Juegos y variables
Nunca tuve aptitud lúdica, pero el fin valía los medios.
Lunes, 25 de noviembre de 1976 Tarde de otoño. Las hojas resecas, caídas en el jardín de Rodrigo, causan pequeños crujidos al contacto con la suela de mis zapatos. Ruidos, simples ruidos que no valdría la pena comentar, si no sirviesen de contexto a lo divino. Si no sirvieran de marco a la conversación de ella con su buena amiga Pierina, hermana de él. Carla era su nombre; tan simple y trillado que, debo de admitir, me desilusionó al sólo escucharlo de mi gran amigo Rodrigo; y fue principalmente porque sus rasgos, originalmente lindos, no merecían "diferenciadores indiferenciados", porque es sólo digna de llevar nombres que suenen a chocar de olas al anochecer, a letras conjugadamente perfectas. Que formen prosa, poesía, al endulzar mis labios aclamantes. La imagen era llamativa, sin duda. Además de Pierina- linda morocha, de piel muy blanca y ojos tan claros como el pequeño vestido que llevaba- estaba su hermosísima amiga, digna del más caballeroso piropo; vestida con solo un pequeñísimo vestido rojo encima, que jugaba con el viento y que cedía a veces. Que mostraba, al ser tocado improvistamente, un interior rosa- bastante pequeño para la época- que exhibía y luego restringía, que nos hacía presa fácil de locura a cada momento, a cada ir y venir. - Escuchadme con atención mi querido y, a veces, arrogante Rodrigo: Carla es... cómo decirlo... es.... - ¿Cruelmente hermosa? - Eso, justamente eso. - Ninguna novedad es. Mas si lo sería si alguien no opinase así. - ¿Quieres decir que ya varios te lo han dicho? - Sorprendido por tu falta de comprensión de un enunciado y sobre todo, por tu escasez de previsión ante el hecho, respondo lo obvio. - De nada sirve tu palabreo fofo. Claro que sabía lo "obvio" pero necesitaba nombres. - ¡Ah! Bueno... quizá el más entusiasmado haya sido Mauricio Lope - ¡Hijo de puta! - Pues su madre, por lo comentado en alrededores, tal vez lo sea. Pero a modo de insulto no vale. Él sólo tiene buen gusto, nada más. - Me sorprende tus halagos... - Y bueno... uno tiene los ojos bien puestos - .......... - Mirad, las bellezas como ella solo sirven para degustar un momento de morbo. Y creedme, que por eso te lo digo : ni tú, ni yo, ni el tal Mauricio tenemos chance de un ligero- por más minúsculo que sea- parpadear de ojos... ¿más? jajaja . Así de contundente fueron sus palabras, y quizá la crueldad de ellas no sean más que la atroz, y flagelante, verdad: a modo de síntesis valía. Nunca estuve más de acuerdo con él, nunca siquiera a la mitad; pero... uno nace terco, uno lleva dentro sangre luchadora y revolucionaria- por ahí se dice que mis bisabuelos vivieron en carne propia el des-absolutismo francés, que partieron luego, junto a otros "aventureros" a Sudamérica en búsqueda de... demás está contarles- El caso radica en que pocas veces sentí esta terca necesidad des-contextual solo comparada con el ir tras el humo de mi cuarto cigarrillo. Era así, al menos arrostraría el gusto y solo ante el más malévolo y humillador rechazo dejaría de volar( entiéndase por la analogía anterior) . - Y dime... ¿has hablado con ella? - Solo un poco, cuando Pierina la invito a la casa. Muy inteligente, claro que sí, tanto como presumida. - Disculpadme Rodrigo, pero no hay "brillante" que no lleve, al menos, un poco de presunción en su carácter. O sino, basta con verlos caminar, con sentir el "aura" indescriptible que siempre los acompaña. Tú me entiendes... ¿no? - No. Yo creo que es presumida por la divinidad de su rostro y lo perfecto de su cuerpo. Creo que si hubiera nacido fea, hoy sería de lo más humilde. - Son inducciones, simplemente eso. - En todo caso, creo ya haberte explicado que ella pertenece a... - Quiero conversar con ella, che. Dame esa chance. - Jajaja.. para terco... - Para tercos está el mundo. Los pusilánimes y derrotados antes de batalla, terminan ocultando sus sueños con la tranquilidad. - Mirá... ¡qué bonito hablas!... espero que te dure cuando... - Eso, eso era lo único que quería escuchar. Aunque si tú no me la dabas la buscaba, y sólo tú- y unos cuantos más, no hay que ser exagerado- sabes que es tan cierto como la alegría que siento, amigo mío. - En todo caso hoy creo que es desacertado, la chica sabe que la hemos visto todo el día y mira, que si nos vamos a saludarla ahora, paceremos lentos. - En realidad lo somos, pero tiene coherencia lo tuyo, al menos de lo que te entendido ... ¿cuándo entonces? - Mi hermana tiene una fiesta en la casa mañana... - Iré entonces.... - Pero con calma, espera a que los presente. - Con calma nunca, ¿contener la exaltación?... trataré Y fueron las ultimas palabras que crucé con Rodrigo ese día. Luego, y pensando en el día siguiente, salí de inmediato de la casa, con sólo un ligero saludo militar a modo de despedida. ¿Qué le diría? Había tenido relativo éxito con chicas listas, también con lindas, pero nunca, siquiera, la oportunidad de sentir un rechazo - a modo de experiencia, valdría- de una damisela que reuniese las dos cualidades mencionadas; y que la convertiría en, sin dudas, el pez más difícil y deseado del pequeño estanque llamado "San Pablo Morristé" Pensé en variables, me llené de ellas. Deduje lo que una chica como Carla me preguntaría y ensayaba mis más originales respuestas; y hasta trataba que rimase y le dé ese aire de "fo" : ideal en mi época- ahora incomprensible, dado el actual cronolecto que ve lo ideal en dos o tres palabras; precisas y simples- En fin, luego de terminar la tercera frase, concluí que era imposible tratar de pensar como ella- o al menos, de lo que se habla de ella- pues nunca mi mente se acercaría a sus cualidades . Sería como pedirle a un sordo la imitación ideal de una composición de Chopin; sin que el primero desborde de genialidad. El resto del día la pasé en mi habitación. Probándome ropas y posturas "correctas". En realidad no tenía idea de lo que estaba de moda o no, creí que lo más ideal sería ir lo más casual posible según las pequeñas exigencias estándares que da este tipo de reuniones . Dar la imagen del tipo que "pasaba nomás" que quiso saludar a un viejo amigo, y que bueno, al ver tan buen evento para soltar los últimos pasos practicados, terminó bailando pegado el ultimo bolero de Martel con la chica más linda de la fiesta, y del barrio, según sé. La fiesta de Pierina Estuve en casa de Rodrigo a alrededor de las diecinueve. La miraba a ella, lo miraba a él, esperando que nos presenten de una vez. Sentía como que se desaprovechaba la botella de cerveza; como que luego, y al no sentir el alcohol en mi cuerpo, de nada hubiese servido el pequeño "impulso". A las veintiún como que ya se notaba cierto exceso de amabilidad de Rodrigo para con Carla. Los miraba y sentía la enorme necesidad de entrar de una buena vez en su dialogo cercano, y cortarlo, y hacerlo a un lado para que pase el nuestro, para el que me preparé toda la noche. - Parece que Rodrigo no pierde el tiempo- dijo imprevistamente Pierina, sentándose a mi lado y dejando caer algo de cerveza sobre mi vaso, vacío media hora. - No lo creo- Respondí, saludándola con el vaso - Y es que Rodrigo tiene esa fama, calladito al principio, suelto y acompañado luego. - Sucede Pierina que Rodrigo emplea sus cualidades que lo necesita. Pero esta vez no, estoy seguro. Al menos para lo que piensas. - ¿Y qué pienso? - Pues la frase con la que comenzaste a interrumpir mi silencio en la fiesta. Gracias, por cierto. - Ven, vamos para que te convenzas. Y fue la manera más inesperada de conocer a Carla. Fue fría y absolutamente improvisada. No podía recordar mis practicadas frases si me mente no se ocupaba más de tratar de darle vueltas a las sonrisas coquetas de Rodrigo y Carla, y encontrarle solución a favor mío; algo que esté planeando por Rodrigo, mi gran amigo Rodrigo. - ¿Y a qué se dedica usted?- preguntó Carla, mirándome fijamente - Estudio administración en la Pontificia- Respondí - ¡Ah! ya veo... dijo volteando hacia Rodrigo ¿Todo? Pues parecía que sí. La tal Carla no tenía voz más que para Rodrigo, y -tal vez- su amiga Pierina. Salí de ahí. No tenía sentido verme como el relleno de aquella conversación. Como el metiche, el no deseado. Caminé lentamente, me senté en la silla usada minutos antes y pedí otra botella de cerveza. - Esos no hacen más que conversar entre ellos- dijo Pierina, volviéndose a sentar a mi lado. - Pues sí. Dejemos al "dúo" Luego de terminar la quinta botella, conversé tendidamente con Pierina. Recordamos juntos anteriores aventuras, las tomadas de pelo a Rodrigo, el trío que era más dúo. Nuestro primer beso a afuera del río "Linjón", los estrechos segundos en los que dejamos de interrogar acerca del sentir unos labios junto a los nuestros. La primera vez que toqué sus pechos, su carnosidad en la yema de mis dedos. Sintiendo su aroma cerca de mi rostro, la suavidad de sus muslos a medida que subía mis manos por su delgada falda. El interior que dibujaba sus labios vaginales, el sudor de ella ante mis toqueteos. No hubo sexo claro está, pero la experiencia la había dejado pasar al compás del tiempo, la sonrisa que había crecido y se convertía en la fina muestra de ternura y simpleza que alguna vez sentí cerca, y que, a medida que se alejaba nuestra cabeza del suelo, había quedado guardado para los suyos, lejos del míos. - ¿Qué pasó? preguntó, encendiendo un cigarrillo. - Pues no lo sé, Pierina. Tal vez tuvo mucho que ver el hecho que Rodrigo se empezó a percatar de lo que había entre nosotros. Tal vez, y luego de la pequeña riña que ocasionó él conmigo, nos alejamos. - Puede ser... puede ser. - En todo caso podemos... - ¡Espera! Franco, no podes caer así. - ¿Qué? - No te me lances porque lo arruinás todo. - No te entiendo... qué carajo pasa Pierina - Te está tomando una prueba Carla, no seas voludo. - ¿Qué? - Quiere probar tu firmeza, ya sabe que estás tras ella. No lo arruines. - Pero entonces tú... - Yo solo vine a conversar contigo antes que acabes como el borracho solitario de la fiesta. Te estimo, che, y quiero que todo salga bien. - ¡Qué se vaya a la mierda!- le dije, parándome y buscando mi abrigo. - ¡Espera! ¿no te das cuenta? Sólo se toma una prueba a quien tiene chance. Estás en juego, aún. Finge que no te he dicho nada y... ¡siéntate carajo! Todo cuadraba ahora, pero de la manera más agria posible. La tal Carla ya me probaba, sin siquiera haberme saludado. ¿Qué esperaba? ¿Qué sea su fiel admirador sin siquiera haber sentido una sonrisa como receptor?. Era loca... hasta estúpida se me vino a la mente. Romántica, esa era la palabra que ponía síntesis al asunto, no era más que una cursi que busca algo eterno, que cree en el gusto "firme". ¿Y Pierina? ¿no significó nada para ella lo que conversamos? - Pero hasta cuándo Pieri... - Hasta que ella diga, ni más. Por ahora, finge sonreír. Hazte el interesante pues... - ¿Cómo, así? - Menos cara de imbécil y más movimiento de manos. - Espera... ¿no estará esperando que lo encare a Rodrigo? - Y quedar como el matón que consigue todo a golpes... no lo creo. - Pero mírala... coquetea mucho, Rina. - ¡Ja! Hace cuánto que no me llamabas así. Y déjala, que no va a llegar a más. Quiere que compitas por ella, pero a su debido tiempo. - ¿Y por qué me dices todo eso? ¿no se supone que eres su amiga? - Por eso mismo. Es medio loca, sería difícil que pases la estúpida prueba si no te ayudo. Es que ella es así, genialmente quemada. ¿Cómo así? Pues no sé... será cuestión de decirlo sin entender. La noche seguía y no había aviso de nueva prueba. Pierina lo hacía entretenido, claro que sí, pero era necesario hacer algo. - Ven, vamos a bailar- le dije - ¿Qué? ¿estás loco? - Es que uno no es más que un innovador de reglas, un reformador de pruebas. Hagámoslo más interesante, hagámoslo de dos, o más bien... de cuatro. Bailamos entonces. Sentí de nuevo su aroma cerca de mi rostro. La canción era pegada, sus caderas chocaban con mi cuerpo y su piel, sedaban mis brazos. Me divertía, sentía como ella también lo hacía. Carla miraba inmutada hacia nosotros, sentí cómo Rodrigo de a poco dibujaba un gesto amargo, celoso. " Mi amigo me ayuda y yo le hago esto... me sabrá comprender" me decía cada vez que sentía su cuerpo cada vez más pegado y sus bromas iluminar cualquier intento de sueño. Las canciones se pusieron más movidas, la diversión empezaba a subir también. Carla, que había bailado toda la noche al otro lado de la sala, empezaba a acercarse a nosotros con su inseparable Rodrigo. Les juro que luego de la quinta canción me olvidé completamente de mi "sacrificado" amigo, y a la sexta a la causante de la prueba. Los pasos practicados quedaban perfectamente con el ritmo de la música, y con los de Pierina. Nos alejamos de ellos a pedido de ella. Fuimos al lado más lleno de la fiesta, y sentí como de a poco, sus labios se acercaban a los míos. Era la perfecta unión de sudoración, ritmo y fragancia. La sensación de querer acabar con el suelo y los labios de tu acompañante, mirando sus ojos destellantes hacia ti, invitándote. - ¿Y Carla?- me preguntó - Que regrese al coño de su madre- le respondí, tratando de besarla. - Júrame que sólo piensas en mí - Sólo tú, sólo tú - Mira que se acaban tus ilusiones con ella... - Mira que pierdes el tiempo... - Y si te pido... - Pídeme que te bese, que toque tu cuerpo, que sienta una vez más la magnifica sensación de tener lo tuyo junto a lo mío, armonizado por el sonido de un río alejado o el Bossa nova en tu casa... Me besó, como callándome. Tomó mi rostro con sus manos y lo acarició, besándome ansiosamente. Recordé el beso a orillas del río, lo novedoso, lo tierno que ocasionaba un sentir que sólo el tiempo y la ceguera pudo ocultar, lo verdaderamente erótico. Porque para mí, el erotismo va del lado del amor. El sexo no es más que una vía para retribuir sentimientos de manera pasional, y el erotismo es lo pre, lo que te impulsa a besar apasionadamente a tu pareja por toda su piel y sentir su sudor como tuyo, su aliento como deseo, sus pechos erguidos por el contacto de manos que consciente, que acepta. Entramos a su habitación. Cerré la puerta y la llené de besos. El vestido empezó a caer, a dejar ver sus pechos rosas, su cuerpo blanco, el interior verde. Temblé, predije su virginidad. Ella cerraba los ojos, endurecía los nudillos. Bajé levemente su interior, Pierina suspiraba fuertemente, susurraba a veces. Su entrepierna llevaba pocos vellos encima, podía ver de cerca y claramente sus labios vaginales. Podía distinguir su sudoración, y su invitación a la penetración. Empecé a besar la piel de su pierna, a degustar su suavidad, a recostar mi rostro en ellos y ver de ahí lo que era ella, su hermosura. Subí y junté mis labios en su entrepierna, y fue cuando Pierina me enseñó a sentirla, a llevar el ritmo de su excitación. La excitación crecía y la sudoración la hacía resbalosa, más deseada, sentí que algo andaba mal, que empezaba a caer. Una lagrima empezaba a caer del rostro de Pierina, y un llanto controlado se notaba en su pecho. - ¿Qué sucede?- le pregunté mirándola al rostro. - No me siento segura, pienso que no has olvidado a Carla- me dijo - ¿Cómo olvidar lo casi no conocido? Rina... déjame demostrarte - Demuéstraselo a ella . Delante suyo, con un beso. - Claro, ahora mismo. - ¡No! estás ebrio. Mañana. Y ahí quedó todo. Juntó su rostro en mi pecho y quedó dormida. Cerré los ojos también. Pensando en lo inevitable de su decisión, en la imposibilidad de tocarla más, teniéndola tan cerca ahora. Debía respetarla, para nada insistir. No estaba ebrio, bueno, algo tal vez, pero sin acomplejar considerablemente mis posturas y decisiones. Esa noche había descubierto la estupidez de buscar una estrella fugaz, alumbrándote una cada anochecer. La mala variable de ir tras el humo del cigarro, teniendo el más fino puro en tu mano; habiendo probado, además, su indiscutible calidad. Ella movió las piernas, sentí la necesidad de insistir una vez más. Algo me decía que deseaba tanto como yo la inesperada unión a primeras horas del día. Algo me decía que moría por sentir nuestros cuerpos al compás de pasiones y gustos retrospectivos. - ¿Te parece inconsciente éste beso? - Pues no lo sé, ebrio sabe... - Déjame mostrarte.... - Pero que quede claro que si es un acto de morbo, habrá sido mutuo. Y entonces sucedió. Ella dejó de recostar su cabeza en mi pecho y me beso. Era excitante- con las disculpas de Rodrigo- el saber que en cualquier momento su hermano pudiese tocar la puerta y enterarse que lo que comenzó como un ocasión propicia para cortejar a la amiga de su hermana, terminó en puro- y delicioso, vamos- degustar de hermana. Sus pechos estaban erguidos, como la mañana en el río. Los miraba y notaba de cerca sus pezones, moverse al ritmo de la penetración, de la balada que se empezaba a escuchar. - Dime Carla - Pierina - Puedes decirme Carla - Pierina - Gritadlo si quieres - ¡Pierina....! Besó mi pecho, deslizó la lengua sobre mi estomago, sobre mis vellos pubicos. Cantaba la balada, se notaba que le gustaba, que tenía algún significado en ella. Lo tarareaba cada vez que podía, cada pequeño lapso entre una parte de mi cuerpo y otra. Quizá el tarareo más llamativo halla sido segundos antes de besarme el pene. Fue casi mudo, tímido, pero fuerte al terminar. Luego, lo besó un par de veces, mirando hacía mí con profunda decisión, gritándome en implícito que no la mire más como la hermana de Rodrigo, ni mucho menos la amiga de Carla. Le hice caso entonces, empujándola a la sabana y besándole el cuello, fuertemente algunas veces, jalando algo de piel con mis labios y sintiendo la pasión desencadenada que había en ella a cada gemido. Gritaba y gritaba, olvidando- mutuamente-a Rodrigo, y lo que sería un catastrófico tocar de puerta, gritaba mi nombre y de vez en cuando el suyo, entrelazados ahora. Besé su entrepierna, sentí su labios vaginales apasionar mi lengua, raspar mis labios con los pequeños vellos pubicos que salían, apenas notorios. Ella seguía gimiendo, y yo no daba más. Ella alzó mi rostro y me dijo que me amaba, que siempre lo había hecho. Quedé callado, no sabía que responderle. Traté de pronunciar algunas palabras, frases que a larga no expresen nada, pero que sirvan al menos de respuesta. Al final el intento quedo en balbuceo, de los más estúpidos que recuerde. - No te preocupes, sé que tú no. Pero trataremos, ya verás- Dijo entonces, mirándome tiernamente a los ojos y dándome un beso. La frase quedó en mi mente; aún lo recuerdo con nitidez, con la pequeña sonrisa que vino luego y el ligero sonido de la cama al sentir su leve caída adrede. Sin duda que terminé enamorado de ella, y créanme que no lo digo por tenerla ahora recostada sobre el mueble del ordenador, mirando cada palabra escrita. Lo digo porque soy un profundo apasionado de los ojos que me miran a cada amanecer, de los labios que luego me besan, de la brillantez que hizo, por ejemplo, engañarme acerca de la prueba de Carla cuando en realidad fue de ella- y con otras variantes- y que le sirvió además para pedirle como favor a su amiga que mantenga lo más alejado a Rodrigo, el traidor Rodrigo- ella ha lanzado una fuerte carcajada, me es inevitable decirlo- una vez que estemos a punto de volver a juntar nuestros labios. ¿Eso es amor? La respuesta es subjetiva, lo sé, pero me quedo tranquilo sabiendo que dentro de mi concepto, aquel sentimiento solo puede incluirse en el gran calificativo. Buenas noches.