si aguantas unos minutos, sólo unos minutos, te podrás ir sin necesidad de sentir tu coño y tu culito invadidos por nuestras pollas, aunque cuando llegues a casa te masturbes cinco días seguidos recordando lo que te perdiste. Te lo prometo."

Seguía mordiéndome y yo dando pequeños respingos mientras notaba cómo se erizaba mi piel, pero oí como mis labios decían : "Vale, acepto, pero no me sigas mordiendo el cuello, por favor". Y entonces, sin dejar de morderme, me comenzó a pellizcar suavemente los pezones desde fuera de mi camiseta, mientras me decía en tono excitado al oído: "Te gusta ¿eh?. Noto que empiezas a perder el control de tu cuerpo". Yo negaba con la cabeza mientras se aceleraba mi respiración hasta que oí que me sugería: " no te cortes, amor mío, muévete al compás de mis pellizcos". Así siguió unos minutos, pellizcándome y mordiéndome el cuello, hasta que, turbada, cerré los ojos para no ver lo que me estaba haciendo y pensar en otra cosa. Pero fue peor porque sólo conseguí sentir, con más intensidad, sus caricias. " Sientes que te dominamos ¿verdad? Si quisiera, te haría comportarte ahora mismo como una puta, ¿quieres que diga a mi amigo que te chupe el coño o prefieres pedírselo tu?". "No, por favor, eso no, no me hagáis eso. Dejarme ir ya, ya han pasado dos minutos" – contesté asustada mientras me intentaba incorporar y me daba cuenta de que había sido un error dejar que me tocara los pezones -. Y siguió: "Espera un poco, sólo un poco. ¿O es que tienes miedo de no resistir ni treinta segundos más?. Es eso, ¿verdad? Vamos, abre más tus piernas para invitarle a que te lo coma. Te correrías como una loca, que es lo que empiezas a desear, reconócelo" Y mientras, con la otra mano me bajaba la cremallera de la minifalda y me tocaba el culo.

No podía abrir las piernas porque yo misma sentía mis bragas empapadas. Me estaba descomponiendo con el toqueteo de mis pechos y las cosas que me decía al oído y no podía evitar que mi cuerpo se moviera al son de sus pellizcos, como él había sugerido. Pero no podía reconocerlo si quería que me dejaran ir, aunque el hijo de puta seguía acariciando mis pezones y mi culo mientras repetía que abriera más las piernas para que su amigo, que ya estaba dispuesto con su polla apuntando a mi sexo, me follara . Además, con la mano que tenía debajo de mi culo, empujaba mi cuerpo hacia arriba, rítmicamente, trasladando al otro, y a mi misma, la visión de un movimiento obsceno que parecía dar a entender que estaba reclamando sexo y que por los comentarios que hacían –"qué bien debes de follar, puta", "¿te vas a mover luego así?" - los excitaba mucho a los dos. Y a mí también. El magreo de mi cuerpo duraba ya demasiado, cuando volví la cabeza, para mirarle, y así tener una excusa para cambiar de postura y abrir un poco más los muslos sin que pareciera que cedía. El jefe aceptó mi mirada y, manteniéndose de frente a mis ojos, metió su mano lenta, muy lentamente, por mi escote mientras comentaba: "Qué cara se te ha puesto. Eres más viciosa de lo que imaginaba, preciosa" , y con esa frase y ese movimiento sentí que se hundía mi última resistencia.

Enseguida, con su suave y caliente mano sobando mis pechos, y mirándome, siempre mirándome, empezó a besar y morder delicadamente mis labios y, aunque yo seguía sin abrir del todo las piernas, no pude evitar responder a sus besos y meter mi lengua en su boca. Y entonces él paró y afirmó: "Estás deseando que te comamos el coño y correrte de una vez, pero no lo vamos a hacer si no nos lo pides". Yo hice un último intento de resistir y contesté melosa y en un tono de súplica "quieero ir-me, por faaavor no me toqueeiis más, que ..." pero él me colocó un dedo entre los labios para que se lo chupara – cosa que hice, primero nerviosa pero después casi provocadora - y, sin dejar de mirarme, lo bajó muy despacio, muy despacio, para que presintiera lo que iba a hacer y le sujetara la mano si lo quería evitar mientras decía: "pídelo ya, cariño, que te vamos a hacer disfrutar mucho, no sabes cuánto más" . Yo intenté evitarlo y llegué hasta frenar su mano pero cuando me miró a los ojos y dijo "No puedo hacer caso a tu mano. Tu cara de viciosa me está pidiendo que baje ya mi dedo y te toque el coño!" le dejé hacer y miré, tan nerviosa como excitada, cómo bajaba su dedo, cómo goteaba mi saliva de él, cómo recorría lentamente mi vientre hasta acercarse a mi sexo y cómo mi cuerpo se arqueaba para facilitar el roce de mi clítoris que despuntaba hinchado como una pequeña colina por encima de las bragas y entre mis muslos abiertos y mojados. Se paró a un centímetro escaso y preguntó si seguía. Mi cuerpo daba pequeños saltitos para sentir su dedo y cuando notaba el roce oía: "¿Sigo o paro?" Me rozaba muy suavemente y paraba. Y así varias veces mientras repetía: "¿Sigo o paro? Vamos puta, qué dices ahora ". Yo me movía ya presa del gusto que sentía – sólo decía "ooooh, ooooh dios" - pero no podía pedirle que siguiera tocándome ni que dejara de hacerlo, y sin saber por qué me refugié en sus labios a los que besé y mordí, momento en que el otro me separó los muslos, quitó la mano de su compañero y comenzó a frotar su boca contra mis muslos y mi sexo como si hubiera enloquecido, sin tan siquiera quitarme las bragas. Y entonces rompió mi voz en gemidos:

Por favor, por favor, baaasta ya, ooooh sí, queeé me estáis haciendo, ooooh, no sigáis por favor.

Dilo, dilo – gritaba el jefe.

¿Qué? Por favor, baaasta ya, dile que no si-ga, que no me chu-pe asiiií, ooooh, no sigáis por faaaavor que...

Entonces hicieron caso de esas palabras sin sentido: el jefe dijo a su compañero que se retirara y él dejó de sobarme. Y yo grité de rabia y de vergüenza: "¡NOOOO!". Fueron sólo unos instantes. Yo estaba a punto de llorar de desconcierto y amargura cuando el que no solía hablar me abrazó y preguntó "si quería que siguiéramos ". Mi mirada y mi silencio fue suficiente para que continuara y comenzó a quitarme la falda y las bragas mientras el otro hacía lo propio con la camiseta. Me dejé hacer mientras sentía el sol por casi todo mi cuerpo, cada vez más desnudo ante sus ojos, que disfrutaban mi excitación como un éxito de sus juegos morbosos. Entonces, el que había hablado separó mis piernas y me dejó unos instantes así, con mi sexo al sol y excitadísima, - "vamos, vamos, seguir por favor ", dije - hasta que noté sus dos dedos que traspasaban mi vulva chorreante de flujo. Y entonces comencé, sin rubor, a gritar de gusto y a disfrutar del movimiento de los dedos de uno, entrando y saliendo en mi sexo, y los del otro simulando que me follaba en mi boca mientras seguía dándome mordisquitos en el cuello, que me tenían permanentemente a punto de correrme. Hasta que reventé con un "SSSiiiiiii, sssiiiiiii " y con un orgasmo en el que descargué toda la tensión acumulada y todo el gusto que sentía. O eso parecía. Y casi me desmayé, algo que nunca me había ocurrido.

Pero el juego, el de mi depravación, no había terminado todavía. Y dieron una vuelta de tuerca más cuando, después de unos pocos segundos de descanso, el otro se reclino sobre mí y metió su hinchado miembro muy despacio en mi sexo. En seguida empecé a recuperar mi capacidad de excitación. Y comencé a gritar con una voz que no reconocía – "mmmáaas, mmmaás, sííígh.." - mientras volvía mi cara ansiosa buscando, con mi boca, la polla del que había demostrado ser el conductor de toda la partida. Pero, cuando lo conseguí, pararon de moverse y se retiraron de mi cuerpo para preguntarme si sería capaz de darles dinero por follarme. Mis oídos no querían oír ni mis labios responder, hasta que recuperé el sentido de la perversión a la que me estaban sometiendo. Pero no pude evitar reclinarme y decirles, como una idiota, que cogieran lo que quisieran. "No entiendes, no es un robo. Quince mil pesetas para cada uno, esa es la tarifa por meterte nuestras dos pollas al mismo tiempo ", dijo el jefe en plan chulo. A mí me entró una risa histérica al oír lo de sus dos pollas al mismo tiempo, mientras mi cuerpo temblaba literalmente al presentir lo que iba a continuar y deseaba. Pero la risa se alternaba con un " oh, dios " cada vez que me volvían a introducir los dedos, movimiento que repitieron muy despacio un par de veces hasta que terminé suplicando sin vergüenza. "Vale, quince mil, pero darme todo el gusto que podáis, por favor ".

Ese, por favor, fue la señal que convirtió en una amasijo a nuestros cuerpos. Mis labios recuperaron su contacto con el sexo del jefe que permitía que le chupara sólo la punta mientras me daba azotes en el culo y decía: "estás hecha para que te follen, eres una viciosa del sexo". Al tiempo el otro me penetraba diciendo "qué coño más rico tienes, puta" . Es increíble como recuerdo algunos detalles de ese día y algunas de las frases que me dirigían, que nunca antes había escuchado pero que después he interiorizado como necesarias para conseguir el máximo placer. Frases guarras pero también cariñosas. Recuerdo, por ejemplo, como se corrió el que me follaba después de decirme tiernamente "cariño, amor mío, qué bien te hemos hecho correrte, aguanta un poco más hasta que yo me vaya " y como me dejó tan excitada que le retuve con mis piernas para que no se saliera. Y como me obsesionaba el vaciar de semen - y de poder - al morboso director del juego, que supe después se llamaba Miguel. Enseguida me corrí otra vez, ahora con él, cuando sentí su semen en mi boca y rebosándose por mi cara y mi cuello.

Recuerdo lo que siguió sólo vagamente, pero sí que mi obsesión por Miguel encendía una y otra vez mi cuerpo, quizás porque el otro estuvo siempre dispuesto a ocuparse de mí y a acompañarme en la resurrección. Fue también Miguel el que me penetró por detrás y me hizo viciosa de esa extraña sensación, sobre todo cuando, como aquel día, el relajo de todo mi cuerpo y las humedades presentes en mi culo facilitan la entrada. Después de anteriores tentativas frustradas llenas de dolor, lo de aquel día lo recuerdo tan fácil como asociado a un placer asombroso: el del roce simultáneo de dos pollas en mi interior algo que me hizo llorar de placer y de agotamiento, al comprobar que la excitación me sorprendía una y otra vez, justo en el momento en que creía estar satisfecha. Y así hasta que dos horas más tarde me sentí saciada y ellos también.

Sé que los debería recordar como unos malditos violadores y así los recuerdo. Pero reconozco que, también, fueron muy hábiles en su morboso juego y que, con el mínimo de violencia, consiguieron el máximo de colaboración. Es verdad que fui forzada a una situación que no quería pero también debo admitir que casi fui seducida porque acertaron mis deseos y mis miedos y demoraron, hasta el anhelo, la explotación de los puntos débiles de mi cuerpo. Lo que más me excitaba era el que me preguntaran continuamente si hacían esto o aquello. El resultado fue que, efectivamente, mi resistencia duró algo más de media hora. Justo lo previsto. Y, al final, los muy cabrones, me hicieron una humillante rebaja del 50 % en la tarifa que habían impuesto y "sólo me cobraron" 15.000 ptas. entre los dos.

Fue, en fin, una experiencia inolvidable que recuerdo con mucha frecuencia. Una historia que me cuento, una y otra vez, mientras me masturbo, algo que, ya lo habrás imaginado, acabo de hacer.

I.Magina