Juegos y vicios con Pablo (1)

Aparentemente mi amigo era hetero. Y yo quería aparentarlo. Pero un día descubre mi fantasía de sumiso y decide aprovecharse...

Quiero, antes que nada, poneros en contexto. Mi nombre es Fran y me remonto a la época en la que tenía 23 años. Para ese entonces, yo lo había dejado con mi novia con la que llevaba casi dos años. Bueno, acababa, acababa… Según se mire. Sobre unos 5 meses llevaba soltero. Yo siempre había tenido tendencias bisexuales, pero siempre lo había llevado con discreción. De hecho, con hombres era virgen. La ruptura precipitó que explorase un poco más mi ego “complaciente con los hombres”, pues buscar experiencias hacía olvidarme de mi ex-novia. A esas edades es momento de descubrirse a uno mismo.

Mis experiencias con otros hombres nunca habían llegado a la consumación física. Era un poco difícil. En primer lugar, porque yo no sentía atracción sentimental (en ese momento) por ningún hombre de mi entorno. Era en determinados momentos del día, cuando mis padres no andaban por casa, que un calor me recorría el cuerpo y me empujaba a conectarme a chats y webcams, en los que acababa viendo pollas y intimando con algún hombre solitario como yo de cualquier parte del mundo. En segundo lugar, no estaba solo en casa. Vivía con mis padres y no tenía el espacio que tienes viviendo solo. Así que mi experiencia como pasivo o sumiso gay se limitaba a las fantasías ayudado por un pepino que cortaba al tamaño que me apeteciera o por un bote de desodorante (más corto pero más gordo que un pene normal). Recubría estos instrumentos con un condón lubricado, con los que simulaba que me follaban. En tercer lugar, me gustaba mantener el anonimato y simplemente seguir siendo puramente heterosexual a los ojos de mi entorno.

La verdad es que le había encontrado el gusto a tener algunas experiencias puntuales por chat y nada más. Le sacaba partido a mi físico. Mi constitución física era tirando a delgada, pero mi culo era un poco más grande de lo normal; esto al principio me hacía tener un poco de complejo por si parecía femenino. Por eso entrenaba el tren superior del cuerpo para compensar. También entrenaba el tren inferior para mantenerlo bonito y que no se hiciese gordo. Así que me gustaba enseñar mis hombros anchos y mi culo nalgón a hombres calientes activos. Incluso me depilaba la zona anal y me arreglaba el bello púbico por si tenía que enseñarlo alguna vez. No me lo había pedido nadie, ni a mi tampoco me desagrada el pelo en otros hombres, pero yo me veía mejor así.

Esta situación, junto a alguna cita con mujeres, mantenía en calma mi mundo sexual y emocional. Pero como en cualquier cosa del universo, el orden tiende al caos. Tenía un amigo llamado Pablo, bastante atractivo como demostraba su éxito con las mujeres. Lo conocí a través de otros dos amigos que vivían en un piso de estudiantes. Allí a veces fumábamos porros y montábamos alguna fiesta. Poco a poco empecé a quedar más con Pablo, vivía cerca de mí y no estaba tan ocupado como mis otros amigos. Muchas veces íbamos al chalet de sus padres, cerca de la ciudad. Pasaba a por mí en coche y echábamos unas partidas con la Play Station. Yo no veía en él nada, ni le hacía partícipe de mis fantasías. Además él tenía novia, aunque ya había tenido mil y engañaba a todas. Muy formal, tampoco era.

Todo empezó una tarde que estábamos en su chalet viendo la tele. Me entraron ganas de mear y fui al baño, dejándome el teléfono en el sofá. Él sabía mi secuencia de desbloqueo, pero en ese momento no caí en que lo podría coger.

–Te cojo el teléfono un momento para buscar una cosa -dijo en voz alta desde el salón.

Enseguida caí en mi historial y en el auto-completado. Si pulsaba según que botón igual acababa viendo cualquier guarrada de las que busco.

–Mierda -se me escapó en voz baja.

Cuando llegué al comedor ya había dejado el teléfono en su sitio. Estuvo un minuto en silencio y me hizo sospechar si había visto algo. Pero luego empezamos a hablar como siempre.

Uno piensa que el asunto estaría enterrado pero al siguiente fin de semana, nadie salía, la gente tenía exámenes, otros se iban con su novia… Yo también tenía exámenes pero me apetecía despejarme esa noche. Así que fuimos a su chalet. Bebimos y fumamos marihuana, y jugábamos a la videoconsola. A él le gustaba bastante hablar y vacilar de sus ligues o de cómo follaba, especialmente cuando iba fumado. Hablamos un rato de eso.

–Es una lástima que mi novia no pueda salir, esta noche la acabaría poniendo a 20 uñas -me dijo.

–Bueno, tu puedes quedar con una tía. No te quejes. Yo hace ya tiempo que no quedo con ninguna -respondí, sincerándome.

No puedo negar que, verlo hablar de sexo sin contenerse, vendiéndose como un empotrador alfa, un poco sí me había excitado. Pero me dejó congelado cuando me preguntó otra cosa:

–¿Y con hombres?

–¿Qué? ¿Por qué dices eso? -respondí nervioso.

–Venga, he visto que ves porno gay y cosas así.

En aquel momento yo pensaba en que me tragara la tierra.

–Eso será de entrar alguna vez o por curiosidad -intenté salir al paso.

–Venga, no mientas, que he visto muchas cosas, que no pasa nada.

–Está bien, sí, a veces lo miro -asumí-. Es un poco de morbo y ya está, pero me gustan las mujeres…

Se quedó mirando un momento. Yo tenía un poco de miedo de lo que iba a decir, si iba a estar incómodo o algo conmigo

–¿Por qué no nos hacemos unas pajas el uno al otro? Ponemos porno, un trabajito y nos quedamos a gusto.

Entonces mi excitación se disparó tanto que no sabía qué decir.

–Pablo… ¿En serio? -no me lo terminaba de creer.

–¿No me irás a decir que ahora te da asco tocar una polla? -dijo sarcástico.

–Va, primero tu.

Dicho y hecho, cogió su teléfono y se metió en pornhub, le dio a un video heterosexual, lo dejó en la mesa sobre un porta-retratos, se bajó los pantalones y calzones por debajo de las rodillas y empezó a masturbarse. Me quedé alelado.

–¡Va, ahora tu! -me dijo para que me apresurara.

A mi me daba mucha vergüenza porque se me había puesto durísima sin haberme tocado aún.

Pero, aunque me la vio erecta, no me dijo nada de ello. Empezamos a masturbarnos el uno al otro, aunque él llevaba la iniciativa. Yo prácticamente imitaba sus cambios de velocidad y sus movimientos.

–La tengo mas grande que tú y más gorda -me dijo repentinamente-. ¿Cuánto te mide? A mi 17, sin compensar la pequeña curva que me hace. Igual recta del todo es más.

–A mi me mide casi 15 -dije avergonzado, aunque la mía sigue siendo un buen tamaño. La verdad es que con esa polla de 17cm no me extraña que tenga tanta seguridad como empotrador.

Aunque el vídeo seguía, yo miraba más mi polla siendo masturbada y a veces de reojo a Pablo. Él se cató y empezó a mirarme descaradamente.

–Creo que a ti te gusta más esto -y cogió el móvil y puso un video gay, y lo volvió a dejar dónde estaba-. Venga, tienes que reconocerlo que te gusta eh, guarrilla.

–Un poco... -a mi el video me la sudaba, era él lo que me estaba poniendo enfermo.

Pablo se abalanzó un poco sobre mí, liberando su polla de mi mano y empezó a lamerme el lóbulo y morderme cuello mientras me masturbaba. Respiré fuertemente, notando como se me aceleraba el pulso.

-Joder… -se me escapó.

-¿Te gusta, eh? -preguntó retóricamente. Entonces mientras me miraba y miraba mi polla, buscó con la otra mano mis huevos. Jugó con ellos y entonces los superó, en busca de mi zona anal… Me estremecí. Yo estaba sentado, así que su dedo no podía acceder a mi agujero. Se quedaba rozando la zona. Pero yo deseaba que me penetrara y creo que era su intención. Y poco a poco me eché hacia delante, quizás con la estúpida intención de que, al no hacerlo bruscamente, no parecería que quería que me penetrara tan descaradamente. Puse mi culo al borde del sofá y entonces me metió un dedo.

-Para, tío, para, que me voy a correr -le avisé.

Y paró, pero solo de masturbarme. Seguía metiendo y sacando su dedo. Yo no dije nada. Él, sonriendo, sabiendo que me gustaba, me dijo:

–¿Te cabe uno más? -no dije nada por vergüenza, así que lo asumió como una aceptación.

Me metió otro. Tuvo que hacer un poco de presión pero me entró. Estuvo unos pocos segundis y paró. Entonces, me confesó:

–Cuando voy fumado, siento curiosidad por follarme un tío…

Me reí un poco.

–¿Quieres? -me atreví a preguntar.

–Venga. Pero chúpamela antes, que tu has dejado de pajearme y me ha bajado -me pidió y acepté sin quejarme.

Me puse a cuatro patas sobre el sofá, él con una pierna sobre el suelo y una rodilla sobre el sofá. Y entonces me la metí en la boca. Mi primera polla. Recuerdo que a la vez que tragaba y retrocedía, le lamía el capullo con la lengua. Combiné pajearle mientras le lamía la punta con tragármela todo lo que podía. Yo quería que mis labios rozaran los pelos resurados de su pubis, pero desistía de tragármela tanto cuando su pollón me provocaba una arcada. A veces cerraba los ojos, a veces lo miraba y él me sostenía la mirada.

–La chupas mejor mi novia. Se nota que esto te apasiona -me decía-. Va, gírate, que te la voy a meter.

Me puse en posición de perrito dando mi culo hacia él y abriendo un poco las piernas. Entonces empezó a metérmela. Esto no era como si yo me penetrara con algo, no medía yo el ángulo o la presión, era Pablo, solo con mi saliva de lubricante, y eso dolía. Con una mano me agarraba y abría la nalga y con la otra apuntaba su polla. Yo hacía el gesto de dolor típico al succionar aire apretando los dientes. Pero no quería pedirle que parara, estábamos muy calientes y no quería estropearlo. Él, de todas formas, lo hacía con tacto, poco a poco.

-Ábrete las nalgas, quiero ver bien como entra y si uso mi mano, me tapo.

Así que apoyé la cara sobre un cojín y obedecí, dejando mi culo expuesto ante él. Enseguida entró toda su polla. Y el placer se hizo indescriptible. No se cuanto rato me la estuvo metiendo. Cuando se emocionaba follando fuertemente me soltaba azotes al culo. También me azotaba cuando me ordenaba que me moviese yo. Yo jadeaba de placer.

–¿Cambiamos de posición? -sugerí.

–A mi el rollo pasivo no me gusta -me dijo claramente.

–No, digo que si me la metes tú pero de otra manera… -me expliqué sumisamente.

–Ah, claro, vale -se puso de pie frente al sofá-. Ponte aquí.

Y me senté en el sofá. Él me cogió de las piernas, me tiró hacia delante y me las sujetó, quedando yo boca arriba. Entonces abrí las piernas y él me penetró, apoyando sus manos en el sofá. En plan misionero. Yo mientras le acariciaba, sobretodo los brazos marcados. También me tocaba un poco, acariciándomela o estirándome un poco el escroto, hasta que se me endurecía bastante la polla otra vez y paraba. No quería correrme. Me daba un poco de reparo. Sí, Pablo me estaba follando el ojete, pero me daba vergüenza correrme o salpicarle. Parece una gilipollez pero era mi primera vez, pensaba que él era bastante heterosexual, no sabía si le cortaría el rollo, no sé, así que solo seguí haciendo lo que había hecho hasta ahora: dejar que Pablo tomara la iniciativa. Se cansó un poco y se dejó caer hacia delante, quedando frente a frente conmigo.

–Que caliente me pone esto, joder -dijo, y luego me besó.

Yo acepté el beso con deseo, buscando jugar con su lengua. Bueno, ahora ya sabía que si estaba caliente sí le gustaba besar.

Finalmente empezó a acelerar muy fuerte las embestidas.

–¡Me voy a correr!

Me lo dejó todo dentro…

Se puso los gayumbos y yo también. Cogió una cajetilla de tabaco y me acercó un cigarrillo. Mientras, hablámos.

–¿No es la primera vez, no? -me preguntó.

–Sí que lo es. ¿Por?

–Aparte de la polla, también te depilas raja del culo y los huevos.

Me reí un poco

–Alguna vez me he mandado fotos o algún video con alguno, pero no había estado con otro hombre en persona -me expliqué.

–¿Y qué, te ha gustado? No te has corrido. Se me ha olvidado terminarte la paja que habíamos empezado al principio -se excusó.

–Ha sido el polvo más espectacular de mi vida, da igual la paja… ¿Y tú, qué tal? ¿Repetirías?-me atreví a preguntar.

–Ahora me siento un poco raro, pero ha sido muy morboso. Me has puesto muy cachondo. Eres como una putita…

–Para ti, sí…

Y le di un beso. Nos besamos un poco con lengua pero enseguida se apartó.

–Que raro se me hace besarte ahora –dijo.

Pero enseguida volvió a besarme por última vez aquella noche. No sería el último beso que me dio.

Si os ha gustado haré una serie de esta historia, ya que tenemos la cuarentena… Espero que estéis todos bien :)